2024-11-23

 TRATANTE DE BLANCAS OBJETIVO MOSCÚ CORROMPER A LA MUJER RUSA

 

Siguiendo el pensamiento de san Pablo, nada de lo humano me es ajeno. Busco la noticia debajo de las piedras y no le hago ascos a nada, con tal de huir del convencionalismo de las gacetas oficiales que son la voz de su amo. Cuando era corresponsal en NY siempre volvía a las noticias del revés.

Siempre acertaba hasta el punto que en una ocasión estuvieron a punto de expulsarme de los EE.UU.

 

OK. La guerra de Ucrania se libra en muchos campos de batalla: el militar, el tecnológico, el de la propaganda (a través de Hollywood e Internet que está ofreciendo una imagen irreal de la vida en Occidente) y el social.

A las jóvenes rusas que suelen ser muy guapas se les sirve en bandeja la manzana de Eva aparentemente muy sana pero podrida por dentro para que le den un mordisco. Estas pobres chicas lamentablemente caen en la trampa.

Bien. Al hilo de esto, me he dado una vuelta por los portales pornográficos de la red.

Me paseado por los berreaderos (cómo gimen o fingen que berran esas nenas, hijas mías de mi vida para que caiga el óbolo del mirón que está detrás de la pantalla haciéndose una paja y que en la mayor parte de las veces no va a los bolsillos de estas pobres pupilas sino para el cohén) 

Me hallo en las salas infernales de la masturbación.

Como debe de oler ahí: a flujos vaginales y a lefa. Me tapo las narices. Nunca vi tanta guarrería humana.

A golpe de clic he descendido al averno del trato de blancas.

Un fenómeno que pisotea los derechos de la mujer erigiéndola en protagonista del vicio y de  mujer objeto. Para estos cuatreros ellas no representan más que un clítoris para exponerlas en la catasta.

 Son las eslavas del siglo XXI.

Aduzco un caso. El de un mirlo blanco polaco y una mujer rusa. Él la ofrece el oro y el moro, cuando te vengas conmigo te trataré como una euna: cien canales de televisión, el supermercado cerca, un piso de cuatro habitaciones lujo a meter etc. Y ella es una bellísima mujer rusa recién captada en el chat. Hermosa, una verdadera beldad germánica, de ojos azules, nacida en Koenigsberg, la patria de Kant y que luego se llamó Kaliningrado y ahora Gdansk cuando cayó la URSS.

Se comunican por el chat. Al parecer, el Mirlo Blanco polonés ha conseguido enamorar y seducir a la Venus rusa, que se pasa las horas en el piso viendo películas norteamericanas que no le gusta y lleva a los usuarios a dar un paseo por la ciudad en el lejano Este, en el riñón de Siberia a orillas del Obi. 

Cuando empieza la traca de los gemidos y del coito a distancia pues el tono es diabólico yo me afufo y les dejo tranquilos.

Al volver me los encuentro felices y satisfechos (la bella, una mujer de gran corazón de 47 años pero ninfómana) y haciendo planes para el futuro.

Él prometiéndola el oro y el moro, vas a ser la zarina de Polonia, pero en el dialogo capto una frase que me estremece: “Te compraré. Serás mía” el Mirlo Blanco promete ir por ella para celebrar la navidad aunque tenga que ir a pie una distancia de tres mil km. 

Los rusos no dan visas a los polacos pues Polonia es OTAN hostil.

 No importa el tratante de blancas todo un generoso Romeo, que despilfarra propinas en el chat, salvará todas las dificultades a base de dinero y de mordidas.

El caso me hizo dar cuentas de lo que está pasando no sólo con los tratantes de blancas sino con los negreros enemigos de la raza blanca que tienen por lema y contraseña “la conquistaremos con el vientre de nuestras mujeres”.

 Es la estrategia de los globalitas.

Nos estamos suicidando. Aquí todo el mundo mete la cabeza en la arena como el avestruz.

Me temo que la bella siberiana seducida por el apolo polaco luego será abandonada y acabará en cualquier burdel de Amsterdam, Varsovia o Berlín.

 Tiene cuarenta y siete años. Es una madura de buen ver, pronto será vieja. Víctima de su propia inconsciencia.

Alzo los ojos al cristo de mi estantería y le ruego por ella.

 Es preciso que Putin gane esta guerra para aplastar la cabeza de la serpiente que repta.

Es una harpía con voz de mujer feminista aunque muchos de sus secuaces gasten pantalones o sotana.  Debajo está la Bestia

 

 

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