2020-12-22

 ORWELL QUISO HACER UN ARTE DEL PERIODISMO POLÍTICO

 

Todos aquellos que piensen que la novela ha de ser un espejo que se tiende a lo largo del camino como reflejo inerte e impávido de lo que se ve y lo que se halla, lo que se trama, lo que acontece, cuando entren en la apasionada prosa de Orwell se han de dar con un canto en los dientes pues él es un anti Balzac que cuando se pone a escribir es porque una rabia le conmueve o le abruma, una rabia de denunciar una injusticia o descubrir una mentira.

Un libro para él ha de contener un mensaje, una tesis, una quemazón interior que hace arder en el alma solitaria y a lo mejor vanidosa de todo escritor un fuego misterioso. Así que ni espejos a lo largo del camino ni hojas de ruta ni omnisciencia ni otras paridas, que son artilugios para los poco agraciados en este oficio donde abundan los romos y los novelistas malos.

Esos carriles decimonónicos, con estar ya muy gastados y ser harto aburridos siguen, no obstante, una herramienta de trabajo para los escritores malos y acomodaticios Vg.: Vargas Llosa y tantos y tantos escritores ingleses o norteamericanos del momento que llenan páginas y más páginas de los suplementos dominicales.

Sin embargo, del advenimiento de estas ranas literarias que croan al borde de la charca George Orwell ya nos previno.

Son los eternos compañeros de viaje, los comparsas de la orquesta y su llegada ha ido en detrimento y desdoro del arte de las buenas letras. keep the Aspidrista flying… Put a spool ib Baodicea´s chariot son frases que se me quedaron grabados de alguno de sus libros.

 Consciente de la era que le había tocado donde la política es ancilaria de los mercados, de los bancos y el gran capitalismo, Orwell se revela como un animal político y también se rebela. Por eso lo pasó muy mal y fue un incomprendido.

Murió tuberculoso a los 47 años, fue un vagabundo por las calles de Londres y de Paris y de tan fatal experiencia va a nacer su mejor libro Down and out London and Paris.

Fue funcionario del Servicio Imperial de Su Majestad, soldado mercenario en la guerra de España, periodista de la BBC de donde le expulsaron bajo la sospecha de ser un agente comunista siendo así que no podía ver ni al fascismo y el comunismo.

 Fue quizás para él un drama remar contra corriente y tratar de mantener su independencia en una era de auges del totalitarismo en que había que definirse; o se está con unos o con otros, o eres blimp o antiblimp. Al menos no había sonado la hora del “pensamiento único” y consigue publicar a pesar de ser odiado por la “inteligencia” británica que le llamaban el “vagabundo”.

Eric Blair había nacido en la India en 1903 hijo de un civil servant de origen escocés. No tuvo formación universitaria, no consiguió una beca para Oxford. Fue  autodidacta llegando a escribir quizás el mejor inglés en prosa, la más sólida de los años treinta y cuarenta.

 Empedernido lector de largas horas, consiguió un trabajo como dependiente en una librería londinense y en esta pasión por la lectura cuajó un estilo, límpido, directo sin los floreos y arrequives usuales entre los literatos de su generación.

 Cinco años estuvo enrolado con la policía montada de Burma y esta experiencia le puso en contacto con la brutalidad y la corrupción de sus camaradas con los nativos. De regreso a la metrópoli la depresión del 29 le hace perder el trabajo, cayó en la pobreza y se convierte en un “tramp” en un “homeless” de esos que hemos visto dormir en las calles de Londres entre cartones.

 Conoció el sufrimiento cara a cara y vio la muerte de cerca en el frente del Ebro donde le pegaron un tiro una mañana cuando contaba en la trinchera un chiste a sus camaradas acerca de los consejos que daba la policía imperial cuando una súbdita de su majestad graciosa iba a ser violada por un local: aceptar lo irremediable:

-Just close your eyes, keep your mouth shut and think of England

Fue evacuado al primer hospital de sangre en Barcelona y regresó a Londres. Su enrolamiento en las Brigadas Internacionales obedeció no sólo a motivos de ideas sino a razones económicas como a tantos y tantos mozos ingleses de su reemplazo en la cola del paro.

 Ir a la guerra de España, aparte de toda una aventura, supondría algún dinero aunque muchos no volvieron para contarlo. De esta experiencia nace uno de los mejores libros que haya escrito un inglés sobre la guerra civil española: Homage to Cataluña.

Narra lo que vio: el gran desbarajuste, las luchas internecinas del bando republicano y plasma su odio como miembro del POUM anarquista hacia los comunistas. Eric Blair es un autor genial pero lleno de contradicciones. Sus simpatías hacia los catalanes a los que siempre consideró españoles, habida cuenta del surgimiento de personajes como Arturo Mas, Pujol, Rovira y toda la patulea de grandes separatistas chocarían con lo expuesto en sus libros.

 Ve en los nacionalismos una expresión de los demonios del siglo XX. Caracteriza tales movimientos como inestables, irracionales, xenófobos, pretenden que su lengua y que su raza son las mejores. Son inestables y se hallan llenos de complejos racistas. Se declara pro-judío y ridiculiza a los graciosos que en el music hall devanaban chistes antisemitas. Sin embargo, advierte de los peligros del Sionismo que podría tomar el testigo del catolicismo como movimiento nacionalista universal de cariz religioso.

 Uno de los escritores que más le desplace de su tiempo es Chesterton, ese escritor cockney que cree que la religión romana frisa por encima del protestantismo y el paganismo aunque no niega que el autor del “Candor del Padre Brown” sea un novelista original con garra y con genio. Como muchos británicos Orwell veía a la Iglesia Católica como un instrumento de colonización espiritual. El Vaticano fue para ellos una potencia extranjera.

Dijo en su tiempo verdades de a puño y la verdad con frecuencia duele. Sin embargo, gozó de la oportunidad de denunciar el estalinismo cuando corrían los más crudos vientos siberianos de la guerra fría.

Él no lo sabía pero contra lo que en realidad estaba arremetiendo este lobo solitario era contra lo que vendría al final de la guerra fría y tras la caída del muro de Berlín: el doble lenguaje y la dualidad de pensamiento y el control del individuo merced a la introducción de la electrónica en el mundo de la comunicación. Su gran libro 1984 no ha sido reeditado con la frecuencia que debiera porque es un manual de usuario para saber lo que está pasando en un planeta globalizado y unipolar.

No convendría mantener a este gran novelista inglés en el ostracismo. Es un maestro del arte moderno de la literatura aunque muy poco convencional. Cada vez que algo le ponía de los nervios escribía una novela yendo así contra toda la preceptiva del arte narrativo. Fue un elegante periodista y escritor de escritores denso de ideas que dio a la estampa esas grandes utopías que fueron 1984 y Animals Farm

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