2024-06-15

 

EL “LAZARILLO DE MANZANARES” DE JUAN CORTÉS DE TOLOSA

 

Pasado el Rubicón de san Antonio, las ninfas volvieron de Grecia y yo no me preocupo de la política, de las grandes reuniones, los grandes ágapes. Me causa risa ver al tío Bergoglio en la reunión de gerifaltes del G7 o como se llame. A ese culo gordo con sotana la ambición y figurar le vuelve tarumba, ¿pues acaso no dijo Xto?:

─Mirad que vosotros no sois del mundo, yo vencí al mundo, el demonio y la carne.

Y este fulano, haciendo dejación de sus funciones espirituales, ha vendido a Xto por un plato de lentejas. Ya se lo dirán de misas. 

Yo a lo mío: al estudio de la novela picaresca. El catolicismo de los conversos tiene bastante de la truhanería de aquellos que por comer o fornicar se hacen pasar por santos. Cierto que en el lazarillo de Tormes no hay sexo. Las cosas de amores parecen resueltas y lo importante era comer y cenar todos los días. 

En el Lazarillo de Manzanares dos pillos que dan en llamarse Pedro Pecador y Juan Miserable (ambos peruleros que aseguran haber hecho la carrera de Indias trayendo mogollón de ducados y doblones; cuando están sin blanca y menguados sus bolsillos excitan la codicia de una moza a la cual empreñan al de por junto.)

 El vástago nacido de tales amores nunca sabrá con certidumbre quién era su papá, gente de la briba y el hampa. 

He aquí el argumento plagado de necedades, incongruencias y caballadas. 

Todo surge al dar agua bendita a una hermosa al salir de misa el día de Santa Inés. Un disparate total. Así es como la novela picaresca, tan congruente en Lazarillo y en el Buscón entra en decadencia, dando paso a la novela gótica de la centuria siguiente. 

En el siglo XVIII en España no se escriben prácticamente novelas.

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