Juan de Pacheco
el conde de Villena se paseaba por la alameda-yo lo vi- con su casaca verde,
jubón de tiras almidonadas la sobrevesta grana para espantar murciélagos calzas
de seda rosa almilla de hilo sobre la almilla encarnada, borceguíes de lamé,
espada de plata.
Estampa
de lindo don Gil de las Calzas Verdes la cincha de cuero bien ajustada y sus
polvos mágicos dentro de la escarcela.
Iba
echando humo por los ojos y por la nariz. Fue el primero en fumar cuando aun no
se había descubierto el tabaco. Portaba bajo el tabardo hojas disecadas que
luego deshilaba y apelmazaba pacientemente con el puño y así liaba sus vegueros
de Vuelta Abajo sus, targaninas y sus farias.
Me fumo
un cigarro puro y que se hunda el mundo. Doy mi palabra que no vale nada. Las
palabras son humo que se lleva el viento. Por decir y prometer que no quede.
Las obras son otra cosa: obras son amores y no buenas razones. Danos y danos
hasta que no te conozcamos, somos la güestia de Fray Jarro. El vino acompaña
pero ahí en eso nos mira la Sana Compaña.
—Echemos
un culín
Aficionado
a la alquimia, contaban por Segovia las
malas lenguas que resucitó a un muerto en Toledo cuyo cadáver había conservado
en formol en su casa de Toledo pero con tan mala suerte que, estando echando al
recién resucitado el exorcismo y vertiendo sobre su cabeza el agua de gracia,
en ese momento llegaron los mangas verdes. Alto a la Inquisición. Y allí se
acabó el invento del quiromántico. El bautismo del resurrecto quedó en medias res. Alto a la dueña.
―Daos
preso
El diablo
se esfumó echando humo por las alquitaras y al marqués metieron preso. Los
corchetes miraron por qué Villena que tenía pacto con el diablo no se escapara
aunque era hombre gentil y de buenas palabras y por ende decían dél en la corte
de Segovia: " el Marqués de Villena ni palabra mala ni obra buena".
Tiempo
adelante, siguió practicando la magia negra en sus calderos. Con sus adrollas y
embustes tenía cautiva la voluntad del Rey Nuestro Señor el Cuarto Enroque. Fue
el primer noble en tener tratos con los diablos y concretamente amigo suyo del
alma era un diablo cojuelo que era feo y corcovado y que echaba una peste a
azufre que tiraba para atrás pero más listo que el hambre lo sabía todo del
mundo. La fortaleza de Satanás está en la sabiduría. Es muy viejo y los
tratadistas por eso le llaman el cálido y el antiguo. Ha visto mucho al rodar
de los siglos.. Sin embargo, el demonio su
punto flaco tambien tiene. Como siempre engaña, se le ve el plumero.
Por lo
visto fue el marqués de Villena en consorcio con el Heraldo de las Tinieblas el
que construyó el acueducto en una noche. Don Juan de Pacheco se había prendado
de una moza muy garrida y salerosa cuyo pesar en la vida era tener que bajar al
Eresma, atravesando la ciudad, con su cántaro a la cabeza para ir a llenarle de
agua a una fuente que llamaban de san Geroteo muy extramuros sita en un calvero
del bosque del campillo. Por verano ese raudal se secaba y la moza tenía que
bajar hasta las riberas del Parral donde el De Pacheco se estaba construyendo
una casa para sus frailes.
Águeda se
llamaba la interfecta y servía como ama de llaves en cá un cura. Llevaba muy a
mal tan trabajoso menester y una noche el diablo disfrazado del marqués de
Villena salió a su encuentro y le espetó sin más ni más. Yo te llevaré el agua
a la rectoral sin que tengas que ir y venir cada tarde al hontanar. Construiré
una larga cañería y podrás tener todo el agua que tú quieras a cualquier hora
del día. Aún no se había descubierto el grifo.
―Me lo
pensaré
―Doyte tres
días de plazo
―Al amo he de consultar
―A nadie
se lo dirás
―¿Por
qué?
―Porque
ese cura es andaluz y al andaluz haz la cruz y a mí no me gusta ese garabato,
ya sabes
―Bueno,
bueno ya veremos
Sin
embargo, allende horas veinticuatro la moza y Pedro Botero concertaron un
contrato.
―Yo te
construyo el albellón que nunca vieron los siglos y a cambio tú me entregas el
alma. Serás mía.
―Y yo te
pongo una condición que la obra esté terminada en una noche.
―Vale.
Convenido ―dijo Belcebú
―Si en
ese plazo la terminas yo me casaré contigo
El diablo
embutido en el cuerpo del Marqués de Villena ya se relamía de gusto ante la
prospectiva de gozarla. La chavala ciertamente estaba como un tren o mejor
dicho como la carroza de n rey porque a la sazón tampoco se había inventado el
tren. Trato hecho. Vengan esos cinco. Cuando amanezca el día de mañana que es
viernes tú tendrás llenas tus tinajas y el agua no te faltará para beber, para
guisar, para limpias las letrinas. ¿Y para bendecirla? El diablo se puso frenético,
porque su mayor horror era el agua bendita, al escuchar aquello y por eso hay
tanta suciedad y roña en las calderas de Pedro Botero.
Los inquilinos
del Orco no se lavan jamás. O eso no. Nunca mentarás tal palabra. Agua bendita.
Águeda
entonces se persignó y a don Juan de Pacheco por poco le da el telele. Sin
embargo a trancas y barrancas y tras muchos dimes y diretes llegarían a un
consenso pues famosas fueron en la Castila de su tiempo las ardides y habilidades
del marqués. Era el valido de Enrique IV un experto en la forja de pactos y de
consensos. Bien pudiera haber sido militante de la UCD y sacando a plaza toda
la artillería de sus persuasivas convenció a la moza del cántaro y alma de cántaro
a que formase el papel en el que ponía convengo por la presente a ser tu mujer
etcétera… si tu me construyes y elevas hasta mi morada la casa de mi tío el
señor deán una acequia.
El diablo
con las prisas y rebosante de lascivia pronto iba a tener a mano una perita en
dulce no había leído la letra pequeña y una cláusula que decía que el acueducto
tendría que ser levantado en una noche. Selló y lacró el documento con balduque
como si fuera un diploma regio o una carta emplomada.
De acuerdo. Tenemos que darnos mucha priesa.
Yo a mi disposición tengo cien mil obreros. Esta misma noche, todos estarán en
el tajo. ¿Adonde va vuesa merced ahora? Pues a Arévalo, tengo que ver por allí
unos amiguetes que celebran una tenida. Comeremos tostón en un mesón de la villa
y después del almuerzo vengo volando. ¿Entendido? No faltaba más. Don Juan de
Pacheco, como buen ángel caído, poseía el dote de la bilocación. Podía estar en
dos sitios a la vez, trasfigurarse en un instante.
Arévalo era un centro de conspiración. Allí
por las artes mágicas de quiromante, el marqués podía volar por los aires.
habían
montado meses antes de este suceso un tingladillo y pusieron encima de un pavés
un monigote que era una caricatura del Rey, colocaron en la tarima un monigote y lo destronaron y nombraron en su lugar como
rey de Castilla a su hermano Alfonso XII.
Aquella
pantomima conocida en la historia como la Farsa del pelele de Arévalo dio lugar
a una terrible y sangrienta guerra civil que terminaría con la abdicación de
don Enrique y la cesión del trono a su hermana doña Isabel. No hay mal que por
bien no venga.
Águeda,
estando en estas zozobras, cuando Satanás se fue a hacer sus cosas, quedó un
poco aturdida y arrepentida. De vuelta a casa encendió una vela a la Virgen de
la Fuencisla. Madre de los cielos que libraste a María del Salto de los infames
sacame a mí de este apuro Madre Bendita.
Y sucedió
que don Juan frotándose las manos, después de su aquelarre en la capital de las
Morañas, regresó volando a Segovia en el atardecer y allí estaban establecidas
as cuadrillas, los picapedreros, los boyeros que transportaban los sillares
desde las canteras de Valdevilla, los barreneros, los del buril y del cincel,
los carpinteros fumistas. Toda la tropa del infierno se puso manos a la obra.
La impresionante
estructura con sus mas de ciento sesenta ojos que serían luego una de las
maravillas del mundo iba a ser edificada en una sola noche por arte de magia y
las tercerías o malas artes de don Juan Pacheco testaferro de Belcebú pero
tambien Belcebú con las prisas puede meter. No se había visto tanto trajín.
Nadie oyó hablar de tanta pericia en el manejo de la llana el cartabón de la
plomada. Los últimos parroquianos de las tabernas de Segovia que con un jaro
entre los labios y una baraja entre las manos se asomaban a la puerta de las
tabernas e iluminaban con un candil aquella escena. Eran testigos de la gran
azofra. ¿Irían a abrir una brecha en la montaña? Bo, dijo un mesonero que se
llamaba Cándido y miraba la obreriza parapetado detrás del mostrador de su figón
viendo caer monedas al cajón: maravedíes y doblones que les derramaban los
soldados en sus consumiciones. Segovia
fue desde los romanos plaza de asiento de las legiones lo que le da un aire
mitad militar y mitad castrense. Nos va a hacer un puente un puente que no
necesita río― sólo una acequia que va por arriba― pero será una cosa grande.
Así habló el mesonero famoso por el cochinillo que preparaba ak horno. Nunca se
había visto tanto trajín Previamente con un berbiquí taladraban los lingotes
que quedaban acoplados al salmer y al contra salmer mediante taladros de plomo.
La cimbra del arco de medio punto era perfecta. Esto es el no va más. Obra de
romanos. El diablo se había propuesto devolver a los segovianos una replica exacta
de la fabrica que mandó edificar Augusto.
Subían y
bajaban las piedras elevadas por poleas y otros ingenios buscando el garfio que
los juntaba a una velocidad de vértigo. Águeda que espiaba la construcción de
rodillas mientras rezaba a la Virgen de la Fuencisla orando ardientemente para
que se le perdonase su pecado. Ay, madre, buena, la hemos hecho. Prefería ser
la coima del deán a la mujer del diablo y virgencita, virgencita, que me quede
como estoy, prometió en aquella febril noche de los encantamientos ir descalza
a Compostela a arrodillarse ante la tumba del Apóstol, juró hacer mil limosnas,
llevar cilicio un mes, pidió que la emplumaron por haber caído en aquella
irrisoria tentación, y a medida que avanzaba la madrugada daba ya la apuesta
por perdida. El diablo trabajaba a destajo con una febrilidad que Segovia parecía
la noche en que los americanos eligieron a Trump. Nadie se lo creía. Imposible
que la hueste diabólica saliera derrotada. Todo te lo daré si ante mí te
prosternas y me das alabanzas. Recordaba la frase de Cristo apártate de mí Satanás,
vade retro. Sólo a tu Señor adorarás. Ella no había tenido la suficiente
presencia de ánimo ante la llegada del diablo que incluso lo llevó en volandas
al pináculo del templo y desde aquella atalaya le hizo contemplar todos los
reinos y las naciones, el devenir del progreso, el avance técnico y todos los
inventos que muchos atribuyen al acumen y la magia del Ángel Caído. Cristo fue
tentado y venció. No así el ama del cura. La carne es flaca.
Mientras
tanto se desarrolló una actividad frenética de golpes y voces que alarmaron al vecindario.
Las mujeres salían a la calle en camisón y se preguntaban unas a otras qué pasa
qué ocurre. ¿Se acaba el mundo?
―Qué, bah.
Estamos trabajando. Nosotros somos unos "mandaos".
Desde los
tiempos del moro Almanzor que destruyó el acueducto romano y de él no quedo
piedra sobre piedra no se vio cosa igual. ―Deben de ser los del ayuntamiento
que como es verano están en obras y quieren poner la ciudad patas arriba- explicaba
a su vecina una dueña descreída.
Todo la
noche se escuchó el lamento de la lechuza, se sentía volar aves hacia no sé
donde y los ruidos de las carrerillas y los reniegos de los obreros llegaban
mezclados con un olor a azufre. Los entendidos en exorcismos comentaban que era
evidente que por allí andaba el Pateta que volvía a tentar a Nuestro Señor
Jesucristo... todo te lo daré si te prosternas ante mí y me adoras.
Las legiones
infernales habían subido a Segovia y se habían puesto manos a la obra. Iban los
areneros arrimando material. Los esportilleros porteaban yeso en sus artolas.
Los boyeros vascos llegaban de los montes arrastrando piedras.
En lo
alto del andamio estaban los encofradores del barrio de San Lorenzo muy duchos
en albañilerías todos ellos moriscos y que para mayor honra de Alá desobedecían
a los maestros de obra y revocaban las fachadas sin colocar jamás la figura
humana o animal porque dice el Coran que eso es idolatría y esgrafiaban los
muros con gran pericia y paciencia experta poniendo unas simetrías que
simulaban los brotes de pámpanos y arrequives floridos, de una geometría esotérica
y al revés. Para hacer más llevaderos los trabajos canturreaban lilaila y aires
de su tierra que los cristianos no entendían. Eran jarchas. Pero allí osaban
los areneros de Tejadilla con sus carromatos, los panaderos de Encinillas con
sus bodigos para que comiera el personal. Don Juan había mandado traer
tallistas orensanos, rudos mozallones trabados de hombros como bargueños y
altos como castillos con la cabeza grande y las narices romas.
Ellos
hablaban en su fala añorante. Uno le preguntó a otro que cual fue la causa por
la cual fue condenado al fuego eterno.
-Eu carayu.
¿E tú?
Un
gallego no cambia su estructura mental e incluso en el infierno; es capaz de
responder a una pregunta con otra pregunta. Y el que quiera saber más que vaya
a Salamanca. Los dos personajes permanecían subidos a una escalera. Nadie
podría saber-así eran de prudentes- quien de los dos subía y quién bajaba. Pero
los dos machacaban el canto con suma destreza. Uno de aquellos orensanos debía
de ser pariente de Mariano Rajoy con su filosofía de que "el que aguanta
gana".
Una meiga
se acercó entonces al grupo de los gallegos y les entregó una orza que más bien
era un cántaro llena de ribeiro. Tras algunas libaciones los galeotes de la
galaico cornisa empezaron a parlar a puñados y se mostraron dicharacheros y
amables los que antes anduvieron reservones. No hay nada como una buena jarra del
de Rivadavia y una empanada de hojaldre para hacer decir a un gallego lo que
piensa. Ah la mia mai, so fillo do demo... El gallego preguntado subió
al patíbulo condenado a muerte por un juez eclesiástico. Había matado al obispo
de Compostela por haberle encontrado encamado con su mujer. El preguntante
había sido cuatrero pues procedía de la zona donde se celebra la rapa las
bestas. Lo pescaron en una feria de Medina con una partida de cien acémilas robadas.
Fue sometido a tormento de amputación de las dos manos por amigo de lo ajeno.
Con tal de tomar un poco el aire y respirar los vientos de Segovia que le
recordaban los airiños verdes de a sua terra
no les importó tomar parte en aquella magna obreriza aunque el Marqués de
Villena les estaba haciendo trabajar como burros. Eso de construir el acueducto
en una sola noche, tela marinera. ―Largo me lo fiáis. Eu carallo.
Las
cuadrillas de vizcaínos también eran muy interesante y aunque no armaban tanta
bulla como los de las Rías Bajas, pues es su costumbre hablar bajo y cantar
alto se distinguí por el esmero que ponían con sus yuntas de bueyes en el
acarreo de las moles de granito. Cruzaban apuestas sobre cuál era la mejor
yunta de bueyes y a ver quien llega antes. Hablaban entre ellos su gacería sin
que les entendiese nadie. Venida la alborada, estuvieron ya casi todas las
arcadas dispuestas. Y sólo faltaba un arco cuando el sol empezó a lucir por las
quebradas de la cordillera. El diablo perdió el pleito y la dama del cura se
puso tan contenta que decidió como agradecimiento abandonar el mundo y profesar
en Santa Rita. Llegaría a ser tutora de
la Reina Isabel de Castilla y fue nombrada abadesa. Todos en Segovia contaban
como una hermosa leyenda la historia de aquel milagro y cuando oían hablar del
Marqués de Villena escupían para arriba. Ah el Marqués de Villena ni palabra
mala ni obra buena.
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