El cronista Palencia
A sabiendas de vivir en tiempos
peligrosos, parejos a los de los últimos años del s. XV me sumerjo en el latín
algo retorcido del cronista Alonso de Palencia y me encuentro con la siguiente
perla: estando el arzobispo de Mondoñedo presidiendo una ceremonia en la
catedral de Sevilla vio acercarse al obispo de Coria vestido de una sotana
blanca, mandó parar al coro y a los monagos que dejasen de incensar el turíbulo
y a grandes voces empezó a decir:
- ¿Adónde va ese loco?
Y con las mismas se arremangó los
ornamentos y desde lo alto del altar le meó en la cabeza. Por lo visto la
rivalidad entre ambos prelados llegó a tal extremo por las pretensiones que
ambos alentaban a la sede de Sevilla. Todos los seises que bailaban, los
chantres que cantaban, los turiferarios que portaban el cirio se meaban de
risa. Este hecho sucedió en la inmensa y maravillosa catedral hispalense y es
un reflejo de lo relajadas que andaban las costumbres en la época. Por eso cree
Menéndez y Pelayo que el cronista pusiera en solfa tales acontecimientos en la
lengua del lacio para despistar, en evitación del escándalo. En cristiano
hubiera sido demasiado escandaloso y califica de zahareño, lenguaraz y afectado el latín en el cual se expresa
Palencia el cual también era clérigo. Su lenguaje es intrincado y pese a sus
pretensiones de convertirse en el Tito Livio español al que trata de imitar no
maneja la consecuencia temporum, machaca la sintaxis. La cronología también se
trunca porque los acontecimientos se amontonan unos con otro y el lector pierde
el hilo, por más que admire la vehemencia que raya en la violencia con que el
escritor zurra la badana al bueno de Enrique IV el último de los Trastamaras.
Tiene un tic como suelen tener los
escritores que redactan deprisa y es la repetición del latiguillo quemadmodum (de manera que) y yo he pensado que es un vicio de los
escolásticos, todos ellos muy lógicos y consecutivos y a mí me recuerda a aquel
penitenciario de la catedral de Segovia que nos explicaba moral y que tenía la
palabra de modo que siempre a flor
de labios. Le llamaban por eso don Demoque. No limaba Palencia el texto o
castigaba sus párrafos con ese incursare
oraciones que recomendaban los maestros de retórica de Roma, incursare
viene de “ i n c u s “ o yunque. Escribir
es como estar en una fragua machacando el hierro.
No obstante, la endiablada prosa de
este historiador nos da un reflejo de la crueldad de los tiempos, de las
guerras entre lusitanos y castellanos, entre moros de taifas unas veces en
alianza y otras en armas contra los cristianos. Son pintorescas las
descripciones del sitio de Utrera, del asalto a Ecija y de la toma fallida por
las huestes de Enrique IV de Santarem (santa Inés). Parece escucharse el clamor
de la plebe sevillana acuciada por el hambre. Se leen los dicterios a la
incompetencia del general Juan Guillén. Vemos aparecer a un famoso bandido de
aquella época diego Mexía al que llamaban el Largo una especie de Robin Hood
andaluz que robaba a los ricos para repartir entre los pobres. Por ultimo
describe las relaciones excelentes que existían entre Fernando el católico y su
padre Juan II de Aragón al que describe como valiente en la guerra y victorioso
con las mujeres. En los últimos años de su vida una tal Rosa que era leridana
aceleró la muerte de este Juan sin miedo en el lecho. El fallecimiento se
produjo el 19 de diciembre de 1479, el
6676 del calendario judío, el 2227 de la fundación de Roma y el 904 de la
hégira, a los 83 años, seis meses y veinte días de su edad. Como
diría un inglés “His Majesty died on the job”. Infatigable. Alonso de Palencia, que no se cansa de
mentar la impotencia de su homologo castellano, aporta un dato tan puntual y
circunspecto de su homólogo aragonés tal vez con mala intención aunque dicen
por mi pueblo que las comparaciones son odiosas. Mas ciertamente las facultades
sexuales del padre de Fernando el Católico debieron de ser epocales. De los
Austrias no se puede decir lo mismo pero ese es otro tema que veremos en otro
capítulo.
29/03/2011