Románico
"Muchos de estos templos están rodeados de naturaleza en parajes espectaculares. Sobre esa enorme piedra fascinante que es San Pantaleón de Losa se alza una ermita que parece como si llevase allí tanto tiempo como la roca. El lugar tiene algo mágico"
¿Qué es? Es un estilo artístico (principalmente arquitectónico y escultórico) que se desarrolló en Europa dando lugar, básicamente, a obras religiosas.
Edad. Fue moda absoluta entre los siglos X y XII.
Entonces, ¿hoy, arte? Bueno y naturaleza también, como verás después. Pero sí, vamos a intentar arrojar luz sobre parte del legado y las piedras procedentes del pasado que se encuentran los que nacen aquí al llegar al mundo. Lo primero, he de insistir, una vez más, que tampoco soy un experto en absoluto en románico, pero el arte también va de las emociones y sensaciones que es capaz de despertar. Y eso puedo experimentarlo y disfrutarlo como cualquiera. Así que vamos allá.
Vamos pues. Como el Imperio y la Alianza Rebelde en la Guerra de las Galaxias; el Madrid y el Barça o los Beatles y los Stones, el románico existe por contraposición a otro estilo.
¿Cuál? El gótico. Eres de uno o de otro, no se puede ser de los dos, así funciona. Tal vez veas cosas bellas en ambos, pero en tu fuero interno sabes cuál es el que te mola de verdad.
Yo no soy de ninguno. Correcto, se puede no ser de ninguno, pero no de los dos. En cualquier caso, estás en un lugar perfecto para hacer una elección razonada, porque esta provincia está infectada de ambos. Suma, por ejemplo, 500 monumentos o restos románicos conocidos en diferentes estados de conservación (del muy bueno a la ruina).
¡Qué barbaridad! Sí, y la mayoría están en pueblos. De hecho, Burgos capital es más fan del gótico. Esta vertiente campestre es la que a mí más me cautiva del románico burgalés.
¿No te sigo? Tienes que tener en cuenta el contexto en que surgió: la Reconquista. Ya sabes, el periodo de cientos de años, que nos han contado cada uno como más le ha interesado, en que los reinos cristianos y los musulmanes se pegaron unos contra otros, todos contra todos; y también estuvieron a ratos en calma.
Eso lo sé. Pues, en el siglo IX, esta zona se empezó a repoblar. Se trataba de un territorio de frontera, con nuevos habitantes, todo por hacer, peligros, sus propias reglas... ¿Te suena a algo?
¿Al Oeste americano? Eso es. Esa atmósfera recuerda a un western. Se fundaban monasterios y surgían pueblos a su alrededor, llegaba gente de todas partes y levantaban nuevas poblaciones... En ellas se construían iglesias del estilo que marcaba tendencia en la época, el románico. Compara cualquiera de ellas con esos templos cutres de madera que levantaban en el Far West de las películas, tipo Dodge City; le da a uno la risa.
No hay color. Exacto. Además, da una idea de hasta qué punto en aquella época el mundo era rural, como en el Oeste. Se levantaban los edificios más cool en pueblos pequeños que atisbaban un futuro prometedor.
Solo falta John Wayne. Y además estaban perfectamente integrados con el entorno, o eso nos parece ahora. Muchos de estos templos están rodeados de naturaleza en parajes espectaculares. Sobre esa enorme piedra fascinante que es San Pantaleón de Losa se alza una ermita que parece como si llevase allí tanto tiempo como la roca. El lugar tiene algo mágico. De hecho, las leyendas ubicaban en la zona el Santo Grial. Lo mismo sucede con la ermita de San Pedro de Tejada, en el Valle de Valdivielso, enclavada en el puro campo; o la ermita de Monasterio Rodilla, con zona de comida-dominguera incluida; la iglesia de Soto de Bureba, bajo los Obarenes; varias en el Valle de Manzanedo, en una naturaleza exuberante...
Así si te cansas de arte, te puedes tirar al monte. O combinar ambos, porque se complementan. El románico transmite mucha paz, a mí al menos, porque tiene una escala humana. Miras esos edificios compactos, de un tamaño razonable, una estructura sencilla y te sientes bien, así de fácil. Puedes atravesar su umbral y dejarte imbuir de esa sensación de recogimiento que propicia su dimensión aprehensible, su luz matizada, su contención decorativa. No tiene que ver necesariamente con lo religioso, está pensado para sentirse así y lo consiguen. Además, en ese entorno en el que se encuentran es como si te invitaran a sentarte después sobre la hierba, apoyado en sus muros, a mirar el paisaje, levantar la cabeza de vez en cuando para ver las esculturas de sus capiteles, dejar correr el tiempo...
Suena bien. Dime algún sitio más para sumergirme en esa experiencia relajante, o alucinación, según se mire. Piensa lo que quieras, no me importa. Ya te he dicho que hay cientos de lugares, además en toda la provincia. No sé, se me ocurre la iglesia de Pineda de la Sierra, con un pórtico espectacular en el que he decir que, por circunstancias, dormí una noche hace mil años; la de Jaramillo de la Fuente... Y hay más.
Como siempre. Además de las iglesias, están los monasterios, auténticas superproducciones del género. En ellos, los claustros son como la escena cumbre, el culmen de la película. Aquí el de Silos se lleva un saco de oscars, sin duda, con sus dos pisos superpuestos de arquerías y sus esculturas; el de San Pedro de Cardeña, cerca de la capital, y en Burgos ciudad, Las Claustrillas, el patio románico del Monasterio de las Huelgas, son imprescindibles. Pasear por sus galerías, bien despacio, o atravesar sus jardines pausadamente lo deja a uno nuevo. San Pedro de Arlanza (o lo que queda de él), o partes de San Juan de Ortega militan también en primera división.
Vale, ¿pero tú eres más de gótico o de románico? Si no lo has deducido a estas altura, no merece la pena explicártelo.
Si quieres parecer integrado. Hazte el interesante y señala en un templo el capitel más alejado y cuenta con detalles la historia que narra.
Nunca, nunca, nunca... Compares el románico de Burgos con el de Palencia, la verdadera superpotencia del asunto en la zona. Cada uno, lo suyo.
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