LITIASIS
NOCHE DE DOLORES (LAUDACIO AL SERVICIO DE URGENCIAS Y DE UROLOGÍA DE
PUERTA DE HIERRO MAJADAHONDA) GRACIAS POR SU PROFESIONALIDAD Y
COMPASIÓN
Pasaron
las navidades como un relámpago. Son las Doce Noches de los cuales
hablaban los romanos. Shakesperare escribió su semblanza en la
comedia “The
Twelth Night”.
El
tiempo se acelera hasta la Epifanía y parece que los astros circulan
allá arriba. Había que aplacar a Saturno el dios oscuro con
libaciones. Últimos años de la vida que saldan la larga lista de
los trabajos y los días. Recapitulaciones y arrepentimientos. Me
siento solo y pecador. Muy poquita cosa. No he sido más que un pobre
periodista, un soñador, avenate de la política, donde todo es lucha,
estridencia y ambición. ¿Cuánto ME QUEDARÁ DE VIDA ? ¿Últimos tiempos? No va más. Sin embargo,
me siento orgulloso de mi tarea. De mi vocación. Hay que ser humilde
asumir el riesgo pensando que el hombre hecho en el barro es un
carro de polvo. Grande solo es Dios.
Ese
es el origen de las saturnales que el cristianismo retomó para
conmemorar el nacimiento de Jesús. Tiempo de nostalgias y alegrías.
Una pandereta suena. La nochebuena se viene y se va y nosotros nos
iremos para no volver más. Recuerdos infantiles y memoria de los que
ya no estaban en la mesa de Nochebuena. Pasaron dichas fiestas
tranquilas para mí rodeado de mis hijos y mis nietos pero pasadas la
Doce Noches me volví pagano y quise venerar al dios oscuro apurando
la copa de añoranzas y tristezas.
Soy
un pensionista. Apenas salgo de casa soy un monje de la literatura y
noto necesidad a veces de hablar con alguien pues no tengo vocación
de cartujo.
Me
fui al Pardillo al bar de la parada donde había un monolito al
primer caído en la batalla de Brunete (ver mi libro) el alemán Rudi
Eppert, un sitio que tiene para mí energía positiva y tomé algunos
traguillos.
Más
de la cuenta teniendo considerando que la dipsomanía es una de las
tres D fatídicas (Deprimido, divorciado, dipsómano) que afligen a
escritores y periodistas. Baco es un dios traicionero. ¡Mucho
cuidado!
Volví
a casa contento y despreocupado, sin saber que iba a pasar una semana
en el lecho de Procusto, aunque noté que orinaba más de lo normal
(poliuria) me acosté contento y feliz pero a las tres de la mañana
empezaron unos dolores terribles en la cintura que creí morir.
Arcadas, ganas de vomitar pero ni para delante ni para atrás.
Llamé
al 112 de Villanueva de la Cañada y a los diez minutos estaba la
ambulancia.
Ya
en Puerta de Hierro tuve una de las experiencias más consoladoras de
mi existencia. Soy perro viejo y la vida me vapuleó con fuerza.
Con
todo y eso sobreviví, aunque pienso que en mis ramalazos pesimistas
la humanidad es así. El bien es más poderoso que el mal por más
que así no nos lo parezca.
Acudió
a palparme una médico vasca jovencita guapa que mandó sondarme. Los
dolores remitieron. Una de las enfermeras me inyectó varios
calmantes despues de sondarme con pericia.
Me
acordé entonces de mi abuelo que murió de cáncer de próstata en
medio de largos y dolorosos sufrimientos. Cuando le ponían la sonda
veía las estrellas.
Recuerdo
aún sus gritos, pero desde hace medio siglo mucho ha cambiado la
medicina.
Apenas
lo sentí. Trasladado a una de las crujías o boxes del departamento tuve experiencia del dolor que aflige a la pobre humanidad.
Me
impresionó el trato de las ATS que a los viejos nos llamaban
cariño.. Me sentí persona, no un número aunque a mi lado expiró
aquella noche una señora y Manolo el enfrente se quejaba de que sus
hijos no venían a verle y le trajeran las gafas. “No veo,
señorita. ¿Me da un vaso de agua por favor? … Si a mí no me
duele nada. Yo quiero irme a mi casa” nos hicimos amigos. Manolo
era un madrileño del Avapies que había trabajado en Francia y en
Alemania. Desde esta bitácora le mando un gran abrazo, aunque es
posible que nunca nos volvamos a ver.
Cuando
era niño, yo iba con mi madre a visitar al abuelo hospitalizado en
el Hospital de la Misericordia de Segovia.
Un
recuerdo tétrico me asalta al rememorar aquella tétrica
experiencia: las batas blancas, aquellas hermanitas de la Caridad con
aquellas tocas almidonadas de ala lancha que parecían aviones
dispuestos a echar a volar; la mayor parte de ellas eran mayores y
no muy agraciadas.
Todo
lo contrario de ahora. En Puerta de Hierro, crisol de juventud, la
mayoría de las enfermeras son jóvenes y muy guapas lo mismo que los
doctores que poseen eso que llaman los ingleses maneras de cama para
dispensar buen trato al paciente. Entretanto, mientras los negros
pensamientos me asaltaban, yo pensaba que podría sufrir de cáncer
de próstata como el abuelo. Pero no. Los cálculos al riñón habían
determinado aquella litiasis y al final expulsé la piedra.
No
obstante, mientras pasaban las horas me aferraba a las cuentas de mi
rosario y me preparaba para bien morir pensando que la muerte acaso
no sea el final. Y dando gracias a Dios por estos 78 años de lucha
bravía. Quizá los españoles no sabemos lo que tenemos con nuestros
clínicos y no estemos tan mal como cuentan las noticias.
Hay
ahí pidiendo paso una juventud muy preparada para afrontar el
futuro. Me subieron cuarenta y ocho horas después a planta y allí
creo que se me apareció la Virgen María en la persona de Almudenita
de Alcorcón la enfermera de mi sala y la uróloga que palpó y
alivió mis miserias.
Ya
me referí hasta tal extremo en un post anterior. Sólo puedo decir gracias. Estoy ahora
en casa con la sonda puesta que me extraerán dentro de diez días;
eso sí, sin dolores y normalizado en la irradiación mingitoria de
mis pobres riñones. Bendito sea Dios.
El
mundo va adelante. La vida sigue. Hemos vencido al dios oscuro de las
saturnales. Cristo cura a través de estos valientes trabajadores de
la medicina,
aunque no crean en El pero participan de su fuerza
taumatúrgica