2022-03-10

otro perfecto hijo de la leyenda negra ingles tenia que ser que se vaya al infierno

 

Muere John H. Elliott, el penúltimo de los grandes hispanistas clásicos

Actualizado 

Su mirada ayudó a normalizar la imagen de España en el contexto europeo

John H. Eliott, en Santander, en 2014.
John H. Eliott, en Santander, en 2014.David S. Bustamante

John H. Elliott, historiador, hispanista y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales ha muerto a los 91 años, después de una larga carrera dedicada a conocer y explicar España. Su mirada fue un pilar en la normalización de la imagen del país que lo acogió dentro del contexto europeo. Las investigaciones de Elliott, en síntesis, se dirigían siempre a racionalizar los mitos, a poner en contexto lo que parecía capricho del destino.

Igual que su colega irlandés Ian Gibson llegó a España a través de la literatura, de la poesía barroca y del descubrimiento del 98, Elliott entró en el hispanismo por el arte. El hallazgo del Museo del Prado, la fascinación por Velázquez y el misterio de un retrato del conde-duque de Olivares fueron una especie de revelación, un momento epifánico en el que Elliott comprendió que su vida académica consistiría en entender la historia española del siglo XVII, el momento en el que el Imperio ya languidecía pese a los esfuerzos de sus élites, no tan ineptas ni incultas como se solía contar en el mundo anglosajón.

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La España imperial (1957), publicada al comienzo de la vida académica de Elliott entre el Kings College de Londres, Princeton en Estados Unidos y Oxford, fue el núcleo del ADN de todo ese trabajo, la gran base de datos e interpretaciones para todos los historiadores que han abordado desde entonces la Edad Moderna de España. La interpretación de aquella época de sueños y desengaños imperiales es que la Corona de España no fracasó por culpa de reyes embrujados ni cortes anacrónicas, sino por motivos mesurables y razobales.

O sea: el Imperio estaba sobredimensionado, la demografía de España no sostenía un proyecto tan grande y era natural que naciones más compactas y ricas como Francia la sucedieran en su preminencia mundial. Pese a todo, el esfuerzo constante de los dirigentes españoles por modernizar su Estado tuvo relativo éxito. Por eso, la decadencia fue larga y no un desplome súbito.

En aquellas páginas se ofrecía también un conocimiento abrumador. Elliott disponía información económica sobre los precios del mercado de los cereales, sobre los flujos de la plata desde el nuevo al viejo mundo y sobre las dificultades para desarrollar una burguesía europea en España; analizaba cuestiones culturales como el efecto de la Reconquista en el catolicismo español y en su expansionismo o la similitud y extrañeza entre los pobladores de los distintos reinos de la Península Ibérica; entraba en la psicología de los líderes políticos de aquella época... Cualquiera que sea el enfoque que se quiera hacer de aquellos siglos, en Elliott hay un conocimiento del que partir.

Elliott también refutó la idea de España como un artefacto político, inventado desde un centro y para ese centro. El historiador inglés sostenía que España fue una creación propia de la edad moderna, más política que natural, pero tanto como Francia o cualquier otro estado de la época. Su tesis es aquella España recién inventada seguía la lógica de los intereses de sectores muy amplios repartidos por toda la Península. España, aseguró Elliott, no fue el proyecto de una élite castellana sino el beneficio común de castellanos, aragoneses, navarros, mallorquines, astur-leoneses...

No es extraño que esa línea argumental lo convirtiera, al cabo de los años, en un soporte para aquellos que se opusieron al procés en la última década. Catalanes y Escoceses. Unión y Discordia (Taurus y Rosa dels Vents), su último libro, se dirigió a ese debate. En sus páginas, Elliott analizó y comparó los casos de Cataluña y Escocia, su encaje en el Reino Unido y en España, y a través de sus conflictos, la historia de España y de su país desde el siglo XV hasta la caída de Carles Puigdemont y la derrota nacionalista en el referéndum de Escocia. Elliott, que fue un historiador contra los mitos y la literaturización de la Historia, no podía ver con ojos amables el proyecto nacionalista. Aquel libro fue un último gesto de generosidad para el país que entendió mejor que casi nadie.

En 2018, Elliott tuvo su último acto público en España, en un homenaje a su colega Hugh Thomas. Entonces, el historiador recordó la crítica que Thomas hizo de La España Imperial en The New Stateman: En esas líneas, Thomas se refirió a la crisis de ansiedad que sufrieron los españoles a mitad del siglo XVI, creyendo falsamente que la época de los Reyes Católicos había sido una edad dorada perdida. Fue el primer bucle melancólico de España. De aquello, Thomas sacaba una conclusión muy actual: «Los españoles han tenido problemas con su Historia desde hace mucho tiempo». Elliott, aquel día, 60 años después, dio una visión más optimista: "Las heridas sanarán".

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