2017-05-12

EL ARCIPRESTE DE HITA, VICTIMA DE LAS IRAS DE SUS COLEGAS. FEROCIDAD DEL ODIO DE LAS PERSONAS QUE SE DICEN CONSAGRADAS

Entre Los clérigos suele darse un odio africano anejo de la envidia ▬ dígalo mi propia experiencia y no quiero hablar de los curas de Segovia que menuda tropa pues pese a ellos mantengo mi fe y no son óbice a mi condición católica tales precariedades tan propias de gente ruin, chusma paleta ▬.
Como parenética o explicación de semejante atavismo se me ocurrió una novela: “Seminario Vacío. Los pecados mortales de la iglesia” y, salvando las distancias,  Juan Ruiz  arcipreste de Hita puso el Libro del Buen Amor negro sobre blanco para zafarse de las invectivas  de los párrocos, las  iras de canónigos y beneficiados  de Talavera que vivían amancebados con sus respectivas coimas.
Acuden al obispo y le dicen monseñor por que nos quitáis las buenas para que nos vayamos con las malas y luego al Papa. Surge un tumulto al pobre arcipreste  lo corren a gorrazos y no para en su carrera hasta Roma pidiendo auxilio pero como lleva poco dinero en la corte papal no le hacen caso y de ah  se inspira en un verso  pareado que ha hecho época:

“Yo vi en Roma do es la santidad

Que todos al dinero hacen humildad”. Usura. Simonía. Los dineros de san Pedro. La Santa Bula. Indulgencias para salir del purgatorio y entrar al cielo.

Regresa al cabo de infructuosas gestiones ante la Curia, a su diócesis. Son tiempos revueltos y tumultuosos previos al cisma de occidente. La corte papal ha sido trasladada a Aviñón y el cardenal Gil de Albornoz de manera preventiva mete al arcipreste entre rejas. Trece años sin ver la luz del sol en presidio. No sería ni el primero ni el último porque un siglo mas tarde el cardenal Cisneros sería encerrado en la cárcel inquisitorial de San Torcaz.  Exhibiendo su grado de conocimientos libros proclama su inocencia de esta manera en el proemio del “Buen amor”:
Señor Dios que a los judíos pueblo de perdición
sacástelo cautivo del poder del faraón
a Daniel sacaste del pozo de Babilón
sacadme a mi cuitado
del pozo de esta prisión
tu que a santa Marina libraste
del poder del drago
y a Ester la reina diste
tu gracia divina
ante el rey Asuero
Dame tu merced aína, etc.”

Invoca enseguida a los santos auxiliadores  pero  ¿quién podrá escuchar las quejas de un pobre cura al cual los malvados talaveranos acusan de mal vivir aun durmiendo ellos todas las noches con sus propias coimas pues el ama del cura me quiere mucho que todas las noches me da calducho. “Guárdame de traidores alta Señora – reza a la Virgen- tira de mí rencores”.
La buena literatura es la que  dice verdad y se muestra verosímil como la vida misma y al tirar de la manta Juan Ruiz descubre bajo el embozo a clérigos hipócritas, mistureros, difamadores, cautelosos, conspiradores, soberbios, borrachos, gente sin caridad y poco humanos, que tienen el corazón de hielo y el alma de hormigón.
Los cimientos de esta columna falsa de la iglesia romana se ahondan en la retórica, la superstición, el doble lenguaje, el gesto curial y esa ambivalencia que hemos heredado los españoles tan aficionados a pleitear y andar entre rábulas y procuradores; los sermones, los anatemas, el secretismo y la puridad, la denuncia del soplón. La picaresca es hija de la iglesia española.
¡Ay de aquellos, con todo y eso, que se resistan a la acción del Espiritu Santo!






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