HOY FIESTA DE SAN ANDRES COMIENZA EL GRAN AYUNO "VELIKI POST" COMO PREPARACIÓN A LA FIESTA DE LA NATIVIDAD



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Son ciencuenta día de ayuno, no se permite más que una colación al ponerse el sol. La igelsia ortodoxa rusa se prepara de esta manera para la pascua de la Navidad el 7 de enero. No se puede fumar ni beber el alcohol prohibido durante la "veliki post". Es una de las cinco cuaresmas del clendario bizantino, la primera. Vendrá después la de la Epifanía y fiesta del Bautismo de Jesús en el Jordán, luego la cuaresma que coincide con la de los católicos y es dos semanas más larga se prohibe la carne pero se permiten los lacticinios. Las otras tres la de la ascensión, pentecostes, y la de la fiesta de la Virgen de Agosto unicamente se observan en los monasterios. Esta privación de los manjares, tiempo de reclusión que empiezza en la gloriosa fiesta de San Andrés el patrón de la iglesia rusa contrasta con esta borrachera de consumismo y de depravación estulticia y cursi melancolía en todo el occidente europeo donde la Nochebuena ha perdido el sentido primitivo cristiano convirtiendose en una bacanal pagana













CJC CONDE PUBLICADO BLOG


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EL HIJO DE CELA UN GRAN ESCRITOR

He leído "Cela mi padre". El hijo honra la memoria de su padre pero, como buen hijo, defiende la memoria de su madre Charo que fue la musa del escritor la que pasaba a limpio y corregía los textos de nuestro gran premio Nobel.

Conocí a ambos en una conferencia que dio el gran escritor en el Instituto Español Londres 1974. Me concedió una entrevista, una de las muchas que tuve con el gran Camilo, que era todo un caballero español. Y que asendereó su vida con una puntualidad británica, una seriedad y laboriosidad poco conocida entre nosotros. Contestaba a todas las cartas, era un buen amigo y anfitrión.

Por su casa de Palma de Mallorca desfilaron desde Picasso hasta Américo Castro pasando  por RJ Sender, el escritor aragonés, republicano y exiliado en California -Cela Conde así lo cuenta en la biografía póstuma, de autor- mal hablado y peor educado que se emborrachó en plena fiesta y armó un trepe. Sí, nuestro padre San Camilo era hospitalario, se apiadaba de los peros vagabundos y de los huerfanitos sin padre que iban por tierras de Segovia llorando. ¿Por qué lloras, rapaz? Porque madre se escapó con un cabo de Regulares y padre nos echó a "tós" de casa”. Ostende esa misericordia con el desvalido en su mejor libro de viajes que a mi juicio no es Viaje a la Alcarria" el que le hizo más famoso, sino Judíos Moros y Cristianos" un texto cuya ética, épica y estética reciben ahora mismo el lauro de la actualidad.

Todo eso lo conté yo, aunque sin demasiado fortuna en mi Cela El Café Gijón y Yo porque a los demócratas de toda la vida no les complace lo que se sale del cauce. Viajamos todos ahora mismo en un tren de vía estrecha. Son habas contadas. Al que se salga del carril, palo y mala vida. No nos es lícito a los súbditos de Su Majestad Borbónica pensar por nuestra cuenta. CJC sin embargo como escritor ha sido el mayor que dio este país, aun escribiendo y toreando con la censura en los tiempos de Franco. Se salía de madre.

Su hijo Camilo José Cela Conde las mismas siglas no tiene por qué abrumarle el apellido. En Cela mi padre  revela sus facetas de eximio contador de historias.

Me he visto reflejado en este gran escritor memorialista, tolerante que cuenta las cosas con elegancia y con garbo en el más puro estilo de los memorialistas ingleses y esa veta británica le viene de su abuelo que se apellidaba Trulock.

"Yo soy medio inglés" me dijo Cela en Londres. Las vivencias que refleja son las de toda nuestra generación la del 68 aquel  Madrid de Ríos Rosas el Canalillo, los bailongos del barrio de Tetuán de las Victorias.

Al pasar cerca de las casas militares de Maudes, olía a tinta y se escuchaba el estruendo enervante de las linotipias.

En aquella cuesta que desembocaba en García Morato tenía sus reales la Editorial Espasa Calpe. Nos atrapó a todos el duende de las imprentas un morboso gusanillo. Nos atrapó entre sus patas el ciempiés y es difícil escaparse. Ya no lo soltamos ni con la vela en la mano.

El Cela que yo conocí nada tuvo que ver con el que ganó el Nobel, ni el Cela que se encoñó con una periodista gallega, una de tantas trepas de las redacciones, ambiciosas, fatídicas, que medran enseñando las bragas y acostándose con el jefe, mujeres fatales.

Son todo un exponente de las "fem" (yo también las he  descubierto su conjura en mi Quien encontrará la mujer fuerte, alguien tendrá que aplastar la cabeza de la serpiente) y CJC se acabó como escritor, el escritor profundo que fue meticuloso trabajador, todo voluntad de estilo y escritura siguiendo los consejos de su maestro Pio Baroja.

Me siento en la silla tiro de papel y pluma y no me levanto ni para mear en seis horas. ¿Y si no sale don Camilo? Algo saldrá, no jodas". Detrás de un hombre importante siempre hay una mujer fuerte y la mujer fuerte de nuestro laureado prosista gallego de Iría Flavia fue una vasca su esposa Charo Conde.

Dejó de ser el mismo, se salió de madre, perdió hasta el oremus. Le retrataban con una choferesa en un Cadillac, salía en las revistas del corazón. ¿Volvería a hacer el viaje a la Alcarria? "Para eso hijo me sobran cuarenta años y treinta arrobas".

 Durante la última etapa de su existencia vivió a la sombra de un castañar que sólo daba castañas pilongas. 

Esas castañas cuyo fruto vuelve locas a las cabras. Debió de ser cosas del autor de la Colmena, manías de viejos.

Su hijo Camilín ganó el pleito sobre la herencia y con la acribia circunspecta que le viene de largo y sin acritud está poniendo los puntos sobre las íes.

Doña Marina Castaña  quiso quedarse con los papeles, los cuadros y regalos del glorioso escritor, despojando de sus bienes y de la hijuela al hijo de Cela, su único hijo. Una tipa deletérea. Dicen que trabajaba para el Mossad y cumplía el encargo de destruir el “mito franquista” de Cela  

 










libro sobre segovia






MAGNÍFICO LIBRO DE JOSÉ Mª COSTA ARRIBAS

 

El profesor José María Costa Arribas ha publicado “La Segovia Olvidada” un magnífico retablo de las tradiciones de la Ciudad del Acueducto, sus costumbres, ascendientes, orígenes, así como un estadillo solemne y cabal de los edificios, iglesias, ermitas, oratorios, conventos, los del alfoz, los del arrabal, e intramuros. Segovia, ciudad de acarreo, acredita así su romana catolicidad aunque tambien tuvo algo de musulmana y mucho de judía, pero tambien fue arriana y pagana.
Ofreció incienso a los dioses que después del Edicto de Milán fueron cristianizados de modo que las antiguas creencias mitológicas se transformaron en devociones de otros tantos santos mártires confesores y santas vírgenes. Segovia, ciudad de acarreo, multiétnica tolerante pero a la vez adoleciendo de ese vicio que fustigaba san Isidoro como “moro visigótico” (la envidia) compartiendo hueco con un cierto aperturismo y liberalidad siempre a la sombra de la Cruz y guareciéndose junto a los cimientos de su ebúrnea catedral. Dama de las catedrales sede y trono de los obispos que mandaron siempre mucho aquí en esto, y Dios quiera que sigan mandando, porque este libro testimonia  esa fe de cristianos viejos que nos pervivía. Una fe que creía en la trascendencia del ser humano y otorgaba mandas de los difuntos, donaciones pro ánima y sufragios.

Que me digan misas. Quiero un enterramiento sagrado cabe el atrio de la iglesia, pedían las condesas al otorgar testamento.

Yo ayudé cuando tenía once años a una misa que ofició el capellán de las claras de san Antonio el Real por el eterno descanso del alma del rey  don Enrique IV, benefactor de aquel convento. Más de cinco siglos de misas gregorianas…

He gozado lo indecible, empapándome el alma de Castilla, con su lectura, auténtica fruición para los que amamos esta ciudad alta de castillos, como un barco navegando a todos los acimuts y lontananzas.

Segovia es una nave de piedra que surca los mares de la historia. Es un soliloquio de la arquitectura con la mística y las menudas cuestiones del día a día, los cipos, los pleitos de arrendamiento, la fijación de los fijos comarcales, las pestes y pandemias, invasiones, guerras. Vanidad de vanidades.

Don José María en esta obra, un tour de force, literario, empedrado de sabiduría histórica, nos reconcilia con nuestro pasado, nos explica el origen, la trayectoria y ¡ay! También el derrumbe de todos esos edificios por esas calles que pateamos en nuestra niñez y adolescencia, casas blasonadas como la del Portalón donde vendía manises, pipas y cromos de Diego Valor, Puchero, que era el mejor retratista y acuarelista de aquellos tiempos vagabundos.

Un paseo por el alma recóndita de nuestras calles, esquinas, corrales, callejones, huertos y pomares, y chaflanes es este libro. Cada rincón tenía su leyenda y, a ratos, historia trágica de algún asesinato cometido o algún riepto, como la de aquel caserón vacío en la Plaza de los Espejos. 

Aquí en este libro se estampa el espíritu de una ciudad mágica.  Y se complementa y explican algunos conocimientos que muchos segovianos teníamos por intuición. Pero que eran prosa sin peinar y tabaco sin elaborar. Él los fija, aquilata y ata cabos.

El profesor Costa Arribas, tan apacible, es el hijo de doña Catalina aquella señora maestra tan elegante esposa de nuestro maestro nacional al que algunos falangistas querían meter en la cárcel por rojo (creo que era más por envidia que por ideas políticas) y que desasnó vara en ristre pizarrín catón y cartilla en mano a los chicos de Fuentesoto en la posguerra.

Aquí formula  una relación circunstanciada y circunspecta de los hechos con una impasibiidad y equilibro que nos hace pensar, dentro de la modesta edición de este tratado, sobre el espiritu  y la letra de Segovia, en el cronista Colmenares.

Mucho debe de haber leído a Tito Livio don José María.

Es algo más que una guía turística por más que nuestros cicerones, los que enseñan nuestra ciudad a los forasteros tendrán que aprender en este libro algunos aspectos desconocidos u olvidados. Son nuestros anales.

Se trata de algo más que un vademécum o de una guía turística.

A mi juicio, el profesor Costa Arribas (Segovia 1935), que se licenció en Historia en la Universidad de Oviedo donde todavía pervivía el aliento doctoral, insuflado en aquellas aulas ovetenses por Claudio Sánchez Albornoz, el gran don Claudio el abulense, tan maltratado por Franco, y olvidada su obra por nuestros “demócratas de toda la vida”, abunda en la concepción histórica de Albornoz, diametralmente contraria a la de Américo Castro.

Costa Arribas fue cocinero antes que fraile, conoce la idiosincrasia de nuestro pueblo. Estuvo de maestro de primeras letras en Lovingos  antes de ser catedrático de las universidades de Valladolid y de Salamanca por la UNED. Y ha escrito uno de esos libros que marcan pauta, abren zanja, y son lo que dicen los ingleses un “must”, con talante crítico independiente, siguiendo la norma del objetivismo informativo de Scott aquel famoso director del “Guardian” de Londres: “los hechos sagrados, las opiniones libres”. Insuperable. Creo, insisto que se acerca en la fluidez de su sencilla prosa pero de una gran maestría en el manejo del castellano sin florituras por los conocimientos, la interpretación y la exégesis a nuestro cronista mayor: Diego de Colmenares.