TENGO ESA CORAZONADA PRONTO SONARÁ IL CAMPANONE ANUNCIANDO LA MUERTE DE FRANCISCO

 

HACIA UNA IGLESIA MÁS DIACONAL, ESPACIO DE LIBERTAD

Antonio Parra

Anoche a las 9.37 de un tranquilo y lluvioso sábado de abril volví a escuchar por quinta vez consecutiva en mi vida el tañido de il campanone. Estaba leyendo un precioso himno a la Virgen del Oficio Parvo, tenía abierta la radio en una emisora francesa cuando la voz del bronce desde la torre que vigila la gran cúpula de Bernini en la Plaza de san Pedro ha sonado doblando a clamor. En mi libro se leía un versículo significativo: Attolite portas principes capita vestra (Puertas salid de vuestros goznes, dejad pasar al rey de la gloria). Fuera llovía con fuerza aguas mil, beneficiosa lluvia de alma que necesitamos en la travesía del desierto. El instante, adornado como por un aura mesiánica, era emocionante. Pasó un ángel por el mundo rozando las puertas con sus alas. Nos ha rozado la caricia de un carisma.

Me pareció que el repique no era a muerto sino a gloria. Seguramente, Wojtyla, cubierto por el manto de la Virgen, ha subido al cielo y goza de la visión del Resplandor del Rostro, según han anunciado todos los períodicos y todas las radios y televisiones del mundo, incluso los no creyentes, pues ya lo dice el refrán qualis vita mors ita, según la vida así la muerte, se ha ido como vivió, en olor de multitudes, y armando el taco. He sabido que sus últimos momentos fueron de un patetismo y un dolor terrible. Fue un luchador contra la bestia. En su pugilato contra las fuerzas del infierno obtuvo rotundos éxitos. Alguna vez fracasó pero la victoria final, estamos seguros, estará de parte de las banderas de la Iglesia. Aciagos días esperan. El enemigo es muy fuerte. Quizás su muerte tenga que acogerse con la alegría del tránsito del justo que pudo decir con san Pablo bonum certamen certavi, cursum consumavi, fidem servabi1, pero con las naturales prevenciones del que conoce la fuerza tremenda del enemigo a batir. Hasta hace poco, los medios que hoy lo inciensan proclamaban con furor el fin de la era cristiana. Basta darse un paseo por las hemerotecas para curarse un poco de la efervescencia triunfalista del instante.

También los papas sienten horror ante el suplicio pero, tozudo hasta el final y pase de mi este cáliz, empuñó el timón de la barca del pescador hasta el final. El atleta de Cristo no quería morisrse ni entregar la antorcha. Muerte dónde está tu victoria? Muy pronto será beatificado.

La cobertura de su fallecimiento ha sido todo un fenómeno sociológico impresionante sin parangón en la historia del mundo. Hemos vivido instantes de dolor y de apoteosis, de gozos y de sombras. En particular me ha llamado la atención la acepción y seguimiento que ha tenido la narración de su muerte y agonía entre los británicos. Los ingleses siempre tan reservones hacia Roma, y tan cicateros con los dineros de san Pedro, desde que se desvincularon con la comunión católica en tiempos de Julio II han destapado el tarro de las esencias en sus loores. The pope of popes(el papa de los papas) titulaba Times. El superpapa superstar, Está golpeando con los nudillos las puertas del cielo, titulaba otro, y un tercero nimbaba su cabeza con una aureola de santidad bajo las alas de una paloma blanca. No podía ser de otra forma entre uno de los grandes defensores del culto de hiperdulía. Casi parece un sueño. Demasiado. Too much. Esta papafilia de los británicos casi suena a milagro. Si levantara la cabeza el cardenal Newman! Hasta hace un cuarto de siglo semejantes elogios en Londres hubieran sonado a inocentada, a una broma pesada de un primero de abril, April´s the Fools2. Con la muerte de Karol el mundo se ha parado.

La cadena televisiva Sky News ha desplegado todo un regimiento de reporteros y cámaras no escamoteando elogios y pleitesías hacia el último sucesor de los apóstoles. Cabe recordar y aquí subyacen causas de orden político que Polonia y Portugal fueron los dos países católicos que la anglicana Inglaterra conservó como aliados más firmes en el exterior para proseguir la tradicional política de Foreign Office de balanza de poderes. La figura de Juan Pablo II fue decisiva en la destrucción del comunismo. Han caído todas las barreras. Las fronteras han cambiado de sitio. Todo parecía que íbamos a vivir un nuevo Pentecostés pero los recelos antiguos subsisten. Francia y Alemania donde las poblaciones son de mayoría católica o protestante pero cuyos gobiernos se caracterizan por la aconfesionalidad, se han sumado a esta ola de enfervorizados panegíricos. La RAI parecía vivir su hora más grande. Dedicó una entrevista de dos horas al director del Opus Dei.

Moscú callaba. A la hora de escribir no había trascendido ninguna nota oficial de su muerte del patriarca Alexis II, cabeza visible de las iglesias autocefalas eslavas. Constantinopla tampoco ha dicho esta boca es mía. Y Atenas se ha despachado con un comunicado de circunstancias lo mismo que los otros dos patriarcados el de Antioquía y Alejandría. De esta paralización del movimiento ecuménico tiene la culpa la situación en Oriente Medio. Esa fue una de las maclas de su pontificado: el flanco oriental. Fallos de la condición humana. Se ha roto el hilo conductor del ecumenismo, uno de los triunfos de Juan XXIII que se ha convertido en fracaso con el papa polaco, a causa de viejas rencillas históricas entre Varsovia y los zares. Juan Pablo II ha muerto sin poder cumplir su sueño de rezar en la Kremlin Sabor. Los hermanos separados quedan más distantes cada vez. Los ortodoxos son los celadores de la tradición y no hay que olvidar un detalle: el cristianismo fue griego antes que latino y Cristo hablaba indistintamente arameo y koiné. Tampoco hay que dar de lado otro hecho fundamental: la intervención del patriarca Sergio, rehabilitado por Stalín en 1940, y que bendijo a las tropas del Ejército Rojo que iban a combatir a los alemanes en el frente del Este, fue determinante para repeler a la agresión nazi. Pero estas son precariedades de la humana fragilidad que suelen suceder cuando las cosas de Dios se mezclan con las de la política. Todo se desbarata y se saca de quicio cuándo entra en juego la loca de la casa. De aquélla murieron 26 millones de seres humanos y hubo otros tantos desplazados, corrimiento de pueblos, hambres, injusticias sufrimientos. Este ha sido el papa del holocausto, el campeón del anticomunismo pero cualquiera que haya estudiado un poco la historia del marxismo llega a conclusiones obvias sobre su origen, los grupos - no todos de origen ruso aunque muchos de los nihilistas eran hijos de pope- que implantaron y quienes eran y de dónde habían salido los fautores de la cheka y el agit prop, propagadores del ateísmo y el odio a la Cruz. Temible es la hidra de las siete cabezas por su contumacia y correosidad. La serpiente maligna repta y cambia de piel. Juan Pablo seguramente estuvo asistido por el brazo del Espíritu Santo pero no pudo abarcar todos los campos este hercules de Dios que al final de sus días ha llegado a comprobar con amargura cómo el materialismo occidental con sus secuelas de desintegración del individuo y de la familia, el hedonismo, el egoismo y la insolidaridad sexista representaban una amenaza tan formidable como la que se conjuró con la caida el Muro de Berlín. Esa opción creo que queda abierta a los sucesores de Wojtyla en la cátedra apostólica.

Las profecías malaquianas entran ahora en juego para el que las quiera leer y son al parecer ominosas con respecto al penúltimo papa, el que hace el número 111 que adoptará divisa el lema de gloria olivae y trasladará, cuando se desencadenen las persecuciones en la Ciudad de las Siete Colinas, la curia a Jerusalén. Precisamente al cardenal Rouco le pilló la noticia de la muerte de su querido papa recién fallecido en la Ciudad Santa de viaje de peregrinación. El último subirá a la Catedra de san Pedro, el 112 de la lista de san Malaquías obispo de Armagh y el 266 del cómputo total será Petrus Romanus. Con su mandato se cerrará el círculo.

Al finado le correspondió el puesto número 110 bajo el epígrafe de labore solis (los trabajos del sol) cita misteriosa pero que parece haber ido con el carácter esplendente y arrollador de Wojtyla cuyo brillo hizo desaparecer la noche del comunismo, aunque otras sombras tan densas y mortíferas le amenazaron por detrás a este esforzado caballero de Santa María y que había adoptado el lema cisterciense del totus tuus por emblema pontifical: el agnosticismo, el culto a los instintos inferiores, la depravación de las costumbres, el hambre en el tercer mundo, legados de la injusticia y el colonialismo, los problemas de orden social y laboral determinados por la supresión de barreras y la política de puertas abiertas que junto con el descenso de la demografía en la vieja y caduca Europa está contribuyendo no solamente a la rectificación de líneas en los mapas geopolíticos sino a un avanve imparable del mahometismo. Su tiempo ha coincido con el de la gran revolución tecnológica mayor de la historia. Y desde el punto de vista de la utilización de la imagen y de los medios de comunicación al servicio del evangelio ha sido un verdadero superman. Pero le quedaron flancos por cubrir: las iglesias vacías, la deserción de las masas, la gran apostasía. Se ha querido atraer a los jóvenes, loable política que ha dado algunos resultados en los movimientos neocatecumenales, pero, por otra parte, con algún menoscabo de las personas de más edad que son los únicos que van a misa y cubren las necesidades del cepillo. Peinas canas, tienes barriga y el cura parece que no quiere saber nada de ti. La práctica de la religión cristiana es árdua, incómoda y reclama no pocas renuncias. Los chicos no lo tiene fácil. Mirando hacia atrás, cotejo las contradicciones de su pontificado y encuentro que era demasiada tarea para un hombre solo. Y Wojtyla estaba muy solo. Arrasaba en sus viajes evangelizadores. Ha pasado por la tierra como un verdadero huracán. Pero las masas tan emotivas a veces se muestran olvidadizas. Él iba contra corriente. No se puede servir a dos señores. La tristeza del joven rico del Evangelio.

Como dicen los británicos You can´t win them all. Un guerrero solo no puede ganar todas las guerras. Adolecía del principal defecto de los polacos, según reconoce su biógrafo el periodista del NYT Tad Sluz: confundir la política con la religión. E imbuyó su pontificado de ese nacionalismo a ultranza. Su arrojojo rayaba con la imprudencia.

1Libré un buen combate, llegué al final de mi carrera, guardé la fe.

2Ese día están permitidas las inocentadas.