Riudavets
- Quiere un caramelo?
-No,
que tengo colesterol.
Es un sábado de mañana. Se ha acercado un grupo de
muchachas a la caseta n.17 de madera gris en la Feria del Libro, la que está en
los trascorrales del Botánico y de bruces sobre las estatuas aladas de bronce
del Ministerio de Agricultura. Riudavets las despacha con una de sus chuscas
respuestas.
Sobre el enlistonado del puesto al amor de un acacia
se apilan en todas las direcciones libros en montón, viejos y no tan viejos,
enjambres de cadáveres de letra impresa a cinco duros, cada. Son ilusiones
descoloridas, esperanzas fallidas de este rátigo vivencial, exponente de la
mente humana donde todo cabe. El bien y el mal. La prosa y la poesía. Los
tratados de mística y las obras de Voltaire pared con pared. Toda una resaca de
papel.
En torno al
tenderete, al reclamo del dicho latino Averba volant, scripta manent@(las palabras se las lleva el aire y lo escrito queda) se agolpa una
enjambre de hombres silenciosos, descoloridos, la edad incierta, y con ese poso
de Adeshabillé@ rayano en el desaseo que deja la afición a la
Literatura. Es como un morbo, como un perenne desasosiego. Todos permanecen de
pie muy silenciosos. Ha comenzado la rebusca. Parece una bandada de
quebrantahuesos dándose un atracón de letras de molde.
Pero los buitres sólo comen carroña y éstos
revalidan las proféticas palabras del Caballero de las Espuelas de Oro: AVivo en conversación con los difuntos, hablo con los
ojos a los muertos@. Hacia esos predicados
de transgresión de las leyes del espacio y del tiempo nos lleva la afición por
la literatura.
El momento es lúgubre y a las veces florido. Se
palpa un silencio de reverencia.
Algunos miran con ojos saltones, pero otros
algunos los tienen pachones de tanto leer. Quizás vivan
estigmatizados por el duende de las imprentas, y ese morbo del olor a tinta no
se va jamás. Indeleble, como un sacramento que imprime carácter. Pero puede que
también estén allí delante del tingladillo sabatino de Alfonso Riudavets por el
afán de acaparar, una manía que dicen que llega a la vejez, denominado síndrome de Diógenes.
Hay un lado
oscuro en la bibliomanía que conecta con una libido en frustración permanente,
reflejos condicionados, instintos subversivos, inseguridades congénitas. Los
lectores empedernidos no deben de andar muy bien de la chola. Saben que su
manía no les vuelve bienquistos a una sociedad hedonista y consumista y que se sitúan en lo políticamente
incorrecto. En estos tiempos de cáscara amarga, de preocupación por el Alook@ ellos
van deshabillés profesos de un
desaliño exterior que no se compadece con la elegancia interior de los que
buscaron la Verdad y la Belleza. No
tienen pinta de triunfadores, lo que desdice aquel slogan que se puso de moda
cuando Fraga era ministro de Información: Un libro ayuda a triunfar. Ahora
quizás sólo sirva para caer en el fosos de los marginales e incomprendidos,
pero da igual.
Sin embargo es un anodino la lectura y la escritura
contra el dolor; acalla la perplejidad, mientras los ojos se cansan. Leer es
como caminar, como el sufrir, el gozar y el padecer y sentimos el menosprecio
de las cosas del mundo.
Los gestos son melancólicos. Sufren algunos de
incontinencia urinaria y de complejos de Edipo. Pero tales dolamas vienen a ser
cosa de poco monto que no habrá que tomar demasiado en cuenta. Además, la
lectura es la mejor terapéutica para alcanzar la senectud. El hombre muere
cuando se extingue su curiosidad.
El dueño los sabe administrar bien, conoce a todos y
todos le conocen a él. Su porte puede ser el de un ministro de la Oprobiosa o
la del sepulturero de una cultura que se va para no volver. Pero a quien más
recuerda este gran señor de los libreros de lance es a Sócrates. Sabe que esto
es un ir y venir que llaman acarrear. El
deseo del conocimiento no significa más que un periplo astral, tan patético
como peripatético, del ser a la nada. Sin embargo, yo le he comprado a
Riudavets una partida de eucologios y de misales. Los suelo rezar todos los
días en latín. El que más me gusta es el encridrion de mi ordenación
sacerdotal. Lo encontré aquí perdido en la marabunta inmensa de papel, así como
algunas novelas rusas, que son para mí las preferidas, en traducción de
Cansinos Assens, publicadas por la Biblioteca Nueva o la colección Universal.
No hay
soluciones al dorso en este crucigrama. Pero aciertan quienes ven en la
literatura un viático contra las zozobras de la existencia.
Para espantar a La Huesuda unas veces se entrega uno
al vino, y que viva Baco y muera Afrodita, pero a veces me da comezón por leer.
Tengo el chiscón lleno de golletes del tinto de Valdepeñas y de tomos que le
compré a este individuo sin que él me lo a. Me pasado la vida borracho de
libros y de vino de la ribera. Tanto unos como otros te colocan. Son mis dos
grandes vicios. Debo de tener el hígado como un balón de reglamento y la
mollera hecha puré. Pero eso que me llevo por delante. La vida ha sido para mí
soplar- en el mejor sentido de la palabra- y leer.
Me he enterado a veces yendo a Moyano de la muerte,
la ruina o la separación de los amigos, por los libros que se exhiben en el
revoltijo de Alfonso. Cuando uno se divorcia, se va América o la Almudena[1],
vende los libros. Las casas se deshacen igual que las bibliotecas y de eso sabe
algo mi amigo. La furgoneta con las pertenencias y papeles del difunto suele ir
detrás del coche de respeto. Todas las glorias humanas acaban en el trapero.
A través de él, supe de la muerte de un querido
colega, González Yuste. Fue el primer corresponsal en Londres del APaís@. Era
un muchacho serio, que vestía chaquetas de ante, mucho más serio del que sería
su sucesor, Juan Cruz, que era algo tuercebotas, y al que llamábamos el
Polisario por su aspecto de beduino del desierto. Iba siempre con una mochila
de cuero. Y lo que son las cosas: ahora es el mandamás de una importante
editorial. Y Yuste, que era mucho mejor periodista y mejor persona, se ha
muerto. Con él, que parecía un recién graduado de Cambridge, coincidí algunas
veces. Le recuerdo taciturno, puntual, buen amigo, fumando en las ruedas de
prensa. Estaba casado con María Jesús una muchacha risueña, de cara pálida y
con aire de profesora de matemáticas. No había vuelto a saber de ellos. Por lo
visto, dejaron de vivir juntos. Esta primavera después de venir de la guerra de
Kosovo donde había ido a cubrir la caída de Pristina, Juan empezó a quejarse de
un hombro. No duró dos meses.
Compro un libro de Bruce Marshall AThe Fair Bride@(La novia simpática) editado por Penguin sobre la guerra civil
española. Son las aventuras de un obispo inglés que consigue burlar a la checa,
mediante la ayuda de una prostituta y de un comisario amigo suyo. Algo
descuadernado el opúsculo lleva como identidad la firma de su primera
propietaria (presumo que yo seré el segundo). Pone en la cubierta un nombre y
una una fecha. AMi primera novela
inglesa. María Jesús. Londres, 17 de abril de 1960". El detalle no puede ser más entrañablemente
doloroso para mí. La historia de este penguin, adquirido por dos chelines y
seis peniques, privándose de una cena a base de Yorkshire pudding y leído en
alguna boarding house de algún barrio de Londres una tarde de primavera junto a
la estufa de gas. Yo también me compraba este tipo de libros con el dinero de
la cena. Si lo adquiría, no podía irme a tomar la media pinta de bitter al pub
de la esquina.
Se conoce que
al efectuar las particiones, Juan se había quedado con algunos libros de su
amada. Libro cerrado no hace letrado, pero, incluso abiertos son el mejor
testimonio de nuestros dolores y nuestros sueños. La novela del gran Bruce
Marshall, un artista algo olvidado -este autor escocés fue el introductor de la
literatura católica en Inglaterra y no Graham Green- fue adquirida poco antes
de que los Beatles empezasen a echar el vuelo, en los inicios de la gran movida
psicodélica londinense de la cual algunos privilegiados fuimos testigos. Ya ha
llovido.
Han pasado casi cuarenta años. Mis pupilas se bañan en lágrimas. Es cierto lo que dijo
el clásico de Verba volant. Scripta
manent. Los escritores, los periodistas, de mayor o menor fortuna o renombre,
no somos más que polvo de estrellas perdidas en la inmensa galaxia de
Guttemberg. Pero tampoco hay que hacerse
demasiadas ilusiones. La letra mata y el espíritu vivifica.
A veces he llegado a pensar que los frecuentadores
de la Cuesta somos miembros supernumerarios del Club de Poetas Muertos. Por eso
tenemos algunos de nosotros ese aire tan funeral.
Los cleptómanos no faltan, pero esos no suelen
llegar a Riudavets. Cleptómano dicen que era Azorín que fue el que arrampló con
las exquisiteces que aun quedaban en la Cuesta. Si se da el caso, Alfonso
Riudavets los trata como se merece, sacando el pecho de ese sargento de
caballería que lleva dentro y les pone pronto en su sitio.
-Pero )no le da vergüenza oiga a usted?
-Es que...
De todas suertes, la pletórica cuadrilla de
silenciosos contumaces que hace corro en torno al rátigo de libros de montón
llevan muchos de ellos el signo en la frente Ahic jacet@ y un R.I.P. sobre sus
frentes. Pertenecen a una raza especial entre las vultúridas
bibliográficas. Agitan sus manos con
rapacidad. El pico lo tiene curvo y hay algo de duerno donde estas almas solitarias se hartan de un
afrecho espiritual que no tendrán en ninguna otra parte.
A los lectores incorregibles se nos va poniendo con
el tiempo cara de lechuzas. Como si por
esa vía se nos estuviera contagiando la sabiduría nocturna de Minerva. Lo de
los buitres no es más que un decir. Parece que leyendo y manoseando libros (hay
incluso un placer casi venéreo al pasar los dedos por los lomos granulados de
un cantoral monástico o alguno de aquellos tomos que publicaba Aguilar) vamos
tirando en la vida. Muchos de nosotros somos ya hombres sin amor.
Acudir a este sitio por las mañanas de sábado cuando
se ofertan libros a 25 pesetas ( el resto de la semana a 100) recuerda algo del
instinto cinegético de la condición humana. Los hijos de Adán llevan dentro un
cazador. De liebres, de rebecos, de señoras, y, cuando no pueden porque les
fallan las fuerzas, de libros de viejo. Encontrar un texto raro proporciona una
placer equiparable en cierta medida con el de la caza. Encontrar un buen libro
es como cobrar una pieza a la que nuestros podencos han venido persiguiendo por
el campo.
Cada uno va metiendo los tomos que están al relente
en una escarcela o los selecciona en un montoncito propio al lado de los
aligustres que sirven de zarzo al bulevar. Tienen todavía que orearse un poco
más. Cuando termina la requisa, el dueño les pregunta:
-)Cuantos
hay?
-Me llevo cuarenta y cinco de una tacada.
-Mil cien - contesta
sin pestañear y sin tener necesidad de echar cuentas. Se le dio siempre
a Alfonso bien el cálculo mental - en numero redondo. Te perdono cinco duros.
Si queréis verlo hecho un energúmeno, ve a pagarlo con calderilla. Es capaz de tiraros
las perras a los morros.
-Oiga que yo no soy un pobre.
Sus maneras son las de un señor. Un dios bajado del
Olimpo. No se digna de contar nunca los ejemplares que acarrea el cliente. Le
basta con la palabra del comprador, pero sabe ya con un golpe de vista quien le
engaña y quien no.
(Ay ese golpe de vista de Alfonso ! Esos ojos flavos detrás de unas
gafas de vista cansada son de los de un lince; ven crecer la hierba.
Manolo
Carrión dice que es un hombre muy bueno y muy listo. Lo de la inteligencia no
se los discuto. En cuanto a lo de la bondad tampoco, pero la disimula. Y es
seguramente porque no quieren que lo tomen por tonto, y él de tonto no tiene un
pelo.
Con su oronda
humanidad representa él solo el alma de la cuesta de Moyano. He sido un cliente
suyo de los más adictos a lo largo de cinco lustros. Eso no me da ninguna
prerrogativa, aunque me deja que le hable si está de buenas, y sin que sirva de
precedente como él mismo dice, pues no es hombre que se ande con muchas
contemplaciones. Algunas veces resulta brusco, porque, cuando se ha levantado
de mala leche, sabe ser punzante y quisquilloso, pero la mayor parte de los
días su talante es avuncular, jocundo y
risueño. Por supuesto, no tolera pelmas.
Puede resultar obsequioso pero sin servilismos. No
sufre a los tontos, y menos a los pedantes, pero le hacen cierta gracia los
periodistas. A los escritores fracasados les trata a patadas. A muchos
políticos los pone a parir.
A mí que me han ido echando de todas partes encontré
siempre refugio perentorio en su caseta en conversaciones terciadas que ni iban
a ninguna parte, ni duraban una tarde. Hablábamos a voces de política. Nunca
disimulé ante él mi franquismo incorregible. ARiuda@- como le llamamos sus
mejores amigos- seguía mi discursos con sus ojos profundos, color miel, unos
ojos que tienen más de magistrado de la Audiencia o de catedrático de Lógica de
la universidad que estaba en la calle ancha de San Bernardo, que de subalterno
de la literatura, pero sin comprometerse y no es porque sea un tránsfuga al uso
corriente. Posee el arte de escuchar y de replicar, porque en sus momentos
insufribles se muestra muy suelto de lengua. Sólo dice la verdad y la verdad
duele.
Un individuo de talante tan hispánico le vendría
como anillo al dedo a Gracián como referente de su apotegma AEspañol soy hasta la gola, que la libertad siempre
fue española@.
Ese es Alfonso Riudavets. Español hasta las cachas.
Un hombre de una sola pieza. Hay algo de berroqueño en él. Con su calva
profética y su hermosa y escultural cabeza como la de un busto romano, y una
bondad natural que trata de envolver en dosis acíbar. Como el país es áspero de
por sí no puedes hacerte turrón del blando. Te comerían si no. Y esa debe de
ser su filosofía, porque Riudavets, que perteneció al Frente de Juventudes, y
sigue teniendo esa veta republicana y algo anarquista de la Falange, no se
define, pero creo que toda su familia es de origen menorquín.
Ocupó puestos
importantes entre los domésticos de la Casa Real. Su origen es monárquico,
aunque con Ansón ni se habla. Eran los suyos aposentadores, cocineros,
carpinteros y hasta dieron a algún húsar para la guarda de palacio. Así empezó
también la familia de Don Francisco de Quevedo. Pero estas coincidencias de
origen áulico puede ser que no sean sino suposiciones, claro está.
Nunca se
sabrá de qué pie cojea. Nadie lo podría encasillar ni definir. Si hubiera un Partido Justicialista aquí, a
él pertenecería el bueno de Alfonso porque me consta que el don más preciado
para él es el de la justicia. Prefiere que le llamen justo, que no justiciero,
antes que bueno. No es uno de esos libreros untuosos que pasan la mano por el
lomo del cliente, para sacar tajada. La adulación y el servilismo le ponen muy
nervioso.
-Si me roban, que me roben, joder.
Nunca ha
engañado a nadie. Le gusta ponerse a la faena con un blusón gris mandil de
menestral lo que le daba un aspecto de bedel, de sargento de semana en un
escuadrón de la Remonta, de capataz o de rabadán de los largos rebaños de la
mesta de la cultura, pero, cuando le miras a los ojos a Riudavets, ves allá
dentro a todo un señor, que es lo que es. Antes, cuando estaba más gordo, se
traía un aire a Aldo Frabizzi, aquel actor italiano que hizo las delicias de
nuestra adolescencia, pero desde que Conchita, su mujer lo puso a régimen, se
ha estilizado un tanto su aspecto doctoral.
Hay días que me ha recordado a Moisés bajando del
Sinaí ante una multitud de impenitentes bibliómanos y de mozos de cuerda.
Tampoco le vino mal dejar la cigarra. Se fumaba a veces dos paquetes de
Bisonte, aquel rubio mataburros que se ha llevado a tantos de nosotros por
delante.
Con su mandil de ganapán acierta a tratar lo mismo
al rey que a uno de los múltiples vagabundos que recalan por Atocha y aledaños.
Y él lo lleva muy a gala eso de ser jornalero de la cultura.
Pero, ya digo, cada hombre es un mundo y portador de
un misterio inalienable dentro de sí.
Durante unos años en su tabuco al lado de las
limpias acacias que plantó la república se escuchaba el ronroneo machacón de
esa radio tan pobre y unipersonal, pero electrizante, en programas que parecen
dirigidos a porteras conducidos por los Midas de la comunicación,
los reyes y princesas de las mañanas de nuestra democracia hortera. Escuchaba a
del Olmo porque decía ser de derechas. Pero el ánima de un librero de raza
tiene que ser alborozada y escéptica. Hoy ha mandado al cubo de la basura a Del
Olmo, que ya es el colmo y a veces resulta pesado de tanto escucharse a sí
mismo, al transistor, y a las derechas, y sólo le vemos acalorarse cuando habla
de Asu@ Real Madrid.
Le hizo socio del club blanco don Santiago Bernabéu, y debe de ser una
de las filiaciones con más solera, pero tampoco de eso quiere hacer alardes.
Debe de ser por aquello de que no hay mal que por
bien no venga. Si el personal leyera un poco más y muchas de estas joyas
literarias que se exhiben en Moyano estuvieran
a su precio justo, a lo mejor hubiésemos vuelto a las andadas. Quizás
una de las claves de su éxito haya sido encontrar acomodo en el carro de los
vientos que nos llevan a no sé donde. Hoy se ha puesto de moda lo Alight@. Estamos instaurados en un sistema que paga el Deutsche Bank.
Es uno de los seres humanos mejores y más originales
que uno puede toparse en esta ciudad aséptica y cosmopolita. Los ingleses
dirían Athat he is a whole
character@, un personaje redondo .
Un genio tal vez de la venta de libros de segunda mano.
La clave de su popularidad y de su éxito estribe
quizás en haberse ceñido a su oficio sin alharacas. Conoce los libros como
nadie y sabe lo que dan de sí, pero,
vacunado contra la pedantería, él parece siempre por encima del bien y
del mal. Muestra un desden olímpico hacia los predicados humanos y a veces los
libros, aunque mucho los ensalcemos, no son sino vanidad de vanidades, verdura
de las eras que diría el clásico.
Riudavets,
que es un sabio, pone de manifiesto este desprecio hacia las cosas superfluas
con su conducta.
Pero lo que yo he tratado de bosquejar aquí ha sido
una semblanza, no un panegírico. Y me parece que he escondido sus defectos, que
también los tiene. Por ejemplo, un genio insufrible. A mí me ha llamado de
todo. Una vez me colocó el epíteto de archimandrita.
-Eso es una lisonja, Riuda. Ya quisiera yo que me
nombrasen obispo.
A veces incluso hemos discutido, con la misma forma
que discutieron González Ruano, que se pasaba los días con un café en uno de
los veladores más codiciados y don Pepito el del Café Gijón. A veces hasta
llegué a formular el propósito de no volver aparecer por su tendejón. Pero la
cabra tira siempre al monte y a de mí tiran los libros. Son mi viático y mi propedéutica.
)Qué sería yo sin ese
paraíso que ha sido para mí la cuesta de de Moyano?
No he cumplido la resolución de no volver. Cuando Alfonso Riudavets está de incordio, no
hay que hacerle demasiado caso. Luego se le pasa. Los libros dan
satisfacciones, pero no faltan disgustos, y crean humores intercadentes entre
quienes los manejan. Que viva Don Alfonso Riudavets.
Antonio Parra
10 de diciembre de 1999
LAS
CORRUPCIONES DE TORBADO
por antonio parra.
El ABarbas@ -uno de los personajes de Las Corrupciones, la
novela que define a la generación del 68, con tanta fuerza y certinidad
literaria como pudiera ser el caso de La Colmena con respecto a la quinta del
36, que pasa por buque insignia de la brillante escuela de postguerra-constituye
el personaje mejor definido de esta gran novela de Jesús Torbado, al que
silencia aposta y ningunean los mandarines de la literatura mala leche ligera[2],
plagada de tópicos, lugares comunes y de autores extranjeros. Aquí mandan los
de siempre. Son los hijos de Julián Marías, no los de María (ya quisiéramos)
los que manejan el cotarro.
Conque y a pesar de todo, supo Torbado situar al
hijo de sus sueños bajo una perspectiva profética, al retratar a un comunista
español, hijo de papá, que hambrea su anhelo de aventura y su picaresca por la
orilla izquierda del Sena. Quiere conseguir una beca para universidad Lumumba
de Moscú. Deja aparcado su deseo y cambia la dialéctica de Marx y Lenin por los
trastos de reproducir. se convierte en gigoló. A cambio de los favores sexuales
a una señorona se olvida de sus ideales de reforma de la injusticia.
He aquí todo un Romeo al que sólo le faltaba el
Alfa, que le compra su entretenida, para lograr las metas que se había fijado
para esta vida.la señora baronesa lo viste de punta en blanco con trajes y
foulard de Pierre Cardin. Ya no quiere ser comunista. Cambia sus inquietudes
por un descapotable. Y a vivir.
En el Barbas Torbado acierta a columbrar las
entretelas de una corriente subterránea. En su héroe traza la etopeya de un
tránsfuga, sin ideario fijo, amoral, pesetero, ambivalente, y siempre bien
instalado en el flujo de la corriente. Es la herencia del pícaro que recorre
toda la literatura española. Nos fuimos a París, pero lo de cambiar el mundo no
era más que una añagaza. Lo que en realidad queríamos era subir, medrar, la
conquista del poder. Sin embargo, hubo entre ellos algunos, entre los que me
cuento, que no quisimos vender nuestra alma al diablo. Vale más nuestra
dignidad que un plato de lentejas.
Sin embargo, el Barbas supo evolucionar desde las
barricadas de la contestación a un lñugar al sol que más calienta, como son las
sillas ministeriales, los cargos y los centros de poder. Su metamorfósis es
metafísica.
En un guateque en una buhardilla, con picú,
extranjeras que se daban bien, ginebra de garrafón, amor libre en plan alfombra
y vomitonas sobra la colcha a este personaje lo dan de hostias. El que le
solmena es precisamente un inocente, un partidario de la no violencia. Un ex
seminarista. En esta generación todos hemos empezado por un ex, lo cual hace la
composición de mucho acontecer. Como prueba de que nuestro destino se halla en
las estrellas, si mi primer coche fue un seiscientos que empezaba por seis,
seis, seis, el segundo un Miraflores rematado en el sufijo fatídico de Aex@,
venía a demostrar que yo soy miembro de la generación x.
A un tercer
grado cáustico nos someterían las perversas fuerzas del hado.
José Antonio Fernández, el protagonista de la
inmensa novela río, con una traza argumentativa
potente y congruente, nada light, sino en plan peso pesado del arte de
contar, siguiendo los pasos de Flaubert, Maupassant, Tolstoi, Dostoievski o
Somerset Maughan, es quien le cruza dos sopapos bien dados al lechuguino.
Quizás todavía un mínimo de decencia conserve, a pesar de las corrupciones a
las que es sometido. Es una secuencia de deterioros ambientales: la Iglesia, la
familia, la sociedad, el sindicato, la amistad y el amor. No arremete a su
amigo porque haya pretendido quitarle a su novia griega, sino porque ve en el Barbas
reflejado su propio desencanto.
Esta es una historia a caballo entre la esperanza y
la desesperación, espejo de uno años de juventud inconsciente y generosa,
vividos en plena bohemia. Al igual que en la novela de Melville este Moby Dick
de la revolución de terciopelo se mantiene incólume en medio de la marejada de
corrupciones y, consecuente consigo mismo, acaba defenestrandose desde lo alto
de la Torre Eiffel, cuando llega a su conocimiento un mensaje del padre de su
amada, Anika, desde Estocolmo, anunciandole que ésta había cometido suicidio. @Selbstmord@ es la palabra que retumba en sus oídos igual que una maldición y la
voz de la conciencia que dice: @yo la
maté@. Se trata de un conjuro
del destino formulado contra él.
Al diablo todo. Cohn Bendit no era más que un tigre
de papel. hoy es un instalado. Ficha cada mañana en Frankfurt en las oficinas
de una multinacional. Joan Baeza es una estrella que se ha extinguido. Los
hippies de MacKenzie no llevan su oblada de flores a San Francisco. Se ha acabado
el disco. Parece que José Antonio Fernández lo adivinaba.
Los cisnes se han transformado en gansos y esos
ánsares no hacen otra cosa que graznar con gemido lúgubre. Ahora los arúspices
recogerían en un registro magnético el registro de tales vibraciones proféticas
Trataré de explicar a humo de pajas el argumento: un
novicio dominico, que, por lo que describe, debió de ser el de Caldas de
Besaya, Cantabria, donde también profesó Torbado ( las mejores novelas son las
que tienen un apoyo autobiográfico) cuando declina su vocación descubre que la
vida no es digna de vivirse encerrada en un silogismo, por la sencilla razón de
que carece de lógica. Es indomeñable. Los universales no abarcan los
particulares como pretendían las súmulas tomistas en su estética aristotélica
tan bella como inalcanzable. Era una dialéctica como hecha para ángeles no para
hombres. Too much, demasiado para el cuerpo. Nuestras almas y nuestros cuerpos
no estaban hechas para volar. Todo lo más para caminar al trote. o al paso
ligero que nos marcaron en la mili.
Así pues, como resultado, al cabo de una crisis
religiosa, Fray J. Antonio descubre que no se llama ni José Antonio ni
Fernández. Había nacido en un hospicio y era expósito. Sus padres adoptivos lo
habían metido a los diez años en aquella bella jaula de oro entre montañas y
aguas termales. También descubre que tampoco tiene vocación. Un
enamoriscamiento primerizo con una muchacha del pueblo durante unas comedias
que echaron los seminaristas en jornada de puertas abiertas tuvo la culpa de
esa decisión. Las escenas que describen la evolución de este primer amor son un
dechado de perfección literaria y de penetración psicológica, un caso de
precocidad genial, porque Torbado escribió esta obra maestra a los diecinueve
año.
De remate, cuelga los hábitos y se planta en Madrid
con lo puesto. Aun se le notaba al andar, como a todos los ex seminaristas,
esos andares a lo valgo de curilla, el pavor ante los desconocido, la falta de
desenvoltura para con las mujeres, y esa alma como bisunta que tiende hacia la
vida ordenada y al ocio contemplativo pero que tendrá que estar bajo la demanda
de la carne.
No se puede vivir con el alma partida, nadie puedec
amar a Dios sin conocerlo. Lo que instiló e deseo de conocimiento fue el amor
divino reflejado en sus criaturas. Resulta que el pobre J. Antonio era un
místico. Este personaje de Torbado me ha servido de espejo al cabo del tiempo.
En este libro me monché en la moviola paso atrás y el espejo me ha devuelto una
imagen retrospectiva color mate pero atravesada de travesuras lancinantes. Si
la verdad está en los números, lo vividero hay que marchar a buscarlo a los
libros.
Era un místico a redropelo, un anacoreta malgré lui,
que vive su soledad en el desierto de París. La palabra nos lleva adonde quiere,
y aboca con frecuencia al descubrimiento de nosotros mismos. José Antonio
desconocía fuera un místico. Fue ese idealismo panteísta que aprendimos en la
celda con el pensum y los himnos a la Virgen, esa sed de universales a través
de particulares en tardes de melancolía infinita, el que abrió los postigos de
los claustros. Los seminarios quedaron vacíos. Vino una barrida, sopló el
viento del desierto, y nos pusimos todos en movimiento. Partimos en busca de un
punto de fuga, un asidero de la palanca, pero tampoco, al otro lado de las
montañas cuyo perfil contemplábamos tarde tras tarde desde la ventana del
estudio, había asideros ni palancas. No había orden ni concierto para los que
nos pasamos la infancia creyendo en la armonía de las esferas y la congruencia
de todo. Nos dimos cuenta que habíamos vivido demasiado arropados y protegidos
una vida que no era nuestra al sesgo de una disciplina y un horario a ritmo de
campana.
Pero el simún aquel que se soplaba se llevó nuestros
bonetes, nuestras tocas y nuestras esclavinas. Haría volar las páginas del
Errandonea y del Raimundo de Miguel, que uncieron nuestras vidas a la
subyugante latinidad. Aquel viento tiró por tierra nuestras torres airadas,
arrastró camino del valle nuestras becas rojas de estudiante y las hopalandas
conventuales, colándose por los resquicios del alma. Algo nuevo estaba a punto
de empezar.
Se acabaron los paseos interminables por las campas
y campillos en mediodías de tedio y sequedad cuando ibamos y veníamos al lado
de las murallas, y con ello los regímenes de visita de nuestras madres con la
muda, el talego con el matute para ir tirando, mientras rezábamos a la Madona
de los Tránsitos que nos amparase. No habría más en adelante visitas al
sagrario y un metódico alzarse y acostarse. Ni visitas al sagrario ni retiros a
fin de mes, los ejercicios espirituales cada año que daba un fraile
especialista. Siempre eran los mismos gritos, las amenazas del infierno y el
numerito de mostrar la calavera encendida mientras se apagaban todas las luces
de la capilla. El efecto sobre nuestras blandas conciencias fue terrorífico. Y
no es porque yo lo diga pero un poco de penas del infierno tampoco nos vimos
mal psicológicamente.
Hoy, desparecido el Leteo, las hariolas de la tele
lo han sustotuido por coleresterol, cáncer, enfermedades venereas y demás.
Seguimos sin haberle ganado a la muerte la partida. Sin embargo, por aquellos
días )cómo comprender tanta
muerte cuando aun no habíamos empezado a vivir?
El miedo guarda la viña. Predicando sobre ella constantemente se nos
tenía sujetos. Pero también nos estabamos
volviendo unos desquiciados. Tiempo adelante, se nos abrirían los ojos. Llegaríamos
muchos por nuestra cuenta al convencimiento de que el Dios que nos planteaban
los jesuitas no era sino una caricatura de sí mismo. Se trataba de un personaje
cominero, medible y contqable, meticuloso y severo, impervio e infranqueable,
lejos del alcance de nuestros pronósticos y de nuestros desalientos. No era el
Resucitado con rostro humano que luego aprendimos. Sin embargo, la semilla
quedó lanzada. A través de aquella horma en la que nos metieron fueron
moldeando poco a poco al Cristo sin prejuicios, señor de la historia. De forma
imperceptible y sin casi quererlo nos fueron introduciendo en el amor y el
conocimiento del Gran Rey. Los jesuitas, contra los que nos rebelamos,
consiguieron que dejasemos de ser rahez para convertirnos a la casta del cielo,
en raza de los elegidos. Tampoco era la culpa de aquellos pobres sacerdotes, si
tuvieron fallos. Como dice San Agustín nunca te quejes ni preguntes qué es esto
ni por qué. Porque eres hombre. Ellos nos dieron lo mejor que tenían, con lo
poco o lo mucho que sabían. Fue justo que quedasen vacías las aulas de los
nviciados y que sobre Roma llovieen en avañanchja las peticiones de
secularización. No obstante, en medio de la borrasca y flotando sobre aquella
borrasca de crisis interiores lucía
perenne la llama del fuego sagrado. Ahora, al cabo de mucho tiempo y con
costurones y heridas en el alma (dejamos la piel en el combate) se presentan
ante el mundo y sus vanidades los que una mañana de Témporas dijeron:@Adsum@. Entonces no comprendieron el sentido de aquella llamada; ahora sí.
El vínculo sacerdotal es permanente. Esa
promesa de servidumbre al Cristo total formuñlada ante el obispo nos ligaba
bajo juramento a un hermoso proyecto soteriológico. Aquel día nos habían atado
las manos. El nudo no se podrá ya deshacer. Es indeleble. Aquella unción no se
podría borrar ya con papel de lija.
Me pregunto si no irían metidos en aquella
desbandada general los apóstoles de los últimos días. La cuestión personal mía,
que debe de ser la de otros muchos que se encuentran en mi misma situación,
llega en una tesitura difícil para la Iglesias. )Seran en todo caso las víctimas las que salven a sus verdugos de
antaño?
AUTOR FIRMA EN VILLALBA SUS OBRAS:
BIOGRAFÍA DE TERESA DE LISIEUX
- ALLOVIENDO
ROSAS@ Y
AQUIEN ENCONTRARÁ A LA MUJER FUERTE@
( una alegoría sobre el presente en clave de
futuro)
PRECIO DE
AMBOS LIBROS. 1000 pesetas
Millan
Sacramenia
Artedo
9 de
septiembre de 1999
Sra. Asia
Safina,
Conductora y
redactora del programa AMosaico@,
Moscú
Piedras Vivas, Villafranca
del Castillo
Mi querida y admirada Asia:
Ayer día de la Natividad de Nuestra Señora recibí su importante y
bella carta, enviada el tres de agosto, en vísperas de la Transfiguración. Ha
sido una gran alegría a la vuelta de mis vacaciones en el campo. He regresado
con mejor estado de ánimo que marché y mejor de salud. Su misiva ha contribuido
a acrecentar el estado de euforia y esperanza que tanto necesitaba yo. Gracias
infinitas, hermana del alma. Y que Dios le pague tanto bien como hace a través
de los micrófonos esparciendo la palabra de vida, la solidaridad humana, el
arte y la concinidad insigne, que vuelve a la querida emisora radial moscovita
un oasis de paz en medio del marasmo de inmundicias que plaga el éter. Algún
día el bien, la bondad y la belleza que os caracteriza, y que es vuestro código
de conducta profesional, vencerán.
Los pasados meses, mientras yo manejaba el dalle y el serrucho para
segar la hierba o apilar la madera para el invierno, con la grabadora cerca,
sobre un caballón del terreno o alguna rama, dejando que sonasen algunas cintas
tomadas de la radio AVoz de Rusia@ la noche de Pascua y algunas emisiones de AMosaico@, siguiendo la voz enamoradora de
la Ivanova o los melismas y codas del diácono atacando las letanías o la AQuerubinskaya@(el canto del Querubín), pensaba yo en una frase de
Nietzsche@: Todo el oro
y el progreso técnico de Occidente yo lo daría por esa melancolía rusa que
alienta en sus coros@.
Pensad vosotros en esta frase del
famoso germano cuando os invada el desaliento o la desesperación: Rusia es
eterna. No puede morir, aunque tenga que portar su cruz y soportar los
escarnios y soeces insultos del Lithostrotos, como hizo Jesús. No hay otro
pueblo en la tierra que se sienta tan poseído de ese afán de trascendencia
mesiánica. Rusia, mirando su historia, su literatura, o a sus propias gentes,
no es más que Aalter Christus@(otro
Cristo). Está empapada de soteriología. De allí vendrá la salvación. A mí no me
cabe la menor duda. )Cuando? Esto es tan irrefragable
como imponderable, porque los días del Señor no son nuestros días, ni sus
caminos, los nuestros. Porque Él utiliza otra vara de medir.
Me ha agradado sobremanera su
carta, porque su palabra escrita, como la que vuela en sus emisiones, es mi
forraje espiritual, lo que llamaban los romanos frumentum (trigo, _9,k). Piensen que el mundo vive en
vigilia con las antenas desplegadas, y que nada es inane, y todo cuanto ocurre,
se dice o se hace, tiene una repercusión estrecha en nosotros. ANi un cabello se caerá de vuestras cabezas sin el consentimiento del
Padre que está en los cielos@, nos advierte el Salvador. Dios
no quiere las guerras ni tiene nada que ver con la maldad congénita del ser
humano, pero consiente todos esos males (guerras, enfermedades, desgracias,
enconos, recelos, homicidios) que comete el hombre de todos los tiempos a
instigación del Maligno.
Comprendo que el mundo está
pasando por instantes aciagos. A veces no quisiera yo que se hubiese inventado
la televisión. Habiendo interrumpido esta carta para subir a almorzar,
encuentro a mi esposa de un humor de perros, mi hija mayor me pega voces y hasta
me ha levantado la mano, y en las noticias de las tres pasan imágenes de un
nuevo horror en Rusia: el atentado de los fanáticos fundamentalistas que han
volado un bloque de pisos en Moscú. No cansa la bestia inmunda en su sed de
sangre inocente. Por si esto fuera poco, ahí están los terremotos de Capadocia
y de Atenas. (Qué horrible! )Estará Dios
enojado con nosotros? )Por qué no hay paz en los hogares
y las familias están deshechas por la droga, el adulterio, el consumismo
egoísta, los malos quereres, y la risa perenne del Callidus (otro nombre para designar al diablo). Gospodi pomilyui
nas.
Tengo puesta una vela ante el
icono de San Nicolás, y otro ante el altar de la ABagoroditsa@, la Bendita Madre del Dolor, y ruedan por la pretina de mi grabadora
las preces del oficio de Vísperas Ortodoxas. (Señor,
misericordia (
Durante estos meses estivales he
seguido los viernes su programa. Me gustaron muchísimos los referentes al
Monasterio de Valaam y aquel en que hablaba de Tartaria. Tuve mucho gusto en
conocer que sois oriunda de aquel país del kéfir, los cosacos y la noche pura
de la estepa con sus llanuras inmensas donde crece el aciano y todo género de
plantas aromáticas y oficinales. Es una tierra que no conozco pero con la cual
estoy familiarizado a través de las copiosas lecturas. Turguenev nos la
describe en ADiario de un Cazador@y está también en Pushkin y en
Gogol que habla de la vida sufrida y campestre en los kyrenes. Por eso es
también Asia Safina tan grande amazona. Los caballos y las habilidades
desultorias lo lleva en la masa de la sangre. También, la pureza y la pasión
del aire finísimo de la estepa... Ah, (Si yo
volviera a nacer me hubiera gustado ser atamán y mandar una sentnia de jinetes
hidalgos! Iríamos por el mundo a deshacer entuertos, defender doncellas, y
batirnos con los tiranos y poderosos que oprimen al desamparado. Sí, Asia
Safina: tengo algo de Quijote. Razón lleva en lo que dice en su carta.
Seguí la emisión en la cual la
Gran Ivanova entrevistaba a Manolo G. Moscote. (Pobre
Colombia! Verdad es lo que dice Bulgakov en la AGuardia
Blanca@ que han ganado los americanos. También allí.
Observo que en cada una de las
entregas del AMosaico@ das los mejor de ti misma, en
auténtico A tour de force@, sin ninguna concesión a la
vulgaridad o al desencanto. Es usted una dama de temple. Animosa, muy inteligente,
políglota, entregada plenamente a su trabajo. Le pido al Misericordioso que le
siga iluminando para que AMosaico@ siga
alegrando las ondas hertzianas y siga siendo una emisión tan cordial y diáfana
como su productora.
Su carta la entendí plenamente,
aunque con el diccionario. El ruso es una lengua muy clara y concisa. Se parece
algo al latín porque condensa los conceptos sin necesidad de excesivas
palabras. Como no lo practico, ya se me va olvidando, pero hay muchos vocablos
de su misiva que me recuerdan el ruso eclesiástico, que para mí es la más bella
de todas las lenguas.
Ya sé que en mi ensayo sobre
Pushkin hay aspectos contendibles como relacionar la obra del gran maestro ruso
con la actualidad de hoy, pero en todo gran escritor late siempre el alma de un
profeta, aunque sea un alma laica. Sus descubrimientos sobre el comportamiento
humano vale tanto hoy como para la sociedad de hace dos centurias para la cual
va dirigida. Cala muy bien en los aspectos más salientes del temperamento ruso:
su valor, su patriotismo, su abulia, o la inconsciencia de la alta sociedad
peterburguesa cada vez más separada de los pobres Amujiks@. Predijo no sólo la victoria del pueblo ruso en las guerras
napoleónicas, sino también la revolución que sería un lavacro para purificar
todos los pecados de la sociedad. Pushkin se alzó también contra la mentira e
intentó impulsar a sus contemporáneos a una vida del espíritu, para que
vivieran en comunión con la naturaleza, y se perdonaran unos a otros.
Hicisteis bien en celebrar el
bicentenario de Pushkin, que por desgracia ha tenido en España no tanta
repercusión como hubiera sido deseable, porque este poeta eslavo engrandece al
género humano.
Muchísimas gracias por los sellos.
Son bellísimos. Los guardaré como un talismán conmemorativo. (Qué buena y qué generosa ha sido usted, hermana Asia, para conmigo! (Cuánto me gustaría poder saludarla en persona! Por desgracia, esto hoy
no es hacedero, aunque para Dios no hay imposibles.
Reconozco que a veces utilizo
vocablos poco accesibles, pero es que me gusta que el castellano, que es
también una lengua cargada de riquezas y de matices, no sea una lengua muerta,
pero tomo nota de sus advertencias y hago la correspondiente auto crítica.
Teresita de Lisieux, a la cual tienes delante del espejo, ella os protegerá.
Ella haga caer sobre mis amigos de la Voz de Rusia su lluvia de rosas, porque
la monjita francesa sabe mucho de sufrimientos y de luchas, ofrecidas al Esposo
por la salvación del género humano.
Suyo afectísimo.
PS. En relación a mi seudónimo que
lo elegí a propósito. Millán porque así se llama un monje blanco que es el
patrono de Castilla. Sacramenia, porque es el lugar de donde soy natural, en la
provincia de Segovia, donde fue fundado el primer monasterio del cister el año
1.132 por donación del rey Alfonso que estableció en esta región una especie de
anillo de oro o cordón sanitario contra las algaradas sarracenas, muy
frecuentes entonces y puede que ahora, porque tenemos al Islam a las puertas de
Europa. La guerra de Kosovo no ha sido más que un pretexto. )Recuerdan la Batalla del Mirlo en 1349 y la muerte del buen rey
cristiano San Lázaro que fue martirizado en Constantinopla? Kosovo creo que en
eslavo significa mirlo de igual modo que Sacramenia quiere decir muros sagrados
(sacra moenia) en latín. Y Artedo por un valle de Asturias en el que he sido
feliz y del que acabo de volver ahora. En cualquier caso, no creo que de Millán
Sacramenia Artedo hablen muchos los profesores de literatura en lo futuro. Soy
un hombre insignificante, acaso un mal escritor y un periodista mediocre. Sin
embargo, en mí alienta un fuego grande que es el de dar testimonio de Cristo
ante mis semejantes.
Queden todos con Él, para que
proteja a Rusia de sus enemigos, y a España que está todavía peor, aunque
muchos no se lo crean. Esta es por lo menos mi opinión. Dios tenga piedad de
todos nosotros.
ASALTO
A LA DESTILERÍA
por
JOSÉ MAYORAL
A guisa de prólogo
Pepe Mayoral la primera vez que
topé con él en los veladores del Café Gijón, que, ya, por desgracia, no son lo
que se dice un Helicón de las Nueve Musas sino varadero de eruditos de aluvión,
literatos de acarreo, y alguna que otra niña pija heredera de aquellas chicas Atopolino@
que yo conocí ((qué viejos nos hacemos, pardiez!)
me impresionó por su porte digno, esa honradez y modestia del intelectual nada
vociferante, que siente su compromiso con la verdad y lo asume, y una mirada
penetrante, casi de berbiquí, propias de los que catalogan la realidad. Los
ojos azules de este rubiales humanista son un parapeto de la inteligencia.
Es la mirada de todos los pintores. Como
Picasso, como Gauguin, como Cezanne. Mayoral, más que ojos, lo que despliega
son dos taladros. De ahí que todos sus libros sean tan Avisuales@.
En ellas la palabra adquiere un
perfil plástico de colores rompedores, que capta cuanto rodea al autor. Cincela
y pincela el entorno. Por eso, los mejores novelistas son aquellos que han
conseguido imprimir a sus creaciones un tempo cinematográfico.
Este extraño AAsalto a la Destilería@
es un grito del genio en el que se contiene lo Adejá
vu@ en narrativa:(Joyce, Beckett,
Kafka, Dostoyevski,Faulkner) con algo que es completamente nuevo. Mayoral aquí,
al escribir este relato mayor, en el cual los paladeadores de la buena
literatura pueden advertir retumbos del eco de Baroja, Valle Inclán, al que
supera por lo esperpéntico de algunas imágenes, Gómez de la Serna, al que deja
atrás al ir devanando sobre la novela escalofriantes greguerías, sólo puede ser
igual a sí mismo.
AAsalto a la destilería@
es una sottie, que diría Gide, o una farsa medieval al estilo Chaucer, y ,si se
quiere un danza de la muerte con ingredientes del género urbano, o de la novela
negra. Ante los ojos perplejos del lector se cruzan agentes del FBI con las
vueltas del cuello de la gabardina subidas, el naranjero oculto bajo la
chaqueta, pero que, incapaces de matar una lombriz, se nos muestran completamente inocuos. El asalto a la
factoría no se resuelve en resultado de muerte. Es un desiderátum en la novela
que nunca se consuma. Nunca tomaremos el objetivo. Seguiremos bebiendo hasta
reventar. No somos más que una inmensa cañería.
A lo puro, los disparos de
metralleta todo lo más que consiguen es hacerle un agujero a la duela de la
barrica de roble de la enigmática destilería o ser la causa de úlcera de
estomago de alguno de los personajes, de tanto empinar el codo. Nos encontramos
otra vez, como en los mejores textos de Felipe Roth, con la parábola del Asanto bebedor@.
Mana, en lugar de sangre, alcohol, del alma y del cuerpo de los hombres pero
dicen que el vino es sangre de Cristo. Por eso, el libro tiene un no sé qué de
eucarístico, de reconciliación con la vida y con el perdón, que puede
constituir el mejor conjuro contra este tiempos de augurios apocalípticos, de
amenazas y de revanchismos en el que estamos inmersos.
Sorprende la agilidad del dialogo,
y el grado de interacción, merced al cual los planos de la realidad
espacio/tiempo quedan superados y sobreseídos. En un párrafo nos encontramos en
el Shepeherd Bush londinense y al siguiente corretea nuestra imaginación por
los desmontes de la Dehesa de la Villa. O sentimos añoranza de Tembleque, donde
se sitúa el punto de fuga o de huida.
El estilo está salpimentado de
codas en inglés, un idioma que posee el autor, y en otras lenguas. Esta
capacidad de adaptación a un castellano que se está transformando a causa del
avance imparable del monstruo lingüístico que nos acerca a la realidad de Babel
materializada en ese Aspanglish@ ovante en nuestra conversación cotidiana de unos
años a esta parte y que los de la generación del 68 fueron los primeros en
captarla, es el sello de un habla viva que se acerca.
La novela está escrita en tono de
elegía. Es un treno por una lengua que desaparece y un país que se deslíe en la
propaganda consumista de Aby lines@ como morralla fina que pasan a nuestro idioma y lo
contaminan de un virus de muerte.
Para sintonizar esa lengua que nos
invade ya tiene Mayoral oído fino, fuera de la común. En todo gran escritor hay
un buen profeta, un zahorí y un anestesista.
A veces, podríamos llegar a creer
que carga la suerte, y que el autor, rebosante de genio, parece víctima de su
propio éxito imaginativo. Pero el tempo no decae en medio del marasmo caótico
de imágenes como lava incandescente que se superponen y se suceden
vertiginosamente para desembocar en una especie de delta de piedad cervantina
donde afluye el gran río de los flujos de conciencia visionaria de este hombre
bueno y silencioso al que, cuando uno lo ve acodado en la Aburladero@
de ese coso taurino, más que café, donde hay tantos que embisten ( Mayoral sólo
dialoga) nunca se pudiera llegar a pensar que estuviese penetrado por una
imaginación tan volcánica.
AAsalto a la destilería@,
aparte de una composición que supera las lindes de la novela, es un exorcismo,
en el que su autor conjura a todos esos madrigados miuras, que atropan por
norma, y que primero disparan y luego hacen preguntas, a que entren al trapo de
la razón, y no vayan al bulto del argumento ad hominem. Ya es lástima que hoy,
disfrazados de demócratas, pululen y ululen tantos Hijos de Adolfo. Las viragos, que no vírgenes, de cuerpos
gloriosos y de almas en pena-su presencia nos hace pensar en aquel debate
medieval sobre si en realidad existe un alma femenina de la misma manera que
puede existir un arma canina, caballuna, o felina- con mucho sexo y poco seso,
y a lo mejor ninguna de las dos cosas, porque hay demasiado escaparate e
impostura, mucho pose, están ahí, haciendo pasarela. Rocíito se ha metido a
puta. Todas quieren salir en la prensa rosa. Mira que os lo advertí. )qué luego os las mata a golpes alguno de los
extremeños celosos? )Y qué
esperabais, ilusos? El que siembra viento recoge tempestades. Esto de la
violencia conyugal forma parte de vuestra demagogia, de vuestro proyecto de
dominación universal. Habéis acabado con la palabra. Ahora queréis suprimir el
amor.
Quizás sea esta la hora de la
bestia. La serpiente transformista que ya no quiere ser artista, ay mamá, sino
que se nos alobó en el feminismo
Mucho sexo en apariencia y poco
seso. Por eso, hoy los del 98, que nos considerábamos unos tipos bastante
inteligentes, no nos comemos una rosca, y es que la verdad ni nos seduce ni nos
apetece. Se ha perdido todo interés. Han echado bromuro en el vaso de
Cocacola. El cabrón de la muerte ha
intentado ante nuestras propias barbas asesinar nuestros sueños y matar la
vida. A las novias que amábamos las ligaron las trompas de Fellopio. Si nos
quitaseis de ahí en eso esas esculturales jacas a la hora de comer, si la
Campos, menos globos, no se plantase tanto en jarras guarras, y nos dieseis a
las modistillas y plantadoras o a las queridas pupilas de la vieja Echegaray o
de Ballesta, volvería a nosotros el ahínco del deseo. Quizás sea esta la causa
de nuestra baja cota de natalidad. La española cuando besa ya no besa de verdad.
Se ha vuelto machorra. Las parideras del redil patrio están vacías. No queremos
traer, hijos al mundo. )Por qué? Dar a
luz nos resulta un tanto machista, )guapo? Ya sé adónde queréis ir a parar, hijas de mi
vida: al conde que todo lo enseña y nada esconde. Eso es.
Era necesario que haya voces disconformes con
el AEspaña va bien@ y oigan en berlina a los organizadores del pase de
modelos; les ha quedado un país como muy coquetón pero sin medula, y no es eso,
no es eso.
La vida literaria, reflejo de nuestra
anémica vida política, dominado por algunos cuantos caudillos del Palacio de
los Leones y de la Media Luna Cibernética -todos se están haciendo a estas
horas una gallarda y se masturban irremisiblemente como se masturbaban los del
98, inane ejercicio el de la masturbación como es el de la demagogia- recuerda
a esa catasta donde los romanos exponían
a sus esclavos. Viene la Noemí Campiello moviendo el caderamen, rumbosa
e imperturbable cariátide y nosotros nos amagamos en un rincón ante el empuje
de esas otras hijas mías de mi vida, porque el tronío y la crija de esa inglesa
de ébano no hay quien lo aguante, pero no la podemos llamar tía buena sin ser
calificados de machistas. Los rumbosos taconazos de las modelos y la cara de
acusica de las rubias bustoparlantes que recitan en un tono de voz homologado
de plañideras de la información, asomadas a las lúgubres ventanas de los
telediarios, que se repiten y son siempre iguales a sí mismos, son como golpes
en la pared que nos avisan de lo que se avecina. Su gesto imperturbable nos
recuerda al de los Agauleiter@ y al de las valquirias nazis. El ocaso de occidente
sólo nos puede llevar y de qué manera a una nueve noche de Walpurgis.
Para evitar esa sinrazón de tanta
trampa y de tanto cartón piedra, de literatos de relumbrón, y de periodistas de
acarreo, ahí están con esa dignidad de entrega total a la literatura escritores
como José Mayoral. El dictamen o casillero en el que son calificados hombres
honrados- su rostro recuerda al del Justo de Israel - no les exime de seguir en
la brecha, siendo la sal de la tierra, y el antídoto contra la ramplonería y
mediocridad ambiente.
No es más que una jugada del
sistema, que los prefiere pastueños, mansos, acomodaticios, con poca conciencia
y, a ser posible, lerdos; en esta sociedad un inteligente nunca medra. Aquí no
hay que pasar de listillo. La cara asnal de nuestro premio Nobel es una especie
de radiografía de este tiempo de desvergüenza. Sucede que escritores de una
sola pieza como Mayoral tienen dificultades para encontrar editor, mientras que
el burro de Balaán sigue viviendo de las rentas, de la paja que arrebató en
pesebre ajeno, y a un chisgarabís, con tal que se llame Terencio, se adorne la
calva con un bisoñé, se lo jalea y rubrica con contratos millonarios.
Pero la verdad no solamente os
hará eternamente libres sino que la encontrareis en la luz que acampa bajo el
celemín.
Conozco ese deambular
peripatético, que se refleja en la novela del autor novel, y negativas de
guante blanco que llenan el alma de desespero y de conciencia de fracaso. Nos
consuela que los herederos de los que nos dan con la puerta en las narices ya
aserraron a Jeremías, sacaron los ojos a Amós, dilapidaron a Isaías y a Cristo
lo clavaron de un madero. La incomprensión forma parte de la lista de los gajes
del oficio en un escritor. Estamos ya
curados de espanto; supimos apencar con las consecuencias de la ordalía. El
fuego de los inquisidores ya no nos afecta, hemos conseguido cruzar la parva en
ascuas a pie enjuto. Nuestro compromiso con la literatura es una perpetua Noche
de San Juan, transitada de viejas canciones, porque la música es un manso ruido
escuchado a flor de agua. Nuestros pies desnudos huellan las brasas. Y no sólo
eso, sino que también somos capaces de cargar con un compañero a cuestas. Uno
que escribe siempre ha de sentir ese aldabonazo de conciencia mesiánica. Todos
tenemos un poco la vocación de San Cristobalón. Queremos salvar el mundo o
justificarlo, desentrañarlos, sin saber cómo.
Un milagro permite que nos lavemos
en un charco la cara y que veamos nuestro rostro reflejado en las aguas puras
de la Fuente Castalia.
Si Baroja dijo que ya ha pasado el
tiempo de los milagros, a mí me parece que al bueno de Don Pío se le fue un
poco la mano; los milagros existen. Uno de ellos pudiera ser que Mayoral y
otros escritores de raza no se hayan rendido. No han quemado las naves, no
rasgaron las filacterias ni se resignan a entregar la cuchara. Al fin y a la
postre, el Covenant bíblico es un poco el compromiso de Dios con los desheredados
de la fortuna, con los que sufren y son víctimas de la injusticia.
Un día seremos todos
rehabilitados. Así lo anuncia señaladamente el canto del AMagníficat@,
algunos de cuyos ecos tiene resonancia en este texto, donde los personajes
largan parrafadas constreñidas a un rigor de imágenes ardientes como en Carros
de Fuego, como si ya Elías estuviese de vuelta entre nosotros. Otra vez se
escucha el verso de A et exaltavit
húmiles@.
Ojo, que en este asalto a la
destilería, hay mucho mensajes en clave. Para descifrarlos, lo mejor es leer
este fabuloso caudal de vidas que se entrelazan. Hay veces que una palabra,
sobre todo si está transida de aliento profético, puede hacer más daño que el
fuego a discreción de la boca de cañón de una metralleta.
)Qué más? Mayoral, como su mansedumbre ensimismada lo
dice, y su apariencia de inquilino recién desembarcado del portal del
falansterio de la renta antigua lo corrobora, no haciendo de otro alarde que el
de su inteligencia, no tiene esa nuez de Adán tan estragada de esos nuevos
D´Artagnan de nuestras letras, con espadachines y mosqueteros saliendose por
los forros y las guardas de su libros, pero ha demostrado que sabe llevar una
novela de acción, acción interior, y conducirla a lo largo del relato. No es
tampoco maricón, que hoy es lo que más lleva, ni era de los que le arrimaba las
putas a Emilio Romero cuando era joven. No; nunca se ha supeditado Pepe a los
serviles oficios de mamporrero, ni se ha colocado como Cela una@ yamulka@
en el occipucio el bueno de Mayoral, él que tan judío es - y no hagamos juegos
de palabras porque aquí hay algunos muy dados a confundir la velocidad con el
tocino, y a judíos con jodíos- carne de dolor, sangre de Israel. Pepe es un
tipo normal, con esa normalidad que suele ser albergue del genio, y un genio
bueno y civil debe descansar en las recamaras de su imaginación para haberse
sabido mantener limpio entre tanta podre.
Y es ese ángel bueno que le anima
a escribir a Mayoral es el que nos dice a todo que ya basta, que lo que
necesitamos es perdón, más alternancia y menos revancha, y, hartos de
crispación lo que menos necesitamos son menos insensatos que ahuecan o impostan
la voz cuando se dirigen, altisonantes, como esos poetas ripiosos a los que
colman de premios cervantes, hacia nosotros. Pero nos tendrán que cortar la
mano, si quieren que dejemos de escribir
Seguiremos bebiendo vino - joder
el chato se ha puesto a 250 pesetas- y Agijoneando@ que viene a ser una forma del hay que joderse
madrileño, porque ser cliente de ese club requiere sus buenas dosis de
masoquismo, haciendo la vista gorda cuando el camarero creyendo que estamos ya
trompas nos sisa, mentira de monedas en
un plato con el vuelto de la cuenta, y escuchando los zeugmas, metaplasmos,
metátesis y otras figuras de dicción con que nos dispensa el Cerillero, quien
presta el dinero por otra parte con un recargo del cincuenta o el sesenta por
ciento. Hay que aguantar mecha y padecer los agiotajes de la usura y los
sablazos, o las intemperancias del falso amigo que nos pasa la mano por el lomo
y luego el canalla nos insulta, pero no va a ser cosa de que por un provocador
cualquiera, Adolfo, Adolfo, vayamos a sacar el Mágnum. Prefiero un baño de
whisky a un baño de sangre. Pero estamos acostumbrados a sufrir. Somos carne de
escritura y carne de dolor y toda esa carne dolorida se cura con vino con
sopilla.
Siempre será mucho más incruento
el asalto a una cervecería que a un convento. Al atacar una destilería-ese es
el verdadero mensaje de esta novela- lo que se trata de evitar es que lo que en
realidad pase, por esa transposición de términos entre cuento y razón, que
vuelvan los energúmenos a pegar fuego, pongamos por caso, a una sinagoga. Es lo
que verdaderamente puede suceder si no andamos listos. Un escritor de talento
como es Mayoral aquí lo que hace es un conjuro contra el Aarson@
inicuo de los que ya traen la tea en la mano, los apóstoles del odio
sistemáticos, los retoños de Adolfo, inútil total y para colmo sifilítico, a
los añafileros de Moloch, con puestos relevantes en la Administración, que
fichan en algún periódico sacamantecas o salen todos los días a la palestra en
la televisión.
Este AAsalto
a la destilería@, novela mayor de José Mayoral,
que ha publicado ya otros tres libros, porque una novela es como una abrigo de
pieles que se compra a la querida, es una purga contra la pedantería, al tiempo
que avisa de forma clara a todos los mareantes.(Oído
al parche! El alcázar nos se rinde. Si pensáis que vamos a dejar de escribir,
porque a vosotros se os antoje, lo lleváis claro.
Antonio Parra
Tumbo es el libro becerro, el registro el lugar donde se guardan las
copias. Cartulina el bromaje es inferior al cartón. Catalexia es repetición de
frases sin sentido catástasis es el punto culminante de una acción epítasis
trama cavilla objeto que se coloca para no perderse en los renglones del libro
cávil mordante cencerrado estilo escueto compendiosos antipoca o nota de gastos
centonar componer retazos literarios de otros se centona continuamente en la
actualidad centonista cepo ceraruria ceremonial romano sobre los papas epitomar
extractar escribir en guarismo cimelio y cimelia es el libro raro cipol tarjeta
de identificación glagolítico o cirílico carácter cúfico elzeviriano drama de
carácter cargar anotar la entrega o préstamo de un libro hamaca archivador
sepan cuantos esta carta vieren del s. XII carta de pago. Lasto
contrarrembolso. Loxodrómica portulano. Gallofa burrillo epacta cart.
Aforística col de refranes. Legendario col de vidas de santos. Silva col
desordenada. Exlibrismo. Cartofilia. Colectánea. Coloreado batimétrico.
Coloredo hipsométrico de las alturas. Lardón. Commicus las tres partes. Risclar
pasar los nervios a través del papel. envesado de guadamecí. Cosido a
pasaperro. Prótasis epistesis y epistaxis es la hemorragia nasal. Letras
clementinas p blas escritas por Juan XXII en 1327. Abominario. Anaforario.
Iconoteca es un archivo fotográfico. Miscelánea. Epulario col de recetas de
cocina. Lasto. Abominario anafórico espicilegio col de diplomas facecia
iconoceteda poliantea epulario aforística col de refranes legendario col de
vidas de santos Cartofilia batimetrico profundidades hipsométrico alturas
colecticia fondo integrado por cabos sueltos commicus las tres partes de la
misa lardón anotación Risclar contentas eran las declaraciones del alcalde
sobre el buen comportamiento de un soldado al pasar por un lugar Risclar es
pasar los cordones de los libros envesado de guadamací cosido a pasaperro epítesis y prótasis pero
epistaxis es hemorragia nasal eje apostillado cortado a sangre costero
descabalado desvirado o refilado de nuevo empastado ej mutilado o mareado
mútilo pecia ej universitario que podía alquilarse forrar o empellicar encausto
tinta roja con la que firmaban los emperadoresromanos atramento o rúbrica
antipoca factura - biblipopega encuadernador- endecha canción triste o de
lamento- enfilado y ligarza- epidiascopio o proyector. Musas de las mesas
frases geniales. Aquí se viene a mentir y a no dejarse engañar- rebaja tu
ensusiasmo- andén de la vida- heces del vino fricks mobiliario urbano - el
español hace el amor con la cabeza y piensa con los cojones- el lolo hay un
león en el water- personajes indigentes.- pincerna cuenca- la pluma como una
adarga de vanidades y de perplejidades- un escritor es el que ve los toros
desde la barrera - pepe es un escritor con bandeja- Pedro de lorenzo le echa de
menos- beber para olvidar pero el poeta dignifica la vida - Honofre es un
general republicano - anagramas y libelos escritos licenciosos - instintos
gregarios y agarenos. Larra decía como periodista paso la mayor parte del
tiempo escribiendo lo que no pienso y haciendo creer lo que no creo- surtí
echarpe tualeta ecarté. Presidios son casas de desmoralización y de
crimen.