busco la Verdad, el Bien, la BELLEZA, la buena literatura y el gran periodismo que se hizo en España lejos de la plebeyez y el mal gusto aunque nada de lo humano mes ajeno
busco la Verdad, el Bien, la BELLEZA, la buena literatura y el gran periodismo que se hizo en España lejos de la plebeyez y el mal gusto aunque nada de lo humano mes ajeno
busco la Verdad, el Bien, la BELLEZA, la buena literatura y el gran periodismo que se hizo en España lejos de la plebeyez y el mal gusto aunque nada de lo humano mes ajeno
2023-06-21
ALLANAMIENTO DE LA MEMORIA DONDE MORO TRES NOVELAS INCIPIT
Garrafatina.
Existen palabras tan evocadoras como un elixir de
eterna juventud. Me ocurrió estos días de atrás de un mes de junio en el dique
seco, cuando leyendo a un paisano mío, Antonio Martínez Menchén, me he
encontrado con un sustantivo que es una gema espiritual por todo lo que tiene
de sensual y de nostálgica del año del hambre: gelatina. Lo único que queda
indemne a los estragos de la vida es el verbo mozo, incólume a las fatigas y
transportes del cambio de mentalidad y a las mutaciones biológicas del Río de
Demócrito.
Se trata de un modismo segoviano autóctono, no viene
en el diccionario de la Real. Es el fruto del algarrobo disecado. Su sabor era
dulce y su presentación de color negro
arrugado. Me recuerda a tardes muy largas de los inviernos de la niñez, al
puesto de pipas de la Isabel que acudía con su cesta a los recreos, con sus
cucuruchos de papel a perra chica, siempre changarreando con su cesta de bollos
fríos detrás de los seminaristas, los de los misioneros claretianos, maristas y
en el capítulo femenino, jesuitinas y concepcionistas domingos y jueves por la
tarde.
Tiene las
connotaciones evocadoras de la venta ambulante de cesta de mimbre y torrijas
por un duro con que acudía en pos de los seminaristas y de los cadetes que barzoneaban
su asueto en tardes que daban
suelta aquella zabarcera del barrio del
Cristo del Mercado que había perdido al marido y dos hijos en El Ebro, la
Isabel. A la Isabel le gustaba su
cuartillo de vino a las comidas y una copita de orujo después. Cuando no había
bebido demasiado, era una persona tratable pero a veces se enzarzaba en
disputas con el personal, lanzaba soflamas contra el clero, regalaba el género
o perdía el canastillo que le había regalado el Tío Braguetita, el del obrador
de las monjas.
La cadena de alimentación anímica, que ha de ser una
de las funciones primigenias de la buena literatura me ha ofrecido, servida en
el manjar de las frases ordenadas, todo aquel tiempo que fue de finales de los
cuarenta y comienzo de los sesenta. He sentido un torrente de emoción subiendo
por mi espinazo al leer el primer cuento de este autor poco conocido, pero
magistral en fondo y forma, de una vividura casi melliza a la mía en el viejo
colegio de los claretianos cuyas tapias zagueras colindaban con los cipreses
del camposanto del Santo Ángel.
Durante las clases de Gramática mirando a través de
los ventanales de las aulas cuyos alfeizares por los extremos mostraban una
marca blanca de recudir sobre su superficie los borradores de tiza, veíamos
ascender por la pina ladeada, vigilada por las torres de ojos vacíos como
cuévanos de san Justo y del Salvador, los coches de respeto escoltados por las
comitivas del duelo. La multitud acompañante - pues verdaderamente por aquellos
días cualquier sepelio tenía toda la categoría de acontecimiento social- iba
hablando en voz baja y era impresionante el silencio, que quebraba sólo el
zabucar de las pisadas sobre la gravilla del camino de tierra abombada que
conducía a las verjas de hierro de la Casa de Todos, la última morada de los
residentes en aquella ciudad en la cima de un cerro que por detrás la escarpada
tajadura del valle del Rasemir (así llamo yo al río Eresma en mis
libros)desafía a los vientos intercadentes de Cronos. Abría el cortejo la cruz
alzada. Lo cerraba el preste con capa pluvial de riguroso con bordes amarillos
o blancos, según la costumbre en el rito mozárabe.
La muerte tenía un presencia totalizadora en aquella
Segovia de nuestra nacencia y de nuestros pecados.
De la misma manera que hoy se la oblitera y se
esconde a los difuntos o se los maquilla en esos velorios del crematorio de la
M30 ambientados con música polifónica de aséptico repertorio para los
fallecidos en la duda sobre el más allá, entonces eran los funerales un
acontecimiento social donde no cabían escepticismos herejes.
Hasta eso; todo gozaba de un sentido. La vida llena
de penurias y necesidades y también la muerte perfumada de vaharadas de
incienso y el aroma, para esconder aquel olor dulzón y algo pestífero de los
gusanos empezando a obrar su función tan macabra como inevitable, de los jacintos injertos en las coronas
mortuorias, que llevaban siempre las dos fimbrias moradas bajo el lemnisco con
la consabida leyenda de Afulanito de tal, tus hijos no te olvidan@.
(Qué va! No
era más que un decir. Una vez despedida
la carroza que tiraba el tronco de
aquellos bridones negros - yo diría jamelgos- con un penacho de plumas
de ave, pasadas por el tinte funerario, empezaba la inmensa cuenta atrás, la
infinita andadura del olvido.
Muchas veces, estando en la clase de Francés,
mientras don Lisardo se paseaba arriba y abajo de la clase por la hilera de
pupitres, el dedo pulgar introducto en la sisa del chaleco, provenían desde
allende los olmos centenarios del patio, justo donde la buena de la Isabel
tendía su cesta de pipas y garrafatinas arropada en un mantón negro aguardando
a la peña de clientes con calderilla bastante para asaltar su humilde
tenderete, se perdía el eco de las estrofas del ALibera me, Domine@ o del famoso himno compuesto por Tomás Celanno-
estoy hablando del ADies Irae@- confundiendose la fantasmal ráfaga de las exequias
oficiadas por un preste de capa pluvial al que ayudaban un par de monagos
también de luto, con el poderoso vozarrón de don Lisardo, al que llamábamos, no
sé por qué Chichi Bobote, cuando se apellidaba Zubiaurre, y era vasco francés,
conjugandonos el verbo Aaimer@. Todo un símbolo, porque también entonces en la
España que nos tocó padecer no es que se amara en exceso que digamos. Por estos
tesos la gente se quiere poco. )Cómo andamos de amores? (Bah! Pamplinas. En Castilla se solía dar a estas
cuestiones un sentido práctico. Era un invento de los poetas que no nos puede
librar de la gamogénesis o reproducción sexual con el que venimos al mundo los
mamíferos. (Lo que son
las cosas: después de tanta lagotería, los que ibamos para académicos hemos
acabado hemos rematado en zabarceras, que lo tuyo es la venta ambulante, niños!
Vanidad de vanidades. También los que se creían mucho y se daban tono acabaron
donde todos criando aulagas tras la imponente muralla coronada de cipreses
sobre un mogote berroqueño erguido sobre el Eresma que es río hirsuto por
aquellos roquedos y pasa como pidiendo perdón a los de mi pueblo llevando menos
agua que güisqui, anda coño. La muerte no era más que el episodio final de ese
ciclo de azarosos encuentros de la naturaleza, la resultante de un apareamiento
de grado o violento. El amor no existe.
Los griegos, tan sabios, nunca hablaron de él, lo desconocían en el
sentido al que se afinan hoy nuestros calendarios y relatos del corazón, las
vivencias de la tele pasión; para los griegos lo importante era la amistad, el
convite, la lealtad, la elocuencia, la cítara y el arpa )Cómo se
puede uno, decían, encalabrinar de una gorda cualquiera si las mujeres no
tienen alma? Desconocían esa actitud
deferente hacia la mujer que llamamos amor. Pues, si el amor no existe,
la muerte tampoco. Aquí lo único que hay con fuerza es el Logos.
Las codas de la secuencia famosa de difuntos sonando
en la proximidad de las sabinas y de los cipreses, las garrafatinas de la
señora Isabel, que eran manjar de dioses, pura ambrosía, los palmetazos y
coscorrones de monsieur Bobote forman parte de una manifestación sonora,
olfativa y táctil de entierros, procesiones, notas necrológicas y peticiones
del oyente por EAJ49, Radio Segovia.
Todo ese perfil de evocaciones llovidas en tromba
desde la quima de los árboles de pan y quesillo de nuestra memoria, por gracia
del cielo, se me han presentado así, de golpe, con la lectura de este libro de
relatos, que lleva por titulo AInquisidores@.
Hasta he escuchado el chirrío de los vencejos
quebrando el azul diáfano que tenían las tardes de mayo, y a las chovas
crascitar majestuosas y augurales desde los clavijeros de la muralla latina o
de los campanarios románicos escalonados de socarrenas. Voznaba el cuervo y la
golondrina mística y encantadora clamoreaba con su argentino piar de vicetiple
llenando la sonochada de los impresionantes estrofas de su vuelo musical que lo
convierte en pájaro misterioso, entrañable e inaccesible. Se retiñía el aire de
sonoridades entusiastas al bolear a gloria o tocando a muerto. Hasta el sexo no
podía faltar en esta comitiva de recuerdos, puesto que Eros y Tanatos terminan
siempre por enunciar su acomodo inextricable.
El sexo, del que no se hablaba tanto como ahora,
pero que se practicaba con más empeño, porque viene a ser el consuelo secreto
de los muertos de hambre en los tiempos de guerra y de postguerra, era para
nosotros aquella casa misteriosa en la calle de Cantarranas con las puertas y
las ventanas herméticamente cerradas con una lamina de cinc, a prueba de
cantazos y de misiles. Se iba allí a espiar la ocasión; cierta vez, vimos
saliendo por el callejón a un alférez de la i.p.s. (Milicias
Universitarias)abotonándose los herretes de su guerrera que parecían desdobles
de la cresta de un gallo, y calándose la gorra
en la que lucía la consuetudinaria bombeta de Artillería, con una
sonrisa de oreja a oreja mientras bajaba por la escalera al paso de la oca como
el que vuelve victorioso de la guerra, en plan miles gloriossus. Algo debe de
tener el agua cuando la bendicen.
Aquella ciudad levítica desoyendo los consejos apacibles de Cristo Dios era de las que se
atrevía a tirar la primera y también la última piedra contra aquellas pobres
magdalenas emparedadas justo junto a un convento de clarisas bajo la férula de
una madama a la que llamaban la Farela, experta conocedora de las artes
celestinescas. Dilapidar los vanos de su vivienda inexpugnable constituía una
de las diversiones predilectas de aquellas pandas de arrapiezos salvajes que
merodeaban por la ciudad sin saber qué hacer, como perros atraíllados, como
lobos en jauría en las tardes del verano en que pica el tábano del deseo y algo
que no se sabe qué es lo que es (prurito de la cópula, clarín de la
naturaleza), dentro de los trillones de células, torrente biológico de la
sangre que despierta, está llamando a la puerta. Es fácil bufar y pecar con
hambre de hembra a las cinco de la tarde de cualquier día del mes de agosto. ACuidado, que
te vas al infierno, hermano, que te condenas@. AAy, ay, no lo puedo remediar padre@. A)Hijo, y
cuántas veces?@ ACreo que he
perdido la cuenta; no me sujeto, no lo puedo remediar, soy un caso perdido )estaré malo?@
Todo dependía de si en el fielato de la penitencia te
dabas con un gorra de plato que fuese laxista o un rigorista que tomase los
cánones de la Moral católica al pie de la letra o asumiese una interpretación
ancha de la norma en lo que se refiere a las faltas de la pureza. Te podrías
dar con un canto en los dientes si no hacía uso de la salvilla o escupidera que
había en aquellos armatostes a media luz, las caras muy juntas como para bailar
el tango, los había que apretaban las carnes y hasta como si quisieran
dislocarte el brazo, cajones de madera, verja del perdón, cámara de torturas al
que ibamos a descargar el saco y con frecuencia punto de encuentro del trato
torpe, pecado nefando y rinconcito donde algún que otro presbítero incontinente
pecaba pelando su pava, por aquello de Ami olla y mi misa y mi María Luisa@, con su
barragana, que los curas por aquel entonces tenían buen cartel. Éstos solían
ser los más recomendables a la hora de buscar una reconciliación con Dios
puesto que no solían darle importancia a nuestras ofensas. Te soltaban siempre
el mismo rollo de carrerilla con el azacán de la urgencia de acabar y te
despachaban con par de avemarías de penitencia.
A los iluminados con pocas tragaderas había que
evitarlos como a la peste. Eran los que
te echaban el aliento en plena cara, una nortada de ajo y de regüeldos de
puchero enfermo sobre tus mejillas.
Nunca he conseguido averiguar del todo bien cuál es
la diferencia que demarca al dolor de
atrición y al de contrición, aunque el asunto me consta que fue piedra
de toque de no pocos altercados en siglos pretéritos entre bolandistas y
jesuitas y que hasta se llegó a escribir honoris causa el célebre soneto ANo me mueve
mi Dios para quererte@. En esos versos conversos está explayada la
filosofía de los contritos que se arrepienten de sus pecados por haber ofendido
a Dios, bondad infinita, y los atritos que exhiben un dolor imperfecto, sólo
temen al palo. Cuestiones de matiz, no de principio, con las que los curas se
han pasado años y años haciendo prestidigitación filológica- teológica. Aunque
no hubiera infierno te temiera y aunque no hubiera cielo yo te amara. Pues eso;
el hilo de demarcación es endeble. Orbita en torno a la frontera entre la
caridad y el miedo. Pero yo sigo albergando mis reservas y aquí las promulgo de
corazón contrito y atrito. A ver que me
lo expliquen.
Contrito y atrito yo estaba pero siempre volvía a
las andadas. Mi sexo se encendía siempre al pasar por la puerta verde
misteriosa cerrada a cal y canto de la cuesta de Cantarranas.
Cuando contemplo al cabo de los años aquellos desahogos
y aquellos escrúpulos, porque aquello no tenía solución como la serpiente que
se muerde la cola, A padre, otra vez@ A y ahora me ha venido@, A no le des importancia, son cosas del desarrollo, te
estás poniendo la cara perdida de granos y es porque te masturbas, cara de
listo@ A)y cómo lo
sabe, don Dimas?@ Aporque lo
estudié, anda a ver, o es que te crees que uno no ha sido cocinero antes que
fraile@.
Peccata minuta. El padre Dimas era de los que te
despachaba en un santiamén, no mostraba asombro ninguno, ni se enfurecía
contigo o te llamaba motes, a diferencia de otros, pegandote voces y rasgando
la mitad de los treinta y tres botones de la casaca. AAh, hijo, hijo, mal vas@. Luego pude indagar que detrás de toda esta grita
de los predicadores de antaño estaba la nueva concepción narcisista y
protestante de loa Testigos de Jehová. Llamas del infierno a todo pasto.
Tales aberraciones no han sido detrimento lustros
adelante de mi amor por la Iglesia ni han ensombrecido la fe de Cristo bajo la
cual quisiera morir.
Se trataba de cuestiones del régimen interno
interdisciplinario de la casuística más propios de la iglesia esotérica o
administrativa y que adelanto en prolepsis será un concepto a explayar en las
páginas de este libro donde se pretende separar los ámbitos de cuestiones que
pertenecen a la policía de la guarda de las costumbres más que a la economía de
salvación o cuerpo místico.
La confesión auricular o exomologesis no pertenece
al depósito de la fe ni es fuerza de decálogo. Sólo una disposición burocrática
y un adminículo de ayuda psicológica al pecador que ha perdido el rumbo y
desconfía de su salvación.
Hasta el IV Concilio de Letrán en 1215 era
prácticamente desconocida. San Agustín, san Crisóstomo, san Jerónimo y otros
padres santos no se confesaron nunca.)Fueron al cielo? Claro que sí. En la edad media las
absoluciones y las penitencias eran públicas y de carácter libre, no había que
hacer una enumeración explicita de las faltas . Después de Trento hubo no pocas
peleas entre laxistas de san Juan Eudes y rigoristas de san Carlos Borromeo.
Los que secundaban una recitación pormenor en género y en especie contra el
decálogo, haciendo una tortura de la vida espiritual, punto por punto, y los
casuistas de manga ancha sin referencias tan explícitas. Por ese cabo hay
santos como Carlos Borromeo, el napolitano Alfonso María de Ligorio y el cura
de Ars, tan tenebrosos dentro de su trono de culpas que es el cajón del
confesonario, fielato morboso, donde se pecha la alcabala de la eternidad, ese
para siempre y para siempre recitado por los que torturaron nuestra infancia y
salcocharon de pecado nuestra vida alegre e inocente, que dan miedo. Deberían
estar fuera del catalogo y deberán cuenta a Dios del terrorismo psicológico que
practicaron sobre las conciencias, si no la han dado ya.
El poder de las llaves y lo del primazgo tiene que
ver con esto del reconocimiento de rodillas ante un cura. Ha sido piedra de
escándalo porque preconiza absolutidad sobre lo que es relativo. )Cómo
deslindar el campo que separa lo mortal de lo venial? Para que haya pecado
mortal hace falta pleno consentimiento, pleno conocimiento y materia grave.
-Ego te absolvo a peccatis tuis.
Nunca me he podido imaginar a un Xto penitenciario
en su cajonera preguntando la eterna monserga de siempre aquello de A)y cuántas
veces, hijo, y con qué compañía, cuándo y en qué lugar@? Seguimos
prefiriendo al Jesús de la primera refección del pan, al que anduvo descalzo
por la mar, el que curó al leproso o al que maldijo a la higuera.
Yo soy paisano de dos significados adalides de la
confesión auricular, luz y martillo de
herejes en el famoso concilio tridentino. Ellos fueron Melchor Cano(1503-1560)
y Domingo Soto (1494-1560), los dos dominicos, los dos amigos de Las Casas, los
dos conversos, los dos catedráticos de Prima en Salamanca y en Alcalá, las
luces y las sombras de un mismo ideal, adarves de la inteligencia y la
libertad, una inmensa pasión por los libros y la escritura que siempre tuvo
Segovia. Mea culpa judía, viejos yerros. Los que con motivo de su centenario
decapitaron a Domingo Soto en efigie - y hasta creo que le han negado un lugar
a la estatua en esos jardincillos con un melancólico surtidor en el centro
cerca de la Torre de los Dávila no se saben lo que hacían. Padre, perdonalos.
Los ortodoxos guardan una tradición más estrecha con
el espíritu del sacramento que se basa en las palabras del Señor sobre el
perdón de los pecados. AA los que se los perdonéis les serán perdonados y a
los que se los retengáis les serán retenidos@. Toda esta cuestión, sin embargo, tiene que ver con
el enigma de la Aprimacía y de las llaves@ que siguen sin resolverse. Intervienen los
prejuicios seculares, el egoísmo de la raza humana.
Yo me confieso con Dios y confieso a Dios. No tiene
el mismo sentido la misma palabra por mor de una preposición. AConfitemini
Dominum quoniam bonus, quoniam in aeternum misericordia ejus@. Dad
testimonio de la fe y olvidar vuestros pecadillos, los temores, los
desencuentros, que no sea la pureza un casus belli, ni el catolicismo una
ergástula de tarados y adocenados sexuales. No le deis la razón a
Nietzsche(1844-1900) la mula parda del nazismo que se atrevió a intercalar en
sus escritos que Cristo era poco hombre. Suponía que la religión por él fundada
pretendía la desmembración de la especie o su emasculación mental para
conseguir la sumisión. Satánica conjetura que aun nos hace temblar, porque,
sopesado el tema fríamente, así habló Zaratrusta, las acusaciones en parte son
verdad. La educación que se nos daba iba a la búsqueda del Superhombre y acabó
en la aberración. Los curas nos abandonaron y donde dije diego digo digo. Todo
ha dado la vuelta. Pero Cristo bendito no. Sólo nos resta la proclamación de la
diaconía como vocación de servicio, socorro, limosna, y desempeño de un cargo.
Puesta en práctica esta norma asociada con el
escándalo de las Indulgencias y la teoría del Purgatorio que conmovió hasta los
cimientos a la iglesia y fue causa del gran cisma protestante, sirvió como
fuente de divisas. Los penitenciarios de Roma recibían a los peregrinos con un
cepillo para las ofrendas en su garita o audiencia secreta de los pecados. Al
acabar el que se confesaba tenía la obligación de echar allí algunas monedas.
Bien es cierto que dicha práctica aberrante que fue
una de las cláusulas que cebó la pira incendiaria del alzamiento de Lutero
contra Roma quedaría descabalgada en el Concilio de Trento. En cualquier caso
ofrece uno de los aspectos menos amables de la eclesiología secular por lo que
tiene de sospecha simoníaca en una nefasta alianza de dinero y poder. Hablando
claro son vicios de una iglesia jerárquica que tendrá que entonar su mea culpa
ante la debacle que viene. Y de esto hago también prolepsis porque algunos
tendrán que descender de su pedestal, apearse del machito. La diaconía servirá
para contrarrestar los abusos cometidos por la excesiva clerigalla, para
hacerse más humana, menos piramidal y envarada. Mi tesis, pues, consiste en que
para mantener a raya el avance del islam tendrá que Ades jerarquizarse@, estallar los antiguos clichés que hicieron el
hermoso credo que profesamos una cuestión de prejuicios escrupulosos en lo que
lo más importante no fue el amor sino la bragueta. A la barca de san Pedro no
la guiará a puerto en medio de la borrasca el colegio cardenalicio sino será
cosa del piloto a pie de obra y con la mano en el timón, volviendo a la
liturgia sustantiva y al tesoro de la tradición. Ése fue el papel primordial
del diácono en los primeros tres siglos apostólicos. Quiero lanzar aquí un
reto, y no hago reserva de mi diaconía victoriosa frente a los poderes del
Averno. Los curas tendrán que salir del armario, no faltar al compromiso de la
defensa de la verdad adquirido mediante la unción del óleo con que fueron
consagrados por el obispo. Dijeron Adsum cuando su nombre escrito en un papel
sonó en la boca del arcediano y hoy tendrán que volver a repetir esa
proclamación militante. Adsum. Aquí
estamos. Queremos dar testimonio como depositarios de la fe verdadera. Nada de
componendas con la mentira, ni concesiones al siglo. Aunque tengamos que volver
a efundir la sangre. Se acerca una nueva era. Tal vez la crucial: la de los
mártires.
Pero ésa es otra historia.
Las calles, hoy llenas de viejos al sol, eran por
entonces un hervidero de niños tirando varetas por los desmontes, niños sin
saber qué hacer, que hacían la rabona, que iban a robar peras, niños fumándose
el primer canuto en los Jardines de Villangela detrás de la cárcel, puñeteros
niños que se dedicaban a sorprender in fraganti a las parejas, niños a los que
se les había muerto el padre o un hermano en la guerra, o decían que estaba
preso en algún penal. (Tragedias! Una irrupción vital después del caos en
aquella España triunfal, que así fue el título de mi primera novela, poblada de
hijas de María en edad de merecer. Parecía que a nuestra madre Patria no se le
había cerrado la vulva, se desconocían los tratamientos con píldoras
anticonceptivas y las familias eran enormes y patriarcales. Las españolas
parían como conejas.
El que esté libre de culpa que tire la primera
piedra. Allí eramos todos muy puritanos, pero aquellos deplorables ataques
contra el baluarte de la Farela conservaban su punto de demoníaco porque no se
puede acantear el sexo, era como profanar el sagrario de la vida, la verdad que
necesitábamos una buena doma porque estábamos igual que bestias. Quizás en
nuestro subconsciente el cuerpo de la mujer fuese una totalidad culpable y
había que reventar aquel goce ilícito del trato torpe. (Al ataque
contra los Atronchos@ que salían
por la puerta falsa del lenocinio - que sólo se abría y se cerraba para dejar
pasar a otro cliente, el siguiente - con sonrisas untadas de manteca!
-Parece ser que se lo acaba de pasar muy bien el
tío. A juzgar por la longitud de su sonrisa, debe de haber echado dos palos, o
tres.
-Tú me dirás. Pero peca y un pecado es el suyo de
los gordos. Si se muriera en este preciso instante sin sacramentos, iría al
infierno de cabeza.
-No jodas. Que le quiten lo bailao.
-Pues sin joder. Es lo que dice el padre Ross.
Agazapados detrás del recodo de Cantarranas, allí
donde justo estaban emplazadas las caballerizas de la Academia de Artillería y
olía a mulo que se las pela, los chicos de Valdevilla, que así se llamaba mi
barrio, nos entregábamos a estas consideraciones banales entre palabrotas para
darnos pisto y hacíamos la descubierta sobre aquel palacio del amor libre de
puertas y ventanas selladas con láminas de zinc. Nunca se asomaban al balcón
las señoras putas, pero nosotros sabíamos que estaban dentro. Justo frente por
frente se escuchaba cantar Tercia a las monjas de Santa Isabel de Hungría.
Otras reclusas, y, aunque por diferente motivo unas y otras eran vecinas,
llevaban un régimen de vida tan parecido como opuesto, pero en sus dos
congregaciones ardía el pebetero del fuego sagrado. Ambos recintos nos
recordaban el espacio santo de los antiguos templos de Vesta. En los dos edificios
reinaba el mismo misterio y la soledad que opera en los arcanos. Cumplían una
misma misión de servir al amor, las de este lado al divino, las del otro, al
humano.
Martínez Menchén sabe bien encontrar el arranque
para prender al lector, y he aquí la forma
-magistral- como empieza su libro:
En aquel tiempo la tierra era rica en boniato y
abundante en chicharro y recia como el vinoso ponto. Desiertos estaban los
bailes, colmada de fieles la Casa de Dios. En aquel tiempo corríamos nosotros,
los niños, al reclamo del bélico clarín para seguir brazo en alto la solemne
ceremonia de izar y arriar bandera...
Luego habla de aquel padre Maximino, epítome de los
predicadores incendiarios, un Giacomo Savonarola en gira por provincias, que
con retórica efectiva y estudiados gestos nos hablaban de las penas del
infierno a nosotros que apenas entendíamos pero hacían mella. Hemos conocido a
los últimos pregoneros de la Edad Media en sus circunloquios de una mística
decadente, pero aquel tiempo se encuentra presente en el actual. Son el prólogo
y el epílogo de un mismo aquelarre. Nos enseñaron a amar la santidad pero no
hicieron de nosotros hombres de provechos aquellos buenos curas. El ideal de
nuestras amplias aspiraciones tuvo que verse las caras con una España mística
habitada por gentuza escarramada, de humor intercadente y drolático. Todo era picaresca, desconfianza mutua de
malos cristianos. Algunos no pudiendo aguantar el choque se destroncaron.
Maximino, un fraile claretiano en el cual yo
reconozco al padre Ross de mi novela AAño Triunfal@ metía el miedo en el cuerpo con las penas del infierno, con
aquel para siempre, para siempre, de los Ejercicios ignacianos, y sus
descripciones de una eternidad encadenada y llameante, les amarga a los pobres
pipiolos de primero bachillerato una clase de Matemáticas cuando no había
venido el profesor.
Pero a mí esta hermosa narración, que cuenta no la
historia de un niño, sino que radiografía a toda una época, me trae la luz
pajiza de aquellos ventanales amplios coronados de boceras de tiza en las comisuras, la voz de don
Lisardo Zurbiaurre, El Chichi Bobote, las penas de los Novísimos que aguardan
al pecador, el eco de los responsos y la continua danza de la muerte cuyo
ajetreo cotidiano presenciábamos desde nuestro pupitre con sólo mirar a la
izquierda. Estaban los cipreses ebúrneos, llameantes con su cargazón de
muerte. Velatorios y visiteos. Ir a
cazar lagartos por las costanillas y terraplenes que rodean a la escarpada
villas medieval en que nacimos, espiar a las parejas y empezar a tirarles
piedras o dar voces cuando estaban en lo mejor, esa era nuestra misión en la
vida sicalíptica y gozosa. Muchas interrogantes y ninguna respuesta, pero )qué otra
cosa es vivir?
La prosa de este lírico desconocido es rica, variada
y parece blindar de ternura y compasión aquella niñez de postguerra de la que
fuimos partícipes después de una hecatombe de odio. Su padre era rojo y yo
provenía de una familia de los nacionales - mi padre estuvo con Varela en el
cerro Matabueyes y con Serrador en el alto de León, y el deán de la catedral,
Don Fernando Saínz Revuelta, en honor a ese respeto que siempre tuvo por don
Enrique Varela Iglesias, me miraba con un cierto cariño que trasmudado en
privanza me hizo sacar nueves y dieces en los cursos de Humanidades - pero
entre los de mi promoción no habían hecho mella todavía las diferencias
políticas.
El flojel de un mismo nido nos cubrió con el pelo
malo hasta que pelechamos como Dios manda y entonces, cada uno por su lado,
empezamos a ser conscientes de la distancia abismal que nos separaba. Después
de todo aquello, uno tiene la sensación de que nos educaron a patadas y con un
garrote nos echaron de casas. Compóntelas como pueda y ayudénte tus zancas, que
esta vida todo son maulas. Había que buscárselas.
Sin embargo, de un caudal relicto de sensaciones
comunes. No eramos bestias de carga, nos preparábamos para una lucha que sería
ardua. Queríamos cabalgar por la vida como don Quijote, pero luego Lazarillo y
Guzmán de Alfarache nos echaron el guante.
Hubimos que descubrir entre sinsabores y desencantos que estábamos
rodeados no por legiones de ángeles sino por esa trulla que viene a ser la base
sólida del macizo de la raza.
El poder de la literatura es una sobrecarga mágica
donde se encuentra la verdad sin paliativo y sin añagaza, pero, así y todo, es
una fuerza liberadora. Los libros nos muestran lo que somos y lo que fuimos,
nos curan de espanto y son el bálsamo a la soberbia innata. Luego el tiempo y
los desengaños van limando esas aristas del ideal aspirante que jamás se
consuma. A ver )quien da más?
Cruza por estas páginas la luz melada, como las uvas
de color albillo, que sólo tienen las tardes de Segovia, el cura don Frutos
desterrado a un pueblo de la sierra, jugando al ajedrez en un cuarto de estar
bañado por los celajes del crepúsculo. Se escucha el repicar cristalino de las
campanas, verdadera sinfonía eclesial que ponían contrapunto de tristeza y de
tranquilidad a la vez, y uno se topa por doquier con el perfil augusto y
funeral del monte de la Mujer muerta, túmulo encantado, las manos cruzadas
sobre el brial, más allá del Cerro Matabueyes, entre sabinares y retamas, que
alterna las tonalidades a lo largo del año con matices que van desde el verde
oscuro al pardo otoñal y al blanco de los horizontes nevados de enero a marzo.
Pasan los cadetes en traje de paseo o el de gala.
Estos cuentos tienen algo de sinfonía pastoral, ese
tono entre resignación y austera bondad que oculta en pequeñas cantidades una
poción de sorna y de incredulidad del temple de mi ciudad, tan acostumbrada a
ver pasar al mundo de largo, con una historia de mucha tralla por detrás, y
heridas de carácter religioso o social que es mejor no revolver si se quiere
seguir adelante. Y esa ignorancia, que encontró Machado en la Castilla ayer
dominadora, y hoy más ignorante que sumisa, con caciques a partes iguales -
cerriles y liberales, pero los dos temibles-, curas con balandrán por todas
partes, y beatas tocadas con rodete o gargantilla, si eran marquesas, como
aquella doña Patro a la cual vi morir en el hospital de la Misericordia en el
pabellón de pago.
Hay instantes a lo largo de algunos tramos en que he
pegado un respingo de emoción por encontrarme con el niño que fui desde la
vehemencia evocadora de algunas palabras. Garrafatina, boniato y báratro. El
báratro era el lugar adonde iban a parar las almas de los condenados después de
ser pesados en la romana por el arcángel Miguel. Segovia, ciudad en la cumbre,
tuvo mucho más de infierno que de paraíso, pero todo aquello ya parece
sobreseído y olvidado. Me temo que aquel mundo que soñamos y padecimos no
interesa a nadie ya, ni a los propios nativos entregados a un quehacer
incesante de legrado de memoria. Si no nos reconocemos a nosotros mismos ante
el espejo del ayer, buena gana de hacer el tonto. No ha lugar a especular.
13 de julio de 2000
El librero Riudavets.
-)Quiere un caramelo?
-No, que tengo colesterol.
Es un sábado de mañana. Se ha acercado un grupo de
muchachas a la caseta número quince de madera gris en la Feria del Libro, la
que está en los trascorrales del Botánico y de bruces sobre las estatuas aladas
de bronce del Ministerio de Agricultura. Mientras los hipogrifos alados dan la
impresión amenazante de echarse a volar y uno se queda prendado de los
historiados mosaicos de mayólica bajo el alar del edificio, Riudavets
despacha a las niñas con una de sus chuscas respuestas.
Sobre el enlistonado del puesto al amor de una
acacia se apilan en todas las direcciones libros en montón, viejos y no tan
viejos, enjambres de cadáveres de letra impresa a cinco duros, cada. Son
ilusiones descoloridas, esperanzas fallidas de este rátigo vivencial, exponente
de la mente humana donde todo cabe. El bien y el mal. La prosa y la poesía. Los
tratados de mística y las obras de Voltaire pared con pared. Toda una resaca de
papel.
En torno al
tenderete, al reclamo del dicho latino Averba volant, scripta manent@(las
palabras se las lleva el aire y lo escrito queda) se agolpa una enjambre de
hombres silenciosos, descoloridos, la edad incierta, y con ese poso de Adeshabillé@ rayano en
el desaseo que deja la afición a la Literatura. Es como un morbo, como un
perenne desasosiego. Todos permanecen de pie muy silenciosos. Ha comenzado la
rebusca. Parece una bandada de quebrantahuesos dandose un atracón de letras de
molde.
Pero los buitres sólo comen carroña y éstos
revalidan las proféticas palabras del Caballero de las Espuelas de Oro: AVivo en
conversación con los difuntos, hablo con los ojos a los muertos@. Hacia esos
predicados de transgresión de las leyes del espacio y del tiempo nos lleva la
afición por la inspiración. Riudavets, con ínfulas de capataz y la solemnidad
del sepulturero, se hizo millonario vendiendo libros del montón. Cuando se
muera habrá que pesar su cerebro, como al de Alberto Einstein, para ver lo que
da en báscula y si es semejante al del resto de los mortales, porque es listo
como él solo y las caza al vuelo. Me temo, con todo y eso, que el platillo de
la balanza, cuando San Miguel pese su alma, se inclinará del lado del corazón,
porque también es temperamental, y a veces se las trae.
El momento es lúgubre y a las veces florido. Se
palpa un silencio de reverencia.
Algunos miran con ojos saltones, pero otros
algunos los tienen pachones de tanto estudiar. Quizá vivan
estigmatizados por el duende de las imprentas, y ese morbo del olor a tinta no
se va jamás. Indeleble, como un sacramento que imprime carácter. Pero puede que
también estén allí delante del tingladillo sabatino de Alfonso Riudavets por el
afán de acaparar, una manía que dicen que llega a la vejez.
Hay un lado
oscuro en la bibliomanía que conecta con una libido en frustración permanente,
reflejos condicionados, instintos subversivos, inseguridades congénitas. Los
lectores empedernidos no deben de andar muy bien de la cholla. Saben que su
manía no les vuelve bienquistos y que se
sitúan en lo políticamente incorrecto. En estos tiempos de cáscara amarga, de
preocupación por lo que es apariencia accidental o look, ellos viven hacia
dentro y van deshabillés. No tienen
pintas de triunfadores, lo que desdice aquel slogan que se puso de moda cuando
Fraga era ministro de Información: AUn libro ayuda a triunfar@. Ahora quizá sólo sirva para caer, pero da igual.
Sin embargo, es un anodino contra el dolor, acalla
la perplejidad, mientras los ojos se cansan. Leer es como caminar.
Los gestos son melancólicos. Sufren algunos de
incontinencia urinaria y de complejos de Edipo. Pero estas dolamas vienen a ser
cosa de poco monto que no habrá que tomar demasiado en cuenta. Además, la
lectura es la mejor terapéutica para alcanzar la senectud. El hombre muere
cuando se extingue su curiosidad.
El dueño de la decimoquinta caseta de esta cuesta de
la sabiduría, la más ilustrada de todo Madrid, los sabe administrar bien,
conoce a todos y todos le conocen a él. Su porte puede ser el de un ministro de
la Oprobiosa o la del empleado municipal de lo que antes se llamaban Pompas
Fúnebres y ahora rebautizaron con un helenismo: crematorio, porque parece el
fidecomiso de la funeraria de una cultura que se va para no volver. Al menos
esto es lo que dicen los partidarios de MacLuhan (Hermida y cía y algún que otro
Jeremías de los que parten ahora el bacalao de lo políticamente correcto)que no
leyeron un libro en su puta vida. Lo van a tener terne, porque la galaxia
Gutenberg les rebasa y es mucho lo que habrá que enterrar por ese cabo en este
país. Riudavets es un hombre de peso, como su mercadería, aunque él convicto,
confeso y mártir de lo Alight@, pues dice: Ayo vendo libros, no los leo, todo lo más les ojeo,
que es una bonita forma de no mear nunca fuera del tiesto; así nunca te pasas@.
A quien más
recuerda este gran señor de los libreros de lance es a Sócrates. Sabe que esto
es un ir y venir que llaman acarrear. El
deseo del conocimiento no significa más que un periplo astral, tan patético
como peripatético, del ser a la nada. Sin embargo, yo le he comprado a
Riudavets una partida de eucologios y de misales. Los suelo rezar todos los
días en latín. El que más me gusta es el enchiridion o manual de mi ordenación
sacerdotal, curioso tesoro de un valor personal para mí como para todos
aquellos que hayan sentido alguna vez ese gozo purificador de la liturgia de un
misacantano. Lo encontré aquí perdido en la marabunta inmensa de papel, así
como algunas novelas rusas, que son para mí las preferidas, en traducción de
Cansinos Assens. En literatura, buena gana de darle vueltas, son los rusos los
que dan el do de pecho, aunque ahora hayan vuelto a renacer los ecos de aquella
frase cainita que un día pronunciase Serrano Suñer, una nazi al grito de ARusia es
culpable@. No es un
astro a los que los rusos pusieron -un Shakespeare, un Moliére, un Goethe- sino
a toda una galaxia de gigantes de la pluma. Por otra parte, hay algo en la lengua rusa que pulsa las más maravillosas
fibras del alma humano, y esto lo reconoce hasta el propio Saúl Bellow, muy
poco propicio, como buen sionista a las expansiones sentimentales, hacia un
país que se considera depositario de la fe y tradición cristiana por la rama
que nos viene de Bizancio. Es el talante homérico y el ser mesiánico de
consuno.
Pero no nos pongamos sentimentales que pueden
echarnos los toros al corral. Ser rusista eslavófilo resulta hoy del todo
sospechoso. Es peor que ser maricón. Pero, en fin, ya caerán.
Si yo voy a la Cuesta no es porque me guste demasiado
el paisanaje o el paisaje, porque más de una vez me he tenido que morder los
labios y hasta los puños para no dar respuesta a las andanadas puntillosas del
bueno de Alfonso, sino porque sólo allí puedo encontrar ediciones de Gogol. A tal respecto, mis criterios y mis gustos
literarios variaron poco, sigo pensando lo mismo que hace cuarenta y tantos
años. Estoy en esa demanda. Y es ese afán de leer bueno y barato a mis
favoritos lo que me ha llevando a este encante de la bibliofilia exquisita.
No hay
soluciones al dorso en este crucigrama. Pero aciertan quienes ven en la
literatura un viático contra las zozobras de la existencia.
Para espantar a La Huesuda, mejor que acudir al
gimnasio y zurrarse los miembros en desaforadas
calistenias, algo tan viejo como la ruda y que ya hacían los griegos, y
también se morían, unas veces se entrega uno al vino, y que viva Baco y muera
Afrodita, pero a veces me da comezón por leer. Tengo el chiscón lleno de
golletes del tinto de Valdepeñas y de tomos que le compré a Riudavets. Me
pasado la vida borracho de libros y de vino de la ribera. Tanto unos como otros
te colocan. Son mis dos grandes vicios. Debe de tener el hígado como un balón
de reglamento y la mollera hecha puré. Pero eso que me llevo por delante. La vida
ha sido para mí soplar- en el mejor sentido de la palabra- y leer. Leo y bebo,
luego vivo y fumo. Descartes no falla, pero hay muchos que viven como si
hubieran vuelto a nacer tras reciclarse, y yo excogito que no todo lo han
descubierto los americanos. Faulkner, Hemingway me parecen una perdigonada, un
farol que se han tirado los críticos; no pasé de la quinta página del AViento y la
Furia@ y el AViejo y el
Mar@ me resulta
un pegote. Tienen un estilo fúnebre como
si pensaran estarse dirigiendo al lector postrimero del mes postrero viajando
en el último vagón del tren del Apocalipsis.
Me he enterado a veces yendo a Moyano de la muerte,
la ruina o la separación de los amigos, por los libros que se exhiben en el
revoltijo de Alfonso. Cuando uno se divorcia, se va América o la Casa Grande
del Este, esto es, para La Almudena, vende los libros. Las casas se deshacen
igual que las bibliotecas y de eso sabe algo el ínclito Riudavets. La furgoneta
con las personales pertenencias y papeles del difunto suele ir detrás del coche
de respeto. Todas las glorias humanas acaban en el trapero. Aquí todo es
mudanza. Las viudas de nuestros difuntos pronto se vestirán de alivio.
A través de él, supe de la muerte de un querido
colega, González Yuste. Fue el primer corresponsal en Londres del APaís@. Era un
muchacho serio, que vestía chaquetas de ante, mucho más serio del que sería su
sucesor, Juan Cruz, un canario, que era algo tuercebotas, y al que llamábamos
el Polisario por su aspecto de beduino del desierto. Iba siempre con una
mochila de cuero. Y lo que son las cosas: ahora es el mandamás de una
importante editorial. Y Yuste, que era mucho mejor periodista y mejor persona,
se ha muerto. Con él, que parecía un recién graduado de Cambridge, coincidí
algunas veces. Le recuerdo taciturno, puntual, buen amigo, fumando en las
ruedas de prensa. Estaba casado con María Jesús una muchacha risueña, de cara
pálida y con aire de profesora de matemáticas. No había vuelto a saber de
ellos. Por lo visto, dejaron de vivir juntos. Esta primavera después de venir
de la guerra de Kosovo donde había ido a cubrir la caída de Pristina, Juan
empezó a quejarse de un hombro. No duró dos meses.
Compro un libro de Bruce Marshall AThe Fair
Bride@(La novia
simpática) editado por Penguin sobre la guerra civil española. Son las
aventuras de un obispo inglés que consigue burlar a la checa, mediante la ayuda
de una prostituta y de un comisario amigo suyo. Algo descuadernado el opúsculo
lleva como identidad la firma de su primera propietaria (presumo que yo seré el
segundo). Pone en la cubierta un nombre y una fecha. AMi primera novela inglesa. María Jesús. Londres, 17
de abril de 1960". El detalle no
puede ser más entrañablemente doloroso para mí. La historia de este Penguin,
adquirido por dos chelines y seis peniques, privándose de una cena a base de
Yorkshire pudding y leído en alguna posada de
barrio de Londres una tarde de primavera junto a la estufa de gas,
mientras cantaba entre los robles un cuclillo cuyo lamento parecía conseguir
que languideciera eternamente la luz infinita de un sol al bies. Yo también me
compraba este tipo de libros con el dinero de la cena. Si lo adquiría, no podía
irme a tomar la media pinta de bitter al pub de la esquina, que se llamaba AEl coraje@ o, cuando
se apagaba el gas, no tenía para meter otro chelín en la ranura del contador.
Se conoce que
al efectuar las particiones, Juan se había quedado con algunos libros de su
amada. Libro cerrado no hace letrado, pero, incluso abiertos son el mejor
testimonio de nuestros dolores y nuestros sueños. La novela del gran Bruce
Marshall, un artista algo olvidado -este autor escocés fue el introductor de la
literatura católica en Inglaterra y no Graham Green- fue adquirida poco antes
de que los Beatles, aquellos escarabajos benditos, cuyas melodías siguen
ocupando las más íntimas recámaras del corazón empezasen a echar el vuelo, en
los inicios de la gran movida psicodélica londinense de la cual algunos
privilegiados fuimos testigos. Ya ha llovido.
Han pasado casi cuarenta años. Mis pupilas se bañan en lágrimas. Es cierto lo que dijo
el clásico de AVerba volant. Scripta manent@. Los
escritores, los periodistas, de mayor o menor fortuna o renombre, no somos más
que polvo de estrellas perdidas en la inmensa galaxia de Gutenberg. Pero tampoco hay que hacerse demasiadas
ilusiones. La letra mata y el espíritu vivifica.
A veces he llegado a pensar que los frecuentadores
de la Cuesta somos miembros supernumerarios del Club de Poetas Muertos. Por eso
tenemos algunos de nosotros ese aire tan funeral.
Los cleptómanos no faltan, pero esos no suelen
llegar a Riudavets. Cleptómano dicen que era Azorín que fue el que arrampló con
las exquisiteces que aun quedaban en la Cuesta. Si se da el caso, Alfonso
Riudavets los trata como se merece, sacando el pecho de ese sargento de
caballería que lleva dentro y les pone pronto en su sitio.
-Pero )no le da vergüenza oiga a usted?
-Es que...
De todas suertes, la pletórica cuadrilla de
silenciosos contumaces que hace corro en torno al rátigo de libros de montón
llevan muchos de ellos el signo en la frente Ahic jacet@ y un R.I.P. sobre sus frentes. Pertenecen a una
raza especial entre las vultúridas bibliográficas. Agitan sus manos con rapacidad. El pico lo
tiene curvo y hay algo de duerno donde
estas almas solitarias se hartan de un afrecho espiritual que no tendrán en
ninguna otra parte. El libro de lance
nutre a esta peculiar clientela de eremitas literarios, que hacen penitencia en
el yermo de los sueños, que leen a los que ya no son, rezan por los que no
rezan y pertenecen a un cuerpo místico cuyos miembros crecen en la libertad.
Tanto el ojo de Ra como las dulces palabras de Nuestro Señor Jesucristo se
guardan en estas tecas o relicarios de letra muerta. El Dios verdadero vive en
ellos.
A los lectores incorregibles se nos va poniendo con
el tiempo cara de lechuzas. Como si por
esa vía se nos estuviera contagiando la sabiduría nocturna de Minerva. Lo de
los buitres no es más que un decir. Parece que leyendo y manoseando libros(hay,
incluso, un placer casi venéreo al pasar los dedos por los lomos granulados de
un cantoral monástico o alguno de aquellos tomos que publicaba Aguilar) vamos
tirando en la vida. Muchos de nosotros somos ya hombres sin amor.
Acudir a este sitio por las mañanas de sábado cuando
se ofertan libros a 25 pesetas (el resto de la semana a 100) recuerda algo del
instinto cinegético de la condición humana. Los hijos de Adán llevan dentro un
cazador. De liebres, de rebecos, de señoras, y, cuando no pueden porque les
fallan las fuerzas, de libros de viejo. Encontrar un texto raro proporciona una
placer equiparable en cierta medida con el de la caza. Es como cobrar una pieza los podencos de nuestra
rehala han venido persiguiendo por el campo.
Cada uno va metiendo los tomos que están al relente
en una escarcela o los selecciona en un montoncito propio al lado de los
aligustres que sirven de zarzo al bulevar. Tienen todavía que orearse un poco
más. Cuando termina la requisa, el dueño les pregunta:
-)Cuantos hay?
-Me llevo cuarenta y cinco de una tacada.
-Mil cien - contesta
sin pestañear y sin tener necesidad de echar cuentas. Se le dio siempre
a Alfonso bien el cálculo mental - en número redondo. Te perdono cinco duros.
Si queréis verlo hecho un energúmeno, ir a pagarlo
con calderilla. Es capaz de pasaros la pluma por el pico y las perras por las
orejas.
Ah Riudavets, que grande es, el padre en esta hora
de todos los huérfanos de sueños imposibles, de los que acariciaron la
voluptuosa idea de ser famosos y de brillar astros con luz propia en el
atrabiliario universo de la fama, donde fosforean tantos planetas con luz
muerta. Él, verdadero buen samaritano -
un buen judío, en definitiva- con sus regañinas y catilinarias pronunciadas en
voz de falsete nos ayuda a portar la cruz de la incomprensión.
- Soy un perdedor.
- Pues que te den por el c. No te quejes que otros
están peor.
- También es verdad.
-)Cuántos hay?
Es la frase preferida del librero y también AOiga que yo no soy un pobre@ cuando nota
que alguien trata de darle monedas de vellón o incurre en una de esas
desconsideraciones veleidosas hacia la gente que vende en la calle. Hay que ser
un poco masoquista y desplegar enorme paciencia para poner un puesto. Sus
maneras, empero, son las de un señor. Un dios bajado del Olimpo. No se digna de
contar nunca los ejemplares que acarrea el cliente. Le basta con su palabra, no
faltan rácanos, desde luego, pero él posee una intuición o gracia especial que
le vacuna contra los timadores y sabe
con un abrir y cerrar de ojos quien le engaña y quien no.
(Ay ese golpe
de vista de Alfonso! Esos ojos flavos detrás de unas gafas de vista cansada son
de los de un lince; ven crecer la hierba.
Manolo
Carrión dice que es un hombre muy bueno y muy listo. Lo de la inteligencia no
se los discuto. En cuanto a lo de la bondad tampoco, pero la disimula. Y es
seguramente porque no quieren que lo tomen por tonto, y él de tonto no tiene un
pelo.
Con su oronda
humanidad representa él solo el alma de la cuesta de Moyano. He sido un cliente
suyo de los más adictos a lo largo de cinco lustros. Eso no me da ninguna
prerrogativa, aunque me deja que le hable si está de buenas, y sin que sirva de
precedente como él mismo dice, pues no es hombre que se ande con muchas
contemplaciones. Algunas veces resulta brusco, porque, cuando se ha levantado
de mala leche, sabe ser punzante y quisquilloso, pero la mayor parte de los
días su talante es avuncular, jocundo y
risueño. Por supuesto, no tolera pelmas.
Puede resultar obsequioso pero sin servilismos. No
sufre a los tontos, y menos a los pedantes, pero le hacen cierta gracia los
periodistas. A los escritores fracasados les trata a patadas. A muchos
políticos los pone a parir.
A mí que me han ido echando de todas partes encontré
siempre refugio perentorio en su caseta en conversaciones terciadas que ni iban
a ninguna parte, ni duraban una tarde. Hablábamos a voces de política. Nunca
disimulé ante él mi franquismo incorregible. ARiuda@- como le llamamos sus mejores amigos haciendo una
carambola con las palabras en las que late alguna semántica porque lo que vende
es más viejo que la ruda- seguía mis discursos con sus ojos profundos, color
miel, unos ojos que tienen más de magistrado de la Audiencia o de catedrático
de Lógica de la universidad que estaba en la calle ancha de San Bernardo, que
de subalterno de la literatura, pero sin comprometerse y no es porque sea un
tránsfuga al uso corriente. Posee el arte de escuchar y de replicar, porque en
sus momentos insufribles se muestra muy suelto de lengua. Sólo dice la verdad y
la verdad duele.
Un individuo de talante tan hispánico le vendría
como anillo al dedo a Gracián como referente de su apotegma AEspañol soy
hasta la gola, que la libertad siempre fue española@.
Ese es Alfonso Riudavets. Español hasta las cachas.
Un hombre de una sola pieza. Hay algo de berroqueño en él. Con su calva
profética y su hermosa y escultural cabeza, ese cráneo braquicéfalo de las
deidades olímpicas, como la de un busto romano, y una bondad natural que trata
de envolver en dosis acíbar. Como el país es áspero de por sí no puedes hacerte
turrón del blando. Te comerían si no. Y esa debe de ser su filosofía, porque
Riudavets, que perteneció al Frente de Juventudes, y sigue teniendo esa veta
republicana y algo anarquista de la Falange, no se define, pero creo que toda su
familia es de abolengo menorquín, monárquica y muy de derechas de toda la vida.
Ocupó puestos
importantes entre los domésticos de la Casa Real. Fue siempre gente del rey,
aunque con Ansón ni se habla. Eran los suyos aposentadores, cocineros,
carpinteros y hasta dieron a algún húsar para la guarda de palacio. Así empezó
también la familia de Don Francisco de Quevedo. Pero estas coincidencias de
origen áulico puede ser que no sean sino suposiciones mías, claro está.
Nunca se
sabrá de qué pie cojea. Nadie lo podría encasillar ni definir. Si hubiera un Partido Justicialista aquí, a
él pertenecería el bueno de Alfonso porque me consta que el don más preciado
para él es el de la justicia. Prefiere que le llamen justo, que no justiciero,
antes que bueno. No es uno de esos libreros untuosos que pasan la mano por el
lomo del cliente, para sacar tajada. La adulación y el servilismo le ponen muy
nervioso.
-Si me roban, que me roben, joder.
Ahora bien, no permite el regateo, porque fue ya
desde mozo muy tirado para adelante.
Tarifar la mercancía y pujar por las bravas le parece gallardía. No es
de buen tono almonedear entre caballeros. Como Riudavets diga mil duros, ésa es
la fija: veinte mil reales tendrás que apoquinar si quieres el libro. Tampoco
se fía, aunque a mí, por caso excepcional, algunas veces me ha dejado llevar
género en rahína, aunque no hipoteque por tu cara bonita y al allá que te va.
Pero sin abusar, como él dice. Es Riudavets el tratante más legal de libros al
menudo y al por mayor que en Madrid podrá echarse uno a la cara. Tal vez peque
por defecto. Demasiado rectilíneo.
Nunca ha
engañado a nadie. Le gusta ponerse a la faena con un blusón gris lo que le daba
un aspecto de bedel, de sargento de semana en un escuadrón de la Remonta, de
capataz, o de rabadán de los largos rebaños de la mesta de la cultura, pero,
cuando le miras a los ojos a Riudavets, ves allá dentro a todo un señor, que es
lo que es. Antes, cuando estaba más gordo, se traía un aire a Alfo Frabizzi,
aquel actor italiano que hizo las delicias de nuestra adolescencia, pero desde
que Conchita, su mujer, su musa y su hada buena, lo puso a régimen, se ha
estilizado un tanto su aspecto doctoral.
Hay días que me ha recordado a Moisés bajando del
Sinaí ante una multitud de impenitentes bibliómanos y de mozos de cuerda, que
aguardan apostados detrás de las acacias municipales a que abra su chiringuito.
Tampoco le vino mal dejar la cigarra. Se fumaba a veces dos paquetes de
Bisonte, aquel rubio mataburros que se ha llevado a tantos de nosotros por
delante.
Con su mandil de ganapán acierta a tratar lo mismo
al rey que a uno de los múltiples vagabundos que recalan por Atocha y aledaños.
Y él lo lleva muy a gala eso de ser jornalero de la cultura.
Pero, ya digo, cada hombre es un mundo y portador de
un misterio inalienable dentro de sí.
Durante unos años en su tabuco al lado de las
limpias acacias que plantó la República se escuchaba el ronroneo machacón de
esa radio tan pobre y unipersonal, pero electrizante, en programas que parecen
dirigidos a porteras conducidos por los Midas de la comunicación,
los reyes y princesas de las mañanas de nuestra democracia hortera. Escuchaba a
del Olmo porque decía ser de derechas. Pero el ánima de una librero de raza
tiene que ser alborozada, multilateral y escéptica. Hoy ha mandado al cubo de
la basura a Del Olmo, que ya es el colmo y a veces resulta pesado de tanto
escucharse a sí mismo, al transistor, y a las derechas, y sólo le vemos
acalorarse cuando habla de Asu@ Real Madrid.
Le hizo socio del club blanco don Santiago Bernabéu, y debe de ser una
de las filiaciones con más solera, pero tampoco de eso quiere hacer alardes.
Debe de ser por aquello de que no hay mal que por
bien no venga. Si el personal leyera un poco más y muchas de estas joyas
literarias que se exhiben en Moyano estuvieran
a su precio justo, a lo mejor hubiésemos vuelto a las andadas. Quizá una
de las claves de su éxito haya sido encontrar acomodo en el carro de los
vientos que nos llevan a no sé dónde. Hoy se ha puesto de moda lo Alight@. Estamos
instaurados en un sistema que paga el Deutsche Bank.
Es uno de los seres humanos mejores y más originales
que uno puede toparse en esta ciudad aséptica y cosmopolita. Los ingleses
dirían Athat he is a
whole character and a man for all the seasons@, un personaje redondo, un hombre para todas las
épocas. Un genio tal vez de la venta de libros de segunda mano.
La clave de su popularidad y de su éxito estribe
quizá en haberse ceñido a su oficio sin alharacas. Conoce los libros como nadie
y sabe lo que dan de sí, pero, vacunado
contra la pedantería, él parece siempre por encima del bien y del mal. Muestra
un desden olímpico hacia los predicados humanos y a veces los libros, aunque
mucho los ensalcemos, no son sino vanidad de vanidades, verdura de las eras que
diría el clásico.
Riudavets,
que es un sabio, pone de manifiesto este desprecio hacia las cosas superfluas
con su conducta.
Pero lo que yo he tratado de bosquejar aquí ha sido
una semblanza, no un panegírico. Y me parece que he escondido sus defectos, que
también los tiene. Por ejemplo, un genio insufrible. A mí me ha llamado de
todo. Una vez, como sabe de mi afición por la literatura eslava, me colocó el
epíteto de archimandrita.
-Eso es una lisonja, Riuda. Ya quisiera yo que me
nombrasen obispo.
A veces incluso hemos discutido, con la misma forma
que discutieron González Ruano, que se pasaba los días con un café en uno de
los veladores más codiciados y don Pepito el del Café Gijón. A veces hasta
llegué a formular el propósito de no volver aparecer por su tendejón. Pero la
cabra tira siempre al monte y a de mí tiran los libros, pues en ellos vivo
enterrado, amando esta sepultura cálida de papel en la cual me evado hacia mis
muertos, héroes de hazañas fenecidas. Se hizo materia y carne en mí aquel
quevedesco aforismo de Aescuchar con los ojos a los muertos y andar en
perenne conversación con los difuntos@, y quiero advertir que nada menos lúgubre, pocas
cosas más vivificantes que la literatura. Aunque sean pocos los preparados para
este yantar de ambrosías espirituales. No se convoca a todos ni todos los días
al banquete de los inmortales dioses.
)Y qué es
esto? Letra muerta, al fin y al cabo. Pero, cuidado. Haciendo corte de manga a
las leyes universales de gravedad, y unidad de espacio y de tiempo, que nos son
más que convenciones y formulismos, y por otra parte los libros te acercan a la
memoria del ser infinito. Dios es Memoria, y Billy Gates, ese demiurgo con
sonrisa de Mefistófeles lengua del cenáculo y puede que también confusión de
babel, ha tratado de copiar ese atavismo, aplicando a la cibernética toda la
teoría de la relatividad de Einstein. Son los libros mi viático y mi
propedeútica. )Qué sería yo sin ese paraíso que ha sido para mí la Cuesta de Moyano?
No he cumplido la resolución de no volver. Cuando Alfonso Riudavets está de incordio, no
hay que hacerle demasiado caso. Luego se le pasa. Los libros dan
satisfacciones, pero no faltan disgustos, y crean humores intercadentes entre
quienes los manejan. Que viva Don Alfonso Riudavets.
Millán
Sacramenia Artedo
10 de diciembre de 1999
LAS CORRUPCIONES DE TORBADO Y LAS MÍAS
El ABarbas@, uno de los personajes de ALas
Corrupciones@, la novela
que define a la generación del 68, con tanta fuerza y certinidad literaria como
pudiera ser el caso de La AColmena@ con respecto a la quinta del 36, que pasa por buque
insignia de la brillante escuela de postguerra- constituye el personaje mejor
definido de esta gran novela de Jesús Torbado, al que silencia aposta y
ningunean los mandarines de la literatura mala leche ligera[1],
plagada de tópicos, lugares comunes y de autores extranjeros. Aquí mandan los
de siempre. Son los hijos de Julián Marías, no los de María (ya quisiéramos)
los que manejan el cotarro.
Conque y a pesar de todo, supo Torbado situar al
hijo de sus sueños bajo una perspectiva profética, al retratar a un comunista
español, hijo de papá, que hambrea y hopea su anhelo de aventura y su picaresca
por la orilla izquierda del Sena. Quiere conseguir una beca para universidad
Lumumba de Moscú. Deja aparcado su deseo y cambia la dialéctica de Marx y Lenin
por los trastos de reproducir. Se convierte en gigoló. A cambio de los favores
sexuales a una señorona se olvida de sus ideales de reforma de la injusticia.
He aquí todo un Romeo al que sólo le faltaba el
Alfa, que le compra su entretenida, para lograr las metas que se había fijado
para esta vida. La señora baronesa lo viste de punta en blanco con trajes y
fular de Pierre Cardin. Ya no quiere ser comunista. Cambia sus inquietudes por
un descapotable. Y a vivir.
En el ABarbas@, Torbado acierta a columbrar las entretelas de una
corriente subterránea. En su héroe traza la etopeya de un tránsfuga, sin
ideario fijo, amoral, pesetero, ambivalente, y siempre bien instalado en el
flujo de la corriente. Es la herencia del pícaro que recorre toda la literatura
española. Nos fuimos a París, pero lo de cambiar el mundo no era más que una
añagaza. Lo que en realidad queríamos era subir, medrar, la conquista del
poder. Sin embargo, hubo entre ellos algunos, entre los que me cuento, que no
quisimos vender nuestra alma al diablo. Vale más nuestra dignidad que un plato
de lentejas.
Sin embargo, el Barbas supo evolucionar desde las
barricadas de la contestación a un lugar al sol que más calienta, como son las
sillas ministeriales, los cargos y los centros de poder. Su metamorfosis es
metafísica. Su personalidad, absolutamente del tiempo que nos ha tocado
vivir. Abundaron las metempsicosis, los
cambios de sexo y de pareja. Aquí el que no corre vuela. Torbado estaba, a lo
mejor sin proponerselo, haciendo la prognosis de la Transición Gloriosa, y, tal
vez, radiografiándose a sí mismo.
En un guateque en una buhardilla, con picú,
extranjeras que se daban bien, ginebra de garrafón, amor libre en plan alfombra
y vomitonas sobre la colcha, a este personaje lo dan de hostias. No hay cosa
más tragicómica que cuando a los que en amor siguen el mal consejo de Onán se
les pone en cama redonda, saben que la simiente nunca ha de ser suya. Habíamos
quebrantado la ley del Alevirato@ y hubimos de atenernos a las consecuencias: a una
condena bíblica.
El que le solmena es precisamente un inocente, un
partidario de la no-violencia. Un ex seminarista. En esta generación todos
hemos empezado por un ex, lo cual hace la composición de lugar de tanto
acontecer. Como prueba que nuestro destino se halla en las estrellas, si mi
primer coche fue un seiscientos que empezaba por seis, seis, seis, el segundo
un Miraflores rematado en el sufijo fatídico de Aex@, venía a demostrar que yo soy miembro de la
generación x. Todo lo nuestro es una incógnita, como la distancia de pi, que
sigue sin resolverse. Según los logaritmos la penúltima letra del abecedario
engloba todas el enigma del espectro. Hemos sido la promoción del Enigma,
pasamos por esta tierra como una leva desconocida, pero dejemos de fantasear.
A un tercer
grado cáustico nos someterían las perversas fuerzas del hado. Novelar es
dominar, hallarse en posesión de las riendas de la creación. Por eso, los
grandes escritores y poetas consiguen arrebatar a los dioses el fuego sagrado,
quitarles algo que es privativo de su preeminencia ontológica: la facultad de
hacer y deshacer cosmos a capricho. Torbado pertenece a esa estirpe de
privilegiada casta de artistas capaces de sacar vida, insuflar alma al puro
caos. Tienen la facultad de articular mundos con vida apropiada, y hombres que
echan a andar bajo la carpa de cielos hialinos o emplomados, que se aman y se
destrozan, viento que alienta, rosas que huelen, y ríos y montañas que no son paisajes
del belén sino verdaderas cimas y abismos.
Llevan dentro esa carga de tracción de sangre que echa a andar a los
buenos percherones literarios. Resultado: el transporte onírico, y,
eventualmente, el agarrar por la punta del pelo al lector subiendolo en
volandas al Carro de Tespis, que florezca la tierra y rían los cielos con
carcajadas definitivas, hacer que pierda su horizontalidad de bípedo (hay
algunos que aun se arrastran a cuatro manos), levantarlo camino de las
estrellas, y conducirlo a otros mundos. Eso es ángel. Algo que los dioses que dan gratis y reservan
a unos cuantos afortunados, de lo más escogido del Huerto de las Musas.
José Antonio Fernández, el protagonista de la
inmensa novela río, con una traza argumentativa
potente y congruente, nada light, ni vino flojo ni suelo arijo, sino un
peso pesado del arte de contar, siguiendo los pasos de Flaubert, Maupassant,
Tolstoi, Dostoievski o Somerset Maughan, es quien le cruza dos sopapos bien
dados al lechuguino. Estaba como poseído por esas vehemencia paulina del que
acusaba haber practicado esa gimnasia mental escolástica, con la que se
preparaba para ser atleta de Cristo. Quizá todavía un mínimo de decencia
conserve, a pesar de las corrupciones a las que es sometido. )Corrupciones
o confesiones? Es una secuencia de deterioros ambientales y de valores que
están cayendo en picado: la Iglesia inmersa en la crisis más grave de su
historia, la familia que empieza a dar síntomas de agotamiento, la sociedad, el
sindicato, la amistad y el amor. No ya meramente hay moros en la costa, sino
que ya ha entrado toda la jarca.
No arremete a
su amigo porque haya pretendido quitarle a su novia griega, sino porque ve en
el Barbas reflejado su propio desencanto. Le grita, lo zarandea, pero, al
hacerlo, se está zarandeando a sí mismo. Esta es una historia a caballo entre
la esperanza y la desesperación, espejo de un tiempo de juventud inconsciente y
generoso, vivido al calor de la bohemia. Al igual que en la novela de Melville,
este Moby Dick de la revolución de terciopelo se mantiene incólume en medio de
la marejada de corrupciones y, consecuente consigo mismo, acaba defenestrandose
desde lo alto de la Torre Eiffel, cuando llega a sus manos un mensaje del padre
de su amada, Anika, desde Estocolmo, anunciandole que ésta había cometido
suicidio. ASelbstmord@ es la
palabra que retumba en sus oídos igual que una maldición y la voz de la
conciencia que dice: @yo la maté@. Se trata de un conjuro del destino formulado
contra él.
AUbi sunt?@.)Qué fue de
aquel furor de vivir? )Dónde fue a parar tanto frenesí? )Qué se hizo
de tanto galán? Pienso que alguien se ha encargado de rebajarnos los humos a
todos nosotros. Os pasarán la pluma por el pico. Al diablo todo. Cohen Bendito,
aquel Daniel el Rojo, inspirador del levantamiento del mayo francés, no era más
que un tigre de papel, aunque nos pareciera un atlante por entonces. Hoy está
instalado. Ficha cada mañana en Francfort en las oficinas de una multinacional.
Joan Baez es una estrella que se ha extinguido. Los hippies de MacKenzie no
llevan su oblada de flores a San Francisco. Se ha acabado lo que se daba, se
rayó el disco, y nosotros con él. Otros han muerto.
Parece que
José Antonio Fernández lo adivinaba. Los
cisnes se han transformado en gansos y esos ánsares no hacen otra cosa que
graznar con gemido lúgubre. Ahora los arúspices recogerían en un cartulario
magnético el registro de tales vibraciones proféticas. Este libro crea una
tensión elegíaca dentro de mí.
Trataré de explicar a humo de pajas el argumento: un
novicio dominico, que, por lo que describe, debió de ser el de Caldas de
Besaya, Cantabria, donde también profesó Torbado (las mejores novelas son las
que tienen un apoyo autobiográfico) cuando declina su vocación descubre que la
vida no es digna de vivirse encerrada en un silogismo, por la sencilla razón de
que carece de lógica. Es indomeñable. Los universales no abarcan los
particulares como pretendían las súmulas tomistas en su estética aristotélica
tan bella como inalcanzable. Era una dialéctica como hecha para ángeles no para
hombres. Resultaba todo tan excesivo, demasiado para que lo aguantasen cuerpo y
alma sin enloquecer. Nuestras almas y nuestros cuerpos no estaban hechas para
volar. Todo lo más para caminar al trote. O al paso ligero que nos marcaron en
la mili, a las voces del sargento.
Así pues, como resultado, al cabo de una crisis
religiosa, Fray J. Antonio descubre que no se llama ni José Antonio ni
Fernández. Había nacido en un hospicio y era expósito. Seguramente de origen
húngaro. Sus padres adoptivos lo habían metido a los diez años en aquella bella
jaula de oro entre montañas y aguas termales. También descubre que tampoco
tiene vocación. Un enamoriscamiento primerizo con una muchacha del pueblo
durante unas comedias que echaron los seminaristas en jornada de puertas
abiertas, por vísperas de Reyes, tuvo la culpa de esa decisión. Las escenas que
describen la evolución de este primer amor son un dechado de delicadeza
literaria y de penetración psicológica, un caso de precocidad genial, porque Torbado
escribió esta obra maestra a los diecinueve años. Todos los españoles hasta
aquella generación nos enamoramos o en las comedias, o en un baile de candil o
en el paseo por la Calle Real. Los noviazgos con chica formal habían de ser
largos, pero tampoco faltaban los fogonazos de amor a primera vista.
De remate, cuelga los hábitos y se planta en Madrid
con lo puesto. Aun se le notaba al marchar, como a todos los ex seminaristas,
esos andares desparramados en pie valgo de curilla, el pavor ante los desconocido,
la falta de desenvoltura para con las mujeres, y esa alma como bisunta que
tiende hacia la vida ordenada y al ocio contemplativo pero sometida a las
exigencias de la carne. Producto quizás de una mala educación sentimental. Para
conseguir la pureza, nos decían, fijate, nada mejor que el miedo al infierno,
las duchas de agua fría, y una alimentación a base de judías verdes, mucha
lechuga y, alguna vez, de cena, huevos con patatas fritas.
No se puede vivir con el alma partida, nadie puede
amar a Dios sin conocerlo. Lo que instiló e deseo de conocimiento fue el amor
divino reflejado en sus criaturas. Resulta que el pobre J. Antonio era un
místico. Este personaje de Torbado me ha servido de espejo al cabo del tiempo.
En este libro me monté, cual si de cola de escoba de bruja se tratara, en la
moviola retrospectiva del tiempo; un paso atrás y el espejo me ha devuelto
color mate una imagen que casi ni reconozco, pero atravesada de fulgores
lancinantes. Soy yo mismo.
Si la verdad
está en los números, lo vividero hay que pasar a buscarlo a los libros.
Era un místico a redropelo, un anacoreta a destajo y
en contra de su voluntad, que lleva su soledad en el desierto de París, después
de su amarga experiencia de rebotado y de menestral español a lo que salga. Había
trabajado en la construcción de casas baratas, y, como nadie puede pisar su
propia sombra y el destino te talla a ti, que no tú a él, el escritor Torbado
estaba designado a comprarse un piso con el dinero que le dieron con lo del
Premio Alfaguara.
La palabra nos lleva a donde quiere, y aboca con
frecuencia al descubrimiento de nosotros mismos. José Antonio desconocía fuera
un místico. Fue ese idealismo panteísta que aprendimos en la celda con el
pensum y los himnos marianos, esa sed de universales a través de particulares
en tardes de melancolía infinita, el que abrió los postigos de los claustros.
Los seminarios quedaron vacíos. Vino una barrida, sopló el viento del desierto,
y nos pusimos todos en movimiento. )Lo del 68 fue un movimiento o una movida? Que
alguien me lo explique.
Partimos en busca de un punto de fuga, un asidero de
la palanca, pero tampoco, al otro lado de las montañas cuyo perfil
contemplábamos tarde tras tarde desde la ventana del estudio, había pestillos
ni palancas. No había risueñas lontananzas y todos los países venían a ser lo
mismo. Sin embargo, el viaje, desde el genero de novelas de caballerías, es el
motor que hace andar el carro. La literatura es una escabullida jalonada de
insensatez maravillosa. Nos invitaron a vivir nuestro propio cuento de hadas y
no declinamos la oferta aún a costa de pasar hambre y arrostrar toda clase de
peligros. No pocos quedaron atrapados en la vorágine.
Allí no
estaba la arcadia ni el paraíso de los caballeros andantes. No había orden ni
concierto para los que nos pasamos la infancia creyendo en la armonía de las
esferas y la congruencia de todo. Nos dimos cuenta que habíamos vivido
demasiado arropados y protegidos una vida que no era nuestra al sesgo de una
disciplina y un horario a ritmo de campana. El mundo se estaba haciendo añicos
y nosotros vivíamos arropados al caloricio de un sistema de valores injerto en
la edad media, que no se correspondía a la realidad del momento. El
hilomorfismo aristotélico no explicaba la realidad que se avecinaba. )Materia y
forma compatibilizan pero no constituirán una antigualla en el siglo XXI? )Dónde está
el alma? Habíamos sido adoctrinados en una trascendencia que nada tenía que ver
con el día a día del hombre de la calle. Teníamos madera de apóstoles, pero
acabamos repartiendo leña, o nos la dieron, en las manifestaciones contra los Agrises@. )A quién
ibamos a evangelizar nosotros pobres diablos ignorantes, que de la vida nos
sabíamos de la misa la media, y nos prepararon mal? No obstante, aquella
generación conoció un tiempo de grandeza genial. La primera medida congruente
fue colgar los hábitos antes de que el concilio vaticano proscribiera la
sotana.
Pero el simún aquel que ya soplaba se llevó nuestros
bonetes, nuestras tocas y nuestras esclavinas. Se manchó en los cenagales de
Pigalle, el Soho o el St. Pauli el fajín azul, símbolo de pureza, que un día
nos entregaron para parecernos más a la Inmaculada. Haría volar aquel viento
del desierto las páginas del Errandonea y del Raimundo de Miguel, que uncieron
nuestras vidas a la subyugante latinidad. Aquel viento tiró por tierra nuestras
torres airadas, arrastró camino del valle nuestras becas rojas de estudiante y
las hopalandas conventuales, colándose por los resquicios del alma. Algo nuevo
estaba a punto de empezar. Pocos ciclos históricos hubo tan sometidos a aquella
presión demoledora de la acción secular que en poco más de dos décadas todo lo
trastocó.
Se acabaron los paseos interminables por los
vericuetos extramuros y los lozanos campillos en mediodías de tedio y sequedad
cuando ibamos y veníamos al lado de las murallas, y con ello los regímenes de
visita de nuestras madres con la muda, el talego con el matute para reforzar
las calorías de aquella pitanza conventual que era rancho cuartelero y a veces
pre de cárcel, mientras rezábamos a la Madona de los Tránsitos que nos
amparase. No habría en adelante más visitas al sagrario y una hora fija para
alzarse y acostarse. Ni registros de conciencia al terminar el día, ni retiros
a fin de mes, ni aquellos ejercicios espirituales cada año que daba un fraile
especialista. Siempre eran los mismos gritos, las amenazas del infierno y el
numerito de mostrar la calavera encendida mientras se apagaban todas las luces
de la capilla. El efecto sobre nuestras blandas conciencias fue terrorífico. Y
no es porque yo lo diga pero unas cuantas sesiones descriptivas de penas del
infierno tampoco nos vino mal psicológicamente.
Hoy, desparecido el Leteo, las hartonas de la tele
lo han substituido por colesterol, cáncer, enfermedades venéreas y los kilos.
Antes los diablos eran todos
esqueléticos. Ahora se nos muestra a los condenados como pobres diablos
rollizos y que, para colmo, fuman. Seguimos sin haberle ganado a la muerte la
partida. Sin embargo, por aquellos días )cómo comprender tanta muerte cuando aun no habíamos
empezado a vivir? El miedo guarda la
viña. Predicando sobre ella constantemente se nos tenía sujetos. Pero
también nos estábamos volviendo unos
desquiciados. Tiempo adelante, se nos abrirían los ojos. Llegaríamos muchos por
nuestra cuenta al convencimiento de que el Dios que nos planteaban los jesuitas
no era sino una caricatura de sí mismo. Se trataba de un Dios muy burgués:
personaje cominero, mensurable y contable. A tanto por barba. Si tú me das
esto, yo te doy lo otro. Si pecas de pensamiento, son tres padrenuestros de
penitencia. Si pecas de obra, trescientos, y así, sucesivamente. Era un Dios
fabricado a nuestra imagen y semejanza egoísta, meticuloso y severo, impervio e
infranqueable, particularista y nada coral, lejos del alcance de nuestros
pronósticos y de nuestros desalientos. No era el Resucitado con rostro humano
que luego aprendimos cuando nos curtió la vida. Sin embargo, la semilla quedó
lanzada. A través de aquella horma en la que nos metieron fueron moldeando poco
a poco al Cristo sin prejuicios, señor de la historia. De forma imperceptible y
sin casi quererlo nos fueron introduciendo en el amor y el conocimiento del
Gran Rey. Los jesuitas, contra los que nos rebelamos, consiguieron que
dejásemos de ser rahez para convertirnos a la casta del cielo, en raza de los
elegidos. Tampoco era la culpa de aquellos pobres sacerdotes, si tuvieron
fallos. Como dice San Agustín nunca te quejes ni preguntes qué es esto ni por
qué. Porque eres hombre. Ellos nos dieron lo mejor que tenían, con lo poco o lo
mucho que sabían. Fue justo que quedasen vacías las aulas de los noviciados y
que sobre Roma lloviesen en avalancha las peticiones de secularización.
No obstante, en medio de la tempestad y flotando
sobre aquella borrasca de crisis interiores
lucía perenne la llama del fuego sagrado. Ahora, al cabo de mucho tiempo
y con costurones y heridas en el alma (dejamos la piel en el combate) se
presentan ante el mundo y sus vanidades los que una mañana de Témporas dijeron:AAdsum@. Entonces
no comprendieron el sentido de su convocatoria; ahora sí. El vínculo sacerdotal
es permanente. Esa promesa de servidumbre al Cristo total formulada ante el
obispo nos ligaba bajo juramento a un hermoso proyecto soteriológico. Aquel día
nos habían atado las manos. El nudo no se podrá ya deshacer. Es indeleble. Para
el óleo de la unción no hay asperges. No se borra ni con papel de lija.
Me pregunto si no irían metidos en aquella
desbandada general los apóstoles de los últimos días. La cuestión personal mía,
que debe de ser la de otros muchos que se encuentran en mi misma situación,
llega en una tesitura difícil para las Iglesias. )Serán en todo caso las víctimas las que salven a sus
verdugos de antaño? El mundo estaba cambiando. Muchos sabíamos que la solución
no vendría atada a las resoluciones del tan traído y tan llevado Concilio sino
en la reforma radical que la pusiese a cobro de sus enemigos, tanto internos:
la gazmoñería, el clericalismo, como externos: la prevaricación y la
secularización. Intuíamos el peligro de la mano de la frase evangélica Amirad que
portáis un tesoro escondido en frágil vasija de barro@. Cuanto más Vaticano, menos cristianismo. Roma
pecó. Nos sentíamos desamparados; un poco, como los hijos de la noche. Nadie
tiene la verdad absoluta en sus dominios, no se ha formulado la última palabra.
El depósito de la única salvación yacía consignado en el corazón de Cristo, y
era el dracma enterrado que habría que exhumar, pero nosotros con nuestros
altercados y nuestros gritos de aula magna, los anatemas y las memeces
retóricas, tirábamos su herencia por la borda. Mientras nosotros vamos a piñón
fijo, Él mueve todos los resortes. Su
visión del tiempo y el espacio es panóptica, no admite segmentaciones. La
apostasía de las masas fue el paso siguiente al desbarajuste y confusión que
ofrecía aquella tribu de jerarcas aferrada a la letra muerta, que sólo creía en
la perduración de sí misma.
Muy sagaz MacLuhan, cuando dijo que lo que importa
es el medio, no el mensaje. Los obispos tenían un oído muy sutil para
sintonizar con los cambios de rumbo de los vientos marcados en los giros de
veleta. Para percibir las frecuencias de onda de la minoría que dirige a las
mayorías. Por eso, se ponen siempre de parte del fuerte, pero nosotros no
eramos apoderados de renta vitalicia sino los paraninfos que pregonaban un
mundo nuevo, los heraldos del amor.
Las ratas empezaron a abandonar el barco, pero
nosotros, los que nos salimos de aquellos seminarios superpoblados de los
cincuenta y sesenta, seguimos agarrandonos al tablón de una fe visceral y aun
con el agua al cuello nos consideramos los portadores del estandarte del
Paráclito. Si no pudo ser entonces, nuestro sueño podría llegar ahora. Los
dedos divinos hilan muy fino sobre la pleita de la historia. Los plazos del
carisma tienen mayor longura que las tablas con las que operan los
planificadores de la economía. Hubiera sido terrible convertirse en un obispo
al estilo de Setién, otro alumno aventajado de los jesuitas. Aquella dispersión
general, aquel rompan filas que sonaría en nuestras orejas como un gemido de
atabales, o como una contraseña apocalíptica, sólo se entiende ahora de un modo
explícito, al cabo de tanto tiempo. )Dedo de Dios o mera concurrencia fortuita?
Medio siglo
no es nada en la historia. Nos desapuntamos entonces de una organización que
sonaba a hueco, y que quería hacer de nosotros apóstoles cuando aún no nos había
zurrado la badana la vida. Por los rincones en los altares laterales donde
hacía tiempo que se dejó de decir misa olía a gatuno y a pis de vieja, provenía
de no sé donde una emanación agria a rancio sepulcral. Sobraban los retablos.
Nunca desertamos de Xpto. Y cada noche invocábamos a N0S0. El Barbas
al mirar hacia Moscú había oído campanada y no sabía dónde. Amábamos las
iglesias, y no las queríamos destruir, sólo reformar. Nos sobraron agallas para
largarnos a París, o a Londres o a Estocolmo, con una guitarra bajo el brazo,
unos pocos duros y un cartón de ACeltas Largos@ en el zurrón. Desconocíamos adónde ibamos pero
queríamos llegar a alguna parte. La
Estrella de la Mañana guió los pasos de nuestro exilio. Ella es la que salva y
purifica conduciéndonos al hijo. Al fin y al cabo, el catolicismo no consiste
sino en un combinado perfecto de humanismo y de soteriología cargada de
tradición y de símbolos. Constituye la mejor salida ecléctica a los problemas,
porque la palabra Iglesia en su acepción estricta de asamblea, combina
realidades vivas. Es un círculo infinito. No comprendíamos aquel tiempo, eramos
unos caloyos, y, sin embargo, querían hacer de nosotros, nada menos que, unos
presbíteros. La obsesión por la pureza daba frutos malignos. Incluso algunos
superdotados como Pablo y Agustín se las vieron y desearon para poner la carne
bajo férula. Sin embargo, quizás fuera pecaminoso convertir al celibato en una
obsesión. Mandaron que maceráramos nuestras espaldas con flagelos y cilicios, y
a algunos les cantaban las cadenas cuando marchaban en la fila, al arrodillarse
al hacer genuflexión simple ante el Santísimo, al pasar la jarra de agua al
compañero en el refectorio y por las noches, cuando tocaba la campana a
silencio, la obscuridad se llenaba de golpes sordos de las verberaciones. Nos mandaron
comer berros y lechugas porque eran verduras idóneas a la castidad, y las
comimos. Nos prescribieron duchas de agua fría, y nos bañábamos en el Eresma en
pleno enero. Ayunos y penitencias, sin embargo, se mostraban inoperante para
dominar el deseo. Notábamos mutaciones en nuestros cuerpos. Algo nuevo había
nacido.
Una noche de marzo con viento oscuro y denso sentí
la llegada del primer alhorre genésico, heraldo del río de la sangre. Fue como
la fuerza de un chorro caliente en mi organismo. Percibí vergüenza y pasmo, a la vez que una
laxitud indescriptible. ASi te la meneas te vuelves tísico. Además, vas al
infierno@. Hasta
entonces no sabía lo que era una contaminación fálica. Pero todo ocurrió de una
manera involuntaria como un acto reflejo. Acababa de cumplir dieciocho años.
Aquel invierno me había cambiado la voz y apuntaba ya un bozo raquítico que yo
observaba al pasar por algún espejo, así como el crecimiento del vello púbico,
en las axilas y en las piernas. Me gustaba estar solo. Empecé a llevar un
diario y a escribir poemas. Leía novelas inofensivas como la AMeta Soñada@ del P.
Sobrino y APerico en
París@ - los dos
primeros libros con que se inauguró mi voraz apetito bibliófilo-. El ASabor de la
Tierruca@ y el AGonzalo
González de la Gonzalera@ que tenían una portada asaz incitante en la
colección Molino (un indiano que trata de seducir a su criada) fueron dos
libros para mi vocación incipiente de lector empedernido, pero sobre todo me
gustaron las novelas históricas como AAmaya@ y AAlfonso VI@. Éstas las devoré en un par de noches en el
silencio y la oscuridad de mi camarilla, arrebujado con una linterna bajo el
embozo. Varias veces me pescaron. Leer después del rezo del ADe Profundis@del acueste,
el salmo que taxativamente jalonaba los actos del día hasta que a las seis y
media volvía a oírse la campana que nos tiraba a todos del lecho, sonaban las
palmadas del presidente de imaginaria e iniciábamos el día con las preces del
himno Aiam lucis
orto sidere@, atentaba
contra las normas del Reglamento. Se cometía un pecado venial. Otros, mientras
yo me enfrascaba en aquel ambiente del medievo, hacia el cual me he tirado
yendo y viniendo la mayor parte de mi vida, puesto que en este tiempo de
navegaciones por Internet mi espíritu sigue vagando por las poternas de un
castillo o conserva una querencia imprecisa a las puntas de diamante de una
muralla encantada, alcázar fuerte de los sueños que no se corrompen, y bebía
los vientos por el ceñidor de Zoraida o me enamoraba de Dña. Urraca, se
entregaban a ocupaciones no tan santas, a juzgar por el chascar de jergones o
los sórdidos estertores agónicos que se escuchaban de vez en cuando entre las
cortinas o detrás de los biombos. Era una forma de paladear nuestra libertad.
Aquel pequeño rincón de nuestra camarilla en medio de la crujía era nuestro
territorio, único recinto personal, nuestro bastión autóctono, y era con
frecuencia violado por el Presidente que recorría todas las dependencias del
seminario de imaginaria con su linterna delatora, que patrullaba la crujía.
Parecía un fantasma dando voces.
ASilencio...
A dormir chiquitos... no hagáis marranadas@. Cada uno podía hacer lo que le diese la gana, pero
siempre acabábamos todos por ser pescados in fraganti por el prefecto, aquel D.
Pedro Recio o algunos de los presidentes, sobre todo uno de los seminaristas
del Mayor, por nombre Eloy, que era un vivo y que se sabía todas nuestras
tretas por haber sido cocinero antes que fraile. Se alzaba la cortina de
improviso y aparecía el superior con la linterna:
-)Qué haces?
-Sólo leer. Estaba repasando la lección de Griego
que no me la sé bien.
-Estas no son horas. )No has tenido tiempo en toda la tarde?
-No, señor presidente.
-)Cómo que no? Encima de infractor, mentiroso.
A los presidentes, aunque no fuesen sacerdotes
ordenados todavía, no se los podía tutear.
-Pues mañana a primera hora te presentas en la
rectoral y luego tres horas de rodillas con los brazos en cruz y dos ejemplares
del Raimundo de Miguel a cada brazo. Cuando acabes, escribirás en el encerado
cincuenta veces: ADespués del toque de oración es una falta grave leer en el dormitorio@. )Estamos?
-Sí, don Eloy.
El diccionario pesaba lo suyo. Se me cansaban
bastante los brazos, se me ponían los dedos perdidos de tiza, pero, dentro de
lo que cabe, mi castigo era menos vergonzante que el de otros compañeros que
habían sido cogidos con las manos en la masa por aquellos sabuesos del Mayor.
Para los que se la meneaban, se orinaban en la cama o se hacían incluso lo
otro, también había un lugar en el testero del estudio general cerca del
estrado. Eran puestos cara a la pared.
Aquí un cagón, allá un meón, y ése de los granos va para tuberculoso
cofrade del A ale, manita@. Llamábamos
más a los cofrades del vicio solitario congregantes del A Alemanita@.
Los
reincidentes eran expulsados. Ante casos de bujarronería, que gracias a Dios no
fueron frecuentes, la verdad, el Sr. Rector cortaba por lo sano. Se puede ser
todo en esta vida menos invertido. Luego supe que aquellas situaciones de
peligro de desvío de la libido hacia la homosexualidad no representaban una
alarma, por más que comportasen un peligro real de giro sexual, y dicen que los
que van no vuelven; se producían, como cosa natural, por el ambiente cerrado,
la represión y el hambre de hembra que suelen ser endémicos en establecimientos
donde no hay convivencia entre los dos sexos.
La sala de lectura tenía tres ventanales que miraban
al norte y seis que miraban al este.
Por unas veíamos machacar el ajo
a las cigüeñas en la casa fortaleza del conde de Cheste, en la rinconera de uno
de los postigos de la muralla donde arrancaban los arcos del acueducto airoso y
esbelto. Estas callejuelas en la parte de atrás de la muralla estaban sumidas
en verano y en invierno con sus altos muros cubiertos de enredadera de una
tristeza y un misterio infinitos. Eran predios de duendes y de almas en pena;
para mí reflejaban la esencia de aquella Segovia mítica y desconocida. Los
jueves, día de mercado, abajo, en el azoguejo se escuchaba el ruido de las
ruedas de los carros y las voces de los paisanos que siempre hablan recio. Un
poco más allá estaba la de los Dávila mirando casi amenazante para la de los
Lozoya y entre medias la espadaña de la iglesia de las monjas dominicas,
recoleta y románica, que no se abría al público más que por Jueves Santo. Por
los otros miradores, a todas horas del día y del año, teníamos una excelsa
panorámica de la estatua yacente orogénica de la Mujer Muerta cubierta de
nieves entre noviembre y abril y de un color violáceo por el verano. Por esa
ruta del sudeste llegaban las cigüeñas, recién pasada la fiesta de San Antón.
Un paisaje
así dominando la panorámica tenía obligatoriamente que hacer de nosotros gentes
soñadoras. Lo mío, al fin y al cabo, no era más que la pasión por la lectura,
pero otros estaban condenados a la vergüenza pública por comisiones menos
inocentes, por pecar contra el sexto, y no de pensamiento que al fin y al cabo
ningún hombre sabe lo que pasa en el hombre sino el espíritu de hombre que está
en él, sino de obra. Habían transformado la potencia en acto. Por la noche en
las pequeñas horas de la madrugada se escuchaban sus jadeos a duras penas
contenidos y el ruido de los muelles del somier que era lo que ponía en guardia
a la vigilancia del somatén de castidad que capitaneaba el bueno de Eloy. Había
manos no tan inocentes como las mías que sólo pasaban páginas debajo del
embozo. A algunos les salían de tanto darle callosidades en el canto de la
diestra o en la de la siniestra, si fueran zocatos, y hasta en las muñecas. La
culpa de todo la tenía el ejercicio del Aale manita@ en el empecinado dale que te pego. No serás ni el
primero ni el último entre tus sodales. Hay que ver la cantidad de compañeros
que hay castigados esta mañana. Las jarras del refectorio se rompían, cascaban
los badajos de las campanas y las cigüeñas seguían machacando el ajo sobre los
tejados de Segovia. Había siempre ropa tendida en los sobrados. AFides ex auditu@. Hacia la
fe mediante el oído. La razón también crea monstruos, como en los aguafuertes
de Goya. Aspiras a un lugar bajo el sol del amor platónico, crees en la armonía
de las esferas y la fuerza de la gravedad te arrastras hacia el lupanar. S.
Pablo y S. Agustín se quejaban de lo mismo. S. Antonio el Grande, lo cuenta
Tolstoi, en un magnífico relato, colocó su mano en la toza y la seccionó con el
destral, pero con la única que le quedaba también le venían tentaciones;
entonces, fue a otro hermano de la Tebaida y le pidió que le diera allí otro
hachazo. Más vale entrar manco en el reino de los cielos que ambidextro. Hubo
otro bienaventurado de cuyo nombre no me acuerdo, pero que está en el catálogo
santoral, que por no pecar se emasculó a sí mismo con una bipenna. Si tu ojo te
escandaliza, arrancatelo. Muy duro esto. En aquellas noches de insomnio,
desvelado y casi febril, escuchaba en rededor sonidos feroces. Era los demonios
que resoplaban. Había un tal Gaillos que era cosa mala. Las manos quietas, Gaillos,
mira que te condenas. Mira que te mira Dios, mira que te esta mirando. )No te da
grima abrasarte en las penas del infierno, Bartolo? Más ni por ésas. Pienso, tiemblo, me
mortifico, pero qué queréis que haga. El impulso es más fuerte que yo. Vas a
acabar en las calderas de tu tocayo Botero, perico. Allí estaré por lo menos calentito
y no me saldrán sabañones, y qué gustico pasarse la eternidad haciéndose una
paja. Amos anda, no digas burradas. Vale ya de tanto paloteo.
Gaillos, más que menearsela, se la machacaba. Sentaba un mal precedente, le cundían émulos
e imitadores por toda la comunidad. Supe a la sazón lo que era el placer
solitario al que nos arrastraba nuestro masoquismo y los cargos de conciencia
que después quedaban. Lo peor de pecar eran las tormentos en forma de
escrúpulos al rayar el día, las angustias de la mañana siguiente, cuando me
torturaba arrodillado en el confesionario e iba a descargar mi conciencia con
el penitenciario sobre si había intervenido mi voluntad en aquellas poluciones.
AProcul
recedant somnia el nocturna phantasmata, ne polluantur corpora@, cantábamos
en el himno de Completas. Sin embargo, nadie puede parar a la naturaleza cuando
el arroyo de la sangre hace acto de presencia. Bienvenido a la vida mi primer
semen. Aquello era como una epifanía, un primer descubrimiento. Entre sofocos y
jaculatorias (me había inventado una Aad hoc@ que repetía mil veces:@Antes morir que pecar, Jesús mío@) cuando me
quería recordar ya tenía mojado los calzones. A los catorce años empecé a notar
ciertas durezas en las tetillas. Mis invocaciones incesantes no eran atendidas.
Dios no me escuchaba. Iría al infierno de cabeza en compañía del pobre Perico
Gaillos. Sin embargo, pecaba y no me moría. La voz interior me arguye de
pecado. Si te mueres esta noche, te condenas. Desde entonces, por asociación de
ideas, que me hacen ver llamas, garios, falos, la crija que pubesce en una
adolescente, y diablos cornúpetas, la noción del sexo viene a mi envuelta con
el pensamiento del infierno. Por convulsión masoquista. Ya tenía ganas de ir
perdiendo de vista al deseo. Y todo esto que es hoy para mí motivo de hilaridad,
doblado el cabo de buena esperanza de la vida y alcanzada la edad provecta, en
el despertar de mi organismo, creo que llegó casi a tararme psicológicamente.
Torbado lo cuenta mejor. Su protagonista, el fraile,
se sentía también indigno de acercarse a la sagrada mesa después de una de
aquellas efervescentes y movidas vigilias en el cuarto a oscuras. (Qué noche la
de aquel día! Es una canción de los Beatles, pero también se ha convertido en
todo un símbolo de nuestra vida órfica, puesto que para tapar aquellos agujeros
nos largamos a París. Si lo confesabas, te sentías mal, lleno de vergoña. Luego
los confesores eran todos un poco ladinos o estaban algo salidos. Te asaeteaban
a preguntas detallistas de tal forma que ir a confesarse resultaba como ir a la
batidora, ponerte bajo el mangual. Te sometías a un tercer grado, y a mí nunca
me han gustado los interrogatorios, pero el padre espiritual lo quería saber
todo con pelos y señales. Era un meticón por no decir otra cosa. Muchos
empezábamos a sospechar de aquellas curiosidades pecaminosas que se gastaban
los que precisamente aquellos a los que
cumplía encauzarte por buenos pasos. Desde entonces tengo a los maricas entre
ceja y ceja. Pero, si no confesabas aquellos nuevos accidentes que acababas de
descubrir en tu cuerpo, te condenabas, cometías sacrilegio. Esas eran palabras
mayores. Hogaño, cuando se vive en materia de moral a años luz de todas
aquellas correncias que mortificaron nuestra adolescencia, en plena borrachera
del sexo, cuando la gente no distingue ya entre el bien y el mal a tal
respecto, y se ha ido al otro cabo la pesa del péndulo, y cuando he descubierto
que hay matrimonios que son un infierno portátil que diría Quevedo y que son
perfectamente justificadas las cauciones de la Biblia contra la mujer, porque
transmiten la vida y también la muerte y llevan el diablo dentro, a muchos
puede que todo esto que cuenta Torbado en su libro les suene a cosas de otra
galaxia.
Antaño suponía para nosotros un martirio como la uña
de fuego o el cepo. Algo parecido al potro, los caballetes, el garfio, la
pezuña de hierro, o la parrilla. Para no caer en tentación, algunos
intensificaban sus mortificaciones. Más ayunos, más duchas de agua helada,
ración doblada de latigazos con las correspondientes disciplinas al acostarse,
el cilicio en el muslo o a la cintura. Mucha escarola en el refectorio. Pero,
nada. Los movimientos lascivos del sueño tenían un poder extraño sobre el
subconsciente. Convenido que la castidad
aúna lo que está disperso, S. Agustín, con su mente sublime y su palabra
candente, quiso solventar el problema con su famosa imprecación: ADadme lo que
mandáis y mandadme lo que quisieredes@, pero en aquel curso ninguno de nosotros habíamos
acaparado la santidad y la inteligencia del que escribió ALa Ciudad de
Dios@. De
poco servían pediluvios para bañar todo
un océano. Aquello estaba cada vez más tieso, era una erección sin pausa. Gaillos fue diagnosticado de padecer una
doble enfermedad que nadie había oído: priapismo y elefantiasis, todo en uno.
Ofrecía deplorable aspecto y ante el
espectáculo de aquel ser deforme había que preguntarse si fue Perico el que
pecó, o fuera más bien su padre.
-Esto es terrible, chiquitos. Paso unos apuros que ni al más enemigo deseo.
)Qué queréis
que lo haga? Pero el urólogo dice que es un acto reflejo.
-)Y qué tal meas, Pedro?
-Fenomenal, chico, fenomenal. Meo como un padre de
la Iglesia, pero que no se me baja. Todo el día, emporrado.
Se le notaba un bulto imponente debajo de la sotana.
Lo tuvieron que dar de baja. El rector le mandó para casa unos meses por ver si
se le pasaba con un tratamiento. Nunca volvió. Fue entonces cuando empezó a
circular por los corrillos la noticia de que D. Marciano, el ecónomo, había
dado orden a las monjitas de que echasen ciertos polvos en las jícaras del agua
del refectorio. Lo del bromuro, sin embargo, no funcionó como tampoco surtieron
efecto los triduos y novenas a S. Luis Gonzaga. Aquel sexo desvencijado y en
conexión directa con una semiótica de muerte y de convulsiones agónicas en
plena noche empezó a ser para muchos de nosotros un trauma. No tuvimos una
educación sentimental y acabábamos, una de dos, por colocar a la mujer dentro
del casalicio de las vestales intocables, o las bajábamos del pedestal y nos largábamos al burdel. O no bebes o te emborrachas. No había termino
medio. Tampoco es eso.
D0 Dulcinea se
daba el pico con D0 Barragana. Los erotómanos vendrían a decirnos que eso que llamamos
amor no es más que una reacción química, y que al fin y a la postre el hombre y
la mujer (ésta en grado supino) no somos más que cañerías en un ochenta por
ciento.
Al igual que Fray J. Antonio, yo también perdí la
virginidad con una morenica de culo bajo, y con pinta de valenciana, de la
calle Echegaray. Sólo recuerdo que hacía mucho calor. Era un día de Santiago.
Yo hice mi primera carga de caballería, inscribí mi nombre en el registro,
hacía mucho calor, un calor caliginoso de tormenta, y sobre las calles de
Madrid descargó una tromba de granizo con gran aparato eléctrico, mientras yo
me ocupaba con Merceditas. La meteorología y mi incontinencia festejaron al
patrón de la España por todo lo alto. Había que matar la tarde. Honrar al
santo.
-)No me pegarás algo?
-Voy al médico cada quince días, cariño.
-Es que es la primera vez.
-Bueno. Tú no sufras. )Me pagas ahora? Son quinientas.
Me moría de remordimiento y bajé huyendo como
despavorido hasta encontrar un templo. Vagué por las calles vacías como un
zombie. Estuve hasta que cerraron el Cristo de Medinaceli en un rincón de la
nave de la iglesia, en lo más oscuro, de rodillas y muerto de vergüenza. Si te
mueres esta noche, te vas al infierno. Estás en pecado mortal. No sé si lo que
sentía era asco de mí mismo o tristeza post coito. El peso de la culpa no me
dejaba vivir. Llegué a suponer que
acostarse con una puta era un pecado de naturaleza reservada, de esos que sólo
son perdonados por el papa. No me atrevía a confesar mi pecado con un cura de
Madrid y tuve que ir a buscar penitenciario fuera de la capital. Una mañana me
subí en el tren camino de Toledo. Hice cinco leguas para descargar el saco,
pero, contra lo que yo asumía el camino fue bastante recto y llano, aún queda
buena gente en el mundo. El abad, al que confié mi conciencia, no era de la
clase de torturadores a los que yo estaba enseñado. Su manga ancha recordaba a
la de los capellanes castrenses. Para él irse de picos pardos no revestía
demasiada importancia, con tal que la frecuentación de burdeles no se hubiese
afianzado como habitual en las costumbres del confesando. Lo primero que me
preguntó fue si me desahogaba con visitadoras por norma general.
-)Cuantas veces, hijo mío?
-)Cómo?
-Que )cuántas veces te has ido de putas?
-Una )Y le parece poco?
Me miró de hito en hito. Saltó la sorpresa. Casi
pega un brinco dentro del confesionario,
estaba que echaba humo y de la furia creo que se le volvió negra al padre la
estola morada, yo le veía por la rejilla cómo sudaba. Me pareció que me estaba
llamando gilipollas.
-Y )para eso me has hecho bajar, mastuerzo? Si la gente
no se acostase con la gente, tú y yo no estaríamos aquí en esto. Tirarse a una
tía siempre resulta más higiénico que masturbarse, y siempre será un pecado
menor que pagar mal a los obreros, pero ) qué estamos haciendo en la Iglesia si no
prefabricar tarados mentales, curas insulsos y
martirologios de idiotas?
No me lo esperaba, el reverendo abad me había salido
del todo progresista, era uno de esos frailes que andan por el mundo con pinta
de idiotas, pero que luego resulta que saben más que Cardona, pues están al
loro, se tragan todos los telediarios, saben leer la letra pequeña de los periódicos
y hasta visitan de incógnito los burdeles. De modo que lleva razón el refranero
cuando se formula la pregunta sobre nuestra paternidad siempre incierta. Nadie
podrá decir que este cura no es mi padre. Acaso estos escrúpulos tengan la
culpa de que algunos ex seminaristas salieran tan malas personas y es que nos
torturaron de pequeñitos, nos dieron una imagen falsa de la mujer, llenaron
nuestra cabeza a pájaros sobre hipotéticas salvaciones de negritos. Sembraron
en nuestras conciencias toda esa malicia vaticana y se agenciaron una bonita
manera de espionaje por poco dinero, colándose de rondón en los hogares y en
los tálamos y en hasta en los calzoncillos de nosotros todos, mediante la
astracanada de intimar los pecados privados. La Iglesia griega sólo conoce la
exomologesis que viene a ser una confesión privada de ciertas faltas y una
profesión pública de fe, pero sin las aberraciones a las que ha dado lugar en
la latina esta norma, dejando la puerta franca al diablo de los escrúpulos que
torturan la conciencia, la preeminencia del clero partiendo de la base de que
toda información es poder, e incluso el trato torpe. Obras como La Regenta y
gran parte de las novelas de Galdós dejan al trasluz todos esos abusos, que no
son pecados de fe sino afrentas a la credibilidad soteriológica de los que
están obligación de estar con el pueblo y defender la grey. Esta confesión y
penitencia pública era posible en la edad media cuando había una interacción de
valores, incluso una identidad del hombre de la calle con el credo romano,
cuando trono y altar y APópulus cum exercitu@ eran partes de una misma realidad. Hoy el Vaticano
ha hecho de la nave de Pedro un ente de razón, una inmobiliaria, acaso una ONG,
con una cabeza visible de mucho prestigio, pero que eclipsa totalmente al
caballo de fuerza de la institución, que es el pobre cura de una parroquia del
suburbio, o de un católico desorientado con angustia y con muchos problemas que
la Iglesia no puede resolver. Y alguna
veces los curas - son los mejores- lo reconocen como me ocurrió a mí con el
pobre Hernández, capuchino de Medinaceli al que confié mi delicada situación
conyugal.
-)Qué soluciones me da, padre?
-Hijo, no lo sé.
Como era un tipo muy legal, acaso por eso acabó
cometiendo el disparate de asestarle varios navajazos a otros cofrade de la
comunidad para después terminar suicidándose. Era un sacerdote eximio, que
cargaba con las culpas de todos, yo pienso que se ha salvado. El padre
Hernández, el de los buenos consejos, nunca podrá estar en el infierno.
)Quién puede
decir que este cura no es mi padre ? )A quién no le tocaba la pirla el P. Muñana, rector
espiritual de retóricos y que era algo maricón por cierto y uno estaba en Babia
por aquel entonces?
A medida que iba soltando estas parrafadas, subía el
tono de la voz que ya no era de falsete, sino casi gritos desairados. Parecía
fuera de sí. Algunas beatas que estaban
abrazadas a los santos volvían la cabeza con cierto temor ante la bronca que me
estaba echando el fraile. AÉste me sacude si no espabilo@, decía yo
para mis adentros. Faltó un tris que no me puso la mano encima. Pero, ADe nimis non
curat praetor@. Me despachó de mala manera y casi me negó la absolución. Nunca pude
ver a un abad con tanto cabreo en el cuerpo. De buena gana hubiese agarrado el
báculo y empezado a dejarme marcas en las posaderas. Pero me hizo un bien de
paso, porque al levantarme del reclinatorio me sentí alígero casi como aquel
personaje del Decamerón al que su amigo, después de muerto, vino a visitarle en
espíritu, y le confesó que hacerlo con
moderación no era pecado. Camino de Madrid, otra vez en el tren, era como si me
hubiesen crecido alas por los sobacos. Hubiese sido capaz de comerme el mundo.
Al fin y a la postre, yacer con hembra placentera constituía parvedad de
materia, un pecado menos grave de lo que hubiera imaginado.
Sin embargo, no estaba tan curado de espanto como
suponía, porque al polvo siguiente, esta vez con una portuguesa, que durante la
coyunda no paraba de asirse a mis carnes llamandome miño fillo del alma, (al
terminar se despidió de mí con un cortés Amoito obligado@), la conciencia atormentada volvió por sus fueros.
Los moralistas no se ponían de acuerdo sobre mi caso, porque cada uno me venía
con una respuesta antagónica. El abad toledano, o tenía demasiada manga ancha,
o debía de ser un viva la virgen, me dijo otro padre, al que fui a descargar de
nuevo mis escrúpulos. Ese que te ha dicho eso ni es abad, ni es franciscano. A
ver si eres tú que los has soñado. Hijo mío, te estas haciendo mucho daño.
Acabé a los pies y ante las luengas y blancas barbas
del P. Dámaso, un capuchino del convento de Bravo Murillo con fama de santo,
cuando no había aun llegado la relajación a los monasterios y no se producían
en ellos confrontaciones a navajazos como acaba de suceder en el convento de
Medinaceli( entonces tenía la Iglesia al diablo en amarras y hoy anda suelto,
va por donde quiere y le da la gana)y la revolución escatológica que trajo el
Vaticano Secundo no había causado estragos en las filas del Cordero, y la
jerarquía no se había apercibido que el aggiornamiento y la renuncia al latín
Roma había claudicado ante la bestia.
Tenía buen
cartel aquel religioso de barba que parecía el vellocino de Gedeón de tan
blanca y abatanada, y muchos parroquianos que acudían a él para descargar el
saco. Por lo menos, era uno de esos curas que no se asustan por nada, ni te echaban un rapapolvos, ni nada de eso. En
su confesionario, muy solicitado y el más concurrido de Madrid, había que
guardar cola. A él confié de nuevo los secretos de mi ánima atormentada, por mor de las flaquezas
de un organismo insumiso. Ya digo, para mí el sexo ha tenido que ver con la
escatología. La avenida del gozo es tributaria del infierno. A juzgar por la
forma en que fuimos hechos, no podremos tener
Una filiación
más animalmente asquerosa. Sus advertencias me metieron el miedo en el cuerpo.
Me exhortaba a que llevara una vida casta, no por la virtud sino por las
consecuencias del vicio en que estábamos enviscados muchos jóvenes de aquella
pléyade. Una de las frases que pronunciaba ante sus pupilos el franciscano:
-No sólo, hijo, se pierde tu alma, sino que te estas
haciendo polvo. Ya sabes lo que cumple: a rezar a la Virgen pidiendo te regale
el don de la pureza, acordándote siempre de la era de la muerte, pues Dios lo
ve todo incluso los actos impuros que se cometen en la intimidad.
Francamente, no hay que negar morbo a tales
admoniciones.
Pero )qué tenía que ver la Deípara con cosas de tan poco
monto que nuestra imaginación cargada de ñoños escrúpulos exacerbaba?
Sus campañas contra la masturbación fueron
titánicas. El onanismo constituía para él una especie de terror milenarista, un
signo de la degeneración de la raza. Y puede que estas advertencias del buen
capuchino que sonaron en los púlpitos de los sesenta tuvieran algo de
proféticas, porque en los noventa se nos ha secado el jugo; somos el país con
menor tasa infantil del mundo. Antes, las españolas cuando besaban parecían
hacerlo de verdad, hoy ya nos las empreña ni el conde Lequio, porque se han
vuelto de lo más negado para parir.
Todas, machorras, oiga usted.
Los que se
desahogaban se volverían impotentes, no podrían procrear, clamaba aquel
bendito, a decir verdad. Y es que acaso no sea sola la culpa de las mujeres.
Como de jóvenes nosotros nos pasábamos la vida meneandola , ahora se ha secado
la simiente. Castigo de Dios. Tales amonestaciones, que antes las escuchaba
como quien oye llover, sembraron ahora la alarma en mí. La posibilidad de una
condena eventual al fuego eterno no revestía tanta importancia como el hecho de
que pudiera quedar mal cuando fuese con una mujer. Empezaba a asomar ya su
cabeza de pulpo el fantasma de la impotencia. El deleite oculto e inconfesable
secaba las fuentes de la vida, según el capuchino en cuestión. También me
asustaba pensar que me pudiese pasar a mí lo de
Gaillos. Vamos lo que le sucedió a mi compañero de aula es para
cortarsela. (Qué
vergüenza! (qué
suplicio! Tuvieron que hacerle una operación para que se le bajara la cosa, (qué cosas! (qué
desperdicio de hombre! Y (ahora tanta gente que toma el viagra! No malgastes
tus defensas procreadoras, Antoñito. Reservate para el día de mañana. Pero yo
por aquellas calendas estaba para pocos sermones.
Era este medio frailuco tan exiguo de estatura que
no alcanzaba con los pies al suelo. Daba tiernas palmadas, mientras recitabas
tus pecados. Vamos desembucha, hijo y no te azares. Siempre, lo mismo. Aborrece
el pecado, compadece al pecador. Exhalaba un aliento fresco como de juncias que
acariciaba mi oreja. Todas prevenciones eran pocas, como si dijésemos, para
ayudarte a descargar el saco. Pero me asustaba más su barba blanca de gnomo de
jardín que mis propios pecados. No era ninguna tontería lo que se decía de él:
que había obrado milagros. Fue el único miembro de aquella comunidad que se
libró de ser fusilado. Corrían leyendas acerca de su capacidad para hacerse
invisible y sus dotes de bilocación. Le vieron en dos lugares al mismo tiempo.
Cuando le llevaban esposado junto con sus compañeros los milicianos se hizo
invisible en el instante en que subían a los claustrales para el camión. Era
tan pequeño que podía esconderse en una caja de muñecas, pero a lo mejor en
esta milagrosa evasiva intervinieron sus poderes taumatúrgicos. Se contaban de
su persona cosas parecidas a las del P. Gago al que llamaron para fuese a
confesar a una mujer de mala vida, en los días iniciales de la guerra; ésta se
hallaba sana, simuló estarse muriendo, y, al llegar al lugar, fray Dámaso la
interfecta acababa de expirar. La broma terminó de una manera macabra. No se
puede jugar con estas cosas de Dios. Luego durante la década de los sesenta
cuando yo le conocí se habían hecho legendarias sus caridades. Todos los pobres
de cuatro Caminos y Estrecho lo tenían por un tutor en su desconsuelo, rescató
a muchos de la cárcel saliendo fiador de muchos de ellos. Murió en olor de
santidad.
-Sí, padre, sí.
-Pideselo a N0.S0.
-Se lo pediré, padre mío.
-Mira que tu cuerpo es templo del Espíritu Santo.
La frase del apóstol siempre me ha parecido o mal
interpretada o excesiva, pero en fin...
Dije:
-Hago propósito de la enmienda y así será.
Intenté el plan aconsejado y surtió efecto. Desde
entonces, jamás cometí un acto impuro conmigo mismo. Todo lo puedo en Aquél que
me conforta. El bendito capuchino tenía una gracia especial. Y ese poder me
salvó de las secuelas de mi decisión de haber abandonado la carrera
eclesiástica cuando sólo me quedaban unos meses para ordenarme. Creo que
entonces quería todavía ser sacerdote.
Quería irme a misiones o encontrar un obispo que revisase mi caso. Lo
encontraría en la diócesis de Westminster algún tiempo más tarde. Me ordenó de
cura Mons. Callaghan, pero no se habían acabado enteramente mis corrupciones.
Al poco tiempo de empezar a ejercer mi ministerio me crucé en el camino con la
mujer de mi vida. Esta obra de Torbado ha resucitado en mí amargos recuerdos.
Cuando el protagonista declara Ayo la maté@, al ser
enterado del suicidio de su novia Anika, pude hacer mía las palabras,
porque Suzanne murió de un cáncer poco después de separarnos, como consecuencia
de mis corrupciones, de mi carácter inestable, de un pasado cultural y familiar
de prejuicios seculares. Eso pesaba mucho. Suzanne, mi santa mujer, estés donde
estés, que sepas que te sigo queriendo, y te pido perdón.
Quedó una
hija que no ha querido saber más de mí. Este apartamiento ha sido para mí la
gran corona de espinas. Pero éstas son mis corrupciones y no mis confesiones.
He tenido que hacer este inciso, porque el P. Dámaso, a pesar de ser un santo y
de curarme de mi herida, no pudo acabar con mi dolencia. Vivíamos con el alma
escindida. Actualmente, reivindico la causa de los sacerdotes casados, de los
pecadores que han bebido con Xpto. El
cáliz del dolor. Ahora sigo siendo sacerdote. Rezo el breviario y digo mi misa todos los
días en el silencio de mi apartamiento. La memoria de aquel capuchino llega
teñida de bondad. Es un recuerdo agridulce, el que queda después de haber
conocido a un santo. Había sido amigo del P. Pío el vulnerado, y lo mismo que
su hermano de hábito italiano, llevaba sobre su cuerpo los estigmas de la
crucifixión. Sus manos eran blancas, al igual que las barbas sobre el
escapulario de color café y el cíngulo blanco. Brillaban en la oscuridad del
templo. Su cuerpo despedía odoraciones místicas. Había conocido a muchos
sacerdotes, pero a pocos santos y uno de ellos era el P. Dámaso.
Una noche, de
regreso a casa a mi domicilio, en la calle de Presidente Carmona, en un
descampado que se llamaba en el viejo Madrid el Canalillo- la zona donde ahora
se levanta Azca- me salió al encuentro una mujer medio desnuda solicitandose e
insinuándose.
-)Tienes cinco duros, chato, y nos tumbamos un ratito?
La hierba del Canalillo está fresca, como un botijo, acaba de llover.
Le entregué todo el dinero que llevaba encima, que
eran unas treinta pesetas, pero me negué en redondo a acompañar a la meretriz.
Esta dádiva le pareció una injuria.
-)Por qué? )No te gusto, cacho bobo?
-Sí, pero soy templo del Espíritu Santo.
Rompió a reír la esquinera. Nunca había escuchado yo
carcajadas tan infernales. Era una de esas orondas ninfas, mucha mujer, que
merodeaban las riberas del Canalillo o los altos del Cerro la Planta en el Madrid de aquellos años. Ya
Galdós, que debía de ser buen cliente de ellas, y adicto al amor mercenario,
menciona como lupanar a la luz de las estrellas las campas de detrás de los
Cuatro Caminos en sus AEpisodios Nacionales@.
Por su forma de hablar la dama de noche debía de ser
culta.
-(Qué tío más cachondo! Si tú eres el templo de la
Blanca Paloma, yo soy el Partenón de Atenas. )No serás tú un cura disfrazado por un acaso?
-Sólo soy diácono.
Eché a correr. Llevé su burla pegada a los talones
bastante rato. Sus homéricas risotadas retumbaron sobre las gradas del
Bernabeu. Entré en mi casa victorioso de haber ganado aquel combate. Nadie es continente si Dios no lo da. Razón
llevaba S. Agustín. Durante mucho tiempo no me cupo la menor duda de que la
solicitadora, docta e inspirada en el mundo clásico, era el diablo que se me
apareció. Desde entonces no volví nunca a caer en la tentación del trato torpe.
Cuando tuve relaciones con alguna mujer, tiempo adelante, era o porque las
amaba o porque buscaba en el ayuntamiento carnal el noble afán procreador.
Había tomado la resolución de volver al seminario y completar el trimestre para
concluir mis estudios de Teología. Cuando abandoné la carrera eclesiástica ya estaba
ordenado de Mayores, y tuve que solicitar las engorrosas dispensas. No me había
sentido con fuerzas para aceptar el yugo del celibato, pero por ese cabo, así
lo creía yo, al final de una serie de tristes experiencias, creía haber
conquistado una posición de fuerza. Pero esas experiencias no pudieron ser más
bochornosas. Sin embargo, el P. Dámaso me había hecho regresar al punto de
partida. Nunca debía de haber saltado el zarzo. Había obrado con precipitación.
No me restituí al conciliar de Segovia. Por el momento fui a París y -la de
vueltas que da la vida, que Aes más voluble que el corazón de una hetaira@, como bien
dice Torbado en esta novela- quien me iba a decir que a los dos años me
ordenaría de presbítero en Londres. Fui destinado a una parroquia al Este de la
metrópoli, conocí a una de mis feligresas, y acabé casandome con ella, pero
esta similitud no hace al caso, a la hora de parangonar mi acción personal con
el de los personajes de esta ficción torbadiana. Toda obra de arte es la
consumación de una profecía. Las ACorrupciones@vienen a ser una visión sincrónica del mundo de
entonces. Todo ha dado la vuelta en poco más treinta años. Su libro es tan
sugerente porque encarna la forma de ver la vida de toda una generación. En lo
que a mí afecta, bien lo sé, los paralelismos son sólo periféricos, pero hubo miles
de españoles que el año 64 tenían veinte años y que pasaron por ese trance. La
crisis, más que política, era religiosa. Por boca del Barbas y del ex fraile
habla todo un coro de juventudes reacias. El catolicismo tal y conforme había
sido entendido o nos lo habían enseñado estaba cayendo en barrena.
Casi pasé como sobre ascuas por el París
existencialista. Las cavas de la margen izquierda del Sena me interesaron menos
que las alturas del Monmartre, que Chartres Notre Dame y Reims y, sobre todo,
la catedral ortodoxa de París, donde escuché el arrollo aquietador de la
recitación de las preces, donde mi alma feble quedó inmersa por el halago del
oído con aquellas escalas arcangélicas que sólo la liturgia de Bizancio supo
conservar, quedó sumida para siempre en la sublime belleza de la Sabiduría. Era
Xpto entrando gradualmente por la conjunción de las voces en los concentos del
coro. Mi alma se derretía en la suprema verdad. Francia era para mí Cluny,
Lisieux, Chartes y la Catedral de la Trinidad en uno de los barrios más
elegantes parisinos. Mirando para la mandorla mística de Reims, claustro
materno del Pantocrátor, volví a nacer. Vi que en el vientre de María flotaba
la salvación, y desde entonces habitó el Verbo entre nosotros. Al encarnarse en
el útero de la Deípara el hijo de Dios se hizo ciudadano del mundo. Sin
embargo, toda esa carga experimental que relato en otro libro no pertenece a
este humilde reseña mía (cada libro escrito proyecta otros mundos, incluye otra
infinidad de tramas y de situaciones, y de ahí ese carácter de epifanía
reveladora que tienen todos los grandes trabajos de inspiración) de esta novela
iniciática, la cual refuerza mi criterio, toscamente expresado, de que el Señor
no abandona la tierra, aunque nosotros, con nuestra impostura, y apostasías,
intentemos arrojarlo del mundo. No puede ser. Dios es la memoria. Nadie podrá
borrar su rostro poliédrico, ese ojo de Ra, que encara las tres vertientes
trinitarias, el hoy, el ayer y siempre, ni hacer deleátur de su nombre así como
así. Los personajes de las ACorrupciones@ estaban en mi evocación,
que es como una estación de radio, que capta las ondas de la Gran Memoria
divina. Todos entramos en esa rueda. Todos estamos salpicados de su reflejos.
Recuerdo la teoría sobre la novela que expone al respecto C.P. Snow, como
sincronía, participación, comunión con un trecho histórico. Las casi
cuatrocientas páginas de este relato fluvial me han hecho sentirme más yo
mismo, no obstante ser imparangonables algunos entramados de la peripecia que
yo viví. A este flujo de movimiento igualitario, en sincronía con el cosmos, lo
denominaba la mística de oriente la redola de nivelación. El círculo gira y no
se acaba en sus evoluciones de rotación por la órbita solar.
Aterrizamos
en París de antuvión, como bajados de una nube, eramos los hijos de la noche
los jóvenes de aquella generación que fumaba canutos, y, organizadas las
sentadas, se proclamaba partidaria de hacer el amor y no la guerra. Llevábamos
briznas de hierba en el pelo y flores psicodélicas en las orejas. Esas rosas no
han fenecido. Aun siguen esparciendo su aroma. Todo nuestra acucia, tocar la
guitarra y hacer la revolución. No eramos más que una cuadrilla de soñadores
laborantes de la Hora Undécima recién llegados a vendimiar el majuelo borgoñón
en sus mejores cepas. Y París era una fiesta, (Oh dolor! Mas, es preciso insistir: las semejanzas
con este friso de caracteres dibujadas con mano experta por Torbado y que
todavía andan en lizas vivitos y coleando por las madrigueras del recuerdo
(Susi, Anika, Demetria, el Barbas, el Viejo, el Holandés, la portera y los
mozos de cuerda de Les Halles) son pura coincidencia. Nadie sabe nada sobre el
hombre. Cada persona arrastra un mundo tras sí. Sin embargo, son tan
verosímiles y tan felizmente trasladados de la realidad al papel que los
lectores que vivieron aquellas experiencias seguramente se habrán codeado con
ellos en el metro o hayan hecho cola por la lechuga y la escarola ante el
puesto de una misma verdulera. Esta cualidad para plasmar en universales lo que
es particular, y la agilidad de abocetar personajes de carne y hueso sobre una
horma que muchos palparán y hasta comprenden, es lo que define mejor al
novelista puro.
Al igual que
ellos, me emborraché de París, subí a Montparnase, escuché el canto de los
mirlos en el Bois de Boulogne o di de comer a las palomas reunidas en concilio
a mis pies mientras iba desgranando las migas de una Ademi baguette@ por Trocadero. Sentí afluir un torrente de lágrimas
que me supieron a miel nada más escuchar a los acordeonistas callejeros. Aspiré
las emanaciones olfativas de la ciudad.
París huele diferente, que Londres o Madrid. Cada metrópoli hace reserva de sus
propia odóntica, porque es a través de sus olores que llegamos al corazón de
una ciudad. El vino y la cerveza no los caté. Era abstemio por entonces y
considero que mis relaciones con mujeres fueron esporádicas y banales. La
Ciudad de la Luz iluminó mi inteligencia con su foco de la razón pura. El amor
me aguardaba a orillas del Támesis. Cada uno seguimos nuestro propio sino.
Paris es demasiado lógico y silogístico para entregarse a las dilapidaciones
viscerales del amor. Recapitulemos por vía comparativa: si Berlín es la bolsa
filosófica y la caserna de Europa, y Paris, la cabeza racional, Londres es su
corazón afectivo. Los que llaman a Paris la ciudad del amor se equivocan; la
verdadera ciudad del amor es Londres, la cual desde que llegué a ella me
subyugó. París sólo me entusiasmó desde la dialéctica. Aún me pareció escuchar
los ecos de las polémicas de Pedro Abelardo en la Sorbona, Descartes me miraba
desde su peluca invasora. Toda Francia, como un gran monumento a la razón, es
un país como tirado a cordel, basado en la trigonometría. Estaba por venir la experiencia traumática de
mi vivir. En Inglaterra un corazón me
aguardaba al otro lado del Canal, y más
allá de los lises teúrgicos de mi querida Lisieux. Si mi concepción de la
existencia es cartesiana, lo mejor de mi sentir pertenece a Londres. Ella me
estaba esperando en un jardín de Essex. El punto de fuga es la búsqueda del
eterno Femenino. A París habíamos salido en busca de las muchachas en flor y de
los escritores de la generación perdida (Proust, Dos Passos, Hemingway, Henry
Miller). El nombre de la Adécada prodigiosa@ era algo más que un grupo musical. Nosotros lo
supimos. Se trataba de una aproximación diferente a las cosas, otro método de
interpretar el mundo. Los sueños por una vez cobraron carta de naturaleza y se
convirtieron en reales. Nos prosternamos a las plantas de la utopía. Fue algo
que no había conseguido nadie hasta entonces. )Ardía París? )Era aquel estridor de gentes llegadas del otro lado
del mar que pasaban el asfalto reblandecido por los calores de agosto de la
Plaza de la Concordia nada más que una quimera, una ilusión óptica?
Dejé de ir a misa los domingos, pero rezaba el
breviario todos los días. En el metro, en los bancos de las Tullerías,
deambulando por los parterres de los innumerables jardines parisinos era para
mí un orgullo silabear los salmos infinitos y las antífonas de cada jornada. No
se trataba de cubrir el expediente ni de cancelar mi reato con la Iglesia, en
virtud de mi compromiso con ella como subdiácono, sino de religarme nuevamente
con el ámbito de la Promesa. Este rezo me llenaba de calma, aplacaba mis
hambres, y era como respirar. Vine a encontrarme con otro que estaba en una
circunstancias similares. Era Aramburu, un ex jesuita que había sido
condiscípulo en Comillas. Ahora era un giróvago, una especie de vagabundo, pero
él también saldaba su compromiso y rezaba el reato del breviario. Nos
tropezamos por casualidad en los vestíbulos del n. 53 de la famosa Rue de la
Pompe. Yo no le reconocía, pero él se percató pronto de mí:
-Parra, )qué haces aquí?
-Supongo que lo mismo que tú: buscar trabajo y un
lugar donde tirar la boina.
-La chapela querrás decir.
-Llevo dos días durmiendo a la belle etoile abrigaño
de los evónimos de un bulevar. Se me ha acabado el dinero y no tengo
alojamiento.
Musitó algunas palabras en vascuence. Me miró de
hito en hito. Lo primero que le llamó la atención fue el devocionario que
estrujaba contra el sobaco y un crucifijo, el de mi rosario, que colgaba del
jaretón del bolsillo del pantalón.
-Veo que no has olvidado las buenas costumbres. Eso
está bien.
-Sí. Anteanteayer, cuando se me acabaron los cuartos
y me echaron de la pensión, deambulé por las calles sin saber adónde ir. Fui a Saint Sulpice, les expuse mi situación,
pero un abate con cara de mala uva me dijo que era un pecado de lesa majestad
quedarse sin guita en una ciudad como ésta. He rezado ya todo el hebdomadario
de las siete ferias empezando por maitines y terminando por completas. No tenía
otra cosa que hacer y la plegaria parece que me confortaba. El oficio de la
Virgen (eran las vísperas de la Asunción) es grandioso. Alguna ventaja por
módica que parezca tiene que tener el saber latín.
-Tú siempre con tus aventuras, (eh Parrita! )Pero has
comido?
-No.
-Vente conmigo.
Me invitó a café con leche en la Estación de
Austerlizt.
Iñigo Aramburu había dejado de ser aquel adolescente
de piel trigueña con el que compartí pupitre en tercero de Retórica en el
seminario de Comillas y se había convertido en un mocetón con boina como
aquellos marineros que pintó Zuloaga, pero sus ojillos seguían siendo risueños.
Era el mejor pelotari de los cuatro seminarios, el tirocinio incluido. Como
buen vasco era de corazón sencillo, aunque le salía una jactancia de no sé
donde como un furia contenida cuando hablaba de su país. A mí me tenía cierto
respeto, porque yo, aparentemente muy
poquita cosa y un renacuajo castellano, le había ganado una vez al frontón. No
se le había olvidado. La hidra de Lerna del nacionalismo sin concesiones,
tajante, xenófobo, cargado de odio y de reivindicaciones al que le escuece esta
historia nuestra que siempre han tratado de imprimir en la Edad Moderna los
dómines de Oxford, señores tan petulantes como los Carr, los Madariaga, un poso
negro de anti España. Sus siete fauces, sus catorce ojos que se iluminan como
el fuego fatuo de campo de tumbas, candelas espectrales en las hermosas noches
de nuestros veranos repletos de vida cuando Castila huele a polvo de verbena y
a churros de la fiesta. Ellos han domado
la bicha. Tendrán que rendir cuentas por su felonía. A su grupo cabría unir a
los del Vaticano. Pero hay un enemigo interior, un topo implacable que horada y
horada. Durante siglos sólo hizo una cosa: destruir.
-Le dabas muy bien a machote, )eh?, pero a
cesta punta siempre te hacía mascar el polvo.
-Hombre, claro. En eso los vascos sois los mejores,
pero cuando hay que dejarse la mano en pelotas forradas de piel de gato, los
tíos de Palencia o de León eramos más sufridos. Vosotros erais como más
señoritos.
-)Eso te parece?
-Me parecía entonces, cuando sólo había diferencias
regionales. Hoy lo que hay son nacionalismos y muchos deseos de venganza.
-No me seas facha, Parrita.
-)Qué, lo dejaste ?
-Sí. Tampoco me probaba. Estuve dos años de cura en
una iglesia de Derio.
-)Tendrías que pedir dispensa a Roma?
-Como todos.
-)Y ahora a qué te dedicas ?
-)Cómo que a qué me dedico? Vaya pregunta. Toma. A
luchar por la independencia de mi país.
Ciertos eran los toros. La Eta, una palabra que
zumba en torno a los oídos de los españoles como un silbido de serpiente
cascabel, omnipresente en la actualidad española con su amenaza de secesión
perenne, y una lista negra de atentados, muertes, mutilaciones, se formó en los
claustros de los conventos. Sus primeros militantes fueron cucarros como mi
amigo Aramburu el risitas. (Qué baldón para la Iglesia! Muchos de mis
compañeros, los pocos que se ordenaron, se tiraron al monte. Se unieron a la facción de los guerrilleros
en Colombia. Formaron tanda con Camilo Torres.
Iñaqui Aramburu todavía rezaba el breviario por las
noches. Le daba fuerzas para la lucha revolucionaria. Seguía siendo tan buena
persona como fanático en sus convicciones políticas. Perdía los estribos cuando
alguien le mentaba palabra España o Franco. Nunca conseguí entender aquella
exaltación anima adversa de los recios vascongados contra Castilla la gentil. (Pero si
España es el país de la cultura perfecta! Y, como en euskera no hay tacos,
empleaban el español para llamarnos hijos de putas, enanos, ogros sanguinarios.
Yo asistí al parto de los montes y vi mi patria destrozada. España se poblaba
de piedras tumbales y de lápidas funerarias donde yacían tricornios y se
inscribían nombres de sufridos guardias civiles, gente del pueblo, a los que la
Eta mataba y el gobierno organizaba funerales vergonzosos en el que había que
sacar al muerto por la puerta falsa. Ellos iban a consumar un proceso iniciado
en la timba del 98. España tendría que apurar el cáliz del dolor caminando por
la senda de la vía dolorosa, desde el tupé de Sagasta al Arecorrido@ de
Anasagasti. A ese Sagasta le arranco yo el tupe. A ese Anasagasti lo despeluzo
para mostrar al mundo que es calvo con todas las de la ley. Sabrá entonces el
mundo quién estaba detrás de los que pusieron la bomba del AMaine@. Arzallus
es legatario de Maceo y los dos tienen por padrino al mismo hermano americano.
-)Qué os hacen esos servidores del orden público para
que les deis cobardes tiros por la espalda, Aramburu? )Qué ofensa
os han deparado ?
-Personalmente, ninguna, pero son miembros de un
ejército de ocupación, enemigos de los gudaris.
-Te has olvidado de los diez mandamientos. Ya sabes:
el Quinto...Además, no es decente que una manos consagradas se manchen de
sangre.
Se encogió de hombros y me echó una mirada de
través.
-Alguna vez resulta lícito matar al tirano y hacer
la guerra justa. Lo dijo el P. Suárez.
-Esos son mohatras que os habéis inventado los
jesuitas. )Sabes?
Ignacio de Loyola, tu tocayo, era un vasco típico. Sois un pueblo violento,
algo presuntuoso. Nunca se os ve venir.
Y una panda de borrachos y de reprimidos sexuales. Todas esas prendas se
dan en el fundador de la Compañía de Jesús, pero acaso vuestro pecado mayor sea
la soberbia. Os creéis más guapos, más listos, más altos que los demás, pero
llega un tío de Segovia y os pega una paliza a la pelota y entonces pedís
árnica.
Eta estaba gestandose aquel verano del 64 en un piso
de la orilla izquierda, donde (no sé ni cuándo ni cómo pero la fuerza del
destino me ha conducido a ser testigo de hechos fundamentales) yo pasé una
noche, presencié un aquelarre increíble y me dieron de cenar. Devoré lo que me
pusieron mis dadivosos anfitriones, pues me hallaba gandido y con hambre de
varias semanas, su hatería estaba bien repleta, puesto que pagaba el partido.
El cucarro y sus camaradas habitaban una Apent house@ o sobradillo.
El techo inclinado que se proyectaba sobre una
linterna con vista a la Isla de la Cité y una espléndida panorámica de Sena, se
hallaba cubierto de carteles con la imagen barbuda y mesiánica de Ernesto Che
Guevara. En el tocadiscos la música de Brassens se alternaba con la de los
Beatles. Por todas partes, ikurriñas. Era la primera vez que yo me topaba con
aquel distintivo y creía que era la Unión Jack, o la de alguna bandera
británica, menudos berrinches me había cogido yo con lo de Gibraltar español,
hete aquí que había otro Peñón al norte y yo sin enterarme, Sabino Arana no
tenéis mucha imaginación, que digamos, claro que fueron los británicos sus
testaferros. Detrás de las guerras carlistas estuvo siempre el dinero judío.
Vertimos demasiada sangre, pero vosotros erre que erre con vuestras ikurriñas y
carteles horizontales. Presos fuera, escuché gritar a las pancartas. Era una
algarabía semejante a la confusión de babel y escuché, sintonizando con el
futuro a través de un canal que radiaba sólo profecías, la vista alborotada de
la causa del Proceso de Burgos, con sus encartados que hablaban en vasco para
confusión de los magistrados y blasfemaban en español. Hizo mucho frío aquel
invierno del 70 y yo me vi con mis maletas en la estación del norte. Había
venido a pasar la navidad desde Londres. Hijo, no hagas caso. Aquí cada quisque
va a lo suyo. Se me cayeron las plumas del sombrajo ante la recomendación de mi
madre y fui consciente de mi rechazo. He sido un dilapidador de oportunidades,
pero, cuando caí del burro, era demasiado tarde. Reparé en mi condición de
odioso. Todo mi proyecto biológico no podría ser. Aquello a lo que había amado
tanto sencillamente no existía y sentí por primera vez el odio y el desprecio
fantasmal de la que me había dado el ser. Pero había que echar balones fuera,
buscar chivos expiatorios. (Maldito Disraeli! Padre del Estado Moderno, un Billy
Gates de las relaciones internacionales. En toda Europa el nivel de los
conflictos no tocaría techo, y al pensar en lo que aconteció en aquel gélido
mes de diciembre de 1970 no siento más que rabia. Faltaban sólo seis meses para
que tú vinieses al mundo, amada Helen, pero ellos siempre están al norte y al
sur, al este y al oeste. Tanta bandera inglesa trufada de colorines empezaba a
desasosegarme, pero tú no sufras. Ya verás cómo volatilizaremos tu país.
Después de los cucarros vendrán los mamporreros de las ondas y ya se acabará
España. Oye, y todos millonarios. Se conoce que el servicio de desguace y
acarreo de las antiguas grandezas patrias servirá para que unos cuantos
listillos se forren. Ahí tenéis al Hermida, verbigracia, jefe del cotarro, con
su batuta mágica y su cadeneta, derecho de pernada informativa, todo un rey de
reyes, vasallo de los apátridas, con su agrio gesto risueño de mofa, petulante
y cruel. Recuerdo sus cabreos en la Onu
cuando Félix Ortega y yo nos marcábamos un Ascoop@ y le pisábamos alguna noticia, pero nuestra
bitadura era un tanto desmañada, la quilla en el bajío, estábamos tocando
fondo, encallaba el buque, y luego acontecería el naufragio. Le llamaban de
Madrid a las tantas de la madrugada y él tenía que levantarse de la cama,
echarse el abrigo de pieles a las costillas y presentarse en la oficina y
examinar el boletín de comunicados de la Casa blanca o del Pentágono. Eso le
sentaba como un tiro. Un chulo como él era incapaz de aguantar niñerías. Que le
hablasen de Cirilo Rodríguez también le sacaba de sus casillas. Y como se dio
cuenta de que en este país nunca llegarás a nada si no judaízas, fichó por
Antena Cónica. A río revuelto ganancia de pescadores. Muera la cruz y vengan
los vértices y los triángulos del asenso. Consensos y disensos. Han polucionado
nuestra hermosa fabla de palabras feas.
Un americano
de origen judío pagaba el alquiler donde doce tíos vivían a cuerpo de rey.
Entre ellos sólo había una mujer: Itziar. Todos la llamaban AAmatchu@. Era una
morena de rostro alargado(dicen que los vascos proviene del norte de África,
son iberos puros, su perímetro craneal les diferencia del resto de los
mortales, y hay quienes les relacionan con la Tribu Perdida), la nariz recta,
el perfil aguileño, típico espécimen de la raza euscalduna. Sus andares eran
desenvueltos. Había en todo su continente una cierta dureza de hembra pura y
atávica que recordaba la postura incansable y venatoria de Diana. Sólo le
faltaba la trompa para ser proclamada Cazadora de los Bosques. Era la matriarca
del grupo.
-Muy guapa Itziar, )eh?
-Ya lo creo. Sin embargo, creo que prefiero el
marmitako que me acabo de meter entre pecho y espalda, cocinado por ella.
-Es nuestra despensera y madre- clamó el cucarro.
-La fuerza que nos sustenta en la lucha- terció otro
de los de la cuadrilla.
-Nuestra Amaya, que arrastra su manto de estrellas,
la que lleva el cetro, virgen coronada de deseos, que viaja en un carro tirado
por una cuadriga de cien leones domados en reata- soltó un carilleno de muy
angostas espaldas e insinuación de un ridículo belfo. Era, pese a sus gestos
femeniles y eunucoides, uno de los epígonos de la lucha anti españolista. Este
furor asesino ya entonces dominaba su neutra fisonomía. Sus anchas caderas
hacían que su figura se pareciese a la de un huso.
Sobre las paredes colgaban banderas españolas
manchadas de sangre o hechas girones. Esto supuestamente enardecía a los
presentes. Y en un armario se ocultaba la munición del goma dos; debajo de la
cama yacía un armero de pistolas Parabellum.
Había posado mis plantas en la rama del nido del cuco. Todo un arsenal
con su parafernalia.
Marañón, que
tanto se fijaba en estas cosas, porque la envoltura dilucida a la prosapia y la
cara es espejo del alma nos lo hubiera descrito como un hermafrodita típico.
Apuesto a que si lo hubiésemos desnudado se hubiera descubierto el pastel:
resultaría que el vello púbico no apuntaría hacia arriba en forma de tresnal o
isósceles sino que sería un equilátero truncado su monte de venus, como de
mujer. Eso no quita para que aquel individuo se convirtiera en uno de los
asesinos en serie más buscados por las fuerzas de seguridad, autor de la
matanza de Vallecas.
Entonces, uno de los del grupo, acercándose a la
moza matriarca representante de las virtudes de la raza, la cogió por detrás y,
aferrado a su basquiña, le pidió le diera de mamar. Ante mi estupefacción, pues
los demás no dieron importancia al suceso, habitual en aquellas tenidas
esotéricas, donde era muy importante una mitología y el folklore cargado de
símbolos, se desabotonó el corsé, y, desabotonada la almilla, extrajo una de
sus ubérrimas mamas, colocó al
grandullón en su regazo, y todos pudimos presenciar la escena. Estaban
amamantando al pelotari. Es que estos vascos son la leche, Ibarreche. Amachu
parecía una virgen medieval dando de comer a un S. Cristóbal ya talludo. Tenía
un pezón de color entre sonrosado y canela. Nunca hubiera visto yo ubres tan
poderosas. El rorro tiraba de la aréola, cerraba los ojillos con laxitud
sensual y suculencia. AHe sucked in a bliss@, lo digo en inglés. Estaba en el séptimo cielo. Se
lo estaba pasando bien. La ubre de la teta de la vascongada región tiene un pezón muy largo, es como el brazo
del k.g.b.
-(Buenas escas las de Illescas! - no me pude contener-
Éste vuelve al rollo de la inmensa teta. Le da de comer la patria. Gandul, no
te da vergüenza, deja un poco para merendar.
Precisamente el día que yo llegué a París se
celebraba el Día del Soldado Vasco. Todos los presentes hicieron corro a la
lactante. Apagaron el tocadiscos y en su lugar empezaron a sonar las notas de
un zorcico, cuya entonación recordaba a la de los corridos mejicanos. Las
estrofas saltaban de un lado a otro simulando la carrera de un corzo que
desciende desbocado por las montañas con el viento silbandole en las orejas.
-Pero )qué hacen esos gordos?
-Cantar epitalamios. Es costumbre.
Luego se desnudaron todos, pusieron a la moza en
pelota, la quitaron al Aniño@, el cual, ahíto, empezó pronto a roncar su
borrachera en una cuna de cristal que parecía una enorme urna funeraria. La
escena que presencié a continuación no la olvidaré en lo que aliente en mi un
soplo de vida, todos aquellos doce apóstoles en porreta viva, empalmados,
excepción hecha del amorfo que no montó y éste no podía puesto que tenía sus
genitales enterrados en una viscosa masa de grasa (Marañón tenía más razón que
un santo al detallar la prosopografía del impotente, que lleva los estigmas
eunucoides de su glande atrofiados en el cuerpo grande y destartalado, del
mismo modo que al estreñido se le nota por una marca en la frente, los cojones
se llevan pegados al culo como mandan los cánones de la garañuela reproductiva)
y que era el Judas de aquel cenáculo de superdotados sátiros y la fueron
poseyendo una a una. Fue la primera cama redonda que presencié en mi vida, un
espectáculo de desazones pero cargado de símbolos cuyo mero recuerdo me
conturba- siempre pensando en lo mismo, Dios mío- que sobrepuja a lo que pueda
fraguar la imaginación de los ganadores del premio ALa sonrisa vertical@ y a los guionistas del mejor porno.
El sexo allí tenía algo de magia y muchos de los que
participaba en aquella tenida orgiástica el sexo en grupo y descargando a
escote se declaraban epígonos de Henry Miller cuyas novelas se estaban
introduciendo en España por la puerta de Vascongadas. Se impartían conferencias
sobre su obra en el seminario de Vitoria que era el más nutrido del país en
cuanto a vocaciones sacerdotales se refiere. En cierta manera, el pornógrafo
californiano consiguió que su ATrópico de Cáncer@ sustituyera al Kempis, que muchos se resintiesen de
desencanto, colgaran la sotana a punto de cambiar el cilicio por la metralleta.
Eta nació en un seminario, sí. Fue la respuesta trabucaire a una mala educación
sentimental y una soberbia característica del racismo solapado, de la soberbia
loyolea, ese pensar somos los mejores y a nosotros no nos gana nadie.
Se las dieron luego todas en un carrillo.
Los
conspiradores, más que darse al desenfreno de la cópula, estaban invocando a
sus dioses tutelares. Fueron despojando con voluptuosidad como en los burlescos
episodios de striptease que luego presenciaríamos en Londres de cada una de sus
sayas, los refajos, las enaguas de la gorda Ama a la que venía un diablo en
guisa de padre de la Compañía calado el bonete hasta las cejas y daba su
bendición por detrás exclamando interjecciones en su lengua de consonantes
aglutinatadas.
-Esto parece el último tango en París.
Dejó al descubierto sus carnes prietas y unos muslos
de aldeana. La fueron poseyendo por turno.
-)Eh qué hacéis? )Violar a la madre patria?
Ni puto caso. Cayeron en saco roto mis advertencias
y exhortaciones a la morigeración y a la continencia. Había mamado de la ubre
de la terruño várdulo aquellos benditos gudaris, de la que dicen ser fuente que
mana, oh portento, chacolí del que calienta y da fuego, sin emborrachar.
Aramburu me invitó a participar, pero yo decliné la
oferta, más que por virtud por temor a coger Aalgo@. Me habían hablado de que cuando se practica el
sexo en grupo luego vienen las purgaciones. Ellos, adictos a un contubernio
cuyo alcance y consecuencias ignoraban, se emperraban en convertirse en el
instrumento de una agonía lenta, la muerte de un pueblo, iniciada con la
voladura de un destructor surto en la bahía del puerto habanero. Nuestra aula
mater, para ironía del destino, desplegaba sobre campo de gules el triunfo de
la iglesia y el destronamiento de la sinagoga. Los hechos se producirían, en el
correr imparable de los acontecimientos, justo al revés: la exaltación de los
enemigos de la cruz y el destierro, la opresión, la caída en desgracia y la
humillación de aquellos que soñaban en una tierra repleta de Evangelio.
-Mirad que vais a sufrir mucho. Vuestras mujeres os
traicionarán, seréis víctimas de los hijos que engendrasteis, vuestras madres
os negarán y vuestra existencia se tornará en hiel. Disraeli, el mentor de Marx y que sin embargo
pondrá en órbita al gran capitalismo, será el profeta de todo lo inicuo. Sus
promesas de liberación traerán a la tierra esclavitud, y muchas lágrimas. Os
pasarán la pluma por el pico, pero habréis de seguir firmes en la fe, cuando la
caridad se entibie.
Ellos estaban a lo suyo. Aramburu, que fue el
postrero en entrar, era el que la tenía más larga, puesto que no en vano era un
cura. También perdió el pudor y se guardó del recato de las miradas. )Es eso lo
que tenéis por costumbres? )Son éstas las señas de identidad de la pureza racial
vasca?
-Somos un pueblo unido - exclamó Aramburu al
terminar.
-Ni que lo dudes. Todo lo compartís, pero esto no lo
hacen ya ni los salvajes.
-Nuestra estirpe se fortalecerá.
Sonó el grito de ataratxu y todos se levantaron e
iniciaron los pasaos de la danza prima. Los zorcicos se alternaban con el
tripudio pagano, los cantos ancestrales a las divinidades del lugar y otras
mitologías vascas. Yo empecé a sentir nauseas y huí de aquel lugar y pensé que
alaveses y, vizcaínos tenían una rara manera de celebrar el Día de la Raza.
Anduve deambulando sobrecogido por las calles de aquella urbe extraña. Me
parecía que el mundo había perdido la inocencia y que todos eramos culpables.
Recordé mis
tiempos de Comillas donde conocí a Aramburu que pertenecía a mí mismo grupo de
las congregaciones marianas. Todas las noches en el examen - aquello no tenía a
la sazón ninguna gracia- se impartía una consigna para la guarda de los sentidos
y solíamos repetirnos la máxima al pasar en la fila la jaculatoria que nos
había mandado copiar el director espiritual: Aantes morir que pecar@ y ahora , al cabo de los años, mi antiguo amigo
congregante, que había ahorcado la sotana, me llevó a ver aquella orgía
desenfrenado. Definitivamente, el mundo estaba cambiando. Aquel mal sabor de
boca era el primer eructo de corrupción. Empezaron también en París mis
corrupciones. La vida da más vueltas que el corazón de una furcia. A este
desengaño, ese gran fracaso de mis ilusiones derrocadas, achaco yo el
solipsismo melancólico que me caracteriza. La salacidad de la virgen vasca abierta
de piernas sobre el diván y el ondear de aquella ikurriña, una mala copia de la
Uniona Jack, así como los sermones del P. Arzalluz, o la cara de sapo de
políticos tan viscosos como Pujol o Anasagastegui que oculta la calva con un
recorrido que a mí me recuerda el insolente tupé de Sagasta, me pusieron en
antecedente de todo lo que habría de venir más tarde. Nunca he llegado a
comprender ese odio visceral hacia la palabra España. Es un rencor cainita
desparramado desde Londres, la venganza de Disraeli enfurecido contra el
proyecto de unidad conseguido por los Reyes Católicos. Es un odio demoniaco que
nunca nos dejará vivir. España es un
país marcado. Acaso debido a esta impostura, dejará de existir.
Nunca conseguí entender aquella animadversión exaltada
y cerril de lo vasco hacia lo español. Es como un renegar de sí mismo, un
insólito aborrecimiento que a muchos nos sobrecoge desde pequeñito, y yo he
padecido ese aborrecimiento materno en mis carnes. No tuve madre en la tierra.
Sólo ha velado mis sueños la Madre del cielo. Por eso me pareció una terrible
profanación de lo más sagrado la pantomima sacrílega que presencié en una piso
de azotea orilla del Sena.
Aramburu era bueno y servicial, pero, cuando le
hablaban del árbol de Guernica, se ponía a llorar de rabia y empezaba a
despotricar en la jerga de Cervantes contra Franco exhibiendo un léxico
selectivo de procaces blasfemias (no hay tacos en aquella lengua por lo visto)
reservados a Su Excelencia el Generalísimo. Le llamaba de todo: picha corta, enano,
Aogro
sanguinario del Pardo@.
-)Por qué despotricas de esa manera, cucarro? Tales
palabras suenan mal en uno que va a ser cura, por todo lo vasco que seas tú.
El de Baracaldo perdía los estribos.
- Cago en su madre. Si tú le defiendes te voy a
matar.
Me miraba torvo y encandecido.
Recuerdo cierta conversación que tuvimos en el
Stella Maris, aquella bella plataforma frente al Cantábrico donde se fraguaron
nuestros sueños, presidida por una estatua blanca de María sobre el vértice del
hastial imponente, de albardilla, una atalaya frente al océano. Aquello marcó
carácter. El culto a la Virgen fue para nosotros un octavo sacramento. Cuando
visito aquel lugar al cabo de los años me rodea el sentimiento de tumba vacía.
Sin embargo, la imagen, mascarón de proa de un galeón invisible tripulado por
los ángeles, sigue encaramada en su puesto protegiendo con sus brazos
rozagantes la panorámica que domina un abrupto acantilado. Las gaviotas le
cantan la salve, ausentes para siempre sus seminaristas. Es como si el maligno
entrando a saco con aquel palacio como
entre sueños en lo alto de una colina hubiera desperdigado sus fantasmas. Ya
los claustros quedaron en silencio, pero nos llega el eco de los primeros
fervores marianos, que sellaron el despertar de mi adolescencia. Antonio López,
aquel aventurero que lo mandó edificar, tan pecador y devoto como nosotros, y
que fraguó su fortuna en las guerras de Cuba, quedó arruinado con la
construcción de aquella obra faraónica y ni siquiera llegó a santo, puesto que
no ha progresado la causa de su beatificación.
Aramburu fue el primer compañero con el que me
encontré nada más subir la Cardosa y me llevó como nuevo por todas las
dependencias del caserón para mostrarme el sitio donde habría de vivir desde
septiembre de 1959 hasta julio de 1960. Me presentó al P. Mayor aquel gran
helenista.
Se arraciman en la memoria una escala de recuerdos
mixtos: la llegada una madrugada de lluvia; aquel maestrillo gallego, buen
samaritano que nos ayudó a trasladar los baúles; el encuentro con el catedrático
de griego al que ya he aludido; la primera impresión que me produjo la visión
del mar como un inmenso estanque de plomo derretido que henchía sin confines la
raya del horizonte; los puntos que nos daba por la noche aquel jesuita; el
constante ajetreo de gente joven por los pasillos. El cuarto del P. Teófanes
que olía siempre a café- café. El miedo al infierno que tuve la tarde en que
llegamos. No habíamos aterrizado todavía y ya empezaron los ejercicios
espirituales ignacianos. Creo que tengo atragantado a aquel santo desde
entonces. Los baños en la playa de Oyambre. Un criado gallego que nos servía la
leche aguada de los desayunos. Los vascos, galaicos y astures, tenían visita
más a menudo que el resto, pues sus pueblos quedaban menos a trasmano y,
además, eran todos ellos gentes de posibles. No había que pasar los puertos ni
franquear la cadena de montañas. Una partida de seminaristas de Compostela, la
más nutrida y numerosas entre los que se encontraba un tal Lois, un gallego de
mofletes sonrosados que sólo se jactaba de una cosa: ser hijo de canónigo.
Siempre estaba hablando con uno al que le llamábamos La Vieja. De vez en cuando
venía a visitar a los compostelanos un joven sacerdote recién ordenado en
Munich. Se llamaba Rouco Varela y habría de escalar tiempo adelante puestos muy
delanteros en la jerarquía. Hoy es el cardenal de Madrid.
El año que pasé en aquel pueblo de suaves lomas
inclinadas y playas abiertas de dunas traicioneras fue un año difícil en pleno
despertar de la adolescencia. No conseguí adaptarme a aquel ambiente clasista.
El P. Eguillor me puso en el pelotón de los torpes y me dijo que lo mejor sería
que me volviese a mi seminario. De aquella humillación nacería mi primera
disposición escribir, porque empecé a llevar un diario y a componer poemas como
un descosido. Emborronar cuadernos o disparar conceptos sobre la maquina
mecanógrafa, que suena igual que el tableteo de una ametralladora, ha sido el
eterno desahogo. Cifra y compendio del derecho al pataleo que siente todo
español vivo. Esa acción terapéutica y purificadora de las bellas letras y de
las balas es la que más vale.
A partir de entonces masqué el polvo de la derrota y
sé de veras lo que significa sentirse un marginado, pero ahora mismo encuentro
justificada mi rebelión. La tarde en que les gané a los vascos al frontón la
consideré un momento de desquite.
Tampoco se me han olvidado las bellas y calurosas
tardes con viento terral en que el grupo de los suspensos bajábamos a bañarnos
a Oyambre, aquella playa de aguas blancas y de arenas movedizas, con las
corrientes encontradas de la ría, a cuyas aguas se asomaban los nueve pueblos y
nueve valles, y del mar. Todos los años perecía ahogado más de un alumno.
Se agolpan en el cajón de los recuerdos nombres,
ventanas y tránsitos, y las notas de un piano que suena al fondo se entreveran
con el perfil de algunos rostros ya borrosos. Los parterres de la fachada
principal tenían rosas todo el año. Se escuchaban de ve en cuando mientras
traducíamos a Homero el trajinar del Hermano Prudencio, el jardinero con sus
tijeras de podar afanandose sobre los aliños y macetas que tanto embellecían la
fachada orientada a Mediodía. En el Norte no helaba como en mi ciudad, pero las
navidades de hace cuarenta años y lo digo porque escribo estas referencias la
noche de San Silvestre del 99, cuando dentro de una hora enterraremos el Siglo
Incomparable, que es como se debiera llamar al siglo viejo,-y )qué nos
deparará el nuevo, madre?- fueron tristes. En portería se quedaron con un poco
turrón y unos chorizos que me mandaron
mis padres. Don Amable, el cura de Ruiloba, viejo moreno y carilleno, pero sin
una sola cana, que venía a confesar a los del seminario menor, jadeaba al subir
la cuesta de la Cardosa en las tardes de lluvia y en las mañanas con viento
sur, que en esta región santanderina es un terral mortífero. El P. Nieto estaba
casi amarillo; daba un poco de miedo al acercarse a él. Tenía la cabeza deforma
y un rostro monstruoso sobre una panza
muy abultada, signo fatídico de la cirrosis que lo habría de llevar a la tumba,
pero decían que era un santo y que algún día subiría a los altares. Por el
verano los domingos había baile en el pueblo y el sonido que retumbaba alacre
por todo el valle subía hasta nosotros durante el estudio. Era un canto de
sirenas y alguno no lo pudo resistir. Por culpa de aquella orquesta se perdió
más de una vocación, pero de eso ha quedado ya constancia en una maravillosa
novela ABuscando su
destino@ que
escribió Castillo Puche. Allí ese ambiente cerrado de isla alejada que
resultaba asfixiante. Se atacaba en ese libro a la educación elitista que se
impartía en aquel recinto, pero los jesuitas, que no son tontos, compraron al impresor toda la
edición. El novelista murciano veía venir la gran desbandada y el cambio que se
avecinaba. Cuando la mayor parte de los españoles se mostraban germanófilos,
con un olfato muy fino algunos de los profesores y maestrillos de la Pontificia
se declaraban aliadófilos sin remilgos.
Comillas tenía un alma doble y la tempestad soplaba
sobre los corazones en calma a primera vista, pero esa beatitud no era más que
aparencial. Para mí no fue exactamente un paraíso. Sin embargo, el verde de
aquellos paisajes me tiraba. Dejó secuela en mí. Los prados de las Asturias de
Santillana eran un barrunto de los de las Asturias de Oviedo donde habría de
vivir lo mejor de la vida y pasar los días más felices de mi existencia si es
que ha habido alguno. Hacia ellos, sin yo darme cuenta, me estaba arrastrando
mi destino.
-A Oreanda irás.
-)Dónde está Oreanda ?
-Un sitio entre laureles que miran al mar entre
Cudillero y Luarca.
-Señor, )me resarcirás?
-Yo seré tu pavés. Entre tanto, aguanta.
Así estaba escrito. La divina misericordia , sin que
mis ojos lo detectaran estaba trabajando por de dentro y me preparaba un sitio
junto al mar al abrigo de las montañas
donde se sellaba un pacto de vida, una querencia incoercible. En aquel lugar yo
era, sin embargo, un ser extraño. Es duro a los quince años sentirse un
rezagado, un fracasado. Fue el dictamen de Eguillor que pesa sobre mí. A partir
de ahí me han estado echando de todas partes. No me considero , en cambio, un
paria ante Ain conspectu
Dei@. El éxito y
el fracaso en el ámbito de lo temporal y lo metafísico no son conceptos
relacionados.
No entendía
la Física que daba el P. Cabezas. Las matemáticas resultaban un suplicio y en
Griego y en Latín, que yo suponía mis fuertes el P. Eguillor, que empezó a
mostrarme ojeriza desde el principio, se ensañaba llamandome calamidad delante
de toda la casa. El P. Martino nos hartaba de Machado y de García Lorca y de
Alberti que fueron los poetas más leídos del franquismo. En prosa la monserga
cotidiana eran Azorín, y venga Ortega y Unamuno. Siempre más de lo mismo. )Quién dijo
que toda esta gente estuvo postergada? Desde entonces tengo también
atragantados a esos autores, pero una vez en la clase de composición del P.
Penagos, saqué notable por una descripción que hice del valle de Ruiloba. Se me
quedó grabada una visita que hicimos al monasterio de Vía Coeli, uno de los
siete que guardaban la entrada al Revulgo de Santillana, a la vera misma del
mar, fundado por Diego Velarde, Ael que la sierpe mató y con la infanta casó@. Aquella
visita sería iniciática, pues empecé a sentir algo muy especial por la liturgia
cisterciense, y esa atracción se vino a consolidar a lo largo de mi vida. Estuve allí no más de una hora, pero el
recuerdo de aquel lugar de paz bañado por las olas isócronas del cántabro mar
recogiendo en cada marea el canto de la Salve y la santidad de los mártires (al
P. Heredia lo defenestraron el tres de diciembre 1936, era el prior). El
abad y todos los monjes habían sido
pasados por las armas en los aciagos enfrentamientos de las dos Españas.
En Comillas tuve el mayor fracaso pero allí empecé
lo que habría de significar la Virgen a lo largo de mis pobres días de escritor
y periodista contra las cuerdas. Allí empezó el camino de la gran rebelión y de
mis frustraciones, pero, ya digo, la Madre de Dios estuvo al quite. Ella pararía los golpes que desde muy niño
empezó a lanzarme la Bestia. Encontré en su manto iluminado de estrellas mi
pavés. Esta mujer tan excelsa es el único argumento que encontraréis en mi
pobre existencia novelesca, plena de altibajos y de contradicciones. Tenía dos
nombres: uno celeste y otro terrestre, Sofía y María.
Sólo hallaría yo solaz en su dulce mirar.
(Pobre de mí!
Aramburu, el amigo fiel de aquellos instantes de incomprensión, se había
convertido en un vulgar activista político que no escatimaría medios, incluso
el asesinato, a la hora de alcanzar sus designios. Apuntaba alto la flecha,
pero el carcaj le estalló sobre el pecho como a los capitanes arañas de la
revolucionaria incumbencia, ya de camino,
que él indoctrinara, les sería deparada la muerte con la carga de
dinamita manipulada. Murió a pies de obra. Muchos honrarán su heroida de
memoria, le recitarán versos, pero para mí nunca dejó de ser un cretino. Se
unió a la guerrilla urbana, fue detenido y condenado, según conseguí saber
después de nuestro accidentado encuentro en París. Por tener ordenes sagradas
se libró de la máxima pena y en un par de ocasiones viajé a visitarle a la
cárcel de Zamora. Aun seguía rezando el reato del breviario cada día. Se
consideraba el rubiales risueño que yo
conocí, con unas cuantas arrugas de más en el rostro. Prorrumpía en dicterios y
apóstrofes no catalogables cuando se le mentaba el nombre de Francisco
Franco. Él, que era tan fervoroso y tan
místico. El fin justifica los medios. Parece ser que san Ignacio adoptó esa
dialéctica después de leer Maquiavelo. La vida gira y pega tumbos. Sólo la
palabra etarra me hace temblar porque viene asociada a la noción de titulares
de luto en los periódicos y una constante desazón de odio que acabará por
rompernos por dentro como país. Los asesinos adquirirían un protagonismo de
hecho consumado. Las manidas frases, los sólitos argumentos. La verdad es que
la vida moderna se ha convertido en un aburrimiento. La hidra del noventa y
ocho que esgrime sus siete cabezas amenazante contra nosotros. )Dónde estás,
Diego Velarde? )Fuiste tú, en verdad, el que la sierpe descabezó? Retumban nombres
como cañonazos a todas horas: proceso de Burgos, Lasa y Zabala, Martutene,
impuesto revolucionario, Arzallus, Apeneuves@, Apenenes@ y peleles. Ya son años escuchando las mismas
querencias en la galería triste de la actualidad. El áspid inocula su veneno
mientras constriñe su bufanda mortífera enroscada a nuestros cuellos. España se
acabó.
La grotesca escena de la violación múltiple de
aquella muchacha, símbolo de la patria vasca, en una buhardilla parisiense me
hizo entender muchas cosas que hasta entonces no comprendía. Había fracasado la
educación sentimental de toda mi generación. Josemari Amilibia en otro gran libro ALos Héroes
de Barro@ - es otra
tremenda novela al que se ha ignorado a propósito pero que resulta
apodíctica para comprender a la
generación del 68- suscribe de forma inapelable ese juicio.
Todos estas memorias comillenses me vinieron de
golpe cuando me eché a la cara a mi amigo vasco en París. Cada uno había
seguido rutas distintas, pero continuábamos rezando el breviario y recordando
los emocionantes himnos que entonábamos en la explanada del Stella Maris el 31
de mayo. Te gané por siete de diferencia y aquella partida fue un punto de
referencia para mi ahínco. Eguillor me fulminaba de anatemas. Vuelvéte a
Segovia, no eres de los nuestros, eres un desastre, pero yo había dado una
buena tunda a uno de los cestistas vascos favoritos; con todo, aquella tenacidad
no era más que el furor del vencido. Si me hubieses levantado la mano, bien
sabes que yo no me iba hacer de pencas. De chico, cachis diez, a dos matones de
Cantalejo, que también tiene lo suyo de jacarandosos, y, aunque son vacceos, se
traen un aire a vosotros en lo de fanfarronear, los metí en un puño, pero
Stella Maris, poblado de cantos entonces, ) por qué ahora te has convertido en un desierto?
Claro, los cambios de rumbo de la Nave de Pedro, se me dirá, hay en todo este
abandono y ese silencio de caserón vencido un pecado antiguo que nos ocultaban.
Casi ya da lo mismo. Ni me quedan rencor ni nostalgia. Es un drama la vida de
los pueblos y en menor escala la de los individuos y la vida da más vuelta que
el afecto de una mujer aunque no sea puta. Sólo ella, la que alza sus plantas
como un ángel blanco sobre la fachada del transepto nos sigue queriendo. Nos
comprende y hasta nos cura con su mirada. Yo siento sus rayos de vida sobre mi
pecho, Aramburu. Lo demás todo es filfa. Poca importancia tiene que tú te hayas
hecho de Arzallus. Aquella devoción que
juntos aprendimos está por encima de las creencias políticas, los rasgos de la
personalidad. Tanto monta, monta tanto en que vosotros bajaseis al frontón con
pelotas que botaban bien, traídas expresamente de los EEUU o de Francia, y yo
me presentara al torneo con una forrada de piel de gato que me había regalado
un paisano de Peñafiel. )Quién ha sembrado el odio? )Tanta
discriminación a qué ton? Las majaderías
de Sabino Arana llenaron de vientos tu cabeza, pero tú sabes que uno a uno,
hombre a hombre, nunca por la espalda, no nos ganáis. Me acuerdo de la vez que
discutiste con Pipe Hevia, el sobrino del obispo de Oviedo por la misma
banalidad. Él empeñado que no hay verde como el de Pravia, donde él había
registrado hasta treinta y seis matices, y no me extraña de ese color, y tú
decías que había muchos más en Vizcaya. No tenéis ojos más que para lo vuestro
y así no hay forma. La única música, la del chistu. El mejor guiso, el
marmitako. Los mejores pescadores, los de Bermeo, y ahí te doy toda la razón,
pero no te olvides que no son peores los de Huelva o los gallegos. La mejor
bebida, el pacharán. Los mejores poetas, los versolaris. Los mejores cantantes,
los copleros del zorcico. Ese antagonismo sólo nos va a llevar al desastre.
Acabaremos todos hablando no en vasco sino en spanglish y bebiendo coca cola a
todo meter. No digo yo que el mejor campo de futbol sea el de San Mamés, pues
ya desde entonces yo era del Atlético de Bilbao, y nunca he visto mejor puente
colgante que el de Portugalete, de donde era Arriaga, pero era una impostura
querer parcelar la historia de España en banderías.
Los que aspiraban a una hornacina y sentar plaza de
San Luis Gonzaga luego se desquiciaron.
El diablo ganaría la partida, pero no nos fuimos con Satanás. Es que con
nuestra postura rebelde queríamos enseñar al mundo el verdadero rostro de
Cristo. Salimos de estampida y en cierta forma arrollábamos a un mundo
desconocido y que tampoco hizo demasiado esfuerzo por conocernos, y menos
entendernos. Todo nos lo tuvimos que ganar a pulso y el proceso de adaptación,
porque andábamos sin las ideas claras y no sabíamos distinguir la realidad de
la ficción, que era lo que nos enseñaron, lo temporal de lo espiritual. Esa
paranoia condujo a algunos de nosotros a la catástrofe.
Por ejemplo, en la frase que pronuncia el dominico
exclaustrado y transplantado nada menos que a Estocolmo donde nace de nuevo a
la vida, porque allá conoce al amor, A Anika, yo te maté@, cuando se entera del fallecimiento de su novia
sueca, es un grito de dolor del niño que se enfrenta ante el juguete
destripado. Los experimentos con gaseosa. Pero a nosotros nadie nos introdujo
en el consumo de esta bebida efervescente.
Nos empezamos a emborrachar con vino peleón o con aguardiente de
garrafón. Fue demasiado brusco entre el ideal y lo real. Recibimos una
rutinaria educación basada en lo superficial. Nos soltaron de repente y nuestra
conversión a la inversa redundaría en corrupción. El sol pesaba demasiado sobre
las cejas, la arena quemaba los pies, la gente pegaba voces, y oíamos el ruido
del coliseo enfurecido. La plebe necesitaba sangre y espectáculo para ser
feliz.
AYo la maté@. Ya no
habría una segunda oportunidad.
Muchos acabaron en la droga y en el alcohol. O
tirándose desde el pináculo de la torre más alta del mundo, para dejar que los
supervivientes de aquel naufragio se hayan convertido en cadáveres que ambulan,
padres de familia maltratado, aburridos Falstaff, que únicamente encontraron un
dios en el vientre, viejos prematuros y gente de las clases pasivas sin
demasiado horizonte.
Sin embargo, no nos podemos quejarnos de la vida.
Conocimos el amor y por él lo tiramos todos. Abrimos brecha. Fuimos esos los
últimos aventureros, los descendientes de un pueblo que conquistó continentes.
Torbado acertó plenamente. Su frase nos define. AYo la maté@. Eso es lo
que fuimos una generación de Aex@ que sigue sin encontrar el rumbo.
Era el sitio más poblado de sotanas por metro
cuadrado de toda la Península. A Comillas la llamaban AVilla de los
Arzobispos@, debido a
la gran cantidad de mitrados que produjo a lo largo de sus tres cuartos de
siglo de existencia. En sus aulas se inventaría la palabra Ahispanidad@ y fue una
postrera tentativa por crear un clerecía de altura. En aquel cotarro rodeado de
cuetos y de acantilados bravíos el Marqués trató de convertir al Seminario de
San Antonio de Padua en una suerte de campamentos de Dios. Se asemejaba un poco
a Grafenwohr, donde se preparó a la Wehrmacht antes de su campaña contra Rusia.
Nosotros nos entrenábamos para conquistar el orbe para las banderas del Señor.
Era eso un castro campamental enriscado en el otero místico, desafiando al aire
y al orvallo perenne y mirando con cierta altanería para la poza donde se
rendía a sus pies el humilde pueblo montañés. Allí estaban los que habían de
ser convertidos. Era una forma de hablar porque la música alborotadora de la
verbena por el verano como un canto de sirena les hizo desistir a muchos, que
no eran tan fuertes como Ulises ni tenían las cosas tan claras, de su demanda.
Vivíamos sobre una roca exaltada por los sueños entre las nubes de una
maravillosa quimera. El can del desengaño no había distribuido sobre nuestras
carnes la cuota alícuota de zarpazos. El alcázar se rendiría al soplo
huracanado y laico de los desengaños.
El momento más espectacular del día era el de la
misa conventual que se celebraba de forma multitudinaria y deprisa, pues eran
cerca de doscientos curas y a las nueve sonaban los timbres de la clase de
prima. Habían de establecerse turno para la concelebración de misas simultáneas
y las numerosas capillas y oratorios que había en las cuatro iglesias
existentes en el recinto no daban abastanza a aquel ir y venir de estolas y de
casullas, de hijuelas, credencias y epactas. Los jóvenes sacerdotes recién
ordenados guardaban cola de pie en las cajoneras de la sacristía para ponerse
el cíngulo. Era todo un espectáculo. Los tres seminarios en peso nos teníamos
que movilizar en peso para ayudar a los misacantanos. Entre las cinco y las
diez de la mañana se decían entre trescientas y cuatro misas rezadas. Me
complacía a mí hacer de acólito a los franciscanos y a los carmelitas descalzos
que seguían un rito especial y que a diferencia del clero regular se colocaban
el amito a manera de cogolla, pero los dominicos eran los más espectaculares.
Recitaban todo el canon con los brazos en cruz.
Aquellos genitivos de la oblata, los gestos y las
bellas impetraciones litúrgicas de la liturgia de San Pío V quedaron grabadas para siempre en mi
memoria y tantas veces les habré repetido que me las sé de coro. No creo que
puedan ponerse en boca de hombre plegarias tan sublimes. Creo que fueron
inspiradas por el Espíritu Santo.
A lo largo de los pasillos de los tránsitos estaban
colgadas los retratos de los obispos, arzobispos y patriarcas que fueron
antiguos alumnos. En la nómina de dignatarios obispales y arzobispales
aparecían jesuitas. Sólo algunos, de los desplazados a Misiones, porque se da
por archisabido que las constituciones de la Orden lo prohíben y clasifican
como pecado Ade ambitu@: pretender
obispados. Se da la paradoja de que los guardias de corps de Jesucristo
incurren en los defectos del reduccionismo luterano o jansenista, enemigos a
los que combaten al sacar la cara por el papa: desmontar el tinglado jerárquico
haciendo recaer toda la autoridad sobre un solo pastor del rebaño, impidiendo
el gobierno sinodal que tenía una larga y solidaria tradición desde los
Apóstoles. Al actuar a rajatabla a favor del mando único impusieron una
autocracia piramidal, seca y estricta, que tiene que ver poco con el rostro
amable y misericordioso del Redentor. Se arrogaron una facultad justificada en
un dudoso mandato evangélico, el de las llaves, que a lo largo de la historia,
en vez de abrir y tender puentes entre los hombres, ha servido para construir
muros y elevar barreras de separación. San Ignacio, lleno de santas
intenciones, perseguía una utopía sólo aparentemente, porque lo temporal y lo
espiritual no vienen en ligas separadas, sino que son resultado de la mena
metalífera complicada de aleaciones varias. Este conundrum no es sino el
harnero de las cosas, el enigma de la realidad fraguada en la luz y en la
sombra. Su viaje a Roma lo pone en camino de un deseo de desquite. No había hecho carrera en Arévalo como paje
en la corte de Isabel la Católica, su carácter violento le había metido en líos
de duelos por mujeres y como soldado del Duque de Nájera tampoco llegaría muy
lejos: una arcabuz casi le descuaja una pierna. Quiere resarcirse de los
despechos sufridos en Castilla. Nada de rey, ni emperador. Sólo Dios y su
vicario en la tierra. Para llegar a alguna parte hay siempre que ir a la
cabeza.
Los rostros hieráticos de aquellos monseñores
colgados sobre la pared y gozando de la serenidad enjalbegada bajo los
artesanos del Paraninfo, cerca del sitial del Nuncio con baldaquino de
guadamecí parecían gritarme: A Tú tienes que ser como ellos. Si ellos pudieron por
qué tú no; persevera, hijo, que algún día te verás en este cuadro de honor@. Muchos no
pertenecían al mundo de los vivos y puede que hasta hayan sido canonizados al
recibir la palma del martirio. El furor sicario de las hordas rojas parece que
se ensañó con ellos. Eran la gloria de la Pontificia. Un número nutrido de esta
lista de mitrados cayó víctima del furor iconoclasta de la guerra civil. Yo
hubiera volado hacia aquel Olimpo de dignatarios si Eguillor no hubiese cortado
las alas a este gorrión que quería imitar a las aguilas triunfantes, pobre de
mí. En el camino de la santidad aquel prefecto de hirsuto como el de una brocha
encalvecida me puso la trabilla. Creo que era de algo más que dudosa tendencia,
pues había que ver con qué ojos de carnero degollado miraba para Gamboa, aquel
retórico rubito con cara de virgencita, que cantaba de tiple en el coro bajo la
batuta del P. Nieto, cuando traducíamos a Cicerón.
-Tú, Gamboa, aquí a mi lado. No quiero perderte de
vista.
Capté al vuelo el doble sentido de aquella frase,
porque la jaula de oro de Comillas dio muchos obispos y predicadores de
campanillas a la Iglesia, un buen cupo de poetas y de escritores, pero también
de bujarrones de todos los pelajes. Las reglas de la naturaleza, inapelables.
Tenía que ser así. Con más de mil tíos encerrados sin una mujer a la vista y
sólo el consuelo de las estampitas del Hermano Garate , el encargado de la
lavandería, que también decía que era un santo, pero hay cosas incluso para lo
que la santidad es insuficiente. El protagonista de la novela de Castillo
Puche, ya en cuarto de Teología, aprovecha uno de esos viajes que se hacían a
la capital de provincia con el objeto de ir al médico de Valdecilla o a
resolver ciertos asuntos, para ir a un baile, allí se emborracha y se va con
una mujer. En plena noche se declara el terrible incendio del año 40 que
destruyó completamente la ciudad de Santander. Todo echábamos fuego. El viento
del sur nos volvía muy ardientes.
Pero si ellos pudieron, yo también podría. Era lo
que se repetía Iñigo de Loyola cuando decidió convertirse en santo. Yo aspiraba
a la santidad, pero no así. Ya en el refectorio, donde uno de los mayordomos
gallegos venía con la herrada durante el desayuno y me servía ración doblada de
café con leche pues sabía que me gustaba aquella leche pura de vaca -en el
seminario de San Antonio no conocimos nunca el queso de bola americano ni la
leche en polvo- y que yo no recibía paquetes de comida desde casa. Esto para el
gordito. También Loís era uno de sus preferido y a él también le colmaba la
taza y le decía algo cariñoso en gallego.
Los de mi mesa eramos como una familia. Al empezar
el curso te colocaban en un sitio y de allí no tenías que moverte. Si alguno fallecía o era expulsado nunca se
llenaría el hueco hasta el año siguiente.
Esto también tenía que ver con las costumbres atávicas de los
tirocinios. )Una forma de
expresar la brevedad de las cosas y de meditar en la muerte sin tenerte que
empachar de la prosa del P. Garzón o meterte en la tramoya de los Ejercicios ?
Tal vez.
Hice, ya digo, amistad con los otros cinco
comensales. Había un madrileño castizo regordete y mofletudo con el pelo a
cepillo al que enviaba su familia un buen matute de refuerzo y siempre nos
convidaba. Una vez nos dimos un atracón de anchoas con vino de Valdepeñas para
acabar la cuaresma. Vale un florín cada gota este vinillo aloque, dijo Otto con
frase de Baltasar del Alcázar.
Luego estaban Aramburu, Bedoya, uno que era de Potes
y tenía algo de maquis, porque su padre estaba en la guerrilla, una vez nos
enseñó una foto en que aparecía el famoso Juanín, que para unos será un
luchador por la libertad, pero para nosotros en aquellos tiempos un simple
bandolero, uno que era de Burgos que tenía, como Gamboa, la cara de niña, el
Eguillor siempre les sentaba en los primeros bancos, y yo. Creo que se llamaba
Santos y era un impertinente gafotas.
Bedoya tenía los dientes postizos, el pobre tan
joven y se los lavaba en los aseos cuando nadie lo veía. La gente le tomaba un
poco el pelo por esa merma casi trágica de ser desdentado para toda la vida en
plena adolescencia, y porque era Ade ideas@, no recibía visitas, sus parientes no venían a
verle nunca, a pesar de que su pueblo caía de allí a menos de noventa
kilómetros, se le había muerto la madre y su padre estaba preso en Santoña,
pero yo sentía una gran admiración hacia él. Era uno de los que mejor escribía
de quinto de retórica y el que sabía más literatura porque era el más leído.
Los demás pronto nos encasillaron como el Agrupo del
Bedoyo@, el pelotón
de los torpes según el prefecto Eguillor, los díscolos y los incorregibles, los
que al año que viene tendrán que volver a su seminario, porque no valen para
Comillas.
-Dejales, no les hagas caso, Parrita.
Los jueves por la tarde que había paseo nos
juntábamos unos cuantos en torno a Bedoya y recitábamos en voz alza el Pascual
Duarte en Peña Castillo, mientras abajo en el despeñadero estallaban con
rítmicos estampidos isócronos sobre las rocas las olas del océano y del Stella
Maris llegaba el estruendo de los que jugaban al fútbol.
-A mí me gustaría ser escritor, Bedoya. )Crees que lo
conseguiré?
-Sí hombre, sí, como no. Para escribir sólo hace
falta un poco de paciencia. Pero siempre hay que tener por delante un objetivo,
alguna causa justa.
Cuando se apasionaba por alguna cosa al lebaniego le
temblaba la barbilla y se le removía algo la prótesis. Cela era uno de sus
autores preferidos. Recuerdo que la primera vez que fui a entrevistar al autor
de La Colmena me acordé de mi compañero de fatigas, )qué habrá sido de él?
Aquellos campamentos del espíritu donde se
preparaban las acérrimas cohortes de la infantería celestial, los manípulos y
los reitres de la caballería de San Miguel se licenciarían muchos antes de
jurar bandera. A mí me destinaron no a la plana mayor sino a los lavaderos como
edecán del Hermano Garate. Se podía
llegar al cielo y ser religioso sin que te impusiera las manos el obispo, pero
decliné del todo la oferta que me tendía el padre rector de ingresar en el
Máximo no para hacerme maestrillo, sino hermano coadjutor.
Lo mío eran las letras en verdad y creo que he
emborronado mi vida de palabras, taxativamente soy grafómano, para demostrar a
Eguillor que estaban equivocados. La sombra de aquel rechazo proyecta todavía
su silueta sobre mí, pero entonces la poesía fue el esquife al que me icé sobre
las olas para salvarme del hundimiento. Un náufrago fui entonces y un náufrago
soy ahora. El P. Heras me echó una estacha:
-)Por qué no te vuelves para tu seminario? Yo creo que
tienes verdadera vocación. Eres uno de los llamados y no has de dejarlo.
-Para Eguillor soy un retrasado mental.
No dejaba de decirme que parecía medio tonto.
-Te nos ha colado. Entraste aquí por la puerta
falsa.
Raudales de indignación acuden a mi alma aquellas
palabras por aquel hombre espátula, brocha y escoba de la hipocresía abatanada
en los mejores noviciados de la Compañía, también la violencia. Ya sé que todos
los jesuitas no eran así, pero la imagen
de aquel trágala. Incluso, pasados tantos años, aquel orífice de
malevolencia se ha enquistado dentro de mí. No era ni más ni menos que el
heraldo del sino infausto. A lo largo de mis días hube de defenderle contra el
mal agüero de aquel jesuita que abría la caja de pandora de los peores
instintos.
Trató de justificar su decisión poniendo un símil
castrense:
-Mira. Esto es como una academia de alto grado para
la formación de cadetes de elite, West Point, Sandhurst, Saint Cyr. Los
chusqueros no nos interesan. Aquí necesitamos alféreces de carrera, no cabos
primera. Esto es un seminario de altura,
no un colaña. Tú no eres de los nuestros.
Me sentí como un reo al que comunican su sentencia
de muerte. Se me ocurrió recordarle al
prefecto lo de los últimos serán los primeros, mas creo que hubiera sido inútil
porque Eguillor estaba demasiado pagado de sí mismo para creer en Cristo. Ahora
comprendo por qué Aramburu, que ése sí era de los suyos, acabó en banda armada.
Guardé silencio y aunque sentí que me temblaban las piernas y se me humedecían
los ojos a toda costa procuré reponerme.
Había sido convocado a su cuarto de forma solemne y
anunciarme el finiquito:
-Lo he consultado ante el Sagrario y he decidido que
no vuelvas al año que viene.
Era una desapacible tarde del 17 de marzo de 1960.
Cuando llega ese día me echo siempre a temblar, porque la efeméride ha
convocado a la sombra y en tal fecha como esa el infortunio se repite. Porque las desgracias nunca llegan solas,
aquella expulsión precipitó otras.
No me pude contener y me eché a llorar sorda e
irremisiblemente, pero en aquel verdugo mis pucheros no hicieron mella.
Eguillor no sólo tenía el corazón duro sino que era un masoquista. Le enervaban
mis sollozos. Pero yo me daba pena de mi mismo con aquel hábito que parecía iba
hecho un adefesio.
-)Es que no tienes ni para una sotana? Se te van
patatas en los calcetines, tienes chepa, enseñas los pantalones debajo de la
sotana, eres lo que se dice una ruina.
-No, padre. Somos pobres.
-Me he puesto en contacto con tu familia para que
vinieran a recogerte, pero tu madre está enferma y creo que carecen de dinero
para llegarse hasta aquí. Puedes quedarte hasta que termine el curso, pero,
ojo, a la menor queja, te ponemos con la maleta en la Cardosa. Te hago una concesión,
soy generoso.
-)Qué hace tu padre para ganarse la vida?
-Es sargento de Artillería y mi madre lava para
afuera. Somos muchos en casa.
Recuerdo que me enjugaba las lágrimas con la manga
de la hopalanda que me había regalado Don Bienvenido, el canónigo lectoral de
Segovia, al que trataban mis padres, y que se me había quedado corta, porque
aquel año había pegado yo el estirón, y luego para reprimir aquella lastima que
sentía por mí mismo así con los dedos los flecos del fajín azul. Y pedía a la Virgen que me socorriese. Creo
que es verdad, vino en mi auxilio y he sentido su presencia de madre invisible sobre mi orfandad
pecadora.
Eguillor era delgado y larguirucho. Se estaba
quedando calvo pero algunos pelos lacios como púas campeaban sobre su colodro
dolicocéfalo. Todo en él, hasta el alma, debía de ser puntiagudo.
-)Por qué lloras como una colegiala, eh?
-Es que mi padre es suboficial y como ha dicho Su
Reverencia eso de los sargentos...
-Pues, si tu sigues por ese camino, no vas a pasar
de soldado raso. Y ahora largate de mi vista. Agur.
Cuando bajaba por las escaleras hacia la planta
baja, creí percibir un olor fétido y ruidos extraños como de forzados que
arrastran cadenas y van esposados con bretes y pihuelas de pies y manos y eché
correr para prosternarme ante el edículo de Nuestra Señora (una vez que acudí a
Comillas en el verano del 95 le hice un retrato y aquella madona está ahora en
mi habitación cerca de mí). Se me acababa de aparecer el diablo disfrazado de
jesuita. Eguillor era su representante en aquellos campamentos donde se
preparaban las milicias apostólicas. El trigo y la cizaña crecen aparejados en
los campos de la virtud, que de todo tiene que haber en la viña del Señor
Formulé la resolución firme de poderle demostrar a
aquel arrogante y malvado sacerdote que se había equivocado conmigo, que las
guerras a veces no las ganan los generales ni los guardias de Corps sino aquel
turuta borracho y díscolo que duerme muchas noches en la prevención y que en un
momento de arrojo se lanza contra el enemigo y consigue que no se rinda la
plaza. Algún día pueden que resuciten Cabo noval y el Cascorro. De la misma
forma no dejo de acariciar la idea de que la iglesia de Jesús está a buen
recaudo no por el papa tal cual, ni por aquel predicador, sino por ese ostiario
humilde y pobre al que elige el Espíritu Santo para consumar su obra.
Los últimos serán los primeros, Padre Eguillor.
Entretanto, tendremos que seguir soportandoos, acariciando vuestro yugo,
besando el látigo. Amen. En espera de que un día se abran las puertas de la
campa y entre por ellas el libertador.
Con la absoluta en el bolsillo y habiendo aceptado
mi suerte irremediable de ser apartado como oveja negra del rebaño, ya no me
importaba nada, pero no adopté la actitud pasota del cucarro, que para lo que
le queda en el convento, se mea dentro. Al revés, me volví más bondadoso y
cumplidor del reglamento. Era ya yo mismo, y así el último trimestre que pasé
en el seminario de San Antonio fueron tres meses quizás los más felices de mi
vida. Fue una primavera hermosa. El sol rompía su lanza de luz en auroras
faustas por los ribetes de Peña Castillo y de Ruiloba coronado de pinos y de
eucaliptos, los cielos narraban las glorias del criador acariciando sus rayos
mi despertar, mi camarilla se orientaba a levante.
Rápidamente me tiraba de la cama nada más amanecer y
prosternado frente al astro naciente recitaba la plegaria triunfal que suele
rezarse en comunidad en los monasterios cistercienses AIam lucis@ y que en
Comillas musitábamos en privado camino de las duchas. Se trata de la mejor
fórmula para dar comienzo a una jornada y el mejor sortilegio contra los
enemigos meridianos que nos acechan a cada paso.
Procuré ser servicial con los demás, sacando fuerza
de flaqueza. El prefecto me dispensó de asistir a las clases, Bedoya me dejó
algunos libros y pasaba gran parte de aquellos hermosos y largos días entregado
a mi vicio favorito: la lectura. Un libro que me impresionó fue la AVida sale al
encuentro@ de Federico
Sánchez Mazas. El padre Heras vino a verme una vez y trató de consolarme.
Recuerdo la cara de aquel bendito, su rostro largo, el pelo echado hacia atrás,
su porte de hidalgo castellano, podía ser el fantasma que habitaban en alguna
de las casonas cerradas de Santillana de Mar, que estaba de allí a un tiro de
piedra. Su presbicia inspiraba cierta ternura y era un buen religioso, acaso un
santo jesuita que también los hay. Le sobraba la caballerosidad y buena crianza
que le faltaba a aquel vasco mal educado e histérico.
-No hagas caso ni lo tomes a mal. El P. Eguillor es
el típico maestro de novicios. Su aparente dureza se justifica en las rigurosas
pruebas a que somos sometidos en el postulantado. Esta táctica forma parte de
lo que llamamos Asuspensio mentis@. Un aspirante a llamarse hijo de San Ignacio tiene
que pasar por la ordalía. Ello forma parte de la forja del carácter, la
renuncia a la pompa y vanidad del siglo, la aceptación de la obediencia de
cadáver. No te preocupes, Parrita. Regresa a tu seminario y sigue allí la
carrera. Tú serás un sacerdote. Olvida
lo que el prefecto te ha dicho y acepta toda esta amargura como la voluntad de
Dios, que desea que te acrisoles.
Luego me abrazó y me besó con ternura y compasión
infinita. Fue el ósculo de paz, el beso más pudoroso que he recibido en mi
vida. Me lo dio Cristo. Y en aquella acolada puso la casta energía que derrama el Paráclito sobre los escogidos para
el dolor. Ser sacerdote no constituye otra cosa que la donación de un viejo símbolo:
ser presbítero, administrador de la paciencia divina, transmudarse en pies,
manos y alientos de una voluntad imperiosa de salvación, algo cargado de
misterio que nada tiene que ver con la temporalidad eclesial, sino con su
esencia misma: la economía soteriológica.
Cuando viene a mi mente el pensamiento de Cristo,
acude el rostro de aquel jesuita arandino. Él me confortó, me restañó las
heridas con el bálsamo de la palabra de vida. Era el paraninfo de una gracia
que llegaba; como tantas veces, fui refractario a ese raudal de dones que me
anunciaba en aquella modesta celda que daba al paraíso. Por la ojiva del
ventanal adornado de arquivoltas vermiculadas penetraba un haz de rayos en
diagonal como en los retratos de frailes místicos que pintara Zurbarán. Los
tamarindos de la varga Cardosa daban ya florecido una escolta de verdor a la
mole cuadrada del edificio, que también tenía forma de parrilla y era un
anticipo en la España verde del Escorial castellano. Las golondrinas habían
vuelto volando raudas con sus alas en forma de horcarte bajo los aleros o
alrededor de los mazos transversales del inmenso rosetón que coronaba el dintel
del pórtico de la capilla mayor y su alborotado chiar esponjaba el ánimo de
serenidad y de emoción. Uno se acordaba de los versos de Juan Ramón: A...y yo me
iré y quedarán los pájaros cantando@.
Mi conocimiento de la literatura española ganaba
aumentos con las lecturas solapadas en Peña Castillo bajo la férula de
Bedoya. Nos metimos entre pecho y
espalda a todo Neruda, a Gerardo Diego y a los grandes de la generación del 27.
Una tarde mi amigo lebaniego, aquel día nos dieron manises de postre, tuvo un
accidente, se le chascó el paladar de la prótesis y tuvo que ausentarse durante
algún tiempo. Quedó apalabrado con un mecánico dentista de Torrelavega que le
haría la compostura.
-También es mala suerte, Bedoya, tan joven y
descolmillado.
-Es cierto, Parrita, pero la garra y todo lo que
muerde no lo lleva el hombre en los puños ni en los piños, sino aquí.
Y se dio un palmetazo en la frontal de la sien.
-Desde luego, nunca veremos a burros calvos o sin
molares - le dije para consolarle.
Hablaba como un viejo dejando explosionar el aire a
través de las encías como cuévanos y apenas se le entendía pero en sus
sentencias vaciaba la carga de sabiduría que llevaba en su interior:
-Creo que los hombres se equivocan cuando hacen
reposar el vértice del honor en los cojones. Nuestra honra no puede cifrarse en
las partes más innobles sino en el alma. Ya ves. Resulta que, como soy
desdentado, mi obispo no me dejaría ordenarme. Cualquiera que adolezca de
defecto físico no puede recibir órdenes sagradas. Roma es en esto tajante. A ti me han dicho que Eguillor te segrega
porque eres gordito. Lo sé de buena fuente, Antonio.
-Pues a Mlle. dije- cuando leo el Evangelio veo que
Cristo se rodeaba de gente poco escogida: paralíticos, epilépticos, o con flujo
de sangre como la hemorroisa, y hasta enanos igual que Zaqueo, y no pasaba
nada. Eran sus preferidos.
-Pero por lo que se ve, ni tú ni yo damos la talla.
-Bueno )nos volveremos a ver ?
-Quien sabe. La vida da muchas vueltas. Aunque no te
lo creas, estoy contento de alzar el vuelo de esta jaula dorada. Me ha escrito
madre que a padre le llegó el indulto, ha salido de Santoña, está en casa.
El padre Teodoro Heras bajó con él hasta la plaza
del pueblo donde tomó el coche de línea. Pensé que no le volvería a ver más,
pero me equivocaba. Una noche me topé
con él en el Café Gijón. Era un hombre alto, espigado. Se había puesto los dientes
de porcelana y el encuadre era an perfecto que apenas se notaba lo falso.
Estaba acompañado por una rubia despampanante.
Bedoya, miembro del Partido socialista, ocupaba un alto cargo. Se había
olvidado de la literatura y funcionaba en positivo.
Creo que me reconoció pero estuvo frío en el saludo.
-)Te acuerdas de aquellos años?
-Más bien, no. Hay que borrar la memoria de aquella
Dictadura.
-Para mí el único dictador que hubo fue Eguillor.
Calcó en mí una mirada de reproche, murmuró algo
despectivo contra los fascistas, se tornó a la rubia y al punto la pareja se
alejó de la taberna. Había pasado factura por lo del internamiento de su
progenitor, los maquis, Juanín, aquella fotografía del bandolero acribillado a
balazos junto a un árbol, y creo que llegó a presidente de su autonomía. Fue un
caso parecido al de Aramburu, por más que yo no lo esperara, pero sigue
habiendo dos Españas.
Recuerdo los ocasos sin parangón posible en los
alrededores de Oyambre, las olas con su movimiento isócrono y la acribia de sus
trazados lamían las dunas, festones de espuma danzaban junto a los arrecifes.
Nosotros nos lanzábamos desde una duna con forma de terraplén. En una marea en
que había mucha resaca la tarde del trece de mayo Santos y yo fuimos
arrastrados por la corriente. Todo
ocurrió a una velocidad terrible y de forma inopinada y súbita. Cuando quisimos
darnos cuenta en los resaltos del reflujo nos encontramos rumbo a la alta mar,
pedíamos a la Virgen a voces y con grandes lagrimas su socorro. Unos del Mayor
y varios padres que tomaban baño a esa hora de Vísperas, era un sábado,
alertados por nuestros gritos acudieron a socorrernos. Un catalán, Massolíes,
se zambulló con una cuerda que llevaba amarrada a la cintura. En la orilla
había quedado sosteniendo el cabo el hermano Quintana.
-Agarraros - gritó Massolíes.
La resaca era tremenda pues había nordeste que
picaba la mar, nos prendimos de la maroma presas de pánico, puesto que vimos
que por venir a salvarnos el gerundense casi se ahora. Al otro extremo, el
hermano Quintana que era fornido pudo hacerse con el arrastre. De esta forma
fuimos sirgados hacia un abrigo entre las rocas y así salir. Pienso ahora que Massolies y Quintana fueron
dos enviados por la Virgen y así lo pregonó aquella noche después de la sabatina el padre Carrizo, el
director espiritual de los Retóricos.
Todo el resto del mes de las flores fuimos
encargados Santos y yo, los A salvados@ junto con Massolíes el Asalvador@ de atalajar el altar de la Señora y de dirigir las
preces del rosario. El día 31 fue emocionante.
Los seminaristas se despedían de la Madre que amaban tanto y les
protegían hasta el curso siguiente. En
mi caso, era definitiva, pero no sentí ninguna tristeza. Antes bien, mucha
alegría porque su intercesión había evitado una muerte segura en las
embravecidas olas del Cantábrico a los quince años, pues sabía que siempre iría
conmigo aquella Madona de los Tránsitos. Mi destino en la vida era coleccionar
sus invocaciones e ir recorriendo uno por uno cada uno de los santuarios.
Ante su altar recargado de flores y perfumado de
nubes de incienso yo canté el solo de una canción muy bonita: A Salve
Virgen pura, de los cielos reina, salve dulce madre, alegrate siempre, estrella@. Fonseca,
uno de Yepes, hacía el contrabajo. Creo que este Fonseca ha llegado a obispo.
Era el número uno de nuestra promoción. El día de San Juan Crisóstomo pronunció
él solo y en griego dórico con la entonación más perfecta, asesorado por el
Padre Mayor, una de las Filípicas de Demóstenes. Cuando proclamaba aquello de Age...ge@ se venía
abajo el paraninfo. Nunca conocí una mente humana con una retentiva como
Fonseca, pero debía de ser cosa de familia, porque su abuelo se sabía el
Quijote de memoria al revés. Después de la fiesta de San Antonio, el trece de
junio, concluía el trimestre lectivo y daba comienzo un tiempo excitante de
planificación de vacaciones veraniegas, pero empañado en la melancolía de las
despedidas. Se daba la mano a gente no volverías a ver. La partida de los
alumnos para sus puntos de origen, que eran todos los rincones de la península,
se producía de forma escalonada. A los de la provincia de Castilla y Baleares
se nos asignó el último cupo. Debía de ser norma de la casa.
Deambular por los ámbitos vacíos del inmenso caserón
con forma de silogismo puesto que fue trazado a plomada como toda la
escolástica que se nos enseñaba en los seminarios, producía tristeza y un
cierto encogimiento del corazón. Nunca volveré a dormir en esta cama ni salir
el sol por el parteluz difuminado de mi camarilla. Adiós, virgen de los
tránsitos, tan cordial y silencio, que desciendes el rostro y prestas ojos
misericordes a quien te invoca. Hasta la vista acantilado de Villa Castillo. )Cuándo
volveré a pisar las dunas de Oyambre ? Es posible que vuelva a bañarme en este
mismo sitio, pero ni las olas inescrutables ni sus orlas de espuma pertenecerán
al mismo mar, aunque lo parezca. Lo dice Demócrito. Tampoco yo volveré a ser el
mismo.
Lanzaba miradas de partida hacia aquel paisaje que
desde que arribé me parecía tan distinto y una parcela del edén. Era la magia
de aquella zona que fue la fragua del ser de mi patria. Asomado al terraplén de
la Cardosa sentí de pronto que el futuro me estaba esperando.
Mis desposorios con la belleza se consumaron a
partir de mis bodas con la literatura. Intuía que mi porvenir estaría en una
celda abrumada de papeles, respirando anhelante mientras sufría afanandome
sobre las cuartillas. El vértigo de escribir, los descubrimientos inenarrables
del placer de la lectura, trato de sofrenarlos con las vedijas de una buena
pipa. Una radio sonando, una taza de café por enésima vez, una chimenea encendida
con el sobradillo cargado de reliquias, una foto de mujer, el enchiridion de mi
cante misa, los libros que he comprado a Riudavets, el ángel de mi guarda,
dulce compañía que me desampara noche y día, múltiples imágenes de Cristo y de
la Virgen María. Tú, Señor, te apiadaste de mí y me guardaste para este tiempo.
Pese a las descalificaciones de Martino y las
condenas de Eguillor, conseguí mi objetivo en el camino: empaparme de la
belleza y de la palabra de España. )Qué más se le puede pedir a la vida? Desde la
atalaya hermosa de Comillas Dios me estaba mostrando el camino de la dulce
Piedras Vivas de mi madurez. No ha sido una senda llana, sino tortuosa. En
algún recodo de esta quebrada ruta sentí en más de una travesía oscilar la
aguja de marear, me iba a pique, me hundía en el abismo, pero me desviaba del
asolamiento una fuerza incoercible y fuiste tú, Madre, la que en aquella triste
y desastrosa noche de Oviedo me indujiste a conocer a la compañera de mi
destino.
De antemano una voz misteriosa me había comunicado
el derrotero de mis días. Resonó en aquella casa levantada por un paladín del
noventa y ocho y me mandaba apostar por América y contar la verdad, porque yo
no fui escogido para ser heraldo de la mentira.
Hubo un hecho por aquellas fechas que me llenó de
inquietud, y fue la conferencia que nos dio el P. Rábago contandome cómo él
había sido intérprete de Franco ante el general Eisenhower que el año
precedente había estado en España, un acontecimiento deslumbrante, hito final
de una era. Rábago era un hombre alto y moreno, con la raya en medio, el porte
juvenil y llevaba un sobrero como los curas irlandeses en lugar de queja. Fue
el primer anglófilo que conocí. No hacía otra cosa que hablarnos de Inglaterra
y de los estados Unidos.
Yo me repetía: A tendré que ir algún día a ese territorio@ y cuando
veía de arribada a las lanchas al pequeño puerto de aquel resorte santanderino
se me encendía la imaginación pensando que detrás de la estela que los barcos
de cabotaje y los grandes buques que veíamos cruzar el horizonte a muchas
millas, a las espaldas de su larga estela quedaban las costas de la Blanca
Albión. Algún día irás al lugar enamorado de Merlín.
Era la Odygitria que me designaba el rumbo.
Pero andate cuidado eres demasiado tajante, Antonio.
Deja tus extremismos a un lado, tira por la borda tu entusiasmo y ciñete a la
banda de la circunspección y medida, pues el bien ni el mal subyacen en capas
sino que se amontonan como vetas en desorden. Uno puede ser bueno unas veces y,
otras, perverso. Todos llevamos un mártir y un Nerón en nuestro interior. En
religión no hay linderos para lo negro y lo blanco. Como la vida es un acto permeable y elástico,
los buenos tendrán que sufrir con
paciencia a los malos, pero el día del juicio los corderos de Jesucristo serán
apartados de los cabritos del Impostor.
Los consagrados a Dios viven no ya con la mirada puesta en este mundo
sino en
cuanto empieza después de la muerte. Sin embargo, en derecho civil no se
dan tales polaridades. La Constitución puede ser ética e incluso estética, pero
no tiene que ver nada con la teología.
Arte de la coyuntura y del momento está reñido con la moral y con la
ética. Es una teleología con medios y objetivos diferentes. No hay nobleza en
ella ni vileza, sino logros y fracasos. Sólo aspira a la praxis y todo lo que
se ponga al alcance es bueno, hasta la calumnia, con tal de que se recabe el
objetivo. Cristo no era un tribuno de circunstancias al estilo de los
candidatos presidenciales - esa incapacidad para imitar la sencillez del Pastor
sea quizá uno de los errores mayores de la Grey- sino el ungido del pueblo por
el carisma. Era ese carisma agostado, pero fuente de vida de todos nosotros,
era el que había que volver a resucitar.
Ni Eguillor ni Rábago creían en él, pero aquel gracia transportaba las
miradas de Heras, Mayor, y Teófanes. Era un sacramento de amor. La tierra sólo
bendice y premia a los que triunfan, pero el Evangelio construye su mundo
futuro con la rahez más despreciable. La
piedra rechazada por los arquitectos la constituí en basa de mi fundamento.
Sin embargo, ) dónde está Dios? Por aquellos días de fin de curso
aconteció en el pueblo un suceso que habría de conmover a toda la provincia y a
España entera. Un perro alano enloquecido había decapitado a un infante de dos
años, hijo del dueño. El animal no sabía lo que hacía, pero el niño de cuna era
inocente. )Por qué
permitió Dios que ocurriera semejante desgracia? )Dónde se había metido?
Todos estábamos consternados. Los novicios del
Colegio Máximo, que no tenían vacaciones, y los
pocos gramáticos y retóricos que quedamos asistimos a la exequias en
aquel cementerio tan aireado y tan bonito sobre la rasa de Peña Castillo. El P.
Nieto pronunció una sublime oración fúnebre pero no supo dar respuesta a esa
agobiante pregunta que se hicieron Marción y los maniqueos ya en lo primeros
siglos: Leviatán desde entonces prosigue su asedio a las murallas de la Ciudad
de Dios.
)El Criador
permite que se desencadene el reino de las tinieblas porque así está escrito en
su mente que rige todos los designios o para redondear las cifras de la
casualidad y los baremos de la estadística ?
Todos no somos más que un número. A mí se me había
asignado el del 288. Iba bordado como el anagrama de los soldados del emperador
en el dobladillo de mis camisetas y campeaba humilde sobre la puerta de mi
celda. Dentro de unos días tendría que entregar la chapa para que se la dieran
a otro el próximo curso. Al niño despedazado por el can no le cupo tal
suerte. Su cuota no entraba en el de la
numeración al uso. Sin embargo Dios lo creó para sucumbir ante las fauces de un
sabueso enloquecido de celos y presa de las furias de Leviatán. )Lo amaba
desde toda la eternidad ? )No falló en cierto modo la providencia, una de las
cualidades ontológicas que asigna la teología católica al ser supremo ? )Somos fruto
del amor o de la pura casualidad ?
Sólo la virgen de los tránsitos acertó a responderme,
pero su respuesta, que no transcribiré, no pertenecía en aquel instante a las
razones de esta tierra. Hay ocasiones en las cuales las palabras lo echan todo
a perder. Hundí la cabeza entre mis hombros y acepté la voluntad de Dios. En el
cielo aquella tarde había un angelito más. Yo también me iba de aquel lugar de
ensueño y como hechizado por una fuerza magnética para no volver más a él, pero
la providencia me preparaba una casa en el norte. Porque ni el ojo vio ni el oído escuchó lo
que Él reserva a los que le aman. Era un remedo de la ciudad de Dios que portan
como una maqueta algunos santos en la mano en los cuadros de los primitivos
alemanes. Mi noción del paraíso tendría que ver en adelante con un lugar
escarpado- oh beata solitudo - y apartado del mundo como el caserón en el que
habían transcurrido los últimos meses de aquella fase crítica de mi existencia.
La cabellera de Eguillor recordaba una barza de heno
y sus dedos péndulos, apéndice de brazos en escarpia y cubiertos de vello,
sostenían el tomo de los discursos de Cicerón, que a mí me parecían como un
gario amenazante. El terror de los
magníficos párrafos caía como una catilinaria (no sabéis nada, sois unos zotes,
malos seminaristas, y además muy feos) sobre aquella clase de alumnos de segundo
de Retórica. Nos sentábamos a lo largo de los bancos de cinco en fondo y a mí
me correspondía un puesto entre Massolíes y Perea. Ya todo se acababa.
Resultaba difícil meter en brida al potro de la imaginación, mientras los ojos
se disparaban hacia el tierno paisaje montañés que se desplegaba al otro lado
de los vetanos ojivales y que se mostraba insensible a mi tristeza. A los nueve
valles poco le importaban las zozobras de mi fracaso escolar, pero era menester
encontrar refugio en alguna parte, y mi imaginación corría por aquellas trochas
y calellas que conducían a lugares descubiertos y recorridos durante nuestros
paseos de los jueves. Aquellos pueblos tenían todos nombres de cantares de
gestas y traían a la memoria las entonaciones de la vieja fabla con su acento
preñado de dulces cadencias, hitos mágicos de la Castilla vieja: Caranceja,
Carrazo, Reocín, Toranzo, Bárcena, La Busta, Quijas, La Veguilla,
Villapresente, Ibio, Valdaliega, Villaescusa, Trasmiera y San Vicente de la
Barquera. Eran behetrías y merindades, ciudades exentas entre los montes
oscuros, amagadas al socaire de collado, entre sernas de sembradura y prados
tiesos de hierba segadera, donde pacen las vacadas de huelgo y apuntan al cielo
como una adarga de paz idílica las estacas del almiar con sus coloños de
alfalfa prieta, a la vera de molinos blancos y arroyos de aguas dúctiles. El
paisaje evocaba los primeros días de un cantar de gesta. Santa Illana con sus
torres bravías los gobierna. Vi, poco antes de que agonizase el Medioevo, al pie
de las casas blasonadas, donde sobre la piedra se estampaban los símbolos de
una misteriosa danza heráldica, que tenía un aire sagrado e iniciático,
transitar por aquellos cordeles que iban a dar al mar los últimos carros del
país tirados por bueyes duendos cargados de heno que hacían balumba al rodar
sobre el piso desigual, y escuché cantar a los ejes mientras el boyero
marchando delante con la ijada con voz ronca y huesa atacaba un aire de la
tierra. Y las aguas pandas de la bahía me parecían más alegres y tristes que
nunca. Se detenían y se quedaban como en
éxtasis escuchando la tonada del auriga que pasaba con sus mansos. El belfo de
los animales, bajo el peso del yugo y la presión de la testuz uncida a la gamella,
casi besaba la tierra. Se me quedaron esculpidos en la memoria aquellas escenas
de idilio pastoral. Había un Dios callado en la naturaleza, donde el hombre
todavía conservaba su estado de gracia, y que no tenía nada que haber con el
que nos mostraban los sermones terroríficos del cura que nos dio los
ejercicios. Su querencia andaba flotando por las notas de aquella canción de
bueyes. Cuando un carretero se arranca con un aire de la tierra, todo se para,
contienen la respiración el cielo y la tierra, y un sol condescendiente y
beatífico, halagado por tanta belleza, quiere enviar sus rayos con mayor
clemencia.
No era Cicerón lo que me pedía el cuerpo en aquellos
instantes, sus párrafos escanciados sobre nuestras cabezas por aquel mecenas
del infierno, aquel protocanalla de los locos repúblicos, un esténtor que
repetía sus monsergas separatistas (Te has Acolao@, no eres de los nuestros, participios perfectos a
lo zamarro, que es característica prosódica del vascuence), sino las Geórgicas
de Virgilio.
Santander fue para mí el primer postigo de la
Arcadia, la encartación primigenia donde late ese noble ideal caballeresco que
ha orientado mis pasos. En la contramarea del sofión de mi primer fracaso y de
aquel viento de repulsa supe tener el timón. Oreanda me aguardaba en un rincón
de mis días. Era tu voz, la voz de la tierra y del amor que me llamaba. Martino
me había descalificado para la literatura, pero yo empecé a garabatear mis
primeros cuentos y poemas por entonces. Me fatigaban, pues desde un primer
momento empecé a gozar de ese instinto literario necesario para la
originalidad, tanta palinodia sobre Machado y García Lorca, con la que nos
querían lavar el cerebro. Los volterianos nunca han sido santo de mi devoción.
He vivido desde entonces enterrado entre libros. No me darán gato por liebre.
Riudavets, ya entonces, como Oreanda, como Caronte, también me aguardaba
enarbolando en su diestra el puñal de la sabiduría.
No considero aquellos ultrajes acreedores de la
memoria, porque Dios es memoria y perdón, pero pienso con frecuencia que aquel
rechazo en cierta manera ha configurado mi manera de ser. He proyectado mi vida
en contra del conjuro formulado por Martino y Eguillor. Con vuestros anatemas
me proclamasteis basa angular de un palacio hecho de palabras lanzadas contra
el muro del malecón, piedra a piedra, sillar a sillar. Fui eliminado, pero las
recusaciones del APeniciliado@ me pusieron en el camino de las grandes rutas, de
las que aun me siento peregrino. Eran muchas más hermosas que vuestros sermones
las vacas de huelgo rumiando en los prados segaderos y aquellos montes y
aquellas fuentes, ese venero de poesía que estalla en lo pueblos solariegos a
la sombra de la torre de la colegiata. El año que pasé entre vosotros no fue
más que el pago de mi primera contribución al patrimonio del dolor y del
desprecio. Con mis humillaciones tributé los adeudos de derrama, de nución,
infurción y de fonsadera. Supe que los monasterios, mitad cuarteles, mitad
presidios, con un poco de paraísos entre medias, eran legatarios de una misión
a la vez temporal y espiritual. Rezar por las almas de los fundadores a
perpetuidad y defender a los lugareños del peligro exterior. Entonces como un
ideal quijotesco, lleno de libertad, ese loco y maravilloso proyecto que se
denomina España. Me topé por las rúas empedradas de Santillana con los
caballeros de la cruz, no eran fantasmas, sino algo real y el monje negro, ese
emblema hesicasta que yo llevo en los adentros me dio la bendición. Tú no hagas
caso, no vuelvas la vista atrás.
Pero, ay amigo, luego vendría Polanco, quien para
más inri es un apellido que surge en estos prados de pación legendaria de esa
cuna y cuña ilustre de la España solariega que es Santillana, con la rebaja. Él
sería uno entre los muchos que han acabado con la patria, un godo de pura cepa.
Incluso fue Comillas el escenario de mi primer amor:
Fronilde, la hija de un alojero local. Se asomaba a verme pasar a la hora del
paseo.
-)De dónde eres curín? )Y adónde vas?
-De tierra adentro, Fronilde. En mi pueblo hay
torres muy altas, sin que desde allí se vea el mar. Hacia ellas ahora me
vuelvo, pero no creo que llegue a ninguna parte.
-)Algún día me escribirás?
-Quizás.
-)Cuándo cantes la misa? Tú vas a ser arcipreste y a
lo mejor llegas a obispo.
-Pues, aunque no te lo creas, estoy aquí de más. Ya
me han dado la absoluta y el prefecto me ha dicho que no tengo luces para cura,
pero yo lo voy a volver intentar. El curso que viene me matricularé en mi
seminario en primero de Filosofía.
-Tú no hagas caso. Eres un mozuco de cara muy lista
y todo lo que te propongas lo conseguirás.
-Pero )perseveraré?
-Eso depende de ti.
Fronilde no sólo fue mi primer amor sino toda una
gran pitonisa.
-Pues cuando me ordene, me acordaré de ti en el
memento de vivos.
-Reza por mi padre. Es alojero y pasa más de medio
año en Sevilla. No lo vemos el pelo y está algo delicado del estómago. Lo
nuestro es la aloja. Hacemos el agua de azúcar mejor del país. )Quieres
probar un poco?
-Bueno.
Se perdió en la oscuridad y al punto salió con un
vaso de agua de miel. No habían llegado por aquel entonces las colas, y la aloja
y la gaseosa eran nuestros únicos sorbetes.
-Ten.
-De hoy en un año, Fronilde, y a tu salud. Que seas
feliz.
-)Rica eh? La acabo de sacar del pozo, entre la nieve.
-)Cuál es la receta?
-Es un secreto familiar. Sólo mi padre sabe hacer
aloja. El enigma se lo transmitió mi abuelo y cuando se muera se lo dirá a mi
hermano. La tradición viene desde la edad media, no te lo puede decir, curín.
Bebela y no te me pongas triste.
Desde el siglo doce este tipo de vendedores
ambulantes pregonando obleas y la rica miel de aloja recorrían toda la
península, iban a Francia, a Portugal, y a veces cruzaban hasta Inglaterra con
su mercadería. Muchos eran pasiegos. Si hay que encontrar un antecedente entre
las grandes familias de banqueros que controlan hoy el dinero en el país, los
Botín, los Herrero y tal vez los Olarra, había que encontrarlos entre estos
vendedores de barquillo y aloja. Ellos fueron los instituidores, con su sentido
del ahorro, y la posibilidad de ganancia, del primer capitalismo hispano.
Estaba buenísima. Le di las gracias, partí, nunca
más volví a ver, pero la alojera fue la mujer para la que escribí mis primeros
versos.
-)Quieres un poquito más, Toniuco?
-No, gracias, Fronilde. Me tengo que ir, se está
haciendo tarde y a las siete suena el timbre de recogida. Hay que estar allí
para pasar lista.
Nunca la escribí a la guapa Fronilde, pero su
caridad y su comprensión (el amor es lo único que merece la pena en esta vida)
trae a la memoria algo amable entre la retahíla de amargos recuerdos de mi
estancia en el antiguo caserón : la universidad de ladrillo mudéjar, el
seminario menor color del cemento, y el colegio máximo de puertas blancas, todo
enjalbegado y recubierto de hiedra y de palmeras. Si el P. Heras fue para mí el
buen cirineo, Fronilde representó la ventana que se abría a la belleza. La hija del alojero fue la mujer samaritana que
me daba de beber. En mi primera misa fue por ella la primera por la que recé.
Su nombre de princesa ocupa un lugar aparte en las preeminencias de mi memoria.
Al pasar debajo del pórtico central entre las
enredaderas la piedra del escudo me advertía del símbolo. Sobre un campo de
gules aparecía el cáliz de la Iglesia y la sinagoga con el cetro quebrado. Eran
los reyes de armas de aquella casa, pero el padre Carral y el bendito Don
Claudio López estaban en un error: la sinagoga empuñaba
Sin saberlo yo me lanzaba de cabeza a un mundo
dominado por la política bajo la influencia de los amigos del P. Rábago,
culpables de los tres grandes sucesos traumáticos del Incomparable y Violento
siglo vigésimo: Hiroshima, el descabezamiento de Rusia y la creación del Estado
de Israel. He aquí un triunfo de la
razón practica, brújula de toda política pero,)donde queda la conciencia? Habiendo hecho reventar la bomba atómica y
alimentado el terrorismo internacional - el chantaje comenzó con la voladura
del AMaine@- se erigen
en árbitros salvadores de la especie humana.
Dije adiós a la Cardosa una sofocante y lluviosa
noche de bochorno de verano un seis de julio. Me sentía muy triste y fracasado
al tomar el tren en Torrelavega. A la siguiente mañana cuando llegamos a la
estación del Norte ya me había olvidado de mis pesadillas. Madrid era hermoso y
acogedor. Toda la capital estaba engalanado y lleno de guardias para dar la
acogida al presidente Onganía de la Argentina en visita oficial. Me esperaba un
largo y cálido verano. Después volvería a ingresar en Segovia y allí estuve
hasta cuarto de Teología.
En vez de pronunciar el AAdsum@ entonces me marché a París. El sí de la unción
tardaría en llegar otros dos años tras mi aventura parisina, pero ese es un
fleco que no atinge a este relato de mis corrupciones, perversiones,
perplejidades, desencantos y paradojas de la fortuna voltaria. Ha de bautizarse a aquella perínclita quinta
del sesenta y cuatro como la gran Promoción Ex.
Ese verano en París fue determinante. Cuando dejé a los vascos viví en un cuchitril
de poco más de tres metros cuadrados donde no podía erguirme, cocinaba en
cuclillas y permanecía tumbado en un camastro para ahorrar fuerzas horas y
horas, pero la buhardilla tenía un belvedere con vistas a los Campos Elíseos.
Me sentía débil porque me alimentaba sólo de leche, cartones y cartones, pero
estaba en París, que no es poco. Me impresionó el silencio del metro, sus
vagones destartalados, la gente no leía periódicos sino libros de bolsillo, la
ciudad me acogió en sus brazos con su aire impersonal, cosmopolita. París tenía
una forma especial de oler y de respirar, enseguida lo capté. Frecuenté -cómo
no- el 53 de la Rue de la Pompe donde había un hogar para españoles, allí se me
puso en contacto con una empresa que contrataba mano de obra no cualificada de
aparceros y de jornaleros. Trabajé como ascensorista en un montacargas, en una
lavandería y hasta en una fábrica de prendas femeninas poniendo etiquetas,
donde discutí con un marroquí que por poco me cuesta la vida en el ardor del
agosto parisino. Luego empaqueté periódicos en las oficinas del Herald Tribune
donde un americano al vernos llegar todas las mañanas decía:@Adelante la
Sorbona@. Entre los
empacadores había una bailarina del ballet Bolshoy. Nunca he visto un cuerpo
tan elástico ni unas piernas tan bien talladas. En el verano del sesenta y
cuatro lo que sobraba era trabajo en aquella encantadora ciudad. El mundo
estaba a nuestros pies, acabábamos de cumplir veinte años, debía de ser por
eso.
Cerca del Ayuntamiento, entre cuatro alquilamos una
alcoba. Encontrar alojamiento era un poco más difícil que lo de la chambra. Yo
tenía la mosca tras la oreja después del incidente con los vascos, pero en
aquella ocasión no fui testigo de hechos bochornosos, ni estuvo en peligro mi
seguridad. Era un cuarto limpio y los días se desenvolvieron con tanta
normalidad que ahora mismo no caigo ni en el rostro ni en los nombres de aquellos
con los que compartí el derecho a cocina. Se me han borrado del recuerdo, todos
eran españoles, eso sí, pero no tan problemáticos como los amigos del cura
Aramburu. Cuando alguna vez estoy triste y quiero soñar, la mirada del recuerdo
revierte a aquella pensión en que viví cerca del parisino Hotel de Ville.
Permanecí en la Ciudad de la Luz hasta bien entrado
el otoño. Todo el mundo regresaba a España; por el contrario, yo compré un
billete en la Gare du Nord con destino la estación Victoria. Aparte de que
adelgacé sobremanera no tuve ninguna experiencia digna de mención, ningún
pasaje truculento acreedor de ser puesto en perspectiva por el gran Torbado.
Sin embargo, pienso que muchos de los personajes de las ACorrupciones@ se cruzaron
en mi camino. (Tiempos que no volverán!
Lo que no se
olvidará mientras viva fue lo que me sucedió en mi encuentro con mi amigo el Aex@, al que ya
ha aludido. Fue una prueba que Dios quiso ponerme en la senda para dar a
entender que durante nuestro vivir no hemos de bajar la guardia. Estaba yo muy
bajo de moral porque no había probado alimento durante cerca de una semana y
además creo que alucinaba.
Durante el camino hacia la chambre fuimos
recapitulando sobre nombres y anécdotas de gente a la recordaríamos toda la
vida: el P. Penagos, que hablaba tan deprisa que apenas se le entendía; del P.
Mayor, el mejor latinista; de Heras, nuestro prefecto, un maestrillo de Burgos,
al que yo llegué a querer.
-Casi perdono a los jesuitas porque aquel hombre,
que era un santo, era un buen hijo de san Ignacio. De Eguillor y de alguno que
otro no guardo buen recuerdo.
-El P. Heras lo dejó.
-Ah, sí.
-Y también lo he dejado yo, - dijo Iñigo - Y aquí me
tienes en París. La vida da muchas vueltas.
-Más que el corazón de una pelandusca de Pigalle.
-ya hemos llegado. Sube.
-Franqueamos un portal del Distrito dieciséis, uno
de esos edificios estilo fin de siglo, con tejados de pizarra y balaustradas en
las plantas nobles, testimonio en piedra de que aquella ciudad había sido el
ombligo del mundo. La Aconcièrge@ una señora cuarentona con el pelo blanco con un AGitane@ de vaina
amarilla en la comisura de los labios me miró de arriba abajo y mi amigo tuvo
que darle explicaciones de que yo era un condiscípulo suyo al que había
invitado a pasar la noche. Ella largó una parrafada ininteligible en el que se
adivinaba el mal humor.
-@Dites, donc, les espagnols@.
Se fue refunfuñando. Pero Aramburu la corrigió.
-@Pas d españols. Nous sommes basques, madamme du Pont@.
-Tu l´en est aussi, toi.- dijo dirigiendose al que
suscribe
-Yo no. Soy del interior, pero mire mi noble nariz,
señora.@ Tous les
castellaines ont de basques quelque chose@.
-Ah bon - gritó la matrona con su voz de jilguero,
pero sin demasiado interés por la cuestión.
A mí tampoco me parecía la variedad regional tan
significativa, aunque mi segundo apellido sea vasco. Pero noté que mi amigo,
tan risueño en otras cosas, esto de la nacionalidad no se lo tomaba a broma. El
bueno de Aramburu, como más adelante conseguí comprobar, se tomaba muy a pecho
la cuestión racial, aunque jamás lo entenderé, pues pienso que todos
pertenecemos a una raza única, la humana. Lo que único que nos diferencian son
las peculiaridades culturales del medio, el clima, el suelo, las creencias,
pero él era un cucarro, un trabucaire clérigo. Carlista de pura cepa. Estaba
metido en la causa hasta las cachas. Puede que yo fuera también algo vascuence, pues tengo la cabeza grande y la
nariz poderosa, las caderas anchas, y unas buenas manazas para pegarle a la
pelota, he corrido un par de veces en los encierros de Cuéllar y porque la
región donde nací fue poblada por navarros. Hicimos una fetiche de la religión.
Esta es la diferencia mayor a grandes rasgos entres Castilla y León. Los
leoneses son descendientes de asturianos y gallegos.
Subimos hasta una buhardilla en el último piso. La
habitación estaba llena de humo y de guisos recientes. Había como diez tíos
hablando en vascuence. Al sentirnos llegar, suspendieron la conversación.
Vibraba en el tono de su voz y en sus ademanes un tufo de conspiración. Todos
ellos se decían refugiados políticos. De las paredes colgaban carteles de Fidel
Castro, de Marx y de Lenin, que me hicieron sentirme algo cohibido.
-No preocupar. El que traigo aquí es de confianza,
pues. Cura ha sido.
Esto pareció tranquilizarles a los vizcaitarras y
siguieron a lo suyo, pero yo pude captar que soltaban pestes del régimen de
Franco y que estaban preparando algo gordo. A lo tonto yo me había dado de
bruces con el primer embrión de una organización terrorista que iba a ser
protagonista de la triste actualidad española lustros enteros, durante la
dictadura primero y más tarde con la democracia. Entonces no me daba cuenta de
que aquellos tíos con cara de aldeanos iluminados que tenían pinta de
aizkolaris y que se parecían un poco a Urtain acabarían por envenenar la
historia de España. Eta había nacido en
un seminario y mi amigo el inocente y simpático Aramburu sería uno de sus
impulsores. (Quién me lo
iba a decir a mí por ese entonces!, pero la vida da más vueltas que el corazón
de una puta de lujo. No reconocía casi a mi antiguo amigo el baracaldés de la
perenne sonrisa. Siempre inmerso en su parsimonia. Todo lo hacía con facilidad.
Sólo su alegre rostro cobraba un perfil adusto cuando se refería a un tema de
sus predilecciones: la represión franquista, un asunto que yo no entendía
demasiado, pero a él le gustaba hablar de gudaris, del cerco de Bilbao, el
cinturón de hierro, la represión de los fascistas. Yo era de zona nacional. Los
rojos habían matado a varios miembros de mi familia. Las ideas del baracaldés
me sonaban a algo como formuladas de otra galaxia, mas no por eso dejaba de ser
mi amigo. Por mi parte yo también debía de parecerle un extraterrestre al
defender la causa de los nacionales. Mi padre, al que yo consideraba casi como
un dios, y al que he adorado durante mis días, peleó al lado de Franco. Pero
allí, también en el seminario, había dos Españas. Los superiores trataban con
un cariño especial a los de Bilbao. Apellidos como Aburto, Arriola, Echeverría
y Aguigorriaga siempre salían en el cuadro de honor. Y a mí el P. Eguillor, el
profesor de latín, desde un principio, me tomó ojeriza como a los de Zamora, a
los de Valladolid y a un tío de Guadalajara. Tuve que pegarle una paliza
-veinte, dos-a Aramburu para que se me empezase a tomar en consideración. Éste
se me coló, me espetó Eguillor al que apodaban el Apeniciliado@(sus malos pelos le acaban sobre la testa en forma
de pincel) una vez que le fui a contar
mis problemas de adaptación. Me hizo llorar.
En Comillas se comía mejor que en otros seminarios.
Allí iba la crema de la crema de todas las diócesis. Pero yo demostré que
también sé tener agallas, reverendo padre. Nada, nada. Tú te marchas. No das el
coeficiente. También debió de influir que yo era pobre. De casa no me mandaban
dinero como aquellos vascos de Bilbao y de San Sebastián muchos de los cuales
tenían por padres a empresarios y a gente de dinero. Conocí que había dos
Españas y que los vascos eran los mejores, los más altos, los más bonitos, los
que sabían más latín o matemáticas, pero, que se chinchen, yo había pegado una
paliza al frontón al gran campeón. Pero )ha sido ese canijo de Segovia? Si parece que no
puede ni con los calzones. Pegué el estirón. No me servía la sotana que, a
través de mi madre, había heredado de un canónigo el magistral de aquella santa
iglesia catedral, don Bienve. Me quedaba muy corta porque este beneficiado todo
lo que tenía de pequeño lo tenía de inteligente. Quizás me contagió su ropa la
perspicacia de aquel clérigo para las cuestiones canónicas, su capacidad
memorística, su verbo inflamado, pero no sus posibles ni su riqueza. De casa no
me mandaban dinero para hacerme una nueva, no teníamos dinero para comprarme
otra. Pero )cómo vas
así, Parrita, hecho una adefesio? La sotana te queda como un tres cuartos. No
tengo dinero para comprarme otra. Mi padre es militar de baja graduación.
Duré un año
en Comillas. El P. Eguillor me echó,
pero al curso siguiente me readmitieron en mi seminario. Volví con las orejas
gachas. Pero en Comillas aprendí que había dos Españas y que la guerra la
habían perdido los alemanes. El P. Rábago, nuestro profesor de Física, hablaba
el inglés perfectamente y estuvo en Madrid haciendo de interprete cuando vino
Eisenhower. También había ricos y pobres. No todos eramos iguales. Yo caía en
la segunda selección. Nunca conseguí entender la animad versación exaltada y
cerril de los vascongados contra Castilla. Es como un cáncer que acabará con el
ser de mi patria a la que he querido tanto y he defendido siempre, incluso
contra las imposturas y poca altura de miras que ha demostrado la Iglesia.
Aramburu era bueno y servicial. Le perdía sólo su pasión nacionalista. La
cabellera del APenicilico@ recordaba una barza de heno y sus manos delgadas,
cubiertas de vello, sostenían el florilegio de autores latinos con los
discursos de Cicerón en el aula de paredes blancas, con aliños de pupitre de
roble, dispuestos en forma de satélites alrededor de la mesa doctoral. El aula
era grande y se encontraba bien iluminada por cinco ventanales con remate en
ojiva, que abrían, pasada la Cardosa, un paisaje de cuencas y sernas. En días
de sol aquel escenario se iluminaba con el cromatismo de todas las variantes
del espectro. Todo el valle parecía sumido en el estridor de una fiesta. Por
aquel iconostasio o mural de hermosura desfilaron los sueños de mi
adolescencia. Comillas supuso un tiempo de nueve meses de contemplación, pero
ya el curso tocaba a su fin, todo se acababa. Resultaba difícil meter en brida
al potro de la imaginación, mientras los ojos en horas de clase se distraían
contemplando lontananzas y añoranzas de los lugares recorridos durante las
marchas y paseos de los jueves por la tarde. Eran lugares con nombre de romanceros,
hitos mágicos de la España caballeresca. Todos se han hecho acreedores en mi
memoria de un sitio de honor: Caranceja, Cerrazo, Reocín, Bárcena, La Busta,
Quijas, Veguilla, Trasmiera, Ibio, Carriedo, Valdaliega, Toranzo, Villaescusa,
Trasmiera y San Vicente. Eran montes oscuros de los que a las veces el verde
triunfal se sentía transfigurado por el blanco de cal de las minas de potasa y
del litoral de monte bajo formando landas y ensenadas hacia la ribera. (Qué lejos
estaba aquel Aramburu comillense del otro de la buhardilla de París! La
generación ex había pasado por las horcas caudinas de las corrupciones.
Fin
21 de enero
de 2000
Yo creo en los milagros.
Carta abierta a
JESÚS TORBADO, detractor inteligente, insolente e impertinente de las
apariciones.
Amigo Jesús:
Nadie podrá negarte que pesa sobre tus sienes como
una corona invisible el aura de uno de los nombres mejores, el más precioso que
pueda darse: Jesús, que viene a ser Joshua, el Aungido@. Epifonema triunfal al que habrá que amarrarse en
estos tiempos que fluyen de sesgo y marchamo apocalíptico. Y esto no lo digo yo
pues soy ignorante y lego. No puedo sustraerme a la tentación del Astete:
doctores tiene la Iglesia que peroran desde los púlpitos de las antenas de la
aldea global. A la escucha de lo que dicen estos predicadores se llega a la
conclusión de que España ha dejado de ser una nación para convertirse en feudo
del turco. Muchos se pasan al moro porque es más cómodo y más rentable. Se
cobra buenas nóminas y hasta puede uno hacerse millonario como J.M. García o
Luis del Olmo.
Yo no.
Ellos están en el Olimpo. Yo ando lampando humillado
y ofendido sin ningún futuro como la mayor parte de los que se emperran en
cantar las verdades del Barquero. Sin crédito, sin editorial, sin fama, inútil
total. Sin embargo, tendrán que cercenarme los dedos si quieren que deje de
escribir.
Los últimos serán los primeros. A España a lo mejor
la salva un cabo de la Guardia Civil que las está pasando canutas con tanto
emigrante que llega en patera sin un lugar donde caerse muerto. Con un rosario
al cuello, uno de esos de cuentas blancas que repartimos en El Escorial, eso
sí. Yo me pregunto si en estos tiempos de pressura gentium y de grandes
desigualdades no ha empezado ese Tiempo de la Madre y el Hijo que anunciaban
las profecías. )Será verdad que la Iglesia va a ser salvada por los grandes jerarcas y
cardenales con el capelo resplandeciente sino un triste capellán que se pasa la
mayor parte del día borracho pero inquebrantable en su fe y leal al genuino
espíritu del Evangelio?
No puedo contestar. Mi anopsia no me permite ver más
allá de las narices. Confieso mi ceguedad, pero me parece que eso de los
apariciones no son cosa para tomarselo a la ligera como haces en tu última
entrega que lleva por título AMilagro, milagro@. Ya sabes que te admiro y que te aprecio, pero el
libro me parece haber sido escrito de encargo. He aquí, pues, que voy a hacerle
algunas apostillas.
Pareces que bajas del Olimpo, chico, y de pronto se
lías a repartir leña contra los videntes, pitonisas, santiguadoras, adivinas,
veedoras y demás gente de ese rahez en
vez de emprenderla a estacazos contra las reinas de las mañanas y de las
tardes, los comunicadores que aturden, las percheleras con una navaja en el
refajo que lucen modelitos de lo más sugestivo, se pasean por la catasta con el
culo en pompa y dicen más burradas que la madre que las parió. Eso sí que es
corrupción. La de los morros de silicona invocando la Constitución, molesta y
machacona batología hablante de las cultas latiniparlas, feria de las vanidades
y de los remilgos.(Tanta putería, tanta golfa y tanto maricón! El erostratismo procaz que
vende exclusivas. Eres un muerto si no sales por televisión. Nunca tuvo el
poder tanta sed de aduladores porque cuando la nación está a punto de
desaparecer o de desmembrarse no cesan de graznar los ánsares del Capitolio con
lo de España va bien. Los grajos voznan y que crascite el cuervo a su placer.
En estos años de atrás se me afinó el oído y sé
captar las señales del lenguaje de la Bestia. Le gustan los cambios de sentido,
la marcha cara atrás y la cruz al revés. Siempre será todo lo contrario de lo
que airean a los cuatro vientos, por eso quizás la mentira habita entre
nosotros y lo que me indigna es que no haya espacios de libertad, que no queden
huecos porque quedaron aplastados bajo el rodillo. Durante la Oprobiosa la
inteligencia y algunos sectores de la Iglesia, los de ámbito progresista, daban
cabida a la protesta. Actualmente, si le pones tachas al sistema acabas en la
marginalidad. No dan cancha, ni permiten un simple desvío. Si pasas la línea,
zas, pues celoso es el Dios de Israel.
Ahora resulta que nos queréis quitar el mundo de las
apariciones. La que nos faltaba. Es casi lo único que nos queda a los
protestantes del capitalismo global, aunque me da la sensación que pincháis en
hueso. Podéis matar la vida del cuerpo pero el espíritu no es de vuestra
competencia. Hora es ya de decirlo bien a las claras. Esto ha cobrado un rumbo
peligroso. Todos nos vamos a estrellar porque no hay crimen mayor que hacer
pasar por verdad lo que es mentira, por amor y concordia, lo que es guerra
declarada y animadversión, libertad lo que es férreo control. Nos están dando gato por liebre y esto reza
para todos los ordenes y todos los ambientes incluso para el de la literatura.
Hago gracia de citarte algunos nombres pero el que
de verdad me saca de las casillas es tu jefe, Sánchez Dragó, creo que está
contigo en la cuadra de Planeta, o estuvo porque es muy versátil y a lo mejor
ha cambiado ya de camisa. Ahora creo que trabajas para él en ese programa
pseudo literario de los domingos en la Segunda Cadena, ANegro sobre
blanco@. A muchos
escritores y entendidos en literatura nos repatea ese morugo con toda la pinta
de cenizo, encaramado en su ambón, cada mochuelo en su olivo, con aires de
sabelotodo y mirando al personal por cima del hombro pues habla ex cátedra con
voz rajada de borracho y lee de las notas que lleva de macuto en el atril, no
conduce ni pregunta, sólo larga un Aspeech@. No entiendo cómo puedes haber acabado tú, Torbado,
con lo buen escritor haciendole de negro y templador de gaitas. Sus programas
nada dialogantes se convierten en un ADrago dixit@. De lo que se deduce que es llegada la hora del
dragón, y no le gustan las torrijas. Se embaúla autores de cuerpo entero, no
para de engullir.
Me repatea el personaje que se ha pasado la
Transición contando cómo se tiró una semana en la cárcel, cuando a Carrillo, a
Tamames a Múgica Herzog, a Sartorius y a otros jaques de la oposición les
habilitaron toda una galería en Carabanchel como planta noble de un ministerio
con buffet, barra libre y todo para que diesen allí audiencias a los aspirantes
a un lugar al sol en el régimen que habría de venir.
El hecho de ser de Soria le vuelve también
sospechoso a mis ojos porque me nacieron en una provincia donde ser soriano era
sinónimo de lelo. Apodícticos que eramos aquellos chicos de la postguerra. Creo
que desde entonces he estado viendolas venir.
Inquinas personales al margen, creo que lo suyo es
la pseudo mística y la pseudo literatura. Un mal escritor como él se ve en la
obligación de utilizar trucos y meter morcillas y dárselas de demócrata
descreído cuando por sus venas fluyen hematíes de inquisidor. Luego es muy
laminero y oportunista porque sabe hacer la pelota como nadie y sólo cuando hay
necesidad y al que se la tiene que hacer. Yo le he puesto el sobrehúsa de APastitas@, porque
habla por los codos, va de listo por la vida y sólo llama al programa a sus
amigos. Sólo los enchufados gozan del privilegio de mostrar sus rostros y las
pastas de sus libros por las cámaras y micrófonos de La Dos. Él, siempre con ganas
de quedar bien, se muestra al espectador como un mandarín.
Pues bien, tú, amigo Torbado, estás adscrito a la
escudería literaria de tal preboste. Él
aparece en pantalla y tú no, siendo como eres mucho mejor escritor, que el
Sánchez Dragó, aunque se las dé de novelista, no sabe hacer la o con un canuto
en punto a arte narrativo, por mucho bla de la filatería que nos circuye en
este mundo de falordias que los medios garlan, que desarrolle, que la rosca
súpola siempre hacer de perlas , que zarrioso es como él solo, y gracias a esas
artes seductoras consiguió ingresar en la cuadra de Lara, le dieron un premio,
pronto le laurearán de Inmortal porque una silla en la Academia es a lo que
aspira. Pero sus libros se venden poco por no decir nada. Además, creo que se
ha hecho budista, hindú, más o menos. Sin embargo, tú, con los tuyos,
arrollaste.
Para empezar tus Corrupciones juntamente con ALos Ídolos de Barro@ de Jesús María Amilibia y APasos Sin Huellas Ade Bermúdez
de Castro las mejores novelas que ha producido la Generación del 68. Benet me
parece un plomo, un mal plagio de Faulkner. Sin embargo, las Corrupciones
definen a la perfección la mentalidad de los que vivimos aquella época de
terciopelo al paso de los Beatles, de las sentadas del Mayo Francés y de las
carreras delante de los Grises. Aquí se ha venido hablando mucho de Los del 98,
pero la freza de setenta años después creo que la superó. Tuvo un matiz análogo
pero más optimista y esperanzado, pues en el mundo se habían obrado cambio
mucho más importantes, que los escritores que produjo la hecatombe de Cuba.
Buena gana de lamentarse. Así fueron siempre las
cosas por aquí; unos crían la fama y otros cardan la lana. Brindo el asunto
para los historiadores que vendrán, zanjada esta mala racha por la que estamos
atravesando, cuando pase esta vorágine. España está bajo entredicho y la
catolicidad perdida.
El Pastitas me parece un siniestro personaje porque
es epítome de la prostitución mental, de la impostura y del erostratismo tan en
boga y que afecta a las líneas del pensamiento, sumisas en todo al que manda y
la voz de su amo. Hoy la literatura - cosa disparatada y que va en contradicción
con nuestra estirpe libertaria- ha de estar al servicio del poder, nunca pisar
la raya de lo políticamente correcto, pues también utilizan una fórmula
eufémica para disfrazar su absolutismo y su moral de situación imitando al que
manda. Vuelve la fábula de la fierecilla domada. Han amordazado el pensamiento,
crearon sus propios gulags y otras cárceles del alma, que riéte tú de la
Inquisición conquense y de los calabozos de Toledo. Por eso nuestro panorama
cultural es un yermo, un erial donde sólo crece la caspa. Y amordaza que algo
queda.
No he nacido yo, bien sabe Dios, para ser zascandil,
oportunista y tránsfuga que anda haciendole la gracia al del bigotito y
piropeando a la valenciana de culo bajo. Esta es la razón de medro al que tú
sirves. Este buen señor, especialista en camas redondas, sólo convoca a su
tabla a los amiguetes, aunque haya veces que el tiro le salga por la culata
como en uno de los programas en que se había reunido con los de su círculo
místico (un monje del Cister, un budista, un moro, un rabino e Isidro J.
Palacios creo que eran sus interlocutores) y va el fraile y le llama al orden
diciendole que el siglo XXI será igual que todos, cuando el moderador se había
pasado la noche diciendo cursilerías con citas a Malreaux sobre la centuria que
estamos a punto de estrenar, que será la del espíritu, si es que en Washington
no les da por apretar el botón. Se quedó de una pieza el animador al que no le
debe de prestar mucho que alguien se atreva a poner en duda sus afirmaciones de
caradura pedante y redicho.
Ante todo, peccata minuta, pues no es de este
mandarín de nuestra cultura del que quiero hablar sino de ti y de tu buena
literatura. Me parecieron francamente maravillosas ALas Corrupciones@, un texto en el cual encontré retazos olvidados del
pasado. Haces una exacta radiografía de cómo eramos de jóvenes, aquel París de
la orilla izquierda del Sena, las escapadas, la lucha por la vida de los que
ibamos a buscar trabajo a la famosa Rue de la Pompe, donde estaba una sección
de ayuda a los refugiados españoles, y aquellas bellas historias de amor
fugaces en buhardillas bajo los techos imbricados de pizarra negra, que
terminaban, como todo, muy mal. Eramos beatniks, entre la reacción y la
libertad, con una empanada mental de agarrate que vienen curvas, pero con unas
ganas sobrecogedoras de vivir. Nos
comíamos el mundo. París, a nuestro pies. Londres, un paseo militar. Había que
amar. Suecas, sobre todo. Lo que puede la fuerza del espíritu: aquellos pardillos
que corrieron a la emigración de circunstancias con el cascarón en el culo nos
convertimos en la vera efigie del gigoló y del latin lover. Toma ya.
Aun resuenan en mi memoria, pues tu novela es de las
que enganchan y una vez tomada de la mano no eres capaz de soltarla lo que
demuestra la calidad de un libro, las palabras del padre de tu novia a la que
llamaste a Estocolmo: AAnnika, Selbstmord@. Tu protagonista creo que también acabó lanzandose
desde el cacumen de la Torre Eiffel. La
muerte nos rondaba en plena juventud, eramos unos escogidos de los dioses, pues
Tanatos arrampló con los mejores. Los que quedamos estamos aquí para dar
guerra, engordar en nuestra abulia y en el remordimiento por tantos pecados y
equivocaciones. Claro que alguien nos perdonará porque eramos idealistas y
aturdidos de autosuficiencia y de mocedad. Es una de las mejores novelas que he
leído. Me identifico con tu protagonista y a veces en el transcurso de sus
páginas he llegado a pensar que allí salía yo. No se puede decir más para
evaluar la calidad de un texto, una obra maestra, digna de un genio y creo que
escrita a los veintidós años, que traza la semblanza de todos nosotros, los que
pasamos nuestra infancia, adolescencia y parte de la juventud en aquellos
noviciados antes del Concilio Vaticano II.
Fue como un sacramento que selló nuestra forma de
ser y de pensar. Con un bagaje de teología medieval y de inocencia, y desde la
celda a la plaza, nos largaron al futuro. El mundo resultó ser más agrio a como
nos lo pintaban nuestros directores espirituales y padres maestros: bronco,
descreído, salaz, donde había que trabajar duro para ganarse el pan poniendo
ladrillos o cargando envases de cemento al hombro de una obra. Aunque nosotros
seguimos enquillotrados en la búsqueda y procura de un ideal, cristalizado por
esa imagen cósmico de vidriera bigeminada en la catedral de mujer entregada al
amor puro y que para siempre nos sería fiel. Había empezado la caza del eterno
femenino, el cherchez la femme. Después unos dedos monstruosos transformados en
garras destrozaría aquella imagen virgínea. Algo había fallado en nuestra
educación sentimental. El sueño de romance caballeresco se hizo añicos.
(Cuantas
Anikas habremos fusilado! Tengo que exclamar con José Antonio aquello tan
desgarrador de Ayo la maté@. La frase produce retumbos mortíferos, porque viene
a ser parte y condena de mi biografía. El amor que tuvimos en nuestras manos se
fue para no volver. Entonces ni lo podríamos imaginar , mimados como estábamos
por los dioses, pero así es. Tu protagonista mató a la valquiria. Yo maté a la
rosa inglesa. Al ser etéreo y puro, al eterno femenino que había llegado a
nuestras vidas sin darnos cuenta. De un manotazo lo apartamos, nos habían
enseñado a sospechar de la felicidad, tanta dicha en la tierra no era posible;
entonces empezamos a ser escupido de la boca de Zeus.
)Fue bueno o
malo haber sido congregado, haber llevado un cilicio debajo de la pernera y en
la sisa de la sotana un cuenta-pecados?
Nos pasamos demasiadas horas traduciendo a Cicerón o
aprendiéndonos los verbos líquidos de la conjugación griega, rezando avemarías
y haciendo propósitos de salvar a todos los hombres cuando nos entusiasmaba la
idea de ser misioneros. Las vueltas que da la vida, Dios bueno: los negritos
que queríamos nosotros salvar llegan ahora en avalancha a bordo de fustas y
pateras con un rosario blanco de cuentas fosforescentes que resplandecen en las
aguas del Estrecho. Todo ha cambiado. Todo ha dado la vuelta. Nos nombraron
caballeros andantes de la Legión de María. Ese culto, tablón de salvación al que
nos aferramos como los pobres emigrantes sub saharianos desembarcando en
nuestras costas, es casi lo único que nos queda.
Mejor no continuar por ese camino, amigo de
Gordaliza del Pino, so pena de darnos de frente con lo inefable. Somos casi
paisanos. Nacimos en aquella Castilla la Vieja que fue siembra de curas, de
aventureros y de soldados. Yo en Segovia y tú en Gordaliza del Pino, bello
pueblo leonés en el Camino de Santiago, los Campos Góticos, la buena gente
comunera. Creo que eres coterráneo - y esto no lo digo con desdén ni a título
de inventario- del bueno de Fray Gerundio de Campazas. Cristianos viejos somos,
godos de pura cepa, alma grande y conllevancia chica. Gente muy de sí, pagada
de su individualismo. Al que descuella, palo. Mejor ser del montón. Desde niños
tuvimos que pechar con uno de los grandes males de nuestras gentes, sufridas,
leales, pero algo envidiosas. Lo llamaba M. Pidal el Amorbo visigótico@ a esta inclinación a la tristeza por la alegría
ajena, y no andaba muy descaminado, llevaba bastante razón. Y a los godos
aludes con morriñas cuando haces llegar al protagonista de tu novela ALas
Corrupciones@, José
Antonio hasta Estocolmo para convivir entre los baltos. No nos gustaba nuestro
país y escapamos a Europa llevados de ese espíritu tan inquieto y aventurero
que nos domina. Pero allá por donde
fuimos también había godos, ostrogodos, que eran incluso más brutos que los
mismos escandinavos. No ataban galgos con longaniza y bien estrechas que las
pasamos. En el seminario nos habían puesto la cabeza a pájaros condenandonos a
una inmadurez hasta el final de nuestros días, así y todo seguiremos siendo
visigodos en lucha perpetúa con nosotros mismos, desconfiando de lo de dentro y
bebiendo los vientos por lo de afuera y, si se tercia, poniendonos en el
pescuezo el gorjal de don Opas para entonar la epístola del rencor, la bandería
y la traición.
Yo no me explico cómo y por qué nos llevamos tan mal
unos con otro con un país tan hermoso como el que nos encuadra y una de las
culturas más rica, con el idioma más sublime y difícil de manejar habida cuenta
de la complejidad de sus registros como es el castellano, y habiendo nacido en
sitios tan notables como Segovia o Gordaliza que, por su eufonía, recuerda a
Madrigal de las Altas Torres. Lo tenemos todos y encima no estamos conforme.
Creo que por tales desavenencias a lo mejor merecemos otra invasión como la que
se preparó el año 711. Mas, otra guerra civil, nunca por Dios. )A ver qué
otra lengua de las que se hablan hoy en el mundo sabe bautizar su toponimia con
tanto tino?
Creo que Gordaliza es germánico hasta las cachas. De
la misma raíz que Thor y Got. Tiene,
pues, nombre divino. Y un dios, haciendo honor a la tarjeta de tu escudo, en
medio de una cuadrilla de diablos, un gigante entre pigmeos, me pareces, amigo
Jesús, por tu literatura.
Pero de aquellos polvos, estos lodos, y de las
corrupciones hemos dado en las apariciones. No nos podremos desquitar el sino
que nos persigue que es la mística. Estamos acabando por donde empezamos. En el
fondo quizás añoremos aquellos días en que eramos más libres, más jóvenes, más
godos, cuando teníamos menos y vivíamos mejor.
Estábamos destinado a que se nos apareciese a la
Virgen María.( Tanto la rezamos! Presentamos ante su altar tantos votos y ofrecidas
que luego nunca se cumplieron que era justo que al cabo de años y decenios de lucha por nuestro ideal
recibiéramos el premio a los esfuerzos. Nosotros siempre fuimos un poco a nuestro
aire. No nos ha gustado nunca hacer trampa, ni ser deudores de nadie. Todo
cuanto tenemos nos lo hemos ganado a pulso.
Un poco decepcionados hemos tornado a Ella, que
sigue velando por nosotros, callada y con las manos juntas como en aquella
imagen de la hornacina del convento que tanta devoción nos inspiraba. Esa ha
sido una de las funciones acometidas por esta mujer eterna, resplandor del amor
infinito que nunca fenece, escuchar paciente sin dar réplica, interceder por el
mundo. Así en esa postura de silencio y de recogimiento nos la presenta el
evangelio de Juan. Silueta orante proseujomenos de la
mujer antes de Eva, que no nos chilla, ni nos es infiel, que da y no pide nada
cambio, fuente irrestañable de la armonía del universa, como era Eva antes del
primer pecado. Si esa visión de la mujer ideal nos llenó la mente de prejuicios
y fue un lastre, a la hora de la verdad, cuando tuvimos que amar, limpiando
todas aquellas telarañas, nunca lo sabré decir pero esa Adeformación@ inicial fue
el sello de nuestro destino. Ahora volvemos derrengado y Ella sigue ahí
bendiciendo desde el interior de la hornacina de los tránsitos hoy jaula vacía
de pájaros, de educandos y legos. El rosario blanco que empuñamos entre los
dedos, crispados por el pánico y el relente de la gran noche del largo
peregrinar, como los pobres negros que llegan a Tarifa en la patera nos librará
del naufragio del desamor. A nuestro derredor todo es hiel. Todo es hiel y por
eso sufrimos tanto.
Aparte de gran novelista y el buen novelista al participar
de ese fuego sagrado que logra a fuerza de darle a la tecla robarle el fuego a
los dioses, es un demiurgo, en tu escritura aletea un numen de aurúspice que
adivina el porvenir después de retratar con paleta maestra a la generación que
hizo la democracia. De las corrupciones -para decirlo manejando algunos de los
títulos publicados bajo tu firma- me temo pasemos a las epifanías y misticismos
para rematar en topos, aunque haya algunos ilusos como yo que aun crean en el
milagro. Ese será nuestro sino, nuestro santo y seña. Resulta que veníamos
pegando fuerte estudiábamos inglés y nos preparábamos para ocupar un puesto en
la vida, porque se cotizaba mucho parlar idiomas por aquellos días. Nos liamos
los bártulos y, a París, a Fráncfort, a Londres, a Estocolmo. En las
Corrupciones tu héroe dialoga en inglés con Suzi. Te salen unas conversaciones
redondas, qué tío. El único error que hallé desde el punto de vista gramatical
es un Amaked@ en vez del
indefinido correcto cuya forma es made, pero, no te preocupes, como novelista,
eres un genio. Ni Cela, ni Umbral, ni los grandes capitostes de las letras en
el candelero, estaría en posesión del arte capaz como para escribir una obra
maestra de tal categoría.
Me sigo preguntando lo que sería de Suzi. )Por dónde
andará? )se habrá
casado con un tratante de ganado del Yorkshire o vivirá en una urbanización
exquisita de adinerados al sur de Londres? )Se habrá convertido al catolicismo y rezará el
rosario todas las noches pidiendole a la Virgen por José Antonio, su español
loco que conoció aquel verano cuando era descargador del mercado de Les Halles.
Allí fuimos a matar el hambre, robando fruta de las cajas cuando no nos veía el
sobrestante. Creo que sobrevivimos la
debacle gracias a las manzanas y las uvas que afanamos de los cajones de
aquella alhóndiga parisina o del Covent Garden londinense para calmar la
gazuza, porque estábamos sin un franco, sin un chelín, y dormíamos a la belle
etoile, y a la protección dispensada de la Señora, que aplacó nuestro hambre
espiritual y señaladamente nos rescató de las garras de un diablo que ladraba
igual que un perro dentro de nosotros mismos.
Ella es la
única que nos entiende, más que nuestras mujeres que se han alobado,
reivindican y gritan. Sólo la Virgen podrá salvarnos de la debacle. Los viejos giróvagos descastados, con la luz
de muchas lunas en su frente, vapuleados pero no rematados, regresan al cenáculo,
al cabo de una hégira desapacible y desigual por las tabernas, los parlamentos,
las redacciones, los burdeles, los tálamos que acabaron en desgracia, tuvo la
culpa el alcohol, la desgracia, los hijos que se dieron a la droga, las mujeres
que se volvieron revanchistas después de comer tigre, o por las expectativas
falsas. )Qué dirá el
prior? A)Pero no os
da vergüenza?@. AYo creía que
la vida era otra cosa, Reverencia. Colgué los hábitos antes de cantar misa, una
Eva casual sin importancia me engatusó dandome a morder una manzana podrida y
ahora vuelvo al cabo de cuarenta años, dos matrimonios fracasados y unos hijos
que no quieren saber nada de mí al redil que nunca debía de haber abandonado,)sabe? Yo
tenía una gran vocación. Déme el roquete de lino puro, un cíngulo de seda ciña
mis lomos, vistame con la tunicela que voy a cantar la epístola de la Mujer
Fuerte@. APrecisamente,
estamos a punto de rezar Completas. Hoy toca oficio parvo. Pasa, hijo pasa,
pero )cómo vienes,
qué se hizo de ti? )quién tundió todos tus huesos?@
Esa sería, Torbado, la novela que habría que
escribir, cuando se está cerrando el círculo y la lenta progresión de la
Iglesia Cuerpo Místico avanza hacia una nueva etapa desconocida donde se hará
mucho más palpable la mano y el estilo de la Deípara. Poco a poco Dios se nos
está convirtiendo en mujer para la confusión del demonio que siente una
predilección especial ahora por tomar el disfraz de virago. Ella es la única
cosa que nos queda cuando todo se viene abajo, el baluarte donde estrellarán su
furia todos los vientos.
Por eso nos acogemos a su manto azul tachonado de
estrellas. Era el color de la diosa Gea, el de la madre tierra. La hiperdulía
es mar amargo donde se remansan las claves de los grandes enigmas del mundo, la
charnela que abrocha lo sublime y lo abismal, el cielo y la tierra, latitud y
longitud de las almas, el puente entre la revelación y la paganía. La Madre de
los pobres, socorro de los huérfanos, nos prometió el socorro y no falló a la
promesa. Nadie nos podrá arrebatar el cendal de Isis que se descorre ante
nuestros ojos atónitos cada mañana dejando entrever horizontes maravillosos.
Tras el rostro de Dios se esconde una mujer. La diosa blanca estará para
siempre a nuestro lado. No nos abandona cuando corren todos de nuestro lado,
cuando nos negaron o nos empapelaron, al alzarse el telón de la apostasía y de
la traición.
Virgen poderosa, que sostienes el mundo en tus
brazos. Al descubrir que eso que llaman amor no es más que un movimiento
secretorio glandular y nuestras madres o nuestras amantes nos dieron la
espalda, tú fuiste casa de acogida para muchos. Si Eva renegó de nuestra
estirpe y nos abandonó en la cuna del pecado, tú permaneciste como madre única
y universal de todos los hombres, adoratriz πρωσεyxωμεvoσ. Eva, pecadora y multípara, renegó de su estirpe.
Es la huella del pecado, no conviene ponerla en pedestal porque acabará siempre
acostándose con otros. Es la imagen de la madre desnaturalizada que deshereda a
los hijos de las entrañas, demasiado sujeta a la tierra, víctima de los
impulsos del instinto. Sin embargo, esta maternidad de la Theotokos nos redime
de esos lazos peligrosos de nuestra madre natural que nos dejó solos ante el
precipicio. Con una genitora así no nos quedó otra opción que echarnos en manos
de María. Abandono total.
Para sentir lo que digo hay que haber nacido hispano
y en un orfanato. María, valedora de expósitos. Veo que este sentimiento
sagrado alienta y no decae a lo largo de las páginas de tu novela. José Antonio
era un hijo adoptado, un niño de la guerra y, aunque no creas demasiado en esto
de las mariofanías, pues ya dijo Newman al que estas manifestaciones del
sentimiento excesivo en el catolicismo mediterráneo no le complacían que
religión popular, religión corrompida, siempre guardas como un gran respeto
hacia estas cosas, sobre todo cuando tratas en AMilagro, Milagro@ los hechos acaecidos en Garabandal. No puedes
esconder tu simpatía hacia Conchita de la cual muchos novicios de las Caldas de
Besaya y del Mayor de Comillas - yo estaba en tercero de Retórica por aquel año
de gracia de 1960- anduvimos medio enamoriscados. Los portentosos hechos que tú
narras con una solercia y acribia propia del gran novelista y reportero que
llevas dentro, causaron impacto sobre todo a raíz de la muerte repentina de uno
de los jesuitas que velaba por las niñas videntes, bajando hacia Aguilar de
Campoo. El escándalo fue tan grande que la CIA tomó cartas en el asunto a la
vista de aquellos acontecimientos inexplicables. La vidente se casó con uno de
Cincinatti y hoy todo el movimiento de Garabandal lo controlan los norteamericanos.
El gran signo no se ha producido, desde luego, ni tampoco el castigo, aunque a
veces pienso si no será poca penitencia y suficiente castigo esta sociedad de
impostura en que vivimos.
Entre corrupciones y apariciones, por ahí andamos. O
delante de los curas meneando el incensario o corriendolos a gorrazos, no hay
termino medio en este país, que ha pasado del recato y pudor, y los rapapolvos
de los curas a las que entraban en la iglesia sin velo con de manga corta a la
debacle de ASabor a ti@ los lunes a
media tarde, cuando aparece la sexóloga esa hablando de cuestiones poco
pertinentes para una sobremesa como son las dimensiones de un buen carajo, la
frigidez en las hembras y de labios vaginales del tamaño de las orejas de un
elefante (sic). Y nadie se llama a la parte, nadie denuncia el engaño.
En estos comienzos agitados - la calma aparente
encubre una angustia subrepticia- están ocurriendo cosas tremendas que nos
advierten que aquí va a pasar algo dentro de poco y no hay que ser demasiado
pacato. Con sólo dos dedos de frente se intuye la proximidad de la parusía.
-)Pero se aparece o no se aparece?
A lo que respondo diciendo:
-Vayamos por partes.
No me negarás que estos últimos lustros - el cambio
general empezó a notarse con la proclamación de Ronald Reagan como presidente
de los Estados Unidos, que, según los iniciados se ha convertido en la sede del
anticristo, aunque nada hayan dicho al respecto los mensajes de Fátima-se han
operado innovaciones traumáticas: el fin de la guerra fría que franqueó la
entrada a una paz caliente de tensión perenne y guerras localizadas, a un
sistema unipolar de gobierno económico que denominan globalización que ha
comportado la descristianización secuencial del espacio europeo. Parece que
España que es un enemigo histórico de ese espíritu que alentó a la revolución
francesa y que, trasladado por Lafayette a los EE.UU., ha dado lugar a una
nueva religión de masas que oficia su liturgia desde Hollywood y una
parafernalia de rock and roll, con la Coca Cola como eucaristía.
Los videntes de Cova de Iría comunicaron que la
Virgen les había dicho que Rusia se convertiría. Eso se ha cumplido tras la
caída del muro de Berlín, pero obvía cualquier referencia al papel que jugaría
Washington. Tampoco el Vaticano ha sido muy explícito alredor del famoso Tercer
Secreto sobre el cual el cardenal Ratzinger pasó como de puntillas. Ninguna
referencia hizo el papa pontificante cuando el bombardeo de Irak, bueno sí lo
hizo pero, presionado por un grupo de ciudadanos israelíes que se presentaron
en la Plaza de San Pedro con gestos airados y enarbolando pancartas alusivas a
los campos de exterminio la postura ambigua de Pio XII (esto no es verdad y
puedo demostrarlo) o su pasividad, retando prácticamente al vicario de Cristo.
Alguien se achantó porque los argumentos del chantaje debían de ser
formidables. Ni una palabra del Pontífice cuando los aviones de la OTAN
arrasaron Kosovo, reducto cristiano, la vieja Dalmacia donde se cantó por
primera vez el Te Deum. Las matanzas de
la Intifada no han suscitado ni la más leve réplica de la Curia. Por lo visto
los palestinos no entran en el cupo de los Derechos Humanos, no tienen derecho
a ser compadecidos.
Triunfante la democracia, el ejemplo de sus fautores
no puede ser más deplorable. El empate técnico Bush-Gore ha durado cinco
semanas y la cuestión tuvo que ser ventilada en los tribunales. En la Central
no se andan con remilgos y todo da igual. Ni don Juan ni don Manuel, que se me
jodió el cordel. Tanto monta. Corruptio
optimi péssima y si esto hacen los rabadanes qué harán los zagales. El Cristo
no quiso meterse en política, dijo que su reino no era de este mundo, pero hoy,
Dios mío, todo se nos ha convertido en política. Está reptando la serpiente,
ondean sus arillas, casi se puede escuchar el crujir de sus fauces devoradoras.
Aquí manda la fuerza bruta y no hay nadie que tenga redaños para hacer frente
al señor del mundo.
Plinio nos lo advertía. La frase no la publicará
mañana el New York Times, pero da lo mismo: ANumerantur sententiae, non ponderantur, nec aliud in
publico consilio potest fieri in quo nihil est tam inequale quem equitas ipsa@. Hay
equidades poco equitativas que matan, y, si la solución que designan las urnas
no resulta de mi agrado, siempre me queda el recurso del pucherazo.
El mundialismo, las guerras localizadas, el avance
del Islam, el terrorismo, la corrupción, los negreros organizados en mafias
traficantes de carne humana, Rusia humillada y Yugoslavia desgarrada y con las
secuelas de una guerra de cuyas perniciosas consecuencias, envenenamiento del
aire, iperitado el suelo como efecto secundario del material radiactivo
empleado en los bombardeos no hacen mover ni una ceja a la ciudad alegre y
confiada. Aquí manda Polanco con sus periódicos, los señores del AMundo@ que parecen
que escriben de España con el desafecto con que pudiera hacerlo un turco, y que
de hecho se han pasado al moro, o al inglés, coreado por los Hermidas y sus
chicas del triángulo escaleno y su séquito de percheleras de Málaga que
imparten un nuevo dogma desde sus tronos midriáticos machaconamente tardes y
mañanas. Batología se llama a esa figura. Les gusta darle leña al mono y el Amedio@ más que a
un tonto un tambor. Todos esos y esas que se han apoderado del batintín
televisivo.
El mal gusto
nos pervade, la mierda hasta las cejas, pero a río revuelto, ganancia de
pescadores. Maura, no. España va bien y todos los días entierro y manifestación
porque los pistoleros de eta han vuelto a golpear a ciudadanos indefensos. Todo
esto es consecuencia de las múltiples mutaciones geo estratégicas, los
arbitrios del nuevo señor del mundo ante el cual todos hincan la rodilla, que
se han incoado con la connivencia o el silencio cómplice de los que tenían por
obligación en virtud de la misión encomendada de defensa de la verdad, a partir
de 1989. A estas horas el diablo se está riendo a dos carrillos. El mundo ha
dejado de ser igual.
Por si esto
fuera poco ahí están instalados en el trono de la vulgaridad visual o sonora.
Gracias a este pelotón de mediocres la vulgaridad se ha convertido en
patanería, algo, por lo demás tan español con sangre urbana y espesa. Madrid,
el antiguo Matri Templum (templo a la madre), al que han bautizado como Magerit
porque quieren que sea mora, una merced que les deberemos de por vida a los
doctos en batología de la política y la transmisión, que acaban de acuñar la
fórmula de cuánto peor mejor. Hemos ido del moro Muza al Moro Gallardón al que
ya empiezan a llamar AEl Cejas@ toda la peña.
Ves un
telediario, hazte cuenta que has visto cien mil. Son cargantes y nos machacan
desde sus informaciones inducidas, nos traen el afrecho diario de veneno al
receptor de onda, émulos de Goebbels. El totalitarismo democrático tiene algo
de nazismo recriado en California con cuerpos bonitos de muchachas monas al
sol. Pero follan poco. Aquí hay que ser
guapo para comerse una rosca. Seguimos igual que entonces, amigo Torbado,
escritor sobre topos y tapados entonces que ahora somos muchos más los topos y
los embozados y nadie se acuerda de nosotros porque no somos rojos. Más bien
nacionales. No ha desparecido por tanto la especie y éste que te escribe esta
carta es lo que es: un topo.
Ínterin, nos han estado echando de todas las
sinagogas. Cerraron los periódicos donde trabajábamos. Conversión, reciclaje
pre jubilar se llama a esa figura. Los que hicieron la reforma eran todos
amanuenses del ojo que todo lo ve, del cofrade democrático, o judíos perdidos
con mucho odio en su corazón. Dios nos libre de la furia del converso
resentido. Habían perdido una guerra pero ganaron el pleito de la paz con la
judicatura y los sobornos. A Garzón lo pusieron de cimbel. Con una mascarón de
proa así nunca se podrá hundir el barco.
Si quieres publicar un libro, lo más seguro es que
no encuentres nunca editorial. Del palimpsesto de los anales han borrado todo
aquello que les era desfavorable.
Dentro del hogar perdimos el estado de gracia, los
derechos adscritos a nuestra guirnalda genealógica, merced al feminismo
furibundo de las adheridas a la tríbada( de θρiβασ, θρiβαδoσ@ que significa frotar con tal fuerza, como para que
espumé la tortilla) y al tribadismo, que ha sustituido la frase de Marx obreros
del mundo uníos por el mujeres toda de toda la raza y condición hacedlo con
quien os apetezca, que os forniquen pero no os empreñen, hay que acabar con las
familias. El crédito de los maridos está por los suelos. Están siendo
expulsados por zánganos de la colmena por un coro de Euménides, las nuevas
arpías y lobas del feminismo. Los hijos barzonean por el pasillo del invocando
el derecho de ser mantenidos hasta los cuarenta años renuentes a volar del
nido. Manumitidos los maridos, ha nacido una nueva conciencia de clase y de
solidaridad adónico-adoncellada-adocenada con la consigna de rendir sólo culto
al cuerpo. En el ministerio de Cultura, emporio tribádico y monopolio
tortillero, a ésas hemos llegado en la estética española por mor de la
exacerbación de lo gay, pastan las ovejas machorras, viragos con las
oposiciones ganadas. La pobre estatua de la Plaza del Rey a los mártires de
Filipinas tiene que estar todos los días escuchando el batir de las tortillas.
Safo coloca allí a sus entretenidas. Ya somos libres. Se pasea por esa plaza el
fantasma de la Nelken y doña Dolores sigue berrando, ufanada de no conocer el
nombre del padre de ninguno de sus cuatro retoños, hijos sí maridos no.
No es la dialéctica de los puños y las pistolas, es
mucho peor: la destrucción del núcleo de la célula viva. La bestia que repta,
cuando es estrecha, o se espatarra cuando abre la boca de sapo o se dedica a
profanar la televisión con obscenidades o la radio de procacidades, por la red
asomando su cabezota de oficio y el arpón mendaz de su lengua zángana y
amenazante, ha traído su propia jerga entallada. Y coprologica es su terminología,
ha vuelto a tentar a Eva la soberbia de Luzbel que es sabiduría del mal;
gracias a eso la culebra arrastra su inmunda panza por los caminos.
Con tales preliminares en perspectiva creo que
resulta del todo congruente que los ex hombres, los ex curas, los ex
periodistas, los ex maridos, ansiosos de asideros dentro del naufragio
universal en que ha desembocado esto, nos hemos agarrado con fuerza a la única
boya al alcance de nuestros dedos naúfragos. Ella reza por los pecadores. Las
multitudes que se encaminan a las campas de las mariofanías con sus garrafas
para llenarlas del agua de las bendiciones, el dolor a cuestas y una vida de
trabajos buscando la estela de Aquélla que nos le traiciona. Antiquam exquirite
matrem@ o siguiendo
el consejo de san Bernardo: ARéspice stellam, voca Mariam@. Vimos la
estrella y la llamamos; venimos a adorarla. Y no es sólo en sentido metafórico
lo que digo, porque, tornasolada con todos los colores de iris, yo vi el
amoroso regazo del perdón, el seno orante, la mirada piadosa dibujarse un
atardecer de mayor de 1995 sobre el valle místico del Escorial. Un enorme icono
de la Virgen se cernía sobre el vértice de Las Machotas, empezó a despedir el
aire en nuestro entorno una serie de fragancias y de olores exquisitos. No fui
un rostro humano, sino una idea hierática pintada de los colores más vivos del
espectros que se iluminaban derramando sobre los que estábamos allí una
claridad extraterrestre.
Fueron apenas unos instantes pero bastó esta
experiencia -diríamos hermética- para que diera vuelco mi vida, inherente al
sufrimiento, pero noté como si a partir de entonces no me iba a faltar nunca
una fuerza muy señalada para ayudarme a portar la pesada cruz que portaba sobre
los hombros. Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se estampó sobre un cielo
oscilante entre el añil de los cielos purísimos de la vertical de las Machotas
que siempre aparecen como iluminadas por una segunda claridad, como por otro
sol interno, y el rosa evocador de plegarias, perdones y grandezas de las
piedras escurialenses. El monasterio calaba sus cimborrios en un rincón de este
súbito paraíso, parecía que estábamos viviendo un sueño. La Señora desde arriba
nos bendecía, nos miraba. Era un luminaria que adquirió una tonalidad
incandescente, como un ascua que de repten desapareció. Recuerdo las caras
iluminadas de Enrique, un hombre de Brunete que acude todos los sábados a rezar
el rosario a la pradera conduce una furgoneta de color blanco, y de una
vagabunda portuguesa, originaria de Cova de Iría que recorre España con su ato
de flores blanca y los abalorios de un rosario que va repartiendo entre los que
encuentra, y de Conchita, una madrileña que coloca flores en el árbol.
Eramos los que eramos, pero todos nosotros tuvimos
la sensación de estar asistiendo a un prodigio , a un signo, a un θαyμαtα (manifestación majestad o aparición, a un σyμεiα(signo), tεραtα (portento).
Era un instante mágico en nuestras pobres vidas
marcadas por el dolor y por la incomprensión.
No sabría calificar la entidad de aquel suceso pero
no he duda un sólo instante de que detrás de aquel icono pintado sobre el cielo
en una ascensión de cúmulos y de nubes estaba el vigor, la fortaleza, la
potencia y la virtud de Dios y todo eso que llaman los griegos el Aiσkρiωσ@.
Tú que sabes Teología quizás tengas noticias de que
hay que distinguir entre Amiraculum absolutum@ y Aeffectus mirus@. También estarás al tanto, según se desprende de tu
interesante y detallado libro, que los milagros de los que está empedrado el
Antiguo Testamento y son la base constitutiva para demostrar la realeza divina
y la divinidad del Salvador, aunque la verdadera grandeza de Jesús de Nazaret
no estribe en ellos, que no son más que un corolario de la gran premisa, se
estuvieron obrando desde el primer días de la creación. Vespasiano sanaba las
fracturas óseas con una simple imposición de manos. De otros emperadores
romanos, incluso del impío Nerón, se cuenta otro tanto. Entre las monarquías
europeas, los reyes de Francia curaban las papearas o las hinchazones
escrofulosas. De Felipe IV se dijo que tenía poderes para expulsar diablos,
pese a que su conducta moral no fuese muy edificante que digamos. Hacia 1637 se
produjo en París un escandalo a cuenta de los prodigios, levitaciones,
curaciones y Asigna magna@ que acontecían cerca de la tumba de un diácono
jansenista en el cementerio de san Medardo. Y hasta del enteco y circunspecto
Mahoma, que aborrecía la parafernalia milagrera y predicaba la existencia de
una paraíso de goces materiales, se dice que se le apareció el arcángel san
Gabriel para anunciarle que haría bajar una piedra del cielo para que sirviera
de estribo de ascensión a lo alto cuando él murieras. Era la piedra de Kaaba
que se conserva en la mezquita de Omar.
)Milagro
absoluto o effectus mirus? No sería
capaz de discernir lo que vieron mis ojos que se han de comer los gusanos
aquella tarde de mayor. La sensación me marcó. Vi vida rebobinarse hacia atrás.
Una de las propiedades inherentes a la condición milagrosa es la
cognoscibilidad, y yo tuve en ese momento la consciencia de que si el dolor
selló mi pasado el porvenir vendría avalado por el sufrimiento, pero con el
rosario, con los cincuenta abalorios blancos, como talismán de garantía. Llevo
un lustro repartiendo estos objetos de devoción a quien me peta. Allí donde
intuyo la posibilidad de una contingencia desagradable o de un peligro
inmediato hago la entrega de este objeto devoto y con ese propósito siempre
llevo en el bolsillo una buena batería de ellas. Ando por la vida marcado por
el hecho de haber sido depositario de un anticipo de bienandanza que me fue
otorgada gozar aquella tarde.
Sobre la cabeza, a los pies, a sendos lados de la
imagen por nosotros entrevista en las alturas se dibujaba la letra c, poniendo
remate a cada uno de los brazos que se dibujaba de repente (credo, caridad,
cruz, carisma).
No puedo decir que la cruz me haya abandonado. Mi
pauta ha sido la humillación, pero ese icono que vi elevarse sobre el valle
escurialense me acompaña a todas partes. Es una fuerza que me ha curado algunas
de las enfermedades padecidas por mí como el adenoma prostático, el enfisema
endémico y otros muchos peligros del entorno real y de mi propia mente con los
que he sido tentado. Ya se sabe que el peor diablo es el que mora dentro de
nosotros mismos.
Mi caso demuestra que la experiencia mística es una
dádiva o galardón que se da gratis con independencia de la aptitud o de los
merecimientos por parte del que las recibe. El creo, la cruz, la caridad y el
carisma son el vestigio de una alianza sublime que acompaña al cristiano por
todas las partes. Son los cipos de un largo itinerario en el cual todo hombre
al nacer se adentra con paso vacilante. A veces los peregrinos pierden el rumbo
y vuelven a encontrar bajo la guía sobrenatural de María, gobernalle de
predestinación, la desnortada dirección.
Extra Xto. Nulla salus. Cristo yace en la base de
toda soteriología y a su divinidad se accede a través de la humanidad de una
mujer. Esta razón de fe se conjuga con una aporía irreductible: la visión que
tuvo Juan en el Libro de Apocalipsis: Apondré enemistades entre ti y el dragón, entre tu
descendencia y la suya@, lo que viene a ser la salvaguarda de la anticresis
o pacto con la Iglesia que le es fiel, la de la comunidad de los 144.000 que
siguen al Cordero hasta efundir la sangré por él en los tiempos de persecución
y de lucha.
Por su desvergüenza iluminada - el cuarto evangelio
ha sido un continuo aguijón contra la poltronería acomodaticia de los que a lo
largo de la historia del cristianismo han tratado de urdir componendas y de
buscar consensos con el mundo y sus satélites, desde los primeros herejes como
Arrio y Nestorio a los últimos que han tratado de encontrar en el ecumenismo
una buena tapa que todo lo tapa y buscan libeláticos entendimientos con él,
pues dicen mientras mi silla esté asegurada que se pierda la fe- ha sido muy
controvertido. Es el que entre los sinópticos más se decanta del lado de la
parusía y condensa la divinidad de Cristo. Es el evangelio del Hijo y de la
Madre, enarbola el escandalo de la denuncia contra los poderes fácticos del
sanedrín.
Como contrarréplica los talmudistas vinieron
denunciandolo y para convertir con más inquina la figura del Salvador llegaron
a proferir el anatema de que echaba los diablos en nombre de Belcebú y que
curaba por artes siniestras, porque en Egipto se había iniciado en los
principios de la magia negra practicado allí por los muchos discípulos que
siempre tuvo Goecia.
En su afán con manchar el nombre de Cristo, por el
que siguen guardando una enemiga visceral, un odio que no encuentra límites,
manantial inexhausto de bilis, han llegado a acusar a Jesús de Nazaret de ser
un iniciado en la quiromancia que le fue enseñada durante la estancia de la
Sagrada Familia en Egipto. Sin embargo, los milagros, que no fueron la parte
sustantiva de su existencia, sino un signo de refrendo, no hacen sino probar su
vocación mesiánica, la salvación de todos, que de una forma secuencial y
sapiencial con arreglo a la sabiduría de cada época, iría en progresión a lo
largo de los siglos.
Si el pozo de aguas fétidas del odio nunca toca
fondo así mismo la fuente del amor hunde sus veneros en manantiales
irrestañables.
Aquí viene el dato que más exaspera a los enemigos
de la cruz: el proyecto taumatúrgico de Jesús sería consumado por sus
seguidores en el creciente y menguante de la batahola de los siglos, porque al
Maestro nunca le faltarán discípulos. Milagros que no se ven, pero que están
ahí; adeptos con la cara tapada, virtud callada en definitiva bajo la sombra y
la luz del evangelio. Dominará las fuerzas de la naturaleza, estará al socaire
de la corrupción, ganará a las potencias de la muerte. Siempre fue comprensivo
con las flaquezas de sus semejantes, angustiados por el hambre, la necesidad,
la corrupción, las enfermedades contagiosas, la posesión diabólica. En los
cuatro evangelios se estampa la figura del hombre perfecto, un ser muy
equilibrado con una salud perfecta, tan psíquica como física que transmite a
aquellos que quiere, limpiaba a los leprosos, y era un torrente de
energía. Por eso curaba, por eso
resucitó a Lázaro y a la hija de Jairo y por eso él mismo rompió las ataduras
del sepulcro al tercer día.
Cristo, el sanador por antonomasia, el gran
exorcista, que no padeció enfermedad que se sepa y que estaba facultado para
repartir perfección porque él era la perfección en persona.
Vaya, ya está aquí el rabí milagrero. Cuando
escuchan hablar del Ungido se acercan la mano al cinto y sacan la pistola, se
inventan monsergas como lo de las tres monoteístas, traen moros, y todo lo
permiten excepto que alguien les insufle a la oreja la palabra Cristo. Se ponen
como locos. Caen en el desmelenamiento cerril, porque su sistema de valores se
ha opuesto al de los que vienen del talmudismo, que, entre desesperaciones y
luchas contra Dios y contra sí mismos andan a la espera del Mesías. No se
comprende la razón por la cual les llevan tanto los demonios. Su argumento se
basan en la negación del milagro. Empero el milagro fue en Él un poder sólo periférico,
nunca la clave de su mensaje consistente en revelar la providencia del Padre
sobre el universo, que Dios es amor.
Ocurre que hemos estado tomando el rábano por las
hojas partiendo de falsos principios confundiendo a la tres acepciones
eclesiales: militante, triunfante y purgante, con uno cuantos purpurados
embutidos en sus pectorales, la trábea roja de vuelo magno, y el cuerpo místico
es mucho más que eso )me escuchas? Aquí los árboles no dejaron ver el
bosque, esas miserias de los cristianos desunidos, aferrados a las flaquezas
mundanales ( el dinero, el poder, la injusticia, los cánones que hemos padecido
en nuestras carnes pues nos empapelaron alguna que otra vez) no corresponde con
la misión soteriológica a escala personal y esotérica por la que Cristo pagó
nuestro rescate, el empeño sigue adelante a contrapelo de las miserias
eclesiales. Dijo Pascal que la v verdadera grandeza de Jesús de Nazaret se
encubre bajo un fárrago de milagros, susceptibles de ser tomados a la tremenda,
bajo sospecha de hechicería, que contravienen la razón, pues el gran hacedor no
puede ir contra sí mismo al extorsionar las leyes del orden de su designio,
pues como quiera que todo portento representa un atentado al estatuto de la
norma cósmica se infiere que los milagros no suceden sin despropósito, sin una
cierta imperfección imputable al ser perfecto. Ha estallado aquí el combate
entre la razón y la fe.
San Agustín, empero, con la acuidad que le
caracteriza, contesta a esa objeción: no es que haya una interrupción del orden
cósmico sino más bien contravención de la fórmula natural con arreglo al acervo
de conocimientos que en un momento dado se dispone como patrimonio de la
ciencia, la medicina, la física o las artes aplicadas. El de Tagaste ve aquí
crecer la hierba. Con su propuesta desbarata toda la apodíctica atea de los que
acusan a la Iglesia de oscurantista y enemiga de la cultura.
Ello nos pone en antecedentes de una gran polémica
que ha tenido en la mira de sus dardos envenenados al evangelio de Juan, el de
los milagros, las apariciones, las contraseñas, los terribili, los signos
inexplicables. Al atacar esta obra máxima del autor del apocalipsis - los
detractores del pensamiento juaneo dudan que el cuarto evangelio y el último
libro de la revelación hayan salido de la pluma de la misma persona- se impugna
de soslayo la divinidad del redentor.
Además los griegos nombran Sofía también a la
virgen. Ellos tienen una visión propia del drama y del misterio marial. No hay
que olvidar que el culto mariológico, propalado por los templarios y predicado
por san Bernardo en occidente, procede de Efeso, donde murió el evangelista más
inspirado y donde estaba el templo de Afrodita.
No se puede entender esta devoción, tan
profundamente humana y a la par tan espiritual, sin haber cantado alguna vez el
Akathistos como se hace en las iglesias bizantinas desde el siglo VI y sin
haberse empapado del misticismo y hasta del calor físico de esas candelarias
que arden junto al iconostasio al pie del retrato de la veneranda Theotokos- no
es una imagen propiamente dicha sino la plasmación de una idea de la maternidad
y de la feminidad, del ser humano a fin de cuentas- que un día vi yo dibujarse
llenando como en un gran Sabaoth sin límites la vertical del cielo que acoge a
la orografía montañosa del Escorial.
Trono de la ciencia, serenidad, quietud, fuente de
la vida, fervor de la paz y la concordia, éxtasis inefable que nos remite al
epígrafe del ser humano en los tiempos edénicos antes de consumarse el pecado
de Eva, ese era el sentido de aquella visión de grandeza y pasmo sobre un
empíreo.
Para la
Ortodoxia la persona de la Madre del Verbo encarnado representa la charnela
espiritual que abarca los dos ordenes, vínculo de unión entre la sapiencia
increada y la creada. La sabiduría de Dios se entrechoca con la del cosmos.
María viene a ser la bisectriz que toca la ribera, el puente que cruza las dos
orilla. Los eslavos han sabido darle a la hiperdulía un matiz de belleza que
tiene que ver más con la filocalía y la filosofía platónica que los desafueros
occidentales que la representan como una matrona no desprovista de sensualidad.
Por ende Bulgakov, el autor de la AGuardia Blanca@ afirma que ella es la justificación, el acmé donde
todo converge y todo se centra, vértice de lo invisible y lo visible. La Señora
es una armonía a dos bandas. Celeste música que levantan las esferas boreales
al girar en sus plegarias, regazo de todas las necesidades, amparo suplicante,
contrapunto órfico de belleza a la estridencia del pecado, la muerte, el deseo carnal,
causa, por otra parte, de tantos sufrimientos.
Jean Guitton, un pensador francés, columna vertebral
del pontificado de Pablo VI, que fue mucho más denso que el del controvertido
Wojtyla, el cual en sus encíclicas e incluso en sus obras - es hombre de imagen
y de teatro más que de pluma- literarias no pasa del límite de lo discreto y no
da en sus revelaciones escritas mucho más que cualquier arcipreste de aldea
polaca, señala que los orientales dan una orientación más profunda y teológica
al culto marial. Para la mentalidad eslava no es la parte individual lo que
importa en las relaciones con la divinidad sino el todo cósmico. No lo
particular y lo de ahora mismo sino lo que afecta al cristianismo en pleno de
hoy, ayer y de mañana. Tienen una proyección menos localista de la
soteriología. Se consuma de alguna forma la promesa de Jesús en la persona de
la Virgen que estará con el género humano en lo que Él regresa.
Como se ve, hay una relación profunda con Juan del
que corrió la voz entre algunos de los discípulos del cenáculo de que no
moriría. Cómo éstos le preguntaran al Maestro si esto fuera cierto, el Señor
dio una respuesta ambigua: Ano dije que no moriría sino que prefiero que así
permanezca hasta que regrese@. Una respuesta hermética como es el texto entero
del Cuarto Evangélico escrito por aquél que reclinó la cabeza en el pecho del
Redentor y al que encargó el cuidado de su madre hasta su fallecimiento
ocurrida en Efeso. Así y todo, pervive la noción de inmortalidad y de
permanencia en ambos casos; el culto virgíneo y el johánico representan un
símbolo de la presencia de Cristo en el mundo hasta la terminación de los
siglos. Juan se pasó sus días predicando el amor y diciendo aquello de hijitos
míos, nada seréis si no tenéis caridad del que parece que hemos hecho poco caso
los cristianos a lo largo de los siglos. La Virgen es la rosa mística, la
embajadora del amor de Cristo para un mundo que se mueve en las coordenadas del
desamor, el interés y el hilomorfismo ególatra. San Juan Evangelista y la
Virgen María no han muerto de una forma real aunque lo hicieran de una manera
física, habiendo ejercido su tutoría sobre los creyentes como sólo saben
hacerlo las personas continentes. Están guardando el aprisco mientras el Buen
Pastor regresa, son garantes de la predicación del Evangelio en toda la tierra.
Roma ha tratado de humanizar a Dios y para
convencerse de este aserto no hay más que levantar la cabeza para admirar los
frescos de la Capilla Sixtina y las hercúleas representaciones de un Dios
carnal de Miguel Ángel. Los griegos por su parte parten hacia el polo opuesto:
divinizar al hombre. Su espiritualidad y su liturgia es un ensalzamiento del
hieratismo sin materia, busca el éxtasis perpetúo. Tenemos una mentalidad coral
frente a otra individualista. Sin embargo son dos ópticas, dos enfoques de una
misma realidad. El mundo judeocristiano trata de conseguir una eternidad
asequible y que condesciende al tiempo presente y real en contra del
planteamiento bizantino que prefiere expresarse en términos de eternidad.
En este caso la figura de la Virgen, fuente de la
natura, mandorla vaginal del perdón, portal de entrada a los goces del paraíso, consolatoria medianera, e yergue como un
puente entre Dios y los hombres, entre el destierro y el Alfa Omega, abarcando
lo sensorial y lo espiritual a horcajadas entre dos realidades. Su capacidad
para el milagro también es un legado de ese cargo de representante invisible de
Cristo en su Iglesia en lo que dure la peregrinación y el caminar. Por
desgracia también su figura es deformada por esta fama milagrera. Tampoco el
obrar prodigios formaba parte consubstancial de la divinidad del Salvador. No
eran más que las arras, un comodín.
Otro autor ruso. Merejowsky, elaborando un poco más,
nos advierte que llega el tiempo de la Virgen en un hermético pasaje de su
libro AEl misterio
de occidente@. Si el
paganismo representa el anhelo del Hijo, y el cristianismo, la angustia del
Padre, el ocaso llega de aquella aurora que abarca cinco mil años, y se alza el
sol del Hijo que establecerá su reino mediante la intercesión de la Madre. Ella
es la que intimó al oído aquel cuchicheo amoroso que todavía tiene perplejos a
los mariólogos, los cuales andan todavía indagando la razón por la cual cada
vez que aparece María en el Evangelio es para ser acreedora de algún desaire:
-Hijo, no tienen vino.
Cristo aquiesce pero se hizo el roncero:
-Mujer, ) qué nos va a ti y a mi?
Debajo de esta reprensión aparece subyacer una
fuente de interpretaciones proféticas. El silencio de la Virgen no puede ser
más parenético. Es la elocuencia del milagro. Vino para todos y que sobren
cántaras. Opta por salir del armario y mostrarse como Mesías. María, mujer al fin y al cabo, se sale con la
suya y Abebieron
hasta hartarse@. Aquella noche alguno de los de la boda regresaría a casa en coloquio
con las farolas de Galilea, en el supuesto de que en Galilea hubiese alumbrado
público. Claro que no se pagaban tantos impuestos.
Esto sólo lo podemos entender sólo tú y yo que somos
de la tierra que produce los mejores caldos en la ribera del Duero. El vino que
fortalece los cuerpos y devuelve la alegría a las almas, mosto eucarístico para
cruzar los umbrales del tercer milenio,) que será el milenio igualitario que adelantaban
algunos padres de la Iglesia? )El de los trancos concluyentes de la Humanidad?
No sé si está cerca el final, porque tampoco he
salido, los mismo que tú, del mundo de la superstición ni de la superchería - de
la hermenéutica sí y acaso también de la profecía- lo que garantizo es que una
época de gracia se acerca presidido por el guión marial. Habrá un rearme
espiritual. El catolicismo tendrá que emerger de los cuarteles de invierno en
que ha vivaqueado cómodamente y regresar a la lucha para sofrenar el avance del
Islam, aunque mucho más peligroso que el zancarrón mahometano es el
materialismo estructuralista pavloviano y freudiano de Wall Street que hacen
del hombre una unidad de consumo, de conducta calculable con arreglo a esos
setenta trillones de células que llevamos en nuestro cuerpo y que condicionan
nuestro comportamiento. Gracias a los gnomos de la estadística sociológica y
sexológica hoy sólo cabe una ética de las circunstancias. Para dejar de ser un zombie
alienado el hombre tendrá que volver a encontrarse con su pasado y a religarse
de nuevo con Dios. Así que tras la noche del Padre, el crepúsculo del Hijo, se
avecina el alba materna. Ella permitirá que la humanidad pueda conocer la paz
precisamente cuando se siente más amenazada de destrucción.
En esta observación el autor ruso coincide con el
santo francés L.M- Grignon de Montfort, otro de los grandes difusores de la
hiperdulía moderna en la que las apariciones francesas de Lourdes y de La
Salette han sido tan importantes, como también el galicanismo y la definición
en 1858 del dogma de la Inmaculada Concepción por Pío IX.
Las gentes acudirán a la intercesión de María con
más fuerza a medida que se acerque el tiempo de la segunda venida. En ella los bautizados
encontrarán amparo con las invasiones islámicas y las arremetidas del
materialismo ateo, el cual tiene su epicentro y una fuerza imparable en los
EE.UU. En las catedrales protestantes, entre los evangélicos alemanes y los
anglicanos volverán a abrirse las capillas a María que llevan cerradas desde la
Reforma. La cristiandad se sentirá huérfana. Se abre paso el concepto de un
Dios femenino al cual aludía no hace mucho el papa reinante J. Pablo II y es
que será tanta la angustia motivada por las conmociones sociales y las
revoluciones inter étnicas - de nuevo la horda agarena volverá a ser el flagelo
de Europa- que tendrán que recurrir a la mujer que aplastará la cabeza de la
serpiente.
Según esos pronósticos, Dios permitirá de nuevo el
azote de Mahoma como castigo a la tibieza, negligencia y desafecto al mensaje
evangélico por parte de los que profesaron su fe en el bautismo. Sin embargo,
hay que poner en cuarentena tal hipótesis pues en las mariofanías del Escorial
se refleja la silueta de una mujer ataviada a la morisca, con el rostro tapado
hasta los ojos por el almaizar. Son unas instantáneas captadas por el que esto
suscribe con cámara Pentax el año 83 ante el fresno de Prado Nuevo. En el
reportaje detrás de la vidente que está de rodillas aparece como el halo de una
mujer tapada con velo y que lleva un infante en el regazo. Este recato quizá
sea una semiológica advertencia contra
el papel de emancipación sexual que ha cobrado el sufragismo rampante y tribádico que en vez de manumitir al género femenino de
la antigua sumisión está trayendo una nueva esclavitud. Acaso no vayamos por
buen camino. La Virgen se ha vestido de mora para decirnoslo.
AThere is
more than meets the eye@ ( las cosas no son tan sencillas como parecen) reza
un adagio inglés. La ligereza o la pasión no resultan vías recomendables de
acceso para ingresar en este laberinto maravilloso del carisma, y las
apariciones mariológicas forman parte del mismo. Todo está revuelto, lo
reconozco; los desaprensivos e inconscientes, las plumas energúmenas que se
creen en posesión de la verdad multinacional y mundialista y que tanto
pontifican, se rasgan las vestiduras cuando oyen hablar de un caso
preternatural, por más que a diario consulten el horóscopo y tengan por asesor
de sus negocios a un brujo.
Bien describes tú ese mundo con pluma que nada
desmerece al lado de la del P. Isla, quien sitúa a su personaje Fray Gerundio
de Campazas en los aledaños a Gordaliza
del Pino y otros púlpitos maravillosos, donde el misticismo se da la mano con la
picaresca y el exceso y la devoción con el fraude y el pietismo empalagoso.
Somos un pueblo dado a milagrerías y nuestra fe ha ido en simbiosis corrompida
con la superchería. Así, el jardín de las delicias - todo el arte medieval
refleja esa aspiración a él- puede convertirse en cornijal de demonios, pues la
virtud y el vicio posan orilla. Anécdotas surrealistas de película de Buñuel
junto a casos inexplicables que rozan lo milagroso colman mi experiencia de
frecuentador del fresno de las apariciones escurialenses. Si bien te fijas,
éste es un tipo de árbol con apariencia fantasmagórica que no deja crecer la
hierba bajo su copa. Trasuntos de la España negra e intuiciones inefables se
entreveran a por fía. He visto a enfermos curar de sus heridas con tan sólo
hundir un muñón o alguno de sus asendereados huesos en el agua de la alberca
mientras las brujas muy cerca se juntaban en aquelarre o decían cosas
terribles.
A lo que se ve el diablo siente una rara inclinación
por daros un tute a los racionalistas, se esconde bajo el halda de alguna beata
o juega al escondite en el forro de una mitra. Ese vidente al que aludes en tu
libro, el cual se marcaba un chotis con sus discípulas aunque sin arrimar las
carnes no se ha dado en la cerca de la que te hablo aunque todo se andará. Pero
uno puede ver merodear por allí a personajes que parecen recién desembarcados
de una novela de Dostoievski con furor de demonios. Lo cual torna más
complicado el plano del laberinto.
La fe para mí no se apuntala por una demostración
externa sino que emana de un deseo volitivo de quien pretende entrar en
comunión con Cristo, es patrimonio de las obras de misericordia, de la
meditación y de la investigación piadosa, porque gran parte de los tesoros
andan ocultos entre los libros arrinconados, y depende de algo muy personal
propiciado por la interior experiencia.
Hasta que acontezca el apartamiento prometido en las
postrimerías de ovejas y de cabritos estaremos abocados a soportar esa
hibridación de buenos y malos, de bienaventuraos y precitos, verdugos y reos,
inocentes y culpables. Es muy tenue la línea de separación que demarca las
zonas de la izquierda y la de la derecha. )Quiénes serán los elegidos? El cristianismo se
encuentra en retroceso entre nosotros mientras avanzan otras religiones y
creencias. )Qué va a
pasar? Si uno se deja llevar por el panorama que ve con los ojos del cuerpo,
habría razones muy valederas para sospechar que todo nuestro tinglado se
desvanecerá, porque hemos sido cómplices de nuestro propio fracaso histórico.
Abres cualquier libro o enchufas cualquier telediario y compruebas que Voltaire
e incluso Mahoma llevaban razón.
También me pregunto qué fuerza misteriosa o capricho
del azar llevó a una santa tan discutible como Teresa de Jesús a los altares
mientras otra mística de su tiempo, Magdalena de la Cruz, que gozó de tanta
popularidad y fama de milagros como la mística doctora se torró en el quemadero
de la Inquisición de córdoba. )Serán tantos y tanto los santos a los ojos de Dios
los canonizados por la Iglesia? )No se habrá caído alguno de la lista y de él no se
sabrá siquiera el nombre ni el apellido?
En toda labor humana hay un tizne de contradicción.
El barro, siempre el barro, manchando mis zapatos y los tuyos, amigo Jesús. La
verdadera grandeza y preeminencia de la fe católica no se demuestra por la
escandalosa historia del papado con sus resabios, sus tiranías, sus Borgias
sino por los actos de amor y caridad, casi siempre no desvelados, por todo lo
que se ha escrito y especulado a lo largo de más de dos mil años de
cristianismo. Luz eterna que arde debajo del celemín.
A esta última iglesia esotérica, críptica y circular
en el sentido de kirkos, que rebasa las lindes de la temporalidad y no rinde
tributo al interés jerárquico o a la ambición terrenal pertenecen las
apariciones marianas. Hay una iglesia de los humildes que va tras los pasos del
Crucificado. Él pasó haciendo bien, perdonando y dando salud y amparo y hay
muchos que le siguen, pero sin alharacas. Esta legión de los que habla el
Apocalipsis con número alegórico - el evangelista da la cifra de 144.000- ha
crecido a lo largo de los siglos, sin que paradójicamente su adscripción a los principios
predicados en el Sermón de la Montaña haya cambiado demasiado las cosas. El
mundo no mejora sino que empeora al parecer lo mismo que en los tiempos del
Salvador, pero Él vino a echar un jarro de agua fría a los que consideraban el
mesiazgo como un poder de la tierra, y no el verdadero rey de Israel sería el
siervo de los siglos y moriría ajusticiado. Ya lo dijo: AMi reino no
es de este mundo@.
Era algo más que un chamán o un gurú. Lo asesinaron
porque se alzó contra el sanedrín y fue condenado en defensa de la verdad. Hoy
denunciaría pactos , contubernios, chanchullos y todas las marrullerías que
alientan en la sobrehaz y hasta puede que predicase una política sin políticos,
que es lo que resulta el evangelio a carta cabal y otra vez contestaría a los
inquisidores que quieren saber sobre si reinado es o no de este mundo temiendo
que les reste a todos competencias.
Todo esto que he dicho poco tiene que ver con
fenómenos estrambóticos, más o menos truculentos impartidos por videntes más o
menos truculentos a los que dicen que Ase les aparece@, o listillos a la procura de su interés en aras del
morbo que vende o de prácticas religiosas más o menos trasnochadas o de gusto
dudoso. Sin embargo, el rosario sí, lo mismo que la vuelta a los sacramentos.
Como los templos se han quedado vacíos, la clientela
católica acude a las campas del milagro donde se producen estos acontecimientos
más o menos extraños. Vienen a presenciar un milagro como si fueran a
presenciar un partido de fútbol. Bajan a
la pradera con sus tarterillas de la merienda, en busca de estampas y de
reliquias o llenar la botija en la alberca del agua milagrosa. Hay instantes
que estas sencillas turbas con poco que perder me han recordado a las buenas
gentes que seguían a Jesús por los campos de Galilea y se sentaban en las
riberas del Tiberiades esperando una multiplicación de los panes y de los
peces. Que les den, que les alimenten, que les digan una palabra bonita. Son
gente aturdida y desorientada que busca la fe y que algún día escuchará el
mensaje, el verdadero mensaje de labios del Salvador: AHijo mío, tu
fe te ha salvado@. Todo este ambiente se compadece con la teología esotérica que
alberga el Cuarto Evangelio, el más discutido entre los sinópticos, por ser el
de los milagros, casi en la linde de los AAntilegomena@, cuya autenticidad sigue siendo cuestionada por los
detractores johánicos que duda así mismo que este texto y el del Apocalipsis
hayan sido escritos por el mismo.
Tu obra, por tanto, creo que se queda en la
epidermis, en la apariencia de la aparición, sin tocar el meollo teológico de
las grandes cosas de Dios. En cierto modo es conformista y muy ajustado a la
férula de la línea oficial. Incluso creo que se ciñe a la linea vaticanista. Y
es que te conformas, amigo Torbado, no te ha parecido bien jugarte el tipo en
un tema tan delicado. Alegarás que sólo eres un reportero que cuentas lo que te
sale al paso, no lo que late en el envés, aunque habrá que reconocer que has
hecho sólo el libro que se podía hacer. El Establecimiento, como las abacerías
panópticas de las grandes superficies que le declararon la guerra al
shoplifting, tiene ahora un ojo que todo lo ve y es peligroso llevarle la
contraria porque te envía por menos de nada a las tinieblas exteriores del
olvido. Hoy pasan por nuestros lados muchos grandes autores con un original en
el bolsillo que nunca podrán dar a la estampa al no contar con el visto bueno
de la censura, más férrea que nunca. Vivimos bajo sospecha y hay quien asegura
que esto es una democracia vigilada. En
nuestros buenos de carretera y manta, y un macuto, una guitarra, una botella de
vino y a París eso no ocurría. Incluso la Iglesia de entonces brindaba acogida
a los que mantenían una postura crítica con el estado de cosas. Hoy la
jerarquía se comporta de un modo servil y nunca estuvo tan comprometida con los
poderes terrenales, esos que se llaman democráticos. Tiene que transigir con
muchas injusticias y mirar para otro lado cuando éstas se producen. Hoy sólo un
santo o un loco se atrevería a cuestionar la personalidad enigmática del polaco
que rige los designios del Pescador. Puede que la barca se zarandee, no él. A
veces me pregunto si este pontífice tan aferrado a su solio, al que brindan
pleitesía la mundo visión y los jerarcas de la gran prensa cree de verdad en lo
que predica. Mucho timonel, muchos arreos de ínfulas y cidarias de pontífice
máximo y la barca se va a la deriva.
Ha conseguido prestigio, un prestigio innegable,
desde que se plegó a los judíos y claudicó en la lucha, pero yo me pregunto si
no habrá hecho almoneda del depósito de la ve. Tan extraño procedimiento, todo
hay que decirlo, había sido anunciado en las cuartetas de Nostradamus y por las
cartas de san Malaquías.
Pobre del que se oponga al gran poder omnímodo, ay
de aquel que se arriesgue a pensar por su cuenta. Con un ojo que nos vigila constantemente
desde arriba pobre de aquel que padezca anopsia para las cosas del cuerpo, que
son las verdaderamente importantes en este pontificado de retos y de
compromisos con el siglo. Ay de los cojos, de los borrachos. Esos no entenderán
en el banquete de Epulón y serán expulsados de las cenas de Sardanápalo. Del
fomes famoso infame o de la arbitrariedad del gran cofrade que os pone a todos
firmes y os hace guardar la linea y dice tú, tú y tú, hijo de Julián Marías, te
convierto el cargo de novelista, quiero que seas novelista, entras en el bombo,
te llamaremos al programa de Negro sobre el Blanco.
-Oiga, licet. A mí me gustaría entrar en el albur.
-Per )qué dices, majadero?- se me encara con malas formas
uno de esos zaguanetes de gorra de plato y de acreditación de plástico que
parecen cops neoyorquinos o que acaban de desembarcar de extras en una película
de buenos y malos, con diálogos cursis y mucho fumeque al estilo de película de
Garci- ; no estás en la lista insensato, hemos buscado en el bombo y tu nombre
no aparece por ninguna parte.
Te plantarán entonces de patitas en la calle. Zeus
te fulmina con sus rayos desde el Olimpo, que a lo mejor se derrumba cualquier
día de estos.
Hoy la censura se desenvuelve con procedimientos tan
implacables como sibilinos. Son muy liberales de conducta para lo que les
conviene pero intelectualmente andan metidos en las nieblas de la dictadura.
Xto adelantándose a estos tiempos en que medran y pululan los impostores ya
advirtió a sus discípulos contra los falsos profetas y los predicadores de
tribuna encaramados en su columna como el estilita. Si hablan de paz, es que va
a haber guerra. Si, de libertad, es que nos van a apretar las
clavijas y que nos tendrá el Supremo bajo vigilancia. Si de libre albedrío, es
que vamos a caer entre las garras de un puritanismo a lo Boston, de crimen
pasional con mucha violencia y arrastre de cadenas en los domicilios
conyugales. Es el mundo moderno. Los iconoclastas se dedican a quemar el cuadro
de la sagrada familia, pintan bastos, vuelve Herodes. La serpiente de Artimón
vuelve a tentar a Ormuz el justo y se alimenta de sangre, hoza entre la basura
del pobre pueblo oprimido y atolondrado, porque aquí los que reparten el juego
y mandan son unas cuantas televisión personalidades en tiempos de vacas locas,
vacas flacas, las siete plagas de Egipto, y vengan películas de Hollywood con
paisajes de cartón piedra, igual que los nacimientos de navidades. Abramos la
veda, aquí hay que cogersela con papel de fumar. Apagadas las candilejas, cuando
se les pasa el colocón, cuanta miseria moral, cuánto desvarío, estamos sumidos
en el desamparo total. Esta gente atribulada, españolitos de a pie, calderilla
sobrante. Se vive en un mundo ágono y
átono mediatizado por los arcontes de la haronía, monarcas de pacotilla que
rigen con vara de hierro hacia todo aquello que es heurística e inventiva
feliz, bajo el patrocinio y sobrecarga de la vulgaridad. Acudimos pues a María
como la gran alguaza que media entre el cielo y la tierra y es el hostigo o
muro de defensa de nuestra morada contra los vientos del Averno que soplan
enardecidos. Ella saque los demonios de la infidelidad, de la soberbia de la
rebelión filial y marital - las mujeres andan estos días bajo el síndrome de la
Tani, ésa que pegó tres tiros a su marido y salió suelta y proclamada mártir,
una nueva santa laica para nuestros, españoles padres de familia, oído al
parche- que son la peor maldición que puede caer sobre un país. Mala cosa si a
una gitana homicida la convierten en un icono de nuestros días. Hay un ojo que
parece que todo lo ve, un micrófono que recoge nuestras conversaciones.
-Hombre, no te pierdas por una mujer. No es más que
una histérica. Era la genitriz emperatriz
y se ha convertido solamente en genitorrea. El diablo acaba de hacer de
las suyas. Hombre, no te pierdas.
Y encima nos prohíben que acudamos a arrodillarnos
ante un fresno torneado de horquillas ensortijadas y salimos de casa de
estampida huyendo de esa esposa que al cabo del tiempo ha salido del armario y
se ha mostrado a nuestros ojos como inicua desconocida que siempre nos anda
echando en cara el pasado. Ha cobrado la forma del reptil. Desencantos,
amenazas, lágrimas. Hogares que son cárceles, hontanares de desdicha y de
violencia por la bulimia y la malacia, por el culto al cuerpo desaforado, por
la rebelión de Eva.
Toda esta gente atribulada, españolitos de la España
real, gente triste, vieja y enferma, quiere prosternarse bajo la sombra de la
imagen de la Madre Pura, la mujer por excelencia, la que conoció la gravidez de
su milagrosa ciesis pero nunca el pecado. Paño de lágrimas de los lloros en las
vesperales sabatinas. Toda esta calderilla sobrante de la sociedad infernal que
estamos creando con el capitalismo salvaje es la que peregrina a estos lugares
del milagro que tú tanto críticas y mira que fuiste socialista o comunista. )Qué os pasa
a los contestatarios de entonces, los que os desmelenabais en las
manifestaciones contra los Agrises@? )Por qué estáis mudos tanto que os preocupaba la
justicia social?
Ha estallado la globalización y el hijo está contra
el padre, la mujer trata de hacer todo el daño que puede al marido al cual ya
no respeta, los padres mayores son aparcados en el asilo. Hubo guerras
apocalípticas de las que nadie quiere acordarse. Campos iperitados de Bagdad
donde nacen niños con espina bífida y otras deformaciones por causa de la
radioactividad y de las secuelas tóxicas del arma química tan utilizada durante
la guerra del Golfo. Los soldados de la Otan que fueron a la campaña contra
Kosovo han vuelto leucémicos. En el pecado llevan la penitencia, porque,
engañada por la serpiente, Europa en esa guerra de los Balcanes ha ido contra
sí misma, hizo traición a su propio espíritu. Yugoslavia es la antigua
Dalmacia, uno de los centros del cristianismo desde el s. IV, lo que no fue
óbice para que, al grito del culpable es Milosevic fueran destruidos por el
fuego de los aviones otanianos las aras y los muros de templos y monasterios
venerables. Nuestros gobernantes o estaban miopes o padecían anortopía grave
por los que se les torció la vista. Es posible que se les torcieran muchas
cosas más, porque la anortrosis (carencia de erectibilidad de los tejidos) está
causando verdaderos estragos en la caduca Europa. Que Solana es uno de esos
tontos peligrosos y encuadran las filas del almogote que dispararán contra
nosotros los muy traidores - ese individuo es la vera efigie del conde don
Julián y de don Opas- pues vale, pero hoy los que tenemos por oficio pensar y
escribir estamos en la obligación, más que nunca de proclamar la verdad por más
que tu jefe el Pastitas no nos llame a las tenidas literarias y Garci nos
excluya de sus repartos.
Tanto que se habla de las tres religiones
monoteístas, de las tres culturas, cuando el moro ha regresado a España y el
judío domina los estamentos del poder (la banca, emisoras y publicaciones, la
Iglesia) si dices que eres católico, si confiesas tu fe, ya entras en
dificultades, parece que se te van a echar encima como lobos. Dicen que
provocas. )A quién, al
sinedrio para el cual escribís muchos de los autores que estáis en candelero?
A los cristianos no hay quien los defienda. (A los
leones! Esta frase yo la vi escrita sobre la fachada de una iglesia de Madrid
de la que era feligrés José antonio Primo de Rivera. Bonito nombre, como el de
tu personajes. Hoy, si volvieras a escribir esa novela, tendrías que cambiar la
designación y rebautizar a tu José Antonio con el de Mahoma. Es lo que se
lleva.
)Y qué sería
del AViejo@? )Cantaría
misa? )Y la Suzi?
En fin que contra Franco vivíamos mejor. Eramos más
protestones. No nos comportábamos con la sumisión y acatamiento que se observa
en esta plaza, a todos los niveles, en cualquier esfera. Parece como si nuestro
cerebro, hebetado de democracias, hubiera dejado de segregar ideas para
denunciar las miserias de este régimen que nos aborrega. Nos hemos vuelto
pastueños, acomodaticios, conformistas. Hay silencios culpables. Tiempos
difíciles se barruntan pero en este ambiente inhóspito cuando arrecien las arremetidas
de la bestia más se hará sentir la vara de medir de Aquél que sólo puede ser
nuestro consuelo. Se acerca el tiempo de la Madre a través del Hijo. Yo creo en
los milagros porque los he visto.
En la pradera del Escorial he encontrado mi libertad
y mi fatamorgana, un oasis de paz; por lo menos, allí no me he sentido
perseguido. Es un lugar abierto donde puedes expresar tu opinión de refez y
aunque sea crítica al montaje que se ha preparado a costa de los mensajes. Yo
estoy extramuros, me muevo por defuera de la valla vendiendo devocionarios y
misales pero que son un prodigio de literatura. Mi percepción a lo largo de
estos casi cinco lustros de comparecencia a las sabatinas con recado divino y
todo es que Xto. Es el AEleuterio@ (libertador y padre de la libertad) y su alteza de
ánimo, su independencia, esa magnitud especial de entendimiento divino que se
llama acrosofía se manifiesta a través de la Virgen, la cual supo más que nadie
de las honduras del pozo místico en sus gozos y dolores. Todavía más: es
descubierto en ella el amor, una analogía del eterno femenino y del estado de
gracia original que haría escribir a Proust páginas y más páginas. Existe la
diosa blanca cuya transparencia irradia para todos la gracia, la Deípara árbol
frondoso del que nace toda sublimación del amor cortés. Pero hay de paso algo
de cátaro y de pagano en esta predisposición inconsciente a la catarsis y a la
demasía. Sólo serán capaces de entenderlo aquellos que hayan recibido una
formación católica y española, los que aprendieran a balbucir sus primeras
palabras de la mano de Gonzalo de Berceo. En la cuaderna vía profunda que nos
hizo gozar de pequeño de los primeros jarros de la dicha.
Jesús Torbado ha escrito un relato en las antípodas
de ALos Milagros
de Nuestra Señora@. Tus capítulos censorios parecen salidos de la pluma de un turco.
Quizás sea porque el candor del poeta de La Rioja no tenga cabida en la
sofisticación de la España descreída y atolondrada de ahora mismo, donde
estamos tan de vuelta de todo y al propio tiempo seguimos tan ingenuos para
algunas cosas, como por ejemplo, para succionar toda la basura y todas las
mentiras que nos envían desde Europa. Seguimos siendo un país de segunda o
tercera velocidad, colonizados culturalmente y en manos de la Coca-Cola. Los
norteamericanos mandan en el grupo Polanco, las editoriales son francesas, y el
dominio de los periódicos y las revistas genitales, el porno duro y el porno
rosa, que emiten a cualquier hora del día o de la noche material vesicante,
pues son ignívomos, vomitadores de fuego y de perversidad. Sólo nos queda
rezar, acudir a la Madre en semejante adversidad, pues no queremos adorar a los
ídolos estúpidos que han tomado la forma de los mitos modernos.
Tú piensa y recapacita en ese pobre monje que una
tarde de verano se le fue el santo al cielo estando en la bodega dandole besos
al jarro y regresó al convento hablando con las farolas (entonces no había
farolas, pero había cipos y cantones de separación) al cual la Virgen rescata de
los peligros, le seca la curda y le libra del diablo que se le aparece en forma
de león, de perro alano y de toro furioso. Este monje piripi representa un poco
nuestra biografía de escapulados que colgaron los hábitos:
De que fue en la orden y de que fue novicio amó a la
Gloriosa siempre facer servicio, guardóse de folía de fablar de fornicio, pero
ovo al cabo de caer en un vicio. Entró en la bodega un día por ventura, bebió
mucho vino, esto fue sin mesura, y bebido y loco salió de su cordura yaciendo hasta
vísperas sobre la tierra dura.
Esta es, Torbado, un poco la historia de tus
corrupciones y de las mías y de todo aquello quedó como baluarte de devoción
esta querencia acérrima e inexplicable hacia el culto de Nuestra Señora. Lo
mamamos desde niños y lo aprendimos desde seminaristas y de novicios. Lástima
que no hubiese cabida para nosotros en aquella iglesia que se puso a reformar
la casa por el tejado en el concilio. Suprimió la parte más hermosa, el culto,
abolió el latín y dejó de ser romana,
pero ni una palabra del celibato que era lo que a algunos más nos afectaba. Nos
secularizamos un noventa por ciento, los seminarios quedaron como jaulas
vacías. Después de colgar la sotana nos embarcamos sin ser Ulises en múltiples
aventuras. Viajes al fin del mundo: Londres, París. Tú lo cuentas llevado por
tu instinto de genio creador, porque eres el mejor novelista que dio aquella
escuela. Así que las devociones dieron en corrupciones y ahora esas
corrupciones derivan hacia las apariciones, era nuestro sino. Estuvimos a punto
de perecer acorneados por el toro que empitonó al pobre fraile de Berceo, si la
Señora no nos saca de entre sus cuernos. )Volverá a estar Ella allí cuando regresemos de nuevo
a la puerta del monasterio borrachos del morapio de la desilusión y la insania
que dieron surco y forma a nuestras vidas? Tenemos que volver, hemos de volver.
Nuestra voz entonará el canto del Magníficat a la hora de vísperas, ponemos
sobre el cogote el gorjal de los diáconos y empezar a leer la epístola. Esa era
nuestra vocación, allí estaba nuestro destino, pero la flaqueza de la carne,
las pasiones y embelecos de las sirenas que enredaron a Ulises se cruzaron de
por medio. )Habrá otra
convocatoria, un nuevo encuentro, una segunda oportunidad? )Cuándo
llegará para nosotros el tiempo del perdón y de la justicia? Yo estoy seguro de
que vamos a volver - la Señora hará un milagro- y viviremos la plenitud de un
segundo sacerdocio. Hay que creer. Es tiempo de creer incluso en los milagros.
Ni el Precursor ni Mahoma los hicieron, no fueron taumaturgos. El Maestro de
Justicia los hizo abondo. Y los volverá a repetir aunque sólo sea para dos
ovejas descarriadas como nosotros.
Esto nos llevaría bastante lejos, en parangón con la
hondura de la cuestión tratada, donde se encuentra mucho más- llevan razón los
ingleses- de lo que topa el simple ojo desnudo. )Qué otra cosa somos, amigo Jesús, que topos de un
inmenso laberinto sin concesiones, que nos lleva a la muerte por la vida. Somos
un poco antropófagos, endogámicos, idolotitas, porque tenemos una inclinación
poco correcta a devorar a nuestra propia víctima y nos hemos presentado como
corderos de la oblación ante el altar de la Señora, un dios femenino, una diosa
revestida de la carne de mujer que se ha quedado con nosotros a compartir el
dolor y la muerte, la duda y la inseguridad del destino.
)Fue continente
toda su vida? Eso importa poco. La cuestión de la inmaculada concepción sólo ha
significado un árbol de levas en las manos del maligno para repartir garrotazos
- y es que el astuto, el cálido, se cuela por donde menos lo esperamos - que ha
causado guerras, conflictos, anatemas, descalificaciones entre cristianos. La
concepción nos aboca a los misterios generales de lo que se supone por la fe,
pero Dios no ha dicho nada, como si gustase de guardar la última carta para el
final.
AVirgo ante
partum, in partu, post partu@ no significa para mí más que una frase retórica. Lo
que sí que sé es que no fue manchada nunca por el pecado, pues sólo puede curar
y sólo puede salvar aquel que está sano de alma y de cuerpo, aquel que es santo
y la Sagrada lo fue, porque ella ha sido fuente de las gracias y del milagro.
Taumaturgo fue Jesús y taumaturga será la virgen Madre. Nosotros en nuestras
pobres y pecadoras vidas hemos sido partícipes de esa intercesión.
Prefiero a la primera imagen que se conoce de María
y nos la presenta orante Aproseujolomenos@ , como aparece en la estampa grabada en piedra
sobre la lauda de un sarcófago en las catacumbas de San Calixto. Comparte el
Logos, nos acerca a la intimidad del misterio trinitario esta mujer sin tacha,
no ya sacerdotisa del amor pagano, sino paliativo a la crueldad de las leyes de
la carne, por más que la Edad Media nos la intente presentar como paradigma del
amor cortés. Porque ella representa
justo lo contrario de esa debacle desazonada y traidora en tantos casos. Sin
embargo, los poetas provenzales al cantar a María como símbolo de la dama de
los pensamientos representan un avance con respecto a los primeros trancos de
la humanidad. Los paganos conocieron la amistad, el sexo, el éxtasis místico,
la paternidad, la filiación, el banquete, la orgía, el miedo a las fuerzas
contrarias de la naturaleza fuera del alcance de nuestra voluntad, pero es así
que gracias a María conocen el amor, y para darse cuenta de lo que esto
significa no hay más que darse un paseo por los antiguos antifonarios e
himnarios de las Nueve Horas canónicas. La Iglesia ha cantado a María por todo
lo alto, le ha rendido un culto mucho mayor que el de los demás santos.
El amor caballeresco necesitaba fundar una religión
de la mujer bajo los auspicios de una madre de gracia que resume el valor
divino de lo humano. ADominus creavit me in initio viarum suarum@. Estamos en
el alveolo medular de un credo tan crudo como el cristianismo que sólo a través
de su figura consigue humanizarse, dulcificarse y Dios se hace de esta forma un
poco mujer, dueña de los misterios de la historia.
Jesús gustaba rodearse de mujeres - Alas
miróforas@ las santas,
María Salomé, María de Cleofás, la madre de los hijos del Zebedeo, la madre de
Jesús- pero no designa a ninguna hembra para el grupo de sus discípulos. Luego
Pablo iba a secundarse en el apoyo de una serie de diaconisas que lo ayudaron
en sus peregrinaciones y trabajos: Trifenia, Trifosia, Pérsida, la madre de
Rufo y Febea. San Jerónimo era atendido por una amiga en sus penitencias, san Agustín
amó a una de ellas, una númida de la que tuvo un hijo por nombre Adeodato.
Benito confía en Escolástica. Frutos en Engracia. Pocas instituciones han
trabajado tanto en pro de la dignidad ce la mujer como la Iglesia, porque ella
es la culminación de la caridad y de la dulzura, su presencia hace que la vida
de los mortales sea más llevadera, pero es un complemento, una parte de la
totalidad, no la totalidad suprema como pretenden ahora ciertas filosofías
reduccionistas. AIt is a woman´s world nowdays@ ( el mundo está hecho para las mujeres y por
mujeres, según reza un adagio inglés furibundamente exclusivo), pero de todas
las formas parece que estamos abocado a un nuevo ciclo y ha dado comienzo el
tiempo de la Madre. Zanjada aquella visión que encontraba en la virgen la cifra
y compendio del amor cortés, más allá del enrevesado mundo de los sentimientos
que circulan a lo ancho y a lo largo de toda la edad media, que determinan que
la figura de la virgen tenga una relación muy particular con el arte, el gótico
sobre todo, se pasó a las trasposiciones exageradas y no exentas de mal gusto
del barroco, pero Dios gusta hablar a los hombres a través del espíritu de la
época no escurre el bulto al lenguaje de los tiempos, se llega a los
amaneramientos del siglo anterior donde con el arranque de las apariciones
vuelve a producirse el cliché de la mujer en lucha contra el dragón.
Todo esto es teología profunda, encarnadura de Dios
sin que en el tinglado falten y sobren la afectación, el amaneramiento, la
retórica, las peroraciones catastrofistas, las extravagancias y el merengue.
Impresiona de todas formas esas estatuas de la Madona en las cuales aparece
dando de mamar al niño y hay imagineros tan detallistas que no esconden el
pezón pringoso de leche o echando un chorro, como la que se puede contemplar en
el parteluz de una capilla lateral de la nave del transepto de la catedral de
Oviedo.
Todo lo que acabo de acotar en esta epístola no sé
si llegará a tuis premisas pone en juego mi protesta, mi asco, mi desengaño,
pero también un solaz esperanzado del que ha sido bautizado, del que ha vivido
y quiere morir en español, amarrado al árbol de la cruz y de la ciencia, y al
mástil de una bandera cuyo simple flamear causa estridencia y animadversión en
ciertas mazmorras del Príncipe de las Tinieblas donde la mentira y el dolor
campean. Debe de ser que España se ha sublevado a ese proyecto que alberga
desde muy antiguo de dominación universa; quiere vernos uncidos a su suyo, pero
de ese yugo siempre acabamos escapándonos los españoles. De vez en cuando le
burlamos, escupimos sus cadenas, cortamos el brete de hierro de los
aojamientos, liberamos los tobillos constreñidos a la pihuela. Al amo le ha
gustado manearnos a una estaca clavada en tierra. En el nombre de España he conocido
derrotas, humillaciones y contratiempos. He vivido en Manhattan y en Londres.
Los anglosajones con su mentalidad pragmática menoscaban el culto marial y no
sólo profetan ese desdén tan característico hacia Nuestra Señora - las
catedrales normandas tenían un rincón asignado a la virgen ,Athe Lady´s
chapel@, que fueron
cerradas por mandato de Enrique VIII, Cromwell, tan sanguinario, fue más allá
que el ADefensor de
la Fe@, pegó fuego
a la basílicas - sino que en el caso de los yanquis se convierte en fobia. La
figura de la Virgen es objeto de antagonismos y de mofas escatológicas, sin que
se deje de lado el tema por ser conscientes los banqueros de Wall st. De que la
mariología puede ser fuente de divisas, y la prueba es que todo lo de las
mariofanías de Garabandal se lleva desde Nueva York, conocida vulgarmente por
la Agran manzana@ y menos
vulgarmente como Ala capital del diablo@. Recordad la película de ARosemarys baby@, el edificio Dakota donde en 1980 un tal Chapman
mató a John Lennon, uno de los profetas de nuestras época - el crimen tuvo
todas las características de un sacrificio ritual en el lugar, el edificio
Dakota, donde el año 1966 se rodaría el AExorcista-, y es que en Usa el tema de la
parapsicología en sus tres vertientes de preternatural, antinatural y
sobrenatural ( he ahí como los teólogos escolásticos con estas tres
preposiciones latinas explican el milagro) gana adeptos. Creen en los platillos
volantes y en las comunicaciones con otros seres, comunicaciones que mantienen
en cuarentena la cia y el Pentágono, no es óbice para otorgar carta de
naturaleza a este enrevesado asunto de los Azaumata@ traumáticos. Conchita, tu vidente de Garabandal, se
casó con uno de Wisconsin. )Mantiene relaciones con el trasmundo? )Por qué ese
empeño a no dar crédito al mayor taumaturgo que pisó la tierra, Jesús de
Galilea? El odio del anticristo continúa en pié al cabo de XXI siglos. Les
repugna aceptar el más de medio centenar de curaciones de ciegos y paralíticos,
leucémicos. Para ello tuvo que sudar sangre en Getsemani (hematidrosis). No le
perdonarán haber librado a los posesos de los diablos, ni haber resucitado a
los muertos. Tres resurrecciones cantadas y contadas en los evangelios (Lázaro,
el hijo de la vida de Naín, la hija de Jairo). No podía hacer estas cosas en
nombre de Belcebú porque tampoco puede ir Belcebú contra sí mismo ni atentar
contra la soberanía que ejerce y los maléficos influjos del que domina y es
proclamado como señor del orbe. Ante el
nombre de Jesús inclínese toda criatura. Únicamente los malos no lo aceptan
porque su nombre es el signo de lucha perpetua contra las tinieblas. Un movimiento
impulsivo, un mecanismo de defensa, pone en acción el dispositivo, se les
disparan los baluartes, montan la guardia, su furia enturbia el éter.
)El
testimonio de los sentidos es siempre válido? )No nos estará haciendo una jugarreta la volcánica
imaginación propia de gente deprimida y caduca con la mente poblada de
fantasmas?.
Prado Nuevo parece un arca de Noé. Hay de todo.
Llevas razón cuando atisbas la posibilidad de que el lugar esté sometido a una
lluvia parapsicológica de efectos telúricos. Puede que el lugar sea un
cantadero donde se reúnen en manada esos esperpentos tan españoles y que
chozpan por los charcos de la finca a altas horas de la noche, recorriendo un
laberinto de peñascos integrales, con aspecto de piedras sagradas del
megalítico que recuerdan el templo druida de Stonehenge. El sitio donde se
aparece la virgen, donde se encontraban las antiguas canteras que suministraron
toda la piedra para la edificación del monasterio, irradia magnetismo. Los
predios no parecen de este mundo y los fresnos y robles que en su suelo crecen
adquieren morfologías fantasmales. Recuerdan grotescas figuras humanas.
Duendes, trasgos y espíritus del camino se en las socarrenas de sus peñas. Este
ejido de Brujas brinda el escenario ideal para un aquelarre. Con el rezo del
rosario el aire se impregna de ayes lastimeros que más que una melopea
cristiana recuerda la celebración de algún oculto rito sincretista, con mensaje
recién recibido del trasmundo y que al caer la tarde una vidente que habla por
cinta magnetofónica pero que nunca comparece lo vas desglosando. Nada de
cencerros tapados. A veces pienso que acudir a este lugar no me ha dado más que
mala suerte, el maligno ha puesto chinas en los radios de la rueda de mi
matrimonio ya de por sí renqueante, he perdido el empleo y soy víctima de la
bulimia y la malacia que denota esa intranquilidad interior de los deprimidos.
Cerca del fresno maldito o bendito, según se mire, eleva su figura el centinela
Lucifer.
Soy un parásito. )De qué me ha servido ver a la Virgen? He perdido la
honra, la fama, el reconocimiento público, precisamente aquello que una vez que
se aleja de nosotros nunca volverá. Bah, Dostoievski tiene la culpa. Bajo su
guía he bajado a los infiernos. Se ha abierto la veda. Llueven sobre mí
violentas amenazas, alguien está blandiendo la espada de los castigos entre las
ramas del árbol. Crece mi desamparo a
medida que la vidente se explaya en sus parrafadas que tanto se parecen un mes
tras otros. Hay algo nefasto en esta cerca, no hace otra cosa que amenazar.
Siguen las borracherías, la mala suerte que no cesa, esgrimo el arma del
silencio.
Amparo, tú me desamparas, te burlas de nosotros, nos
sacaste la lengua, la voz pastosa y zahareña.
La aparición se expresa en un lenguaje asequible al hombre de la calle,
ni se la ni se la toca, aunque a veces perfuma el ambiente y es como si echaran
desde el árbol tarros de agua de colonia con un aventador invisible, pero habla
por boca de ganso. Esta tercería con el cielo dura ya quince años. La mensajera
se porta de forma prudente y algo cuca con referencia a los muchos problemas
que tiene el mundo. Sólo muestra las uñas para justificarse a sí misma y en
esta justificación de sí misma está plenamente en su papel. Su único destino en el mundo para lo que ha
nacido es Apara que se
le aparezca@. Defiende a
su vicario pero apenas habla de Cristo, y al papa a pellizcos. Estas comunicaciones con el más allá, algo
oscuras y chapadas a la antigua, de una retórica circunspecta y elíptica, sólo
dejan en claro una cosa: la adhesión al romano pontífice. La virgen ha dicho
que Juan Pablo II es el mejor papa que ha tenido la Iglesia y todos nos hemos
vuelto para casa tan contentos. Sin embargo, a los curas no los deja en paz, a
los obispos y a los cardenales les ignora. Se conoce que se administra por una
patrón elitista. Cuentan las malas lenguas que estas emisiones sabatinas son la
hechura propia de un clérigo de soria que confiesa a a la veora. Los mensajes,
pues, parecen impartidos por un predicador de una parroquia de aldea. A mí la
voz gangosa, dolorida y entre suspirante a base de sincopados y lastimeros ayes
me suena a tongo, por no decir cigua. Entusiasta de la mística, soy sin embargo
poco amigo de la superstición. Los sortilegios acaban siempre por ponerme
nervioso, pero los campos españoles son abundosos en bromo forrajero, damos una
cal y otra arena, prietos los surcos de trigo y de cizaña.
El diablo se me apareció en forma de niño rubio. Era
una tarde que hacía mucho calor y yo estaba hablando con una mujer de
Plasencia, madre de una muchacha por nombre Loli de la que se decía que también
tuvo trances, acerca de la acción diabólica en el mundo. Noto que alguien me
tira de la chaqueta, percibo la voz de alguien que me increpa en tono dulce,
pero conminatorio y firme.
-No digas eso. Gracias a él hay progreso, él es el
artífice del barro que se moldea en el horno.
Palabras misteriosas, mucho más misteriosas teniendo
en cuenta que era un niño al que tenía en frente de mí. Un chaval de aspecto
nórdico, el cabello rubio ensortijado y los ojos tan azules que
transparentaban. Aquella no era la forma de hablar de un rapaz de apenas ocho
años. Me dirigió una mirada de inteligencia y de desprecio y de pronto
desapareció entre la multitud. No lo volví a ver más pero el recuerdo de aquel
rostro angelical capaz de vomitar fuego con los ojos - sus pupilas parecían
salir del fondo de un gélida hoguera- translúcidos es un acicate a la cautela.
Cuando se va al Escorial conviene andar con cien ojos, allí hay cigua. Los
angeles afinan sus arpas, sí, a la par que se esgrimen los puñeteros tridentes
de Luzbel. He de confesar que la Señora se me representó bajo la forma de un
carrusel de colores, le vi el rostro inmóvil, giraba su manto como en un
praxinoscopio de múltiples colores, pero no se movía ni nos dirigió palabra. No
era más que una estampa pintada sobre el firmamento al caer la hora occidua de
un hermoso atardecer de mayo, pero al diablo lo vi moverse y hablarme de una
manera muy particular como si mi rostro le fuera familiar. Nos habíamos visto
desde luego en alguna parte. Tenía
aspecto de monaguillo y recordaba un poco al Tasio de la Montaña Mágica de
Thomas Mann. Fue más importante lo que omitió que lo que había dicho, porque
con aquella expresividad ocular transmitía el mensaje del triunfo de la razón
sobre la fe, de las potentes armas, de la guerra que se avecinaba en
Yugoslavia, de los gritos en los parlamentos, de la vulgaridad que nos
envuelve, del aire de revancha que se ha apoderado del palmito, antes rostro
bello y caritativo, de las mujeres, la insolencia y la autosuficiencia, la
falsa libertad, la llegada en masa de gentes de afuera, los asesinatos de eta,
la avilantez del separatismo catalán, la Iglesia romana hecha un mar de dudas,
la falta de perspectivas de futuro, la impostura general, el diadoco que no
reinará, los pasteleos y concesiones del monarca para mantenerse en el trono,
esta cárcel de papel en que vivimos, el odio en las casas, el extrañamiento y
la indiferencia de las familias. Todas estas cosas las dijo de golpe el
muchacho aquel misterioso y sin proferir una sola palabra. Me conocía. Supo de
mis luchas y mis derrota contra la serpiente antigua, de mis inclinaciones
hacia la ortodoxia desde que escuché aquellos cánticos de Pascua en Radio
Paris, desde que leí aquellos libros, desde que decidí despojarme de todo
imitando al Peregrino ruso y seguir la ruta Astrañik@.
(Caray con el
niño de la bola! Sabe jugar bien sus bazas, administra sus golpes con
inteligencia y con rigor. No te quepa duda, amigo Jesús, el diablo existe y
participa de una sabiduría superior a nosotros porque al fin y al cabo se trata
de un ángel caído. Vendrán falsos profetas, algunos harán milagros, mas no les
creáis. Cuando escribo en la computadora la palabra diablo o menciono el
onomástico del salvoconducto, ahí va esa peladilla para los iniciados, él se
llama Guillermo Puertas y sus claves abren la cancela de la sublime puerta en
estos tiempos, a mi ordenador es como si le entrase diarrea, bailan las letras
y hasta el ratón se pone en tensión, eretismo extraño, si le conoces, si alguna
vez por casualidad lo viste actuar y comportarse, se cuela un viento terral por
los archivos, a las cajas binarias les entra un virus y la escritura parece que
se azara, nos damos de bruces contra la pared.
-Es que no quiero que escribas sobre mí )sabes?
-Cuál es tu nombre?
-Me llaman Silly Billy pero somos muchos. Ya
dominamos la red. El movimiento helicoidal se impone. Me apodan Gates, es sólo
un sobrehúsa, una clave para singladura en tormentas, pero el mete con el que
soy conocido es un abrelatas, llave que perfora todas las cancelas.
La informática es su arsenal, el nido de las
aguilas, la madriguera del dragón, hay que aselarse a este gallinero total,
mirar cómo el parricida pone los huevos y al cabo de un cierto tiempo estallan
las bástulas.
-Tengo mucho fuelle. Ya domino el mundo con la
energía de mi poder genésico, soy el macho cabrío y con mi verga fecundante
hago la guerra al cristo y a todo el que se me ponga por delante. )No sabías
que tu Maestro era un mariquita, le asustaban las mujeres.
-No es verdad.
-)Hacemos la prueba del color del arco iris?
-Lo tuyo es el verde, como la bandera del islam. Por
eso han empezado a pintarte de verde.
-Es que soy un huevo pinto, la placenta a punto
siempre de romper aguas. No tengo paz dentro de mí e impongo la guerra.
Los ojos de Billy Gates y los del niño que vi yo
merodear cerca del fresno eran los mismos. (Mucho cuidado!
Como estuve al otro lado de la albarrada enjaretada
de ferralla de esta finca, lugar mágico, nada tengo que ver con las movidas ni
con todo ese mundillo supersticioso crematístico de las apariciones, que tú
denuncias y describe con acuidad y solercia. Yo me muevo en otros parámetros,
porque considero al cristianismo como exponente de libertad y de rebelión. Me
uno al cupo de los que se alzan contra el principal vicio de la sociedad
moderna que es el ansia de poder; he cantado como un simple diácono el cornijal cubriendo mi cogote y guardando
mis oídos, la epístola ad corintios, la cual defiende la particularidad y
singularidad del ser humano frente al universalismo de ciertas fraternidades
universales que sólo nos depararon conflictos y angustias a una Humanidad que
en medio del paroxismo de sus conquistas tecnológicas se encuentra con que no
sabe adónde va.
Tenemos que partir de la base de que este camping de
los prodigios es un lugar mágico. Me sedujo desde que lo pisé por primera vez
en 1981 su halo carismático de catarsis entendida como purificación,
acendramiento. Es el espíritu de las bodas de Caná, recuerda a las hidrias
colmadas, el ir y venir preocupado del maestresala cuando se quedaron exhaustas
las tinajas y el Ano tienen vino@ de la Virgen, un desplante aparente, una
baladronada Amujer )qué te
importa a ti y a mí?@ A no nos metamos en esto, es su problema@, pero María
no ceja. AHaced lo que
Él os diga@. Quedaron
colmadas las tinajas y se comió y se bebió a placer. El texto griego utiliza la
palabra Aesziontes@ ( comer
hasta reventar, hasta la tripada, y beber hasta caerse (Amezuskeszai@), ante la
estupefacción del pincerna. Que suerte tuvo aquel tipo cuyo nombre
desconocemos, como tampoco nos ha quedado referencia de quién era el que
contraía matrimonio( unos hablan del discípulo
Nataniel, que en griego significa A Deo dato, esto es, el que nos dio
Dios, otros, apuntan a que el novio era el propio apóstol al que amaba el Señor,
Juan, el cual a la vista de las circunstancias no dudó en dejar a la mujer de
su vida compuesta y abandonada al pie del altar) que tuvo la suerte tan
señalada de oficiar de maestro de ceremonias en aquella fiesta tan señalada, la
primera misa, prólogo de la institución de la eucaristía, que se se gesta
precisamente en la eulogía o bendición del agua purificada. Estas fueron las
bodas que contempla maravillada la tierra, la ejecución de un maravilloso rito
nupcial en el cual se cantó, se bailó, se comió y se bebió de a hecho. Los ojos
atónitos y regocijados del maestresala esculpidos en el arcosolio de las
Catacumbas de san Calixto lo dicen todo sobre la bondad y benignidad del dulce
Jesús en esta ceremonia de introducción a la vida pública.
El hijo de Dios se hizo hombre al participar de nuestra
naturaleza en la encarnación y nacimiento por patogénesis. Se hace hombre y con
ello partícipe de nuestra flojera, de nuestras aspiraciones morales y
limitaciones psicológicas. En el vientre de María se transformó en eso que dice
Nietzsche, un ser para la muerte, adhiriéndose a la fragilidad y fracaso de la
especie mortal. El Logos, por un milagro de la caridad y de la paciencia
eterna, se hace Anthropos. Es un poco el mito de Baco lo que se refleja en el
trasfondo de esta alegórica epíclesis, en que el agua blanda se transubstancia
en vino fuerte,. Y es un poco también el drama de la metempsicosis dual de cuerpo y alma, carne y espíritu.
Porque padecemos una especie de apositia o alergia a
todo lo que es nutrición de carácter espiritual embotados como están nuestros
oídos por el batintín de las ondas sonoras, instrumento de dominación
universal, a la que vivimos uncidos a través de la noria de la actualidad
universal que gira sobre la collera de un mismo pollín y obedece a las órdenes
de un fuete encaramado tras la cortina oculta.
El lenguaje del evangelio se desparrama por ciertas
claves crípticas que sólo sabrán discernir aquellos que no miran en diagonal
sino perpendicular y andan por la calle con los ojos bien abiertos. Esta visión
de Caná, hontanar de ternuras y de misericordia, es un constante acerbo de
inspiración al que acude los pintores y escultores de todas las épocas, está
`perfumada de una semántica que porta a sus espaldas toda una cargazón de
símbolos que con frecuencia escapa a la hermenéutica adocenada de apologetas y
docetas, poco audaces que en sus vertidas interpretaciones hacen alarde de su
escasa inspiración, sembrando las biografías del Salvador y de María de lugares
comunes cuando no deformaciones epicenas.
Al intentar hacer la prosopografía del Salvador se
nos van por los cerros de Úbeda trazando una imagen etérea que poco tiene que
ver con lo real, porque él no eligió la especie angélica para descender a la
tierra manchada por el pecado adámico.
Convivió con pecadores, estuvo sujeto a las
enfermedades, aguantó a los borrachos- fue de hecho a los que más quiso y
perdonó- y alternó por las tabernas de Galilea.
No hay que perder de vista esta condición de entrega
al hombre y de compartir con todos a lo largo de su vida pública. El santo de
los santos en Caná absuelve a los seguidores de Dionisos. Algo que los puristas
y leguleyos de los sinedrios nunca entenderán de refez.
Aquí proclama un concepto nuevo de la santidad
moldeada en la renuncia de todos los prejuicios y estereotipos beatos para
pasmo y asombro de los que habían soñado con un mesías horma del zapato de los
fuertes, de los sumos sacerdotes, de los pontífices, los leguleyos y puristas.
Nunca podrían ni pensar que el Esperado era un perdedor y que estuvo asociado
con perdedores.
Se manifiesta mucho más grecorromano que judío el
Cristo de Caná y al obrar así se convierte en piedra de escándalo para los
señores del poder. Sus milagros empiezan a sembrar el terror. Los de arriba lo
consideran obran de un paranoico, sedicioso, amenaza de la república.
Hablando claro, era un rebelde contra el
sanedrín, pero nunca un seductor. Amaba
al pueblo judío, a los de abajo, tanto como amaba a los gentiles.
Pocos podrán entender el anástrofe porque los
evangelistas saben urdir encajes de bolillos, hilaban fino y querían hacer un
buen paño limiste que nunca se pasase de moda, que valiese para la mentalidad
de los hombres de todas las épocas.
Permite que una daifa le ungiera los pies con sus
cabellos perfumados, bendijo a los pobrecitos borrachos, resucitaba a los
muertos, expulsaba demonios, comportamiento marginal, porque hacía- decían sus
detractores- magia negra, que en Egipto había aprendido las artes malas de la
funesta Goecia.
En este casamiento luego va y se escapa por la
tangente, no fustiga la conducta de los que rinden culto a Baco, antes bien la
pondera y hace un milagro para que el buen vino siga colmando sus copelas.
No en vano lo llaman Asangre de Cristo@ desde entonces y si algo tiene algo contra esta
bebida que bautizan los taberneros que no lo vendan.
Todos sabrán hacer astillas del árbol caído. El Rabí
de Galilea, que sabe lo que late en el fondo de las conciencias, no. Por eso
advirtió lo de no juzguéis y no seréis juzgados.
Cristo nunca se embarró, pero hizo del vino el
símbolo de su persona. El vino primer postulado de la catarsis dionisíaca, de
la transformación del karma que vuelve los ojos limpios.
Si no os hicierais como niño, no entraréis en el
reino de los cielos y sólo los niños y los borrachos dicen la verdad, con que
merece la pena siempre tener presente el cuento.
No vino a destruir la ley sino a perfeccionarla,
pero puso algunas de sus cláusulas patas arriba. En Caná quiso acordarse de la
paganía, de lo que había habido antes. Baco y Afrodita llenaban todo ese
espacio. Hizo del vino símbolo del perdón y de penitencia. Llenad los odres.
Nunca hizo excesos pero supo entender a los que
caían en el hondón de la bebida (meziskazai), porque tenían sed. Sed de vida.
El vino que yo os daré...
Hasta es posible que algún invitado se pusiese
pesado y que varios acabaran piripis. Esto pasa en las mejores familias.
Los del sinedrio, los que nunca beben, nunca se
pasan, siempre en la justa medida, los miramelindos y mediocres, los
obsesionados por su salud y víctimas de su egoísmo, a lo mejor no entran en la
morada que vino a prepararles el Señor.
El que busca su vida la perderás. Y ellos se pasan los años en
abluciones y pediluvios. Hacen votos de castidad y luego se acuestan con la
mujer del prójimo.
En las bodas de Caná emerge un Cristo exultante que
bendice el vino y a los pámpanos de la vid, símbolo de la vida que no cesa, con
toda esa fuerza arrolladora que tiene Baco cuando reclama lo catárquico. Va a
por todas aboga por la santa aberración del vino de la renuncia (meziskaszai).
Para conseguir la vida habrá que emborracharse de
perdón. Les pasó a los apóstoles al salir del Cenáculo el día de Pentecostés.
Los judíos que los vieron les acusaron de borrachos pues iban con paso incierto
hablando por los codos y en muchas lenguas.
En este pasaje, pura alegoría, eulogía total ya que
los primeros cristianos eran conocidos por los del ágape que en el exceso de la
eucaristía se comían el cuerpo de Dios.
Son los excesos del Cristo Mesías que nunca
entenderá el anticristo de la perdición. No se trata sino de un rito de
purificación, interna, no externa al modo judío, y de un milagro del amor.
Cuando se quiere a alguien uno desea transformarse en el ser amado. Se lo come,
literalmente. Y esta costumbre era
practicada en la antigüedad por los idolotitas o antropófagos.
El idolotismo suponía la identificación total con la
deidad y Cristo en Caná parece como si pretendiera incorporar a Baco a la revelación.
Sólo los gnósticos estuvieron al quite y fueron capaces de entender lo que se
escondía detrás del símbolo de los desposorios cananeos, de la pesca milagrosa,
de la ambladura sobre las aguas. Estallaron las redes la primera vez porque
Cristo es de los que no se andan con reservas y cuando se da irrumpe sin
medida, y la segunda llenaron las almadrabas de un total de 153 peces muy
grandes. Otro número mágico; son según los ictiólogos y los entendidos en
tratados de pesca(alieútica, en griego) con caña o con red 153 la cantidad de
clases de peces. Sólo en el evangelio de Juan se dan estos detalles en cifra
que deberían tener algún sentido hermético, susceptible de ser dimensionado a
alguna clave bíblica como también el número de los 144.000 que da en la
apocalipsis.
A veces la hermenéutica tradicional estuvo demasiado
lenta o sometida al dictamen de Pablo, un converso, un zelotes demasiado
adherido a los convencionalismos y exaltaciones de la mentalidad hebraica, con
sus prejuicios hacia la mujer, con su iconoclasia que le llevó a entrar en
Atenas y en Efeso como un elefante en una cacharrería, quiso destruir el templo
de Afrodita, una de las maravillas del mundo. Era demasiado judío. Al apóstol
de los gentiles los árboles de su formación estrictamente talmúdica no le dejan
ver el bosque de la paganía, que también tuvo cosas buenas.
Pedro en cambio, el pescador de Tiberiades, un
semita puro y candente, se mantiene en una línea más circunspecta y tolerante
hacia la romanización aunque abogase por una fórmula de juntos pero no
revueltos.
Si Cristo es la tesis, Pablo, la hipótesis, Pedro se
proclama la síntesis. Juan en su evangelio refleja ese ápice de compendio
escatológico de la cabeza de la nueva institución, Cefas, con el resto de sus
miembros. Porque nos instaura de bruces sobre el mundo que ha de venir y todos
sus textos son una explicación de la presencia de la Trinidad en la historia.
Representa un acicate contra el espíritu crítico y el positivismo de nuestros
días.
Por eso fueron tan combatidos de siempre sus libros,
se dice que no fue él. Pero en esta refutación no late más que un pretexto
colateral para negar al divino Jesús rechazando su soteriología, su poder
taumatúrgico, sus facultades para increpar a los vientos y a todas las fuerzas
de la naturaleza.
Incluso la jerarquía de los últimos tiempos
participa de esa actitud ambivalente. El
Vaticano viene a partir del año del medio milenio del Descubrimiento de América
haciendo las cosas muy pro domo sua a partir del pontificado del papa polaco. Roma
está yendo más allá de sus atribuciones. La arrolladora personalidad del
vicario, tan jaleada y respetada por los enemigos de la Iglesia - y mucho más
cuando aquí están ocurriendo cosas tremendas - no puede eclipsar al Maestro.
Sus concesiones al zionismo han determinado, por ejemplo, que esta navidad no
haya podido celebrarse en Belén, casa del pan, que Jerusalén sea una ciudad en
guerra (y de ello ahora no tienen precisamente la culpa los crucificados) y que
una enviada especial de la primera cadena, la orensana con voz de pito (la
mandan al foramen del pozo de los conflictos, brocales de ardientes piedras
como Iraq o Kosovo, cuando aparece hay que barruntar tormenta, enarma el
micrófono desde el ojo del huracán), Ángela Rodicio, nos felicite las pascuas
haciendo mofa de los ritos cristianos, de las escisiones entre las diferentes
iglesias, las autocefalas y las primadas, llegando a la conclusión de que el
Crucificado no existió o era un falso profeta porque trajo consigo tanta guerra
fratricida. Esas minuciosidades, como digo, pertenece a los postulados de lo
esotérico y temporal. Nada tienen que ver con la doctrina del legado del Dulce
Preceptor sino con la soberbia y la altanería de las pasiones humanas.
Sólo los que han sufrido estos excesos que han
vaciado de contenido el mensaje evangélico que es del todo espiritual y
disonante con los poderes seculares que tanto halagan al Vaticano, podrán
entender el calado de esta idea, que no es cismática ni herética sino una
auténtica profecía. Otra vez van a ser los pobrecitos de Israel, los
postergados, los que tengan la última palabra, y será un diácono temulento el
que entone la epístola que abra a los que tienen sed de justicia las puertas
del paraíso.
Cristo prefirió la afrenta de la muerte en el palo
antes que unirse a la trilateral del poder dominante. se alzó contra la primera
lógica, ahí está la clave de la preeminencia de su testimonio.
Vamos escalando la senda llena de abrojos del monte
de las Bienaventuranzas. Vivimos en un tiempo terrible. Pero a esta época de
crueldad le cuadran tan recias palabras para que luego no se llamen a engaño y
mucho decir Señor, Señor.
La vida pública fue un constante y maravillosa
secuencia taumatúrgica jalonada de protestas contra la casta sacerdotal que
dominaba al pueblo. Pero los milagros, con ser muchos y a cual más
sorprendentes, no representan la ontogénesis de su mensaje a los pobres, a los
humillados y ofendidos. Son sólo la prueba.
Da la prueba a lo que dijo MacLuhan y obtendrás la
resultante. En la vida mística hay una
teleología no de envoltura ni ropaje sino de lo que está dentro. Mientras el
mundo se deja seducir por las apariencias, Cristo llega con su mirada a lo que
está oculto. No lo percibimos porque tenemos los ojos embotados con la
filosofía de la carne. Habría que treznar al bajo vientre, observar cuanto nos
rodea con otros parámetros.
Hizo muchos milagros para demostrar su potencia
sobrenatural, su procedencia del Padre a través del Espíritu. Se trata de datos
secundarios, adminículos para reconocer el sentido cristiano, tan lejos los
modelos de animalidad que tipifican los nuevos apóstoles del del ateísmo, del
paganismo en disfraz de catolicismo. Están vomitando fuego las gárgolas
electrónicas por sus fauces nimbadas de perversión, ignífugas y vermífugas, llamas y gusanos. Los rabos de
la culebra afloran sin cese. La serpiente domina el corazón de las mujeres y a
través de ellas reina en el mundo. De este entendimiento contra la fe que nos
inculcaron a los españoles brotan de la boca del ignívomo una sustancia
desagradable, miasmas del cáncer moral que vive la cristiandad por estos días.
Nunca podré callar. Los días que me quedan de vida
serán un constante esfuerzo contra la impostura que se desparrama a mi al
redor.
Las banderías de Lucifer gritan con Voltaire su
ijujú de muerte. No me someteré. No serviré. El Vaticano lo aplaude
contemporizador, algunos curas y monjas
hacen de ello catorcena. El crucifijo de mi celda agacha la cabeza. )Por qué
callas, Señor? (Mudo tantos siglos! Debe de ser porque tu paciencia es infinita, no
como la nuestra y Apatiens quia aeternus@. )Será la eternidad lo que te hace tan lento a la ira?
Haría falta una nueva didascálica cristiana para
entender algo de este complejo mundo de las apariciones que ni son todas las
que están ni están todas las que no son resultan un exponente referencial de la
obra íntima del Espíritu Santo, sin intermediarios ni cortapisas, de tú a tú,
con las almas que ha creado. La nueva teología de la inculturización promovida
por Wojtyla y que está relegando el cristianismo a un lugar oscuro entre las
otras religiones niega prácticamente dos mil años de teología y de lucha de las
gentes del evangelio por abrirse paso entre la gentilidad. Al socaire de ese
sofisma ha sonado la hora de las nuevas hordas sobre Europa. Roma se encoge de
hombros, todo vale habida cuenta del clima de interinidad moral, complaciente
con los enemigos de la fe, que se ha apoderado de los estamentos de la curia. Son
todos del Opus y para más inri españoles. Por sus obras les conoceréis y dado
su comportamiento y su astucia no creo que sean gentes que crean mucho en Dios:
Navarro Valls, Ángel Gómez Fuentes, Paloma d. Borrero.
El espíritu de Asís ha abierto la puerta al infiel
dando alas a la serpiente que vuela por los cielos como un pterosaurio de mal
agüero. A los defensores de las creencias insoslayable se nos combate, se nos
persigue, nos echan de casa, expulsados del trabajo, somos negados por nuestros
propios hijos y nuestras mujeres que se han acomodado mejor a esta nueva moral
relativizada que mira para otra parte cuando oye hablar de algo que le saque de
su poltronería, una sociedad, en definitiva, a la que le horroriza la sangre de
los mártires, porque se rige por un código de valores .
Por culpa de este ambiente de malestar la sociedad
española pervive encrespada en un clima de tensión latente.
Algunos de los resucitados por el Señor - Lázaro, la
hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naím, y tantos y tantos otros que fueron
beneficiarios de este poder durante su vida pública y de todos aquellos que
salieron de sus tumbas cuando expiró a la hora de tercia en el Calvario, según
lo que narran las escrituras- vivieron hasta los tiempos del emperador Adriano (123-138)
y su testimonio de viva voz al igual que el de los mártires fue una de las
causas de la acelerada expansión que tuvo el cristianismo en poco más de seis
generaciones.
El crecimiento tuvo un carácter milagroso en verdad.
Una fuerza cósmica verdaderamente indomable que arrolló.
Lo proclama el grito al morir de Juliano el apóstata
al morir: AVenciste,
Galileo@. No había
faltado a su promesa, la palabra quedó cumplida entre el asta de aquel dardo
lanzado desde el campo persa. )Qué hace el hijo del Carpintero, pues?, lo había
preguntado en son de mofa a uno diácono de Constantinopla al que mandó al foso
de los leones.
-Preparando, cesar, el ataúd del emperador.
Y la palabra
se cumplió.
No es un hilo lineal la historia de la iglesia sino
un meandro con muchas revueltas. Después de la confesión de Puente Milvio Ain hoc signo
vinces@, las
apostasías, las renuncias, los excesos, los litigios. La abjuración de Arrio,
aquel presbítero de Alejandría, va desembocar en el azote de Mahoma por el que
se perdió media cristiandad. La presencia de Judas en el cenáculo ha amamantado
las secuelas de una secreta conjura cuyas revesas se hacen sentir hasta
nuestros días. )No fue un gobernador de Ceuta, el conde don Julián, el de la Cava
Florinda, el que abrió la puerta de entrada al moro en España? )No fue el
Islam el justo castigo del que se hicieron los godos acreedores por sus
corrupciones, envidias, desavenencias familiares y litigios religiosos?
Como consecuencia vino la Edad de Hierro. El río de
la verdad se oculta para resurgir de forma apoteósica en los tímpanos
románicos. La edad media, como consecuencia de aquel ambiente de
peregrinaciones y de culto a los milagros y a las reliquias, es el tiempo más
feliz para los creyentes. Aún hoy palpamos la presencia del Salvador en las
piedras venerables que nos dejó esa fe firme que aunó voluntades y trajo como
consecuencia el triunfo de la catolicidad que se emborracha de éxito y de
vanagloria durante el Renacimiento. A consecuencia de los excesos pontificales,
la fe se hunde nuevamente en el vacío y estalla el cisma. Lo peor estaba por
llegar porque Voltaire sería mucho más funesto que Lutero.
Luego acontece el renacimiento religiosos del XIX,
el fervor galicano desencadenante de las prédicas de L. M. Grignon de Montfort,
las apariciones, la iglesia se rehace tras la debacle napoleónica. Es un
movimiento fluctuante de intercadencias como la libración que hace el sol al girar
de sus días sobre el cosmos. Parece que está fijo sin embargo hay por dentro
rotación y traslación. He ahí un inmenso ejemplo del perdón y de la potencia
del Espíritu, presente también en nuestros días aciagos, testigo de nuestro
dolor y hostigo contra las inclemencias de los golpes que amenazan derribarnos.
Sin embargo ) por qué las vírgenes góticas nos son más
entrañables y familiares por lo humanas y maternales y por lo pagano de su
ejecución rebosando vida y salud que las acarameladas iconografías surgidas a
raíz del hecho misterioso de Fátima y de Lourdes vaciadas en moldes de estuvo y
con mucha purpurina en el manto y que además parecen anunciar infortunio,
guerras, apocalipsis? La duda queda flotando pero a mí me asalta el
presentimiento de que estas dos interpretaciones de la mariología (los milagros
de Berceo nos resultan mucho más familiares y gratos pues nos hacen sonreír que
las rocambolescas historias del P. Pío) constituyen un signo de predestinación.
Ella no dejará a los que siguen al cordero en su brega contra la serpiente.
Pero la iglesia esotérica no se compadece o se
compadece poco con la del Cuerpo Místico o exotérica.
Fátima no me sedujo con su blanco de cal viva y los
ambleos y blandones lanzando el mensaje de algo en lo que no puedo creer: el
purgatorio. Demasiado nos hemos torrado en esta vida, demasiado purgamos acá en
un matrimonio que fue una perpetua crujía de dolores, asaltados por la
enfermedad, la calumnia, el desafecto de los que más queríamos, la traición y
el desengaño.
El purgatorio no fue más que un invento de los curas
para sacar fondos pero esta postura espero que no merme un adarme toda la
herrada de la fe que porto en la cabeza. Ya me dieron bastantes golpes.
La iglesia ortodoxa no lo incorpora a sus creencias
porque es una teoría que se sacó de debajo del Escapulario Catalina de Siena en
el siglo XIII.
El lugar reúne la superstición con el fado, la
melancolía con el espanto. Nunca podrá sentirse uno tan colocado anímica ante
la basílica de Fátima como delante del portal calado hacia lo alto de la
catedral de Reims, de Notre Dame o de Cantorbery.
Y de esto ya he explicado arriba el por qué.
Es muy talante muy medieval, muy europeo y Cova de
Iría me pareció como muy portugués. Tiene por tanto una coloración nacionalista
que hace que alzarse de hombros a todo aquel que lamenta que una porción de
España se desgajara de la corona. Por mor de nuestra poca sensibilidad política
pero sobre todo por la tercería del inglés.
Así que fado, futbol - el Bemfica- y Fátima, las
tres efes que sirvieron de axil de apuntalada de la dictadura de Salazar, aquel banquero
metido a político el cual creía que el suma y el habet son múltiplos de
santidad. Oigo el macillo de los pianos adentrarse en sus arpegios funestos.
Son melodías cargadas de amenazas. A duras pena se habla de la misericordia
divina en tales apariciones. Toda la literatura de alto voltaje se centra en la
palabra castigo. Siguen ardiendo los cirios con su chisporroteo mórbido y las
pobres gentes caminando de rodillas.
El mundo se ha convertido en la almarcha del dolor,
un muro de lamentaciones incesantes. A eso recuerdan Fátima y Lourdes, con la
particularidad que estos santos lugares se transforman gracias al turismo en
santuarios de divisas. Ni creo ni dejo de creer, sólo apunto el dato.
Dios se comunica con el ser humano de una forma
íntima y personal. Si las apariciones del Escorial no valen tampoco habría que
probar las otras. Puede que haya más caridad imperante en esos lugares donde Ael vidente
se marca un chotis con sus feligresas sin apretar las carnes@ que tú
mencionas en tu libro de relatos que en estos lugares tan sombríos como son
Fátima y Lourdes.
Es lo que no cuadra en mis cuentas. Es lo que te
faltó por decir, amigo Torbado. Acaso te faltaron agallas para enfrentarte a la
verdad, lo que no empaña la acuidad certera del libro tuyo y tu tronío como
escritor.
Este clima de miedo al poder omnímodo y al
absolutismo de cierto prelados se vivió en la Rusia zarista en el siglo XVIII, cuando
a raíz de las reformas del patriarca Nicón, el metropolita ilustrado y hombre
de confianza de Pedro el Grande, muchos viejos creyentes pro no renunciar a la
fe pasaron la raya del Volga o se dedicaron a peregrinar por la inmensa estepa
con un mendrugo de pan en el zurrón y el evangelio de san Juan que leían
constantemente y recitaban de memoria por los lugares allá por donde pasaban.
Es el evangelio de los milagros, el más excelso, el
que comienza con las Bodas de Caná, una hermosa historia que nos empapa en las
dulzuras de su mosto sagrado y epidíctico, apodíctico e epicíclico, un
aldabonazo a la conciencia de los hombres de que no se puede vivir según la
carne, que hay una vida eterna después de la muerte, de que debe existir algo
más, porque el ser humano al ser redimido participa de la eternidad de Dios.
No cuenta la infancia del Salvador con tanto detalle
como lo hace Lucas ni se ciñe al detalle con tanto esmero como Mateo, que para
eso alcabalero y parece que redactó su libro sentado en el telonio consumero,
ni participa del tono apologético del Protoevangelio de Marcos.
Es escatológico, exotérico, el compendio de los
otros tres y lo llaman el evangelio de la Virgen. No podía ser de otro modo
habiendo partido de la inspiración del que en la Cena posó su pecho sobre el
del Maestro y horas después recibiría el encargo de velar por ella.
Constituye una exhortación ininterrumpida a la
metanoia y a la conversión dentro del vuelo del aguila que marca sobre el cielo
del alma círculos constantes. Arrepentíos, abandonad la cáscara del hombre
viejo. El reino de Dios está cerca.
Dentro de las lagunas de los sinópticos, tan sucinta
y renuente a entrar en detalles, Juan proyecta esa visión soteriológica de amor
y de perdón. Para salvarse basta sólo el amor. El odio sólo conduce al infierno
y a la perdición.
Nos hubiera gustado saber un poco más sobre las
circunstancias en las que fueron realizadas esas maravillas narradas por los
cuatro evangelistas, pero supla la fe el defecto de los sentidos y la carencia
de información en la que nos movemos.
Se puede conjeturar que fueron mucho más de los que
enarcan, si bien con tanto laconismo y misterio, en su prosa alófana y alófona
los textos sagrados en cuyo estilo la transparencia se torna misteriosa. Los
milagros plagan los evangelios apócrifos. Lo malo es que la iglesia no los
admite como exactos con lo que sólo existe para atestiguar el carácter
taumatúrgico del hijo de Dios y de su prodigioso primazgo sobre todos los
profetas y los otros fundadores de religiones que han pasado por la tierra y
que circularán en lo que queda. Después de todo, Cristo tiene mucho gancho.
Continúa alborotando a las masas. No conseguirán,
por mucho que lo intenten, silenciar su mensaje por mucha algarabía que nos
quede de bustos parlantes que aquí todo vale. El sistema promulga, para algunas
cosas, la manga ancha y son grandes las dimensiones del alaroz del Tarifa por
el que llegan cada mañana los aplustros de bajo bordo con los cargamentos de la
emigración marroquí que cada día adquiere más los inquietantes rasgos de marcha
verde a lo alauita con pujos de invasión.
Madre, )por qué callas?
No se puede
arrebatar el pan de la mesa de los hijos para darsela a los perros. Los que
vienen traen la furia y la venganza pintada sobre el rostro, han renunciado a
las aguas del bautismo.
El almo solar patrio está siendo pisoteado mientras
jerarquías tanto eclesiásticas como civiles se pierden en ambigüedades. Ponen
por la tele a un fray Papilla dando el biberón al hijo de una recién parida y
desembarcada en una de esa pateras de pesadilla. El rey recibe en audiencia a
la Albright. Como viste de tan corto a todas horas se lleva la mano al borde de
la falda para estirarla. Inútiles desvelos para para ocultar sus patorras. Nos
pone nerviosos a los espectadores. Uno termina obsesionado con esas nalgas que
fueron en los rebeldes sesenta de mucha en flor que iba a las sentadas lib y se
fumaba canutos y hoy pertenecen a una de las encargadas más reaccionarias que
han pasado por el Departamento de Estado
El ministro de la Síncopa hace las presentaciones.
Picó alto el adivino, pero el habla entrecortada de este tribuno de la plebe
también te acaba por poner nervioso. Besa a la plenipotenciaria del imperio en
la mejilla. No le pregunta por las vacas locas ni las vainas radiactivas de la
munición anticarro.
Fue el día de
la pascua rusa, doña Margarita, cuando ustedes estaban bombardeando Kosovo y
Metopia la tierra sagrada sin la más mínima ocasión ni respeto para la ocasión.
Aquello, claro es, fue una chapuza con un inepto al
mando de los guardias, Javier Solana Madariaga, sobrino carnal del catedrático
en Oxford e hijo intelectual de Julián Marías, físico diletante de la cultura
que se empeñaba en decir catorceavo.
Usted viajaba por Alemania. Le encantan las joyas y
los trapos esa noche en la cual murieron tanta gente inocente o les quedaron secuelas,
pero usted es una mujer muy en plan marimacho, solterona tribádica,
encarnizadamente antieuropea. Recuerda un poco a Semiramis, ha sido la Thatcher
de Clinton.
El día que los super fortalezas volantes británicas
bombardearon Dresde un tapiz de ruinas y de muerte de trescientos mil alemanes
de una tacada, el jefe supremo que dio la orden se bebió tres botellas de Vega
Sicilia en Downing Street. Estaba muy preocupado por el color del tronco de
bridones que arrastraría la carroza de la reina en el desfile que llaman
Trooping of the colour.
Si serían píos, si bayos o alazanes, si overos o
ruanes, tarpanes o de raza árabe los jamelgos que había que mandar a traer de
la yeguada. Tan nimia cuestión sobre los detalles del tiro de la carroza en la
mente de Churchill era mucho más importante que el destino de más de un cuarto
de millón de alemanes que moriría bajo el fósforo y las bombas incendiarias.
Albright poco antes de dar la orden de ataque se
entretuvo en una bisutería de Berlín. La vuelven loca los collares a esta dama.
Desde luego su falta de sensibilidad para el dolor de la tierra mártir
yugoslava quedó patente. La que dice llamarse Margarita Albright - un
pseudónimo porque su padre les cambió a todos el nombre europeo nada más pisar
la isla de Elis- se ha comportado como los mozos de cuadra al cuidado de las
infernales caballerizas del Pentágono. Vienen a Europa con la lección bien
aprendida, quieren cantar la epístola del anti evangelio de la revancha. Ella
es una mujer escatológica. Se las da de Judith pero no es más que una esclava
de la serpiente.
Mientras
tanto, las saharianas que ponen el pie en el rabo de la piel de toro lo primero
que hacen es traer un churumbel al mundo.
Acuden al paritorio. El neonato es de raza bereber. No lo bautizan, ni
le dan las aguas de socorro lo circuncidan. )Cristianarlo, me dices? Ni que fuésemos vacas locas.
Aquí lo que hay que asumir es dar la vuelta a la tortilla, conseguir la vuelta
a Granada, que España sea mora otra vez. Hay moros en la costa por lo que se
ve. El judío, por detrás, con cara oculta les arropa. Nadie dice la verdad,
pero el problema es gravísimo, nos la están volviendo a meter doblada, y aquí sólo está en su puesto la Guardia
Civil que vuelve a derrochar entereza, abnegación y egoísmo. Pero ésa es también
otra historia que van a tener que pagar nuestros hijos muy caro.
Extrapolamos estas consideraciones porque son
argumento que se acumula en el depósito de razones con el que pretendo defender
mi alegato de diaconías evangélicas.
El monte Hermón eleva su joroba nevada por encima de
los 2800 m.de altura, una escalera de cimas que trepa augusta en ascensión
orogénica desde la sima del Mar de Galilea hasta la torre sublime donde Cristo
se transfiguró.
La ribera del Lago Genesaret, que se dilata a lo
largo de una franja de tierra de más de veinte kilómetros a la larga por seis a
la ancha, se encastra en una falla sumida a doscientos metros bajo el nivel del
Mediterráneo.
Palestina es la tierra de los grandes contrastes.
Tramontada la cordillera a las ciudades de la
Decápolis: Tiro, Sidón, Cesárea, Damasco, Petra, situadas a uno y a otro lado
de la vertiente. Jerusalén queda al
ocaso y un poco más allá, Belén, la ciudad del pan, hermanada con Bethsaida, la
ciudad del pez.
Hay que cultivar en radas; en el decurso de breve
trecho se pasa de las alturas alpinas con heleros y ventisqueros a las
almarchas tropicales de Cafarnaún y Magdala. Las cumbres nevadas son fragua de
huracanes y tormentas al cambiar el aire y al abatirse sobre la superficie del
lago, como la que padecieron los doce un día de mucha brega y reteles vacíos.
Es la primera vez que estuvo a punto de irse a pique la frágil barquilla de la
iglesia, siempre tripulada por hombres de poca fe y fuerzas escasas pero
asistida por un aliento de pentecostés.
Estos paisajes fueron escenario del paseo de un
hombre sobre las aguas, la caridad mueve montañas. Con esta caminata sobre la
linfa fluida Cristo demostró su señorío sobre las fuerzas de la naturaleza, las
leyes de la gravedad. Su pie posó sin hundirse sobre la marejada.
Hay quien dice con san Agustín, que no creía
demasiado en los milagros físicos, que Jesús, gracias a los conocimientos
celados estaba en posesión del dominio de una serie de fuerzas desconocidas al
hombre primitivo pero que podrá controlar algún día con su industria y el fruto
de su esfuerzo, era capaz de avanzar por la superficie acuática, desarrollando
todo el poder de su mente, con la misma elegancia y facilidad con que efectúan
tal operación los palmípedos.
Esta sabiduría hermética se la había enseñado
durante el exilio en Egipto un discípulo de Trimegisto que se llamaba Gamaliel.
Éstas empero son ganas de rizar el rizo porque los
milagros no los realizó en su capacidad de hombre sino como Dios que amansa las
furias, que manda callar a los vientos y los vientos doblegan su empuje.
La escena, a la hora en que cantaban todos los
gallos de las aldeas, franjas y alquerías y ciudades de la Decápolis, era la
vigilia de los quiquiriquíes, la segunda o alectoeufonías de los griegos, la
tercera ronda para los romanos que dividían la noche en cuatro partes: Avespere@(oche), Apervigilio@(mesoniktion),
Agallus
cantavit@(alektoeuforia),
y Amane@(proi),
cuando el Maestro se acerca caminando a la barca resplandeciendo en la noche su
túnica blanca y su paludamento de purpura haciendo aguas bajo la luz de la
luna, debió de ser impresionante.
Avanzaba inducido por su propio pie, sin ningún material flotante o
barajón en los calcaños. Parecía un fantasma pero era él. Esta ambladura sobre
las aguas no es más que un símbolo de las maravillas que puede operar la unión
con Dios.
Los apóstoles contemplaron su llegada, pues navegaba
más que ellos, espantados. Lo tomaron por un espectro y sólo cuando estaba más
cerca lo reconocieron. Pedro, alborozado
y saltando de júbilo como un niño, quiso hacer una gracia imitando a la columna
de gracia como la que guió al pueblo de Israel en la travesía del Sinaí y saltó
por la borda. A lo primero lo imitaba, podía, luego flaqueó su confianza y notó
que se iba a pique. Hombre de poca fe.
En estos evangelios lacustres que el cuarto de los
evangelistas rodea de una halo iniciático se concentra toda esa glíptica de
enseñanzas morales, válidas para el ayer, para el hombre de hoy y para el
venidero, con un apéndice escatológico como suplemento de la segunda venida y
del tercer encuentro.
Lo tomaron como un fantasma, retrocedieron y cayeron
a tierra- Cristo podía causar pavor como demuestra el relato del prendimiento
de Getsemaní, entonces también el canto del gallo entró en juego-, pronto lo
reconocieron: era él, el Maestro.
Los milagros palustres del Salvador han llenado a lo
largo de siglos nuestras paredes, cuadros escénicos, han decorado nuestras
paredes y repleto de símbolos los cuadernos de música. Porque de él ha manado
toda belleza que irradia contemplación y gozo sublime. Un pan y un pez lo
representa el crismón que es como una ola eucarística. Para entender el
evangelio hay que estar acostumbrados a los símbolos. Todo el arte cristiano se
centra en este gran pentagrama esotérico.
Existe una numerología latente y deducciones a
múltiples bandas en cada uno de los cuadros. En la multiplicación de los panes,
que eran cinco y los peces, que eran dos, lo que suman siete, el número áureo
de la contemplación, que tenía aquel muchacho en un fardel de su excusabaraja,
se nos aclara que de las sobras fueron llenadas doce espuertas, una para cada
tribu de Israel, una por planeta, una por discípulo, una para cada mes del año.
Esta combinación de números y letras del alefato celan toda esa sabiduría
oculta tras el misterio de la creación. Si conociéramos sus claves estaríamos
al cabo de la calle de muchos enigmas que se ciernen sobre el destino del
hombre y que la oración y el estudio irán desvelando en el correr de los
siglos.
A uno, que continúa siendo periodista sin periódico,
aunque la vocación de esa llamada nunca muera en mi conciencia, le hubiera
gustado ser un enviado especial a Cafarnaúm o estar en Galilea como
corresponsal volante para después relatarlo a los lectores. El del ágape
milagroso al aire libre es uno de los que más impresionan por su claridad y por
su belleza.
Eran cinco mil varones los que se dieron cita y
todos estaban hambrientos. Pregunta a Felipe cuántas provisiones de boca les
quedaban y éste le da detalle: dos peces y cinco panes que ha traído un chico
en la tartera.
Poco es, pero mandad que se sienten.
Todos se reclinan por la hierba, muy abundante y
crecida en la primavera de oriente. Es
hierba barrillera que crece en copetes o almarchas por donde le parece pero,
aunque menos cencida, es más perfumada que la de nuestros prados del oeste.
Judea, Samaria, la Tierra de Canaán y Galilea son los lugares de la tierra donde
se siente con más intensidad que en ningún otro sitio la pascua de las flores,
una verdadera resurrección de la naturaleza.
La bella estación comienza a últimos de enero,
primeros de febrero. Las plantas más exóticas, los brotes más puros y las
biznas más increíbles, para deleite de botánicos y boticarios, se dan allá.
Algunas de estas especies que evidencian una flora lujuriante y hoy
desaparecida impregnan la textura del Santo Síndone de Turín. Nadie se lo
explica. Éste sigue siendo uno de los grandes misterios de la ciencia de
nuestros días.
Toda esta cadena de milagros obrados por el Rabí,
que tienen la Mar de Galilea por telón de fondo y el trajín de unos rudos
pescadores de pocas luces, avezados a la brega de las costeras y al faenar
durante la noche, los pescadores de peces se transforman en pescadores de
hombres por obra de la ciencia infusa y son capaces de expresarse en todas las
lenguas, es puesta en solfa expeditivamente y de forma sucinta por los
sinópticos, pero siguen yaciendo claves ocultas, paremiologías y numerología
que deja abierta la cancela al mito. )Por esa entrada de cuarterón se cuela el ínclito
Billy Gates?
)Qué hubiese
sucedido si las cámara de la BBC hubieran estado presentes en el momento en que
el Salvador inicia su paseo sobre las aguas en medio de la mar arbolada como
consecuencia de unas súbitas tormentas que provoca el cambio del signo de los
vientos en las alturas del Hermón? )O en el convite de los panes y de los peces?
Lo más probable es que dijeran que hubo tongo, un
espejismo de alucine estando presentes la magia negra y la astrología judiciaria.
Los autores siguen detectando bajo tales símbolos la
presencia de creencias emboscadas de las adoraciones sincretistas.
El señorío sobre los vientos y las fuerzas de la
tempestad de que hace ostentación la narración del milagro de la andadura sobre
las aguas quizás sea una alusión velada al mito de Poseidón, con su escolta de
titanes y de elfos, ondinas y nereidas, sirenas y centauros. Hay una teogonía
en marcha.
En las bodas de Caná se detectan reminiscencia de
los dioscuros: Baco, con su escolta de Cástor y Pólux, todos los hijos de
Jupiter, que sólo recibe en su seno del Olimpo a los que se han purificado
mediante la catarsis. El vino produce entusiasmo, o lo que es lo mismo:
endiosamiento.
Más
mesiánico el ágape de la pradera con un par de peces y cinco panes
multiplicados, a unos les recuerda la eucaristía (el Evaristo eucarístico
equivale a Abarak@ que es
acción de gracias en arameo) y a otros el maná.
Son embargo, para los que creemos en Él y tratamos
de seguir sus huelas por el mundo, Cristo no puede ser un espectro como
consideraron los apóstoles al verlo acercarse y pasar de largo desde la lancha.
Nos lo dice el testimonio de la fe, porque el de los sentidos jamás sería capaz
de explicarlo. Tenemos clavada su imagen en las secretas cámaras del alma.
Incluso esta profecía milagrosa late bajo nuestra epidermis de reporteros, pues
) qué otra
cosa fueron los evangelistas sino heraldos de la buenas noticias embalsamadas
de curación, esperanza, amor fraterno, precisamente lo que ya no se lleva, todo
lo contrario a lo que dicen nuestros códigos deontológicos, desde que esta gran
profesión ha sido profanada por los intrusos e impostores? El diablo se ha
hecho periodista. Hay una obstetricia del mal en los medios de comunicación
como tú ya bien sabes que también eres periodista.
Te recuerdo, Jesús Torbado, en aquellas escalinatas
de la Escuela de Periodismo de la Iglesia ubicada en el colegio mayor san Pío
X, asistiendo a las clases de Peter Miles, que luego resulta que no era inglés,
y él tan británico, o a las de economía de un tal Figueroa, las de Mostaza y
las de antonio Ortiz Muñoz, qué pronto se nos fue el pobre. En aquella escuela
nos enseñaron a amar y a perdonar al mundo moderno.
Ya sé que un periodistas con tales bagajes sería
actualmente un resabiado donde existe una obsesión perenne por el envase, mejor
que el contenido de la paleta, no duraría dos telediarios. Parece como si
Jesucristo no tuviera quien lo escriba. Todos sus discípulos lo han abandonado.
Así que la tarea de anunciar ha quedado restringida
a los hombres del pacto, a los juramentados en un turbio consenso que huele a
logia galdosiana y a puchero de enfermo.
Es la nueva clase del plumilla endiosado en su
vanagloria y millonario, pero nuestras crónicas y gacetillas parece que nos las
redacta el enemigo del género humano, parecen Aembalse@ de otra galaxia.
España por de contado en manos de estos gariteros
mercenarios, falsos pastores que nunca darían la vida por sus ovejas, como en
la parábola, se ha quedado
desespañolizada, azoguejo de atentados, batahola de inmigrantes, crujía de
lazareto al que van a parar todas las epidemias y enfermedades como el de las
vacas locas. Demonología y lemología se
dan la mano. Demonios y pandemias no nos van a dejar un hueso sano.
Era lo que pretendían y al final se salieron con la
suya, amigo Jesús.
El poder domina a su hueste por el miedo y el miedo
es libre y cuesta caro. Es la vara de hierro la que conduce al hato de
angustiados, cuerda de presos, cárceles virtuales por Internet, borregos on
line, que han rechazado la carga ligera y el yugo suave del Señor para
amordazarse a la argolla y al rodezno de la esclavitud de las monsergas que
pregonan un hombre un voto.
Eso siempre será sobre el papel, que en la práctica
ponen en juego su némesis.
Hicieron del terror y de la amenaza su más eficaz
dicasteis. Es táctica que sigue con entusiasmo y aplicación el nuevo periodismo
de la new lave o noval vague con tal de acumular méritos en inglés.
Un huracán, una carga explosiva que estalla en
nuestro barrio, las tarifas que suben, el hombre que muerde a un perro, la
cólera que avanza, los presos a la cárcel y las mujeres al poder, la chica que
violan en un desmamparo y luego la asesinan, eso noticia es. Estamos
delante de la caja de pandora, he ahí
los mimbres. Hay que dar carnaza, pero tú sabes al igual que yo, que he sido
corresponsal en el extranjero y me harté en Londres de hablar de la guerra del
bacalao, del duplo Heath Wilson y las peleas del sindicato con la patronal que
toda esa calderilla de lo que se llama actualidad no son cosas para ser tomadas
en serio, maniobras de despiste no más, la letra mata al espíritu, hay que
tener al ciudadano bien amarrado a ser posible por los felpeyos. El terror y el
morbo venden y así es como funciona la sociedad de masas.
Hace falta una segunda lectura onírica porque donde
dice información es desorientación lo que habrá que leer, paz en este reino de
la anástrofe en el que nos movemos quiere decir, cosa chocante, guerra y
conflicto, amor no implica buenos sentimientos y el sexo todo orgasmo. Andamos
al cabo de la calle, al final de la utopía. La revolución tecnológica sólo ha
conseguido aislar al ser humano en su cubil, volverlo más lobo.
A un paso del apocalipsis es la vulgaridad lo que
impera, corolario del círculo vicioso de la mentira y el engaño, cuyas armas
principales son la repetición machacona de una serie de supuestos echando mano
de la batología más tozuda y la tautología más vergonzante. Aquí de lo que se trata de esconder es la
cara del monstruo que quiere envenenarnos. Por eso hemos de comulgar con ruedas
de molinos, ser enterados de lo que ellos quieren, que les bailemos el agua en
una palabra, que hinquemos la cerviz, leyendo sus libros, su arte de casquería
y de venganza.
Y obran de esa manera porque las logias
washingtonianas y londinense piensan que Xto. Les resulta adverso y hay cosas
en Europa que se les resisten a pesar de sus éxitos. Si tienes la cabeza podrás
dominar a los miembros pero esas cuentas en el Cuerpo Místico no cuadran. Nos
queda el recurso de la gracia. Suben por la cuesta los diáconos entonando las
letanías, ya se escucha el temblor lejano y espectral de los coros.
Aunque Satanás se haya hecho periodista, según
pronosticara Andreiev, uno en su modestia sigue siendolo hasta las cachas. Bien
sé que nos han hecho cesantes como a los militares de Azaña al que citan y
tratan de imitar como si fuese un santo los jaques y prohombres de esta
Transición o Tránsito a garrotazos que sólo ha servido para llevar a cabo la
voladura ralentizada de España, burlarse de su cultura milenaria, infamarla,
pisotearla.
Es el odio a Cristo lo que les ha guiado a la
comisión de este genocidio cultural, de esta inmolación holocausto, de mi
patria.
Comprenderán entonces porque me parece Kissinger un
personaje siniestro, porque me inquieta el culo gordo de esa bollera
norteamericana que es el poder del infierno en minifalda. Se llama Magdalena
Albright, es judía de raza aunque no de nación y acaba de venir a Madrid para
hacer firmar al rey y a Aznar el ultimátum de rendición. Horcas caudinas para
la pobre y recatada España. Se ha tirado la vajilla desde un séptimo piso y no
se ha roto ni un cacharro. La maniobra de la manzana se ha efectuado con bicho
y todo, estaba dentro el diadoco en el día de su coronación y el arconte en su
garita dorada. )Aun más?
Sí; vuelven por sus fueros los sicofantas. Es
censurado todo lo que se imprime, todo cuanto sale al aire. La crónica de Caná
y la de la multiplicación de los panes y de los peces hubiera sido reprobada,
nadie la habría potenciado a ningún telediario, Goebbels en la memoria,
volviendo por sus fueros los argüidores carpinteros de una sociedad ánoda, de
encefalograma plano con invocaciones y repapilas constantes al gran Hermano.
-)Pero, hombre, cómo puede ser? ) No estás
exagerando? La gente vive bien, se echa coche, las tahonas trabajan toda la
noche, no le falta a nadie el pan por lo que no hacen falta ni
multiplicaciones, meriendas eucarísticas al aire libre. Tu pasión te obceca,
camarada. También es verdad. Aunque yo me meta tanto con esta sociedad, nunca
fue tan feliz, ni me faltó nada de nada. A lo mejor es que estás mal, pues
estaré, pero yo a lo mío dale que te pego.
Yo no me meto con nadie, denuncio la impostura.
Los del nuevo periodismo y aquí no me duelen prendas
están haciendo una guerra contra la buena nueva. Tú sabes quiénes son los
epígonos, los Lamas de mis quejas y como eramos pocos parió la abuela, enviaron
al encorazado Carrascal a Norteamérica que quiere morirse como corresponsal en
N. York, un lugar al que arribó en un barco de polizonte. Pisar tierra de Sioux y dejar de fumar fue
todo humo, que se había metido a los pulmones tres cajetillas de tabaco. Yo
mismo tuve la experiencia igual que cuando me tiraron a aquella zahúrda de la
calle 42, días difíciles madre, en aquel hotel lleno de negras y con un portero
que recordaba a los de los seriales de Inglaterra me dio por fumar, por comer y
por añorar mi tierra.
Ando estragado desde entonces. El choque que padecieron
mis nervios al enfrentarse a aquel país todavía me dura.
Una voz interior me decía que me tiré de un avión y
caí en la tierra del anticristo y fue salvado como tantas veces de forma
miraculosa por una fuerza secreta que no acertaré a definir pero que se
encuentra cerca y a mi alcance.
Había topado de manos a boca con el adarve del
gigante. El gran hermano preparaba sus sucios condimentos para envenenar a los
mortales, menús de vacas locas y espoletas de uranio empobrecido con efecto
retardado. Tienes que seguirme, Jesús. Has de comprenderme: esta oposición no
me la saco de la manga, soy un verdadero luchador contra la bestia.
No me pidas entonces que no saque a relucir los
sacos sucios de nuestros empresarios de la información porque de ellos
precisamente viene esa manipulación de la noticia que a uno le dan retortijones
en la barriga de sólo pensar lo que manipulan los muy torticeros y follones.
Algo les vuelve en un momento dado mentirosos compulsivos.
Con ellos al frente la miscigenación étnica, la caldereta
de religiones y la crudeza en grajeas que administran en los programas de
variedades, noticieros y coloquios que son monólogos en los cuales un señor
pontifica esta caldereta de religiones por ellos invocada puede acabar en sopa
juliana; ya la belleza tendrá poco porvenir.
La vulgaridad habita entre nosotros administrada en
sabias dosis de las grajeas de los telediarios, cuya pauta nos desborda puesto
que no parece correr a cargo de cristianos ni de españoles. Maltratan a la
nación, vejan su idioma, pisotean su historia, han entrado en nuestros fueros a
mano armada y no conformes con poco agregan afrenta a la herida al nombrar Jefe
de la Seguridad Informativa, comisario de la noticia, a un tal Maraña.
Comparezca con su barba florida y entre a reinar el rey del Mambo. Otra vez en
el círculo de tiza las brigadas de información, las milicias de vigilancia de
la retaguardia. Toma ya, qué carretón llevas Felipillo. Para mí que no has
pasado de ser un vulgar soplón, un mediocre periodista con un master en Columbia,
el meritorio de Cirilo que aterrizó en Nueva York diciendo que había que
cargarse a todo el Movimiento.
Lo entiendo ahora perfectamente lo que tu querías,
bribón, es algo de Meneo Socialista. Ya sé que eres un tipo muy peligroso y que
denuncias pero tus palabras no pasarán y vas a terminar colgado de una rama
como Judas.
Ahí tenemos a los inmovilistas trepando la cucaña y
saltandose el escalafón nuncios del tiempo que se termina, evangelistas de la
anástrofe, mercenarios del oro sionista que guardan the vaults of Wall street
con blindaje antinuclear.
No me callarán. Lo que tengo que decir lo diré:
forma parte de mi ministerio de diaconía, pinchad teléfonos, enviar vuestros
topos y vuestros sicarios, un tiro en el amanecer, un metro cuadrado en el cementerio
del Este.
Sois pocos imaginativos en vuestra pugnacidad
asesina, nada novedosos en la estrategia a golpes de yunque y martillo, lo
vuestro es el círculo vicioso, un laberinto del que no se sale nunca; claro que
mucho más sagaces que los hijos de la luz.
Hágase el diablo periodista, diplómese en judiadas,
abra sus cofres que contienen todo el oro del mundo para comprar todos las
naciones que venden al mejor postor los vendepatrias de ocasión que aquí a lo
que parece nunca se termina el tiempos de rebajas. Así y todo no se acabará
saliendo con la suya. A Lucifer su propia rabia lo vuelve impotente. Con
frecuencia se pasa de listo.
-Estás viéndola venir. Sin haberlas ojeado sé que
siempre te guardas una carta bajo la manga.
-Andreiev estaba dorado de una sexta percepción,
como la mayor parte de los rusos ortodoxos, para analizar el mundo desde una
perspectiva mesiánica.
-Tenía gran acuidad pero resulta algo triste. No hay que deplorar la belleza que un día
construí e inserté yo en los órdenes de arriba.
Sin embargo pese a nuestros coloquios íntimos y a
nuestros reparos de observador cansado que se ha sentado a la orilla del camino
lo cierto es que la obra del malvado tiene cada día aumentos, consigue nuevos
logros.
Con un decodificador de onda entre sus garras no hay
salida de emergencia. Atabernarse o morir que viene la avalancha: un vórtice de
imágenes que se afinan a la involución de creencias y a la angustia en forma de
llamaradas.
El tártago está en la salita. Bajar a la laguna
Estigia no es necesario con toda la familia aplanada sobre el diván, comiendo
para acallar el pánico. No se trata de espantar al gusanillo sino la mala
conciencia.
-Os han cogido a todos de pendejos.
-Ayudadme a salir del país.
-Pero si no ha lugar dónde hoy. Tengo bloqueados todos
los accesos.
La miseria se apoderó de mí en aquel instante. la
conciencia no hacía más que remorderme y un grajo se entretenía defecando por
encima de mi cabeza. Pasaban el último reportaje del hebdomadario, alfajores
después de la cena y la enésima taza de sopas para sepultar el recuerdo amargo
de las goteras de mi cuarto, y lo vi subir por la escalera, estaba más gordo y
fondón para que digas que en el oeste no os dabais buena vida.
-Os han echado al mundo para que os machaquéis los
unos a otros como él os ha machacado. Vivir es sufrir una eterna novatada.
La contingencia bramaba echando espumarajos por
entre los colmillos contra la Aseidad sin límites. Dios es el que es y no
necesita de ninguno de nosotros.
-Yo tengo el mando a distancia, yo controlo el
poder.
El zapeo nos había vuelto a todos seres decadentes,
suerte de mamarrachos del guiñol. eramos sujetos pacientes de una actualidad
que nos abruma y que nos desborda. El mismo horror cotidiano, la misma
serpiente que se muerde la cola, el monstruo del Lago Ness, una repetición
incesante y machacona de voquibles y de homónimos. Y tópicos hasta la nausea de
lo que parecen ladillos y son ladillas, el coronel no tiene quien le escriba y
crónica de una muerte anunciada, vuelve a casa por navidad.
-Ha pasado el carro de la droga. La batología
repetitiva que es el pan nuestro de cada día.
-Te has hecho periodista, Satanás y es así como
estás ganando la partida. Cuentas con un buen equipo de difusores de imagen y
como sobre eso tienes la lengua muy larga a ver quien es el majo que se te
resiste. Llaman a la violencia la
partera de la historia, pero tú eres el mismo tocólogo de la brutalidad y la
barbarie.
-One
day, you know, I had a dream. Ya sabes
cuál era mi sueños que sustituyeron de la pechina de las cúpulas de todos los
pueblos los camafeos que representan a los cuatro escritores sagrados: el toro,
el león, el aguila, el hombre y sustituirlo por el busto de personajes que
pertenecen al mundo de la gresca y de la briba.
-)Por qué haces eso?
-Porque ya no hay buena nueva. Nadie podrá besar al
final, una vez leída la perícope con la inserción sagrada del día, ni cantar
triunfalmente aquello de Aper evangelica dicta deleantur nostra delicta@. No
estallará el coro en un deogracias infinito. No hay coro, no hay que agradecer
nada, los evangelistas se han callado para siempre, las iglesias las hemos
convertido en muladares o en museos.
-Habéis puesto los libros del revés, ya te
comprendo.
Con qué insolencia hablaba Kakurgos, heraldo del mal
suceso y del peor acontecer. Es el ángel del mal del que defluye todo
infortunio.
Únicamente los que hemos estudiado griego tenemos
una capacidad para rechazar sus ataques. Saber griego es algo muy importante
para todos aquellos que militan contra Kakurgos, porque en ese idioma está
escrita no sólo el evangelio, sino toda la gran filosofía. Al diablo los
aoristos del jónico antiguo le abruman.
-Ah, la filomatía, ah la ciencia.
-)Cuando darás por terminado el sacomano de España?
-Ya queda menos. Tu aguarda el dictamen de los
obispos vascongados. Han pedido acercar a los presos.
-La madre que los parió están todos de buen año
arrellanados en sus sitiales, se les pone a todos cara de simposium
congresista, es lo que son congresistas de poca monta que se pasan la
existencia haciendo el memo y les creció la nariz y la barriga. Todos tienen
cara de peces gordos
-Los lobos cuidan del rebaño, mala cosa.
Los obstetras del mal, los esparcidores de cizaña,
todos son periodistas. Viven en simbiosis de concubinato con los prohombres de
la política. Todos a una gritan que el evangelio es una patraña al cuidado de
los estetas. Ya ha comenzado el sacomano de España.
Preterido el mundo grecorromano del que fuimos
paladines y adelantados los españoles por génesis y por historia sufrimos una
andanada a la linea de flotación, cuestionan nuestra razón de ser y andan
proclamando a los cuatro vientos muérete, España, que nunca debieras de haber
existido, tratan de hundir la barquilla que empezó a flotar en Tiberiades.
-Xto era un griego, para que lo sepas, que se
expresaba en arameo.
-Sí, el canto del gallo. Euforias bíblicas,
alectofonías, un canto del gallo sin fin cuestionable históricamente pero lleno
de cosas bonitas: parábolas, alegorías, antífonas, cosas poéticas. Una lengua
tan eufónica como la griega tuvo que dar al mundo muchos bardos. Un pueblo con
tan bellas palabras(ochi, mesoniktion, alectofonía, proi a la alborada) en la
cartera no puede morir. sin embargo, nosotros los videntes (idontes , teorusin)
de ese mundo fantástico parece que estamos acabados.
-Aquí huele a Galilea, al perfume del jacinto y de
la orquídea. Ya lñas flores tapizan las orillas del lago Tiberiades.
-La prueba del carbono las ha encontrado en restos
esparcidos por la Sabana Santa. El cristianismo
es una religión de poetas, (oh montañas de Judea!
-Donde el Hermón yergue su cono resplandeciente como
una antorcha de nieves perpetuas.
Plinio demostró que de esta región caracterizada por
un clima de contrastes sacaron los romanos sus hierbas medicinales
estableciendo sus primeros productos de farmacopea.
-(Oh lozana visión del paraíso!
Todas estas historias de los milagros lacustres que
empezamos a oír narras siendo párvulos en aquellas aulas de los cuarenta con el
Catón moderno sobre el pupitre y el AMi Jesús@ en el banco de la iglesia, como en esos decorados
tristes sólo aptos para una película de Garci, crearon en nosotros un anhelo de
belleza etérea, una sed de bien y de trascendencia, )cómo te lo diría? Partimos a la búsqueda del edén
poblados de buenos sentimientos, trocitos de cielo en la tierra. Idealistas
perdidos, estetas con vocación de santos, procuradores de un mundo feliz, en
nuestra periégesis llegamos hasta América. (Qué desilusión descubrir que Nueva York no era como
nos las pintaba el cine en blanco y negro, que Caray -con- Cooper que-estás-en
los cielos, objeto de plegarias se había muerto, que Marilín no era sino un
fetiche, pero los cámaras acertaron al enfocar sus caderas sorprendes, lanzando
besos con la mano desde el labio inferior con mucho carmín de guarrindonga para
el presidente, y eran cuando lo de la muerte de un viajante y de la maquina de
hacer el amor de Brodsky! Poco duró
aquella descubierta. No era lo que nos habían contado en las tardes de sesión
continua, pero la estética del milagro, la partida hacia un reino de fabula que
nuestra cinefilia inconsciente nos había puesto ante los ojos. El sexo, mucha
angustia y horror en nuestra vidas.
Nos llaman los del 68 pero nuestra generación se
aloró leyendo a Miller y a Orwell utopistas de la revolución sexual y de la
caza de brujas. Nos largamos a París por ferrocarril con un billete de tercera,
alguna tableta de chocolate para el camino con alguna botella de vino,
soñadores ya y borrachos perdidos, ATrópico de Cáncer@ y A1984" como libros de lectura. Nineteen eighty
four and the fucking machine. (Qué profetas, muchacho, adelantaban el paraíso feliz
y aquí todo el mundo está cogiendosela con papel de fumar, pensando en el
viagra! Ibamos de abanderados de la libertad sexual y nos han cogido de
pendejos.
Estábamos expectantes ante la llegada de esa fecha
cuando el mundo empezó a despertar a la revolución de los ordenadores. La
visión arcádica de nuestro futuro se compadecía poco con el decurso de la historia,
llegábamos empapados de fábulas y de ensoñación atiborrados de letra muerta y
oliendo nuestro cuerpo a hojarasca caída a un mundo ingrato y en el que se
hacían pocas concesiones a este tipo de licencias retóricas.
Al pasar por las escaleras de los colmados de la
colmena se escuchaban los cantos de preparación de la muchacha que quería pegar
un salto a la fama o del estudiante tímido con pinta de ex seminarista al que
ya le picaba la viruela de la escritura. La de una buhardilla proclamaba:
-Mamá, yo quiero ser artista.
Y en la celda de enfrente otra le contestaba:
-Y yo escritor, Mariquita linda.
Poblaron de fantasmas nuestra mollera. Tropezábamos
constantemente pero no nos dieron una segunda oportunidad. Hubo que aprender a
vivir hacia adentro. Quizás cometimos la torpeza de Pedro al querer deambular
sobre la superficie panda de un río cuando no las teníamos todas consigo y la
fe nos fallaba, pronto perdimos la verticalidad, unos se fueron a pique, otros
nos hemos quedado de náufragos, salvamos por los pelos porque la naturaleza
había instigado en nosotros un sexto sentido de supervivencia camaleónico.
-Flotamos sin saber. Eso también es un milagro.
Tú habrás tenido como yo ese barrunto de catástrofe
segundos antes de la zozobra. Pensábamos que se iba a hundir el mundo, pero no.
Lo que echaban a pique eran a los de nuestra flota. Barcos de papel, mundo de
sueños oníricos.
Entonces notas que una mano te agarra por la
cintura, alguien se te aparece de repente. mitos que salieron diapreados con
mantos y redingotes de múltiples colores, pero la fuerza que te atenaza cuando
te hundes es real; está ahí, entras en otro horizonte, te abruma una sensación
de angustia indefinible. Por dentro sientes en definitiva que tiene que haber
un dios. Y ya estás salvo, de nuevo a flote, galeote en la galerna a las
ordenes de un esparavel con instinto asesino que hunde el fuete sobre tus
costillas, remando y gimiendo en la santabarbara de una galera cualquiera
gimiendo y remando con otros cómitres.
-Señor, estáis ahí.
-Sí, )qué quieres, hombre de poca fe?
Escuchas la voz y retornas de nuevo a la empuñadora
del rebenque que es lo tuyo. Te desangras por los pulpejos de la mano pero
continuas a instancias de ese conjuro en la ciaboga que dura cuarenta, sesenta,
ochenta años. Muy pocos alcanzan la edad provecta del centenario, pero es la
máxima aspiración de todos los forzados. Aquí de lo que se trata es de durar,
ninguno quiere morirse, ni al papa que siempre recurre la sentencia cuando le
hablan de enfermedad, que ya andan por ahí diciendo las malas lenguas que
Wojtyla es inmortal, desde que firmó aquel tratado con Mefistófeles.
María Medianera, María que socorre, vice reina de
Jesús - que siempre su poder delega- en esta tierra. Ella es la encargada de
atender a esa súplica sempiterna de sálvanos que perecemos, que las tierras se
abren para devorarnos y que las olas furiosas se ciernen para conducirnos a los
glaucos espacios del abismo, hermosa mujer de misericordia constituida en nadir
y cenit de la economía soteriológica, baluarte de mis diaconías, dulzura y
esperanza nuestra.
De repente vuelve a alzarse el telón cuando
estábamos a punto de ahogarnos y el pesado sudario de la muerte que para los
humanos lo lacra todo estaba a punto de abatirse sobre nuestros ojos. La
secreta energía nos infunde espasmos de vida cuando ya se nos alargaba la nariz
y he aquí que resucitamos.
Yo he sido más de una noche difunto de taberna que
hace el patoso por ahí, estuve a punto de perder la vida, el crédito, la honra,
llegaba a casa sin la cartera cagado y meado, beodo furioso y viendo doble, y
todavía no me he explico cómo he podido arribar al hogar, acertar con las
llaves, ascender los peldaños de la puerta excusada- sneak to my bed, como un
personaje de las novelas de Grajan Green- en la alborada de luz lechosa tras la
farra sin que se despertase mi santa. )Quién guió mis vacilantes pasos en la hégira de
vuelta a casa permitiendome que aquel moro que me salteara me robara hasta la
camisa pero sin pinchar mis carnes laceradas por el dolor, soy de los que busca
una tregua en las copas y en las cráteras, unos dirán que fue san Martín
bendito patrono de los que soplan, el que a los desnudos tiende un capote. Bien que se ha gastado en tela el santo
obispo para venir en mi auxilio con su paludamento de tantas mitades para prestar
los primeros socorros de peregrinación por los vasos, el vapor del cristal y
los tropezones de mis zapatos, relentes guadarrameños, guardias y
desesperaciones, pero no quiero volver a casa, soy, Dios mío tan infeliz. La
noche iba arrastrando su peplo de luceros arriba, abajo el temblor de la edad
bajo la estridencia alborozada del canto del gallo y la llegada de la aurora
con sus encendidos rojos, en total las cuatro partes del pervigilio que se
pasaban sin sentir.
Sí, yo he sido difunto de taberna, me mareé por los
figones y cuando me caía y estaba de bruces sobre el brocal del suicidio y la
desesperación venía san Martín a echarme un capote. Él es el santo mayor, símbolo del
cristianismo, nuestro capitán de Panonia. Oídme, cristianos a punto de pasaros
al moro que os cortará los dedos de los pies para que no vayais a la taberna, a
ninguno como él encontrareis en la religión de Mahoma. Divino obispo de clámide inmensa, todos cabemos en tu
alquicel incluso los pecados coacervados por la iglesia, desde el tercer canto
del gallo, la alectofonía triunfal que señaló el comienzo del final de la noche
pagana.
El catolicismo es la verdad porque ninguna otra
religión es capaz de desplegar santos tan atrayentes para el hombre caído como
san Martín. Los que ofrece el islam y algunos del talmud son impresentables o
retorcidos en un ramadán fanático. Que el ser humano es bastante cosa nos lo
presenta el ejemplo de los pobrecitos borrachos dormidos por las esquinas
mojados de ginebra. El orgulloso no bebe.
He sido como digo el guiñapo de las puestas del sol,
la cabeza cortada de un eccehomo clavada en la picota, pero tú habrás notado la
sombra de la promesa cernerse sobre ti, que nunca podrás caer, ya has caído, al
pozo hondo del psique en ,medio de estentóreas carcajadas. Atruenan las
gargantas, llueven los gargajos, de aquellos para los cuales no significamos
sino espectáculo de irrisión por llevar la locura de la cruz a cuestas.
En este periodo juliano entre las dos pleamares, que
es la vida del ser humano, la lucha entre Ormuz, signífero del bien, y Ahrimán,
compendio y cifra de cuantos vicios y maldades hay, se nos presenta
impostergable.
En la vida y personalidad del perínclito Jesús se
converge ese aspecto de dualidad opuesta que marca la trayectoria del mazdeísmo
y de la pléyade de creencias y mitos anteriores a la primera venida. Aparece
como un superdotado de fuerzas que se restringen al karma perfecto: la
precognición, la clarividencia y la telequinesis.
El paseo sobre las aguas y el convite en la pradera
se nos muestran como evoluciones carminativas de esa energía inherente a sus
facultades, halo de salvación, salud que se derrama, luz que vence a las
tinieblas del ser perfecto.
Pero estas taumaturgias presuponen una amplia
capacidad de concentración: los rayos áuricos que se esparce de la silueta del
que reza, porque él fue sobre todo un orante (proseujomenos). No arrojaba al
inmundo en nombre del propio Inmundo, según los dicterios de los fariseos, sino
para demostrar su señorío sobre las leyes del pecado y de la muerte.
Representa el desquite frente al mal y ahí está la
clave de la fe del que espera su galardón, el desquite al cabo de todos los
sufrimientos, esta bufada de aires de contrariedad.
Entre las soeces deprecaciones, juramentos y
avenidas de la sinrazón etílica que arrollan las rieras del alma dolorida del
beodo, se perciben todas esas otras frases que fueron el pie de foto de los
capiteles historiados, de los tímpanos alegóricos, explicando una serie de
milagros cuya recitación empezó temprana y lisonjera en la tierna edad, siendo
dovela de esperanza, contrasalmer de fortaleza, apófige de la columna fidel,
dulce susurro de ama de casa que se ha dado cuenta de que Ano tienen
vino@.
Señor, hemos trabajado toda la noche sin sacar nada.
Te habíamos perdido de visto. )Dónde estabas? Es él. Señor, sálvanos que perecemos.
Tu fe te ha salvado. Vete y no peques más. Mi madre de la tierra nunca me ha
querido, siempre me humilló y me puso en ridículo ante las gentes, yo no era lo
que ella esperaba de mí. Sin embargo, mi madre del cielo me protege. Tiene que
haber un Dios que castigue tanta justicia, por tanto hueso quebrantado y por
tanto cuerpo dolorido. Hijo, tu fe te ha salvado.
Los prodigios y terapias inexplicables se operan
mediante la imposición de manos . Antes hubo un conocimiento anterior emanado
de la armonía del cosmos. La ontogenia de sucesos tan poco frecuentes como la
transubstanciación
4 de enero de 2001
CARTA A UNA
COSACA
9 de septiembre de 1999
Sra. Asia Safina,
Conductora y redactora del programa AMosaico@,
Moscú
Piedras Vivas, Villafranca del Castillo
Mi querida y admirada Asia:
Ayer día de la Natividad de Nuestra Señora recibí su
importante y bella carta, enviada el tres de agosto, en vísperas de la
Transfiguración. Ha sido una gran alegría a la vuelta de mis vacaciones en el
campo. He regresado con mejor estado de ánimo que marché y mejor de salud. Su
misiva ha contribuido a acrecentar el estado de euforia y esperanza que tanto
necesitaba yo. Gracias infinitas, hermana del alma. Y que Dios le pague tanto
bien como hace a través de los micrófonos esparciendo la palabra de vida, la
solidaridad humana, el arte y la concinidad insigne, que vuelve a la querida
emisora radial moscovita un oasis de paz en medio del marasmo de inmundicias
que plaga el éter. Algún día el bien, la bondad y la belleza que os
caracteriza, y que es vuestro código de conducta profesional, vencerán.
Los pasados meses, mientras yo manejaba el dalle y
el serrucho para segar la hierba o apilar la madera para el invierno, con la
grabadora cerca, sobre un caballón del terreno o alguna rama, dejando que
sonasen algunas cintas tomadas de la radio AVoz de Rusia@ la noche de Pascua y algunas emisiones de AMosaico@, siguiendo
la voz enamoradora de la Ivanova o los melismas y codas del diácono atacando
las letanías o la AQuerubinskaya@(el canto del
Querubín) pensaba yo en una frase de Nietzsche@: Todo el oro y el progreso técnico de Occidente yo
lo daría por esa melancolía rusa que alienta en sus coros@.
Pensad vosotros en esta frase del famoso germano
cuando os invada el desaliento o la desesperación: Rusia es eterna. No puede morir,
aunque tenga que portar su cruz y soportar los escarnios y soeces insultos del
Lithostrotos, como hizo Jesús. No hay otro pueblo en la tierra que se sienta
tan poseído de ese afán de trascendencia mesiánica. Rusia, mirando su historia,
su literatura, o a sus propias gentes, no es más que Aalter Christus@(otro Cristo). Está empapada de soteriología. De
allí vendrá la salvación. A mí no me cabe la menor duda. )Cuando? Esto
es tan irrefragable como imponderable, porque los días del Señor no son
nuestros días, ni sus caminos, los nuestros. Porque Él utiliza otra vara de
medir.
Me ha agradado sobremanera su carta, porque su
palabra escrita, como la que vuela en sus emisiones, es mi forraje espiritual,
lo que llamaban los romanos frumentum (trigo, _9,k). Piensen que el mundo vive en vigilia con las antenas desplegadas, y
que nada es inane, y todo cuanto ocurre, se dice o
se hace, tiene una repercusión estrecha en nosotros. ANi un cabello se caerá de vuestras cabezas sin el
consentimiento del Padre que está en los cielos@, nos advierte el Salvador. Dios no quiere las
guerras ni tiene nada que ver con la maldad congénita del ser humano, pero
consiente todos esos males (guerras, enfermedades, desgracias, enconos,
recelos, homicidios) que comete el hombre de todos los tiempos a instigación
del Maligno.
Comprendo que el mundo está pasando por instantes
aciagos. A veces no quisiera yo que se hubiese inventado la televisión.
Habiendo interrumpido esta carta para subir a almorzar, encuentro a mi esposa
de un humor de perros, mi hija mayor me pega voces y hasta me ha levantado la
mano, y en las noticias de las tres pasan imágenes de un nuevo horror en Rusia:
el atentado de los fanáticos fundamentalistas que han volado un bloque de pisos
en Moscú. No cansa la bestia inmunda en su sed de sangre inocente. Por si esto
fuera poco, ahí están los terremotos de Capadocia y de Atenas. (Qué
horrible! )Estará Dios
enojado con nosotros? )Por qué no hay paz en los hogares y las familias
están deshechas por la droga, el adulterio, el consumismo egoísta, los malos
quereres, y la risa perenne del Callidus (otro
nombre para designar al diablo)? Gospodi pomilyui nas.
Tengo puesta una vela ante el icono de San Nicolás, y otro ante el altar de la ABagoroditsa@, la Bendita
Madre del Dolor, y ruedan por la pretina de mi grabadora las preces del oficio
de Vísperas Ortodoxas. (Señor, misericordia (
Durante estos meses estivales he seguido los viernes
su programa. Me gustaron muchísimo los referentes al Monasterio de Valaam y
aquel en que hablaba de Tartaria. Tuve mucho gusto en conocer que sois oriunda
de aquel país del kéfir, los cosacos y la noche pura de la estepa con sus
llanuras inmensas donde crece el aciano y todo género de plantas aromáticas y
oficinales. Es una tierra que no conozco pero con la cual estoy familiarizado a
través de las copiosas lecturas. Turguenev nos la describe en ADiario de un
Cazador@y está
también en Pushkin y en Gogol que habla de la vida sufrida y campestre en los
kyrenes. Por eso es también Asia Safina tan grande amazona. Los caballos y las
habilidades desultorias lo lleva en la masa de la sangre. También, la pureza y
la pasión del aire finísimo de la estepa... Ah, (Si yo volviera a nacer me hubiera gustado ser atamán
y mandar una sentnia de jinetes hidalgos! Iríamos por el mundo a deshacer
entuertos, defender doncellas, y batirnos con los tiranos y poderosos que
oprimen al desamparado. Sí, Asia Safina: tengo algo de Quijote. Razón lleva en
lo que dice en su carta.
Seguí la emisión en la cual la Gran Ivanova
entrevistaba a Manolo G. Moscote. (Pobre Colombia! Verdad es lo que dice Bulgakov en la
AGuardia
Blanca@ que han
ganado los americanos. También allí.
Observo que en cada una de las entregas del AMosaico@ das los
mejor de ti misma, en auténtico A tour de force@, sin ninguna concesión a la vulgaridad o al
desencanto. Es usted una dama de temple. Animosa, muy inteligente, políglota,
entregada plenamente a su trabajo. Le pido al Misericordioso que le siga
iluminando para que AMosaico@ siga alegrando las ondas hertzianas y siga siendo
una emisión tan cordial y diáfana como su productora.
Su carta la entendí plenamente, aunque con el
diccionario. El ruso es una lengua muy clara y concisa. Se parece algo al latín
porque condensa los conceptos sin necesidad de excesivas palabras. Como no lo
practico, ya se me va olvidando, pero hay muchos vocablos de su misiva que me recuerdan
el ruso eclesiástico, que para mí es la más bella de todas las lenguas.
Ya sé que en mi ensayo sobre Pushkin hay aspectos
contendibles como relacionar la obra del gran maestro ruso con la actualidad de
hoy, pero en todo gran escritor late siempre el alma de un profeta, aunque sea
un alma laica. Sus descubrimientos sobre el comportamiento humano vale tanto
hoy como para la sociedad de hace dos centurias para la cual va dirigida. Cala
muy bien en los aspectos más salientes del temperamento ruso: su valor, su
patriotismo, su abulia, o la inconsciencia de la alta sociedad peterburguesa
cada vez más separada de los pobres Amujiks@. Predijo no sólo la victoria del pueblo ruso en las
guerras napoleónicas, sino también la revolución que sería un lavacro para
purificar todos los pecados de la sociedad. Pushkin se alzó también contra la
mentira e intentó impulsar a sus contemporáneos a una vida del espíritu, para
que vivieran en comunión con la naturaleza, y se perdonaran unos a otros.
Hicisteis bien en celebrar el bicentenario de
Pushkin, que por desgracia ha tenido en España no tanta repercusión como
hubiera sido deseable, porque este poeta eslavo engrandece al género humano.
Muchísimas gracias por los sellos. Son bellísimos.
Los guardaré como un talismán conmemorativo. (Qué buena y qué generosa ha sido usted, hermana
Asia, para conmigo! (Cuánto me gustaría poder saludarla en persona! Por
desgracia, esto hoy no es hacedero, aunque para Dios no hay imposibles.
Reconozco que a veces utilizo vocablos poco
accesibles, pero es que me gusta que el castellano, que es también una lengua
cargada de riquezas y de matices, no sea una lengua muerta, pero tomo nota de
sus advertencias y hago la correspondiente auto crítica. Teresita de Lisieux, a
la cual tienes delante del espejo, ella os protegerá. Ella haga caer sobre mis
amigos de la Voz de Rusia su lluvia de rosas, porque la monjita francesa sabe
mucho de sufrimientos y de luchas, ofrecidas al Esposo por la salvación del
género humano.
Suyo afectísimo.
PS. En relación a mi seudónimo que lo elegí a
propósito. Millán porque así se llama un monje blanco que es el patrono de
Castilla. Sacramenia, porque es el lugar de donde soy natural, en la provincia
de Segovia, donde fue fundado el primer monasterio del cister el año 1.132 por
donación del rey Alfonso que estableció en esta región una especie de anillo de
oro o cordón sanitario contra las algaradas sarracenas, muy frecuentes entonces
y puede que ahora, porque tenemos al Islam a las puertas de Europa. La guerra
de Kosovo no ha sido más que un pretexto. )Recuerdan la Batalla del Mirlo en 1349 y la muerte
del buen rey cristiano San Lázaro que fue martirizado en Constantinopla? Kosovo
creo que en eslavo significa mirlo de igual modo que Sacramenia quiere decir
muros sagrados (sacra moenia) en latín. Y Artedo por un valle de Asturias en el
que he sido feliz y del que acabo de volver ahora. En cualquier caso, no creo
que de Millán Sacramenia Artedo hablen muchos los profesores de literatura en
lo futuro. Soy un hombre insignificante, acaso un mal escritor y un periodista
mediocre. Sin embargo, en mí alienta un fuego grande que es el de dar
testimonio de Cristo ante mis semejantes.
Queden todos con Él, para que proteja a Rusia de sus
enemigos, y a España que está todavía peor, aunque muchos no se lo crean. Esta
es por lo menos mi opinión. Dios tenga piedad de todos nosotros.
EL ASALTO A LA DESTILERÍA DE
JOSÉ MAYORAL
(Yo me marco un prólogo)
Pepe Mayoral la primera vez que topé con él en los
veladores del Café Gijón, que, ya, por desgracia, no son lo que se dice un
Helicón de las Nueve Musas sino varadero de eruditos de aluvión, literatos de
acarreo, y alguna que otra niña pija heredera de aquellas chicas Atopolino@ que yo
conocí ((qué viejos
nos hacemos, pardiez!) me impresionó por su porte digno, esa honradez y
modestia del intelectual nada vociferante, que siente su compromiso con la
verdad y lo asume, y una mirada penetrante, casi de berbiquí, propias de los
que catalogan la realidad. Los ojos azules de este rubiales humanista son un
parapeto de la inteligencia.
Es la mirada
de todos los pintores. Como Picasso, como Gauguin, como Cezanne. Mayoral, más
que ojos, lo que despliega son dos taladros. De ahí que todos sus libros sean
tan Avisuales@.
En ellas la palabra adquiere un perfil plástico de
colores rompedores, que capta cuanto rodea al autor. Cincela y pincela el
entorno. Por eso, los mejores novelistas son aquellos que han conseguido
imprimir a sus creaciones un tempo cinematográfico.
Este extraño AAsalto a la Destilería@ es un grito del genio en el que se contiene lo Adejá vu@ en
narrativa:(Joyce, Beckett, Kafka, Dostoievski, Faulkner) con algo que es
completamente nuevo. Mayoral aquí, al escribir este relato mayor, en el cual los
que tienen paladares para la buena literatura pueden advertir retumbos del eco
de Baroja, Valle Inclán, al que supera por lo esperpéntico de algunas imágenes,
Gómez de la Serna, al que deja atrás al ir devanando sobre la novela
escalofriantes greguerías, sólo puede ser igual a sí mismo.
AAsalto a la
destilería@ es una
sottie, que diría Gide, o una farsa medieval al estilo Chaucer, y ,si se quiere
un danza de la muerte con ingredientes del género urbano, o de la novela negra.
Ante los ojos perplejos del lector se cruzan agentes del FBI con las vueltas
del cuello de la gabardina subidas, el naranjero oculto bajo la chaqueta, pero
que, incapaces de matar una lombriz, se nos muestran completamente inocuos. El atraco a la
factoría no se resuelve en resultado de muerte. Es un desiderátum en la novela
que nunca se consuma. Nunca tomaremos el objetivo. Seguiremos bebiendo hasta
reventar. No somos más que una inmensa cañería.
A lo puro, los disparos de metralleta todo lo más
que consiguen es hacerle un agujero a la duela de la barrica de roble de la
enigmática fábrica donde se lleva a cabo la cohobación en alambique para luego
quitar el gollete a las botellas en los lugares de alterne, o ser la causa de
úlcera de estomago de alguno de los personajes, de tanto empinar el codo. Nos
encontramos otra vez, como en los mejores textos de Felipe Roth, con la
parábola del Asanto bebedor@. Mana, en lugar de sangre, alcohol, del alma y del
cuerpo de los hombres pero dicen que el vino es sangre de Cristo. Por eso, el
libro tiene un no sé qué de eucarístico, de reconciliación con la vida y con el
perdón, que puede constituir el mejor conjuro contra este tiempos de augurios
apocalípticos, de amenazas y de revanchismos en el que estamos inmersos.
Sorprende la agilidad del dialogo, y el grado de
interacción, merced al cual los planos de la realidad espacio/tiempo quedan
superados y sobreseídos. En un párrafo nos encontramos en el Shepeherd Bush
londinense y al siguiente corretea nuestra imaginación por los desmontes de la
Dehesa de la Villa. O sentimos añoranza de Tembleque, donde se sitúa el punto
de fuga o de huida.
El estilo está salpimentado de codas en inglés, un
idioma que posee el autor, y en otras lenguas. Esta capacidad de adaptación a
un castellano que se está transformando a causa del avance imparable del
monstruo lingüístico que nos acerca a la realidad de Babel materializada en ese
Aspanglish@ ovante en
nuestra conversación cotidiana de unos años a esta parte y que los de la
generación del 68 fueron los primeros en captarla, es el sello de un habla viva
que se acerca.
La novela está escrita en tono de elegía. Es un
treno por una civilización entrecogida y vista por los forros de la solapa, que
es como hay que ver las cosas, que desaparece y un país que se deslíe en la
propaganda consumista de Aby lines@ como morralla fina que pasan al tejido celular del
habla de nuestros jóvenes que empiezan a no saber quiénes son y a qué mundo
pertenecen; nuestro idioma, nuestro mundo, está contaminado de un virus de
muerte.
Para sintonizar esa lengua que nos invade ya tiene
Mayoral oído fino, fuera de la común. En todo gran escritor hay un buen profeta,
un zahorí y un anestesista.
A veces, podríamos llegar a creer que carga la
suerte, y que el autor, rebosante de genio, parece víctima de su propio éxito
imaginativo. Pero el tempo no decae en medio del marasmo caótico de imágenes
como lava incandescente que se superponen y se suceden vertiginosamente para
desembocar en una especie de delta de piedad cervantina donde afluye el gran
río de los flujos de conciencia visionaria de este hombre bueno y silencioso al
que, cuando uno lo ve acodado en la Aburladero@ de ese coso taurino, más que café, donde hay tantos
que embisten ( Mayoral sólo dialoga) nunca se pudiera llegar a pensar que
estuviese penetrado por una imaginación tan volcánica.
AAsalto a la
destilería@, aparte de
una composición que supera las lindes de la novela, es un exorcismo, en el que
su autor conjura a todos esos madrigados miuras, que atropan por norma, y que
primero disparan y luego hacen preguntas, a que entren al trapo de la razón, y
no vayan al bulto del argumento ad hominem. Ya es lástima que hoy, disfrazados
de demócratas, pululen y ululen tantos Hijos de Adolfo. Las viragos, que no vírgenes, de cuerpos
gloriosos y de almas en pena-su presencia nos hace pensar en aquel debate
medieval sobre si en realidad existe un alma femenina de la misma manera que
puede existir un alma canina, caballuna, o felina- con mucho sexo y poco seso,
y a lo mejor ninguna de las dos cosas, porque hay demasiado escaparate e
impostura, mucho pose, están ahí, haciendo pasarela. Rocíito se ha metido a
puta. Todas quieren salir en la prensa rosa. Mira que os lo advertí. )Qué luego os
las mata a golpes alguno de los extremeños celosos? )Y qué esperabais, ilusos? El que siembra viento
recoge tempestades. Esto de la violencia conyugal, que algunos han empezado a
llamar acertadamente de Agénero@ (como masculino, femenino y epiceno) forma parte de
vuestra demagogia, de vuestro proyecto de dominación universal. Habéis acabado
con la palabra. Ahora queréis suprimir el amor.
Quizás sea esta la hora de la bestia. La serpiente
transformista que ya no quiere ser artista, ay mamá, sino que se nos alobó en
el feminismo.
Mucho sexo en apariencia y poco seso. Por eso, hoy
los del 68, que nos considerábamos unos tipos bastante inteligentes, no nos
comemos una rosca, y es que la verdad ni nos seduce ni nos apetece. Se ha
perdido todo interés. Han echado bromuro en el vaso de Cocacola. El cabrón de la muerte ha intentado ante
nuestras propias barbas asesinar nuestros sueños y matar la vida. A las novias
que amábamos las ligaron las trompas de Falopio. Si nos quitaseis de ahí en eso
esas esculturales jacas a la hora de comer, si la Campos, menos globos
percheleros, no se plantase tanto en jarras guarras, y nos dieseis a las
modistillas y plantadoras o a las queridas pupilas de la vieja Echegaray o de
Ballesta, volvería a nosotros el ahínco del deseo. Quizás sea esta la causa de
nuestra baja cota de natalidad. La española cuando besa ya no besa de verdad.
Se ha vuelto machorra. Las parideras del redil patrio están vacías. No queremos
traer, hijos al mundo. )Por qué? Dar a luz nos resulta un tanto machista, )guapo? Ya sé adónde queréis ir a parar, hijas de mi
vida: al conde que todo lo enseña y nada esconde. Eso es.
Era necesario
que haya voces disconformes con el AEspaña va bien@ y oigan en berlina a los organizadores del pase de
modelos; les ha quedado un país como muy coquetón pero sin medula, y no es eso,
no es eso.
La vida literaria, reflejo de nuestra anémica vida
política, dominado por algunos cuantos caudillos del Palacio de los Leones y de
la Media Luna Cibernética -todos se están haciendo a estas horas una gallarda y
se masturban irremisiblemente como se masturbaban los del 98, inane ejercicio
el de la masturbación como es el de la demagogia- recuerda a esa catasta donde
los romanos exponían a sus esclavos.
Viene la Noemí Campiello moviendo el caderamen, rumbosa e imperturbable
cariátide y nosotros nos amagamos en un rincón ante el empuje de esas otras
hijas mías de mi vida, porque el tronío y la crija de esa inglesa de ébano no
hay quien lo aguante, pero no la podemos llamar tía buena sin ser calificados
de machistas. Los rumbosos taconazos de las modelos y la cara de acusica de las
rubias bustoparlantes que recitan en un tono de voz homologado de plañideras de
la información, asomadas a las lúgubres ventanas de los telediarios, que se repiten
y son siempre iguales a sí mismos, son como golpes en la pared que nos avisan
de lo que se avecina. Su gesto imperturbable nos recuerda al de los Agauleiter@ y al de las
valquirias nazis. El ocaso de occidente sólo nos puede llevar y de qué manera a
una nueve noche de Walpurgis.
Para evitar esa sinrazón de tanta trampa y de tanto
cartón piedra, de literatos de relumbrón, y de periodistas de acarreo, ahí
están con esa dignidad de entrega total a la literatura escritores como José
Mayoral. El dictamen o casillero en el que son calificados hombres honrados- su
rostro recuerda al del Justo de Israel - no les exime de seguir en la brecha,
siendo la sal de la tierra, y el antídoto contra la ramplonería y mediocridad
ambiente.
No es más que una jugada del sistema pirrándose por las medianías, que los prefiere
pastueños, mansos, acomodaticios, con poca conciencia y, a ser posible, lerdos;
en esta sociedad un inteligente nunca medra. Aquí no hay que pasar de listillo.
La cara asnal de nuestro premio Nobel es una especie de radiografía de este
tiempo de desvergüenza. Sucede que escritores de una sola pieza como Mayoral
tienen dificultades para encontrar editor, mientras que el burro de Balaán
sigue viviendo de las rentas, de la paja que arrebató en pesebre ajeno, y a un
chisgarabís, con tal que se llame Terencio, se adorne la calva con un bisoñé,
se lo jalea y rubrica con contratos millonarios.
Pero la verdad no solamente os hará eternamente
libres sino que la encontrareis en la luz que acampa bajo el celemín.
Conozco ese deambular peripatético, que se refleja
en la novela del autor novel, y negativas de guante blanco que llenan el alma
de desespero y de conciencia de fracaso. Nos consuela que los herederos de los
que nos dan con la puerta en las narices ya aserraron a Jeremías, sacaron los
ojos a Amós, dilapidaron a Isaías y a Cristo lo clavaron de un madero. La
incomprensión forma parte de la lista de los gajes del oficio en un
escritor. Estamos ya curados de espanto;
supimos apencar con las consecuencias de la ordalía. El fuego de los
inquisidores ya no nos afecta, hemos conseguido cruzar la parva en ascuas a pie
enjuto. Nuestro compromiso con la literatura es una perpetua Noche de San Juan,
transitada de viejas canciones, porque la música es un manso ruido escuchado a
flor de agua. Nuestros pies desnudos huellan las brasas. Y no sólo eso, sino
que también somos capaces de cargar con un compañero a cuestas que ha quedado
difunto de taberna a causa del vino caro que venden en el Gijón, sobre todo
cuando nos lo sirve la bandeja de un camarero socialista que encima nos sisa en
la vuelta. Uno que escribe siempre ha de sentir ese aldabonazo de conciencia
mesiánica. Todos tenemos un poco la vocación de San Cristobalón. Queremos
salvar el mundo o justificarlo, desentrañarlos, sin saber cómo. Pero siempre
nos encontramos con alguno de esos pincernas que te desvalijan a poco que te
descuides.
Un milagro permite que nos lavemos en un charco la
cara y que veamos nuestro rostro reflejado en las aguas puras de la Fuente
Castalia. El arte empieza con Narciso consternado por su belleza. El hombre es
un enigma.
Si Baroja dijo que ya ha pasado el tiempo de los
milagros, a mí me parece que al bueno de Don Pío se le fue un poco la mano; los
milagros existen. Uno de ellos pudiera ser que Mayoral y otros escritores de
raza no se hayan rendido. No han quemado las naves, no rasgaron las filacterias
ni se resignan a entregar la cuchara. Al fin y a la postre, el Covenant bíblico
es un poco el compromiso de Dios con los desheredados de la fortuna, con los
que sufren y son víctimas de la injusticia.
Un día seremos todos rehabilitados. Así lo anuncia
señaladamente el canto del AMagníficat@, algunos de cuyos ecos tiene resonancia en este
texto, donde los personajes largan parrafadas constreñidas a un rigor de
imágenes ardientes como en Carros de Fuego, como si ya Elías estuviese de
vuelta entre nosotros. Otra vez se escucha el verso de A et
exaltavit húmiles@.
Ojo, que en este asalto a la fábrica de los zumos
etílicos -alegoría del hombre moderno que se pasa media vida en el bar
arreglando el mundo o huyendo de su propia sombra-, hay mucho mensajes en
clave. Para descifrarlos, conviene leer este fabuloso caudal de vidas que se
entrelazan. Hay veces que una palabra, sobre todo si está transida de aliento
profético, puede hacer más daño que el fuego a discreción de la boca de cañón
de una metralleta.
)Qué más?
Mayoral, como
su mansedumbre ensimismada lo dice, y su apariencia de inquilino recién
desembarcado del portal del falansterio de la renta antigua lo corrobora, no
haciendo de otro alarde que el de su inteligencia, no tiene esa nuez de Adán
tan estragada de esos nuevos D´Artagnan de nuestras letras, con espadachines y
mosqueteros saliendose por los forros y las guardas de su libros, pero ha
demostrado que sabe llevar una novela de acción, acción interior, y conducirla
a lo largo del relato. No es tampoco maricón, que hoy es lo que más lleva, ni
era de los que le arrimaba las putas a Emilio Romero cuando era joven. No;
nunca se ha supeditado Pepe a los serviles oficios de mamporrero, ni se ha
colocado como Cela una@ yamulka@ en el occipucio el bueno de Mayoral, -él que tan
judío es - y no hagamos juegos de palabras porque aquí hay algunos muy dados a
confundir la velocidad con el tocino, y a judíos con jodíos- carne de dolor,
sangre de Israel. Pepe es un tipo normal, con esa normalidad que suele ser
albergue del genio, y un genio bueno y civil debe descansar en las recamaras de
su imaginación para haberse sabido mantener limpio entre tanta podre.
Y es ese ángel bueno que le anima a escribir a
Mayoral es el que nos dice a todo que ya basta, que lo que necesitamos es
perdón, más alternancia y menos revancha, y, hartos de crispación lo que menos
necesitamos son menos insensatos que ahuecan o impostan la voz cuando se
dirigen, altisonantes, como esos poetas ripiosos a los que colman de premios
cervantes, hacia nosotros. Pero nos tendrán que cortar la mano, si quieren que
dejemos de escribir
Seguiremos bebiendo vino - joder el chato se ha
puesto a 250 pesetas- y Agijoneando@ que viene a ser una forma del hay que joderse
madrileño, porque ser cliente de ese club requiere sus buenas dosis de
masoquismo, haciendo la vista gorda cuando el camarero creyendo que estamos ya
trompas nos sisa, mentira de monedas en
un plato con el vuelto de la cuenta, y escuchando los zeugmas, metaplasmos,
metátesis y otras figuras de dicción con que nos dispensa el Cerillero, quien
presta el dinero por otra parte con un recargo del cincuenta o el sesenta por
ciento. Hay que aguantar mecha y padecer los agiotajes de la usura y los
sablazos, o las intemperancias del falso amigo que nos pasa la mano por el lomo
y luego el canalla nos insulta, pero no va a ser cosa de que por un provocador
cualquiera, Adolfo, Adolfo, vayamos a sacar el Mágnum. Prefiero un baño de
whisky a un baño de sangre. Pero estamos acostumbrados a sufrir. Somos carne de
escritura y carne de dolor y toda esa carne dolorida se cura con vino con
sopilla.
Siempre será mucho más incruento el allanamiento a
una cervecería que a un convento. Al atacar una destilería-ese es el verdadero
mensaje de esta novela- lo que se trata de evitar es que lo que en realidad
pase, por esa transposición de términos entre cuento y razón, que vuelvan los
energúmenos a pegar fuego, pongamos por caso, a una sinagoga. Es lo que
verdaderamente puede suceder si no andamos listos. Un escritor de talento como
es Mayoral aquí lo que hace es un conjuro contra el Aarson@ inicuo de los que ya traen la tea en la mano, los
apóstoles del odio sistemáticos, los retoños de Adolfo, inútil total y para
colmo sifilítico, a los añafileros de Moloch, con puestos relevantes en la
Administración, que fichan en algún periódico sacamantecas o salen todos los
días a la palestra en la televisión.
Este AAsalto a la destilería@, novela mayor de José Mayoral, que ha publicado ya
otros tres libros, porque una novela es como una abrigo de pieles que se compra
a la querida, es una purga contra la pedantería, al tiempo que avisa de forma
clara a todos los mareantes.(Oído al parche! El alcázar nos se rinde. Si pensáis
que vamos a dejar de escribir, porque a vosotros se os antoje, lo lleváis
claro.
FIN
indice.
I GARRAFATINA........................... 1
II RIUDAVETS EN LA CUESTA DE LA
SAPIENCIA............................... 8
III LAS CORRUPCIONES DE JESÚS TORBADO Y LAS
MÍAS................................ 14
IV YO CREO EN
LOS MILAGROS............ 52
V CARTA A
UNA COSACA................. 93
VI ASALTO A LA DESTILERÍA.............. 95
FE DE ERRATAS.
ERRATA SIC CORRIGE
pag. Lin.
45 50
queja teja
76 51
patogenesis partogénesis
83 35
egoismo altruismo
84 40
paredes Muros
90 11 que
Caray con Gary Cooper
INTRODUCCIÓN
Según la tradición escolástica el milagro se define
como opus sensibile stupendum, contrarium ordini vel cursui consueto naturae(
el milagro es un hecho extraordinario o e inexplicable contrario al orden o al
curso consuetudinario de los acontecimientos de la naturaleza). Hay una serie
de requisitos que hacen al milagro indefectible: demuestran la santidad y
omnipotencia de Dios y actúan como refrendo de la verdad, para diferenciarlos
de aquellos que son obra de las fuerzas impuras, que el diablo también tiene
facultades para obrarlos. A tenor con lo que dice la biblia, al final de los
tiempos éste andará suelto por el universo y podrá obrar muchos prodigios. El
Señor enviará a Moisés y Elías para contrarrestar la potencia de los malos
espíritus.
La segunda condición para determinar si un hecho que
contravenga las leyes físicas - los cadáveres se descomponen, los sólidos no
flotan en el agua, las piedras se van a pique -viene de arriba o de abajo, es
acto de afirmación de los cielos o un barrunto del tártago, es la suma
simplicidad con que acontece. Esta cualidad se observa en los treinta milagros
que realizara Cristo en su vida pública y que nos relatan de forma sucinta los
evangelios, aunque bien puede ser que el número de prodigios fuesen muchos más.
Basta la mera imposición de manos, una mirada, una orden para que salga Lázaro
de su sepulcro, a la hemorroisa se le cortara el flujo de sangre o el agua se
convirtiera en vino.
En tercer lugar, refiere santo Tomás que los hechos
estupendos que vienen de la mano de Dios son permanentes y constantes. Los del
Malo, alucinaciones engañosas, turbias manifestaciones de la posesión
diabólica, actuaciones mendaces asimismo inexplicables a la luz de la
razón. No hay que negar que es muy
grande el poder de las fuerzas oscuras.
Por último, la divinidad permite la actuación del
diablo para confundir más y más a los discípulos del error y, en contrapartida,
se esclarezca el triunfo de la fe y de la verdad.
Negar los milagros equivale a ponerse en contra de
la Revelación. Vuelvo a la Escolástica: ASi miracula neges, leges destruxeris@ y rebatir
todo el Acompactum
judeum@, o Acovenant@, ese pacto
que Iahvé firmó con el pueblo elegido al entregarle el arca de la alianza,
primero, y luego el poder de las llaves. Los milagros siguen, pues,
acontecimiento en nuestros días como refrendo de la presencia de Cristo en la
historia hasta los últimos días, aunque se mantengan ascuso, en la incógnita y
anonimato de las peripecias personales y de los anales colectivos. Son un
refrendo del cariño que profesa Nuestro Dios hacia el hombre redimido. Sólo el
hecho de que la Pascua se siga celebrando al cabo de cinco mil años por lo
hebreos y que la imagen del Crucificado cunda por doquier ya es un síntoma de
esta voluntad soteriológica. Los primogénitos de Israel fueron liberados de la
enemiga del faraón por un ángel que selló las puertas con una cruz manchada de
la sangre de ofrenda. El Mesías rescató a la humana especie del pecado
padeciendo por nosotros y pagando por todas las fallías desde Adán hasta el
último nacido de mujer.
He partido de tan inconcusos supuestos para escribir
estas ADiaconías@, que son
una defensa del hecho milagroso como algo inherente a la Revelación. Los
milagros se han producido en el judaísmo y en el cristianismo, sobre todo, pues
es el islam suele negarlos, dado el carácter sensual y poco milagrero de
Mahoma, que sólo hizo un milagro en toda su vida: partir la luna en dos
mitades. También se asegura que vio bajar del cielo una piedra redonda en la
que se contenían los preceptos del Corán.
Por lo demás, la Jerarquía, habida cuenta de los
peligros de la superstición y con la cautela que le es propia, se pronuncia
cautelarmente ante ciertos eventos que se han producido, sobre todo, las
mariofanías. No fue así durante toda la edad media y nada se diga de los
primeros siglos donde se corrobora la fuerza de la verdadera fe cristiana
mediante la efusión de sangre de los que dieron testimonio martirial. Hay
razones de Estado y de alta política - pues la Iglesia se empeña en ser un
poder fáctico - las que han determinado el viraje. Pertenecen a la estructura
burocrática de una organización fáctica que busca el poder. Sin embargo por
debajo de las apariencias sigue fluyendo la savia del carisma del Espíritu
Santo.
La cristiandad espera un nuevo pentecostés, una era
en que se laven las culpas del pasado, los atropellos, las simonías, los actos
de prepotencia, los rescriptos y anatemas. Quizás esté de nuevo en puertas una
nueva aurora. Tal vez vuelvan a ser
importantes los diáconos como contrapeso a los peligros y corrupciones que
acechan a la Iglesia, por dentro y por fuera. Todo se alcanzará mediante el
amparo de la Virgen María, ancla de salvación de cuantos en esta hora nos
sentimos embarrancados en un naufragio general.
AEl miedo es
muy malo sin esfuerzo y ardid:
esperanza y esfuerzo vence en toda lid;
Los
cobardes huyendo mueren diciendo Ahuid@;
viven
los esforzados diciendo: Adadles, herid@.
del ensiemplo de ALas Liebres@, Libro del Buen Amor
1381 del Arcipreste de Hita.
Dedico este libro a los que dieron testimonio de la
Luz, a todos los diáconos mozárabes, a los que aman a Jesús ascuso en la paz y
en la alegría, y a todos los que sueñan en la belleza desde su cuerpo de barro,
sus miserias y fallías. El pensamiento no delinque y los hombres no somos
ángeles. Pero fuimos redimidos.
Laus Tibi, Xte. quem liber explixit iste
M. Tirso Sacramenia Artedo
Cuaresma del 2001, a 28 de febrero, Miércoles
Corvillo
[1]Leche ligera es lo light,
lo políticamente correcto, no nos metamos en tremedales. Haga pedestrismo y
haga zapeo. Ponga usted al mundo a paso ligero. Sin embargo, el que esto
escribe prefiere el paso largo