TREINTA ENERO 1947
Dia amada que tu
naciste. Cada año lo celebro. Son dulces y amargos los recuerdos. En mi alma
tus ojos grises llevo. Lo sabías que todavía no dije adiós a la memoria ni
cerré el estucha de oro de los sueños. conservo aquel chisquero que me
regalaste con música. En las noches de insomnio y arrepentimiento los enciendo
y tú apareces próxima y lejana agitan tus bucles de oro las brisas el sexo y
veo flotar en el agua el Támesis tu cuerpo de náyade blanca espuma alba piel
como la leche las pecas de tu rostro que besé hamada por primera vez aquel
treinta de enero- rememoro tus andares el cimbreo acompasado de tu cuerpo Suzanne
Hugh I always love you. Las redondeces de tu seno. La extremada ausencia
tuya de mi vida echada a perder se troca en llanto, no pudo ser- serena y fría
esplendorosa rosa inglesa con tu ramo de novia el traje color de amapola
aquella flor en tu pelo. Treinta eneros saudade de lejanías. Lanzo mis versos
al aire que porte el viento hasta donde estés ya ancianita. El amor nunca
envejece siendo puro como el mío y el tuyo lo fue. Fulgores y donaires reflejos
fugitivos de la dicha que perdí, la juventud no vuelve ya lo sé, pero es muy
grato envejecer con los recuerdos la dulce mañana de un Domingo Ramos cuando
Jesús entró en Jerusalén al lomo de aquella borriquilla entre palmas y hosanas.
Recuerdo aquellos serenos de gravedad elástica que me miran apaciblemente en
medio del silencio de Volutia. Diana cazadora partióse a pescar a las riberas
del río Ivel aquel que cruzábamos cuando íbamos a Doncaster. Fuiste para mi la
vestal sajona que viajaba en el carro de fuego don el que Badajea cruzaba los
bosques, el carcaj cuajado de flechas de Cupido. Todo pasó, pero la fecha de tu
onomástica sigue escrita con letras de bronce en los calendarios, treinta
guirnaldas. Mil recuerdos. Treinta amores treinta guitarras treinta mirares y
una lágrima lloro tu alejamiento. Sin ti fue vana mi vida perdí el rumbo
trompiqué fui víctima de la mala suerte. Tu fuiste un regalo de la diosa
Fortuna.