SAN
ALONSO RODRÍGUEZ
Tiempo
de profecías acercándose la navidad dicen que Ormuz y Ahriman entablan reñida
batalla es ocasión y lo prueba la crónica de los últimos años para que se
declaren guerras y conflictos la guerra de Iraq Yugoslavia el encuentro Bush
Gorbachov a bordo del Tireless que dio el finiquito a la vieja URSS y ahora
tenemos el peligroso enfrentamiento de rusos y turcos.
Pero
yo soy periodista no un profeta y proφεζein (gr) es el que habla en nombre de
la divinidad saliéndose un poco de sí mismo. Respeto a los profetas pero me dan
cierta dentera agoreros adivinos cartomantes nigromantes, tunantes y los que le
dan a la diabólica guija. En las cuartetas de Nostradamus que leí en su dia fui
a dar con aspectos de los seguidores de Luzbel. El diablo dicen que vuelve a
casa por navidad. Las profecías de san Malaquías fueron un montaje. Las
profecías de Ezequiel y las de Isaías el nuncio de la navidad presentan una hermenéutica
diferente en el ámbito cristiano y el judío.
No
obstante, desde mis tiempos de estudiantes profeso cierta veneración a un
humilde taumaturgo de profético vivir paisano mío. San Alonso Rodríguez 1531
era un peraile – su casa materna se conserva al pie de los primeros arcos del
acueducto cerca de la calle Almira y el edificio del antiguo Instituto donde
impartió clases Antonio Machado, y posee en la iglesia del Seminario un altar
lateral a él dedicado ¡cuantas veces habré ayudado yo a misa por el verano!-
pero el mercader de paños no tuvo mucha suerte en la vida. Se le murieron a
causa de la peste su esposa María Juárez, y un hijo y una hija.
Cuentan
sus biógrafos que pensando abdicar de las cosas de la tierra tuvo el pálpito de
entrar como lego en la Compañía
de Jesús. Allí realizaba las tareas más humildes, fregar, barrer, limpiar las
llagas de los padres enfermos y por último se encargó de la portería. Villano en su rincón sin hacer bulla, abriendo
y cerrando la cancela, pasaba los días rezando tantos rosarios que de pasar
dieces le salieron callos en los dedos. Comía sin sal, echaba sobre los
alimentos puñados de ceniza.
Sus
superiores lo trasladaron al convento de Mallorca donde siguió entregándose a
la caridad y a la contemplación. De allí de sus virtudes heroicas se refieren
maravillas: curaba a los enfermos con una simple imposición de manos, predijo
el naufragio de la Invencible.
Dicen
que tenía en su aposento una silla “milagrosa” y un día vino a visitarle un
matrimonio que había perdido todos los hijos en el alumbramiento porque la
mujer de Mateo Mas siempre malparía. La mujer estaba otra vez encinta.
El
Hermano Alonso le ordenó que se sentase en un taburete y la mujer rompió al
punto aguas y parió sin dolor alguno una hermosa criatura.
Tenía
don de introspección de conciencias y descubría los pecados no confesados por
alguna que otra dama palmesana.
Estos
milagros se hayan registrados en el proceso de canonización de aquel humilde
tejedor segoviano que se santificó haciendo el bien a sus semejantes en medio
de una vida de mortificaciones y penitencias. El marido de la parturienta se
llamaba Mateo Mas (¿un pariente lejano de don Artur, el que nos está dando
tanta guerra?)
Como
no sabía el lego jesuita la lengua mallorquina, éste le hablaba en castellano y
Mateo le entendía en catalán.
En
estos profetas que vivieron una existencia incógnita nunca de cara a la galería
sí que creo.