LA MALDICIÓN DE LOS TEMPLARIOS
El cura de mi pueblo que es un desaborido, petulante,
inclemente, falaz, procaz y otras muchas cosas, me llama la atención en el café
del Pardales:
−No vas a misa
−En casa rezo muy a gusto, reverendo padre. Además no
pienso ir hasta que el papa no condene la matanza de los niños palestinos.
El cura de Valtanás se pone hecho una furia y aduce el cuento
de Hamás.
Los terroristas que saltaron la verja en parapente, esa estratagema
ya se hizo en la guerra de Troya. Lo dejo aturdido y se pone a pegar voces, me
lanza mil excomuniones que yo me paso por la punta del nabo. Y me aparto a
tomar mi pinta de peleón tranquilamente. Pienso con tristeza que Roma aunque no
lo quiera reconocer está atravesando una crisis que fue profetizada por Jacques
de Molay mientras ardía en la hoguera de la Bastilla:
“Muero inocente pero vendrán tiempos en los cuales Satanás se
hará dueño de todos vosotros. La soberbia, la lujuria y la simonía, la
hipocresía y el odio a Jesucristo serán el flagelo de muchos creyentes. Un lobo
haciéndose pasar por cordero se apoderará del redil”
Vi entonces al cura de mi aldea mirarse en un espejo negro.
El chigre llenose de tinieblas.
Los parroquianos empezaron a cantar en una
lengua incomprensible a un vertiginoso ritmo sin compás. Las calles del pueblo acogieron la llegada de oradores de vereda, unos decían que el
anticristo estaba en tal sitio y otros lo negaban.
Al roble milenario de la
plaza cabe la iglesia le nacieron hojas rojas y las piedras del atrio empezaron
a manar sangre. Estaban cumpliéndose las profecías del reitre de los templarios
acusado injustamente de acaparar riqueza y las profecías del papa Juan
empezaron a difundirse por toda la cristiandad.
Esos documentos auguraban que
el mundo después de la gran apostasía rendiría viaje hacia 2033, se cegaría el
sol, caerían las estrellas, la luna no brillaría más pero una luz nueva aparecería desde el oriente y
vendría El que ha de Venir capitaneando un ejército de diez mil arcángeles
miércoles, 24 de abril de 2024