ANGELES DE PAZ
Sol
de junio. Un verano más. Mayo vino florido como pocos y los campos están verdes
que son bendición. Madrid parece Asturias. Rosas de mi pénsil. Madreselvas que
hacen más tupida la valla. El vecino trastea con la azada en el jardín. El amor
crece en abundancia y en la acacia que podé este invierno hay un nido de mirla.
Ha pasado un ángel y nos quedamos en silencio reverente como el serafín de la
Anunciación de Fra Angélico. Mis queridos monjes a través de radio Blago del
lejano monasterio de Valaam entonan el Oficio de la Virgen esta mañana y los
coros triunfales proclaman a dúo:
-Radesti. Alégrate, ten alegría, María.
Así
hasta 24 veces.
¿Cómo
será la primavera en Kaluga? Sibir. Norte. Siberia. El deshielo trajo las rosas
y sobre los prados cuajados de hierba crece la flor de la “rasputitsa”[1][1].
Por eso cantan los frailes:
-Alégrate, virgen María.
Los
ángeles cruzan sus alas por el éter y golpean en armonía los movimientos
binarios, bits and bites de la Red. Los Ángeles de Israel con su espadón de fuego
que nos guía lleven al pueblo de Israel a la tierra prometida.
El
Reino de Zion no es más que el imperio de Cristo. Una llama en el camino. Sólo
con la luz del corazón no con la razón se puede entender esa perspectiva.
Después de las duras luchas de Pentecostés vuelven los Coros a la tierra.
¿Los
Ángeles existen?
Uno,
aunque nada puede demostrarse, cree humildemente que sí. Su presencia es
constante en el Antiguo Testamento (el que llevó a Daniel prendido por los
cabellos a Babilonia; el ángel de Tobías; el que libertó a los Macabeos. El
ángel que echó a Adán y Eva del Paraíso o el ángel exterminador del juicio
final que vendrá cabalgando un caballo bermejo tocando la trompeta a cuyo
estampido se alzarán todos los muertos con los mismos cuerpos y almas que
tuvieron. Yo creo).
-Ia viery[2][2]
En
hebreo los llaman Malachim y la liturgia de san Juan Crisóstomo y de san
Basilio no sería nada sin la repetición constante de su nombre en las letanías.
Durante la eucaristía se interpreta en las misas solemnes eslavas la
Xerubinskaya o canto del Querubín. Roma reserva la angélica para el grito de
Pascua y se suplica su intercesión en todos los prefacios. Ángeles, arcángeles,
Tronos, Dominaciones, Potestades. Hay hasta nueve órdenes en la milicia celeste
y todos ellos con una misión que cumplir. Son los enviados de la luz pero para
que exista la luz tiene que haber la oscuridad. El mal complementa al bien y
algunos establecen que el ángel caído y los secuaces de Luzbel el rebelde y
antagonista de Miguel el que se alzó contra Belial cuando hubo aquella
revolución en el cielo. Mitologías, dirán algunas pero yo rezo todas las noches
al ángel de la guarda dulce compañía no me desampares ni de noche ni de día, la
oración que me enseñó mi madre casi en la cuna y he detectado en no pocas
ocasiones su ayuda. La teología nos advierte que los Ángeles son mensajeros
entre dios y los hombres y al crear el mundo Dios designó el ministerio y las funciones
de los nueve coros. En ellos creen no sólo los católicos. También los israelitas
y los musulmanes. Ojalá vengan pronto los ángeles de la reconciliación de las
tres culturas. Son seres incorpóreos, inteligentes dotados de la ciencia infusa
ubicuos invisibles intangibles. Son protagonistas y antagonistas de la historia
que es una perpetua lucha entre el mal y el bien. Miguel contra Luzbel. Y hubo
una batalla en el cielo.
-Non serviam- gritó Luzbel
-¿Quis sicut Zeus?
Y
a ese gritó se alzó el divino Mijail. Donde existe el mal existe el bien.
Perpetuamente se escucha ese dúo. El diacono de Valaam acaba de cerrar la
cancela dorada del iconostasio. Un misterio se oculta tras la puerta de los
dones y aparece el ángel de la resurrección. Al que buscáis no está aquí.
Resurrexit. Ha resucitado. ¡Qué reconfortantes llegan esas palabras desde el
país de la resurrección para los que ambulamos en medio de dudas y tinieblas.
Sólo la contemplación de la belleza del cuadro de Fra Angélico que tengo ante
mí y la escucha de la divina melopea de los anacoretas siberianos que esparcen
su melodía por Internet me hace percibir la trascendencia del mensaje
evangélico. Es el Cristo de la Belleza que nos mira con compasión desde la luz
de los iconos al que escoltan los querubines de la adoración. Hermosos mancebos
que visten holgadas túnicas. Tan plásticamente definidos por el arte gótico.
Pero también están esos angelotes de los retablos barrocos representados en
medio de una coreografía recargada de retorcidas columnas de corinto que tocan
el adufe con sus hinchados carrillos las carnes rollizas que enseñan la pilila
y muestras un par de alitas grotescas. Son como los amorcillos romanos. Ángeles
paganos que nos hacen sonreír. Hoy como abunda la paidofilia y con tanto
pederasta por ahí sueltos a esos angelillos habría que ponerles un paño de
pudor, un taparrabos. Pero las alas son otro distintivo para significar que son
ágiles y se hallan siempre expeditos para cumplir su mandato de intermediarios
entre el cielo y la tierra. Ángeles de Foszoli, de Franz Floris, De Ticiano, de
Rembrandt y de Murillo. Son la temática constante en la estatuaria católica. En
el Este los Ángeles bizantinos son más formales hieráticos, casi siempre efebos
de cabelleras doradas, imbeles, adolescentes a los que no les cerró la barba ni
les cerrará nunca pues para eso son Ángeles. Epicenos, asexuados.
Uno
que se pasó muchas tardes de su juventud [yo creía entonces sólo en el bien y
en la belleza y la filocalía cristiana me sedujo; para mí no había mal sobre la
tierra] yendo y viniendo al Paseo del Prado estudiando el arte de Fra Angélico
llegó al convencimiento de que los grandes maestros del Quatrocento italianos
al pintar estos mozos tan amanerados debían de ser un poco maricas y con la
descripción de estos efebos- Fra Angélico pinta a dos de ellos cogidos de la
manita- quisieron salir del armario y es que la homosexualidad abundó en los
conventos.
Los
pobres frailes eran hombres, formados del barro, sin que esta tara merme un
ápice la maestría del genio italiano. Ni tampoco ha disminuido mi fervor por
ellos. Rezo al ángel de mi guarda cada noche ya digo y alguna vez este ser
extraño al que no he visto jamás la cara pero cuya presencia presiento me ha
sacado en más de un apuro: de la bronca de alguna taberna o se presentó de
repente en ese adelantamiento precipitado en la autopista o nos encuentra los
objetos perdidos o nos pone en contacto con la hija perdida. Ay mi Helen.
Ha
pasado un ángel. Dios pone la mano. Ángeles mensajeros. Heraldos del destino. Angela mirna nastalnika. Su impetración
es constante en la solemnidad de las misas de Bizancio. Se trata de los Ángeles
eucarísticos que consagran el pan y el vino. Y descienden sobre el altar donde
está teniendo lugar la consagración o epiclesis
Su
devoción y advocación está definida en el concilio de Nicea. Son criaturas muy
superiores a los hombres que se encuentran en presencia constante de Dios.
Creamos en los ángeles. Invoquémosles en nuestra aflicción. Yo estoy un poco
derretido por la piedad y compasión hacia la humanidad doliente que camina
mientras enciendo una nueva pipa.
martes, 18 de junio de 2013
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