2022-02-08

 La Semana Santa en Segovia cuando yo era niño era un tiempo impresionante, que quedó grabado en mi memoria, sobre todo el canto de la Pasión en la catedral. Pero de aquello creo que no queda nada. Todo es turismo, postureo, fotos del selfi, imágenes de escayola. Estamos instalados en la cómoda renuncia a nuestro pasado a instancias de la modernidad. La religión cristiana exige dar testimonio, vivirla por dentro. Hoy mi ciudad creo que ha vuelto las espaldas a Cristo. Votan a Podemos, se han vuelto agnósticos o declarados ateos, no dan testimonio e incluso han abrazado el judaísmo y el Islam, según la tradición tornadiza de nuestros ancestros. Claro que corren tiempos de apostasía y estos cultos semanasanteros de hoy no significan más que una charanga. Mucho tambor, mucho cornetín de órdenes, mucho clarín y capuchones con sotana y el viento se lleva las pobres plegarias del pueblo poco adoctrinado y dejado de la mano de Dios por sus sacerdotes que sólo ansían el poder y la gloria. Segovia es una ciudad tornadiza de sacristanes que venden al Señor por cuatro monedas y lo entregan a los profanadores de cosas más santas. Una pena ya digo ante la ingratitud de mis paisanos se me llena de tristeza el alma. Creo que la culpa en parte la tienen los curas, los negacioncitas de nuestra historia que empezaron a relucir desde las disposiciones posconciliares.  El lobo está al cuidado de las pobres ovejas del aprisco. Mi alma sangra

 

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