2021-04-01

 Acacia

A la entrada de Segovia según se va por la carreta de Madrid bajando la cuesta de Baterías hay un puente romano el de Valdevilla por el cual las antiguas cohortes y clades de Augusto vadeaban con su impedimenta el río Clamores que hace dos milenios debía de llevar mucha más agua que ahora y en la otra orilla estaban las casas militares unos chalecitos un un pequeño jardín delante y un corral detrás en las que transcurrió mi infancia. La colonia inaugurada por el coronel Tomé en 1951 (guardo una foto de la ceremonia de la entrega de llaves) y que había sido edificada por presos de guerra que en régimen de redención de penas por el trabajo trabajaban para Regiones devastadas hoy ha sucumbido a la recalificación de terrenos –esto no era más que un peñascal- y a la reconversión urbanística.  O a la  revanchista de algunos que se liaron a derribar lo que había construido el anterior régimen. Se cerraron cuarteles y se ha dejado prácticamente indefensa a la nación o bajo el paraguas estratégico (es como tener un tío en Alcalá) de la OTAN. Y la reforma del ejercito constituye hoy por hoy una delas grandes amenazas al porvenir de la unidad de la nación. Sin conscripción y sin levas la mili que era una escuela de hombres de ciudadanías y de valores ha dejado de existir. El puente que había ha sido cegado para canalizar al clamores que desde hace bastante tiempo era un río subterráneo, Guadiana bajo los arcos del acueducto. Pero aun quedan los apeos y el pretil. En el lado de allá y en la curva que hace la carretera sigue la acacia plantada por mi padre en la esquina del patinillo del sargento Casado. Más allá vivía el brigada Vences un poco más el teniente Ricardo y un maestro ajustador de Zamora que tenía un hijo que se llamaba Pedrito que jugaba conmigo al gua. Siempre andaba con mocos.

-¿A qué Virgen alumbras, Pedrico?

-A la que me dé la gana.

La acacia ha crecido tumbada porque  a los de mi cuadrilla nos gustaba zarandearla por el tallo como si fuese una muchacha. Y digo la acacia sigue floreciendo y tiene 56 primaveras poco menos de un lustro que yo. Siempre que vuelvo a mi pueblo me fijo en ese detalle y paseo mi melancólica. rodada por lo que fue mi barrio que es lo que llaman Castrobocos. Volví en otra ocasión y ya no estaba la acacia. Tampoco la urbanización que entonces llamaban colonia. La volaron. Había sido construida por cuadrillas de presos políticos, redención de condena por el trabajo, y fabricaron bien sus muros y sus jardincillos delanteros, un corral detrás con cohiqueras para el marrano, con materiales baratos. Borraron la memoria. Dio vuelta la tortilla y el que quiera saber más que vaya a Salamanca o lea mi novela ISTE CONFESSOR. En ella no se ajustan cuentas pendientes. Se reivindica sólo un tiempo que se fue. Guardo la foto de aquella casa. También guardo la llave.

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