2021-12-24

 OTRA NOCHEBUENA MÁS

 

Los ángeles cantan en el portalico

Otra nochebuena más

Le llega a este pobre viejo

Recuerdos de la infancia

Melancolía

Aquel puente romano

Aquella nieve de las navidades de Hornchurch

Me arredran mis pecados

La tristeza juega al trompo

Con la alegría y el arrepentimiento

Gracias Señor

Por esta vida que me has dado

Son setenta y siete años

Paz deseo a los amigos y enemigos

A los que hería y maltraté

A cuantos ofendí

A los que amé

A los que no me entienden

Pues soy un loco a lo divino

Una luz brilla en este humilde portal

Incandescente

Que ilumina mis días todo el año

Me levanta cuando caigo

Gloria Dios en las alturas

Y paz a los hombres

LEYENDA DEL LAGO ILMEN RUSIA ES INVENCIBLE

 Lago ilmen

 

Cuenta la leyenda que a orillas del lago ilmen se paseaba sadko tocando el gusli. Tan bien tocaba el joven que las cúpulas de las iglesias de la hermosa ciudad de Novgorod brillaban más que el sol. Al paso del joven músico por la ribera las encrespadas olas del famoso lago donde acamparon nuestros divisionarios de la Blau y fue escenario de una de las más gloriosas gestas revertiría la calma y regresaría la bonanza. Hasta el propio zar de las aguas saltaba a la superficie desde lo hondo de su reino linfático escoltado por una turba de ondinas y de nereidas. Cuando Sadko atacaba las cuerdas de su instrumento el mundo parecía dominado por un poderoso sentimiento de caridad y reinaba la armonía entre los hombres. Se acaban las guerras y las disputas y volvía la pureza de las costumbres y el amor a Cristo presidía las relaciones. Nadie robaba ni cometía adulterio. En una ocasión en que el zar de las aguas reinaba en su palacio de cristal a escuchar la voz de Sadko acercándose rozagante y magnífico le dijo: bien tocas padrecito y bien mereces una recompensa y como premio a tu arte te daré la mano de mi hija Volxova- la princesa Volxoiva era la más bella y casta entre las mujeres. Sadko sin embargo aunque agradecido por la deferencia rehusó la mano de la princesa y se hizo pope. Llegó a archimandrita y cantaba tan bien que cuando entonaba el canto del gospodi. Toda la ciudad acudía embelesada a escuchar los recitales. Al eco de su voz entre vaharadas de incienso veía pasear a los ángeles por el sabaoth de las cúpulas. Los enfermos curaban y aquellos en cuyo corazón anidaban los malos espíritus se veían pronto libres de las cadenas de los vicios y pecados. El conjuro mágico de la voz del humilde pope no ya el Sadko mozo sino un eclesiástico de barbas bizantinas que llevaba aun rosario a la cintura operaba efectos taumaturgos. Este bello cuento es un poco el símbolo de la ortodoxia: que cristo ha resucitado venciendo a la muerte y a todos los males del mundo. En la ortodoxia se unen el culto cristológico y la devoción marial. La invocación en la liturgia oriental a María es continua porque la Teotokops simboliza la victoria sobre el mal (zlo) con sus poderes angelicos. Ella es el nuevo Miguel que aplastará la cabeza del dragon. Si existe alguna diferencia entre la religiosidad eslava y la latina seria este matiz que carga más el acento sobre la intuición que el intelecto. La teología de santo Tomás es maravillosamente discursiva, una pirámide perfecta donde cada sillar apoya al siguiente al de delante y al de detrás. La bizantina se abstiene de silogismo y no intenta revelar el misterio de la redención a la luz de la razón. Simplemente cree en el misterio. Su única garantía es la resurrección del cristo total. El conservadurismo, este apego a las ancestrales tradiciones hace que el cristianismo oriental se parezca al que hubo en Asia Menor. Está prácticamente intacto en sus preces, abluciones, misales, antifonarios y en sus ancestrales cánticos. Desde san Cirilo y san Metodio. Es precisamente este apego a la tradición lo que llena de encanto su maravillosa liturgia la cual es grande y a la vez humilde y deprecante. En sus iglesias no se tolera otro instrumento musical que el de la voz humana. El canto coral. Los cantos y motetes en fabardón. La polifonía y de esta aura de musical se desprende como una aura de incienso celestial. La recitación hesicastica consigue que los creyentes guiados en su ascenso del camino místico por los staretz alcancen la perfección. Fueron cristiandades que según la leyenda fueron evangelizadas por san Andrés que predicó en Novgorod a orillas del Dnieper. Pero no hay Novgorod sin lago Ilmen. Aquí precisamente vinieron a luchar los soldados de la división frente al bolchevismo aquí donde Sadko tocaba su gusli a la vista de las cúpulas de cebolla de las catedrales e iglesias de esta ciudad. Fue un puñado de españoles idealistas quijotescos que lo dieron todo a cambio de nada,. Padecieron las privaciones y fatigas del hielo la nieve y el hambre y en verano los cáncanos y los mosquitos insoportables de la rasputiza o deshielo. Los que pudieron regresar de Rusia luego serian medicos periodistas filólogos catedráticos o empresarios. Ninguno fue capaz de olvidar a Rusia para bien o para mal. Lo dieron  todo a cambio de nada. Su sueño era Europa pero no la Europa de los mercaderes, era la Europa de las catedrales de los talleres y de la justicia social presididos por la cruz y la fraternidad de Xto. no la Europa de las cresas plusvalías y materialista sino aquella Europa que rinde culto a los valores del espíritu. Se combatía por dos palabras Heimat y Rodena. Novgorod colonizada por los suecos significa en dialecto vatrego la ciudad de la isla. Su catedral esta dedicada a santa Sofía y varios monasterios. Precisamente durante un corto periodo de tiempo fue liberada y pudo establecerse el culto divino previamente suprimido el marxismo. Etimológicamente Ilmen significa mar de barro pero no fue barro lo que se encontraran los esquiadores del capitán Ordás sino hielo a 52 grados bajo cero aquella sangrienta trágica tercera semana de enero de la que se cumple ahora medio siglo. Tuvieron 196 bajas solo quedaron siete supervivientes en el batallón.

“las guerras-ya lo decía Tito Livio- son concertadas por los más viles y abyectos y combatidas por los más valientes y generosos”[música]. En un tiempo en que son derribados pedestales y caen las estatuas como en un cuento de Oscar Wilde, tras el derrumbe del Muro de Berlín en la Europa del Este no sólo cambian los nombres de las calles sino que también se profanan tumbas de soldados convertidas en blanco del furor vindicativo de este finisecular sometido a los desmanes de un nuevo Termidor revanchista totalmente anticristiano. Suprimido el comunismo y derrumbado el sistema soviético de una forma tan acelerada y sorprendente por todos los rincones de Europa se alzan blandiendo las espadas ensangrentadas los nuevos sacerdotes de Moloq cabalgando sobre alazanes de fuego que rasgan los aires agitando las crines en las que en lugar de cabellos crecen serpientes. En un periódico alemán leía yo recientemente un reportaje estremecedor: el cipo o estela funeraria de un cementerio soviético donde yacían los restos de los caídos en la guerra patria había sido profanado. La cruz con los nombres de los fallecidos fue hecha pedazos. ¿qué culpa tendrán los muertos? Ocurrió en Minsk. La desalmada acción de estos gamberros sembró la indignación en la población pero nadie se atrevió a protestar. En la antigua Urss no sólo hay hambre. Hay miedo. Stalin está muerto y bien muerto. A Lenin se le suprime el culto y los privilegios. Se quema en efigie a Breznev corrupto burocrata pero ahora mandan más que nadie los bolcheviques unos bolcheviques que no hablan sino la lengua de los que antes se consideraban sus rivales. Ellos sin embargo son los herederos de los que tomaron el palacio de invierno y los perversos descendientes de Abrahan Litwaski que comandaba el pelotón de sayones que disparó contra el zar y su familia en los sótanos de la tahona de Ipatiev el Rico Mercader en Yekateringrad el 17 de julio de 1918. Han vuelto a Rusia la nación amada por cristo la Trstse mira  que fue de siempre una nación tiranizada por las fuerzas del anticristo. Sin embargo este es el tributo de sangre y de odio que han de pagar los países mesiánicos. Por ese cabo España guarda semejanzas con Rusia. ¿Tendría que sufrir España ese mismo trauma? No lo permita Dios, ese “bog” que Zinoviev trató de hacer descender como de una cruz del diccionario y que mandó que se escribiese con minúscula.

Por lo pronto sobre los cielos cobrizos de la estepa esos cielos que el gran escritor divisionario Tomás Salvador describió y contempló como falto de vitaminas sobrevuelan grandes bandas de cuervos. Esas siniestras aves han aventado la cadaverina guiados por una rapacidad que atisba el amplio expolio. Si bien es esto cierto, parece que la religiosidad del pueblo ruso registra un nuevo florecer. Están llenos los templos aumentan las vocaciones sacerdotales y aspirantes al sacramento del bautismo. Y se siente el blesni de la cristiandad. Xto regresa a su nación preferida con palabras de perdón y de reconciliación. El que es fuente de eterna misericordia como entona con cadencia suplicante el diacono en su canto litúrgico. La riqueza de su expresión adorante. La magnificencia de sus coros. El subir del incienso y el refulgir del oro de las casullas y de esos ikonostasios que parecen pintados por Fra Angelico. Todo eso debió de impresionar a Tomas Savador asi como otros muchos de los expedicionarios participantes en la campaña. Habría que hablar de una expresión que sólo existe en idioma ruso: la “sobornostb”. Cierto que en la gran marcha a pie desde Polonia hasta la Rusia profunda muchos se sentirían despeados y derrotados por la inmensidad misteriosa de la estepa. Sin embargo darían por bien empleadas sus fatigas y los sufrimientos que trae aparejados la vida del soldado al comprobar que las poblaciones les aclamaban por libertadores. Se abrían las iglesias al culto al paso de los regimientos blindados de la Wehrmacht. Volvían a brillar las lamparas en las credencias de los altares de Minsk, Posad, Grigorovo. Se encendían candelas a la Virgen. Volvieronse a escuchar las estrofas del himno del Akathistos.

En diversos narradores de la Blau hemos podido compulsar este punto de contacto entre la religiosidad y el idealismo: ese entusiasmo con los valores del espíritu. De ahí que para muchos de los diccionarios el contacto con la Rusia lejana supusiera una catarsis, un cierto embeleso al ser deslumbrados por los fulgores viejos del antiguo cristianismo. Estamos convenxcidos de que aquellas quintas que van desde el año 32 al 40 es decir los nacidos entre 1912 y 1920 fueron un prodigioso apéndice de penetración histórica. Algún día se les terminará haciendo justicia puesto que como dijo el romance tras de tiempos vendrán tiempos y máxime ahora cuando las cosas pasan deprisa y vienen tan aceleradas. Los españoles llevábamos sin salir a Europa desde los Tercios. El común denominador de aquella generación fue la espiritualidad y tengo que aludir aquí a Las cartas del sargento Basilio de José García Luna. Espiritualidad y sentido del humor todo junto. Otra constante en todos ellos es la ausencia de odio. En División 250 y en las Cartas del Sargento Basilio se habla del hermano Iván y del hermano Mischa “que nos incomodan con su música de viento: los temibles organillos de Stalin”. Muchos se sienten deslumbrados por la literatura rusa. Habían leído a Chejov en su nostalgia angelica donde la aspiración a los ideales nobles choca con la rutina de la existencia y el tedio de los hombres vencidos. O contemplado el alma humana a través de Dostoyoveski o Tolstoi o admirada las perfectas descripciones de la naturaleza de Tuguenev. La narrativa rusa parece un corolario o sobrehaz a las páginas del Evangelio. Así que las iglesias que ellos contemplaron seguían siendo las mismas que las retratadas por los maestros rusos: edificios sólidos, de traza cuadrada con un atrio o antojana que lindaba con el camposanto, de muros abocinados de madera o de ladrillo rara vez de piedra y con cúpulas bulbiformes. Hasta en las aldeas más miseras alza su cresta por encima de las techumbres de balago de las islas el chapitel del templo ortodoxo con sus cruces tribuladas una exegesis trinataria en medio del campo y el bosque. Son torres sin campamarios.. en el interior no suele haber bancos o reclinatorios porque a las ceremonias litúrgicas se suele asistir de pie. Tampoco hay imágenes o estatuas de santo una reminiscencia del tiempo de los iconoclastas. En las naves laterales suelen aparecen copiosos iconos y lamparillas de la virgen iluminado el rostro de la Theotokos (esa Virgen del Perpetuo socorro pintada por san Lucas que trajeron los españoles de Lepanto) todos ellos oscurecidos por la pátina del tiempo. El altar donde se consagra y se alza el cuerpo y la sangre del Redentor por una mediana algo más que la altura de un hombre (ikonostasio); la ortodoxia por herencia de los misterios órficos se guardó de la consagración coram populo, a sabiendas de que en toda religión ha de subyacer una cierta magia. Cuando todo se desvela no hay misterio. Al ikonostasio que solo se abre un par de veces durante la eucaristía se accede por una cancela o verja que abre y cierra el diacono y que se llama puerta real o “darov dvor”. Las puertas quedan patentes durante la clebración en las siguientes ocasiones: durante las suplicaciones o epiclesis equivalente a nuestras letanías mucho más incesantes en el rito de san Basilio; en el trisagio o invitatorio o Agios como formula del concilio de Nicea contra los arrianos; en la comunión que imparte el subdiacono bajo las dos especies y por último en la bendición final que el celebrante imparte haciendo la señal de la cruz en aspa como san Andrés. La anáfora es mas larga que el canon latin y el padre nuestro se canta una vez y se reza tres. El coro canta con frecuencia el Slova Tibie o gloria a Ti.

Es un rito hermoso, cuajado de simbolismo y de reminiscencias ancestrales, de gestos mayestáticos y de una solemnidad suprema. Las capas pluviales y dalmáticas recamadas de oros y cobaltos llevan en los vuelos grabada la palabra Niké (victoria) y la feligresía se persigna con frecuencia y realizan las genuflexiones o el plokon. Los ortodoxos rara vez se arrodillan. Doblan el torso a veces hasta tocar el suelo con los dedos de la mano. Se rigen por el calendario juliano que marca sus fiestas con respecto al gregoriano con dos semanas de retraso. Tampoco coinciden en la celebración de la pascua salvo una vez cada quinientos años. Es la fiesta más importante del años. Después la de la Trinidad. Radiezstvo o nacimientos. Blagovenia que suele coincidir con la de San Antón. En las fiestas mariales son importantes de Blagosloveñie ek 18 de diciembre y la Ushpenie o Durmición el 15 de agosto.

El santoral deriva de los menologios grecos y en ellos se dan santos que no figuran en el martirologio romano como san Mistofan, san Spiridon, san Josafat pero sí san Jorge por ejemplo común a Ambos ritos y que paradójicamente orientales y occidentales celebran el 23 de abril. Son importantes las celebraciones de los profetas mayores: San Daniel, san Ezequiel, San Ezequiel o san Jeremías. La fiesta de san Andres el 12 de diciembre es una de las mayores y con motu propio. La de san Juan Crisisotomo la celebran el 30 de noviembre cuando nosotros veneramos a san Andrés por este retraso apuntado entre el calendario juliano y el gregoriano.

A san juan Crisostomo el patriarca de Constantinopla expulsado al exilio de los montes de Armenia por fustigar en sus sermones las corruptelas de la corte se le profesa gran devoción. Un pueblo de gran sensibilidad como el ruso tan inclinado a hablar y habida cuenta de sus grandes capacitaciones literarias se encuentra en la fuerte tradición oral surgida al pairo de los rapsodas pues es el ps de los cuentacuentos y de los rapsodas tienen que venerar a la fuerza al Crisóstomo. Rusia es el cuento de los cuentacuentos y de las “sdachi” y que ha legado a la cultura del mundo historias tan hermosas como la de Blancanieves o Zoliuska. Rusia al igual que Irlanda tiene una fuerte implantación oral por los estratos campesinos de su población. En la narración breve nadie consiguió ponerle un pie delante a Chejov o Andreiev. En ambos autores un par de pinceladas sirven para condensar el pálpito de lo bello, ese fulgor misterioso traspasado de serenidad y de clemente unción la cual se refleja en los iconos.

Los rusos no tuvieron edad barroca. Se plantaron directamente en la modernidad desde la edad media. De ahí que la tradición cristiana sin pasar por la Contrarreforma o la ilustración. Para su suerte desconocieron las luchas y escándalos a los que dio lugar el papado. Fue un verdadero don de dios tener iglesias autocefalas y con ello se libraron de las guerras de religión motivadas en parte por el escándalo y las corrupciones de la sede apostólica durante el siglo XVI. El haber estado en parte bajo la dominación otomana en parte dio a los patriarcados cierta cohesión y fue un verdadero milagro que no desapareciera el cristianismo. Eso se debe en parte a un regalo de los zares herederos del imperio bizantino. De este hecho arranca su supuesto mesianismo. Tan hondo caló en el pueblo ruso ese sentido mesiánico que la palabra para designar a un campesino y a un creyente es la misma: “xristianki” como hombre o mujer de vida sencilla que guarda los mandamientos. Por fútil  que parezca, esta idea sin embargo es muy importante a la hora de entender tanto el alma como la historia de este pueblo tan castigado por las desgracias que rara vez cae en la protesta airada o en la desesperación. En la gran narrativa rusa solo aletea el aliento resignado de la aceptación de la voluntad de dios. Los legionarios de la Blau se sorprendían de la mansedumbre, servicialidad y falta de rencor que observaban en los soldados y oficiales que hacían prisioneros en sus escaramuzas con el ejercito rojo. Pese a su desgracia parecían completamente avenidos a su destino en el acatamiento de la voluntad de dios. Ese talante melancólico inclinado hacia la belleza sin jamas una mala queja o un lamento sabiendo percibir la vida desde una óptica triste pero esperanzada en la resurrección de cristo se muestra en su gran capacidad espiritual. Pero al propio tiempo esta resignación les vuelve indolentes y abúlicos a los rusos. Casi resulta inexplicable cómo un imperio ha podido derrumbarse en estos últimos días sin que haya pasado nada y sin que se haya disparado un solo tiro. Las babiushas moscovitas armadas de infinita paciencia hacen cola a las puertas de los Gastronom con sus mostradores vacíos en espera de una ración de carne de leche o patatas. Esa actitud resignada, ese fatalismo anta la volia boshe. Esta actitud resignada, este talante fatalista, lleno de sumisión, se cruza constantemente como un espectro por las paginas más brillantes de la literatura rusa aunque Dostoyevsky hable de una franja de locura pesimista que las llena de nihilismo en periodos de abatimiento. Es un país que se extenuó primero en la lucha contra el tártaro y después contra el turco. Es Europa y asia a la vez. El angel de la melancolía rusa (tasca) se torna en ironía sapiencial en gogl (ponia) y se vuelve complicada clarividencia en Dostoyevsky. Es sencillamente ganas de vivir en Pushkin que se asoma a los rostros de los tahúres que juegan en las noches de Petersburgo a la caza de la Dama de Picas. Y en Chejov es esa sonrisa añorante que se convierte en suspiros y en taedium vitae. La vida no es más que un triste jardín de los cerezos desde donde se nos expulsa. Suenan los golpes secos del hacha en el jardín. Nos amenazan los acreedores, la vulgaridad, la indiferencia, el desamor. Todas las historia de grandeza concluyen en la crujía de un hospital en la galería o en la cárcel o en el convento para perderse irremisiblemente en ese pañuelo de tierra que nos aguarda. Solo el vaskresenia o la esperanza de la resurrección en xto puede mitigar tanto dolor. Aquí yace la clave del gran humanismo ruso: en las veras esencias del cristianismo. De su mano alcanzara la novela rusa las más altas cimas de excelsitud literaria o se hundió en los penetrales de los flujos de conciencia psicológicos. El alma rusa se ha enfrentado al bien y al mal con una sonrisa misteriosa “ylibiatsa”. Es la sonrisa de Basilio el patriarca de Constantinopla que no aceptó las exigencias del emperador Valente. O es la sonrisa que el viajero encuentra al llegar a Moscú y que puede ocultar siempre cartas bajo la manga. Es la misma sonrisa con que los mujiks acogían el látigo de los barin. La troika siempre avanzará por la taiga a golpes knut. Ante la tiranía del amo sólo cabe el ensimismamiento. El mujik sometido parece decirle a sus propias barbas:

Ahora tú ganas, me maltratas, tu comportamiento es infame, pero poco importa porque al final resucitará cristo y nos librará a ti y a mi del oprobio de nuestros pecados. El se apiadará de tus culpas y a mí me librará de la injusticia.

Pero semejante mansedumbre no es sinónimo de debilidad sino que es capacidad de aguante o “vinolit”. Es la resistencia rusa que plantó cara a Hitler y a Napoleón. Stalin cuando se vió perdido y con los alemanes a las puertas de Moscú hubo de acudir al patriarca Sergio y apelar al patriotismo eslavo que es profuindamente religioso. Rusia –la shirokaya natura- es casi imposible conquerir militarmente. Siempre se guarda una carta en la manga y exurge cuando parece vencida. Es el país de la resurrección. De la gran pascua rusa que Rimski Korsako pasó a los pentagramas. Los que ahora mismo venden la piel del oso antes de cazarlo debieran ser cautelosos. “Russland is krank-decía el orto dia un comentarista de la Radio Deutsche Welle- aber nigh todkrank”. Creo que muchos veteranos de la Blau aquí presentes y que sobrevivieron al invierno ruso y a las pulgas y fiebres de la rasputitsa aun mucho peor creo que entenderán lo que quiero decir con tal afirmación. Rusia tiene una cara oculta como la luna.

Entre los escritores unos son pro occicentales (rasfaniets o xzapadniets) y otros eslavofilos. Culpan a la religión los zapadniets del atraso de la incuria y de la incultura nacional  como Turguenev mientras otros los raskolniki dicen que Rusia ha de centrarse sobre si misma. Tal es el caso de Dostoyevsky. Solzhenitsyn ha venido a determinar que el Oeste está podrido. Se está refiriendo a los banqueros ingleses a los ambientes cosmopolitas alemanes que generaron la Weltanshaung y los padrinos del warmongering o maestros ajustadores de los conflictos. La ortodoxia por su parte va en contra de ese latido pesimista y trae un mensaje de alegría el de la resurrección

 EL MANZANARES EN QUEVEDO Y GÓNGORA 

El arte de Quevedo es el luquete de naranja/limón que ponemos al vino para quitarle el acíbar y despojar a la vida de todos esos posos de amargura que la circunda, aunque, bien es cierto, los que seguimos a Xto hemos de beber el cáliz hasta las heces como lo bebió don Francisco tres veces desterrado, dos a punto de morir, una en la emboscada que le tendieron los venecianos, y se libraría por pies, por hablar el italiano sin acento ninguno, como un toscano, y la segunda en un lance amoroso en que acabó con tres de sus oponentes, que, en sacando la de Toledo, no había espadachín que le pusiera un pie delante y eso que era zambo, por lo que Góngora se mofa de sus cacorros, hacia adentro y desmangallados, así como de su presbicia (tenía los ojos malos y era cegato aunque su vista de lince fuera tan aguda como su daga). Dos veces lo desterraron de la Corte a sus predios de la Mancha y en una ocasión lo llevaron a presidio cinco años a León, en una fría mazmorra del convento de una orden militar(1) llena de humedades, lo que aceleraría su muerte.

Como buen español(1), fue victima de la malsana yedra, que con harta frecuencia crece al sur de los Pirineos como el mal francés que del otro lado viene y que aquí se convierte en morbo visigótico, que llevó a Fray Luis, a Jovellanos, a Cervantes a la cárcel y a otros tantos al destierro. Dicen que la saña constituyen el vicio y el deporte nacional. Por eso se ensalza aquí, hasta los cumbrales, a la medianías. Para triunfar en este país hay que ser del montón o tener buen parecer. ¡Ah! Las apariencias españolas. Aquí los mediocres nunca hicieron daño, mientras al que despunta en algo se le corta la cabeza.

Y un consejo- vademécum para andar por las españas: ser siempre del montón. Como Quevedo era egregio y aventajaba a todos en estatura literaria y en calidad humana, fruto de su vividura, pues fueron a por él. Tengo para mí que el mejor libro, la mejor novela, y única en su género, es el Buscón, todo un tour de force estilístico y de solercia en el manejo del idioma castellano, del que su autor conocía todos sus recursos secretos. Que maneja como si fuera mago del idioma. Y esta esgrima verbal le hace fulgurante en el estilo y en sus estocadas, certero.

Escritor, todo meollo, o carne sin hueso, nunca cáscara [hoy no lo entenderían] nada de hablar por hablar. El fondo se adecua a la forma en una perfecta hipostasis del mensaje. Y esto es el desiderátum de la perfección. El no va más Mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos. Unas, cuernos; otras, huevos. ¿Se podrá contar mejor una historia sobre la condición femenina en este ras con ras, en este par de lineas, dos auténticos tijeretazos de versos? No. Los libros y los versos de este prócer, desde sus tratados teológicos hasta las letrillas jocosas como Erase un hombre a una nariz pegado en que pone en berlina a Góngora y con él a todos los sayones y escribas de nuestra España, tan voluble, tan tornadiza, turiferarios de Caín, no son para paladares delicados. Hay en ellos mucho cuajo, por lo que su literatura nunca será apta para cuáqueros miramelindos. Es Quevedo la antítesis de la cursilada a lo Julián Marías. Por eso le salieron enemigos a mansalva y aún lo queman en efigie los hijos de los hijos de los nietos de aquel linaje de narigudos ridículos, cornudos, o simplemente malvados que él tanto festejara.

Aún lo tienen por peligroso y lo queman en efigie a la chita callando pero él sigue siendo el coloso del parnaso de las letras castellanas. Parece que me mira don Francisco desde la calcomanía con que honro su memoria en mi despacho y se sonríe con sorna. Saca pecho, enseña sus guedejas cansadas de tanto afán dejandolas colgar en desaliño de estudioso sobre el pescuezo y oculta el pie equino, de nacimiento, lo que, aún renqueante, no le impidió cabalgar y ser el mejor espadachín de la corche y no esos matasiete que pinta de cartón piedra e imitación Pérez Reverte en sus novelas de época. En el callejón de la rinconada de la iglesia de san Martín, justo donde está la calle de La Ballesta, un jueves santo, a la salida de los Oficios, tiró de espada y dejó muertos a tres contrincantes que le cerraron el paso. Todo un maestro de esgrima y no los de las novelas por entrega de Reverte.

¿Causa del riepto? Uno de los caballeros abofeteó en el atrio del templo, a la vista de todos, a una dama. En guardia. A la salida nos vemos. Pues vale. Pero de uno en uno, caballeros. El maestro de esgrima no era un matasiete o uno de esos jaques que lampaban por la corte, galanes de monjas, cortejadores a la hora de misa y el triduo, única ocasión en que aparecían en público las señoras como dios manda. Las que iban al prado en coche tenían mala reputación. Dentro de las carrozas con las cortinillas bajadas recibían a sus amantes. Podía pasar de todo. A veces los bastidores se meneaban con un ritmo sospechoso, el tiro parado y tieso el tentemozo, dormitando el cochero ciego de vino y sin menearse silenciosos con el saco de granzas al morro los caballos ruanos de los caballeros o las mulas episcopales pues también tenían por costumbre de bajar al Prado los eclesiásticos en desguisa.

Este era Quevedo. El caballero de las espuelas de oro como le llama casona. ¿Misógino? Ni por pienso. A su pluma debemos el mejor soneto en castellano y en él canta a la mujer. Y su lamento de letra herido y de amante despachado aun esparce el eco que han conseguido quebrar la vara de la muerte:

"Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevase el blanco día 

y podrá desatar el alma mía 

hora a su afán ansioso lisonjera 

mas no desta parte en la ribera 

dejará la memoria donde ardía 

nadar sobre mi llama el agua fría 

Y perder el respeto a la ley severa; 

Alma a quien todos sus días pasión ha sido; 

Venas que humor a tanto fuego han dado; 

Médulas que han gloriosamente ardido; 

Su cuerpo dejará, no su cuidado; 

serán ceniza, mas tendrá sentido 

polvo serán, mas polvo enamorado" 

Se refería a Lisi. De quien fuera Lisi poco sabemos. Sólo que el poeta la inmortalizó en estos pensamientos. La vida real fue mucho más cruel con él. Los grandes hombres acaban contrayendo matrimonio con la que menos les conviene y su bodorrio de mozo viejo con una tal Felipa acabó en desastre. Pero ahí queda como pecio de aquel desastre conyugal aquella antífrasis: "mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos".

¿Don Francisco putañero? No sé pero conocía el mundo por de dentro y de ese mundo parte fundamental es el bello sexo. Habría que colegir al trasluz de sus escritos que ese conocimiento íntimo de la condición femenina no la ganó en los libros o en los confesionarios como Tirso, que era fraile, sino "viva voce" alternando en las tabernas(2) y abriendo la puerta llana de las mancebías. Su concepto de la existencia era demasiado grave para tomarse en serio a las mujeres. De ahí sus exclamaciones utópicas sobre el amor, el olvido y la muerte. Polvo y ceniza en definitiva pero polvo enamorado. "En tus ojos, Lisi, vi el oriente en hermosura duplicado", etc. cruzaba el deán el portillo y venían detrás un par de diosas. Amor divino y amor profano que lo uno no quita para lo otro.

A lo que se ve debió de ser visitador frecuente de los puticlubs de entonces que se llamaban cuexcas(3). Había una en Madrid, la Casa del Tocame Roque y otra en Alcalá que dio pie al dicho de "A alcalá, putas, que llega San Lucas"(4).

Es posible que la tal Lisi por la cual bebe los vientos el poeta fuera una de aquellas mozas de partido tan abundantes en Madrid, a lo mejor una de aquellas irlandesas tan mal vestidas y hablando con acento de Coca por su afición a empinar el codo, "tan mal vestidas y tan bien hechas" de cuya arribada da cuenta en alguna de sus cartas. Así que Alcalá, putas, que viene san Lucas y mujeres y gallinas todas ponemos. Ojos ponéis de vendimiar agüela, frase con la que alude a las alcahuetas. "Cuando te abracen, advierte, que segadores semejan, con una mano te abrazan, con otra te desjarretan... con un cuarto de turrón y con agua y con grajea goza un Píramo, barata, cualquier Tisbe gallega... corita(5) en cogote, gallega en ancas, ran mujer de pullas para los que pasan" está describiendo a las ventaneras, costumbre que tenía un nombre legal: solicitación... al trato torpe.

So capa del desenfado burlesco, Quevedo es de una profundidad aterradora. Toda su poesía recuerda un cuadro del Bosco por las descripciones que hace de la corrupción y relajo de costumbres del Madrid del primer cuarto del siglo XVII.

La rechifla con que describe el Manzanares es deliciosa: "Tieneme del sol la llama tan chupado y tan sorbido que en mi se mueren de sed las ranas y los mosquitos". Y es facistol de chicharras en la solfa de lo frito el aprendiz de río que lleva penosa vida condenada de charquillos, merendero de tusonas y de mirones que bajaban a ver las ninfas desnudarse en el arroyo estantío... muy hético de corriente, muy angosto y muy roído, con dos charcos con muletas... acostado en un puchero el cuerpo y el sueño a gatas", etc.

En las numerosas aceñas que debía contar a la sazón la raquítica ribera del Manzanares observa el paso del tiempo, otra de las preocupaciones de Quevedo: "azudes de la noria de la vida son las horas; ayer ya no es, no existe mañana y hoy es un punto fugitivo... soy un fue y un será y un es cansado..".

Pero hay otro detalle, aparte del panorama jocoso que traza sobre el Manzanares, en lo social y costumbrista con sus lavanderas a las que algún beneficiado baja a ver las nalgas mientras recuden los pañales del niño, con sus trémulas pausas y los mastines de Sodoma que hacen acto de aparición de atardecida, los azacanes o aguadoras, las damas de toldo y arandela o meretrices, los mendigos que acuden a despiojarse, los niños que van a bañarse en las pozas o a jugar al marro, y es la información meteorológica que facilita. Como colofón de lo dicho, el Manzanares, a falta en Madrid de una plaza del Potro cordobés, del Arenal de Sevilla, el Perchel malagueño, el Zocodover de Toledo, el Arrabal arevalense o el Azoguejo de Segovia, punto de encuentro de perailes, pícaros, rameras y gente del bronce, hace las veces de "locus communis", paradero del que va y viene. Garcilaso que debía de ser tan inocente como buena persona y mejor poeta ve al Manzanares lleno de cisnes, ninfas y nereidas, utilizando un tropo muy común entre los poetas del Renacimiento en su afición a la mitología. Era mucho pedir. La ribera del Manzanares estaba poblada de ninfas pero de otras especie diferente a las que describe Garcilaso. Góngora y Quevedo en su sorna son más realistas al tiempo que nos proporcionan valiosa información sobre el referido "locus amoenus" que no era tan ameno como para mirarlo con ojos idealistas sino realistas.

Por tales trazas el siglo XVII debió de ser seco. Se había producido un cambio climático en toda Europa. El clima que era lluvioso y bonancible en las centurias precedentes debió de acusar los efectos de una glaciación. En 1666 a causa de esta sequía acontece el gran fuego que arrasa Londres y la plaza mayor en 1634 también se quemó quedando sólo la Casa de la Panadería.

Esta sequía trajo consigo aparejada la hambruna. Mientras, los literatos se toman la cuestión a pitorreo. Eso y empezar las jácaras todo fue uno. Fue tan capona la primavera que no pudo abrir. No hay agua pero no falta el vino. Se alude a los moscos irlandeses cuya borrachez se hace manifiesta en las calles de Madrid o a los moscos tudescos que ingerían una cantara de un golpe en las bayucas aledañas a las escaleras de San Felipe. España se desentiende, se despreocupa. Toros y cañas y autos sacramentales para olvidarse de los desastres de Flandes o los naufragios de la Flota de la Carrera de Indias. Los piratas ingleses estaban siempre al acecho. Ande yo caliente ríase la gente. Aquí cada uno va a lo suyo y eso le saca de las casillas a Quevedo. Empieza una refriega, una lucha entre dos colosos. Los dos tenían un conocimiento eximio de los idiotismos del idioma y no se les iba lo que se dice la fuerza por la boca

Góngora a la vista de la escualidez del "Támesis de los Madriles" y del escuchimizado hilo de agua que vertía en aquellos tórridos veranos exclama: ayer meome un burro y hoy me ahogo. Y se cachondea con la misma insolencia de sus puentes. "Mucho puente para tan poco río" dice del de Toledo, y del de Segovia, "señora puente castellana cuyos ojos están llorando arena" y en otro verso de su letrilla hace referencia a que "los orines de las mulas den salud al río". De lo objetivo se pasa a lo subjetivo y el río de una ciudad va a ser el pretexto para una recia enemistad entre don Francisco y don Luis. La reyerta literaria hará las delicias de los amantes de las bellas letras porque en ella predomina el insulto. Sí pero hay que saber insultar. Además, la sangre nunca llega al río. Y en este donoso cruce de invectivas Góngora llama a Quevedo Anacreonte, melifluo y zambo y putero. Cegato y pelotillero. Quevedo se despacha motejandole de tahúr, mal sacerdote, judío y narigudo. Los dos poetas mayores de nuestro siglo de oro se ponen de vuelta y guerra o a caer de un burro. Lo de ayer meome un burro debió de ser ficción de Góngora pensando en su rival

MEOME AYER UN BURRO

Y hoy me ahogo en aguaduchos de orines. Poco más o menos Góngora y el ínclito Quevedo se mofan a porfía del río de Madrid que no es el Eúfrates ni el Tigris. Más bien un cagadero. Tuvo por afluente el Arroyo Abroñigal que es un río meadero, todo boñigas. Allá donde la villa y corte exonera su vientre, lava sus culpas y antiguamente había verbenas. Por la de San Marquillos el Verde y luego la de San Antonio que es la primera que dios envía. Bajaban allí las ninfas disfrazadas de chulapas, a hacer de cuerpo y viejos verdes tonsurados arrastrando la loba y el manteo al salir del coro las espiaban desde las peñas con un catalejo que el locus amoenus siempre tuvo mirones para el amor de alquiler. Darse un lote de vista y llevarse las manos a la cabeza con un adonde vamos a parar y cómo están los tiempos no estaba mal visto.

El propio autor de Los sueños murmura del rumbo aciago que cobraban sus tiempos. A juzgar por estos versos todo sigue igual en el hombre. Nada cambia:

Todo se ha trocado ya. Todo del revés se ha vuelto. 

Las mujeres son soldados y los hombres doncellas. 

La obsesión que manifiesta Quevedo por los putos entre los que incluye a Góngora también había gente saliendo del armario en nuestro Siglo de Oro

Por Cuaresma, combates nabales que nabos y cohombros los daba excelente su ribera, lo mismo que cebollas y orondos tomates de un rojo casi lujurioso. ¿Rábanos? Los de su ribera, los mejores. Aunque siempre picaron un poquito. En la costanilla del Ava Pies y el postigo del Avemaría había sinagogas y muchos rabinos. Con el edicto de expulsión muchos de ellos se metieron a frailes y colgaban morcillas y botillos a la puerta de sus conventos por bien parecer. Madrid no es lo que parece. Aquí el personal siempre vivió hacia adentro. Un lastre que arrastramos de nuestros antepasados los judíos. También, se cursa estudios por ser más. Y por mejor parecer. El parecer es el súmmum bonum de los hidalgos de gotera, la honra, el buen criterio. Hasta, sin haberse desayunado muchos días, como nos refiere el Lazarillo se echaban migajas en la barba para anunciar que habían comido. Por ahí vienen los calvos. Observa Quevedo que hay calvas de muchos tipos: sacerdotales, jerónimas, y calvos calvísimos, aprendices de calvo y aquellos que no saben portar su calvicie con dignidad, a lo Anasagastegui, que la por entonces se hacían el recorrido. "Hay calvo que re rebuja para tapar el melón y aparece hecho un basilisco". Aquí estamos yendo y viniendo del "no te jode a nos ha jodido". Vivimos un sinvivir de la política entre el tupé de Sagasta y el recorrido de Anasagastegui, áspero tribuno de la plebe vasca, que, por no saber, no sabe llevar su calva con dignidad.

Luego llegan los sastres. ¿Sastres vienen? Pues al infierno. El ángulo de visión de Quevedo, el de un verdadero buzo de las clases sociales en el maremágnum de gentes con los que le tocó convivir. Odiaba a las viejas, pues no en vano tuvo fama de misógino. A los sastres. A los médicos y a los sacamuelas.

. Ay sí. El Manzanarillos debe de tener la sangre municipal y espesa y por eso y por la mierda que corría en los remansos pasada la Virgen de Atocha se criaban tan buenos tomates, lechugas y pimientos. La villa y corte era un pueblo desde 1606 en que obtuvo el título de capitalidad por orden del tercero de los Felipes. Góngora fue nombrado capellán regio y puede que la ojeriza con Francisco de Quevedo, aspirante al oficio de cortesano y que tuvo vara alta en la ante corte la del valido el Duque de Lerma se debiera a ser los dos contrincantes para un mismo empleo..

Además dice el refrán que quien es tu enemigo el de tu oficio. Aparte de gananciosos de la sopa boba y anhelando un beneficio, una sinecura, una prestamera, los dos eran grandísimos poetas. Los mejores que hubiera jamás en esta lengua. Las rivalidades a muerte se originan precisamente en esos concursos oposición en que los españoles se queman las pestañas memorizando textos que no les servirán para nada sino para colgar un título en la pared y pasarselo a los demás cerrar el pico, aparentar más, ¿veis?

Yo estudio, yo soy algo, más que tú, el origen está en el puñeteros morbo visigótico y buscarse un carguete de por vida a costa de la iglesia que fue la primera que abrió el torno o lotería de las oposiciones a canonjía, luego vendrían las de notarías, que esas sí que son peliagudas o las del ingreso en el Cuerpo Jurídico del Estado o en la Cuerpa mismamente. Luego a tumbarse a la bartola.

Manía del español que quiere vivir sin pegar golpe. Góngora ganó un beneficio en la catedral de Córdoba pero no pisaba la catedral, no iba nunca al coro y tuvo que tener que pagar, como consta en los archivos, multa de muchos maravedís por su inasistencia pero ay amigo obtuvo aquel beneficio a fuerza de codos y estuvo una hora de reloj, en lo que caía la arena por la clepsidra, recitando una tesis de la Summa de Santo Tomás. Tenía un título. Hoy mucho más rentable que aprobar oposiciones es meterse a político y entonar la coplilla gongorina sobre la meada del burro que provoca inundaciones por Madrid.

De nada sirve que fuera si no un mal sacerdote al menos muy negligente -apenas se le conoce haber abordado el tema religioso en su obra- y de origen converso al que asustaba comer jalufo. Pero había ganado las oposiciones. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Agua va. Cuando las dueñas se ponían a arrojar los pericos o servicios de aguas mayores. Góngora se fumaba el Oficio divino y se quedaba en alguna timba o se iba por las rinconadas de la vera del Guadalquivir a la búsqueda de algún efebo.

Sacerdote sin vocación y cura de misa y olla. Por la mañana cátedra de Prima y por las tardes, de sobrina. Ahí nos las den todas. Se da la buena vida y busca, villano en su rincón, una misericordia segura en la que sentar sus posaderos y tener ración por oposición que es para lo que empollaban latín los españoles de entonces y los de ahora se atiborran de temas. Aspiran a un buen pasar, eso que se llamaba antes la vita bona del Beatus ille. Echa la galga, amigo. Tumbémonos a la bartola. Pasan los clérigos con el bonete de tres puntas, las mulas hacaneas con un paxio o artolas cargada de libros camino de Alcalá terciado el manteo y la loba cuajada de cazcarrias y de barro de los charcos del camino. Suben la cuesta los arrieros. Huele a ajo y a vino y a trasudores de Castilla cuando va de el personal trajinante y detrás llegan los ministriles. Un domine con antiparras acaba de pasar camino de su casa a pupilo. Va a dar "lición" a sus gramáticos. Les enseñará algo de gramática parda.

Un morisco cargado de un banasto con hortalizas. Una vieja marivina a la que hiede el aliento podrido del mosto, la cebolla y las caries. Y sigue la comitiva con ministriles, algún jaque arreando un macho burreño de gran alzada y ahí están las lavanderas cantando las coplas del momento mientras restriegan la colada que reúne las bragas de una marquesa y los calzoncillos con palominos de un obispo. Y no podían faltar en esta escena los azacanes cargados de cantaros de agua de nieve. Delante de las damas de toldo y arandela, "cisnes del placer, y fenices del gusto". Abigarrado retablo de tipos y de costumbres. A cada profesión le corresponde un vicio.

Un niño llora y un viejo con su lazarillo canta la oración del Justo Juez. Las capas negras de los letrados se confunden con las capas pardas de los mercachifles y labradores, las tocas blancas de las dueñas hacen contrapunto con los velos negros de las viudas. Cantan los cubos de los carros a los que no se permitía pasar por la puente y han de vadear por el albero salpicando los charcos o hundiendose en el légamo. Estallan en el aire las trallas. Se escuchan algunos juramentos. Algunos carruajes hacen molino y los carreteros se quejaron toda la vida del pontazgo de la Puente Castellana.

Los borrachos de Velázquez se han reunido en un corrillo y coronan a Baco desnudo con una corona de laurel y lo cubren con un manto purpura como el que cubrió las desnudeces de Noé. Uno de ellos que debe de ser fraile huido del convento les sermonea en latines. Nadie le hace caso. Mucho puente para tan poco río sí pero con mucha humanidad viva que se mueve por abajo y por arriba. Señora doña puente Castellana, tus ojos están llorando arena.

La literatura estando más allá de la imagen que en encandila y decipit (decepciona), según los escolásticos, es vividura y transcendente. La imago es una noción ficticia de lo intrascendente. La imagen destruye y deslumbra pero la palabra o el concepto construye e ilumina. El arte de la palabra va mucho más allá de la cinemática y el cine es cínico pues poseen el mismo étimo griego; "kinos" designa al movimiento pero también al perro.

Quevedo y Góngora que son a la vez culteranos y conceptistas nos llevan por las altas sendas de la imaginación. Nunca frisó nuestro idioma tan alto como en estos dos vates, tan diferentes y tan parecidos. Esta trifulca sobre el río de Madrid en el que coinciden descriptivamente pero que luego van a desenvainar, por rigurosidades e inquinas personas que no hacen al caso, las plumas, convertidas en lanzas. ¡Y qué lanzas, madre mía! Al ver lo que escriben el uno del otro los ahora políticamente correctos, escritorzuelos de toma chicha y nabo, se llevan las manos a la cabeza y gritan:

-Insulto. Insulto.

Pero hay que saber insultar, señores míos, y hacerlo con cierto salero. No ese desmantelamiento que les es propio a los anti-castizos.

La literatura, insistimos, es vividura. Y vividura profética. Por eso mismo cuando nos encontramos en un libro donosamente escritos nos asalta la impresión de haber estado en aquel sitio, en aquella casa o a la vera de aquel río que nos pinta el autor. Uno ha subido y bajado unas cuantas veces por el Puente de Toledo y está familiarizado con el genus loci y los manes madrileños.

Nos han sucedido aventuras. Vimos no a las ninfas y nereidas pero sí bastante ninfas del cantón que en el Cerro la Plata cobraban a duro el "polvo". Niños y militares sin graduación algo menos y una paja tres pesetas. Algunos fuimos iniciados en el amor a tan módico precio por la Josefa una sacerdotisa de Venus al aire libre, que venía de Valencia, culona, de amplias tetas, tenía un poco de bigote pero compensaba. Cela dixit.

Hemos visto desfilar a los pastores de la mesta. A los jaques sacamantecas con la "poderosa" entre la faja, y a los mismos borrachos de Velázquez dar tumbos por las bayucas aledañas a la catedral de san Isidro que ya estaban abiertas hace cuatro siglos. Nos hemos puesto la coroza de los penitentes que salían en Viernes Santo detrás de un paso al lado de las vestidas de dolorosas luciendo cuerpo y jeme.. Tan chulas y presumidas ellas. La religión aquí estuvo íntimamente relacionada con el sexo.

Acompañar al Santo Entierro era un pretexto para lucir su cuerpo serrano. Debían de ser las mismas damas que acompañaban a Felipe IV tan salaz como piadosísimo a los triduos y oficios de las Cuarenta Horas que organizaban los jesuitas. Nuestro catolicismos es áspero, algo tristón y pasionista. Ya lo decía don Francisco: "Católica y cruel Majestad".

Hemos padecido y gozado de situaciones similares a las de Quevedo o a las de Góngora. Los genios en sus escritos nos invitan a hacer un viaje hacia el futuro. Ay Madrid que te quedas sin gente, la ciudad por la que ha discurrido gran parte de nuestro vivir. Universidad de picaresca y de misticismo. Aquí la luz tutela y es tan ardiente que acaba destruyendo. Madrid me mata a mí. Madrid te mata a ti. Por eso tanto le queremos.

A veces tuvo aire de sepulcro. Cuando Dámaso Alonso se refería a un millón de cadáveres ambulante sabía bien lo que se decía. Con algo de sepulcro pues todo en la vida es cárcel y todo en la vida es sepulcro.

"Del vientre a la prisión 

vine en naciendo 

de la prisión iré al sepulcro amando 

y siempre en el sepulcro 

Estaré ardiendo.

¿De amor? Por supuesto. Quevedo y Góngora que conocerán tan bien a las mujeres las dan poca importancia. Lisi la amada inmortalizada en el soneto del polvo enamorado es un accidente. Don Francisco lo que conoció mayormente fueron las Lisis a la vera del Manzanares, las tusonas, busconas y godeñas, en particular las hijas de la Verde Erín cuya arribada a la Corte desde la católica Irlanda era todo un acontecimiento, y que tanto le entusiasman, tan mal vestidas como bien hechas, un tanto inclinadas al mosto, las coritas asturianas y gallegas de ancas triunfales, que con una mano te abrazan y con otra te hurgan la faldriquera.

¡Ah las dulces mozas querenciosas del oro, todas del partido de Santo Tomé, zamarreando por la orilla del río estantío "en esta capona primavera que no pudo abrir un lirio".

No le gustaran a Quevedo, a lo que se ve, mucho los ríos; lo intuía, estaba oliendo el poste. Parece sentir en sus versos las humedades reumáticas de aquella mazmorra a orillas del Bernesga, del Órbigo y del Castro que son cachirríos y del Duero meninos (por afluentes). Allí le esperaban las sombras. Todo en la vida es cárcel. He ahí otro signo del poder premonitorio que mueve la pluma de los que escriben, sobre todo, si lo hacen bajo la luna de la inspiración y el poderío que brinda la introspección profética.

No se entiende muy bien esa tirria que le inspira don Luis. ¿Serían ramalazos de ese anticlericalismo proteico que se detecta en toda la literatura castellana? ¿Odio de clérigo? ¿Rija de opositor a Corte?

Yo te untaré mis obras con tocino 

porque no me las muerdas, Gongorilla, 

perro de los ingenios de Castilla 

Docto en pullas cual mozo de camino. 

Apenas hombre, sacerdote indino. 

Que aprende sin Christus la cartilla, 

Chocarrerías de Córdoba y Sevilla. 

Y en la corte, bufón a lo divino. 

¿Por qué censuras tú la lengua griega 

siendo rabí de la judía, 

Cosa que tu nariz no lo niega? 

No escribas versos más, por vida mía, 

aunque esto de escribas se te pega 

Por tener de sayón la rebeldía. 

Duros epifonemas. Le tacha de judío converso y de maricón (poco hombre) y de narigudo.

La odiosidad debió de nacer en el complot contra el Duque de Lerma que significaría la caída del Señor de la Torre de Juan Abad de patitas en el destierro. En su invectiva apunta un dato de una gran solidez histórica que ha sido poco estudiado: la influencia que tuvieron los criptojudíos en la corte de Felipe IV a través de los jesuitas. Pero se da asimismo la paradoja de que Quevedo se va a coger a la protección de los jesuitas y durante sus presidios y destierros sus amigos serían los jesuitas y su biógrafo sería un jesuita. En otros epigramas censura a su rival su afición al juego: tahúr, poco cristiano, mal clérigo. Misal apenas. Naipe cotidiano. Capellán del rey de bastos que en Córdoba nació. Murió en Burgos. Y en Pinto le dieron sepultura.

Por su parte Góngora en un poema escrito ahora justamente hace cuatro siglos dice de Francisco de Quevedo lo siguiente:

Anacreonte español, no hay quien os tope, 

que no diga con mucha cortesía 

que ya que vuestros pies son de elegía 

vuestras suavidades son de arrope 

¿No imitareis al terenciano Lope 

que al de Belerofonte(6) cada día 

sobre zuecos de cómica poesía 

Se calza espuelas y le da un galope? 

Con cuidado especial vuestros antojos 

dicen que quieren traducir al griego 

No habiendo mirado vuestros ojos. 

Prestadle un rato a mi ojo ciego(7), 

porque a luz saque ciertos versos flojos 

Y entenderéis(8) cualquier gregüescos(9) luego. 

El soneto gongorino tampoco tiene desperdicio. Tilda a su oponente de poeta descuidado, suave, zambo, mal caballero(10), espadachín y matasiete. Y le pide que le ponga la mano en el culo para escuchar una ventosidad de sus adentros. Góngora no se tira un farol. Se tira un cuesco.

La polémica entre los dos grandes literatos, aunque profusamente estudiada por la erudición, ha dejado inédita una idea importante: el enfrentamiento de Quevedo, caballero de la orden de Santiago, que ridiculizó a los que querían hacer santa patrona de España a una judía Teresa de Jesús, y los cristianos nuevos. Tanto él como Lope -éste de una forma más superficial- tomaron partido por los cristianos viejos.

De modo que sus diferencias con los conversos, que tanto nombradío e influjo trujeron bajo el mandato del valido del Rey, el Conde Duque de Olivares, y su aireamiento con los franceses que tenían el criterio de que la Santa Sede había caído en manos de los judíos, pudo ser un motivo de su detención y posteriormente su encarcelamiento en San Marcos de León durante un quinquenio. Una flagrante injusticia.

Al parecer, el mejor escritor en lengua se movía en contextos políticamente incorrectos para su tiempo. De todos modos, espíritu crítico y valiente, mete el dedo en la llaga y descubre uno de los enigmas de la historia española y las causas de su decadencia.

Aunque cegato, su pluma era certera, y su visión de aguila caudal que diquelaba desde muy lejos.

Su fama de chistoso y jaranero que tiene en la cronología hispana, donde todos los chistes guarros se atribuyen a Quevedo, no se compadece con la hondura de su pensamiento tan español, tan entero. Miré los muros de la patria mía. ¿Acaso este postergamiento y ninguneación a que se someten sus obras, más citadas que leídas, sea otra venganza judía?

Mientras tanto las aguas del Manzanares siguen fluyendo enterradas bajo un bunker de hormigón por decreto de los nuevos munícipes faraónicos anhelosos de convertir a este afluente del Tajo que pasa por los Madriles en un nuevo Guadiana. Pronto lo harán navegable y habrá choque de escuadras y batallas "nabales" por menos de un pimiento. Es igual. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Ay, Manzanares, Manzanarillos, en ti se mueren de sed las ranas y los mosquitos.

14 de agosto de 2008

1. Todo este mundo es prisiones;

Todo es cárcel y penar.

Los dineros están presos

en la bolsa donde están

la cuba es cárcel del vino

la trox es cárcel del pan

la cáscara, de las frutas

Las espinas del rosal.

El cuerpo es cárcel del alma,

la tierra es cárcel del mar

2. Fue cliente del figón de Juan Lepre que abría sus puertas en la calle Huertas de Madrid. Parroquiano de ese establecimiento fue también Diego Velázquez y alguno de sus comilitones del jarro le sirvieron de modelo al cuadro Los borrachos 

3. Casa de tolerancia (Germ.)

4. En la fiesta de san Lucas el 18 de octubre se solían impartir los grados a los estudiantes

5. Corito, asturiano. En el siglo XVI las gallegas, asturianas y vizcaínas no gozaban de buena reputación.

6. Belerofonte, el hijo de Neptuno, que montó a Pegaso y venció a la Quimera

7. El culo

8. Por oír

9. Pedo

10. Quevedo fue el caballero de las espuelas de oro. Su defecto físico no le impedía ser un consumado experto en la equitación.