2016-01-12

EN EL NOMBRE DE ESPAÑA

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SAGUNTO

 

Huyendo de la realidad que me circuye vuelo a Sagunto en las alas del pájaro de la imaginación que me transporta hacia los paisajes de mi infancia vía de las páginas gastadas de mis enciclopedias escolares hoy arrinconadas  por los nuevos esbirros de una cultura que profanan cementerios cristianos y tronzan cruces y tumbas en Jerusalén. Esos criminales que lo perpetran están sedientos de sangre y desconocen la historia. Sagunto nombre de heroicidades y de holocaustos. Un pueblo entero en armas que prefirió arrojarse a las llamas antes que rendirse al invasor.

Primero contra Roma después contra Cartago. Aquí quedan las ruinas testimoniales y la piedra donde Amilcar Barca pronunció el juramento de odio eterno al invasor foráneo. Sagunto, capital de la Edetania, es símbolo de la furia española. Luego han borrado su nombre de los libros. Otro holocausto, holocausto de la memoria, que no es prudente citar, pero vamos a ver lo que pasa. El año 216 Sagunto fue sometida a cerco por Aníbal.

Mil veces sitiada y hostigada con catapultas, helepolis, arietes y otras máquinas de asalto, mostró su rostro indomeñable. El cartaginés tenía prIsa por pasar los Alpes para ir a hostigar a Roma pero esta pequeña ciudad del imperio se le interpuso en el camino. La ciudad cercada no capituló y sus moradores se inmolaron en una hoguera antes que claudicar. En la inmensa pira sucumbieron hombres, mujeres, ancianos y niños. Un holocausto. Prefirieron la muerte a la esclavitud. Todo un paradigma para las tribus diversas y conversas que relinchan, gorgoritean y regüeldan de comodidad y pasividad en la España citerior y ulterior. No quieren saber nada de la llegada de los bárbaros. A estos las guerras púnicas les quedan muy lejos pero la pella se viene. Se entregan a los placeres de la mesa y el vino, se desparraman indolentes ante la caja tonta para ver los morros siliconados de la Belén Esteban mientras escuchan el griterío de las vecindonas mediáticas. Depravación y puterío de sietemesinos con coleta y de ese alcalde de la heroica Gerona que es hijo de un carnicero y larga sus gargajos contra la España. De la Pili de Rahola mejor no hablar. Pronto se van a cagar de miedo cuando vean al carnero de la legión por las Ramblas. El honorable Pujol, un ladrón más con sus compinches desde luego, irá a la cárcel. Sagunto es un nombre inefable que no conviene olvidar. Aníbal lo tuvo crudo. Sucumbió, tras vencer en Trasimeno, con sus elefantes en la batalla de Zama, y Roma quedó indemne para siempre del furor cartaginés y su odio africano, gracias a Escipión un genio de la guerra del ejercito imperial. Fue  Anibal, el hijo de Amilcar Barca, un yihadista para que nos entendamos a la antigua. Conviene recordárselo a los desmemoriados.

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