2022-02-01

EL OBISPO CARRANZA EN LONDRES ACOMPAÑÓ A FELIPE II EN SU BODA CON LA REINA INGLESA

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Todas estas ideas debían de circular por los pasillos de la mente del prelado en aquella tormentosa madrugada del verano madrileño de 1958. Estaba por descargar una tormenta. No había aun amanecido. Lejanos se oían truenos lejanos y el horizonte de las montañas oscuras se llenaban de fulgores que los lugareños llamaban el cordonazo de San Francisco. Debió de ser así la noche de Getsemaní cuando prendieron a su Maestro. Oh buen Jesús, tus palabras siempre fueron de vida, no de muerte, puesto que lo que Tú afirmaste se cumple eternamente; vale no sólo para los seres habitaban la tierra en tu tiempo sino también para los hombres de todas las épocas hasta que el mundo se termine. ¿Se terminará? Dudas pero es el sustentáculo de nuestra fe. Pasará el cielo y la tierra pero tus palabras no pasarán. Yo soy el camino, la verdad y la vida. Pensamientos tales le imbuían de una cierta tranquilidad de conciencia. Todo tenía sentido y no lo tenía a la vez pero él era hombre de libros. Se atenía a la escritura mil veces escudriñada y aprendida de memoria. En su familia había aprendido el amor a los libros pero a diferencia de sus abuelos era un creyente enamorado de Jesús y del Nuevo Testamento. El antiguo no lo comprendía. Le quedaba demasiado lejos. Amaba a la Iglesia pero le dolía aquella iglesia en la que la caridad brillaba por su ausencia. Con obispos absentistas, clérigos libidinosos, papas corrompidos, esperanzas rotas. Como buen hijo de Santo Domingo vestía su hábito blanco y la capa y la cogulla negra con orgullo aunque recordaba que un día por las calles de Londres vinieron a su encuentro un grupo de borrachos, recién salidos de una cervecería de Putney. Apestaban a cerveza. Se le encararon y le escupieron buena cuenta de insultos e improperios. Bloody black Friar… Spanish zelot. Go back to your country. We load your King[a].Tuvo una sensación de agobio, como una opresión en el pecho a la vista de los forajidos. Echó a correr porque la turba enemiga blandía sus puños, se encomendó a la Virgen y atenazando con furia las cuentas del rosario que colgaba de sus lomos de dominico, pudo ponerse en franquía. A pesar de sus kilos corría más que sus perseguidores



[a]Fraile negro, maldito, vuelvete para tgu pueblo. Odiamos a tu rey 

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