2024-03-27

 PUBLICO “CARTAS A HELEN MI HIJA INGLESA” A QUIEN APENAS CONOCÍ

 

En la editorial sevillana Puntorojo sale a la luz mi duodécimo libro. Son 241 páginas en hueso y un álbum con fotos de una vida al final.

Traté de construir una novela interior y me ha salido una sátira. Se centra en una mujer que fue la razón de mi existir, pero en lo angélico se oculta lo satánico y la tragedia: una enfermedad del tiroides de Suzanne que me causó un mental break down (una depresión de caballo),

Acto seguido, monté en mi mini con unos cuantos libros y una guitarra y me volvía para España abandonando mi casa en Edenthorpe y el empleo de profesor en un colegio del Yorkshire, busqué trabajo en España, hice reportajes a todo lo que se movía y como resultado a mi tesón conseguí el sueño de mi carrera ser corresponsal en Londres.

 Suzanne había mejorado milagrosamente de su cáncer  tiroideo y eso me animó a visitarla en Essex, no me recibieron y con razón. Se lo pedí a la Virgen en medio de mi desesperación y creo que Ella la curó. Llegué incluso en Lisieux, uno de los santuarios que visité, ofreciendo mi vida a cambio de su curación del cáncer.

 Este libro son unos trenos convulsos de misereres y arrepentimientos, un esquema de la locura, y un agradecimiento a la providencia que me salvó de tantos peligros, pecador de mí. Flota sobre sus páginas el dolor de atrición. Contrito estoy por haber sido un canalla.

 De paso. Hago una crítica implacable al feminismo torcaz que impide a los padres ver a sus hijos, siendo esto el origen de muchísimas querellas e incluso de asesinatos. El matrimonio con Suzanne se disolvió por la iglesia y ella obtuvo una orden de alejamiento.

La niña Helen fue declarada bajo la protección del tribunal de menores. Ello significaba que no se me permitiría verla, pero mi ex renunció a la alimonia o gastos de manutención. Porque yo era muy pobre.

Creo que una de las razones del fracaso de mi matrimonio fue mi pobreza. Ella pertenecía a la high class londinense y yo era un piernas, un pobre estudiante enamorado hasta las patas. Creo que lo sigo estando. Pues el amor vence a la muerte.

Hechos calamitosos me llevaron a contraer nupcias de nuevo por la iglesia en España. Ingresé, con ese casamiento, en un infierno portátil, cámara de los horrores, suplicios, desconsideraciones, desprecios e incluso cuernos, pero aquí estoy añorando aquel amor inglés, que me hizo soñar, que me impulsó a escribir.

 Helen hoy es una guapa puericultora que trabaja en la mejor maternidad de la ciudad del Támesis y Suzanne una bellísima septuagenaria con el pelo cano y su sonrisa arborescente.

God bless them both

Este último libro es la cresta de un iceberg voluminoso de papeles inéditos. Llevo dándole a las teclas más de sesenta años y aferrado a ellas moriré. Viva el amor, golpearé con furia las veinticuatro redondas blancas que se llevarán mi postrer aliento.

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