VINUM BONUM
“Membibre para molinos, Aldeasoña para peces y Pecharrromán para vino. Castro los chivos. Torreadrada las cabras, Valtiendas pa que me entiendas. Fuentesoto cagaberros que se crían en la Descolgada do caga y mea la zorra cuando le viene en gana” son estrofas del prefacio lúdico que cantaba mi abuelo sobre el trillo en las largas tardes de agosto mientras caía la parva.
Los aldeanos habían escuchado mil veces el famoso prefacio gregoriano que cantaba el cura a la misa de difuntos y se les había quedado la musiquilla de la melopea tan pegadiza del canto llano al oído; lo vertían al castellano y, de paso describían las características del paisaje y del paisanaje que habitaba aquellos pueblos de la contornada, sobre la cornisa del Duratón comunidad de Villa y Tierra, pagos entre Sacramenia y Sepúlveda.
A los de cada lugar se les asignaba un peculiar sobrenombre. O un mote característico. Unos eran los "sardones" otros los "albarcas" y otros los "coritos" pues hablaban con acento gallego; a uno le llamaban "tintafina" y a otro "cagapoquito" se conoce que el hombre padecía de exreñimiento. Nombres y cantinelas no nos faltaban, se conoce que culturalmente éramos un pueblo de gran riqueza, aunque muchos de aquellos genios sólo a veces ni cumplían con la escuela; las cuatro letras y vas que ardes.
En otro orden de cosas, asimismo, gran riqueza piscícola y agrícola teníamos: vegas y humerales encajonadas en los valles de aquellos recios pagos. Arriba el páramo y el somo, y abajo el soto y el río. En verdad que de mimbreras, berrales, pobedas, guindos e incluso pomares andábamos abastecidos. Recuerdo aquellos olores, aquellas fragancias, cuando pasaba junto a las pomaradas delante la casa del señor Médico don Adolfo cuando iba a la fuente grande de Fuentesoto a llenar la botija. Aromas exquisitos que ya no recuperaré jamás.
Los pueblos quedaron deshabitados en los sesenta pero ahora, con la jubilación en el bolsillo, vuelven al terruño y durante los meses de verano algunos pueblos se colman de vida, de risas de cantos de voces de niños y vuelven a abrirse algunas bodegas aunque ya este vino no sea “aquel vino” por mucho vitivinicultor y mucha técnica enológica que tengamos.
Ya no es lícito pegarle besos al jarro para curar los catarros con la alacridad de entonces ▬claro que éramos más jóvenes, podíamos tomarnos una cántara y al día siguiente amanecías sin “clavo▬ por culpa de los sulfitos. Esa química que permite mantener nuestros caldos pero sea dicho con todos mis respetos para los entendidos es hacerle una judiada a Baco. Ahora el mosto por mucha denominación de origen que traiga en la vitola viene “capado”. Están castrando los expertos a Dionisio.
En Valtiendas para que me entiendas pues en ese pueblo y en Provanco todavía queda algo de aquel clarete de los viejos tiempos venden un aloque que es el único que se acerca a los caldos de aquel entonces. Buena cooperativa donde se pisa la uva aragonesa como en los viejos tiempos. El buen vino no ha menester preservativo. Que ya lo decía el Eclesiastés "vinum bonum laetificat cor hominum" (el vino alegra el corazón de los mortales y se olvida momentaneamente de su destino: la muerte.)
Sin embargo, ¡cuidado! se precisa tomarlo con moderación que a veces se vuelve bronco y ahí estaba como triste memento aquella cruz de piedra a la puerta de nuestra casa, junto al rio de aguas bravas que corría por la mitad del pueblo, alzada para recordar la tragedia de un sampedro a principios del siglo pasado cuando los mozos de Fuentesoto y los de Sacramenia pelearon a navajazos por una moza. Hubo doce muertos. Vinum bonum vinum malum que alegra pero también adementa y es el origen de tragedias familiares.
Claro que al vino como rey y al agua como buey y por entonces trasegábamos los mozos de la quinta del 64 como verdaderos bueyes duendos en el pilón de la fuente de Fuentesoto. Al vino como rey y al agua como buey dicen los castizos. Nosotros no hacíamos caso de tal norma.
Esos polvos al vino, que aborrecía mi abuelo Benjamín cuando iba en el trillo, se han institucionalizado en el mercado a día de hoy. El vino de entonces alegraba las pajarillas y no daba dolor de cabeza. Los sulfitos hoy en día convierten las resacas en pesadillas. Han desvirtuado el legado de Noé para alegrar el corazón de los hombres.
En Pecharromán desceparon los majuelos que plantaron los templarios. No hay cangrejos ya por estos ríos tan salutíferos (en una tarde mi padre y yo en el rio Hoz de Membibre llenamos dos cestos, aquello sí que fue una cangrejada) ¡Dios santo quien habrá envenenado los ríos!
Aquella región poseía una enorme riqueza piscícola. Claro que el que quiera peces… Y nosotros nos mojábamos el culo de lo lindo. Sin embargo, hoy se vive, se come y se bebe más surtido. Buena gana de lamentarse. Encaremos, optimistas, el futuro, chiquitos.