2023-07-07


 Debía de ser por navidades. Mi hermano Javi al que llamaban pocholo por sus mofletes pocholo y yo nos habíamos subido a un banco y comparecemos junto a mi padre y mi madre en la estación de autobuses de Segovia a punto de tomar el coche línea de Aranda de la empresa Gutiérrez. Mi padre es un hombre fuerte. Le llamaban el sargento fuerza en su regimiento y mi madre morena y muy guapa llevaba el peinado de la época que llamaban la permanente. Yo soy el que muestro una sonrisa tímida de media sonrisa con un abrigo beige. Tenía cinco años y estaba delgado pues padecía de las anginas. 

El año 49 nos dieron casas militares en Valdevilla pero íbamos con frecuencia al pueblo. No pasamos hambre pues en ca el abuelo se mataba el marranillo y no faltaban las alubias y garbanzos para el avío entreaño. 

Recuerdo aquellos viajes en el coche de Aranda que duraban cuatro horas o cinco. Fuentesoto estaba de la capital a menos de ochenta kilómetros. Tardamos en llegar cinco horas en aquel pabupabú donde algunos iban en la baca.

 El cobrador se llamaba Antonio y el conductor Antonino que era de Peñafiel. Le gustaba el vinillo y en pueblos tan importantes como Turegano Cantalejo o Navalilla paraba para echar un chato en cada taberna. Una vez había trasegado tanto morapio el Antonino que por poco hicimos molino en la cuenta de San Miguel de Bernuy. Casi nos mata.

En arribada nos estaba esperando el abuelo Benjamin aparejados los machos y siempre con una manta. Subíamos al carro y al cabo de media hora ya estábamos en el cocedero de la abuela que nos preparaba una cena a base de tocino y castañas. Hacia mucho frio por aquel entonces. Recuerdo las grandes nevadas. Todos los hombres gastaban pelliza y las mujeres manteo morisco. Iban a misa tapadas como las moras. Conservo ima memoria agridulce de aquellas excursiones cuando a la venida en la espera al coche de Aranda mi padre encendía una hoguera con piñas y zarzas

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