2023-05-15

UN GRIMORIO RECHAZADO PARA LAS ESCUELAS JESUITAS DE OVIEDO

 

13 de septiembre de 1998

[I]

No tenía ninguna razón para estar intranquilo. Cierto que septiembre suele ser un mal mes. El gallinero se alborota porque, de ser ciertos los supuestos de que no somos más que química, las neuronas a Edmu (se llamaba Edmundo, pero todos le conocían por Edmu o por Ed) se le agarrotaban, se le iban a la empinada. Había días que no daba por su vida ni dos realines. Sentía deseos de desaparecer. No haber existido. Arriba, en el sobrado de la memoria, donde estaban arrumbados los recuerdos, ya inservibles, por trastos viejos, se conoce que con el cambio de estación o los barruntos de la caída de la hoja, las células recobraban su antiguo estado de sedición. Debía de ser el bicho. Parezco muy sano y saludable por fuera, pero por dentro está el bicho. Ese maldito bicho que no te deja ni resollar. El hurón - quizás sea un tejón, una marsopa o una nutria, puede que un tigre - no me deja vivir.

Lo he tenido todo, pero he pasado por el mundo como una sombra huidiza. Mira qué cosas tienes, hombre. No hay que tentar a Dios. Nadie está conforme con lo que tiene. No te quejes, vives en la cultura de la queja. Mal comedimiento. Just go an do it. Don´t take no for an answer. Be yourself. Claro que nunca tomé en cuenta tales consejos de personas que me quisieron bien. Ella me amó. Supo amarme y entenderme como nadie me ha sabido querer ni entender en este puto país, y me lo dijo en inglés. No supe corresponderla. Su voz es un himno sacro en mi memoria. En los archivos del alma están localizados todos y cada uno de los registros. Se nace y se muere con el timbre, el acento y el canto de la amada. You just let pass the great oportunities. When you realize what you have got then it is just to late. I know you like an open book, Edmu. Todo ha pasado, pero cada día que transcurre es un hito que recoge aquellos ecos misteriosos. Sus interpelaciones tienen algo profético. Se ensalman las palabras. Sube el incienso. Lejos de ella la vida ha sido un destierro, pero que quieres que uno haga. Let bygones be bygones... I´ll see you heaven. True? Then why shouldn´t I put my heaven into the oven or something. Funciona cada atardecer y cada noche la mística del recuerdo. Mujer triunfal por qué me abandonaste? Estúpido que fui. Se me dio una oportunidad y la dejé pasar. Conmigo no sirve embargo la apotema de a lo hecho, pecho. Me recreo en aquel mundo que dejé atrás y esta recreación me sirve de acicate de supervivencia. Lidia, eras hermosa, verdaderamente hermosa. Aquellos ojos tuyos siguen clavados en mí, los rizos, la boca pequeña y graciosa. No eras perfecta, pero eras bella, tremendamente bella. A real londoner. Musito palabras claves de los diálogos de un amor que no pudo ser. Los antojos del destino juegan a los mortales estas malas pasadas. Pero, como rezamos en la salve católica somos los exules, desterrados hijos de Eva y nuestro ostracismo cubre todas las bandas. Acá abajo no nos será nunca posible encontrar el paraíso.












EL HALLAZGO DE UN GRIMORIO


Si el siglo XIX es la centuria del entusiasmo romántico, y el XX vino marcado por la histeria y la violencia, el XVIII fue un período de la razón como exponente de todas las cosas. Las pelucas empolvadas y el enciclopedismo rompen con un legado de la fe milenaria. Se nota un cansancio de todo aquello - las guerras religiosas, principalmente que estigmatizaron el comienzo de la Edad Moderna- y se buscan derroteros nuevos.

En 1789 el Colegio de Jesuitas de Oviedo, al comenzar el curso escolar, y para la Cátedra de Prima de aquella universidad, que luego ostentaría el propio Leopoldo Alas Clarín1, se había recomendado como libro de texto un Tratado de filosofía natural y de magia oculta de autor desconocido, pero que debió de ser un autor importante de aquella época, nacido en Asturias y muy probablemente sacerdote o religioso. El entusiasta e ingenioso autor iba a toparse con el genio sardónico de un jesuita de Luanco. Este buen hijo de San Ignacio, faceto, jaquetón y algo escéptico, acérrimo defensor de las cosas en las que hay que creer y de la ortodoxia producto del famoso cuarto voto (A Roma no me lo toquéis, caiga quien caiga) va a mandar al limbo a este audaz centón tan compendioso e interesante. No le tiembla la pluma a la hora de sospechar de san Isidoro, riéndose en sus propias barbas y haciendo caso omiso de la relación que tenía con el santo, porque por aquellas fechas la Casa de la Compañía estaba sita en lo que es hoy una iglesia dedicada al famoso santo mozárabe. Condenado a galeras, la Magia oculta, con ese morbo por lo prohibido, debió de ser la delectación de muchos adicionados a esta disciplina. Luego estuvo encerrado en un desván o, acaso, en una panera a taja vana, porque las hojas que guardan la marca del sudor de muchos dedos que han pasado hoja. Parece que se escucha el crujir de los pensamientos; salió, sin desencuadernarse, indemne de una inundación; pero este pediluvio, como no acabó con sus páginas, lo volvió fuerte; sobrevivió a una invasión, a una desamortización, a tres revoluciones, a quemas y requisas. En fin, este grimorio responde a su mismo título, pues por arte de magia o por chiripa, no ha sido pasto de llamas, en medio de unas gentes tan proclives a empuñar la tea incendiaria. Por qué manos se entretuvo? Quiénes fueron sus dueños? Con esa pregunta se podría fraguar el hilo de una bonita historia como con el Ceñidor de la mora Zenaida, pero ése es otro bien diferente asunto. Complejos avatares de fortuna deben haber precedido su llegada a mis manos! Hago de esa peripecia gracia al erudito y al bibliófilo. Sería largo de explicar. Hay grandes libros a los que se les pierde la pista y este puede ser uno de ellos.

Las trescientas cuarenta páginas de texto a doble columna, en papel fuerte, oscurecido en sus cantos y guardas por la huella del pulgar de los estudiosos que dan en chafarrinones en los cantos, y alguna roncha color marrón por quemadura de cigarro, y cabe decir que si los ojos dejasen impronta en aquello que miran habría que decir que también acusan un desgaste oftálmico, un cansancio de la vista y de la vida dejando su marca sobre las guardas de pergamino recio estuche de su aseada tipografía. Cada capítulo se abre en el pórtico de letras capitulares de bella traza. Todo en este volumen avala un profundo conocimiento de las artes liberales.

El libro viene a resultar un centón que se ocupa de lo recopilado hasta entonces de la magia blanca, ya que la negra o lo que denominaban los latinos defixio o nigromancia, ha estado siempre prohibida por la Iglesia. De esa defixio abomina desde un primer momento el autor, por lo que cabría la ambivalencia de que nos ibamos a encontrar con un manual de nigromancia. Con el diablo no hay trato. Eso conviene tenerlo muy presente pues el autor al que no hemos conseguido catalogar habida cuenta de que el tomo tiene la portada arrancada, por lo que bibliográficamente vale muy poco.

Su autor hace un intento por explicar las complejidades de todo esto, en un deslumbrante ejercicio de erudición que nada tiene que ver con la pedantería y el circunloquio al que nos tiene acostumbrados el retoricismo de los post modernos. Cada palabra va a misa y deja su poso en la semblanza de un bello libro científico que se lee igual que una novela.

Estudia los fenómenos de la naturaleza, las mociones interiores del espíritu, tratando de reconciliar revelación con el hecho objetivo.

No sabemos la razón por la cual el libro es rechazado por el censor que en este caso es el censor que hace el juicio crítica y de cuyo nombre y apellidos tenemos noticia. Lo firma el jesuita Joseph Joaquín Suárez Pola, natural de Luanco y que, iniciado en el empirismo metodológico, debía de poseer una mentalidad científica, a juzgar por las tiernas apostillas dejadas caer al desgaire en letra elegante muy apretada y atinados comentarios a pie de página, a lo largo de los cuales muestra su aborrecimiento de la superstición, teniendo en alta estima a otros autores como Jovellanos y Feijoo que la combatieron, o el orgullo con que se refiere a su patria chica, Luanco.

La magia natural es una rama del Árbol de la Ciencia que enseña a practicar y ejecutar obras exteriores. Dice que Adán, una vez expulsado del paraíso, enseñó este arte a sus hijos para vencer a las fuerzas oscuras que nos gobiernan. Es la más humilde de todas las que se enseña, por lo que puede resultar un híbrido de fabula y de dato demostrable. Su propósito tiende a la construcción de la casa de la sabiduría.

Nos informa acerca de cómo fu Salomón el primero que empieza a preguntarse sobre la eventualidad de que haya un dios de la maldad. Al efecto se le ocurrió inventar un anillo que sirviese de talismán. El sello salomónico constituye el mejor salvoconducto para librarnos de los millones de demonios que van aéreos.

Aquí el pendolista hace un movimiento de escéptico con la barbilla y apostilla: Vistelos tú? Yo tampoco.

Sea.

Por lo visto, Nabucodonosor, al arrasar el templo de Jerusalén, nos privó de uno de los mejores y más puntuales filones bibliográficos sobre nigromancia que hayan existido. Salomón era entre otras cosas un esotérico. Había conseguido hacer un catálogo de todos los animales que vivían en la tierra y había dispersado este su conocimiento naturalista a lo largo de más de cinco mil libros que llegó a redactar de su puño y letra.

Nada tiene que extrañarnos esta abultada numerología. Estamos en la época de los titanes, cuando los hombres llegaron a vivir cerca de un milenio. Salomón pasaría de los seiscientos, pero Adán se había acercado a los novecientos y Matusalén, casi un milenio.


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Las cosas se toman ab ovo. Los orígenes del mundo son importantes, pero así mismo lo es el de los nombres, porque las palabras inician las cosas. In principio erat Verbum. Salomón, padre de los alquimistas, practicante de la magia inocuo y de la defixio, el primero que se atreve a instituir el trato con el Demonio, y padre del Fausto? Sería verdad que toda su sabiduría y la magnificencia de su templo recién batido fueron debido al pacto que hizo este rey israelita con Satanás?

Ahí nos quedamos en la vaga pregunta.

Convendría estudiar algunos de sus apotegmas, pues fue el primero que escudriña la verdad sobre la mujer, advirtiéndonos que la vida de ellas es puro hechizo. Semejante salida de tono no la refrendarían hogaño las feministas, pero el Anillo de Salomón está la clave: su autor se lo puso al dedo para pechar con las malas artes de la mujer, pues viene a decir que ésta es de naturaleza diabólica. Esta idea pesimista flota sobre sus versos sapienciales. Toda una advertencia sobre la tendencia al mal que padecemos los mortales como consecuencia directa del pecado de Eva.

El autor de este tratado, a la vista de sus profundos conocimientos del Antiguo Testamento, así como la condescendencia que muestra hacia los judíos, debió de ser descendiente de conversos, pues asegura que los judíos han sido siempre muy numerosos en España, que el rey Tubal era miembro de la Tribu Perdida del pueblo de Israel, la decimotercera. Por esto no cabe argüir a los judíos españoles de deicidio, porque éstos ya estaban asentados en Hispania antes de la primera venida de Jesús y que su presencia en la península fue directa consecuencia del repartimiento de las diferentes tribus por toda la tierra, después de la confusión de Babel.

Acerca del nombre de España, sobre el cual tanto han disputado los autores a lo largo de los siglos, viene a decir cosas bellas. No es ya meramente la tierra de conejos, sino spanion, que en griego significa lo admirable, aunque acepta que bien pueda ser la región del dios Pan, que venía a ser Dionisio, el rey de la fiesta. Atinada observación.

Será por esto que tanto nos peta la jarana, apunta el amanuense.

Tito Livio llama a España prima initia provinciarum (la cabeza de nuestras provincias) y luego pasa a estudiar la proposición de si nuestro padre Adán, que vivió 930 años, pudo venir a España en uno de sus numerosos viajes por el mundo, y, como consecuencia de uno de sus frecuentes concúbitos con mujeres del lugar repoblar estos pagos, ya que, oh prodigio de la naturaleza, él fue padre de todos en todo, por lo que padreaba bien. El médico no tenía que recetarle viagra. Entre sus muchos vicios y defectos, que nos han deparado a todos la muerte a causa del pecado, no figuraba por cierto el de la impotencia. Mucho se sabrá el día del Juicio...

En su afán de tenernos al corriente de todo, el escriba nos habla ya de una España como nación y como pueblo de pueblos. No habían hecho acto de presencia los movimientos carlistas que tanto han envenenado la convivencia española. De tanta claridad, el autor puede resultar hasta chusca pero sus pronunciamientos tan de cajón no tienen vuelta de hoja, aunque, ahora, dos siglos y medio de que se diera a la estampa este grimorio, quieran enmendarle la plana al Rey Sabio de cuyos labios y de cuya pluma saltó el primer grito emocionado de loor a España.

Digresiones aparte y esmerado por la senda de las etimologías, que fueron tan importantes para San Isidoro, reflexiona sobre los nombres originarios, e indaga en lo profundo del laberinto español. El nombre de España le trae a la memoria el de Jano. Con arreglo a la ciencia mitológica, Janus era el alfa y la omega, el que guarda la entrada, principio y fin de todas las cosas. Las columnas de Hércules estaban en el templo de Jano. Los garceos2 o vascos llamaban a su dios central Iaumgaicoam y este nombre se hallaba esculpido en las columnas de Jano que fueron encontradas en Córdoba en 1635.

Eran 1200 columnas de jaspe que habían sido aprovechados por Abderramán en 789 para adornar el mizrá central de la mezquita de Córdoba. Es posible que Jano sea Alá, el dios incierto, el deus absconditus que tenía reservado un altar en el templo de Afrodita.

En el Tetragrámaton se observa que, para llegar al conocimiento de Dios, hay que afianzarse en un camino de exclusión, o definición de aquello por lo cual no es el ente supremo: invisible, inefable, inabarcable y desconocido; ignoramos su nombre.

Pablo afirma que habita una luz inaccesible e inescrutable y Séneca, que fue amigo del apóstol de los gentiles, refiere que el culto a ese dios desconocido lo habían tomado los romanos de los hebreos, los cuales nunca se atreven a denominarle por filiación suprema sino mediante rodeos y ambages, pues le llaman Adonai, Yahwé, o Eloím, sin que jamás lo mienten de forma expresa.

Preocupado con el tema vasco ya este escritor de mediados del XVIII como una de los pasadizos secretos del laberinto español, nos pone en antecedentes. Señala con Mariana que los vascos eran ferocísimos, orgullosos e independientes porque eran del linaje hebreo. No le tiembla la mano ni su brío descaece cuando llega afirmar su ascendiente semita. Salomón cobraba tributo en Tarsis (Cádiz) y el número de hebreos que habitaron Hispania llegó a ser muy elevado, casi un setenta por ciento de la población. Y se arroja al ruedo con un dato: un millón de judíos echaron los Reyes Católicos de España en 1492.

Al igual que los judíos, los vascos nunca aceptaron el yugo romano, y de hecho, cuando el año 70 fuera Jerusalén arrasada por las legiones de Tito, serían no pocos los Israelitas que acudieran a Hesperia, la tierra del Véspero, el Jardín de las Hespérides, el finis terrae donde se alzan las columnas de Hércules, para ellos Sefarad.

El día de nuestra Redención aparecieron en España tres soles, en señal que daba Dios a este país por mayorazgo suyo.

El centurión de la crucifixión era sevillano. Había nacido en Hispalis. Fue el primer convertido de la gentilidad y el primer hombre al que se concedió el privilegio de la fe: Verdaderamente, Éste era el hijo de Dios.

No son datos casuales, sino que esconden una latente intención, como si fuera un signo bíblico. España no es una nación como otra cualquiera.


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En esta recopilación o digesto de conocimientos transmitidos o experimentados, después de abordar los diferentes nombres de Dios, pasa a referirse sobre el culto del Zoroastro de los caldeos, que asimilaron los latinos a Júpiter y era el Zeus para los griegos. A su arrimo se origina la magia en la antigüedad. Más de treinta mil advocaciones del dios sol, pues sabido es que la cultura etrusca ere heliocéntrica, llegó a haber en Roma. Para contrarrestar la acción benefactora de sus rayos y abierta nació el culto selenita inclinado por la luz refleja y cadavérica de un planeta muerto. Se trepa por un tortuoso sendero de comparaciones. El estilo es ágil y rápido y de un interés por lo apasionante de los asuntos que trata y cómo los aborda que parecen haber sido redactados exactamente ayer. Es un dúo. Entre la luna y el sol. Entre escritor y censor. Las tinieblas y la luz libran un recio combate, en el más puro método peripatético de preguntas y de respuestas. La ciencia antigua rehuía la especialización- todo está en un tótum revolútum como un cajón de sastre - en la creencia de que el conocimiento ha de ser total y tendrá que ser abarcado de forma indivisible. El que escudriña se ve compelido a una especie de monólogo interior, sujeto a contradicciones. Es una pena que la palabra magia de origen persa y cuyo significado es embrujo haya sido manipulada tantas veces y confundida con la hechicería; en su primera acepción, entraba en el feudo de la ciencia especulativa. Entronca con el culto al Zoroastro, celebrado por los flámenes caldeos, sacerdotes revestidos de casullas y altos gorros como mitra, distintivo de autoridad y que e denominaba la cidaria o albanega. Magos eran los constructores de pirámides , practicante de una religión nacida en Caldea. Ellos fueron los primeros, y no los rabinos, todo un designio misterioso en el cual Dios rompe su pacto misterioso con Israel y se abre a la gentilidad conocer el nacimiento del Mesías. San Cirilo de Alejandría recuerda que el calendario cristiano se abre con la Epifanía, una fiesta que se celebraba entre los primeros cristianos ya antes que la navidad. Unos magos habían observado una estrella y vinieron siguiendo su rastro hasta Belén desde la Arabia Feliz. La sabiduría del verbo transformado en carne humana elige a los adoradores de ídolos y deja fuera precisamente a aquellos que con tanta expectación aguardaban la llegada de su Libertador. No puede ser fruto de la carne ni de la sangre la Revelación sino que resulta ser obra del soplo que vivifica el Universo. En este sentido, san Isidoro, siguiendo esa tradición de los persas, se considera una especie de primer mago cristiano, un ser libre que especula. La mayor parte de su extensa obra se orienta no tanto al conocimiento de las Escrituras y su explicación al pueblo, sino al conocimiento de la ciencia. Llevó a cabo algunos inventos y nos da noticias de una flora y una fauna hoy perdida como el árbol de la vida, o un pájaro misterioso animal doméstico de compañía que cantaba cuando veía amor en las gentes, o se moría de pura pena, cuando un amante le era infiel a otro. Asimismo, con sus poderes alquímicos, consigue inventar una candela que, una vez encendida, nunca podría apagarse. Pero el P. Joseph Joaquín no se lo cree: Que Santa Lucía nos conserve la vista y nos la aclare, porque jamás hemos tenido noticia de esta clase de vela, como no sea la simbólica de la Fe. El cronista erre que erre: Pues esta lámpara de suavísimo olor inconfundible estuvo guardada hasta hace poco en el catedral de León. Era de piedra asbesto, material ignífugo que nunca se consume. Y siguen las referencias de hechos curiosos. Hay en la India un pájaro al que llaman cadario que tiene las mismas propiedades que el basilisco que, si mira a uno cara a cara, es señal de vida ,y, si tuerce la vista, es señal de muerte. Ya; le ocurre lo mesmo que ami P. Rector, que es bizco. El sujeto en cuestión no debía ser alma de la devoción del amanuense, porque hablando de sus orejas en otra ocasión, nos hace saber que las tenía también importantes. Pero la retahíla continúa, con las referencias a una cabeza parlante (obsesión medieval de la Esfinge) que sabe decir sí o no, como Cristo nos enseña. Todos los cibernéticos, que han estudiado estas referencias, lo consideran el origen del ordenador. La llaman la Testa de San Alejandro Magno, la cual, a su vez, encuentra un anticipo en un artilugio descubierto por el papa Silvestre II el año 1000 y que fue instalada en algunos conventos templarios. Cuando se le inquiría de algún asunto contestaba afirmativa o negativamente. Se dice que Abel escribió un libro sobre las virtudes de las plantas, pero el pendolista no se muestra impresionado por el celo del escribidor de este grimorio, que se lee de un tirón y crea el interés de una trama interesante con poderío de intriga para atrapar la mente del lector, por retrotraer a la terapéutica al hijo de Adán y Eva, asesinado por su hermano con una quijada de asno. Pero Abel, representante de la bondad intrínseca o de esa energía positiva que imanta a la naturaleza, se nos muestra como un heraldo de la esperanza. No se trata de una idea descabellada, en oposición a su hermano fratricida que encarna la envidia, la enfermedad, el mal de ojo, la defixio. Caín es el padre de la mentira, la primera víctima del instinto de violencia. Abel, por el contrario, encarna la magia blanca, el deseo de paz y de armonía. Lo positivo. Suárez Pola se pregunta si en los tiempos patriarcales hubiese sido inventada la escritura. Sabía escribir? Libro singular éste de Abel, y más mentiras. Pero sigue deslumbrado por esa candela isidoriana, lámpara de Aladino, de pábilo indestructible, que ilumina la noche oscura de los tiempos. No es más que un símbolo del conocimiento desde la fe. Su luz nunca bañará los ojos de los impostores, los falsarios, los torticeros. La verdad es la luz. La mentira, el caos. Por eso, los embusteros siempre acaban mal. La palabra es el peldaño de esa inmensa espiral de la escalera de caracol especulativa. Será el arma con que serán vencidos los hijos de la noche. No hay que tener miedo al error , ni tampoco a la posibilidad de equivocarse. Por eso son tan importantes las etimologías. Isidoro las utiliza como vehículo mejor del conocimiento. El origen de las palabras y la lexicografía son como el pájaro cadarioque si mira de frente es señal de vida y, si los tuerce, es que desaprueba a los préditos que morirán. Dios es la verdad y la vida y sólo es posible contemplar su rostro a partir de las grandezas y misterios de la naturaleza. El universo es el sello de artífice. El orfebre muestra sus habilidades en la joya tallada por sus dedos.


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Spinosa había predicado hacía un siglo ya esto. Dios está en todos los ámbitos y todo constituye un reverbero de esa luz rutilante de la candela entrevista por san Agustín y por san Isidoro. Era el panteísmo nada más que una reminiscencia platónica. Por formular esta tesis tacharon a Baruch, aquel sefardí que pensaba en estas cuestiones, mientras tallaba el diamante y fumaba en pipa, bendito de Dios, de anatema; fue descalificado como hereje y lo llegaron a expulsar de la sinagoga. Isidoro, Agustín y san Buenaventura tuvieron un poco más de suerte. Ganaron un puesto en el catálogo de los santos, pero así es la vida: llena de contrasentidos, trufada de paradojas. Sin embargo, ortodoxia y heterodoxia, por encima de las sinrazones y prejuicios, se dan la mano para avanzar por el camino del conocimiento. El positivismo y las ciencias comparadas tienen su entronque en esa concepción panteísta de la divinidad mirandose en el espejo de sus propias obras. Los enciclopédicos a lo Diderot y los retóricos a lo Boileau son feudatarios de las etimologías isidorianas y de las lucubraciones de aquel genial judío de Amsterdam, genio incomprendido y envidiado que predicaba el método inductivo: de los sentidos hacia la primera vibración y del alma de las cosas al alma del creador. Hay que establecer categorías, predicar paralelos, hacer una relación de cuanto nos rodea . Hay que estudiar, cotejar, experimentar, porque lo grande está en lo pequeño y el microcosmos no es sino sucursal del macrocosmo. Los árboles y las plantas son los abanderados del gran sello. En la isla del Hierro hay un árbol ( debía de estarse refiriendo al drago) que vive mil años y destila agua. Pregunté esto a un canario y díjome ser falso lo de exhalar lágrimas, porque no es frecuente que lloren las plantas, por carecer de ánima, pero cierto en lo de arraigarse por tan largo espacio en la vida. Pregunté a un indiano y dio respuesta afirmativa. En las Indias hay árboles que dan vino y pan. Non capioi.


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En todo grimorio debe de haber referencia a las brujas, porque durante toda la edad antigua se venía creyendo que el Cabrón o diablo tenía concúbito con algunas mujeres y de esta cópula nacían seres extraños. Los demonios son híbridos de hembra humana y de macho cabrío, y, con frecuencia la resultante de una unión contra natura, pero Suárez Pola, sardónico y algo descreído apostilla: Eso del concúbito nefando no es fácil practicarlo. Qué asco! La tierra es esférica y Dios hizo al hombre del barro. No somos más que tarquín, puro lodo, formados a partir del opsii telúrico. Humus feraz que sustentan las cosechas, y, por ende, imprevisibilidad, humor, alternancia. La naturaleza es el estrado o asiento de los pies del Altísimo, porque en las cosas que Él toca o los caminos por los que vaga, inescrutable e impenetrable, resplandecen las pisadas de la infinita sabiduría. En las cosas deja señales de su amor. Por espetarlo así de claro quedó proscrito Spinosa , pero el panteísmo ahora ya no suena a herejía. Los sabios, los santos y los grandes pensadores escriben al dictado de esa divina armonía. Para comprenderlo hay que ser un iniciado, e implorar el auxilio de la Madre de los Vivientes. Todo viene a ser aquí fruto bendito de Vesta, engalanada de rayos de sol y que se viste con la hermosa librea de la fronda florida. El rayo de Júpiter fecunda su útero excelso. Todo esto nos recuerda aquel sin romperlo ni mancharlo utilizada por el P. Astete en su catecismo para explicar el misterio de la Encarnación. De otra forma: el cristianismo no podría ser sin esa veneración de la hiperdulía. Ella desjarretará al dragón, porque triunfó de la sierpe, vencerá a la muerte. Comprobamos, pues, la maravillosa analogía latente entre la Mujer del apocalipsis, vestida de sol, como Vesta, y calzada de luna, y la forma en que se representa a esta Vesta romana, que no era sino la diosa Cibeles de los griegos, sentada en una carroza- idea del movimiento y la mutación constante, porque la rueda de su carro no es sino la redola o rota céltica, el círculo infinito, cuyo epicentro siendo inamovible pone en movimiento las demás cosas- triunfal que tira una yunta de leones domados, porque toda la fuerza bruta ha de quedar rendida a sus pies. Porta en la diestra una llave que abre la caja de los misterios, y un atabal o cetro a siniestra que la vuelve imperiosa y temible. La corona en forma de torre que ciñe sus sienes nos da idea de su realeza. El carro es la mudanza y la continua sucesión. El símil no puede ser más feliz. Parece un exorcismo contra la superstición. El autor, a estas alturas del libro, se declara admirador del P. Feijoo , quien dedicó todo su Teatro Crítico a combatir los agüeros, tan abundantes en la Asturias de aquella época. Es más; avanzando en suposiciones, cabe la conjetura de que La Historia de la filosofía natural y de la magia oculta fuese fruto encubierto que naciera de la pluma del famoso benedictino gallego, porque la timidez y escaso deseos de relumbre, así como la parsimonia de buen acuerdo que trasciende toda la obra no podría deberse sino al cálamo iluminado de algún monje. El verdadero místico rebosa salud. En la cordura de los centones medievales se hace gala de ese estado de ánimo propiciado por la seguridad en la fe, muy lejos de las torturas y angustiosas de la modernidad. Por eso, este libro puede que decepcione a los que buscan el morbo de lo paranormal; rezuma esa sensatez de Feijoo, al que su hábito le hizo monje. Y monje libre, nada cursi, afincado en la razón, y desdeñoso con la locura: Tiene la ciencia sus hipócritas, no menos que la virtud, y no menos es engañado el vulgo por aquéllos que por éstos. Son muchos los indoctos que pasan plaza de sabios . Esta andanada contra los sucedáneos que tanto molestaban al indómito benedictino, ya en la escala de la inteligencia ya en la de la santidad postiza, va a ser el baremo de este buceo en el abismo de las fuerzas escondidas. Sin embargo, a pesar de tal frase, en España hubo verdadera ciencia y también verdadera santidad. Al igual que el planeta Tierra, la sabiduría y la virtud celan su semblante a las miradas de aquellos que hacen alardes de haber encontrado la verdad. Ésta no se sabrá del todo, porque es una sombra que se prolonga al infinito como el rostro del Señor.

En todo escritor de raza alienta el anhelo de alcanzar el origen cosmogónico, de saber las causas, de parcelar la realidad, descubrir el entramado ontológico, de establecer categorías.Por qué la Tierra es centro de sí misma? Porque el centro es indivisible. Por eso mismo, para cortar una hemorragia lo mejor es un puñado de tierra; ésta detiene la sangre, al ser seca, fría y gruesa. Las tierras gruesas sirven para cultivar trigo, y las delgadas, cebada. El polo de gravedad depende de sí mismo.

Luego, el escritor pasa a preguntarse cómo surgió Europa, dividida en 34 reinos. Su nombre le viene de a hija de Agenoron, rey de Fenicia. Dentro del mapa del Antiguo Continente, se distingue, igual que cabeza de dragón, de ferino semblante y ríspido, un aspecto engañador, pues oculta la amenidad y clemencia climática (leer la Loa de Alfonso X) la Hispania. Como cada uno tiene una percepción diferente de un mismo hecho, algunos ojos no miran para un dragón sino para la testuz de un bóvido en ademán atacante, y de hay esa Piel de toro de nuestras dulcedumbres y pesadillas.

El cuello de este animal mitológico sería la Francia, el cuerpo, Alemania, y las alas del basilisco alado serían Italia y el Queroneso, pues así le parecía a Estrabón que fue el primer cartógrafo.

De Cádiz a Cabo Peñas, observáramos que España no es afligida de sol violento, como el África, ni sujeta a los intempestivos vientos de la Galia, ni región tan nebulosa como Albión y la Hibernia. Opiano alaba a sus perros, pero hay muchos que la consideran tierra de conejos. Para algunos autores es España la residencia del dios Pan.Será por esta causa por lo que a los hispanos nos agrada tanto la fiesta? Aquí a la primera de cambio se tiran voladores, se colocan gallardetes en las calles y se prepara un baile después de la procesión. Y si ahora nos entretenemos con los circunloquios y mantenidas de la prensa de la entrepierna antes se lo pasaba mejor organizando autos sacramentales o rosarios de la aurora. La génesis de todo esto viene a ser la misma. Y sin enmienda. Aunque las oscilaciones de esta tendencia den la vuelta y vayan a un lado o otro como el péndulo, tan amigo de las extremidades.

Asia, por su parte, recibe su denominación originaria por ser Asia la diosa hija de Océano y de de Thais, la que fuera, a su vez, esposa de Jezabel. Dentro de la configuración asiática, resalta el seno arábigo, rico en incienso, en mirra, en gutta y casia y otras maderas preciosas. Asia es el continente oloroso que se desparrama hacia la Arabia Feliz, pero hay otra Arabia Pétrea, aposento de los grandes desiertos. Allí en las cuencas del Eúfrates y el Tigris debió de estar el paraíso terrenal, del que ni rastro queda. Conjetura nuestro anónimo con toda ponderación.


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Continúa nuestro autor pasando revista al atlas. De Oceanía dice ser la morada de los gigantes, que viven doblado más que nosotros. En los polos, sus habitantes medio año no ven el sol, pero el otro medio no se les esconde. En Hibernia, según Ptolomeo, estaba la región del ocaso, la frontera con el caos.

Todas estas nociones geográficas las entrevera con temas teológicos y litúrgicos. Salta de corrido a hablar de las órdenes sagradas con sus jerarquías de minoristas, subdiáconos, diáconos, presbíteros, obispos, metropolitas, archimandritas y arzobispos. Nos dice que los minoristas cantan la epístola y limpian los vasos sagrados.

Dicho esto, y en la frenética carrera por impartir revelaciones y conocimientos, se refiere a asuntos relacionados con la moral. Dos siglos después, algunas de sus aseveraciones no tienen desperdicio. Alega, por ejemplo, que el matrimonio ha sido instituido en función de la prole y la conservación de la especie, y apunta al bien común, cuestión ésta por la cual aquellas personas con alguna tara física o mental debieran abstenerse de casamiento. No es muy cristiano que digamos esta obsesión eugenésica, pero cabe advertir que se trata de un jesuita el que escribe.

A Cristo se le representa en un arcosolio de las Catacumbas de San Calixto impartiendo la bendición a una pareja nupcial. De esta forma aboca a la conclusión que es pecado contra el Espíritu Santo violentar las normas genéticas y advierte con varios siglos de adelanto que las manipulaciones, o lo que ha dado en llamarse ahora ingeniería genética, representan un verdadero peligro de suicidio colectivo para el género.

Por eso mismo, desaconseja la poliandria o promiscuidad sexual, ya que conduce a la esterilidad femenina y a la paternidad incierta. Pero el hombre en su carrera por encauzar los conocimientos y meter en vereda a los caprichos del libre albedrío quiere regresar a un estado primitivo de vida eterna e independencia frente a la divinidad. La ciencia lo que está intentando es regresar al edén. Se entusiasma con la noción de querer volver a ser gigante.

Y a propósito de esto, hay gigantes en Australia? Con sorna replica el amanuense: No habrá que ir tan lejos; yo vi a uno en Tineo, después de una romería. Calzaba almadreñas o zapatos de palo que eran el tronco de un roble...

Los aires puros y delgados preservan de la corrupción.

Los macrocritas son tenidos por los más alejados habitantes del mundo. Tienen su residencia en los montes hiperbóreos. Habrá que ir a hacerlos una visita. No queda más remedio!

Fue Elcano el primero en dar la vuelta al mundo. Su nao Victoria se guardó durante muchos años en las atarazanas de Sevilla, en homenaje a este marino que descubrió que el mundo era rotundo o redondo, igual que una bola. Los primeros exploradores comprobaron la redondez del globo terráqueo, pero fueron incapaces de determinar el lugar donde se haya emplazado el paraíso.

Esa es una noción que debemos a la fe, y al legado de la tradición propagado de boca en boca y de oreja a oreja. Esta virtud teologal entra por el oído. Fides ex auditu. Esta virtud pertenece a los mansos de corazón, pero los herejes de la diabólica secta de Mahoma, cuyo articulado religioso se basa en el Alcorán, su único libro, tan cerriles son que no quieren escuchar. Su profeta no sabía ni leer ni escribir, y hacía como que sabía. Había domado una paloma que hacía que se posase junto al hombro cuando hablaba y le metía el pico a la oreja y así todos los que le escuchaban creían que tenía trato con el cielo y que recibía las suras que copiaba un amanuense directamente desde la Arrizafa Paraíso de Alá, directamente apuntadas por el Espíritu Santo, y de ahí el oscurantismo de sus adeptos que consideraban verbo divino todas sus aberraciones y simplezas. Tienen las facultades auditivas tupidas. Se resisten a la palabra de Dios. Moros y turcos son recios de oído. Su fe es un pisto o amasijo de las otros dos religiones monoteístas y en el Corán que seguramente fue escrito por un monje nestoriano que apostató cuando le fue denegado el patriarcado de Antioquía se deja ver la impronta arriana así como algo de las prohibiciones del Talmud que veda la carne de los animales impuros y manda santificar un día de la semana. Los musulmanes eligieron el viernes que era la feria dedicada a Venus. Por eso sus huríes, el sueño de todo creyente, y cuantas más mejor, bien cerradas en el harén, bailan para sus maridos la danza del vientre. Por ese cabo no hay prohibiciones al buen musulmán. El Profeta les deja hacer todo lo que les apetece y si mueren en combate defendiendo al Islam les deparará Alá este huerto inconcluso vergel de delicias.

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Cristo fue concebido no por obra de varón sino por el resuello del Espíritu. Los sarracenos creen en algún artículo de la religión católica, como por ejemplo, admiten a Jesucristo, pero sólo como un profeta y veneran a la Virgen a la que dicen Miriam. Ésta permanece todo el tiempo conferenciando con los ángeles y se alimenta tan sólo de manjares celestiales.

La religión cristiana está más extendida que ninguna otra. Oh, utinam!(ojalá), pues quien quiera leer más mentiras sobre el tema lea el tomo de San Antonio Abad, o de no sé qué autor, pero que en Roma no gusta. Aquí se refiere el comentarista a la historia del Preste Juan de las Indias sobre el que se explaya el autor del grimorio, del que circuló una leyenda medieval referente al sebastianismo. El preste Juan de Las Indias, un portugués, creyó que el origen de la cristiandad era africano y que las primeras comunidades surgieron en Libia.

Esta noción fue la que hizo despachar a misioneros que fueron bojando la costa del Índico encontrando solamente cristianos de rito melquita y maronita. Entre esa expediciones figuraron dos padres jesuitas: Meliá y Mayor. En Nubia las mujeres son muy hermosas y se crían para vender. La esposa primera de Agustín era precisamente númida. Vender mujeres en el mercado no creo que sea muy cristiano, como dice Feijóo, autor al que yo tengo en mucha consideración, en sus diatribas contra los frailes embusteros.

Los reyes de España tienen la gracia de ahuyentar demonios, por haberse distinguido sus antecesores en la propagación y defensa de la fe, dice el P. Pellicer. Está comprobado que la imposición ritual de manos era anterior a los apóstoles. Agripa y Vespasiano sanaban colocando los dedos sobre la testa de los enfermos.





1Cátedra de Prima se llamaba así por ser la que se impartía a primera hora de la mañana. Era un escolasticismo que permaneció en las universidades españolas desde el Medievo. Góngora ridiculizaba a los catedráticos de Prima, por lo general clérigos, de esta forma: Por la mañana una hora de prima y por la tarde de sobrina

2garceos, o vacceos. También várdulos. Una tribu que vivía al norte de la meseta central.

i.

Esta frase de non capio y non capisco ( no entiendo) era una muletilla constante entre las disputas teológicas que tuvieron por escenario la universidad de Salamanca entre jesuitas suarecianos y dominicos tomistas. Algunas veces eran tan apasionadas que acabana en la riña, en la bronca descarada o en el insulto, como aquella vez que un jesuita le estaba diciendo a un fraile de Santo Domingo:

-Rubucundus erat Iudas. Porque rubio era Tomás.

Y el otro le replica:

-Sed, de Societate Iesu.

Esto es: de la Compañía de Jesús

ii.

Ops y Ope era la diosa de la abundancia, lo que hace germinar a las plantas. Voz antiquísima que nos revierte a algo que llega implícito al cristianismo, como una aseveración o afirmación de la deidad femenina en la veneración sincretista envuelto en el velo de Isis o procesionando detrás del peplo de Cibeles. Maga y Madre Magna. María. Siempre Virgen.

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