FRANCO Y MILLÁN ASTRAY DOS
GALLEGOS MUY DISTINTOS PERO COMPLEMENTARIOS
Para entender la figura de Millán
Astray habría que leer la obra de Eduardo Zamacois Los Vivos muertos reflejo de las
penalidades de los internos en el penal de san Miguel de los Reyes valenciano
del que su padre fue alcaide. Resuenan las voces de “con todo” antes de la
conducción y se escucha el maullar de los gatos sobre los tejados sin libertad
o el silencioso estruendo de las micciones sobre los zambullos o el andar
cansino de los presos hacia la galería los brazos péndulos. La falta de hembra
que fomentaba la homosexualidad tras las rejas. Al desenterrar las “cantineras”
como institución quiso volver a la tradición de las legiones romanas y de los
tercios antañones españoles que salían a campaña con sus propias mujeres en
retaguardia. Don José Millán Astrain quiso redimirlos, era un soñador con alma
de artista y con dotes para la elocuencia y el teatro. Una hermana suya
escribió una zarzuela muy famosa en los años treinta La Tonta el Bote.
Sus aires de farándula y el donaire donjuanesco le hicieron muy amigo de
Alfonso XIII al que según se dice le arrimaba las putas. Franco en eso era muy
diferente. No se le conocieron aventuras galantes y no fumaba ni bebía. Millán
era un monárquico a machamartillo. Franquito un poco más caviloso pero leal a
esa monarquía, aunque una parte de sus hermanos eran republicanos.
Les dio una segunda oportunidad a los
convictos en la Legión. Sentía una admiración hacia su padre, envuelto en el
tenebroso caso del crimen de Fuencarral, y del que heredó algunas de sus
virtudes y sus defectos; longanimidad y benevolencia hacia los que andan al
margen de la Ley precisamente a cargo de aquellos que son los custodios de la
Ley, y un cierto relajamiento de las costumbres.
Por otro lado, profesaba una veneración
hacia su progenitor el compostelano don José Millán Astray, oficial de
Prisiones, hasta el punto de que cambiaría sus apellidos apeando el de su madre
Terreros por el de su padre don Pepito. Al parecer las relaciones con su madre
doña Pilar Terreros Segade las relaciones no fueron tan fluidas y puede decirse
que llegaron a ser traumáticas porque ésta cuando don José Millán Astray fue suspendido de empleo y sueldo a causa del
aludido caso del crimen de Fuencarral en el cual no tuvo arte ni parte sino una
de las criadas de la casa de los Astray lo abandonó. En el caso de Francisco
Franco el afecto era a mano contraria. Veneraba a su madre y sin embargo sus
relaciones con su padre don Nicolás el aposentador de la Armada uno de los
últimos de Filipinas y a cuyo entierro dicen que no acudió se enfriaron toda la
vida. El fundador de la legión (Coruña 1879- Madrid 1954). y el caudillo (Ferrol
1892- El Pardo 1975) se llevaban trece años. En punto a valentía no cabe hablar
pues al soldado español el valor se le supone. Sin embargo, cuentan los
cronistas que en esta fraternidad de armas el arrojo de Franco era mucho más
frío y calculador rodeado por un halo místico misterioso que los moros llamaban
“Baraka” y que para los marroquíes esta indemnidad frente a las balas le
convirtieron en un semidiós. Supo ganárselos y en esto estuvo la clave de su
victoria en la guerra de España. El general Astray detestaba a los musulmanes y
llegó a decir que “podremos hacer de un filipino- el cubano ya es por sangre y
por lengua- un español porque son cabales y nobles como nosotros, pero de un
moro no: es feroz, traidor, fanático acérrimo de su religión”. Hablaba un
veterano de las tres guerras coloniales que tuvo el imperio español: la de
Filipinas, Cuba, y la del Rif que costaron más de doscientas mil vidas. La
estrella de Franco empezó a iluminarse después de la batalla de Alhucemas y la
de Millán declinó. Las tres heridas recibidas le volverían sino medroso al
menos cauteloso. Sobre todo, al heroico manco la de la cabeza le dejarían como
secuelas vértigos y fortísimos dolores que sólo podía aplacar más que con
aspirinas con “peñascaró”. Todo un legionario y esto también le ocurría al
general Moscardó. Francisco Franco jamás probó una gota de alcohol, era
ordenancista, enigmático, simpático, pero nada cercano.
Pese a tales diferencias eran
complementarios. Unidos por el amor de España y por aquel par de huevos de la
famosa comida de campaña que le dieron al dictador Primo de Rivera el hombre
que mediante una retirada pacificó a Marruecos en Der Rifién. Franco llevaba
dentro un escritor fracasado, pero orgullo de la raza y Astray era un histrión.
Ambos se sienten taumaturgos y creen en la resurrección de España. Esta amistad
que se fue enfriando en cierto modo fue fundamental porque el fundador de la
Legión le echó redaños otorgando el mando único en la persona de su paisano
venciendo la resistencia de Mola y de Cabanellas reputado general masón. Tanto
uno como otro detestaban a la masonería causante de los males de España. Tanto
la sublevación de Maceo como la de Rizal fue pagada por los tocineros de la
Logia. Ahora los masones ils sont par tout en este desgraciado país. Por
eso no les perdonan. En Marruecos, Franco (no hay peor cuña que la de la misma
madera) con los judíos que sufragaron los gastos del alzamiento desde Londres –
y de esto tendrían que hablar los biógrafos de Luis Bolín- jugó hábilmente al
gato y al ratón. Don Juan March reputado y rico banquero chueta puso la pasta.
continuará
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