PEDRO MENÉNDEZ DE AVILÉS FRENTE AL
CLIMA Y LOS FRUTOS DEL NUEVO MUNDO
Cañaveral donde siglos adelante habría de dar
comienzo la carrera del espacio fue la primera tierra enjuta que toparon los
galeones del Descubridor de la Florida. El problema era la carestía porque
pronto se acababan los bastimentos que traían de la Península. Los indios
navajos les enseñaron a cazar puercos con flechas enherboladas. Cuando no había
carne, la dieta consistía en palmitos e hicacos (cocos) pero siempre la amenaza
era el hambre, el paludismo aparte de los franceses de Juan Girao que les
atacaron en su fuerte de San Agustín.
Otro renglón nada desdeñable con que hubieron
de enfrentarse eran los elementos del nuevo mundo: los ciclones y temporales de
esta zona de la Bermuda donde misteriosamente desparecían los barcos y los
aviones. Sin embargo, era gente de una profunda fe religiosa aunque en lo moral
su conducta no fuese del todo cabal.
Se hacían la guerra mutuamente (el morbo
visigótico o mal de los godos la envidia lo exportamos al nuevo mundo) sin
embargo, lograron entablar buenas relaciones con los indígenas. A don Pedro los
caciques lo veneraban como a un Dios cuando lo veían montar a caballo.
Al cabo de una navegación en zozobra, si
desembarcaban en la playa, allí mismo mandaban los conquistadores españoles
decir misa a los frailes y todos cantaban el Tedeum laudamus.
Los cronistas de indias hacen gala en
sus libros de una prosa concisa y
circunspecta donde se narra de forma impávida los feroces acontecimientos y
penalidades que hubieron de atravesar los quinientos soldados y naos que
siguieron al Adelantado para colonizar la región. Su enfrentamiento con los
soldados del rey de Francia Francisco I fue a muerte.
El desalojo de los luteranos estuvo
impregnado del espiritu sangriento de la Noche de San Bartolomé pero el drama
terrible de las guerras religiosas que habían incendiado el Viejo Continente y
que los españoles pretendían evitar en el Nuevo.
La mayor parte de la guarnición –unos 550
asturianos y vizcaínos con unos cuantos castellanos de Tordesillas componían su
alarde- que acompañaba al prócer asturiano eran veteranos de los tercios de
Flandes. Tenían que vérselas con los corsarios ingleses y franceses navegando
el mar de las Antillas, la costa de Sto. Domingo Cuba y el canal de la Bahama.
Tuvo que atender a un motín a bordo y
sofocarlo en su capacidad almirante de la armada.
El sedicioso se llamaba Juan de la Parra,
segoviano, al que un sobrino del Adelantado, Pero Menéndez Marqués, mandó
colgar de una gavia del palo mayor. Entretanto, dejándolo de lugarteniente
embarcó en una carabela rumbo a Puerto Rico para hacer la aguada y cargar cazabe[1]
galleta y carne.
Esto acabado, despachó a su sobrino Pedro
Menéndez Marques a España para que informase al rey Felipe II de los
acontecimientos.
En marzo de 1566 por unos exploradores llega
a sus oídos la noticia de que en una reserva había un grupo de cristianos como
un centenar de hombres y mujeres a los que los indios habían esclavizado y
vivían como animales salvajes. Eran españoles y su capitán Diego Maza cercó al
bergantín del Adelantado. El cronista Solis de Meras describe así el encuentro:
▬ Españoles
hermanos nuestros sean bien venidos en nombre de Dios y de Santa María y me
mandó mi capitán esta carta que os traigo…
“Y el mensajero que venia agrega el relator
de estos hechos ▬ estaba desnudo el cuerpo pintado hecho indio y con sus
vergüenzas cubiertas”
No hay comentarios:
Publicar un comentario