EL KEMPIS
15 DE JUNIO 2023
"En loa rinconcitos y en los
libritos... todas las cosas pasan y tú también con ellas, libérate dellas y no
perezcas"
Vuelvo al Kempis al cabo de muchos lustros.
Contemptus mundi desprecio del mundo, despego de lo terrenal. Tu morada
está en las estrellas". Lo leía el lector de semana desde el púlpito
instalado en el refectorio a la hora del desayuno, un panecillo, leche en polvo y
una tajada de queso norteamericano. Claro que es muy arduo entrar en unas
enseñanzas tan trascendentes cuando se tienen trece años, las hormonas se
sublevan y se ve lejana la muerte. Empero cayó la semilla del amor a Xto. Es un
árbol permanente. Tú tienes madera de santo, me decía el rector.
¿Qué
es la santidad, Padre?
Entonces
no comprendía, sólo intuía ahora sí al cabo de tantos años. Este opúsculo marcó
mis días y a él acudo en la tribulación. Sus breves capítulos, frases rítmicas,
estilo gnómico de sentencias latinas que esculpe como dardos, forman a ratos un
soliloquio con el Altísimo.
Otras veces, son admoniciones ascéticas
para alcanzar la perfección. Fue para mí un incentivo a ser un monje laico y
entregarme a los coloquios divinos en la redacción cuando viajaba, cuando bebía,
cuando padecía persecución. Propone un viaje interior pero no soy un alumbrado
ni un deixado por más que en ocasiones en su afán de prescindir de lo
terrenal roce los bordes de la herejía, propugnando el desencanto y el amor a la
vida que nos dio Dios.
Se trata de un opúsculo reformador de los
monasterios y de la vida consagrada antes de que Lutero y Calvino asomasen la
oreja en pleno siglo XV toda vez que el mundo medieval teocéntrico está a punto
de dejar paso a una sociedad antropocéntrica, la del Renacimiento.
¿Quien era en verdad Tomás de Kempis? Para la
mayoría de los historiadores es anónimo, es atribuido a Gerson y a varios
monjes ingleses del monasterio de Rielvaux en el Yorhshire. Los místicos de
Oxford.
Sin embargo, el profesor Diez Blanco de la universidad de Valladolid, el Venerable Tomás de Kempis 1380-1471 era un converso alemán, ingresó en los Hermanos y Hermanas de la Vida Común un monasterio mixto que profesaba la regla de san Agustín. Se llamaba Tomás Hemerkén nacido en la ciudad alemana de Hempèn.
En 1413
se ordenó e diácono y ya no abandonó el convento de Santa Inés en el Monte hasta su muerte el 25 de julio de 1471 a los 92 años. "Vanidad es desear larga vida sin
procurar que sea santa" declara en una de sus máximas.
Bueno, pues, él acabó la suya, nonagenario. Todo el tiempo antes de la invención de la imprenta,
la iconografía católica lo representa inclinado sobre los pergaminos como
copista amanuense de la Escritura.
No fue
canonizado. La iglesia lo designa tan sólo de Venerable por dos razones.
Al abrir
su tumba para incoar el proceso de canonización, encontraron que en los últimos
instantes fue presa del terror de la desesperación.
Había sido enterrado vivo, lo que constituye
la más cruel de las muertes
Además, algunas sentencias suyas
"Verdadera miseria es vivir en esta tierra" y su misoneísmo "¿Qué
te aprovecha saber altas cosas de la Trinidad si careces de humildad, con lo
cual desagradas a la Trinidad". Instalado en la nube del no saber, del no
desear, de abdicar de sí mismo, buscaba la perfección.
"De imitatione Christi et Contemptus
mundi" a lo largo de
la historia ha sido el horno ascético donde se inflamó la llama de la caridad. Este
librito fue a pesar de sus defectos que repugnan al mundo actual, donde lo
importante es gozar de larga vida, buena salud, honores, riquezas, belleza, fue
una fábrica de innumerables santos que nunca conoceremos ni subirán a los
altares. Un verdadero troquel ascético que marca el camino de acceso a la
puerta estrecha.
Ahora mismo estoy pensando en ese plumilla áulico
especialista en monarquías que alcanzado la provecta edad de 90 años, el secreto
para vivir tan largo consiste en fornicar a diario. Bueno, ya se lo dirán de
misas.
El Kempis manejó otra fórmula diferente: la
abstinencia, la renuncia, el desprendimiento de sí mismo y así alcanzó la edad provecta.