2024-11-23

CUARENTA AÑOS SIN TOMÁS SALVADOR

 

TOMÁS SALVADOR VALCANALILLO (1)

 

Tomás Salvador murió a 23 de junio de 1984 casi en la miseria nadie lo recuerda, yo sí. España es mal pagador con sus genios. Castilla desprecia lo que ignora y teme al talento y a los que dicen la verdad pero su obra está ahí: Cuerda de Presos, División 250 (una de las mejores novelas escritas en Europa sobre la segunda guerra mundial, narra la caída de Novgorod frente a Petrogrado el Día de la Resurrección, y un día resucitarán las cúpulas de la catedral de san Isaac y así ha sido; porque a lo último de la novela en medio del fragor del cerco de unos cuantos soldados españoles de infantería copados en el Lago Ilmen se formula la profecía de la resurrección de la ortodoxia con Putin,) “El atentado”, donde se avisa a los españoles de la peste terrorista en Vascongadas y en Cataluña “Les presento a Manolo”, “Las compañías blancas”, “el arzobispo pirata”, los atracadores”, la “nave”.

Seguramente hay en este palentino sin madera de héroe el mejor novelista de la generación de posguerra, el más cualificado narrador muy por encima de Cela pero tuvo un defecto: ser un falangista de izquierdas. Manuel de Agustí, Zunzunegui y Foxá el gran Foxá del Madrid de Corte a Checa se le acercan aunque no le igualan.

Agustín de Foxá se cansó pronto de la novela, se dio a la bebida. Agustí la ceniza fue árbol pondera la Cataluña industrial a la que admiraba Franco, y Zunzunegui componía unas novelas demasiado largas con Bilbao como escenario y eso cansa. En efecto, Salvador era el más completo luego vinieron Delibes, la Matute, la Quiroga y todo un tropel de féminas cuya abanderada sería la ovetense Dolores Medio a la que habría que calificar como la Jane Austen española.

Era don Salvador ▬ le conocí en carne mortal cuando fuimos Lalo Azcona y yo a entrevistarlo a Barcelona para el suplemento de Arriba y en honor a nosotros se puso una camisa azul vieja que le estaba prieta pues había engordado, regentaba un quiosco en la Diagonal ▬ muy sordo  a causa del estampido de un cañonazo en la batalla de Krasnii Bor cuando un disparo del 105 le trepanó los tímpanos.

Los organillos de Stalin zurraban a discreción y  la artillería alemana disparaba contra el palacio de Catalina la Grande.

Era gordo. Era falangista sindicalista y bonachón y además de Palencia, de Villada cerca de Fromista cuna del románico. Tales vicisitudes acaso le marcaron; también fue policía de Franco. Leía novelas de Agalla Christie, y eso  por lo visto no se perdona.

Quadecausa,  sus obras yacen en el olvido y sólo unos pocos escogidos tenemos la fortuna de releer a Tomás Salvador, que resucitarán algún día como resucitaron las cúpulas doradas de la catedral de Novgorod.

Tampoco se  le perdona que vistiera camisa azul, que tuviera un genio endiablado, que mandase a los machacas  a tomar polculo con un gran sentido del humor y que en su gran novela “Cuerda de Presos” hiciera un canto a la Guardia Civil.

Se trata de un escritor versátil, todo terreno; escribía  con tal facilidad una novela de espionaje como otra de contexto histórico y al cabo acabó escribiendo cuentos para niños. Fue un pionero y un dechado de la Literatura Infantil en España. Redactaba muy bien quizá demasiado bien y con harta  humildad.

Tan pronto abordaba una narración de ciencia-ficción como retrataba el tiempo de la edad media estudiando a un personaje tan inabordable como fue Pedro I el Cruel en sus Compañías Blancas. En “Historias de Valcanillo” novela en la cual revive los tiempos palentinos de su infancia y estudia la psicología del tonto del pueblo realiza un verdadero tour de force psicológico.

A través de Jacintón disminuido psíquico el lector se va a adentrar en el complejo mundo de una villa castellana con sus esplendores y miserias a mediados del pasado siglo. La agnición  o pasapalabra que se repite a lo largo del libro es la siguiente:

▬ ¿Por qué lloras, Jacintón?

▬ Porque me da la gana.

Es menester ser un poeta de recursos para desenvolverse en un asunto tan difícil como es el del retraso mental pero este novelista lo aborda con solercia y ternura sin caer en los tópicos al uso. El temblor de un cierto lirismo lleno de piedad cervantina envuelve toda la narración. Hay siempre un ángel de la guarda que protege a los inocentes de los peligros y el tonto de Valcanillo va por ahí repitiendo su estribillo de no quiero, no me da la gana, y si le dicen algo se planta a llorar. Ahí está la real gana de los españoles  una idea que no se encuentra en ninguna otra lengua indoeuropea. Da rienda a lo fantástico y hay pasajes  como cuando el protagonista conversa con los ángeles que recuerdan por su fuerza impetuosa a Gogol.

A Jacintón le echan también del infierno y en el cielo no lo quieren tal vez tenga una plaza en el limbo pero el limbo ya no lo existe lo dijo uno de los últimos papas. Así que menudo panorama.

¿Por qué lloras, Jacintón? Porque me da la gana.

continuará

 

 

 

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