2023-06-07

PRENDIMIENTO DEL PRIMADO CARRANZA

 UN BALDÓN PARA LA IGLESIA DE ESPAÑA

 

Antonio parra

 

Una madrugada del 22 de agosto de 1559 en una casa eclesial de Torrelaguna – fue residencia de verano del cardenal Cisneros, su antecesor en la mitra primada- sonaron tres golpes secos. La aldaba al machacar el roble de la puerta de entrada parecía como si sintiera vergüenza del acto que se iba a acometer ese amanecer, un baldón para la historia de la Iglesia y de España. La madera lloraba pero los tres aldabonazos sonaron secos y solemnes.

        -Abran en nombre de la Santa Inquisición

Abrió un lego dominico. Un grupo de corchetes armados entraron en el patio porticado en cuyo centro había un pozo con brocal de granito y subieron al aposento del arzobispo. Éste rezaba Maitines y no dio muestras de cólera, sólo la sorpresa se pintó en su rostro al ver que uno de sus fámulos, Diego Ramírez, y hombre de su confianza, era el que había dirigido la operación del prendimiento y encabezaba aquel grupo de  gente armada, algunos de los cuales venían borrachos pues habían hecho parada y fonda en  un mesón de Valdepielagos. Judas y traidores no faltan en la historia de España. Que un predicador que hubiera gozado de la privanza y confianza del emperador y del propio monarca es un indicio de cómo estaban las cosas a la sazón por mor de interpretaciones bíblicas y cuán tornadizas pueden ser las afecciones humanas. El encartado era nada menos que la autoridad mayor de la SRI española, el arzobispo de la sede primada toledana. La detención significa la pérdida de la libertad, la confiscación de los bienes. Las mulas con sus arreos, las propiedades muebles, las capas pluviales, los libros de rezo fueron puestos en almoneda “por lo que quisieran dar”.

        -Entréguese Su Ilustrísima a los oficiales del Santo Oficio.

        -¿Vos tenéis mandamiento suficiente para eso?

        -Yo no soy más que un mandado- contestó Fr. Diego.

Fue la única respuesta del prelado que saltó del lecho, se aderezó y vistió en su presencia y salió con ellos. La escena recuerda la acontecida en Getsemaní y en los oídos repica la frase del evangelista: et per invidiam tradiderunt eum. Por envidia lo entregaron a Carranza sus hermanos de hábito y de palio de la misma forma que hicieron con Jesús los fariseos. Un arzobispo el de Sevilla, Fernando de Valdés que había aspirado a la silla de Toledo y además parece que se sintió despechado por ciertas criticas vertidas por Fray Bartolomé al absentismo de algunos prelados entre los que se encontraba el interesado Valdés que no visitaba su diócesis hispalense desde hacía más de un lustro, y un dominico que había sido compañero de aula y de celda el dominico Melchor Cano fueron los denunciantes.

El pretexto fue un catecismo que había publicado Carranza en Flandes con algún resabio luterano que nunca pudo ser demostrado a lo largo del dilatado proceso que subsiguió, muy dilatado. Duraría más de quince años. La causa real fueron los enconos, la rencillas rivalidades y el energumenismo de gentes de vida consagrada.

La soberbia, la malquerencia, y la utilización del nombre de Dios para justificar sus tropelías desalmadas.

Es posible que en su fuero interior y después de sus giras por Alemania y sobre todo por Inglaterra adonde acompañó como capellán a Felipe II a sus bodas con María Tudor (Carranza en su deposición forense alega en su descargo haber allí sido baluarte de la fe cristiana y haber mandado quemar en Londres algunos herejes)  “se contaminase” de algunos planteamientos de la reforma y albergase dudas sobre el purgatorio, un lugar que no empieza a existir teológicamente– Jesucristo nunca habla jamás del mismo y sólo se refiere al estercolero o gehenna adonde se almacenan las almas de los condenados- hasta el siglo  XIII por una visión de Catalina de Siena.

Aparte de eso, subsiste la polémica acerca del culto a las reliquias tan problemático, o la justificación por la fe, una genialidad de Lutero que se entiende a través de las diferencias filosóficas entre potencia y acto y el abismo que separa entre la criatura y su creador, el infinito y la mortalidad de la carne. Lutero había estudiado con fervor y acuidad las encíclicas de san Pablo. Se siente confundido cuando el Apóstol de los gentiles se queja de su sarcinidad que le arrastra hacia abajo mientras su alma tiende hacia arriba. ¿Estaba el apostol Pablo sometido al diablo de la lujuria?

 Y llega a la conclusión de que el hombre no es nada. Sólo le salvan los méritos de la pasión de Cristo y su sangre derramada.

En el ser humano por mucho que se esfuerce la materia, las células lo arrastran. Esta suposición es confirmada por la moderna psicología y por la biología. No somos más que un poco de barro y un poco de agua. Credo quiere decir cruz, carisma, caridad y palabra. Las obras importan poco. Y Lutero vuelve a la carga:

¾ Credo quia absurdum

 Es la concepción germanica del fatalismo teutón frente a la idea judía de que Dios ayuda sólo a aquellos que quieren ayudarse a sí mismos. Pero la encarcelación y el proceso que llena más de un salón de legajos y que han sido estudiados por el sacerdote donostierra Tellechea, Julio Caro Baroja y otros, pero sobre todo por Marcelino Menendez y Pelayo, la fuente en la que beben todos los bibliografos y estudia el tema con bastante objetividad sin dejar en sus juicios la huella de católico a machmartillo que le caracteriza.

Gracias a Dios en la actualidad vivimos en una cultura laica y no podemos entender por qué aquellas pelamesas por un quitame allá esas pajas. Por el purgatorio una idea abstracta, la comunión en la mano y los enfrentamientos a navaja entre calvinistas y luteranos por cuestiones como la transubstanciación, la cena del Señor, el culto a los santos y a las reliquias que en el fondo no dejan de ser hechos contingentes o sucedáneos al dogma. Dios no puede ser ocasión para hacerse la guerra y para faltar a la caridad. Algo que por desgracia ha ocurrido con demasiada frecuencia en el devenir de la historia. Un pésimo ejemplo que hemos dado los cristianos a paganizar. Religión quiere decir unión del hombre con la divinidad y estas querellas destruyen ese vínculo para convertirse en materia de escándalo y quebrantamiento del mandamiento nuevo: que os ameis los unos a los otros. San Agustin dice que las querellas teologicas avivan el fuego de la Fe. Opport esse haereses, ¾dice porque a veces del debate nace la luz.

El peligro es que surjan corifeos que se consideren depositarios de la verdad y que la detenten en propiedad. Se coló el viento del maligno y disperdigó la grey. La maciza personalidad de Lutero con sus luces y sus sombres y su altivez de fraile levantisco se alza como una destructor del viejo orden. Hizo la crítica y en algunos puntos de sus noventa y nueve tesis clavadas a las puertas de la catedral de Wittemberg no le faltab su punto de razón pero no construyó nada siendo el culpable de tanta sangre derramada en los campos europeos por su alzamiento luciferino de non serviam.

 Ahí subyace la gran cuestión. El pensamiento teutonico es mucho más romantico e idealista que el hebreo que sólo creen en las obras. Por sus obras los conocereis. Lutero encuentra cierta contradicción entre las palabras de Jesucristo cuando habla como un rabino y cuando habla como el salvador y el rescatador de la culpa. Hay una diferencia entre credo y religión. Y en el paroxismo de sus contradicciones el agustino aleman se apooya en la frase de Agustin que es una glosa de la caridad paulina del ama et fac quid vis.

 Para los judíos la religión no es credo sino una forma de vida, un conjunto de reglas y de ritos externos (abluciones, bromatología, lo que contamina y lo que no contamina: el cadáver, la carne de liebre, los pájaros estrangulados, el congrio la anguila y todo animal que carezca de pezuña, las estrictas reglas sobre el matrimonio para garantizar la pureza de la raza de los hijos de Israel, etc) que han de ser seguidas minuciosamente. Dato curioso al formular su teoría de la justificación encienta una olla explosiva y emprende un camino sin retorno.

Al fin y al cabo heresiarca genial vivió bajo el espiritu de la contradicción de manera que le protestantismo por él fundado va a recoger la antorcha de la actitud judía de la justificación por las obras aboliendo el culto divino y dejando de lado a la liturgia proponiendo una relación con el dios personal de los elegidos tal y conforme lo confiesan los judíos. A esto había que agregar los abusos y escandalos de la corrupción eclesiastica por la simonía, el culto a las reliquias, el absentismo episcopal, la depravación de los monasterios. Fray Bartolomé había viajado por Alemania y sobre todo por Inglaterra donde capta aquel ambiente de relajo. Vivió tiempos duros e incluso él mismo aduce en su testificación que estando en Londres había mandado quemar herejes.

 Seguramente regresó a España lleno de dudas. Había nacido en Miranda de Ebro en 1503 de origen converso. En su infancia vio a su madre cocinar la adafina y lavar todas las carnes para que no quedase rastro de sangre, la sarten siempre con aceite de oliva nunca manteca. Los siete días siguientes a la muerte de uno de la familia se abstenían de probar carne, en luto por el difunto. Otras costumbres eran la muda del sábado y ese afán de limpieza que caracteriza al judio y que han heredado los españoles. El rezo del Bendita sea tu pureza es una ancestral reminiscencia conversa. En ella la Virgen cristiana sustituye probablemente a l Ester hebrea la de las fiestas del Purim cuando la luna llena de febrero.

 Los Carranza iban a misa pero no la oían y seguían guardando en secreto los ritos heredados de sus padres y colgando en el portal de la casa ristras de longanmiza para aventar sospechas. Los jamones y los mondongos eran tan sólo de exposición. ¿Era un mal cristiano como le acusan sus enemigos irreconciliables: Fernando Valdés y Melchor Cano?

Seguramente que no. Los conversos al abrazar la nueva Fe se mostraban más papistas que el papa. Un hecho constante es que la mayor parte de los bautizados que solían tener muchos hijos destinaban a uno o varios a la Iglesia. Al claustro incorporaon un ardor bíblico mesianico casi caracteristico y una norma de vida que solía ser más temerosa de Dios con el respeto a la familia y a las complicadas leyes genésicas sobre la pureza, los alimentos y la trama social porque entre los judíos el vínculo familiar y la autoridad paterna era muy fuerte. El hábito y el beneficio catedralicio fueron ancora de salvación mediante la prestamera, la canonjía, el momio y el beneficio eclesiástico pero  los conversos conservarían toda su vida  la inquietud y ese talante independiente que caracteriza a los de su raza que suelen ser por lo general gente tenaz. Que fuese o no judío el mirandés no hace al caso pero no deja de ser un síntoma del importante ascendiente que van a tener los conversos sobre el proceso de la reforma y de la contrarreforma pues hacen a dos palos y de ese enigma que acompaña al tránsito del pueblo elegido por la historia que es un largo caminar por el desierto. Ellos controlan la tesis y la antitesis algo muy talmúdico.

Al igual que él, Las Casas, homónimo suyo, compañero de hábito y vecino de celda cuando estaban en el noviciado dominico de San Gregorio en Salamanca y que depuso a su favor en el largo proceso que le incoaron, obtuvo ese mismo sambenito. Poco cuenta la genealogía. Son los hechos los que avalan la condición de un personaje y el obispo de Chiapas con su postura contestaria hizo mucho más daño a la SRI y a la causa de España que el probre primado de Toledo el cual se ve arrollado por los acontecimientos de un siglo que en política y en religión (nunca irán de la mano las fórmulas) fue un vendaval.

La Destrucción de las Indias fue un puñado de barro contra el rostro de España y su misión cristianizadota de América por lo que ha contado con todas las bendiciones de los enemigos de la Fe; no obstante lo cual Las Casas supo escurrir el bulto y librarse de los calabozos inquisitoriales.

Algunos hasta quisieron hacerle santo.  Un encomendero venal que luego se metió a fraile y que debió de guardar toda su vida algún reconcomio debido un fracaso sentimental. Que se libró en su descaro del filo de alguna espada porque los conquistadores tenían un respeto reverencial hacia los misioneros. Si a Las Casas le cabe ser padre de la leyenda negra, Carranza lo es de la leyenda blanca con razón pues tanto el injusto sumario en el que se vio enredo como la probidad de su vida y de sus costumbres hoy causan cierto sonrojo. El uno no se metió en teologías ni escribió catecismo alguno. Era un loco repúblico que diría Quevedo sagaz y listo que sabía tirar la piedra y esconder la mano, que hizo valer su condición de encomendero y obviar su talante de erasmista convencido. El otro tuvo el coraje de predicar contra el absentismo episcopal, un tema tabú. Los peces gordos de la iglesia española se dieron por aludidos y tomando el rábano por las hojas harían del tema una cuestión personal. Existe pues un paralelismo sorprendente entre los dos bartolos 

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