HERNANDO DE SOTO DESCUBRIÓ LA
FLORIDA Y EL MISSISSIPI
En una visita a La Habana Vieja
hace ya muchos años. Me encontré junto al Morro un edificio que llamaban el
Bastión con sus garitas sobre las poternas mirando al mar por donde llegaban
los barcos de España y los cosarios ingleses. En lo alto de la toirre había una
veleta que llamaba los habaneros
giraldilla. Detrás de esta rosa de los vientos había una bella historia de
amor. Resulta que la esposa del Adelantado Hernando de soto salía todas las
tardes a mirar para la mar en la esperanza del regreso del barco donde su
esposo Hernando de Soto regresara de Tierra Firme. Se había embarcado con un
centenar de su gente y un escuadrón. En aquella expedición el valiente adalid
extremeño descubriría el Mississipi, pero él nunca regresó. Fue muerto por una
fecha envenenada de un cacique indio que lo traicionó. Don María sigue
esperando asomada al Morro de la Habana en efigie de piedra.
La vida heroica y aventuras (sólo
pasó 42 años en este mundo) del Adelantado Hernando de Soto vuelve apotegma el
título de la novela de Pedro de Lorenzo Cuando
los dioses nacían en Extremadura. Este extremeño nacido en el pueblo
pacense de Jerez de los Caballeros de origen asturiano es lo que más se parece
a in héroe homérico. Es el adalid de los viejos cantares de gesta. Le llamaron
el Amadís de la Florida y Centauro de las Indias. Caballero prevenido en
frontera hábil jinete prócer de las artes desultorias cabalgó desde Arcansas y
Oregón hasta la Patagonia escaló dos veces la cordillera de los Andes. Con un
escuadrón de poco más de dos centenares conquistó Nicaragua ─ la más bella y la
más amable para los españoles ─ en nombre del emperador que era quinto suyo;
ambos nacieron en 1500. Por su apostura viril pese a ser pequeño de cuerpo le
valieron la admiración de los caciques quienes le obsequiaron con el “jus primae
noctis” de las reglas hospitalarias de la antigüedad y de estas uniones
hubieron descendencias, pero don Hernando casaría con doña Juana Hernández su
mujer natural la primera española que llegó al Nuevo Mundo en viaje nupcial y
como se quejase al esposo de su poca formalidad el extremeño de ascendencia
astur sus ancestros provinieran de Soto de Luiña éste le hacía ver que no diese
al asunto demasiada importancia pues las indígenas consideraban de poco decoro
la guarda de la virginidad “si Dios no lo dio será por algo”. Ellas serán las
ermitas pero “vos, señora de mis altos pensamientos sois la catedral”. Así
nacería la inculturación y el mestizaje. La conquista es la prolongación de la
reconquista. Se embarcan los castellanos a donde nacen las fuentes de la eterna
juventud. Aquellos locos andantes habían leído demasiados libros de caballería.
El Amadis de Gaula y Lanzarote del Lago eran sus referentes. Lo que vendría
tiempo adelante Buffalo Bill y las novelas del Oeste fueron un sucedáneo que
empachó nuestras mentes. A los salvajes se les liquidaba, mientras los
denominados “conquistadores” (preferiría el nombre de evangelizadores o
colonos) les hacían bautizarse por los misioneros y se casaban con sus mujeres.
No encuentran el manantial de la eterna juventud y el oro y la plata estaban en
su imaginación porque Atahualpa y Moctezuma andaban en taparrabos. Por tanto,
ni lo uno ni lo otro. Arrostran los peligros de una naturaleza salvaje con los azares
de las alimañas el frio y el calor intenso las flechas enherboladas de los
aztecas. Algunas tribus saludan su llegada como si fueran extraterrestres y a
la vista de sus caballos y de sus lombardas se llenan de temor porque aquellos
hombres blancos irrumpen como heraldos de un tiempo nuevo que habían
profetizado sus chamanes. Poco tienen
que ver que estos españoles míticos con los de la cultura del pelotazo.
La exploración de los territorios
de lo que hoy constituyen los USA fue la más dificultosa por la adversidad
climática y las hostilidades de los pieles rojas. Todos ellos se agrupaban en
tribus divididas con distinta lengua y diferentes costumbres. Mutuamente se
hacían la guerra.
En el subcontinente las mujeres y
los misioneros que predicaban el amor y recriminaban los sacrificios humanos
fueron el polo de atracción y el eje de fuerza que determinaría la colonización
del Nuevo Mundo en poco más de tres cuartos de siglo. Las Casas hace una
interpretación sectaria de aquella magna empresa, la mayor, después de la
Creación, a tenor con los cronistas, en la que se embarcaron los españoles.
Hombres frágiles pecadores algunos analfabetos e incluso asesinos avanzan
detrás de la Cruz Alzada. La gesta hubiera sido imposible sin el concurso de la
Providencia.
Así y todo, el asunto presenta
una cara oculta enigmática mesiánica algo milagroso y ahí queda del nombre de
Hernando de Soto el primer europeo que avistó la tierra de las vacas corcovadas
en el Cañón del Colorado y el descubridor de la Florida. A su muerte tomaría el
relevo del extremeño/astur otro asturiano: Pedro Menéndez de Avilés. Poco
tienen que ver estos gigantescos españoles con los diminutos españolitos por su talla moral de ahora. Somos gentes medrosa y llena de
complejos a los que Radio Macuto Ondas de la Conspiración impartiendo noticias
deletéreas a todas horas que son consignas a todas horas. Los cantares de gesta
dieron paso a los cuentos de Blanca Nieves y los Siete Enanitos.