l PADRE GRANADA Y EL MISTICISMO ALUMBRADO
Fray Luis de Granada murió el último día de 1588,
cinco meses después de que los barcos de la armada invencible dieran de través
en los acantilados de Antrim, de Cork, de Cornualles, mandé mis naves
contra los ingleses no contra los elementos etc., se lamentaba Felipe II el
cual era un ferviente admirador de la oratoria de aquel fraile dominico aunque
oía entre la admiración, el estupor y la suspicacia. Se cuenta que en una
ocasión fue a visitar al dominico, al que llamaban el “Cicerón hispano” en
su convento de Bemfica, le pidió que pronunciase un sermón y no habiendo silla
en la celda del monje el monarca se sentó sobre el santo suelo en una
esterilla. Otras veces iba a escuchar su famosa retórica a una iglesia de Braga
donde predicaba y relata la experiencia a su hija Isabel Clara, escribe el rey
que no le desplacía su retórica pero que encontró al dominico ya viejo y sin
dientes.
Al parecer murió en olor de santidad y los
devotos lisboetas asaltaron su túmulo llevándose como reliquia el cordón de su
profesión, jirones de su hábito y hasta el único diente que le quedaba en las
mandíbulas. Fue incoado el proceso de canonización pero al desenterrar sus
mortales despojos se comprobó que el cuerpo estaba incorrupto pero notaron sus
manos agarrotadas en un gesto de desesperación en un intento por destapar su
ataúd. Lo habían enterrado vivo y la lucha de los últimos instantes disuadió a
los postulantes de la causa de su beatificación de seguir adelante.
La iglesia de aquellos tiempos era muy
escrupulosa y en la canonización se prestaba gran atención al fiscal y al que
hacía las veces de abogado del diablo. En la actualidad como se ha comprobado
en la subida a los altares por la vía rápida al papa Wojtyla la santidad parece
que tiene que ver más con la política que con la práctica de las virtudes
cristianas en grado heroico. Fray Luis de Granada, uno de los grandes
escritores ascéticos de la literatura castellana aunque a veces farragoso,
repetitivo y que comete algunas ucronías e inexactitudes como cuando se refiere
a los leones que dice que se defienden unos a otros y se revezan en sus
vigilancias nocturnas para la caza, hecho incierto porque los machos devoran a
los cachorros del mismo sexo aunque sean de su misma sangre- eso no lo sabía el
dominico- para evitar que fuesen dominantes, era un alumbrado y durante su
estancia en monasterio de Badajoz parece ser que trabó contacto con los deixados o
dejados de Llerena.
Era amigo del primado Carranza y el inquisidor
el arzobispo Valdés aquel imponente asturiano de Salas un pueblo que en linea
recta no distará ni treinta kilómetros de donde redacto estas líneas lo tuvo
bajo su mira de sospecha y no sin razón. La espiritualidad del padre Granada
tiene un sesgo veterotestamentario, lo que perdió a Miguel de Molinos, a los
conventículos de Valladolid y a muchos erasmistas castellanos que buscaban la
intimidad con Dios en su afán de menoscabo de las cosas del mundo. Es una mística
cuando menos sospechosa cuando leemos por ejemplo a san Juan de la Cruz y a
gran parte de la obra de santa Teresa. En muchas de cuyas páginas el trigo se
entrevera con la cizaña y se trasluce la vena alta y altanera de la visión del
mundo talmúdica que asegura que Dios ayuda a los que saben ayudarse, que el
cielo ha de ganarse como se ganan las riquezas y se busca la salvación
particular y unas relaciones con la divinal no corales sino individualizadas
. Ello precluye el libre examen luterano y desdeña la
gracia divina que es operativa más allá de los postulados y esquemas creados
por el entendimiento humano o la voluntad y ese determinismo ajeno al credo de
Nicea que nos enseña que profesamos la fe en dios uno y trino y que es padre
omnipotente, lo puede todo Él, nosotros nada. Estos tratados ascético místicos
a día de hoy guardan un carácter áspero, abstruso, porque proyectan la imagen
de unos santos oscurantistas hechos a la medida de misticismo falso y mal
encorado, esa beatería con el cuello de medio lado muy poco atrayente en
general. Sin embargo, la Guía de
Pecadores es uno de los libros que más se tradujo a lenguas extranjeras,
conoce versiones en chino y en japonés y supera al Quijote. Fue escrita y
publicada en Lisboa en 1556. Es el tiempo cuando Portugal era español, la
década de Camoens.
Algunos de los tratados ascéticos del dominico
granadino fueron compuestos en la lengua lusitana. Algunos de estos libros
fueron prohibidos y puestos en el índice lo que no exime la grandeza y rareza
de su autor. El padre granada debió de ser hombre contrastes. Predica la
mansedumbre y la quietud pero por su vida y carácter debió de ser hombre
violento e inquieto. A lo largo de toda su obra fustiga a los siete pecados
capitales. La ira, la gula, la lujuria, la pereza, el odio, la impiedad. Sin
embargo, por su amistad y platicas con ciertas damas de alcurnia como
doña Elvira de Mendoza a la que llega a aconsejar que no ame tanto a su marido
es sospechoso de ciertas aberraciones carnales de los alumbrados que utilizaban
el sacerdocio y sus atribuciones de cura de almas en el confesionario para
ciertos descarríos de orden sexual. Esa noción se hace presente en el Audi Filia del beato Juan de Ávila hoy
santo y que fue amigo y tutor del padre Granada. La unidad religiosa de 1492 es
la causa determinante en primer lugar del triunfo del catolicismo en la
península ibérica pero la conversión de judíos y de moriscos va a dejar una
impronta místico ascética en el catolicismo tradicional de la España
visigótica. En ese sentido el inquisidor Valdés que, como Cisneros, viene del
episcopalismo de la edad media de lucha contra el Islam se va a enfrentar a esa
gran leva de cristiandades nuevas que por sus orígenes tienen otra forma de
entender las relaciones con la divinidad.
Esta fragmentación de las dos Españas en lucha
va a perdurar como un enigma histórico hasta nuestros días. No sabemos qué
diría el padre Granada si viviera en la España de hoy, un país que rinde culto
a la gula, el comamos y bebamos de Arguiñano, la lujuria y los placeres del
cuerpo, la cólera de las guerras de Afganistán y del terrorismo, la
mentira de la política, la codicia de los banqueros, la violencia doméstica por
doquier, los juicios temerarios que sustentan todos nuestro tinglado
informativo- periodístico, la vanagloria de los magnates de la comunicación, el
puterío de nuestros efebos y de nuestras Venus mediáticas. El padre Granada el
pobre se volvería a la tumba tarumba, desolado. Porque ese mundo que tenemos
entre manos es la antítesis de lo que él soñaba y contra el cual predicó.
Quizás es que los españoles no hayamos sabido entender del todo bien ese
cristianismo del que precisamente fuimos adalides en el mundo moderno.
12/07/2011
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