TOMÁS
SALVADOR VALCANALILLO (1)
Tomás Salvador murió a 23 de junio de
1984 casi en la miseria nadie lo recuerda, yo sí. España es mal pagador con sus
genios. Castilla desprecia lo que ignora y teme al talento y a los que dicen la
verdad pero su obra está ahí: Cuerda de Presos, División 250 (una de las mejores novelas escritas en Europa
sobre la segunda guerra mundial, narra la caída de Novgorod frente a Petrogrado
el Día de la Resurrección, y un día resucitarán las cúpulas de la catedral de
san Isaac y así ha sido; porque a lo último de la novela en medio del fragor
del cerco de unos cuantos soldados españoles de infantería copados en el Lago
Ilmen se formula la profecía de la resurrección de la ortodoxia con Putin,) “El
atentado”, donde se avisa a los españoles de la peste terrorista en
Vascongadas y en Cataluña “Les presento a Manolo”, “Las
compañías blancas”, “el arzobispo pirata”, los atracadores”, la “nave”.
Seguramente hay en este palentino sin
madera de héroe el mejor novelista de la generación de posguerra, el más
cualificado narrador muy por encima de Cela pero tuvo un defecto: ser un
falangista de izquierdas. Manuel de Agustí, Zunzunegui y Foxá el gran Foxá del Madrid
de Corte a Checa se le acercan aunque no le igualan.
Agustín de Foxá se cansó pronto de la
novela, se dio a la bebida. Agustí la ceniza fue árbol pondera la
Cataluña industrial a la que admiraba Franco, y Zunzunegui componía unas
novelas demasiado largas con Bilbao como escenario y eso cansa. En efecto,
Salvador era el más completo luego vinieron Delibes, la Matute, la Quiroga y
todo un tropel de féminas cuya abanderada sería la ovetense Dolores Medio a la
que habría que calificar como la Jane Austen española.
Era don Salvador ▬ le conocí en carne
mortal cuando fuimos Lalo Azcona y yo a entrevistarlo a Barcelona para el
suplemento de Arriba y en honor a nosotros se puso una camisa azul vieja que le
estaba prieta pues había engordado, regentaba un quiosco en la Diagonal ▬ muy
sordo a causa del estampido de un
cañonazo en la batalla de Krasnii Bor cuando un disparo del 105 le trepanó los
tímpanos.
Los organillos de Stalin zurraban a
discreción y la artillería alemana
disparaba contra el palacio de Catalina la Grande.
Era gordo. Era falangista sindicalista
y bonachón y además de Palencia, de Villada cerca de Fromista cuna del
románico. Tales vicisitudes acaso le marcaron; también fue policía de Franco.
Leía novelas de Agalla Christie, y eso
por lo visto no se perdona.
Quadecausa, sus obras yacen en el olvido y sólo unos
pocos escogidos tenemos la fortuna de releer a Tomás Salvador, que resucitarán
algún día como resucitaron las cúpulas doradas de la catedral de Novgorod.
Tampoco se le perdona que vistiera camisa azul, que
tuviera un genio endiablado, que mandase a los machacas a tomar polculo
con un gran sentido del humor y que en su gran novela “Cuerda de Presos” hiciera
un canto a la Guardia Civil.
Se trata de un escritor versátil, todo
terreno; escribía con tal facilidad una
novela de espionaje como otra de contexto histórico y al cabo acabó escribiendo
cuentos para niños. Fue un pionero y un dechado de la Literatura Infantil en
España. Redactaba muy bien quizá demasiado bien y con harta humildad.
Tan pronto abordaba una narración de
ciencia-ficción como retrataba el tiempo de la edad media estudiando a un
personaje tan inabordable como fue Pedro I el Cruel en sus Compañías Blancas. En “Historias
de Valcanillo” novela en la cual revive los tiempos palentinos de su
infancia y estudia la psicología del tonto del pueblo realiza un verdadero tour
de force psicológico.
A través de Jacintón disminuido
psíquico el lector se va a adentrar en el complejo mundo de una villa
castellana con sus esplendores y miserias a mediados del pasado siglo. La
agnición o pasapalabra que se repite a
lo largo del libro es la siguiente:
▬ ¿Por qué lloras, Jacintón?
▬ Porque me da la gana.
Es menester ser un poeta de recursos
para desenvolverse en un asunto tan difícil como es el del retraso mental pero
este novelista lo aborda con solercia y ternura sin caer en los tópicos al uso.
El temblor de un cierto lirismo lleno de piedad cervantina envuelve toda la
narración. Hay siempre un ángel de la guarda que protege a los inocentes de los
peligros y el tonto de Valcanillo va por ahí repitiendo su estribillo de no
quiero, no me da la gana, y si le dicen algo se planta a llorar. Ahí está la
real gana de los españoles una idea que
no se encuentra en ninguna otra lengua indoeuropea. Da rienda a lo fantástico y
hay pasajes como cuando el protagonista
conversa con los ángeles que recuerdan por su fuerza impetuosa a Gogol.
A Jacintón le echan también del
infierno y en el cielo no lo quieren tal vez tenga una plaza en el limbo pero
el limbo ya no lo existe lo dijo uno de los últimos papas. Así que menudo
panorama.
¿Por qué lloras, Jacintón? Porque me da
la gana.
continuará