2022-11-07

RECUERDOS SEGOVIANOS

 

 

BUFADERO LA SIESTA DEL SÁTIRO

 

Desde el miradero del Pinarejo con la mirada de la carne contemplaba la torre de la catedral (ebúrnea y misteriosa piedra sin tiempo capitel redondo dando cobijo a los vanos del campanario) alzándose sobre los merlones de la muralla y el negro ciprés que besaba con la punta de sus ramas… el matacán donde estuvo el aula de mi primer colegio y la monja como yo era zurdo me ataba la mano izquierda a la pata la mesa para que escribiera con la derecha.

Vi a los soldados de la guardia romana el morrión rematando la galea en forma de cresta de gallo y escuché las alertas del centinela al relevo de la primara vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana. Cerca de la plazoleta y el arco del socorro estaba el bufadero. Los cierzos del invierno hacían concilio allí y se disputaban con el ábrego y el solano el sombrero de los viandantes. En lo alto del templo estaba la acrópolis. Cesar Augusto empezó a recibir culto de idolatría en la ciudad donde yo había nacido. Fue coronado el emperador dios del Olimpo el año 34 Ad. Era invocado por las congregaciones populares y su estatua incensada cada tarde por uno de los flamines de turno que trepaba hasta su imagen por una escalera colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda a los pies de la sacramental de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde siempre oí yo decir que estaba enterrada gran parte de mi parentela. El osario de los huesos desapareció a finales del siglo XV por orden de la inquisición. Tibias y calaveras ardieron en la gran pira que se preparó. Muchos de mis paisanos hablar por hablar desconocen su historia y ubican la necrópolis hebrea donde no es. En las cuevas del Pinarillo allí donde el Clamores abraza a la ciudad para casarse con el Eresma, se alojaron ermitaños durante la edad media, hacían penitencia, se flagelaban y lloraban sus pecados frente a la ciudad donde no podían entrar por haber cometido algún agravio.

Segovia pecadora magna peccatrix. Albergue de putas y de perailes. Cuando yo era niño se alojaban en aquellas espeluncas tenebrosas familias gitanas. Yo recuerdo a una gitana con el pelo negro subiendo aguas al Clamores por el Camino Nuevo, toda vestida de luto y en alpargatas también negras como el mandil la cara cubierta de arrugas y los ojos penetrantes de vidente hasta Santi Espíritu con manojos de romero. Que ofrecía a los viandantes. Al que no le adquiría un manojito le largaba una tremebunda maldición:

Mañana te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori, caminas por el mundo con la vela en la mano

A veces la sentencia de la gitana se cumplía y en alguna de las cien torres de la ciudad tocaban a clamor… Qué miedo uy.

La Sacramento a los niños de posguerra nos infundía pavor. Al verla huíamos hasta refugiarnos en el regazo de neutras madres:

Mamá que viene la gitana Sacramento

Los gitanos habían establecido un aduar en el Pinarillo y aquella bruja moraba en lo que hoy llaman cementerio hebreo donde se exhibe un rotulo con la bandera de Israel y se canta la Hativka algunas tardes, pero no era un cementerio sino un eremitorio.

Caminaba la madre Sacramento acompañada de un gato negro y detrás venía el jefe de la tribu, su marido en un caballo lucio. Cuando vendían toda la cesta regresaban a su guarida, pero allí donde aparece hoy día una lápida con la estrella de David no había camposanto ninguno que ya digo el verdadero lugar de reposo para mis antecesores que fueron a descansar al seno de Abrahán se encontraba intramuros cerca del enlosado de la catedral a espaldas del templo de san Andrés allí donde alguna vez rendimos culto a Erifos el cabrito que es como se representaba en Grecia a Baco. Se disfraza de cabrito pero es un lobo feroz. No le hagáis caso, alejaos de la botella.

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