Hemingaway era un escritor mediocre que instauró los sanfermines en su novela Fiesta. Me parece un libro de poco fuelle por más que muy comentado pero todos chupan cámara con respecto a los sanfermines que no son mas que unas fiestas lupercales a la romana en pleno mes de julio. Hay cientos de encierros en esta España mágica que son mejores y más interesantes que los pamplonicas. Sin embargo, y a pesar de todo, Gora San Fermin el santo al que han devaluado estos tios que se emborrachan y violan a extranjeras.
Es el mundo del toro y el toro es magico, y el toreo es un arte que nada tiene que ver con esta libidinosa juerga,
Yo prefiero los encierros de Cuellar en Segovia. La gente disfruta más y es más valiente. Son reliquias de nuestros tiempos medievales cuando España luchaba contra el Islam. Ahora estas bacanales me parecen una verguenza. Sorry
2016-07-12
UN CURA Y YO HABLAMOS DE MUJERES
hablo con un cura de mujeres.... mulierem fortem quis inveniet
Anduvimos al Burguillo este fin de semana luna de lobos encinas chaparros un almez munificente en la ribera del río que no sabemos lo que pintaba por allá y algún espantapájaros. Se van los veraneantes y pronto empezarán las vendimias, afila sus ojos y sus garras el garduño, los buitres se dejan ver solemnes y silenciosos circunvalando despectivos la vertical del aire.
El oso busca querencia madriguera. para la invernada Tierra misteriosa: tomillares, cardos borriqueros, la genciana y el cantueso y otras hierbas que desconozco esparcidos por la plataforma de aquella meseta de soledades.
Por allí pasaba una calzada romana que atravesaba desde Asturica Augusta hasta Tarraco los costillares del macizo ibérico. Quedan algunas lajas del viejo empedrado y los restos de una gran necrópolis visigoda.
Aún no han llegado las palas debeladoras del paisaje que meterán la vertedera de sus dientes gigantes y en vez de surcos colocarán cimientos para domar el paisaje de urbanizaciones a marchas forzadas de ladrillo y de cemento. Segunda vivienda, casa en el campo, yo siempre albergué un sueño y en el fondo de las aguas enigmáticas del pantano yace con sus artes, sus aperos, sus arcas, sus llaves y sus huertos todo un pueblo.
La verdad es que Madrid queda un poco lejos. Por estas lindes pasó un día el Cid camino del destierro. Valles de Almazán, vegas de Osma, la vieja Uxama. Soria fría, Soria, pura, cabeza de Extremadura, que cantaba el poeta Bandadas de jilguerillos tiene querencia a la zarza.
Por san Frutos ya se sabe. No en vano lo bautizaron al buen godo eremita con la sobrehúsa del pajarero. Uno se siente a gusto por estos riscos buen tiempo de septiembre de alboradas frías pero a más de mediodía estorba la chaqueta.
Mi amigo Elpidio que es cura por estos contornos no diré cual pueblo y el nombre también es fingido nos tumbamos a la bartola a tomar pan apoyados de un codo como hacían los romanos que se tumbaban para comer-costumbre que aún se conserva en Castilla sobre todo en el campo- en su triclinio y en un ahí nos las den todas le echamos mano a unas tajadillas, un torrezno, un par de cascos de cebolla comida humilde y sana regada con unos cuantos tiempos a la bota y de hoy en un año.
Es la hora de tomar el pan y aquí se está bien.
El reloj marca las cinco y nosotros llevamos desde la salida del sol zamarreando por estos tesos entregados a la noble ocupación de ver pájaros, no matarlos, sólo diquelarles con nuestro catalejo y tirar alguna placa cámara digital en ristre.
Barzoneábamos por los terreros y nos saludaban desde lejos las retamas y la flor de la camamila. Tierra de pan llevar a trechos. El jabalí y el lobo al acecho. Yo llevo un eremita en mis adentros y así se lo confieso a don Elpidio que comprende mi asqueo de la civilización, del tráfago, el pago de la hipoteca, los atascos y el metro y alza la mano y señala unos gollizos que parecen la marca de un glaciar en los bordes del inmenso lago. Allí estaban las cuevas de los Siete Altares.
-Lo ibas a pasar mal. Te ibas a aburrir de lo lindo. La vida cenobítica que tú ansias no es nada fácil.
Acaba de pasar el vilano y se dirige por la hondonada hacia Fresno de Cantespino que es el pueblo con el nombre más bonito más sonoro de Castilla después de Madrigal de las Altas Torres. Allí, hacia el año 1111 vivía con su amante el Conde de Cantespín cuando su marido legítimo vino a por ella, mató al conde y se llevó a doña Urraca la pobre a un convento de Teruel.
Ella, cabra que tira al monte, y cerrera de condición, se escapó del aragonés con la ayuda de sus mesnaderos castellanos.
Hablamos de mujeres pero Elpidio, mi compañero de terna en el seminario hace ya muchos años, pone oídos de mercader, no suelta prenda. Ya a estas edades... Si los curas se jubilaran a mi compañero le tocaría dar carpetazo el año que viene pero los curas no se jubilan. Sirve a cuatro parroquias y dos anejos. Está hecho un roble pero misar todos los domingos y fiestas de guardar supone un recorrido de sus buenos ochenta kilómetros entre pitos y flautas.
Tiene que binar consagraciones y ponerle mucha agua al cáliz de su sacerdocio.
Una vez, cuando iba a decir la Eucaristía de un pueblo a otro, le paró la GC y en un control de alcoholemia dio positivo. Don Elpidio le explicó su problema; siete misas en siete pueblos, una tras otra.
-Y a mi no me gusta aguar el sanguis. La sangre de Xto es la sangre de Xto y hay que apurar el cáliz hasta las heces, mi sargento.
- Pues va usted aviado, padre. Pero siga su camino.
El sargento de la Benemérita hizo la vista gorda y a nuestro curilla no lo metieron en la cárcel ni le quitaron puntos del carné.
Hay escasez de sacerdotes, la juventud ha dejado de ir a misa, que en las parroquias sólo aparecen viejos, y abunda la violencia de género. Y como las cosas no parece que tengan remedio pues litro y medio. Agua y ajo. Si te pega tu Paco pues agua y ajo. Ay Paco.
Mi curita tuvo que ir a poner paz en muchos sitios. Es una tarea muy complicada y desagradable porque dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión. Mejor no interferir.
De algo tan positivo como es la emancipación de la mujer que es persona humana, que busca su vida y su libertad, se ha derivado una problemática que parece insoluble tal y conforme están las cosas.
-La cuestión es insoluble pero el matrimonio es indisoluble nos decían. Algo para toda la vida.
-También existe en esta tierra nuestra mucho moro posesivo. Dios nos libre de los celos de Othelo y del maté porque era mía.
-No, no las matan por cuestión de sexo, Elpidio. Ni siquiera por la honra a lo mejor. Las asesinan porque se ven perdidos y en la calle. Es cuestión de pasta y de dineros. Los jueces dan toda la razón a ellas que se quedan con todo y ellos se desesperan. El origen de los litigios conyugales como todo tiene un matiz económico.
Sin embargo, discuten y andan a palos.
A don Elpidio le da mucha pena que antiguos feligreses suyos buenos padres de familia acaben en la rúa de vagamundos. Y todo porque se llevan mal con la parienta.
Tratan de meterlas en vereda pero por el testamento y la maldición de doña Urraca que vaga por estas tierras cuando una mujer sale traviesa no hay dios que las meta en vereda. ¿Solución? Agua y ajo.
-No sabes el favor que me hizo Dios cuando abracé el celibato, Antoñito.
- Pues sí y lo que decía don Camilo a sus guardias si no podéis ser castos por lo menos sed cautos.
- Yo estoy casado y me ha ido bien aunque también pasar mis malos trances, pero en general bien no me arrepiento
Las desavenencias conyugales son incluso en el campo no ya meramente en la ciudad una pandemia. Ha caído una estructura. Se acabó una forma de vivir y abre sus batientes el portón de una nueva era. Está claro que la mujer tiene derecho a su libertad, no vale aquel prejuicio de la pata quebrada atada a la mesa y en casa como pretendió hacer Alfonso el Batallador con doña Urraca. Hoy las mujeres salen. Son más independientes.
Eso es de cajón y en ese cajón puede que también esté metida la Iglesia. Que tendrá que andar lista, reformar su estructura ni meterse en berenjales. Los patrones medievales no sirven.
Uno visitando estos riscos, y todos estos pueblos románicos que vivieron a la sombra despreocupada de un campanario durante milenios, tiene ese barrunto. Que faltan curas es un secreto a voces y que, si esto sigue así, muchas iglesias de Castila, Andalucía, Asturias, Aragón, León, tendrán que echar el cierre. Por agotamiento de la raza.
Que una institución tan veneranda como es la familia, tan arraigada en España, pues nuestro país tiene una constitución tribal, dé en quiebra traerá aparejado que se cancelen muchos templos. Don Elpidio y yo hemos sido testigos de este cambio que hará cosa de medio siglo nos parecía inasumible.
-¿Sabes quien era doña Urraca, Elpì?
- Pues que ha de hacer. A los moros por dinero y a los cristianos de gracia.
- Eso es con lo que amenazaba a su padre Fernando I de Castilla cuando hizo las particiones del territorio. Meterse a puta si no le daban una hijuela con más garantías.
- Le tocó Zamora la bien cercada. Por uno la cerca el Duero y por otro Peñatajada.
Mi amigo Elpidio que ya nos sorprendía en el seminario cuando era capaz de soltar una tesis de Aristóteles en latín sin perder el huelgo. Tenía buena memoria y era un apasionado de la historia.
Un cura tiene que saber de todo. Pero a la pobre doña Urraca, que era algo pendón, su marido el Batallador y hay un documento en Simancas que así lo avala, la sacudía el polvo. A ella a lo mejor le gustaba la marcha:
Faciem meam suis manibus sordidis multoties turbatam esse; pede suo ne percuisse omni dolendum est nobilitatem
(tengo la cara desfigurada por sus puñetazos y me pega patadas en el trasero; lo que me duele no son los golpes sino que se haya olvidado de mi dignidad de reina.)
Que ande a puntapiés un rey con su reina no es cosa que se vea todos los días pero la violencia de género no hace distingos de condición. Escala los talamos y los altos estrados.
Este testimonio del siglo XII ya demuestra que el zurrar a la parienta es más viejo que el andao para adelante y no se detiene ni ante las propias testas coronadas.
Luego mi amigo Elpidio socarrón me dice que si la zurraba algo haría. Y aquello de si te pega tu Paco pues agua y ajo. Es mejor no meterse en estos enredos. Aunque no hace ascos a la idea de los curas casados dice que el celibato demuestra la sabiduría de la iglesia.
-Y su hipocresía-le replico.
-Yo creo que estamos muy bien así.
-Pero sois lo último de una estirpe. Esto es un fin de fiesta.
- Que te lo crees tú.
- La vida de casado es más dura que la de soltero-, salto yo como un resorte.
- Partim eumdam partim diversam, Antonio. Que no eres lógico y te has olvidado de la asignatura que nos enseñaba don Fausto López.
- La verdad amigo mío que sois un poco misóginos.
- Que va. Somos más cómodos. En la vida hay que evitarse complicaciones. Ya sabes lo que dice el Eclesiastés de ellas: aula diaboli, aquilonis percussio.
- El aula diablo y el picotazo del escorpión. Pero creo que la mujer es también lo mejor de la vida.
- Puede que sí y puede que no. Dubitatio metódica cartesiana que decíamos de seminaristas.
Elpidio el cura se me queda pensativo y añorante y murmura:
- Yo no sé. No tengo experiencia. Nunca lo caté. Tampoco lo echo de menos.
- ¿Nunca?
- Moriré entero como mi madre me echó al mundo.
- Qué cosas. De buena te libraste pero yo también conocí a párracos que andaban con el ama a puntapiés como Alfonso el Batallador.
- De todo tendrá que haber en la viña del Señor. Puede que existiera ese tipo de violencia en las sacristías. Al fin y al cabo los curas también somos hombres.
Está diciendo la verdad, don Elpidio no es el típico cura mocero o el que se va de marcha a los puticlubs de carretera. El un buey suelto que bien se lame. Toda su vida muy independiente. Para él el celibato no ha supuesto problema. La soledad sí lo es. Las bodas de plata de su sacerdocio las celebró en el 92, año mágico. Ni feliz ni infeliz. Todo a ratos. Tuvo que pasar malos trances porque ha vivido una de las épocas más traumáticas de la iglesia. Ha sido un buen cura de aldea. Lo que le costó más duró fueron las innovaciones litúrgicas, pastorales e incluso teológicas que vinieron con el Concilio y que para muchos curas fueron una especie de cambio climático. Un terremoto. Un tsunami en rectorías y curias.
- ¿Sería el cambio para bien?
- En algunas cosas-responde don Elpidio- sí en otras no tanto.
Ahora le preocupa la violencia de genero y me lo cuenta. Muchos de sus feligreses se están separando. No se aguantan. Las casas y las familias se vienen abajo. Y yo le digo que más valiera que esos maridos acaparadores echasen un poco más la vista gorda, tuvieran más mano izquierda y sepan lo que contaban nuestros abuelos de que los españoles solemos tocar a siete y una tuerta, viejo resabio del harén moro que corre por nuestras venas.
-Eres un machista.
- Lo que soy es realista.
Elpidio me mira con una aire de superioridad incrédula y abandonamos el lugar ameno. Se desploman sombras desde la montaña, corre una brisilla y hay que ponerse la chaqueta. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Y la cuestión de la jodienda no tiene enmienda. ¡Si tuviéramos la mano un poco más quietas!
Me acuerdo del testamento de doña Urraca, una reina de Castilla que fue algo ligera de cascos y a mí siempre me cayó simpática pues llegó a contar entre la larga lista de sus amantes con un arzobispo. A los cristianos de balde ¿Y a los moros? Por dinero, pero de ellos no hay registros en las crónicas. Callades, hija callades, le dijo el rey Fernando su padre al testar. Esa palabra no pronuncies. Y ella gritó puta con más fuerza.
A los moros por dinero y a los cristianos de gracia, lo que tradujo en verso libre Quevedo con aquello de gallinas y mujeres todas ponen. Unas huevos y otras cuernos. Pobre doña Urraca. Fue la reina de los tristes destinos como doña María de Molina.
- No murió por las tabernas, ni tampoco tablas jugando que él murió sobre Zamora, vuestra honra resguardando- cantaba el romance.
Deslices de la humana naturaleza. Pobre doña Urraca.
- Me alegro, sin embargo, de verte, Elpidio. Estás hecho un toro.
Se ríe y dice:
- No creas, las apariencias engañan, también caen los cedros del Líbano.
Luego al despedirnos echamos el ultimo traguillo de la bota y él me bendice unos rosarios que he traído para regalárselos a mis hijas. A ver si con la bendición de Elpidio encuentran un hombre que no las maltrate cuando se case
Anduvimos al Burguillo este fin de semana luna de lobos encinas chaparros un almez munificente en la ribera del río que no sabemos lo que pintaba por allá y algún espantapájaros. Se van los veraneantes y pronto empezarán las vendimias, afila sus ojos y sus garras el garduño, los buitres se dejan ver solemnes y silenciosos circunvalando despectivos la vertical del aire.
El oso busca querencia madriguera. para la invernada Tierra misteriosa: tomillares, cardos borriqueros, la genciana y el cantueso y otras hierbas que desconozco esparcidos por la plataforma de aquella meseta de soledades.
Por allí pasaba una calzada romana que atravesaba desde Asturica Augusta hasta Tarraco los costillares del macizo ibérico. Quedan algunas lajas del viejo empedrado y los restos de una gran necrópolis visigoda.
Aún no han llegado las palas debeladoras del paisaje que meterán la vertedera de sus dientes gigantes y en vez de surcos colocarán cimientos para domar el paisaje de urbanizaciones a marchas forzadas de ladrillo y de cemento. Segunda vivienda, casa en el campo, yo siempre albergué un sueño y en el fondo de las aguas enigmáticas del pantano yace con sus artes, sus aperos, sus arcas, sus llaves y sus huertos todo un pueblo.
La verdad es que Madrid queda un poco lejos. Por estas lindes pasó un día el Cid camino del destierro. Valles de Almazán, vegas de Osma, la vieja Uxama. Soria fría, Soria, pura, cabeza de Extremadura, que cantaba el poeta Bandadas de jilguerillos tiene querencia a la zarza.
Por san Frutos ya se sabe. No en vano lo bautizaron al buen godo eremita con la sobrehúsa del pajarero. Uno se siente a gusto por estos riscos buen tiempo de septiembre de alboradas frías pero a más de mediodía estorba la chaqueta.
Mi amigo Elpidio que es cura por estos contornos no diré cual pueblo y el nombre también es fingido nos tumbamos a la bartola a tomar pan apoyados de un codo como hacían los romanos que se tumbaban para comer-costumbre que aún se conserva en Castilla sobre todo en el campo- en su triclinio y en un ahí nos las den todas le echamos mano a unas tajadillas, un torrezno, un par de cascos de cebolla comida humilde y sana regada con unos cuantos tiempos a la bota y de hoy en un año.
Es la hora de tomar el pan y aquí se está bien.
El reloj marca las cinco y nosotros llevamos desde la salida del sol zamarreando por estos tesos entregados a la noble ocupación de ver pájaros, no matarlos, sólo diquelarles con nuestro catalejo y tirar alguna placa cámara digital en ristre.
Barzoneábamos por los terreros y nos saludaban desde lejos las retamas y la flor de la camamila. Tierra de pan llevar a trechos. El jabalí y el lobo al acecho. Yo llevo un eremita en mis adentros y así se lo confieso a don Elpidio que comprende mi asqueo de la civilización, del tráfago, el pago de la hipoteca, los atascos y el metro y alza la mano y señala unos gollizos que parecen la marca de un glaciar en los bordes del inmenso lago. Allí estaban las cuevas de los Siete Altares.
-Lo ibas a pasar mal. Te ibas a aburrir de lo lindo. La vida cenobítica que tú ansias no es nada fácil.
Acaba de pasar el vilano y se dirige por la hondonada hacia Fresno de Cantespino que es el pueblo con el nombre más bonito más sonoro de Castilla después de Madrigal de las Altas Torres. Allí, hacia el año 1111 vivía con su amante el Conde de Cantespín cuando su marido legítimo vino a por ella, mató al conde y se llevó a doña Urraca la pobre a un convento de Teruel.
Ella, cabra que tira al monte, y cerrera de condición, se escapó del aragonés con la ayuda de sus mesnaderos castellanos.
Hablamos de mujeres pero Elpidio, mi compañero de terna en el seminario hace ya muchos años, pone oídos de mercader, no suelta prenda. Ya a estas edades... Si los curas se jubilaran a mi compañero le tocaría dar carpetazo el año que viene pero los curas no se jubilan. Sirve a cuatro parroquias y dos anejos. Está hecho un roble pero misar todos los domingos y fiestas de guardar supone un recorrido de sus buenos ochenta kilómetros entre pitos y flautas.
Tiene que binar consagraciones y ponerle mucha agua al cáliz de su sacerdocio.
Una vez, cuando iba a decir la Eucaristía de un pueblo a otro, le paró la GC y en un control de alcoholemia dio positivo. Don Elpidio le explicó su problema; siete misas en siete pueblos, una tras otra.
-Y a mi no me gusta aguar el sanguis. La sangre de Xto es la sangre de Xto y hay que apurar el cáliz hasta las heces, mi sargento.
- Pues va usted aviado, padre. Pero siga su camino.
El sargento de la Benemérita hizo la vista gorda y a nuestro curilla no lo metieron en la cárcel ni le quitaron puntos del carné.
Hay escasez de sacerdotes, la juventud ha dejado de ir a misa, que en las parroquias sólo aparecen viejos, y abunda la violencia de género. Y como las cosas no parece que tengan remedio pues litro y medio. Agua y ajo. Si te pega tu Paco pues agua y ajo. Ay Paco.
Mi curita tuvo que ir a poner paz en muchos sitios. Es una tarea muy complicada y desagradable porque dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión. Mejor no interferir.
De algo tan positivo como es la emancipación de la mujer que es persona humana, que busca su vida y su libertad, se ha derivado una problemática que parece insoluble tal y conforme están las cosas.
-La cuestión es insoluble pero el matrimonio es indisoluble nos decían. Algo para toda la vida.
-También existe en esta tierra nuestra mucho moro posesivo. Dios nos libre de los celos de Othelo y del maté porque era mía.
-No, no las matan por cuestión de sexo, Elpidio. Ni siquiera por la honra a lo mejor. Las asesinan porque se ven perdidos y en la calle. Es cuestión de pasta y de dineros. Los jueces dan toda la razón a ellas que se quedan con todo y ellos se desesperan. El origen de los litigios conyugales como todo tiene un matiz económico.
Sin embargo, discuten y andan a palos.
A don Elpidio le da mucha pena que antiguos feligreses suyos buenos padres de familia acaben en la rúa de vagamundos. Y todo porque se llevan mal con la parienta.
Tratan de meterlas en vereda pero por el testamento y la maldición de doña Urraca que vaga por estas tierras cuando una mujer sale traviesa no hay dios que las meta en vereda. ¿Solución? Agua y ajo.
-No sabes el favor que me hizo Dios cuando abracé el celibato, Antoñito.
- Pues sí y lo que decía don Camilo a sus guardias si no podéis ser castos por lo menos sed cautos.
- Yo estoy casado y me ha ido bien aunque también pasar mis malos trances, pero en general bien no me arrepiento
Las desavenencias conyugales son incluso en el campo no ya meramente en la ciudad una pandemia. Ha caído una estructura. Se acabó una forma de vivir y abre sus batientes el portón de una nueva era. Está claro que la mujer tiene derecho a su libertad, no vale aquel prejuicio de la pata quebrada atada a la mesa y en casa como pretendió hacer Alfonso el Batallador con doña Urraca. Hoy las mujeres salen. Son más independientes.
Eso es de cajón y en ese cajón puede que también esté metida la Iglesia. Que tendrá que andar lista, reformar su estructura ni meterse en berenjales. Los patrones medievales no sirven.
Uno visitando estos riscos, y todos estos pueblos románicos que vivieron a la sombra despreocupada de un campanario durante milenios, tiene ese barrunto. Que faltan curas es un secreto a voces y que, si esto sigue así, muchas iglesias de Castila, Andalucía, Asturias, Aragón, León, tendrán que echar el cierre. Por agotamiento de la raza.
Que una institución tan veneranda como es la familia, tan arraigada en España, pues nuestro país tiene una constitución tribal, dé en quiebra traerá aparejado que se cancelen muchos templos. Don Elpidio y yo hemos sido testigos de este cambio que hará cosa de medio siglo nos parecía inasumible.
-¿Sabes quien era doña Urraca, Elpì?
- Pues que ha de hacer. A los moros por dinero y a los cristianos de gracia.
- Eso es con lo que amenazaba a su padre Fernando I de Castilla cuando hizo las particiones del territorio. Meterse a puta si no le daban una hijuela con más garantías.
- Le tocó Zamora la bien cercada. Por uno la cerca el Duero y por otro Peñatajada.
Mi amigo Elpidio que ya nos sorprendía en el seminario cuando era capaz de soltar una tesis de Aristóteles en latín sin perder el huelgo. Tenía buena memoria y era un apasionado de la historia.
Un cura tiene que saber de todo. Pero a la pobre doña Urraca, que era algo pendón, su marido el Batallador y hay un documento en Simancas que así lo avala, la sacudía el polvo. A ella a lo mejor le gustaba la marcha:
Faciem meam suis manibus sordidis multoties turbatam esse; pede suo ne percuisse omni dolendum est nobilitatem
(tengo la cara desfigurada por sus puñetazos y me pega patadas en el trasero; lo que me duele no son los golpes sino que se haya olvidado de mi dignidad de reina.)
Que ande a puntapiés un rey con su reina no es cosa que se vea todos los días pero la violencia de género no hace distingos de condición. Escala los talamos y los altos estrados.
Este testimonio del siglo XII ya demuestra que el zurrar a la parienta es más viejo que el andao para adelante y no se detiene ni ante las propias testas coronadas.
Luego mi amigo Elpidio socarrón me dice que si la zurraba algo haría. Y aquello de si te pega tu Paco pues agua y ajo. Es mejor no meterse en estos enredos. Aunque no hace ascos a la idea de los curas casados dice que el celibato demuestra la sabiduría de la iglesia.
-Y su hipocresía-le replico.
-Yo creo que estamos muy bien así.
-Pero sois lo último de una estirpe. Esto es un fin de fiesta.
- Que te lo crees tú.
- La vida de casado es más dura que la de soltero-, salto yo como un resorte.
- Partim eumdam partim diversam, Antonio. Que no eres lógico y te has olvidado de la asignatura que nos enseñaba don Fausto López.
- La verdad amigo mío que sois un poco misóginos.
- Que va. Somos más cómodos. En la vida hay que evitarse complicaciones. Ya sabes lo que dice el Eclesiastés de ellas: aula diaboli, aquilonis percussio.
- El aula diablo y el picotazo del escorpión. Pero creo que la mujer es también lo mejor de la vida.
- Puede que sí y puede que no. Dubitatio metódica cartesiana que decíamos de seminaristas.
Elpidio el cura se me queda pensativo y añorante y murmura:
- Yo no sé. No tengo experiencia. Nunca lo caté. Tampoco lo echo de menos.
- ¿Nunca?
- Moriré entero como mi madre me echó al mundo.
- Qué cosas. De buena te libraste pero yo también conocí a párracos que andaban con el ama a puntapiés como Alfonso el Batallador.
- De todo tendrá que haber en la viña del Señor. Puede que existiera ese tipo de violencia en las sacristías. Al fin y al cabo los curas también somos hombres.
Está diciendo la verdad, don Elpidio no es el típico cura mocero o el que se va de marcha a los puticlubs de carretera. El un buey suelto que bien se lame. Toda su vida muy independiente. Para él el celibato no ha supuesto problema. La soledad sí lo es. Las bodas de plata de su sacerdocio las celebró en el 92, año mágico. Ni feliz ni infeliz. Todo a ratos. Tuvo que pasar malos trances porque ha vivido una de las épocas más traumáticas de la iglesia. Ha sido un buen cura de aldea. Lo que le costó más duró fueron las innovaciones litúrgicas, pastorales e incluso teológicas que vinieron con el Concilio y que para muchos curas fueron una especie de cambio climático. Un terremoto. Un tsunami en rectorías y curias.
- ¿Sería el cambio para bien?
- En algunas cosas-responde don Elpidio- sí en otras no tanto.
Ahora le preocupa la violencia de genero y me lo cuenta. Muchos de sus feligreses se están separando. No se aguantan. Las casas y las familias se vienen abajo. Y yo le digo que más valiera que esos maridos acaparadores echasen un poco más la vista gorda, tuvieran más mano izquierda y sepan lo que contaban nuestros abuelos de que los españoles solemos tocar a siete y una tuerta, viejo resabio del harén moro que corre por nuestras venas.
-Eres un machista.
- Lo que soy es realista.
Elpidio me mira con una aire de superioridad incrédula y abandonamos el lugar ameno. Se desploman sombras desde la montaña, corre una brisilla y hay que ponerse la chaqueta. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Y la cuestión de la jodienda no tiene enmienda. ¡Si tuviéramos la mano un poco más quietas!
Me acuerdo del testamento de doña Urraca, una reina de Castilla que fue algo ligera de cascos y a mí siempre me cayó simpática pues llegó a contar entre la larga lista de sus amantes con un arzobispo. A los cristianos de balde ¿Y a los moros? Por dinero, pero de ellos no hay registros en las crónicas. Callades, hija callades, le dijo el rey Fernando su padre al testar. Esa palabra no pronuncies. Y ella gritó puta con más fuerza.
A los moros por dinero y a los cristianos de gracia, lo que tradujo en verso libre Quevedo con aquello de gallinas y mujeres todas ponen. Unas huevos y otras cuernos. Pobre doña Urraca. Fue la reina de los tristes destinos como doña María de Molina.
- No murió por las tabernas, ni tampoco tablas jugando que él murió sobre Zamora, vuestra honra resguardando- cantaba el romance.
Deslices de la humana naturaleza. Pobre doña Urraca.
- Me alegro, sin embargo, de verte, Elpidio. Estás hecho un toro.
Se ríe y dice:
- No creas, las apariencias engañan, también caen los cedros del Líbano.
Luego al despedirnos echamos el ultimo traguillo de la bota y él me bendice unos rosarios que he traído para regalárselos a mis hijas. A ver si con la bendición de Elpidio encuentran un hombre que no las maltrate cuando se case
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