busco la Verdad, el Bien, la BELLEZA, la buena literatura y el gran periodismo que se hizo en España lejos de la plebeyez y el mal gusto aunque nada de lo humano mes ajeno
busco la Verdad, el Bien, la BELLEZA, la buena literatura y el gran periodismo que se hizo en España lejos de la plebeyez y el mal gusto aunque nada de lo humano mes ajeno
busco la Verdad, el Bien, la BELLEZA, la buena literatura y el gran periodismo que se hizo en España lejos de la plebeyez y el mal gusto aunque nada de lo humano mes ajeno
2016-03-05
RUPERT MURDOCH
A LOS 84 ya va por el cuarto matrimonio el famoso "tycoon" del capitalismo salvaje que degolló a Fleet Street. Algunos colegas míos le llamaban por aquel entonces "Rupert the murderer" Ruperto el asesino. Acabó con la independencia, objetividad y rigor de la prensa británica, convirtiéndola en una caricatura. Muchas familias se quedaron sin pan, muchos "breadwinners" (padres de familia) se fueron al paro. Como testigo de aquellos hechos, plasmo esas impresiones en mi novela, una crónica de la caída de la Prensa del Movimiento y don Rupertito el asesino figura como uno de los personajes de aquel mundo de chantajes, involuciones y fórmulas sanguinarias del "I buy you out". Murdoch, judío australiano, era un apátrida. Le vino como anillo al dedo el "mundo global". Todos emprendimos el camino de la utopía profetizada por otro gran periodista George Orwell en su 1984. Dejo constancia de estos hecho en mi libro a punto de salir a la calle "Corresponsal en Londres". en fin, feliz luna de miel Rupertito. Mucha viagra tendrás que tomar esta noche porque la edad no perdona. Y tú ya no puedes ni con los calcaños, hijo. Por mucha cartera y muchos millones que tengas en tus cuentas corrientes de lo que robaste.
LUCÍA ECHEVERRÍA
A punto de dar a la estampa mi "Corresponsal en Londres" me encanta saber noticias de Lucía Echeverría a cuyos padres conocí e incluso invité a mi casa. Su padre Jesús hacía un excelente bacalao al pilpil y su madre era una laboriosa ama de casa por nombre Juanita que escribía e incluso llegué a publicar algún reportaje. Eran exiliados vascos de la primera ola y como representante de la Prensa del Movimiento hice lo que pude por ellos al igual que el querido y llorado Gonzalez Aboín. Por su piso de Roland Gardens pasaron Joaquin Merisno el escritor de "Londres para turistas pobres y turistas ricos" toda una saga, actores y actrices del mundo de la farándula, el periodismo y la edición. No sabia decir si Lucía era una superdotada o no, lo que sí puedo asegurar era que hacía su padre un excelente bacalao al pilpil. Buena persona. Con respecto a las novelas de su hija me parece que de modernas se me caían de las manos, pero como decía el gallego "aina más". La fortuna ayuda a los audaces. Muchas cosas sucedieron en aquel edificio de los jardines de Roland habitado por un fantasma que nos conocía a todos los inquilinos. Uno de los moradores de la residencia fue Paul Morand al que De Gaulle quiso dar mulé por colaboracionista con Vichý. Hoy pienso con nostalgia en aquel pasado y pido un memento por Mariano Gonzalez Aboin el generoso anfitrión de los españoles en Londres en la década prodigiosa
una austriaca pone en fuga a unos emigrantes que querian vilolarla y robarle el coche
Woman fights off migrant sex attackers and robbers - then carjacker strikes in triple hit
AN Austrian businesswoman has issued an emotional warning urging women to go on self defence courses to protect themselves after she bravely defended herself a sex attacker and robber, only to then come under fire from a carjacker.
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In an emotional video she posted online, Ms Kohzina said: “I am really seething.
“And I don't want anybody to tell me I'm making this up and that it never happened.”
Clearly distressed, Ms Kohzina told how she was forced to fight off a carjacker who tried to force her to open her car doors as she stopped at a set of traffic lights on a trip to Vienna.
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Ladies, I would urge everyone to do a self-defence course, there's a lot being offered at the momentRosita Kohzina
Visibly crying, Ms Kohzina says when the man failed to get into her car, he rolled on to the roof and then attacked another woman who was walking down the street, shoving her before escaping.
After parking up, she decided to issue a stark warning to fellow women.
In a furious online rant, she said: “Listen ladies, I've just recently been forced to make the acquaintance of some of these non-Austrians.
“First of all I've had to defend my handbag and my iPad. Fortunately I managed to defend myself, but I still don't find the whole experience cool.
“He was so annoyed about it that he then trampled on the roof, and it was difficult for me to control myself.
“Fortunately I managed to keep my common sense and stayed seated inside the vehicle.
“He, however, was clearly not content to sit still, and a completely innocent woman who had nothing to do with the incident ended up being flattened.
After the distressing ordeal, Ms Kohzina urged women to attend self defence courses because the problem will only get worse.
She said: “Ladies, I would urge everyone to do a self-defence course, there's a lot being offered at the moment.
“It is not the last-chance saloon anymore, at least not for us women.
“We are simply not safe anymore. I am sure that many of you don't realise you can help yourself, many of you are sitting at home worried about going out or travelling in the car
ignacio de loyola una charla cuaresmal
ESPIRITUALIDAD IGNACIANA NOTAS
CUARESMALES
Envuelto en la ceniza y el polvo a los que
revertiré, tiro del cajón de la memoria; Allí están las notas cuaresmales,
reflexiones de mi adolescencia, cuando, imbuido del carisma jesuítico, quería
ganar almas para Dios. Mi formación adolescente tiene la culpa de ese altruismo
puñetero y un poco egoísta que me domina aunque me consuela saber que de los
limpios de corazón es el reino de los cielos y Dios se apiadará del pecador en
el día de cuentas. Colijo al cabo de muchos años que la clave del éxito
ignaciano estriba en el “Gnosce te ipsum”
de los griegos, da de lado a las pasiones, refrena tu lengua controla tus ojos,
ayuna, calla y reza.
Cuando fue encarcelado en Alcalá bajo
sospecha de tener contactos con grupos de alumbrados y acusado por dos mujeres
santeras, el santo fundador exclama:
—Jamás hubiera podido creer que fuese motivo
de escándalo hablar de Cristo a los cristianos.
Ignacio topa con el oscurantismo popular y
con la iglesia oficiosa contra la cual entra en rebelión.
En Salamanca tampoco le fue mejor y tuvo que
huir montado en una mula camino de París.
Con este analfabetismo cristológico va a
topar otro predicador evangélico George Barrow Don Jorgito el Inglés que
denuncia la negligencia e ignorancia de parte del clero sobre asuntos
evangélicos.
Ignacio es como buen vasco terco y alienta
pensamientos de contrarreforma.
Su objetivo primordial fue evangelizar al
clero. Quería una revolución desde arriba.
El Día de la Asunción de 1534 en la basílica
de Montmartre se ordenan los primeros jesuitas (Fabro, Aqua Viva, Suarez,
Javier y él.)
El programa del nuevo ejército es seguir
abrazados a la cruz de Cristo, muertos al mundo y a sus vanidades. “Homines mundo crucifixos homines novos qui
suis se affectibus exuerint maximam gloriam Dei intuentes”.
La clave del programa es la renuncia a sí
mismos y la búsqueda de la gloria del Crucificado.
El pensamiento revolucionario se centra como
sumario de las constituciones: hombres nuevos, desligados de la vanagloria y
corrupción del mundo. Es el objetivo de su camino de perfección o terceronado.
Resucita una palabra del latín castrense para formar a los miembros de la
Compañía: tirocinio (lat. Reclutamiento.) Forman parte de los nuevos caballeros
de la cruz.
Iñigo de Loyola había asimilado en los libros
de caballería, tan de su gusto, la filosofía templaria, esto es; la militancia
activa.
La base del culto al Sagrado Corazón de Jesús
propalado por los jesuitas por toda la cristiandad se compendia en una famoso
soneto anónimo escrito por un converso:
“No me
mueve mi Dios para quererte
El cielo que me
tienes prometido
No me mueve el
infierno tan temido
Tú me mueves,
Señor, muéveme al verte.
Clavado en una
cruz y escarnecido
Muéveme el ver tu
cuerpo tan herido
Muévanme tus
afrentas y tu muerte”
Quizá porque fuera un aristócrata san Ignacio
no es un santo milagrero ni popular. Sólo promete la cruz y la renuncia a sus
seguidores y un cierto desapego a las devociones y practicas del vulgo. En esta
antipatía reside la clave de su eficacia. Muestra una adhesión ciega a la
soberanía de Dios y frente a las criaturas formula absoluta independencia y
libertad de acción.
He aquí pues un santo de rostro duro pero
eficaz. Recomienda a sus discípulos ser dóciles a la llamada del Espíritu Santo
y en cuanto a las cosas de la tierra “todo en tanto en cuanto”. Es la famosa
impavidez jesuítica que se planta delante de las apetencias de la carne. Lo que
no es óbice para que luego sus hijos, indiferentes a los halagos del nombradío,
la belleza, la salud, las riquezas o la fama, se infiltren en los sectores del poder
y del dinero jugando a todas las barajas que puedan darse pero teniendo siempre
presente el “ad majorem dei gloriam” que acuña el anagrama jesuítico.
Hemos de “vernos libres de los negocios
exteriores para vacar de la eterna sabiduría y no busquéis el oro de monederos
falsos”. Porque no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague.
La espiritualidad ignaciana es una
espiritualidad combativa surgida del arrepentimiento de una soldado que fue
palaciego y cortesano en la corte de doña Germana de Foix la segunda esposa del
Rey Católico, de Arévalo. Está imbuida del espiritu caballeresco que idealiza a
la mujer mirando para la imagen de la Virgen María.
Observador minucioso de sus intercadencias
todo cuanto se le pasaba por el magín lo anotaba en un papel, por influencia del libre examen protestante, una teoría al que él da la vuelta. Su principal
hallazgo a este respecto es la santa indiferencia.
Mortifica su orgullo escribiendo que los
fracasos se los debe a su incompetencia y que sus triunfos, que fueron sonados,
(se apoderó de la Roma corrupta y cortesana) fueron obra del Señor.
Papini señala que la clave de la popularidad
de los Ejercicios está en haber construido un mundo que alienta bajo la
presencia de Dios.
Esta presencia significa composición de lugar,
un artilugio mediante el cual el orante se desplaza a la tierra de Canan,
escucha las palabras de Cristo, lo ve. Pegó tan fuerte esta creencia que los
grandes pensadores con el mismo Lenin a la cabeza, han utilizado las técnicas
ignacianas para la conquista del poder.
El jesuita tiene fama de ser riguroso en la
doctrina (esto puede observarse en el papa actual) pero indulgente con las
personas. Ello puede derivar en acusaciones de laxismo con que tacharon los
frailes a los jesuitas.
La cuestión es: no se puede dominar el mundo
para Jesús sin mantener atadas las riendas del poder político. Eso idea fue un vademécum
orientador de la S.J. durante varios siglos.
Ahora en un tiempo de materialismo laico a lo
mejor el papa Francisco tiene que sacarse de la manga otros procedimientos para
dominar a la Bestia, y ganar a la Bestia es vencer la concupiscencia del mundo.
Del orgullo, del demonio y la carne.
Iñigo de Loyola viejo soldado de los tercios
de Flandes es el adalid de la fuerza de la voluntad. Porque dice que la
santidad requiere un gran esfuerzo. Se entra por angosta puerta en el cielo.
Contra la creencia de los luteranos que,
falsificando un texto de san Pablo, establecen que la concupiscencia humana es
invencible y que sólo se puede redimir el cristiano por la gracia santificante
(fe sin obras) el fundador de la Compañía de Jesús en contra el pensamiento luterano opina que
el poder de la gracia, la oración y la mortificación suplen las carencias de la
naturaleza. A Dios rogando y con el mazo dando, que bien lo decía Santa Teresa.
ESCRIBIR DESDE MI TRINCHERA. YO NO SOY MÁS QUE MARCELINO PAN Y VINO
UN PERIODISTA ES UN FRANCOTIRADOR UN FREELANCER APOSTADO DENTRO DE SU CASAMATA QUE DISPARA CONTRA TODO LO QUE SE MUEVE. GANAMOS SIEMPRE LA GUERRA DE LA PAZ, REMEMBER BRUNETE
NUESTRA ÚNICA ARMA DE COMBATE ES LA MÁQUINA DE ESCRIBIR. AMAMOS LA BELLEZA Y LA PAZ DEL MUNDO. PAGAMOS LA RENTA. SOMOS GENTE ENTREGADAS A LA FAMILIA Y A LA CRIANZA DE LOS HIJOS. TAL VEZ UN POCO INGENUOS COMO MARCELINO PAN Y VINO. YO SOY MARCELINO PAN Y VINO
NUESTRA ÚNICA ARMA DE COMBATE ES LA MÁQUINA DE ESCRIBIR. AMAMOS LA BELLEZA Y LA PAZ DEL MUNDO. PAGAMOS LA RENTA. SOMOS GENTE ENTREGADAS A LA FAMILIA Y A LA CRIANZA DE LOS HIJOS. TAL VEZ UN POCO INGENUOS COMO MARCELINO PAN Y VINO. YO SOY MARCELINO PAN Y VINO
THANKS GOOD MERRY ENGLAND
Gracias, Inglaterra
Gracias, Inglaterra, pese a Gibraltar,
pese a nuestras trifulcas, I love you know. Fue el país de mi
juventud y del amor a aquella inglesa y aquella hija que me arrebató el destino
pero hay ocasiones como esta noche en que me hubiera gustado haber nacido
inglés, y no español.
Los Comunes han revocado la propuesta
del premier de ir a la guerra contra Siria. Eso es lo que yo llamo British common sense. Verdaderamente el único país del mundo donde funciona la democracia es en
la Pérfida Albión, esta noche no tan pérfida sino la good old merry England de mis sueños. Con su negativa los parlamentarios
honorables miembros de la Cámara de los Comunes creo que han salvado muchas
vidas y el mundo hoy puede respirar tranquilo.
Se lo habíamos pedido a la Virgen Santísima y la Dulce Madre nos escuchó, pero, como ya he manifestado antes, en este
cambio de postura se ha significado el presidente Putin. Los que amamos la paz
y al mundo pese a los problemas nos regocijamos con esta decisión
SEMANA DE PASIÓN
LOS COLORES DE SEMANA SANTA. SAN PEDRO ERA CALVO. LOS RESPONSORIOS DE TOMÁS LUIS DE VITORIA. EL TENEBRARIO
De aquellos días de mi infancia hago memoria que como consecuencia de las veleidades del calendario gregoriano y al no caer la Pascua en fecha fija sino variable el tiempo era frío si la Resurrección era festejada a primeros de marzo y alegre y gozosa cuando la epacta a la semana grande con fechas de últimos de abril. Verdadera pascua de flores. Había que confesar y comulgar para ponerse a bien con Dios. Los campos estaban que daba gusto mirarlos porque no había domingos sin sol ni doncellas sin amor. La efervescencia de la naturaleza se mostraba rotunda en las mieses que encañaban, las ramas de los árboles que abrían sus pimpollos las noches que eran más cortas y las tardes más largas y que las muchachas en flor acusaban esa rotundidad de la naturaleza que pronunciaba las curvas de sus talles, el alabeo de sus senos y la sonrisa de sus rostros. Al regresar de los paseos y de las visitas a los monumentos los seminaristas conocían el cosquilleo del primer amor que había de ser platónico por supuesto y que dejaba en el corazón un poso de dicha y de tristeza. El torrente de la sangre estaba ahí pero la voz de la Teología mandaba callar a las células. Echa el freno, magdaleno, tú vas a ser cura, mantente en castidad. Una mirada, una sonrisa de aquellas muchachas que estudiaban Magisterio o estaban internas en las jesuitinas o en las concepcionistas a más de uno lo volvieron tarumba. La primavera había venido y algunos pensaban haberse vuelto modorros y no es que estuvieran modorros, es que habían conocido a una chica que les hacía tilín. Desconocían su nombre, no habían hablado con ellas. Sólo un encuentro casual en el cancel de una de las muchas iglesias donde se hacía el recorrido habitual de las siete estaciones y los siete padrenuestros. Como mucho el contacto había quedado reducido a ofrecerles el agua bendita al entrar o salir para santiguarse. En el talego de la muda con la ropa blanca venía aparte del condumio (el choricillo del pueblo, una morcilla, alguna que otra lata de sardinas y un poco de queso con un recado de la madre escrito con letra apresurada de la madre: Ten, hijo, para que no pases hambre, hinca los codos, no armes bulla, no te metas en ciscos, reza las tres Avemarías antes de acostarte, los calcetines cámbiatelos todos los días para que no huelan los pinrreles que en eso has salido a tu padre, ahorra y no gastes porque ya sabes como estamos, yo he tenido que coger huéspedes a pupilo para pagarte la carrera, procura no coger frío, etc… mamá no tengo un real, sólo me compro una bamba algunos días cuando viene con nosotros la señá Isabel con el cesto cuando salimos de paseo porque me da mucha pena la pobre, no hablo más que en los recreos, me aplico, soy bueno, etc…) venían las Rimas de Bécquer y algunos los más audaces se atrevieron a Encargar el Decamerón de Bocacho con la posibilidad de que libro tan amoroso y tan procaz pudiera ser confiscado por la autoridad competente.
-Aguado, pero ¿cómo se atreve a leer semejantes porquerías?
-Es que, don Eloy, nos lo ha mandado don Tirso el profesor de literatura para un trabajo.
-Es que… es que. Pero ¿tú no sabías, pedazo de majadero, lo que es el Índice?
-No, señor.
-Pues leer a Bocacho es un pecado gordísimo. Es un libro prohibido. Aguado, estás en pecado mortal. Ya estás subiendo ahora mismo al cuarto del padre Mañanas a confesar tu falta ante el confesor bendito.
Aguado hizo un gesto de contrariedad porque la penitencia que le mandaba superaba con creces el cuerpo del delito y el director espiritual se hinchaba a hacer preguntas, era muy tocón y algunos habían tenido que salir de naja de la celda de aquel jesuita pegando un respingo. El niño empezó a llorar:
-Pero si yo no lo he leído, prefecto, ni siquiera lo hojeé. Mire, está sin abrir
y entre lágrimas le mostró el opúsculo intonso editado por Miñón una casa de Valladolid especialista en libros clásicos.
-Bueno, por una vez pase-dijo el maestrillo no del todo convencido.
Aguado se quedó sin libro. Don Eloy se metió la obra prohibida en el bolsillo de su sotana y mandó al muchacho que aquella noche no bajara al refectorio. A la cama sin cenar.
Los que presenciamos la escena mientras girábamos por el cuadrado de los tránsitos nos reíamos para nuestros adentros pues intonso y todo Aguado había leído los cuentos que ocurren en la despreocupada y nada melindrosa Verona del siglo XIII contándonos de que iban algunos de los chascarrillos sobre todo el del Hortelanillo de las monjas que era mudo. Todas y cada una de las religiosas pasaron por su cabaña incluso la madre superiora. Muchos años más tarde cuando en un cine de Londres vi la película magistralmente narrada por Passolini no pude menos de acordarme de Aguado y sus aflicciones con don Eloy que le había tomado ojeriza y me deleité con la secuencia de la madre superiora que se alza el hábito-uno de los preceptos de la regla clarisa era que las religiosas no llevasen ninguna ropa interior como penitencia debajo de la estameña- y apareció in puribus. El hortelano que supuestamente era mudo y harto de tanto laboreo sexual prorrumpe en un grito:
-No, madre, otra vez no.
Todas las monjas acudieron al escuchar tan formidable vozarrón. Y creyeron que era milagro. Cachondeos aparte, los seminaristas también tenían su corazoncito y no eran inmunes a los dardos de Cupido en aquellas tardes de domingo sin amor. Muchos empezaron a escribir poemas y a llevar un diario. No sé lo que me pasa. Hoy la he visto. Ayer no me miró. Estoy modorro… En definitiva, es lo que hacen todos los adolescentes del mundo. Pero nosotros éramos diferentes. Teníamos que ser santos y disfrutar de otra clase de bellezas más espirituales. Creo que la Iglesia es sabia al formular tales reconvenciones sobre los peligros de la carne, las veleidades del sexo y del afecto. No escuchéis los cantos de sirena. Oídos sordos. Recordad a Ulises. Una simple falta puede ser una concesión a la fatalidad y el predicador del Sermón de las Siete Palabras era de los que ponían los paños al púlpito, no tenía pelos en la lengua, no paraba en barras. Hijitos míos… para siempre… para siempre. Y describía con tanta viveza y prosapia los terrores del infierno que en los bancos de atrás se escuchaban jipios de almas conmovidas que ante la meditación de las penas del infierno eran incapaces de contener las lágrimas. La pena del fuego era menor según él que el tormento de la sed… esa gota de agua que golpeará la cabeza de los condenados y nunca la podrán beber… para siempre… toda la eternidad… sitio, clamó Jesús en la cruz tengo sed y le pasaron por los labios una esponja empapada en vinagre con hiel. Y todo por unos malos pasados por un pecado mortal que cometí aquel día y el pecado mortal para nosotros en aquellos días sólo tenía que ver con la infracción de un mandamiento el sexo. Obsesión fatal. Un pensamiento impuro y acababas en las calderas de Pedro Botero. Una idea fija que ahora me haría sonreír con melancolía. Nos querían capar sin duda. De eunucos es el reino de los cielos. Era muy duro desatender a la convocatoria de los sentidos cuando todo despierta en tu organismo adolescente y hay añoranza de belleza y de paraíso en aquellas tardes sin amor mientras veíamos pasar a nuestro lado a las muchachas en flor. Sus madres prorrumpían en aplausos:
-Ya estan ahí los curiñas. Pobres que majos.
Había uno muy guapo Montoro que parecía el vivo retrato de Santa Inés o de San Gonzaga y una abuela saltó en medio de la terna y se lo comía a besos. Montoro se puso colorado como una berenjena.
-Quite, quite, señora, que me va a hacer perder la compostura y me piso la sotana.
-Guapo.
Los piropos de la buena mujer no le depararon grandes satisfacciones en nuestros corros. Carrasco le llamó marica pero como era muy inocente preguntó:
-Y eso ¿qué es?
Asi andábamos de inocentes por entonces aquellos pipiolos. No nos había bataneado la vida. Las turbas nos decía el padre Mañanas en sus platicas son volubles de criterio y pronto mudan de parecer. Mirad lo que le ocurrió a Jesús en Jerusalén los hosannas y vitorees del domingo de ramos se transformaron en gritos de crucifícale. Los besos de la anciana llena de ternura que algunos dijeron que era Santa Isabel que había resucitado para ver pasar a los curillas hacia Baterías eran arrebatos maternales que nada tendrían que ver con lo que le ocurrió a Montoro el cual después de colgar la sotana se matriculó en derecho y se hizo de los de la cuadrilla de Felipe González. Seguía teniendo un buen fondo de armario y en una asamblea en la Facultad de aquellas del 68 mientras largaba un discurso se levantó una moza y de buenas a primeras le desencajó una proposición pecaminosa:
-Quiero un hijo tuyo
-¿Ahora?
-Sí ahora. Soy una mujer liberada.
Semejante caso no ocurría ni en las películas de Fellini cuando los locos se subían a los árboles y pedían a voces que les trajesen una señora. Voglio una donna. Montoro era mucho Montoro; se casó con una muy guapa una tal Carmen y tuvieron unos hijos preciosos, los dos eran del PSOE y los dos acabaron divorciándose. En parte llevaban razón nuestros padres maestros al recomendarnos tiento en nuestras relaciones sentimentales. Y uno de ellos don José Pedro Carrero que había leído a Nietzsche nos endilgaba el consejo de Zaratrusta: “Cuando vayas con una mujer no olvides la tralla”.
Aunque a nosotros crédulos e ignorantes y sin saber lo que era el mundo nos pareciese de otra manera la belleza y el amor son otra cosa. Nada tienen que ver con la fuerza del instinto ni la concupiscencia animal. La belleza carece de sexo pero Ulises sucumbió a los encantos de Ariadna y perdió el hilo. Nosotros ¿qué sabíamos? El corazón humano posee una inmensa sed de belleza un anhelo de eternidad, un deseo vehemente de divinidad y eso sólo podía encontrarse en los sueños, en los libros, en el trazado de las catedrales donde resonaban augustas las voces del diacono cantando la Passio o escuchando los motetes de Palestrina y del Padre Tomás Luis de Vitoria que escuchábamos entonces o recitando los improperios e himnos del oficio divino hispanovisgótico llenos de majestad latina y de sentimientos de amor y perdón. Cristo nos había redimido con sus dolores y devueltos a aquella vida y a aquel sol y a aquella luz de Segovia que parecía llenar de claridad el corazón. No podía ser posible que por mirar a una muchacha o tener una polución nocturna te mandasen a los infiernos para siempre… para siempre. Había una desproporción entre la pena y la culpa pero la sed de vivir se manifestaba en aquellos poemas que leíamos a hurtadillas de Juan Ramón o de García Lorca o de Alberti o Gerardo diego. Me metí entre pecho y espalda a todos los poetas del 27 a la luz de una linterna en mi camarilla. Nadie nos había dicho que Alberti o Lorca eran rojos. Asistíamos a los coloquios del cine club y nos convertimos en cinéfilos de las grandes cintas italianas y francesas de los 50 y 60 (Goddard, Aldo Fabrizzi, Totó, Vittorio de Sicca, Antonioni, Trufeau) y fatigábamos el cuerpo en las tardes de paseo pataleando un balón en campos de tierra. Luego bajamos al refectorio a merendar nuestro trozo de queso americano un vaso de leche en polvo y tres galletas. Algunos renqueaban en la fila por las agujetas y se le marcaba la marca del bonete sobre sus melondras rapadas al cero. Pero en Semana Santa no había paseos (deambulatio) pasábamos la mayor parte del día en la iglesia y el Viernes Santo día de ayuno nos daban limonada. Se había muerto Dios. En el cuartel los soldados del regimiento hacían guardia con el fusil a la funerala. Pasaba bien la limonada y la mojábamos con pan. Un jueves santo como tenía sed me bebía cuatro vasos de aquella sopilla. Me entraron risas, me rilaban las piernas pero a pesar del día de luto yo me sentía muy alegre. Sin llegar a la borrachera me puse un poco piripi. A la hora de las preces ya estaba chispa.
-Parrita que la coges
-No pasa nada, Valdivieso. Sangre de Cristo.
-Laus tibi Deo- respondió entre carcajadas el hijo del cabo de Vegafría- Hoy vas a dormir bien.
El vino para mí ha guardado desde entonces el secreto de los gozo y las sombras de la vida. Es un anestésico contra los grandes dolores de la existencia pero es un tósigo. Peligro. Viva el vino y las mujeres pero el vino que viva mucho más que las mujeres. Era mi primer contacto con Erifos un dios misericordioso y eucarístico pero traicionero.
-¿Buscas la catarsis?
-Huyo de mí mismo
Judas se ahorcó y en los pasos de la procesión siempre lo pintaban pelirrojo y con barba de azafrán. A San Pedro Calvo y algo tosco a san Juan de verde y la Verónica Maria de Cleofás y a la Virgen María de azul al pie de la cruz. Cristo nuestro salvador iba de colorado como aquel vino tinto de las refacciones de Miércoles Santo que infundía bríos melancólicos. Por Judas siempre sentí compasión. Amaba el dinero y era algo beodo. Su traición estaba escrita por el destino. Cumplía un destino inexorable un papel que se le había asignado. Verdaderamente aquel apóstol que ha venido a encarnar la ira y la abyección que ha sentido la humanidad contra el pueblo judío no era libre. Podía bien haberse ahorcado de una rama del moral centenario que vigilaba nuestros juegos en la huerta cerca de la campana y del frontón a la trasera del cine Cervantes. Al lado de acá estaba un patio semiabandonado donde tenían el convento las monjas que nos cuidaban y llamábamos Carboneras y justo enfrente del refectorio estaba el torreón una de esas torres almenadas que son frecuentes en las ciudades de Castilla la Vieja. Había sido el lugar donde se instalaba el cuarto de guardia que vigilaban por la noche desde el tiempo de los romanos. Era un tétrico lugar. Abajo se situaban unos cuartos oscuros que antaño fueron calabozos y arriba había un secadero para poner la ropa a tender. Era la cárcel del seminario. Los alumnos díscolos e incorregibles los que habían cometido alguna falta grave eran castigados a pasar en una de sus celdas dos días a pan y agua por el rector pero esta serie de castigos no eran frecuentes en el tiempo que yo lo conocí. Sin embargo, siglos atrás los jesuitas lo habían utilizado como cárcel más que para punir a algún postulante como una de las numerosos pruebas para mostrar la verdadera vocación a los estudiantes del noviciado. Lo llamábamos la Torre Antonia.
Las procesiones eran interminables y acabamos rendidos acompañante a los cristos muertos y a las dolorosas de los siete cuchillos. La más popular era la de Santa Eulalia que competía con la de San Millán que era una talla de Aniceto Mariñas de María al pie de la cruz muy valiosa. Nos acotábamos tarde y nos levantábamos al amanecer porque teníamos que asistir al rosario de la Aurora. Veíamos salir el sol por la Mujer Muerta e íbamos en fila india acompañando a los cofrades y a algunas beatas descalzas y arrastrando cadenas otras con los brazos en cruz que cantaban el “Perdona tu pueblo, Señor”, el “Amante Jesús mío” y el “Sálvame, Virgen María. Sin embargo la parte más impresionante de nuestra semana santa eran los oficios de Miércoles Santo en que se celebraban las tinieblas. Se cantaban catorce salmos a cada uno de los cuales correspondía una vela del candelabro o tenebrario con los improperios de Jeremías y las lecciones y la iglesia a rebosar vivía el momento con intensidad en medio de un silencio impresionante interrumpido por el golpeo de los bancos o el sonar de la carraca. Tambien se cantaban los motetes de Palestrina y de Tomás Luis de Vitoria, el “Popule meus”, el “Caligaverunt” con las estrofas de la pasión.
28 de abril 2011
continuará
noches del viejo cafe gijon
Son
las navidades, me paso por el Café Gijón. Hay una comida de viejos contertulios
(profesores, pintores, periodistas, algún escritor, la mayor parte jubilatas y
encuentro a Sagrario compañera de banco en aquella Complutense que entonces
llamaban Filosofía, una latinista, una nueva Beatriz Galindo toledana; aquellas
mozas que amamos tanto hoy van para abuelas pero se conservan adobadas en esa
belleza que dan los libros que son la mejor cosmética del alma, ojos claros y
serenos pero la vida pasa y el reloj del Gijón con su sonería de plata sigue
cantando implacable en su numerología exacta la frase de tempus fugit, abrígame, reina dentro de
tu borsalino de garras, es la hora de dar una conferencia o de ir al teatro)
nostalgia y frío todo Madrid ciudad airada y congelada -el viento de Madrid
mata a un hombre y no apaga un candil- cuando el personal divagador parece
echarse a la calle, con motivo de las fiestas y los pascueros gordos enfundados
en sayas todo de blanco y rojo con barrigas artificiales tocan la campana del
jingle bells, y se arremolina aledaños de la calle Arenal
junto al Disneylandia del Corte Inglés y barzonea por las calles atestadas.
Es la cultura del ocio y de las luces de neón, esto es, la modernidad.
Por
Sol no se puede dar un paso. Las loteras en sus sillas de los años cuarenta y
tapadas con cien ropones venden el número de la suerte pregonando el
"gordo" de mañana. Madrid tiene por estas fechas un aire de manada y
por la cañada de la Castellana discurren los rebaños humanos.
El
pelo de la dehesa no lo hemos perdido gracias a Dios pese a la globalización, y
una copa de ginebra siete pavos no está mal pero el viejo establecimiento me
acoge con hospitalidad innata que se dispensa a los náufragos de la letra
herida, (previo pago claro está, porque en el Gijón no se fía ya como cuando
entonces), y de las canciones que nadie canta, los versos que nadie escribe;
siento cierto calor y en sus sillones donde vuelvo a posar, me refugio
del frío de Madrid ciudad helada; el frío peor es el de los huesos del alma.
Me
acojo a altana. No soy más que un "irmandiño",
un comunero de la palabra, al igual que aquellos herejes que se refugiaban en
el sagrado de una iglesia huyendo de los corchetes de la Inquisición. Los
mangas verdes acechan por todas partes en esta hora rara de extraño silencio y
de aparente libertad.
Por
fin, y mira que nos lo temíamos, no cerraron el establecimiento más famoso de
Madrid. De momento la alcaidesa Botella, que se parece al de Arrigorriaga
pero sin tanta ilustración, no se sale con la suya.
Detrás
de las puertas volvederas los poetas podrán seguir haciendo botellón porque
este lugar es como mi casa vierte una energía positiva una cierta protección
que no sabría explicar pero anduve estos días morriñoso tras releer la gran
novela reportaje que el querido Umbral con su garbo inimitable dedica a este
Partenón sin cariátides, varadero de ilusiones, fracasos y esperanzas. Y sonreí
con melancolía ante la fugacidad de las cosas que tanto nos preocupan y
entusiasman.
Hagamos
con la letra muerta a la crueldad del destino un corte de manga; sólo perdura
la literatura que es el alma de las cosas y tal vez ni eso, quizás porque la
literatura tenga que ver tanto con el amor. También con el odio y el esplín,
cerezas de una misma banasta. ¿Será verdad aquello de que sólo nos salvarán la
poesía y el amor al que cantaron los vates que nos precedieron y se sentaron en
estos veladores: García Nieto, Ramón de García Sol, Eladio Cabañero, Luis López
Anglada, José Hierro, Pérez Creus, Garcés, Gabriel Celaya, Dámaso Alonso que
jamás pagaba un café porque era tan ahorrativo como magistral lírico y tantos y
tantos otros cuyos rostros evoco pero cuyos nombres no acierto a decir
ya. Su sombra pasa de vez en cuando por los magníficos espejos al fondo que son
el armario donde se guardan nuestros fantasmas.
Paco
era un inmortal, un Beaudelaire
a la española que espiga en sus rimas y sus prosas las flores del bien y del
mal: la vida misma a brochazos como un Picasso al que se le entiende o un genio
al estilo de Dalí, al que se entiende más por su caligrafía fina, que sabe
distorsionar la realidad sin cargar la suerte ni marchitarla.
Su
pluma es un pincel. Por eso, sus libros son plásticos, entreverados de calle y
de clasicismo a la vez. Adalid de la frase corta y contundente, palabras que
retumban y sorprenden. A lo largo de sus páginas (más de cincuenta
libros) exhibe una prosopografía exacta, de modo que sus novelas resultan
cuadros al temple y a la vez verdaderos tratados de psicología para una
sociedad pero también un soñador para un pueblo. ¿Qué se hizo de nuestros
sueños, Paco Umbral? Todo aquel embeleso ¿adonde iría a parar? Los libros
de Cela son geniales pero diferentes. Cela iba por otro camino. Él era la
filigrana literaria. Umbral, el brochazo incontestable.
Sin
saberlo, ni comerlo ni beberlo, era don Francisco Umbral un falangista a la
contraria, un niño de derechas jugando a rojo. Fue precisamente el Arriba de Rodrigo Royo el que le
abrió sus puertas de la calle Larra y donde comenzó a colaborar, algo imposible
a día de hoy si tu apellido no está en la lista del sionismo internacional que
arroja a los castizos a las tinieblas exteriores.
Desde
Quevedo nadie había descrito también como son los rostros por fuera y las almas
por dentro. Jamás se queda su frase en el sobrehaz del tópico. Umbral calaba.
La
"Noche que llegué al Café Gijón"
retrata aquella sociedad del adolescente que fui con sus noches blancas, el
anhelo de leer, de comprar libros y de soñar y de aspirar trotando por los
caminos de ese Madrid incierto que va desde la plaza Castilla a Bilbao, a las
Ventas del Espíritu Santo y de Chamberí a la Arganzuela, como cantaba el cuplé,
cuando recalábamos en Chicote admirando pero sin derecho a consumición a
aquellos señorones que se llevaban aquellas putas de lujo sentadas a pie de
obra luciendo su hermosura a pie de obra, mujeres caras, aquellas mujeres
yeguales, de piernas despampanantes y senos exuberantes como la rubia de
Almacord de Fellini. Para,
después,
a la trasera de la moto de un amigo circular por Atocha a toda velocidad
bebiendo el viento.
Esta
novela es un relato de pensiones de estudiantes melenudos y no del todo amigos
del jabón que trataban de abrirse paso en una España que iniciaba la
modernización pero sin renunciar a las grandes cosas del pasado. Teníamos el
destino en nuestras manos y las contestación a flor de labios porque la réplica
al poder aun era posible y no estaba dirigida por el marketing que todo lo
controla tanto la revolución como la involución. Hoy ya no. Sociedad del dinero
que sólo sabe reír con carcajadas en lata.
¿Te
acuerdas de cuando entonces, Paco Umbral?
Por
las páginas de este libro mágico y fundamental circulan a toda mecha,
desparecen, suben y baja, rostros y nombres de gente que conocí: Julián Ayesta,
Dolores Medio, Carlos Oroza, Jesús Revuelta, Buero, Fernán Gómez. Los dioses
del parnaso a los que desemboza el vallisoletano mostrando la cara oculta para
que no parezcan tan dioses
ha de continuar
SOBRE ROMANOS PONTÍFICES
LAS DUDAS DE UN CATÓLICO DE BUENA FE ANTE LA TURBOCANONIZACIÓN DE WOJTYLA Y
DE RONCALLI. DOS GRANDES POLÍTICOS PERO DOS PESIMOS OBISPOS DE ROMA Y EL GRAN
MONTAJKE VATICANISTA
LOS SEIS CONCLAVES Y LOS SEIS PAPAS QUE HE VIVIDO
Seis Papas de
mi tiempo
El camarlengo con gesto catedralicio ordenará
a un pertiguero que dé tres golpes con el báculo en el suelo. Un coro entona el
salmo Atollite portas. Dirá luego:
-Extra omnes [todos fuera].
Los
batientes de las puertas nieladas de la capilla sixtina con su clavazón de bronce se cerrarán en
medio de un silencioso estrépito bajo los frescos pintados por Miguel Ángel
describiendo el fin del mundo. Extra omnes. Esta frase forma parte del ritual.
Un chambelán echará la llave por fuera y los
centinelas de la guardia noble se cuadrarán de plantón ante la puerta todo lo
que dure el conclave. Para esta tarea es tradición elegir a un suizo
gigantesco. Tras la cruz papal alzada regresará por las aleas de la basílica la
procesión de arzobispos y obispos con sus mantos color cereza, los seminaristas
con roquete blanco y luego los representantes del clero regular.
Los chantres entonarán entre nubes de incienso
el Ven Espiritu Criador o el De profundis. Esta escena que me impresionó
desde niño con todo el rigor y majestad que suele darle la liturgia vaticana
seis veces tantos cuantos papas conocí. ¿Cuántos me quedarán?
¡Dios mío sigo clavado en mi cruz! Años y años
a pie de obra sufriendo y llorando, escribiendo y borrando en lucha perenne
contra el dragón.
De vez en cuando la espuma profética que
sueltan las olas en la ribera de este mar arbolado me salpica y hoy, orgulloso, tengo que
confesar que ayer el papa viejito y dimisionario que se ha retirado a
Castelgandolfo luego de rezar la corona a la Virgen acompañado de su fámulo por
los jardines le confesó a un periodista alemán que es necesario que suba a la
sede apostólica un monje y a ser posible de rito oriental.
Nosotros aventuramos ya en una crónica
anterior- las ideas circulan por la red como centellas- la posibilidad de que
sea un sirio. El primer patriarca de la iglesia constituyó su sede en Alepo hoy
machacada por la guerra donde se produjo la conversión de Saulo el celote
fundador del cristianismo trasládala luego a Roma venciendo la resistencia de
San Pedro que quería una iglesia únicamente para judíos en Jerusalén.
San Pablo el apóstol de los gentiles abrió la
puerta a los circuncisos. Según mis cábalas que coinciden con las cábalas de
san Malaquías en las cuales yo no creía y ahora empiezo a creer el sucesor de
Ratzinger puede ser un monje melquita o malabar, o un copto. La luz de
renovación o profecía está viniendo del Este.
Una personalidad idónea sería el patriarca
Cirilo de todas las rusias cuya iglesia está en efervescencia y no ha tenido
problemas con el mahometismo. ¿Resucitará la figura del cardenal Tisserant el
francés educado en Armenia impulsor de los puentes entre las comunidades del
este y del oeste? ¿Bajo el palio del altar de la confesión resonarán las
plegarias en árabe, en griego o en ruso en chino?
¿Volverá a ser Roma el cenáculo pentecostal
que sea tierra de acogida para los hombres de todas las tierras de todas las
variantes políticas ex pluribus unum y no ya meramente un banco sujete a los
vaivenes y dimes y diretes de las veleidades terrenas donde todas las
corruptelas tengan su asiento? ¿Volverá la colina vaticana a ser el círculo de
los mártires puerta de entrada a las catacumbas de san Calixto o el circo de
fieras y gladiadores en cuya cúspide construyó Augusto? Con un regreso a las
esencias evangélicas sin demasiados cánones y con poca curia Roma volverá por
donde solía Vg.: a sus esencias evangélicas.
Ahora para escarnio de sus enemigos que
disparan dardos envenenados contra la cúpula y sonrojo y tristeza de los que
amamos el catolicismo es un circo, un campo de Agramante de trifulcas poco
edificantes para el creyente.
Dejemos, sin embargo, que sople el Espíritu;
él arrasará.
La abdicación
de Benedicto XVI me sorprendió en mi mastaba laborando en mis libros entre
sueños subrayados y volutas de mi cachimba.
Solía asistir
por el satélite a sus audiencias de los miércoles. Se le veía cansado y como
ausente. Saludaba rutinariamente a los grupos de peregrinos que gritaban:
bene…de..to… benedetto.
Su voz se había vuelto demasiada opaca y
apenas se le entendía. Cambié, pues, de canal porque el espectáculo de aquellas
audiencias que mostraban a un anciano cansado y a unos monseñores muy
engominados sotanas abotonadas de rojo y puños blancos con gemelos de oro que
presentaban a los distintos grupos de peregrinos de forma solemne y marcial me
aburría. Sin embargo el 12 de febrero cuando sorprendente anunció su
dimisión yo era telespectador de una
emisora polaca. Algo vale saber latín y
escuché algo como “relinquo” y sedem apostolicam. ¡Caspita! No podía
creerlo. Desde 1415 desde un papa que se llamaba Celestino y al que dedica
Papini uno de sus más conspicuos textos no ocurría una renuncia al Poder de las
Llaves. A este obispo de Roma van dedicadas por Juan Papini Las Cartas del Papa Celestino. Luego
eché mano del ensayo que hace un quinquenio redacté sobre las famosas profecías
de san Malaquías que todo el mundo daba por apócrifas pero que se refería al
Papa alemán que pontificaría bajo los atributos de rama de oliva y que
abandonaría Roma a causa de las corruptelas de la curia.
Es el penúltimo; sólo queda uno. El obispo
irlandés acertó a mi juicio cuando se refería al predecesor Wojtyla como la
labore solis y que en la lista del papado fungió como un astro espectacular.
Juan Pablo II fue una especie de Napoleón o de Rey Sol que parecía decir: el
estado soy yo, la iglesia soy yo.
Creo que Benedicto trató de enmendar los
trabajos del sol tendiéndole una rama de olivo a los mahometanos, a los
hebreos, a los anglicanos e incluso a los budistas. Mostró su buena voluntad
dialogante a los largo del septenio que duró su mandato.
Al cardenal Ratzinger yo le había escuchado
muchas mañanas decir la misa en latín
por la radio Vaticana. Es la lengua de la iglesia que trató de restaurar
pero en la Curia y en el clero no le hicieron mucho caso. La herencia
napoleónica que recibió pesaba mucho y yo estaba a pie de obra aquélla tarde de
primavera de hace siete años cuando fue designado. Se le presentó como un
continuador de la obra del polaco pero el Papa alemán era mucho más
intelectual, menos histriónico, tímido y con una voz apagada.
Fue uno de los padres conciliares más
significados del Vaticano II. Su fracaso en la sede apostólica puede haber sido
un indicio que todas aquellas reformas incoadas hace sesenta años se han venido
abajo y sumieron a la grey en la desorientación pero Benedicto XVI tiene
maneras de santo, se parece algo a Pio X el papa Sarto y con su ejemplo de
retirarse a un monasterio y a la vida de oración ha insinuado el camino a
seguir marcando la ruta del recogimiento, la despolitización, la enseñanza, la
evangelización, resolver la morbosa problemática sexual de buena parte del
clero. Que han convertido a Roma en una ONG y que los prelados católicos no
cesan de hablar de condones, de píldoras contraceptivas del método ogino y toda esa casuística que
abarrota los muchos artículos del Canónico; me parece una afrenta a las
enseñanzas del Salvador y rendirse al
empuje de los lujuriosos y a todas aquellos que tienen una noción farisaica del
catolicismo. Se trata no más que de un retirada táctica. Ratzinger no ha izado
bandera blanda. Roma no se rinde.
El diablo ataca. La masonería se desgañita.
Los medios han colocado su artillería gruesa a corta distancia de los muros de
la Basílica de San Pedro.
Su reinado ha coincido en una cierta normalización
de mi vida. Con él me jubilé y sigo escribiendo y aunque no voy a misa los
domingos rezo casi diario el breviario y leo la misa del día según el antiguo
rito cuyas oraciones y lecturas son para mí una fuente de inspiración y
consuelo. Yo no he dejado de ser cura. En estos tiempos de carestía espiritual
y de frigidez cuando parece que Dios se oculta me he seguido acercando al
Cristo Ortodoxo y cantando la sabatina griega a solas en la soledad de mi
celda. Quiero decir el Akazistos. María mater ecclesiae. La mujer calzada de
luna y vestida de sol reluciente aplastará la cabeza del dragón.
Quizás estas décadas pertenezcan al último
capítulo del Apocalipsis. Se cierra la historia pero ni el propio Jesucristo
sabía el día ni la hora del juicio universal. Sólo lo sabe el Padre celeste. Es
una garantía para este ambiente laico y anticristiano que se respira en el
mundo. La gracia que transforma al hombre llevándole por los caminos del
progreso iluminándole en sus yerros actúa de forma imperceptible e incoercible.
Muchos no la ven pero continua operativa. El cristo ruso cuando lo descubrí
redescubrí tambien mi fe.
Grabados en la película de mi memoria se hayan
los primeros conclaves. Cuando fue elegido Juan XXIII viví la experiencia de
una tarde brumosa con viento del sur en mi amada ciudad de Segovia. Olía a
manzanas y a uvas.
Los latinos unos jugaban al fútbol cerca de
los lavaderos romanos, una alberca con sillares tallados y engarzados a flor
como los del acueducto junto a la tapia del postigo del Consuelo que tenían dos
mil años. Dos corpulentas acacias servían de portería.
Mientras, otros estrellaban la pelota al juego
del frontón contra el hastial del Teatro Cervantes. Aquella tarde se había
suspendido la función de tarde en señal de duelo por Pio XII
Al viejo moral rey de aquella huerta plantado
en 1595 cuando se construyó la casa del compañía se le caían las hojas. Los
menos deportistas que eran la mayor parte hacían corrillos u cruzaban apuestas
sobre quien sería el próximo Papa.
Pió XII había abandonado este mundo un mes
antes entre el llanto de sor Pascualina la patética de Beethoven y el canto
triste de su canario que a pocos días de fallecer el pontífice tambien se
murió. Sus funerales que vimos por el NODO fueron impresionantes.
Fue un conclave largo y aquella mañana recién
acabados por nosotros los ejercicios espirituales en vísperas de san Frutos la
chimenea del Vaticano exhaló humo negro.
Todos estábamos excitados y expectantes
aguardando el escrutinio vespertino. Se barajaban nombres como Tedesquini,
Cigoniani, Siri, Dellaqua, Tardini o Agañanian un armenio al que se había visto
entrar en el conclave, según nos contaba don Cipriano Calderón, corresponsal en
Roma del diario YA, luciendo el cónico “
k l o b u k” y la panagia de los popes pues pertenecía al rito oriental.
El único que acertó la quiniela al pleno fue
nuestro rector quien por corazonada o por aviso de los cielos (era un santo
varón don Julián García Hernando) daba
por ganador al patriarca de Venecia el cardenal Roncalli. Era un obispo gordo
de aspecto campechano y paternal con una facha poco papable. Era la antitesis
del hierático y majestuoso Pacelli. Austero distante amigo de los diccionarios
y calepinos que era capaz de parar las máquinas de la imprenta de L´Oservattore
Romano si el linotipista se había comido una coma en la impresión de alguno de
sus discursos.
De pronto la
campana del seminario empezó a golpear con insistencia. Al minuto se pusieron
en marcha las de la Torre de la Aceitera que reglamentaba nuestras vidas y
vigilaba nuestros actos y con ella todas las campanas de iglesias y conventos
de Segovia que eran unos cuantos. Todos empezamos a abrazarnos. Yo recuerdo que
empecé a saltar y a pegar brincos.
Perdí una sandalia. Me hice un siete en el
guardapolvo al salir corriendo y engancharme al picaporte de la puerta de
acceso al patio… Roncalli… Roncalli. La voz del padre Topete que retransmitía
el final del conclave del año 58 por la radio Vaticano y que escuchábamos por
la megafonía interior y exterior… Habemus Papam. El nombre del elegido
sonaba raro y profético. Juan XXIII. Había habido un antipapa con ese mismo
nombre cuando el cisma de Aviñón y él seguía la racha de la legalidad. Fuit homo missus a Deo cujus nomem
erat Johannes.
Nos dirigimos a la capilla a cantar el Tedeum.
Venía el Papa bueno procedente de una aldea italiana que se llamaba
Sottoilmonte. Luego se descubriría que no era tan bueno como dijeron.
Trajo el aggiornamiento la puesta a punto de
la iglesia. El Concilio. Si Pio XII le había cortado la cola o capa magna a los
obispos un par de metros, Roncalli reformó la clerical indumentaria despojando
a las monjas de sus tocas y a los frailes de su cogulla. Los curas se quitaron
la sotana, cundían los párrocos ye-ye y hasta los obispos se pusieron de calle
dejándole el distintivo del alzacuellos. Los seminarios quedaron vacíos.
Sobrevino la gran desbandada. ¿Aires nuevos? Con Pablo VI se profundizaron las
reformas pero el adusto Montini se quejaba de que había entrado en los templos
el tufo de Satanás.
El conclave del 63 a raíz de la muerte de
leucemia del “Papa bueno” lo recuerdo con menos
viveza.
Era hacia últimos de junio. Yo acababa de
colgar los hábitos y se me planteaba la incógnita de mi futuro. Había dejado de
ir a misa pero todavía los templos de Madrid se llenaban cada domingo. El
concilio había traído la esperanza de una iglesia más abierta a los problemas
del mundo, más participativa con un tremendo influjo en la sociedad española
durante los últimos años del franquismo.
Yo me hacía una pregunta: ¿por qué el judaísmo
una religión que empecé a estudiar o el islamismo no alteró ni una iota de sus
preceptos de su tradición para aclimatarse a una sociedad laica y secular y la
Iglesia se desvive para agradar y por parecer bien a sus enemigos?
La pregunta sigue en el aire. Tanto cambio del
continente vació el contenido.
A la muerte de Pablo VI me encontraba en Nueva
York. A través de nuestro familiar televisor de muchas pulgadas y por la NBC en
la voz maravillosa de Walter Cronkite asistimos a la elección del Papa Luciani.
Cuatro semanas más tarde volvió a tocar a clamor El “campanone” de la basílica
de San Pedro. Juan Pablo I acababa de fallecer en circunstancias misteriosas
dijeron que de un infarto pero hoy siguen quedando dudas a tal extremo.
También era por el otoño y aquel año hubo un
verano y un otoño muy calurosos. La designación del polaco Wojtyla llenó a los
americanos de curiosidad y de expectación. Se organizaron rogativas en la
catedral de San Patricio. Recuerdo un titular del New York Post que informaba
de que Juan Pablo II había estado casado o por lo menos había tenido novia.
Chuté esa noticia a Madrid pero la crónica fue a la papelera. ¿Un papa no
célibe? ¡Qué cosas dices!
Nuestra sociedad española era a la sazón
todavía muy pudibunda. El pontífice polaco armó el taco en su visita al Yankee
Stadium. Yo fui a verle a Harlem. Más
que un papa me pareció un buen relaciones públicas y un gran actor. Demasiado
pagado de sí mismo. Demasiado político. Su largo pontificado que tiene dos
aspectos el ascendente y el declinante lo he analizado por menudo a lo largo de
mis artículos porque seguí muy de cerca su gestión.
Ha sido el papa de nuestra vida uno de los
pontificados más largos y controvertidos de la historia de la Iglesia. Llenaba
las plazas, convocaba las multitudes pero luego que se iba el gran papa
viajero, que viviría a golpe del avión, dando la vuelta al mundo setenta veces,
los templos quedaban vacíos.
Sus mentores le saludaron como la figura que
hizo caer el muro de Berlín y sus detractores encuentran en su gestión no pocos
fallos, contradicciones, culto a la personalidad, Cesaropapismo mediático. Fue
el papa del poder, el amigo de los norteamericanos. Su sucesor Raztzinger y que
fue el protegido del polaco en la Curia trató de impulsar el alma del cuerpo
místico pero se ha encontrado con una herencia difícil legada por su sucesor.
Tal vez por ello haya huido a Canosa. Seis pontífices en poco más de medio
siglo en que el mundo tecnológicamente ha avanzado más que a lo largo de mil
quinientos años: la demografía, la comunicación digital, los avances en
medicina, la era atómica, los vuelos interplanetarios, el hambre en el mundo,
la demografía, el laicismo, el holocausto, la descristianización, la
corrupción, la irreligiosidad de las masas que siguen pidiendo pan y circo, una
juventud que vive alejada de Dios, los separatismo, el poder agareno, la
unipolaridad, el feminismo, el poder gay, la inculturación, el rock, la
destrucción del medio ambienté, la autoridad paterna por los suelos, la lucha
de géneros en sustitución de la guerra de clases-la serpiente marxista ha
variado la piel abrazando el capitalismo de núcleo duro- el consumismo, la cruz
inversa, el imperio del maligno, las guerras localizadas en un sector
determinado del planeta, el armamentismo, la violencia, el terrorismo, el
espionaje, la angustia e insignificancia del individuo acorralado por los
poderes fácticos.
A todos esos retos habrá de enfrentarse,
cuando lo preconicen, el sucesor del
papa alemán que sin fuerzas suficientes y ante la gran crisis que atraviesa la
iglesia ha preferido hacer mutis por el foro insinuando en tal gesto de
renuncia a las llaves de San Pedro cuál puede ser el camino de la salvación: la
plegaria, la humildad, el silencio, el regreso a la Tebaida, la vuelta al
anacoretismo desdeñando los halagos terrenales
Los
cardenales electores en fila de dos en fondo se dirigirán al altar de la
confesión coreando las estrofas del Veni Creator un himno el más poderoso y
milagroso porque es un conjuro. Que descienda el espiritu santo a renovar la
faz de la tierra. Comenzado el conclave,
después de las votaciones, sus Eminencias se sientan cerca de una larga mesa de debajo de un solio bajo a modo de visera y comienzan a deliberar.
Acto seguido, las votaciones; si hubiere
disenso que es lo más frecuente porque de pocos conclaves ha salido un papa al
primer escrutinio, encendida la estufa, fumata negra. Cuando las papeletas- en
la antigüedad eran habas blancas o negras- superan la mayoría simple, papam
habemus y mágnum gaudium nuntio vobis. Fumata blanca. Papam habemus. El
baldaquín del candidato elegido queda enhiesto mientras se abaten los de los
demás cardenales al tirar de una cuerda.
Boleará El campanone[2][2] a gloria. Lo primero que le
pregunta el camarlengo dirigiéndose a él con el apelativo de Santidad es con
qué nombre querrá reinar? El nuevo obispo de Roma y patriarca de
Occidente dejará de llamarse por el nombre
que tenía en el siglo para ser Pío, Calixto, Alejandro, León, Bonifacio
o Benedicto seguido del numeral cardinal romano. Estos últimos fueron los
preferidos después del de Juan el más frecuente.
Ninguno ha querido llamarse Pedro por respeto
al fundador de la dinastía aunque se baraja la posibilidad de que el próximo
Papa a tenor con ciertas profecías se incline por el de Pedro Romano. Mala
cosa. Será una señal de que se avecina el fin de los tiempos. No adelantemos,
sin embargo, acontecimientos.
De momento, todos, fuera tras la orden del
camarlengo, pontífice en funciones, sede vacante, quedan desiertas las galerías
del palacio de Letrán. No se ve ni a un triste monsigniori por el patio de San
Dámaso. Todos fuera, extra omnes, dejadlos solos, como los grandes espadas en
las corridas de toros; Hay que poner en suerte al mihura, el toro y la suerte,
el toro y la muerte ateniéndose al canon del gran ritual y de una excelsa
parafernalia.
La iglesia es un coso o hipódromo por donde
corren los corceles de la santidad y de vez en cuando asoman los orejones
asinarios las mulas diabólicas. Convoca al bien y al mal.
Detrás de la cruz está el diablo. En el albero
brillan los rehiletes de los banderilleros y primeros espadas de la catolicidad
con sus capas magnas de muaré casi seis metros de cola hasta que se los mandó
cortar Pío XII, los manteletes de seda y los gorros de piel de conejo que antes
eran de armiño, las cruces pectorales que valen medio millón de liras y el
gallero o petaso arzobispal con barboquejo bordado en oro. Vistosa procesión y
una larga fila de ancianos que se atienen a los cánones de una solemne pompa
con cientos de años de antigüedad.
Cualquier
creyente a la vista de tal boato y teniendo en cuenta los orígenes del
fundador que nació en un pesebre murió
desnudo en el tormento se escandalizaría pero cabe recordar que esta
fastuosidad que tanto ha maravillado a los anglosajones (Bruce Marshall, Morris
West y otros muchos que utilizan el Vaticano como epicentro de sus thrillers)
que la iglesia es cristiana y es pagana
en cuanto heredera de los emperadores.
Nadie como los italianos para representar la
tramoya del cesaropapismo. Lo bordan.
Los picadores afilan la garrocha. Seguirá
intramuros el navajeo entre las diferentes facciones en lucha por el poder
aunque viene a decírsenos que por las altas techumbres de la Capilla Sixtina
revolotea la Paloma del Espíritu Santo.
Es un aleteo que nunca se ve pero a fin de
cuentas fe es creer en lo que no vimos. Los cardenales italianos los más hábiles,
los más astutos, los más artistas para la componenda, han constituido el más
numeroso grupo. Sixto V fijó la cifra de 70 pero al conclave de estos idus de
marzo asistirán 115.
¿Fallarán las previsiones esta vez de que
después de dos papas extranjeros uno polaco y tudesco optarán por lo más
seguro? ¿Se cumplirá el apotegma de que el que entra Papa en el Conclave sale
cardenal? El vaticano es la cuna del maquiavelismo y del sigilo.
Con harta frecuencia pocos son los humanos que
consiguen penetrar en sus secretos sellados al mundo exterior con llave como
son las deliberaciones que designan al nuevo pontífice o los fondos de la
Biblioteca Vaticana con más de cinco millones de documentos que se archivan
desde el año 238 y donde se guarda la historia de la humanidad de dos milenios.
Todos se registra, todo se conserva, nada se pierde.
Es un laberinto. Incluso los más disertos
vaticanologos suelen fallar al formular sus previsiones.
¿Enigmas, o verdadera intervención del
Espíritu Santo? Cuesta creer que la
Tercera Persona de la Santa Trinidad baje desde la cúpula y sople el apellido a
sus eminencias reverendísimas de quien deberá ser elegido.
Lo que sí
sabemos es que hay un cierto resquemor de los padres electores a la abrasiva
presión mediática que pueden acabar con
el invento. Bajo tales premisas nos atrevemos a augurar que el próximo
que sea preconizado volverá a ser un recluso del tercer piso de palacio
custodiado por un fornido guardia suizo esgrimiendo su enorme adarga y el kolbach
siguiendo las pautas del dimisionario Ratzinger que se retira a un monasterio
al igual que Bonifacio VIII. Los Papas vienen y van.
No hay que
preocuparse demasiado por el individuo. Lo importante en este caso es el
colectivo pero sigamos con el conclave.
El himno a la Virgen Madre y Protectora de la
Iglesia Alma Redemptoris mater resuena bajo las cúpulas. Todo igual que
hace diez siglos. Empieza el sínodo cardenalicio. Los padres conciliares se
encierran con el toro del futuro. Dios y los hombres juegan al escondite. Las
augustas posaderas de sus eminencias reverendísimas se sentarán sobre las
misericordias del coro pontifical diseñadas por Bruneleschi.
Empezará el escrutinio. ¿Cuál será el dosel de
entre los padres conscriptos que no se cierre?
Hay algo que me llama poderosamente la
atención desde niño y es la impavidez y austeridad del rito romano. No hace
ninguna concesión al sentimentalismo Otros como el ambrosiano, el canon
Crisóstomo el de san Basilio el maronita y el mozárabe son más expansivos. Los
papas vienen y van. El ciclo vital se consuma. Son designados ad vitam por
sufragio colegial costumbre heredada de los cesares.
Eran los summí pontífices arúspices que
auscultaban los designios del destino a través de signos tan sospechosos como
el vuelo de las cornejas o el graznido de los gansos capitolinos. Puentes eran los pontífices de conexión entre las
divinidades olímpicas y los simples mortales.
Pontifex quiere
decir viaducto o administrador dela jurisprudencia divina cargo adjunto al
emperador que gobernaba la terrena.
Sin las reminiscencias constantinianas
quedaría la iglesia reducida a muy poca cosa, dejaría de ser una religión mistérica. Ahí reside su
tremenda fuerza
Extra omnes. Fuera todos. Cuando muere un papa
su anillo es machacado por un orfebre, un gesto impresionante simbolizando de
que su poder ha fenecido. Vendrá otro. Y
la cadena no queda interrumpida. Los cardenales capitulares hacen las veces de
los antiguos arcontes. Los conclaves a la vez mundanos y divinos no dejan de
ser un espectáculo misterioso que despierta la curiosidad de creyentes y no
creyentes, de paganos y católicos. La iglesia superará su crisis pues así está
escrito: las fuerzas infernales no prevalecerán. A decir verdad por el momento
no lo parece. Pero el cambio no tardará en llegar portado en el pico de esa
Paloma Blanca que se pasea por la cúpula de la Sixtina admirada de los frescos
de Miguel Ángel.
Extra
omnes.