2021-03-06

toribio de liebana

 16 de abril santo Toribio de Liébana

la fe y el tesón huyen a las montañas y a la sombra del pico Ubiello por la otra cara santo Toribio uno de mis muchos santos de las actas mozárabes en las que es abundoso el mes de abril debió de vivir en el monasterio donde cuatro siglos después un monje anónimo con tino de buen pendolista caligrafió y pintó los primorosos códices miniados del Libro del Apocalipsis más conocido por el nombre de Beato de Liébana. De su vida se sabe bien poco. Que lo hicieron obispo de Astorga  la sede que ocuparía también san Fructuoso de Braga y que fue un varón justo y limpio de corazón al que el papa san León Magno le escribe una carta [el mismo que recriminó la conducta levantisca a san Hermenildo contra su padre Leovigildo].  Quizás no tengamos que fiarnos muchos de los panegiristas y hagiógrafos que hacen el elogio de personajes descorridos y deforman la mirada. Pero una cosa es importante en esta pléyade de oscuros varones: que fueron a refugiarse a las soledades del Bierzo buscando a Jesús en la vida contemplativa y fundaron monasterios en cuevas a lo largo de la cordillera pirenaica. Dicen que allí estuvo asentado el paraíso. Dumio, la sierra de Oscos, los recónditos emplazamientos de las montañas cantábricas, las Batuecas, el Valle del Silencio camino de Astorga y Ponferrada. Estos personajes me reafirman en mi vieja creencia de que la santidad existe y se determina de muchísimas maneras porque múltiple y multifaria, hablando muchas lenguas y a través de innumerables circunstancias se produce el aproximamiento a Dios lejos de las vanidades del mundo. El monaquismo tan denostado e incomprensible para nosotros produjo estas figuras extrañas que encontraron a Dios en el retiro y en los libros, en la controversia, porque Cristo los hizo libres. Cristo libertador. El Eleuteros frente a las miserias y circunstancias de la vida terrenal. Y aun hoy sigue existiendo la bondad y la gracia. Se puede practicar perfectamente el anhelo de perfección y el monaquismo viajando en autobús o en medio de la vorágine de esta ciudad tan bella y cosmopolita que es Madrid. Santo Toribio interceda por nos. También nosotros tenemos vocación de pendolista y amamos la belleza interior que consagra a las almas. Y que nada tiene que ver con el “edoné” lo exterior, lo carnal y mortal y todo eso que desaparece en la tumba para trocarse en polvo, EXCREMENTO  y gusanera.

 

 

 LA NOCHE EN QUE EL DIABLO EN SEGOVIA PERDIÓ UNA APUESTA CON EL AMA DEL CURA

 

 

 

 

 

 

 

Juan de Pacheco el conde de Villena se paseaba por la alameda-yo lo vi- con su casaca verde, jubón de tiras almidonadas la sobrevesta grana para espantar murciélagos calzas de seda rosa almilla de hilo sobre la almilla encarnada, borceguíes de lamé, espada de plata.

 

Estampa de lindo don Gil de las Calzas Verdes la cincha de cuero bien ajustada y sus polvos mágicos dentro de la escarcela.

 

Iba echando humo por los ojos y por la nariz. Fue el primero en fumar cuando aun no se había descubierto el tabaco. Portaba bajo el tabardo hojas disecadas que luego deshilaba y apelmazaba pacientemente con el puño y así liaba sus vegueros de Vuelta Abajo sus, targaninas y sus farias.

 

Me fumo un cigarro puro y que se hunda el mundo. Doy mi palabra que no vale nada. Las palabras son humo que se lleva el viento. Por decir y prometer que no quede. Las obras son otra cosa: obras son amores y no buenas razones. Danos y danos hasta que no te conozcamos, somos la güestia de Fray Jarro. El vino acompaña pero ahí en eso nos mira la Sana Compaña.

 

—Echemos un culín

 

Aficionado a la alquimia, contaban  por Segovia las malas lenguas que resucitó a un muerto en Toledo cuyo cadáver había conservado en formol en su casa de Toledo pero con tan mala suerte que, estando echando al recién resucitado el exorcismo y vertiendo sobre su cabeza el agua de gracia, en ese momento llegaron los mangas verdes. Alto a la Inquisición. Y allí se acabó el invento del quiromántico. El bautismo del resurrecto quedó enmedias res. Alto a la dueña.

 

―Daos preso

 

El diablo se esfumó echando humo por las alquitaras y al marqués metieron preso. Los corchetes miraron por qué Villena que tenía pacto con el diablo no se escapara aunque era hombre gentil y de buenas palabras y por ende decían dél en la corte de Segovia: " el Marqués de Villena ni palabra mala ni obra buena".

 

Tiempo adelante, siguió practicando la magia negra en sus calderos. Con sus adrollas y embustes tenía cautiva la voluntad del Rey Nuestro Señor el Cuarto Enroque. Fue el primer noble en tener tratos con los diablos y concretamente amigo suyo del alma era un diablo cojuelo que era feo y corcovado y que echaba una peste a azufre que tiraba para atrás pero más listo que el hambre lo sabía todo del mundo. La fortaleza de Satanás está en la sabiduría. Es muy viejo y los tratadistas por eso le llaman el cálido y el antiguo. Ha visto mucho al rodar de los siglos.. Sin embargo, el demonio su  punto flaco tambien tiene. Como siempre engaña, se le ve el plumero.

 

Por lo visto fue el marqués de Villena en consorcio con el Heraldo de las Tinieblas el que construyó el acueducto en una noche. Don Juan de Pacheco se había prendado de una moza muy garrida y salerosa cuyo pesar en la vida era tener que bajar al Eresma, atravesando la ciudad, con su cántaro a la cabeza para ir a llenarle de agua a una fuente que llamaban de san Geroteo muy extramuros sita en un calvero del bosque del campillo. Por verano ese raudal se secaba y la moza tenía que bajar hasta las riberas del Parral donde el De Pacheco se estaba construyendo una casa para sus frailes.

 

Águeda se llamaba la interfecta y servía como ama de llaves en cá un cura. Llevaba muy a mal tan trabajoso menester y una noche el diablo disfrazado del marqués de Villena salió a su encuentro y le espetó sin más ni más. Yo te llevaré el agua a la rectoral sin que tengas que ir y venir cada tarde al hontanar. Construiré una larga cañería y podrás tener todo el agua que tú quieras a cualquier hora del día. Aún no se había descubierto el grifo.

 

―Me lo pensaré

 

―Doyte tres días de plazo

 

 ―Al amo he de consultar

 

―A nadie se lo dirás

 

―¿Por qué?

 

―Porque ese cura es andaluz y al andaluz haz la cruz y a mí no me gusta ese garabato, ya sabes

 

―Bueno, bueno ya veremos

 

Sin embargo, allende horas veinticuatro la moza y Pedro Botero concertaron un contrato.

 

―Yo te construyo el albellón que nunca vieron los siglos y a cambio tú me entregas el alma. Serás mía.

 

―Y yo te pongo una condición que la obra esté terminada en una noche.

 

―Vale. Convenido ―dijo Belcebú

 

―Si en ese plazo la terminas yo me casaré contigo

 

El diablo embutido en el cuerpo del Marqués de Villena ya se relamía de gusto ante la prospectiva de gozarla. La chavala ciertamente estaba como un tren o mejor dicho como la carroza de n rey porque a la sazón tampoco se había inventado el tren. Trato hecho. Vengan esos cinco. Cuando amanezca el día de mañana que es viernes tú tendrás llenas tus tinajas y el agua no te faltará para beber, para guisar, para limpias las letrinas. ¿Y para bendecirla? El diablo se puso frenético, porque su mayor horror era el agua bendita, al escuchar aquello y por eso hay tanta suciedad y roña en las calderas de Pedro Botero.

 

Los inquilinos del Orco no se lavan jamás. O eso no. Nunca mentarás tal palabra. Agua bendita.

 

Águeda entonces se persignó y a don Juan de Pacheco por poco le da el telele. Sin embargo a trancas y barrancas y tras muchos dimes y diretes llegarían a un consenso pues famosas fueron en la Castila de su tiempo las ardides y habilidades del marqués. Era el valido de Enrique IV un experto en la forja de pactos y de consensos. Bien pudiera haber sido militante de la UCD y sacando a plaza toda la artillería de sus persuasivas convenció a la moza del cántaro y alma de cántaro a que formase el papel en el que ponía convengo por la presente a ser tu mujer etcétera… si tu me construyes y elevas hasta mi morada la casa de mi tío el señor deán una acequia.

 

El diablo con las prisas y rebosante de lascivia pronto iba a tener a mano una perita en dulce no había leído la letra pequeña y una cláusula que decía que el acueducto tendría que ser levantado en una noche. Selló y lacró el documento con balduque como si fuera un diploma regio o una carta emplomada.

 

 De acuerdo. Tenemos que darnos mucha priesa. Yo a mi disposición tengo cien mil obreros. Esta misma noche, todos estarán en el tajo. ¿Adonde va vuesa merced ahora? Pues a Arévalo, tengo que ver por allí unos amiguetes que celebran una tenida. Comeremos tostón en un mesón de la villa y después del almuerzo vengo volando. ¿Entendido? No faltaba más. Don Juan de Pacheco, como buen ángel caído, poseía el dote de la bilocación. Podía estar en dos sitios a la vez, trasfigurarse en un instante.

 

 Arévalo era un centro de conspiración. Allí por las artes mágicas de quiromante, el marqués podía volar por los aires.

 

habían montado meses antes de este suceso un tingladillo y pusieron encima de un pavés un monigote que era una caricatura del Rey, colocaron en la tarima un monigote  y lo destronaron y nombraron en su lugar como rey de Castilla a su hermano Alfonso XII.

 

Aquella pantomima conocida en la historia como la Farsa del pelele de Arévalo dio lugar a una terrible y sangrienta guerra civil que terminaría con la abdicación de don Enrique y la cesión del trono a su hermana doña Isabel. No hay mal que por bien no venga.

 

Águeda, estando en estas zozobras, cuando Satanás se fue a hacer sus cosas, quedó un poco aturdida y arrepentida. De vuelta a casa encendió una vela a la Virgen de la Fuencisla. Madre de los cielos que libraste a María del Salto de los infames sacame a mí de este apuro Madre Bendita.

 

Y sucedió que don Juan frotándose las manos, después de su aquelarre en la capital de las Morañas, regresó volando a Segovia en el atardecer y allí estaban establecidas as cuadrillas, los picapedreros, los boyeros que transportaban los sillares desde las canteras de Valdevilla, los barreneros, los del buril y del cincel, los carpinteros fumistas. Toda la tropa del infierno se puso manos a la obra.

 

La impresionante estructura con sus mas de ciento sesenta ojos que serían luego una de las maravillas del mundo iba a ser edificada en una sola noche por arte de magia y las tercerías o malas artes de don Juan Pacheco testaferro de Belcebú pero tambien Belcebú con las prisas puede meter. No se había visto tanto trajín. Nadie oyó hablar de tanta pericia en el manejo de la llana el cartabón de la plomada. Los últimos parroquianos de las tabernas de Segovia que con un jaro entre los labios y una baraja entre las manos se asomaban a la puerta de las tabernas e iluminaban con un candil aquella escena. Eran testigos de la gran azofra. ¿Irían a abrir una brecha en la montaña? Bo, dijo un mesonero que se llamaba Cándido y miraba la obreriza parapetado detrás del mostrador de su figón viendo caer monedas al cajón: maravedíes y doblones que les derramaban los soldados en sus consumiciones.  Segovia fue desde los romanos plaza de asiento de las legiones lo que le da un aire mitad militar y mitad castrense. Nos va a hacer un puente un puente que no necesita río― sólo una acequia que va por arriba― pero será una cosa grande. Así habló el mesonero famoso por el cochinillo que preparaba ak horno. Nunca se había visto tanto trajín Previamente con un berbiquí taladraban los lingotes que quedaban acoplados al salmer y al contra salmer mediante taladros de plomo. La cimbra del arco de medio punto era perfecta. Esto es el no va más. Obra de romanos. El diablo se había propuesto devolver a los segovianos una replica exacta de la fabrica que mandó edificar Augusto.

 

Subían y bajaban las piedras elevadas por poleas y otros ingenios buscando el garfio que los juntaba a una velocidad de vértigo. Águeda que espiaba la construcción de rodillas mientras rezaba a la Virgen de la Fuencisla orando ardientemente para que se le perdonase su pecado. Ay, madre, buena, la hemos hecho. Prefería ser la coima del deán a la mujer del diablo y virgencita, virgencita, que me quede como estoy, prometió en aquella febril noche de los encantamientos ir descalza a Compostela a arrodillarse ante la tumba del Apóstol, juró hacer mil limosnas, llevar cilicio un mes, pidió que la emplumaron por haber caído en aquella irrisoria tentación, y a medida que avanzaba la madrugada daba ya la apuesta por perdida. El diablo trabajaba a destajo con una febrilidad que Segovia parecía la noche en que los americanos eligieron a Trump. Nadie se lo creía. Imposible que la hueste diabólica saliera derrotada. Todo te lo daré si ante mí te prosternas y me das alabanzas. Recordaba la frase de Cristo apártate de mí Satanás, vade retro. Sólo a tu Señor adorarás. Ella no había tenido la suficiente presencia de ánimo ante la llegada del diablo que incluso lo llevó en volandas al pináculo del templo y desde aquella atalaya le hizo contemplar todos los reinos y las naciones, el devenir del progreso, el avance técnico y todos los inventos que muchos atribuyen al acumen y la magia del Ángel Caído. Cristo fue tentado y venció. No así el ama del cura. La carne es flaca.

 

Mientras tanto se desarrolló una actividad frenética de golpes y voces que alarmaron al vecindario. Las mujeres salían a la calle en camisón y se preguntaban unas a otras qué pasa qué ocurre. ¿Se acaba el mundo?

 

―Qué, bah. Estamos trabajando. Nosotros somos unos "mandaos".

 

Desde los tiempos del moro Almanzor que destruyó el acueducto romano y de él no quedo piedra sobre piedra no se vio cosa igual. ―Deben de ser los del ayuntamiento que como es verano están en obras y quieren poner la ciudad patas arriba- explicaba a su vecina una dueña descreída.

 

Todo la noche se escuchó el lamento de la lechuza, se sentía volar aves hacia no sé donde y los ruidos de las carrerillas y los reniegos de los obreros llegaban mezclados con un olor a azufre. Los entendidos en exorcismos comentaban que era evidente que por allí andaba el Pateta que volvía a tentar a Nuestro Señor Jesucristo... todo te lo daré si te prosternas ante mí y me adoras.

 

Las legiones infernales habían subido a Segovia y se habían puesto manos a la obra. Iban los areneros arrimando material. Los esportilleros porteaban yeso en sus artolas. Los boyeros vascos llegaban de los montes arrastrando piedras.

 

En lo alto del andamio estaban los encofradores del barrio de San Lorenzo muy duchos en albañilerías todos ellos moriscos y que para mayor honra de Alá desobedecían a los maestros de obra y revocaban las fachadas sin colocar jamás la figura humana o animal porque dice el Coran que eso es idolatría y esgrafiaban los muros con gran pericia y paciencia experta poniendo unas simetrías que simulaban los brotes de pámpanos y arrequives floridos, de una geometría esotérica y al revés. Para hacer más llevaderos los trabajos canturreaban lilaila y aires de su tierra que los cristianos no entendían. Eran jarchas. Pero allí osaban los areneros de Tejadilla con sus carromatos, los panaderos de Encinillas con sus bodigos para que comiera el personal. Don Juan había mandado traer tallistas orensanos, rudos mozallones trabados de hombros como bargueños y altos como castillos con la cabeza grande y las narices romas.

 

Ellos hablaban en su fala añorante. Uno le preguntó a otro que cual fue la causa por la cual fue condenado al fuego eterno.

 

-Eu carayu. ¿E tú?

 

Un gallego no cambia su estructura mental e incluso en el infierno; es capaz de responder a una pregunta con otra pregunta. Y el que quiera saber más que vaya a Salamanca. Los dos personajes permanecían subidos a una escalera. Nadie podría saber-así eran de prudentes- quien de los dos subía y quién bajaba. Pero los dos machacaban el canto con suma destreza. Uno de aquellos orensanos debía de ser pariente de Mariano Rajoy con su filosofía de que "el que aguanta gana".

 

Una meiga se acercó entonces al grupo de los gallegos y les entregó una orza que más bien era un cántaro llena de ribeiro. Tras algunas libaciones los galeotes de la galaico cornisa empezaron a parlar a puñados y se mostraron dicharacheros y amables los que antes anduvieron reservones. No hay nada como una buena jarra del de Rivadavia y una empanada de hojaldre para hacer decir a un gallego lo que piensa. Ah la mia mai, so fillodo demo... El gallego preguntado subió al patíbulo condenado a muerte por un juez eclesiástico. Había matado al obispo de Compostela por haberle encontrado encamado con su mujer. El preguntante había sido cuatrero pues procedía de la zona donde se celebra la rapa las bestas. Lo pescaron en una feria de Medina con una partida de cien acémilas robadas. Fue sometido a tormento de amputación de las dos manos por amigo de lo ajeno. Con tal de tomar un poco el aire y respirar los vientos de Segovia que le recordaban los airiños verdes de a sua terra no les importó tomar parte en aquella magna obreriza aunque el Marqués de Villena les estaba haciendo trabajar como burros. Eso de construir el acueducto en una sola noche, tela marinera. ―Largo me lo fiáis. Eu carallo.

 

Las cuadrillas de vizcaínos también eran muy interesante y aunque no armaban tanta bulla como los de las Rías Bajas, pues es su costumbre hablar bajo y cantar alto se distinguí por el esmero que ponían con sus yuntas de bueyes en el acarreo de las moles de granito. Cruzaban apuestas sobre cuál era la mejor yunta de bueyes y a ver quien llega antes. Hablaban entre ellos su gacería sin que les entendiese nadie. Venida la alborada, estuvieron ya casi todas las arcadas dispuestas. Y sólo faltaba un arco cuando el sol empezó a lucir por las quebradas de la cordillera. El diablo perdió el pleito y la dama del cura se puso tan contenta que decidió como agradecimiento abandonar el mundo y profesar en  Santa Rita. Llegaría a ser tutora de la Reina Isabel de Castilla y fue nombrada abadesa. Todos en Segovia contaban como una hermosa leyenda la historia de aquel milagro y cuando oían hablar del Marqués de Villena escupían para arriba. Ah el Marqués de Villena ni palabra mala ni obra buena.

 

suspiros de España

 Javier PUERCAS SOLDADOS DE CALAMINA

 

Yo había oído hablar de los soldaditos de plomo y los de verdad los ue iban a la guerra marcando el paso, nunca de los de calamina. Javier Cercas propulsor de la anti memoria se regodea en su libro algo blasfemo y henchido de revanchas en esta novela que guarda el interés de los que dieron la vuelta a la tortilla y narran lo que no fue. ¿A quien se le ocurre pensar que José Antonio Primo de Rivera tuvo la culpa del millón de muertos, de la quema de iglesias, de las checas, las torturas. Los “paseados” y los miles de curas y monjas fusilados, violados, emasculados con un tiro en la nunca yacentes en la cuneta? Pues se le ha ocurrido a este extremeño un poco borracho y baboso criado a los pechos de Juan Luis Cebrián y de Juan Cruz el canario infame que va por el mundo torciendo las botas de la literatura y luciendo en su testa asmática la estrella de cinco puntas. Rafael Sanchez Mazas cuyo hijo acaba de fallecer, Sánchez Ferlosio, el del Jarama, fue un buen escritor falangista que escapó de la embajada de Chile huyó a Barcelona y aprehendido por el SIM fue fusilado junto a otros nacionales en un paredón de un seminario de Blanes. Milagrosamente escapó haciéndose el muerto cuando le iban a far el tiro de gracia, se arrastró entre las zarzas y herido y cegato alcanzó una masía donde los buenos payeses le ocultaron en un pajar. Eran los últimos días de la guerra civil… a 30 de enero. El Puercas se inventa la historia imposible del soldado republicano que ve al amigo de José Antonio y grita a sus compañeros aquí no hay nada. Sánchez Mazas al que yo entrevisté cuando hacia practicas en el Arriba el año 64 no habló nunca de los amigos del bosque ni del miliciano que le permite huir. “Me hice el muerto y esperé a que cayera la noche”. Al amparo de la oscuridad se arrastró por un camino helado. Esa es la historia que me contó el superviviente, uno de los muchísimos fusilados por los rojos, pero el incidente le sirve a Cercas, que trabajó en un periódico de Gerona que fue de la Falange, “Los sitios” para enhebrar la peripecia de un tal Miralles el soldadito de Lister en desbandada al que visita en una asilo en Dijon. Mientras tararea aquel pasodoble fin de fiesta que cuando le oímos a muchos de nosotros se nos saltan las lágrimas:

quiso dios con su poder fundir cuatro rayos de sol y hacer con él una mujer… al cumplir su voluntad en un jardín de España nací como la flor en el rosal… tierra gloriosa de mi querer, tierra bendita de mi pasión… España toda a mis pies suspira mi corazón… ay de mí, pena inmortal porque me alejo de España y de ti… porque me arrancan de mi rosal”.

Melancolías aparte, uno entiende porque estos vaivodas del nuevo poder, los sátrapas literarios como Cercas, Trapiello, el Cruz y toda esa patulea de comisarios de la literatura española que solo sirve ahora para fregar suelos porque está por los suelos, uno entiende repito porque dicen que los rojos perdieron la guerra y ganaron la batalla de la propaganda. Es posible que sea así pero he sentido sobre mis carnes de escritor preterido sus dentelladas cainitas. Estos fulanos no juegan limpio, la historia está demasiado reciente; espero vivir aguardando una revancha para ajustarle las cuentas al Puercas y toda esa marranería de gochos moratos de la escritura. Ahora no soy más que un despreciable bloguero pero el fuego sagrado de la verdad arde en mí.

1871-1919 ANDREIEV

  

 


ANDREIEV

Leonidas Andreiev nació en Orel en 1871 y murió en noviembre de 1919 en cerca Helsinki a causa del hambre. Fue una de las primeras victimas de la revolución de octubre que él incoó pero Trotski, Kamenev y toda la banda de judíos que se puso al frente de la revolución rusa le condenaron a muerte, hubo de exiliarse. El cristianismo que profesa en sus escritos este ruso blanco no se compadecía con las creencias del materialismo dialéctico. En toda la obra admirable y, por dicho de eso, profética, se escucha el eco de las siete Palabras pronunciadas en el Golgotha entreveradas con las enseñanzas del Sermón de la Montaña: Sacha Yegulev anuncia la guerra en Yugoslavia, “Los espectros”, “Dies Irae”, “Diario de Satanás”, “La Risa roja” “Judas Iscariote” y “El Océano” anuncian la venida de un mundo nuevo pero Cristo estará siempre en la historia hasta el final de los tiempos.

Andreiev es un escritor impresionante al que empecé a leer en mi juventud cuando bajaba todos los sábados a José Antonio 32 hoy Gran Vía sede de Espasa Calpe, la gran librería de Madrid, y adquiría los textos del escritor ruso traducidos al español por 25 pesetas.

Entre el desconsuelo, la desdicha, la esperanza y ese fucilazo genial que sólo se atisba en algunos escritores rusos se me anunciaban misterios de la existencia que de mozo no entendía y ahora entiendo: el terrorismo, la quema de los montes, las nuevas armas de destrucción masiva, el envenenamiento de los océanos, la deforestación, el hacinamiento de las megapolis, la corrupción política ─vemos al diablo bien trajeado vestido de demócrata acudiendo a votar en las elecciones generales─ y la incomunicación creada por la irrupción de los nuevos inventos, son algunos de los temas que aborda. 

Andreiev es un escritor moderno pero al propio tiempo profundo creyente ortodoxo, cuyas páginas nos invitan a abrir capítulos del Evangelio.

 

Para él la tierra es un gran templo donde se consuma el misterio de la eucaristía base de nuestra redención. Sus personajes preferidos son seres marginales: borrachos, prostitutas, grandes propietarios en quiebra, campesinos que viven en  la miserias de isbas apartadas, estudiantes sin colocación y bellas princesitas enamoradas que mueren de consunción o de sífilis después de haberse dedicado al oficio más antiguo.