2022-06-09

abolir la prostitucion niñas al salón quieren ponerle puertas al campo las feminazis. si casiano diarreas se hubiera ido de putas a lo mejor no hubiera sido un violador en serie

 CASIANO DIARREAS VIOLADOR EN SERIE 

 

Antonio Parra 

Cuando yo era niño había en Segovia un personaje muy curioso al que llamaban Fernandito un retrasado mental aspecto hipocondríaco los ojos algo grandes tristes y  saltones la cabeza en forma de pepino o batiscafocéfala que ya no me acuerdo tonto de baba el pobrín. Pues bien a este Fernandito alguien le sugirió la idea o malas artes de bajarse a la alameda de la Fuencisla o al Pinarillo, paseo amoroso y apartado de las parejas de la ciudad, disfrazado de una sábana blanca y molestar a las muchachas. Era la hora del fantasma. Cuando menos se lo esperaba por allá aparecía el bueno de Fernandito. Les salió el paso a las chicas en el Paseo de Salón a favor de las sombras y tas abría la sabana y allí aparecía  in púribus como su pobre madre lo echó al mundo. Debía de tener tan poco y mermado que cuando las muchachas oían decir que viene Fernandito en lugar de tener miedo se reían a carcajadas del tonto de mi pueblo o picadas del morbo en lugar de huir se hacían las encontradizas para ser testigos oculares y comprobar que el dichoso fantasma no estaba tan bien armado como un carabinero según se viene a decir.  

Todo hay que decirlo no se trataba más que de un inocuo exhibicionista el cual dio ideas a otros, de mayor peligro, que usurpando su camuflaje hacían marranadas dedicándose a perseguir mozas y folgar con ellos tras de los setos, sátiros en pos de las sabinas.  Pero un día el novio de un de las asaltadas un cadete de la Academia de Artillería le pegó tan tunda que a Fernandito no le quedaron ganas de presentarse por los parajes solitarios a mostrarles sus tristes vergüenzas nunca jamás. 

 A mí siempre los exhibicionistas los violadores y los burladores de mujeres me han parecido gente deleznable tanto como los galanes de monjas lo que no es óbice que literariamente me haya interesado el sub mundo de los tarados mentales. El morbo sexual me parece una aberración de la humana naturaleza como otras muchas. Jamás sería capaz de forzar a una mujer o de faltarla al respeto - a las pibas no se las levanta la mano aunque sean más malas que la que picó al tren o se lo merezcan- y el adulterio repugna a mis genes empapados de honor calderoniano o de las estrictas normas talmúdicas sobre la propagación de la especie. El acceso carnal a magdalenas o el amor mercenario también me horripilan pero algunas veces reconozco que he frecuentado estos lugares de alterne que a veces es como bajar a los infiernos. Las barras de estos garitos del distrito rojo me sirvieron de cuaderno de campo donde realicé apuntaciones bastante curiosas sobre comportamientos atávicos y rarezas de la humana condición. Estaba en estos mis descensos al Germinal zoliano, arrimando material  para una novela sobre la explotación sexual, las mafias que vinieron del este explotadas por sus macarras y cóhenes y los pavorosos niveles que alcanzó el oficio más viejo en la sociedad moderna cuando un día me dijeron que habían matado a mi amigo Manolo el del Kiss. 

 El libro que tenía a medio gas lo tengo aparcado porque en el ínterin ocurrieron cosas diabólicas que me disuaden de seguir porque he llegado a la conclusión de que la prostitución anda por todas las partes. La más peligrosa la de guante blanco y la que carece de visos de prostitución. Pobres mujeres! Este comercio de la carne con todo me parece más sano y menos pecaminoso que el de esos monstruos  émulos del vampiro de Dusseldorf que profanan la inocencia de las niñas, los violadores en serie los pornógrafos de Internet. Pienso que para este tipo de delitos debiera establecerse la pena de muerte. Así de claro. Una tarde de octubre cuando yo vivía en Carabanchel, era domingo, escuchamos, entremezcladas con el inalámbrico de las retransmisiones futboleras de José maría García, voces y gritos. Salí al pasillo. Los chillidos partían de los trasteros o antiguas leñeras.  

Otro vecino y yo Gonzalo bajamos a ver lo que pasaba y nos encontramos con que una niña hija de un señor de Obras Públicas, Adolfo, del tercero estaba siendo asaltada por un individuo con el pelo rizado no muy alto de estatura lo que sí recuerdo era su pelo  crespo y la cazadora de ante. Presa de pavor la niña cuya cara de pánico tampoco se me olvidará mientras ella tenía la falda subida y las bragas bajadas. Llegamos cuando la cosa estaba en medias res. El otro y yo nos abalanzamos sobre el personaje, mi compañero se encargó de rescatar la pequeña Almu y yo nunca he atizado con tantas ganas. De un bofetón lo tumbé por tierra porque no es que me gloríe de ser muy fuerte pero el coraje me hubiera permitido a estamparlo contra la pared. Me acordé de una llave que me enseñaron en la mili cuando estábamos de maniobras que decía tú siempre a los huevos, Parra. Sí, mi capitán. Era un instructor de asalto para la lucha cuerpo a cuerpo. Se los retorcí con furia y no sé si con la habilidad con que manipularan los capadores de Valtiendas cerca de mi lugar a los cerdos pero creo que aquel fulano no salió ileso y se acordaría toda su vida de aquella tarde dominical de octubre, no sé si capón para los restos - es lo que recomiendan los norteamericanos hacer con esta clase de delincuentes la castración- y cuando llegó la policía nos preguntó que por qué no le habíamos dado más caña porque a ellos no les estaba permitido ni tocarles un pelo de la ropa democrática a los delincuentes así. El fulano resultó ser natural de Zarzaquemada. No sé lo que habrá sido de aquella niña que había ido a comprar chuches y se encontró con aquel infame a la puerta del caramelero pero su padre siempre que me veía me convidaba a una caña y yo era para él alguien importante en el bloque aunque en nuestras conversaciones no hemos vuelto a hablar de aquel suceso. Este invierno se me ha ocurrido hacer una novela sobre el escabroso tema que ya llevo unas cuantas páginas. 

 Basándome no sobre aquel incidente real sino sobre un personaje por mí inventado al que he bautizado con el nombre de Basiano Campaspero Álvarez conocido por el alias de Chinito Diarreas natural de Cieza aunque su partida de nacimiento dice ser de Cartagena nacido en 1957. Más alto que bajo no juró bandera a causa de los pies planos aunque fue un niño gordo y menospreciado de pequeño y esta merma fuera acaso una de las causas de las que dimana su apostasía de la buena senda y sus malas inclinaciones. La voz gorda, cejijunto y cetrino los andares cansinos y la cabeza anómalamente pequeña. El Diarreas, como le llegó a conocer la policía, daba el pego pues su apariencia de chico empollón otorgabánle  aspecto de total normalidad. Pero era un monstruo por dentro incapaz de recapacitar sobre el daño que podía causar a terceras personas. Egoísta y egocéntrico, su ficha de delincuente por abusos sexuales empezó en un colegio donde enseñaba Historia. Allí se lo montaba con las alumnas y de hecho llegó a contraer matrimonio con una de sus discípulas a la cual maltrataba de obra y de palabra y absorbía sus energías con su asquerosa bocaza de vampiro. La verdad es que su aspecto era un humano parecido a la lechuza insensible para el dolor ajeno y siempre pensando en sí mismo en la satisfacción de sus gustos y de sus apetitos. Nictálope, atacaba siempre por la espalda y con nocturnidad. Bellaco y traidor como todos los felones agazapados en el anonimato. Daba el pego, ya digo. Inspiraba lástima porque parecía una mosquita muerta y la gente hasta que lo calaba se fiaba de él. Cruel con los que tenía debajo a los que trataba sin ningún miramiento y confidente con las mujeres a las que poco a poco atrapaba a su red. Éstas veían en él a un confidente pero debía de ser poco hombre o su masculinidad precaria determinaba que sus amigas siempre se fueran con otro. Otra de las razones que esgrimió ante el psiquiatra o el juez para abordarlas en los solares o en los portales. 

 Este asaltacunas monstruoso hijo de mi imaginación pero basado seguramente en algún personaje real al que he llegado a conocer me ha hecho pasar un puente lleno de desazón. Estuve enfrascado en el pergeño de la trama y solución de un asunto tan escabroso y de un protagonista tan desagradable para el cual no puedo tener ningún miramiento ni compasión. ¿Le pego un tiro? ¿Lo meto en presidio lugar que ya ha visitado varias veces? En una ocasión- en la cárcel no hay compasión con las violadores y la ley es muy dura con ellos- le abrieran en el culo un butrón y lo violaron al de por conjunto los compañeros de celda. Pero el Diarreas siempre se va de rositas. Tiene siete vidas como los gatos. ¿Que por qué le he puesto el alias de Diarreas? Muy sencillo porque en una ocasión en que fue pillado con una adolescente a la que metía mano y a la que estaba ordenando una felación, mamadas y mil perrerías, se cagó en los pantalones. También se los mueve el vientre cuando llegan los agentes del orden de la misma manera a los valentones de la Eta según referencias. 

  Profesionalmente era un trepa que subió mediante la difamación y la calumnia de sus compañeros y la adulación constante al jefe. Uno de sus compañeros al que echaron de la institución donde se ganaba la vida y una de las victimas de su lengua fue un pobre maestrillo con cierta afición a la literatura y que los tiempos libres que le dejaba la cátedra emborronaba papel. Casiano fue al director a enseñarle los cuadernos y mandó examinar su ordenador personal. Como era interino o no tenía las oposiciones o la plaza en propiedad, a este pobre hombre por nombre Miruello un buen israelita lo dejaron en la miseria y le quitaron el pan de sus hijos. Mas ya digo una de las características de la psique de estos individuos es su incapacidad para recapacitar del mal que causan a terceros llavados de sus pasiones inclinadas al deleite o el afán de vengarse de una sociedad que menosprecian pues creen que ha sido injusta con ellos. 

Para los abolicionistas y regeneracionistas estos monstruos de crímenes sexuales en serie son enfermos mentales y dignos de un tratamiento y de ciertos programas de reintegración. Para mí no hay redención posible hasta tal punto de que voy a ver cómo me las ingenio para pasaportarlo a los Estados Unidos en compañía de la Miracielos otra mala clásica de mis novelas, hembra sin entrañas y epitome de la ambición sin tasa a la que llamo la Verduga la cual lleva enterrada ya a siete maridos como Ruthh. Nuestra Ruth bíblica era una santa y ésta hija de las lucubraciones de mi fantasía pero muy probablemente basada en alguien que fue real y que con su reprobable me inspiró a esta antagonista más mala que la picó al tren. La Miramontes odia a la condición masculina. Algo le debió de ocurrir pues hombre que cae en sus garras acaba siempre en el cementerio o entre rejas. O los mata con polonio o con el pomo de veneno o les acusa de machistas y de practicantes de la violencia de género. Para mí que soy un defensor de las mujeres depositarias de la llama sagrada de la vida ambos caracteres representantes de la aberración machista y de los abusos del feminismo reduccionista son los dos reprobables. Se da el caso de que la Miracielos y el violador Diarreas se entienden a las maravillas como dos demonios que trabajan para un mismo amo el que trata de destruir al género humano. A ambos les acabaré sentando en la silla eléctrica. 

 Qué pena que en Europa ya hayan desaparecido los cadalsos para librarse de los violadores en serie y de las harpías que llamaban lamias en la antigüedad y no eran sino matahombres. Estas Euménides adoraron siempre a la serpiente que repta y lo mismo que los sacamantecas de niñas indefensas y violadores rinden tributo a Moloch. Que los cuelguen! Y en este instante me gustaría tener en mis manos a aquel pobre mozo de Zarzaquemada que una infausta tarde aburrida de domingo del año 81 quería forzar a la hija de mi amigo Adolfo en la leñera. Como nos dijo el poli que le detuvo fuimos demasiado lenibles con aquel mozo. Hoy no andaríamos con tantos miramientos. A los violadores habrá que caparlos. Y a los soplones solmenarles a modo o cortarles la lengua. 

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