EL CHAMBERGO DEL CONDE DUQUE DE
OLIVARES
Antonio Parra
Camino de mis pomaradas el día de
Santa Ana no paró de llover- Sacramenia honra a la abuela de la Virgen como
santa tutelar desde el siglo X- paso por Toral de los Guzmanes pueblo leonés
donde los haya, páramos de tierra rodena, verde de las riberas del Esla, tierra
de fray Gerundio de Campazas, bodegas de clarete encuevadas en la ladera del
pardo mogote León por Castilla fieras torres de los fueros campos góticos.
Siempre España. Este pueblo leonés polvoriento todo él de adobe con sus paredes
rojizas tiene toda la gracia de las casas deshabitadas. Pasado y presente se
dan mano y no puedo menos al pasar de evocar la grandeza del Conde Duque que me
mira mefistofélico desde el caballo condescendiente y altanero desde ese
caballo que pintó Velázquez y se nos va a la empinada. Y que con su gallarda
cabriola y su coqueta mirada cuando le veo en el Prado siempre me dice:
-Arriba España y viva el papel de
estado.
Los funcionarios le deben la
sinecura a este prócer sevillano nacido en Roma que llevaba al Estado en la
cabeza. Mire, las oposiciones. Venga. El conde duque. Danos y danos hasta que
no te conozcamos. Ley de las tabernas. Una sinecura. Una cátedra. Un buen y
oscuro pasar un puesto inamovible. Ahí está el Conde Duque con su estatua
garantizando ese áurea mediocritas al que aspira todo español (el 75 por
ciento de nuestros jóvenes quieren ser funcionarios pero España amigos no da
para más y los ala tristes no nos la defienden más bien al revés con gran
complacencia de nuestros enemigos históricos que pagan estos bestsellers).
Y ahí nos las den todas. Et chacun a son gîte que dirán los
franceses. Cada gallo en su quintana y cada mochuelo a su olivo. Noches para
destetar hijos de puta y días para que las gallinas no pongan huevos sino
cabrones. No está el verde para pitos ni el tafetán de Magdalena para primores
y zampoñas. Las nuevas generaciones lo van a pagar caro. No saben historia de
España o la aprendieron mal en Oxford o en Amsterdam. Gibson es un headmaster
inglés, sin cabeza porque lo de head es un suponer porque si se la abriéramos
encontraríamos su sesera hecha agua y odio con pinta de rabino que habla muy
mal castellano y lo escribe peor a pesar de sus muchos años en Madrid que va a
utilizar the birch (el látigo) esto es la disciplina inglesa contra todos
vosotros. Nunca aprenderéis. Otra de García Lorca.
Cuando mandaba don Gaspar de Guzmán
todavía éramos grandes. Hoy en cualquier momento nos podemos ir a tomar por el
culo y algún jefe de negociado de los que ficha y está en nómina se puede
quedar con la tarjeta en la mano y la candela al rabo. Pero viva siempre el
papel de estado.
Mírala. Es mucho mayor por lo que
hizo que la puerta de Alcalá. Lo malo de mucha gente es que desconocen su
historia y no sabían quien era don Baltasar de Guzmán. Peor para ellos pero la
España a la que él dio fuero y prematica ahí está. Nos miró una mirada de
inteligencia desde el caballo y ahí queda eso. Desde entonces los españoles
estamos bajo la protección de su chambergo, ese pavero al que Esquilache quiso
quitar retal y rebajar centímetros. Al pueblo se le subieron los humos. En
España puede estallar una revolución por una cuestión de centímetros. Por el cipo
de una finca, por el ceder el paso en una acera, por el quítame allá esas
páginas y claro está aquí todos preferimos el embozo y el ala ancha, los alas
tristes que se los coman los dragones. Total una revolución contra los masones
y la vieja retórica contra iudeos y pueden arder las sinagogas como otrora
prendieron fuego a las basílicas, mucho mondongo, por el fuero y el huebo y
aquí todos somos algo taurinos con un si es no de católico y de sentimental.
Temo que me lo desgobiernen. La frase de Felipe II se cumplió en aquel Valido.
El chambergo del Gran Guzmán, Zp
oído al parcha y ojos de Argos, un símbolo pero viene a ser para nosotros aval
de libertad. Somos el pueblo más libre de toda la cristiandad. Ah sombrero que
significas albedrío pero que no nos hurguen mucho los cojones. El sombrero del
Conde Duque luchó contra los nobles y como en su España de entonces nos crecen
los enanos. Cada uno quiere ser un cacique y nos quiere gobernar. Olivares
desmochó sus torres. No admitía a su vera señores de horca y cuchillo.
-Reverte se ha hecho rico a costa
de la derrota pero no da una a derechas. No hay que fiarse nada de los
murcianos ni gitanos de mal vivir. Y las alas de nuestro pavero no son tristes
y alicaídas sino enhiestas y bramadoras como el báculo de un garañón en celo.
Entramos en Breda y conquistamos Mastrique. Rocroi fue una batalla que perdimos
pero con un soldado menos también se gana la guerra.
-Furrieles a la mira. Tercios a mí.
Ya lo sé. Nos traicionó la sinagoga de Amsterdam. Inglaterra conspiró en
Portugal y Francia en Cataluña. No hubo nación más grande que España. Ni con
tantos enemigos tampoco y en ese empeño seguimos y no hay tutía.
-El Conde Duque fue un triunfador.
A pesar de todo y muchos españoles le deben la sinecura y el papel de estado,
las oposiciones con que siempre nos usan la pluma por el pico a los laborales.
Nadie mejor para hacer la estatua. Un gigante en medio de enanos según Marañón.
Pero le odiaban las monjas y las mujeres y ello fue causa de su desgracia...
aquí, como caigas mal a las señoras vas de culo.
Y si los funcionarios le deben el
puesto fijo, los taurinos le deben todo. El conde duque era un torero. Gallardo
y sublime. Muy español, algo putero, muy trabajador al que nada se le ponía por
delante. Muy religioso hasta rozar la misma superstición. ¿Qué más se puede
pedir?
-La decadencia
-Hombre, no me fastidie. ¿Se puede
llamar decadencia a un tiempo en que Quevedo escribía sus maravillosas prosas,
Tirso hacía encajes de bolillos con sus comedias de costumbres y Alarcón con
las de enredo y en los corrales estrenaba Lope y en el Alcázar pintaba el aire
don Diego y en Flandes aun no se había puesto el sol con nuestros navíos
bojando la esfera armilar? ¿Y el pueblo español hizo lo que siempre supo hacer
mejor que nadie: vivir de gorra? ¿Un poco exagerado no?
-Cierto.
-Pues sí. Buen canto a España,
nuestra natura y a Italia nuestra ventura y a la puta Holanda nuestra
sepultura.
Toral de los Guzmanes es el alma máter
de la familia goda con más abolengo de las Españas. Junto a los muros del
palacio no cabe tanta grandeza deshabitada. Gutte Männer (Guzmán) nos refieren
a los hombres buenos, probos, los leales vasallos del Alto Alemán. Honor y
honra como norma. Principio vasallático. El caballo de Carlo Magno parece que
pasó por aquí camino de Santiago. ¿Peregrino o un soldado disfrazado? No sé.
Niego la menor.
Esta familia dio guzmanes para dar
y tomar. El primero el Bueno el gobernador de Tarifa. Ahí tenéis mi puñal le
dijo a los moros. No cabe más orgullo ni más honra en una frase. Cien obispos y
treinta santos, entre ellos el inventor del Rosario y más de treinta reinas y
princesas desde doña Urraca a Eugenia de Montijo. Siempre que cruzo Toral en la
noche me asaltan fantasmas de grandeza y el Conde Duque con su gran pavero se
me viene al encuentro. Arriba brilla una estrella y en lontananza adivino las
espiras gélidas de la catedral gótica. Romero soy y peregrino de una España
sublime a la que algunos historiadores y novelistas a sueldo extranjero hacen
astillas.
-Buenas noches, don Baltasar de
Guzmán. Chapó. Usía y yo no somos derrotados. Por haber amado y comprendido a
este país que siempre da la espalda a sus hijos mejores.
Y que el chambergo del Conde sea
nuestro refugio cuando vengan mal dadas. Bajo el ala de su sombrero y al pairo
de su espuela y fusta, caballista consumado, nos colocaremos. En España ya lo
sabemos la vida es una perenne lidia, mas, velay un español con las virtudes y
defectos de la raza. En esta pintura ecuestre don Diego Velalquez no pinta
solamente a un jinete magnífico sino que también traza con su pincel la
semblanza psicológica de un país que prefirió los torneos y las monterías, los
juicios de Dios y las procesiones a los trabajos del día a día, un país heroico
y tendente a lo sublime pero haragán y descuidado con esa haronía que mata. El
conde duque representa el ansia de poder. Todo para mí. Es un caudillo de la
totalidad que aborrece las medias tintas. Ahí le veis con cara de ordeno y
mando, muy taurino él, muy putero y tan religioso como fanático. Muy tío y muy
viril y amigo de los jesuitas aunque la espiritualidad de éstos por entonces no
había adquirido el nimbo ñoño que tendría tiempo adelante. Díganlo si no los
deliquios en aquel convento de San Plácido calle de San Roque muy cerca de
donde está hoy la Ballesta en que don Gaspar en un lateral del crucero se
ayuntaba carnalmente con doña Inés su legítima, y tenía coito o la cubría como
un garañón a su yegua en la parada, mientras las monjas cantaban tercia en el
coro, para pedir un milagro al Todopoderoso y que hiciera que su esposa estéril
concibiera un heredero. El cielo le negó esa gracia y el valido de Felipe IV
tuvo que conformarse con legar a su bastardo toda su fortuna.
Este es el siglo del milagro y a mí
no me parece un tiempo de decadencia sino el del triunfo de la fe española pese
a nuestros descalabros bélicos en los Países Bajos en pugna con los herejes.
Este auriga del cuadro de Velázquez representa para mí la encarnación de ese
triunfo. Marañón dijo que se retardó su nacimiento un siglo que hubiera sido un
excelente ministro de Carlos V y de Felipe II pero el Conde Duque fue un hombre
de su tiempo, un hijo de su época, empeñado en defender los intereses de la
corona española. A los ingleses los tuvo en jaque y su obsesión y casi un
sosias alternativo era Richelieu. La frialdad del francés contrasta con el
apasionamiento de este sevillano.
Y las mujeres de palacio le odiaban
por eso. Por ser demasiado tío y hay hembras que se sublevan a presencia del
macho dominante. Isabel de Valois, la esposa del monarca, fue su rival durante
lustros pero sobre todo su gestión política suscitó la enemiga de una monja
milagrera que se carteaba con Felipe IV y tenía fama de milagrera visionaria y
hasta gozaba de las gracias de la transverberación y la bilocación según el
historiador Seco Serrano. Hablamos de sor María de Ägreda. A mí lo que más bien
me parece es que fue una amiga platónica y quien sabe si de a hecho pues fue en
una ocasión a visitarla a su convento el rey que tenía reputación de galán de
monjas, lo de las rejas y los capisayos en encierro le ponía, y
proclaman los psiquiatras que esto era a causa de su sexualidad insaciable y
casi femenina.
Que era un patriota nadie se lo
podrá negar. Aunque sin demasiado tacto. Gracias a él se consiguió aplastar la
sublevación de los catalanes y a Andalucía que también quería ser independiente
la metió en vereda. No vivió para contemplar la secesión de Portugal pero en
sus últimas horas de agonía gritaba pidiendo no un confesor sino armas y levas
para levantar gente para ir contra los lusitanos apoyados por Inglaterra. “Ah
cuando yo era rector de Salamanca”, dijo poco antes de expirar desengañado de
las cosas del siglo.
Casi cuatrocientos años después la
figura de este personaje uno de los más importantes de la historia española se
alza egregia y trágica a la vez. Por su catolicismo, lo que no obviaba la
crueldad porque ya Quevedo lo expresa muy bien en aquellos versos: “católica y
cruel Majestad,…etc” fue puesto en berlina. En ese cuadro ecuestre Velásquez lo
retrata de cuerpo entero a lomos de ese caballo de ancas anchas cabeza corta y
melena de yegua, ojos de ternerita, estampa casi femenina pero era lo que se
dice todo un caballo andaluz para un jinete castellano aunque don Gaspar fuese
de Sevilla y entonces había una recia polémica entre andaluces y castellanos y
hubo un duque que pidió para aquel reino la independencia y el regreso a los
taifas. Olivares que tenía un concepto unitario del Estado abominaba de aquella
nobleza altanera y privilegiada. Todo su afán fue preservar la monarquía frente
a las acechanzas de la nobleza insolidaria. Ahí está el caballero sujeta bien
la rienda la espuela en su sitio y la montura haciendo corbetas. Retrato de
cuerpo entero. El pintor vio no solamente una psicología personal sino que
plasma a toda una época desde su caballete en uno de los cuartos de Felipe IV.
Velay una español con las virtudes y defectos de la raza: el ansia de poder y
el afán de mando auriga de los destinos por lo visto de nuestra decadencia.
Mandaba y alanceaba toros. La burocracia unida a la tauromaquia. El conde duque
sabía halagarle los gustos al pueblo: romerías triduos y fiestas de toros y
cañas. En todos los labios del pechero y del pequeño terrateniente a la cuarta pregunta
siempre una interrogante ¿Llegó la escuadra? Y el oro de Indias que iba a parar
a Flandes. Pero don Gaspar no podía tener una estampa más recia y más viril que
la que luce en el cuadro.
Por demasiado macho las mujeres de
palacio le odiaban. Esta razón o sinrazón puede que fuese la causa de su caída.
Una monja visionaria amiga del rey que le escribía cartas desde su convento en
Ágreda y la malquerencia o la suspicacia de la reina Isabel de Valois que se
esforzó en parir y a veces vanamente príncipes herederos y le nacían infantinas
que se morían antes del destete y basta para ello recorrer el pudridero y esas
cruces tumbales del cementerio de párvulos del pudridero escurialense le
declararon la guerra al valido. El rey estaba a la suyo con sus cómicas y sus
novicias. “Las monjas a rezar y las mujeres a parir” esta frase del de Guzmán
le trajo la ruina. Nada que escandalizarse y el conde duque no hizo más que
retomar la vieja enseñanza de las epístolas de san Pablo que la mujer se salve
mediante la paciencia y la generación de los hijos pero el feminismo le puso la
proa y a la cosa no sirve darle vueltas. Se trata de una de las verdades de la
biología pero el Cálido sigue ofreciendo las manzanas de la tentación a Eva y
ahí siguen muchos queriendo cambiar la historia y devanándose la sesera para
descubrir el andao palante. El conde duque era un populista. Hoy en día
a lo mejor le caía el sambenito de fascista. Llevaba al estado en la cabeza y
en una España de pícaros y apaniguados todos esperando el maná de las Indias y
las pagas de la benéfica, él estaba en su despacho a las seis de la mañana.
Hombre al parecer de conducta intachable y de una sola mujer su doña Inés él se
empeñó en mantener la unidad del imperio frente a las acechanzas de la sinagoga
de Ámsterdam o la rapacidad de Richelieu o la perfidia inglesa que soliviantó
as los portugueses contra los españoles. La secesión de Portugal no la vieron
sus ojos pero cuando yacía en su lecheo de muerte en Toros quiso levantar gente
de armas para ir contra Lisboa alzada en armas. Los piratas asolaban el Levante
y Drake azupaba sus bucaneros por la costa andaluza. Quiso ser un atlante pero
el peso de la carga era demasiado para un solo hombre enfrentado a su destino.
Castilla estaba exhausta derrengada. Era un Titán pero españa ya no estaba en
racha.
Demasiado
fue el esfuerzo, Castilla desangrada. Marañón con la acuidad y solercia que le
caracteriza y su gran ojo clínico (el libro de este autor sobre el gran valido
es una de las biografías mejor escritas de la literatura) descubre el
anacronismo de su nacimiento. Olivares vino al mundo con un par de siglos de
retraso. Hubiese sido un gran ministro de los Reyes Católicos o de Carlos V. Su
mundo no pertenecía al de la Reforma y al de “París bien vale una misa” de
Enrique IV sino al del medievo. Su nacimiento en Roma puede que determinase
huella profunda en su carácter de católico a machamartillo supersticioso y
clericaloide pero nadie le podrá negar la ortodoxia de su fe recia aunque,
perdida la privanza, lo acusaron sus enemigos de hereje pero es el axioma
ineludible de una país que sabe ser católico pero también cruel y donde no se
perdona al que triunfa ni al que fracasa. El magnetismo de su personalidad tuvo
un gran atractivo para los historiadores ingleses. De hecho sus mejores
biógrafos hasta Marañón fueron Hume y Arnold Benett más tarde Elliott. Por ejemplo
en Oxford escuché la idea de que omitió craso error al impedir el casorio del
príncipe de Gales Carlos I con una hermana de Felipe IV pero lo hizo por
convencimientos religiosos. El novio no era católico y así se inclina por un francés.
El fantasma de aquel príncipe después desafortunado rey que murió en el cadalso
anda vagando por la Casa de las siete Chimeneas en la Plaza el Rey madrileña
donde estuvo hospedado mientras cortejaba a una gazmoña infanta. Se le despachó
a Inglaterra cargado de un tesoro de regalos. Es posible que aquellas calabazas
de no haberse producido hubieran cambiado la historia de España y del mundo. No
respondió a la voz del deseo. El alegato para deshacer el noviazgo fue una
supuesta razón de estado. El siglo XVII fue un siglo milenarista. La corona de
Castilla pelea como un atlante contra las fuerzas oscuras del Averno que
quieren echar a pique la Barca del Pescador que por aquellas fechas no era una
frágil lancha de cabotaje sino una enorme urca. En su capacidad de valido o de
premier o primer piloto quiere conducir la nave a buen puerto sorteando los
escollos. Si bien es cierto que con frecuencia las metáforas nos pierden y la
razón da de través encallando contra la sinrazón. El duque se obcecó tal vez.
Era demasiado temperamental, muy taurino y muy español. Le faltó sangre fría
pero no es ilícito hablar de decadencia según insiste la leyenda negra
alimentada mayormente por judíos y por los perdedores que según un dicho inglés
beggars and losers can´t be choosers (mendigos y perdedores no pueden
elegir) pero en este caso sí: España era el país más rico de Europa y donde
mejor se vivía. Lo que ocurre es que hay veces en las cuales parece que
descarrilla la historia y los comienzos y comedios del seiscientos al menos en
lo que a España afecta pudieron ser una de ellas. Había sed de absoluto y de
aspiraciones purificadoras pero esta gran utopía luego se transforma en
desengaño y consecuentemente en picaresca. Ante los vientos fuertes y portantes
y al desarbolarnos el enemigo algún obenque el timonel hubo de navegar en
ceñida. Don Gaspar hubo de ahogar en sangre la rebelión de Cataluña. España
entonces se ensimisma. Se entrega a sus profundos y vaporosos sueños y se
cierra en banda camino de la iglesia. Nace la mística que es un reencuentro con
el carácter picaresco castellano. Los días y meses pasan entre triduos y
novenas al efecto eran famosas las cuarenta horas que se celebraban en el
convento imperial de San Isidro a las cuales asistía el Rey con toda su corte y
las fiestas de toros y cañas en el retiro. Majeza y fervor religioso se
conjugan. El cesaropapismo está dando las últimas arcadas. Pero la historia de
España ronda por entonces su línea asíntota, la tangente de la curva del
infinito. No hubo días mayores. ¿Cómo van a ser decadentes los cuatro lustros
que marcan la apoteosis del teatro español? El reinado del Cuarto de los
Felipes coincide con Lope Calderón Tirso Alarcón Mateo Alemán... él mismo fue
gran mecenas de las artes y él mismo escritor de un opúsculo El Lisandro
un pliego de descargos en el que plasma don Gaspar desde el destierro de Toro
su melancolía y su desencanto ante el desasimiento de la idea imperial o aquel
España contra todos a los que se refiere Quevedo. Hombre de gabinete y un tanto
papelista, España le debe al conde ese concepto de unidad que, sin llegar a ser
centralista, funciona muy bien bajo los austrias pero que llega a ser siniestra
con los Borbones. Fueron dos siglos de esplendor desde el día de Santo Matías
de 1500 hasta el de Difuntos de 1700 a la muerte de Carlos II el Hechizado. Dos
siglos en los cuales España no ve ponerse el sol bajo sus dominios. Nuestro
hombre no sólo inventa el papel sellado y el cargo de primer ministro - ordena
a Felipe IV a que asista a los consejos a través de un ventanuco- sino al
propio Estado. Su gran afán fue precisamente obviar el desmembramiento de dicho
estado. En Barcelona sofocó con mano firme el levantamiento de los segadores el
día del corpus y se enfrenta en todo momento a los manejes de la sinagoga que
es la que patrocina las guerras de religión. Nuestra derrota en Rocroi marca el
principio del fin de nuestra derrota en los Low Landers pero nuestros tercios
viejos siguieron allá batallando. La toma de Ostende y de Fuenterrabía serían
los grandes éxitos militares del conde duque mas ya casi en la agonía y desde
su retiro toresano escribe una carta al monarca pidiéndole autorización para
levantar gente de leva y ponerse al frente de un ejercito que fuese contra los
lusitanos. El motín lo apoyaba─ como no─ la sinagoga de Amsterdam y la corte de
San Jaime gran aliada de Portugal contra España. Se exageró la visión
derrotista de aquel mundo dada nuestra atávica tendencia al auto flagelo.
Cierto que las condiciones de vida en aquella Castilla esquilmada y dominadora
eran miserables pero sin duda mucho mejores que las de los habitantes de Paris
o Londres. Rusia estaba en aquella época en estado semisalvaje. Cierto que el fanatismo
y la superstición la milagrería y la, raíces acaso de muchos vicios nacionales,
hacían estragos en los de arriba y en los de abajo pero nunca rayó tan alto la
cultura española como en los años del mandato del gran valido de Felipe IV un hombre
excesivo dominador visceral y con las virtudes y defectos de la raza por lo que
fue tan adulado como odiado. Desconocía los términos medios y su carácter
pícnico tendía hacia esa exuberancia del barroco. Por Toral de los Guzmanes y
por estos páramos del viejo reino de León cruza su efigie clásica, su silueta
tan distinguida enigmática y prócer. Los guzmanes eran la cifra y el compendio
del señorío. Paradójicamente y siguiendo la tendencia de los Reyes Católicos
también quiere desmochar las torres de los castillos feudales y a los que más
ataca es a los de su estirpe y a los hidalgos de nacencia. De un golpe de vista
comprendió que los males de España arrancan de ese feudalismo que se transforma
en caciquismo y en esa tendencia a las taifas (lo vemos en este momento en que
escribo 2006) Él quiso cortarles los vuelos a los privilegios porque tenía una
idea unitaria de la centralidad del mando contra el cantonalismo. Hubo un
tiempo en el que odiado por los de arriba era venerado por los de abajo a los
que con temple de dictador trata de hacer concesiones y granjerías para
hacerles más llevadera la existencia. Favorece la tutela de los, fomenta las
obras públicas. Quería ser querido pero más que querido fue temido. Era un
caudillo, un dictador. Nada se hacía sin consentimiento. Su verdadera pasión
era el mando. “Ahora todo mío” fue la frase con la que despidió al anterior
valido el Duque de Lerma en el alcázar madrileño. El caciquismo y el
separatismo son males heredados de la lucha de reinos de taifas y de la guerra
civil que enfrentó a la corona y a la nobleza en los tiempos de los
Trastamaras. Lo de las autonomías acaso no sea sino el reverdecimiento de
aquellos instintos puesto que la cabra tira siempre al monte a los que don
Gaspar de Guzmán trató de meter en vereda gobernando por decreto y en
centralista. La alcurnia entonces se le subió a las barbas se le puso de manos
con el mismo brío que el corcel al que le sube don Diego Velázquez para
retratarlo en los encinares del Pardo al fondo el horizonte de las crestas guadarrameñas.
El arte de Apeles alanza altas cotas en este cuadro. Los de su clase no lo
podían ver. No hay peor cuña que la de la misma manera. De los influyentes
nobles - ya se sabe que este tiempo como todos fue gobernado por las dichosas
cien familias- no era bien quisto. Tampoco le amaban las mujeres que fueron las
artífices de su caída y eso no deja de ser fatal en un político. A Napoleón le
ocurría lo mismo. Cuando cruzo en mi automóvil camino de Asturias por este
pueblo terrizo de casas de adobe ródeno [el alma mater de los palacios hispanos
está construido con paja y barro] orillas del Esla, en esa gran recta de cerca
de cincuenta kilómetros que va de Benavente hasta León, entono una plegaria por
su alma. Dios perdone sus pecados que fueron los de ansias de poder y de
grandeza. Decía un pasquín de la época: “sisas y alcabalas y papel de estado me
tienen desollado”. Pienso que acaso llevara razón Marañón cuando afirma que el
favorito de Felipe IV era un gigante entre pigmeos. De Toral de los Guzmanes de
ahí venimos. Por ahí empezó la cosa.
Miércoles,
27 de septiembre de 2006 y escrito el 7 de julio de ese mismo año
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