2017-03-17

VIDA SERENA

AL SABIO JOAQUÍN DÍAZ
Oda a la vida retirada de fray LUIS DE LEÓN




¡Qué descansada vida

La del que huye del mundanal ruido

Y sigue la escogida senda

Por donde han ido

Los pocos sabios que en el mundo han sido!



Que no le enturbia el pecho

De los soberbios grandes el estado

Ni del dorado techo

Se admira fabricado

Del sabio moro, en jaspes sustentado



No cura si la fama

Canta con voz su nombre pregonera

Ni cura si encarama

La lengua lisonjera

Lo que condena la verdad sincera



¿Que presta a mi contento

Si soy del vano dedo señalado

Si en busca de este viento

Ando desalentado

Con ansias vivas y mortal cuidado?



¡oh campo, oh monte, oh río¡

¡ Oh secreto seguro deleitoso!

Roto casi el navío

A vuestro almo reposo

Huyo de aqueste mar tempestuoso



Un no rompido sueño,

Un día puro, alegre, libre quiero;

No quiero ver el ceño

Vanamente severo

De quien la sangre ensalza o el dinero.



Despiértenme las aves

Con su cantar suave no aprendido

Con los cuidados graves

De que es siempre seguido

Quién al ajeno arbitrio está atenido



Vivir quiero conmigo,

Gozar quiero del bien que debo al cielo,

A solas, sin testigo,

Libre de amor, de celo,

De odio, de esperanza, de recelo.



Del monte en la ladera

Por mi mano plantado tengo un huerto,

Que con la primavera, de bella flor cubierto,

Ya muestra en esperanza el fruto cierto.



Y como codiciosa

De ver acrecentar su hermosura,

Desde la cumbre airosa

Una fontana pura

Hasta llegar corriendo se apresura.



Y luego sosegada,

El paso entre los árboles torciendo,

El suelo de pasada

De verdura vistiendo

Y con diversas flores va esparciendo



El aire el huerto orea,

Y ofrece mil flores al sentido,

Los árboles menea

Con un manso ruido

Que del oro y del cetro pone olvido



Ténganse su tesoro

Los que de un falso leño se confían:

No es mío ver el lloro

De los que desconfían

Cuando el cierzo y el ábrego porfían.



La combatida antena cruje

Y en ciega noche el claro día

Se torna, al cielo suena

Confusa vocería

Y la mar enriquecen a porfía.



A mí una pobrecilla mesa

De amable paz bien abastada

Me baste y la baxilla

De fino oro labrada

Sea de quien la mar no teme airada



Y mientras miserablemente

Se están los otros abrasando

En sed insaciable

Del no durable mando,

Tendido yo a la sombra esté cantando.



A la sombra tendido

De hiedra y lauro eterno coronado,

Puesto el atento oído

Al son dulce acordado

Del plectro sabiamente meneado

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