2016-11-04

el acueducto segoviano es del tiempo de Augusto por estas razones

Los que tuvimos la suerte de asistir a las clases de latinidad en las aulas de la complutense a cargo de Sebastián Mariner Bigorra aquel tarraconense catalán y profundamente español tan español que le colocábamos la túnica pretexta sobre los hombros y resultaba un perfecto ciudadano del imperio romano, nos empapamos de la grandeza de Roma que ningún otro pueblo igualó ni a la cultura del Lacio ha superado.

Recuerdo una de sus lecciones magistrales versó sobre el ara pacis y el acueducto de Segovia relacionando ambos edificios como una manifestación del poder de CAIUS IULUIS CAESAR AUGUSTUS OCTAVIANUS 27 a. c - 14.AD había nacido el año 63 a. c, muerto en Nola a los 77 años.

Fue quien cimentó del imperio creado por su tío Julio Cesar. El gran "structor" (arquitecto) dijo al morir "tomé una Roma de ladrillo y os la dejo de mármol" acta est fábula frase cincelaria como la de su antecesor alea jacta est. Magnificencia y munificencia unidas la paz octaviana el globo terráqueo o mundo conocido hasta entonces (ekumene) sometidos al cetro del lábaro SPQR.

No podía ser otro que él porque este puente de agua sobre el aire y cerca de doscientos arcos con doble cimbra colma la medida de ese carácter. Vean su magnificencia admirable y sobre todo el tabernáculo de la arcada superior en su estructura más alta donde se veneraba su imagen.

Aun a despecho de su carácter austero que no quería ser venerado como un dios, los doce cesares fueron considerados dioses en la tierra. Y esta norma permanece hasta el siglo IV. Por no acatarla vinieron las persecuciones y muchos hombres y mujeres fueron arrojados a los leones. Júpiter es la estatua que presidía el reverso de este edículo mirando a levante. El dio por terminada la conquista de las hispanias ya sometidos los vardulos vacceos astures y cantabros. Fue su reinado la época de la construcción de grandes monumentos y estradas como la calzada romana que conectaba Astorga con la vía Apia. El acueducto es contemporáneo no sólo del nacimiento de Cristo —el censo y empadronamiento del que nos habla el evangelio de Lucas fue obra suya computo a efectos fiscales los ciudadanos romanos pagaban impuestos indirectos y los advenedizos directos— la Casa cuadrada de Nimes y el anfiteatro de Emerita Augusta y de Cartagena. Incluso una ciudad española lleva su nombre Cesar Augusta (Zaragoza) y es lo más probable que las piedras de este inmenso puente para tan poco río fueran acarreadas extraídas de las canteras y berrocales que circundan a la ciudad de Segovia y esculpidas por picapedreros designados entre los milites y équites adscritos a la Legio VII Victrix la que sometió a los anglos y a los secuanos en la guerra de las Galias en situación de retiro o con pase de pernocta. Este cuerpo de ejército, radicado en León, invernaba si no entero, al menos en parte de sus alas o manipulos, en las castrametaciones de Coca, Bibilis, Uxama y la propia Segovia.

El acueducto en consecuencia aparte de una impresionante obra de ingeniería posee un lado mágico, de urdimbre órfica, un status olímpico en el que no se han fijado demasiado los historiadores.

Mariner pensaba que el poder de Augusto se consolidó precisamente en Hispania mientras que el de su rival Marco Antonio se concentraba en el dominio de Palestina y Galacia (Turquía)

El carácter apotrocaico o pasmoso del acueducto como morada de los dioses—estoy pensando ahora en la Cruz de los Ángeles de Alfonso II el Casto que impetra igualmente el favor de Dios— no fue tenido en cuenta por los cronistas.

Trajano no tuvo participación activa, como Adriano, en el dominio de la Hispania citerior ni ulterior, seguiría la senda marcada por Domiciano y Tito los cuales se concentraban en la empresa de someter a los partos, egipcios, panonios y a los habitantes de Asiria y Palestina.

El hecho de que un denario fuera encontrado en unas excavaciones aledañas a la gran fabrica no es argumento suficiente para datar al acueducto de Segovia hacia los inicios del siglo II.

Yo pienso humildemente con el profesor Mariner Bigorra a quien los dioses tengan en su olimpo (los rojos le mataron al padre y a un hermano en la guerra civil) que el Acueducto es medio siglo más viejo.

Tuvo un carácter sagrado o apotrocaico quizás en agradecimiento a las deidades romanas por la victoria de Augusto al que la estatuaria clásica le lo representa como un bello Apolo triunfador el pelo rizado y rubio ostentando el mando, por su victoria sobre Marco Antonio y Cleopatra en la batalla de Accio. Augusto paz en Europa al que cantó Virgilio como el divino Sebastos. El Mesías. El Enviado.   

SEMBLANZA DE SEBASTIAN MARINER BIGORRA por Antonino Gonzalez Blanco, uno de sus últimos alumnos en la facultad de Románicas año 1970. Yo lo fui en 1963

Sebastián Mariner Bigorra. Semblanza.


Cuando van pasando los años y se adquiere perspectiva histórica uno de los recuerdos que más contribuyen a la definición de la propia personalidad es el recuerdo de los maestros que se han tenido en la vida. Los que tuvimos la fortuna de asistir a las clases de Don Sebastián experimentamos que su figura se agiganta con el paso del tiempo. Yo asistí a sus clases de métrica latina, de latín vulgar y medieval, e hice con él un par de cursos de doctorado. Más adelante tuvimos ocasión de trabajar juntos en la Cueva Negra de Fortuna durante años; hicimos juntos alguna expedición científica de muy feliz recuerdo; estuvo en nuestra casa varias veces y le visitamos nosotros alguna en su casa de Vila Plana. Fue maestro y amigo; y su amistad la sentimos como un recuerdo entrañable y como un honor.
Don Sebastián era un ortodoxo en clase. Explicaba la doctrina recibida y la explicaba con toda clase de razones y de casuística. Conocía la lengua latina hasta lo más profundo y lo que afirmaba era ciencia pura. No tenía el mordiente expositivo populista que hace que el alumno "despierte" del sopor de la niñez espiritual ante una provocación intelectual. El era constructor, albañil del espíritu y eso de entrada era duro. Era muy consciente de esas limitaciones cuando, en cierta ocasión, a la impertinente pregunta que le hicimos de por qué no estaba en la Academia respondió: "Mientras yo, al escribir, comience diciendo... (y repetía de memoria el comienzo de un trabajo suyo sobre lingüística absolutamente ininteligible para cualquier pobre mortal) ...no es de esperar que nadie me vaya a honrar". Bien es verdad que además sabía que esas guerras tienen otros combates que ganar. En una ocasión estábamos en la residencia de estudiantes del Consejo en compañía del Dr. Blázquez y de otros amigos y dentro de este clima distendido preguntó al Prof. Blázquez qué había que hacer para entrar en una Academia, a lo que éste respondió: "Don Sebastián ¡gestiones!", con lo que quedó muy claro que tenía las puertas cerradas.
Pero su ortodoxia no era obstáculo para que en sus clases admitiera todos los temas y problemas que pudieran plantearse referentes a la cuestión de que se trataba. Recuerdo de un curso de doctorado, en el que tratando de documentos altomedievales y muy en conexión con la historia le pregunté en qué asignatura de la carrera se estudiaban estos temas. Él, comenzó dar saltitos, como solía hacer cuando estando de buen humor, no sabía como expresar las muchas ideas que se le acumulaban en la cabeza y en la lengua, pero naturalmente evitando el decir algo que pudiera indicar un atisbo de crítica al plan de estudios o a sus autores. Y naturalmente no respondió directamente, porque, según él, estas cosas no se explicaban en asignatura alguna, pero si puntualizó que en todas las asignaturas han de tratarse los temas centrales y los periféricos.
Además Don Sebastián, por propia elección, vivía en la Edad Media, antes de Abelardo. No solamente porque rezaba el breviario, seguramente además de por su fe cristiana, por el placer que sentía recitando la música que encierran los salmos en el latín de San Jerónimo. Se ponía enfermo literalmente cuando se le decía que se había declarado una huelga y que los alumnos, aunque ellos no lo deseaban, se sentían forzados a no enfrentarse a sus compañeros. Completamente encendido en su rostro, pero con gran calma dedicaba el tiempo que fuera a mostrar a tales alumnos que eso no podía ser, que la clase era sagrada y que él la iba a dar y que ellos debían acudir. Éramos cinco alumnos aquel curso de 1970-71 y tras media hora de discusión escolástica, entramos a clase, no convencidos, pero temiendo que le iba a dar un infarto.
No era hombre de matices, sino como recuerda D. Ramón Menéndez Pidal a propósito de los españoles en la historia, era un "homme esencial". Afianzado en Dios, profundo cristiano, cumplidor de su deber como condición indispensable de la autenticidad de su moral, no tenía ningún empacho en confesarlo, aunque tampoco fuera haciendo alarde de ello. Creo que nunca hablé con él de estos temas, pero ni falta que nos hacía a ninguno de los dos.
Vivía el latín. Creo que de las personas que he conocido, la más centrada vocacionalmente en su profesión ha sido D. Sebastián Mariner.
Científicamente en su generación fue uno de los más brillantes expositores de la corriente estructuralista en la comprensión y exposición de nuestra lengua madre en España. Y fue uno de los más firmes y fiables estudiosos de la herencia latina en los diversos ámbitos de la lengua española y catalana: toponimia, etimologías, giros lingüísticos y sintácticos, todo lo iluminaba con su palabra sabia cuando los temas caían bajo su óptica investigadora.
Y culturalmente, recuerdo que gozaba en los intentos de lectura de los textos de la Cueva Negra como de no haberlo visto, no se puede imaginar. Con una edad que no garantizaba agilidad suficiente, subía a los andamios como cualquiera de nosotros. Recuerdo al Dr. Mayer, aterrado, diciendo: "¡Se va a caer! ¡Con su tensión no puede ni debe subir!"; pero D. Sebastián no sólo subió el primer día; subió todos los días y todas las veces que vino a Fortuna y permaneció allí arriba, todas las jornadas, las ocho horas del día que todos los demás estuvimos allí. ¡Y no parecía cansarse! Pienso que aquella experiencia le hacía rejuvenecer.
Y luego el gozo en la contemplación: El placer de sentir que el latín era una lengua viva, que experimentaba un crecimiento en su acerbo textual y que él era, a imitación de Sócrates, el "partero" de ese alumbramiento, le hacía exclamar cuando tras algunas semanas sin vernos, nos volvíamos a encontrar: "¡Es espléndido: el latín está vivo!".
Además, y no lo menos importante, Don Sebastián era un hombre de pueblo, de lo más profundo de nuestra tradición peninsular, un hombre de una pieza, del cual si eras amigo, lo eras para siempre y sin restricción alguna. Su firmeza fue proverbial: sus dolores y debilidades eran para él, en público no podía permitirse el lujo de hablar de tales cosas. Su conocimiento de la vida popular en lo que esta tiene de más radical; su destreza en los quehaceres y entresijos de la vida cotidiana; su cultura en todos los ámbitos de la supervivencia; su humildad feliz en no tener que ocultar nada de su vida, porque la sentía muy digna, pues era la vida de todos los hombres de su generación y de su mundo; su gozo en cada momento de la convivencia amistosa le hicieron una persona inolvidable y un maestro cuya presencia es mucho más profunda de lo que el mero conocimiento académico podría dejar presagiar. Una de esas personas cuya sombra crece y se engrandece con el paso del tiempo y el declinar de la vida. UN MAESTRO.

Antonino González Blanco

EL PROFESOR MARINER BIGORRA Y EL ACUEDUCTO DE SEGOVIA (laudatio)


SEBASTIAN MARINER BIGORRA CONSIDERABA AL ACUEDUCTO DE SEGOVIA DE LA ÉPOCA DE AUGUSTO
 
Los que tuvimos la suerte de asistir a las clases de latinidad en las aulas de la complutense a cargo de Sebastián Mariner Bigorra aquel tarraconense catalán y profundamente español tan español que le colocábamos la túnica pretexta sobre los hombros y resultaba un perfecto ciudadano del imperio romano, nos empapamos de la grandeza de Roma que ningún otro pueblo igualó ni a la cultura del Lacio ha superado.
Recuerdo una de sus lecciones magistrales versó sobre el ara pacis y el acueducto de Segovia relacionando ambos edificios como una manifestación del poder de CAIUS IULUIS CAESAR AUGUSTUS OCTAVIANUS 27 a. c - 14.AD había nacido el año 63 a. c, muerto en Nola a los 77 años.
Fue quien cimentó del imperio creado por su tío Julio Cesar. El gran "structor" (arquitecto) dijo al morir "tomé una Roma de ladrillo y os la dejo de mármol" acta est fábula frase cincelaria como la de su antecesor alea jacta est. Magnificencia y munificencia unidas la paz octaviana el globo terráqueo o mundo conocido hasta entonces (ekumene) sometidos al cetro del lábaro SPQR.
No podía ser otro que él porque este puente de agua sobre el aire y cerca de doscientos arcos con doble cimbra colma la medida de ese carácter. Vean su magnificencia admirable y sobre todo el tabernáculo de la arcada superior en su estructura más alta donde se veneraba su imagen.
Aun a despecho de su carácter austero que no quería ser venerado como un dios, los doce cesares fueron considerados dioses en la tierra. Y esta norma permanece hasta el siglo IV. Por no acatarla vinieron las persecuciones y muchos hombres y mujeres fueron arrojados a los leones. Júpiter es la estatua que presidía el reverso de este edículo mirando a levante. El dio por terminada la conquista de las hispanias ya sometidos los vardulos vacceos astures y cantabros. Fue su reinado la época de la construcción de grandes monumentos y estradas como la calzada romana que conectaba Astorga con la vía Apia. El acueducto es contemporáneo no sólo del nacimiento de Cristo —el censo y empadronamiento del que nos habla el evangelio de Lucas fue obra suya computo a efectos fiscales los ciudadanos romanos pagaban impuestos indirectos y los advenedizos directos— la Casa cuadrada de Nimes y el anfiteatro de Emerita Augusta y de Cartagena. Incluso una ciudad española lleva su nombre Cesar Augusta (Zaragoza) y es lo más probable que las piedras de este inmenso puente para tan poco río fueran acarreadas extraídas de las canteras y berrocales que circundan a la ciudad de Segovia y esculpidas por picapedreros designados entre los milites y équites adscritos a la Legio VII Victrix la que sometió a los anglos y a los secuanos en la guerra de las Galias en situación de retiro o con pase de pernocta. Este cuerpo de ejército, radicado en León, invernaba si no entero, al menos en parte de sus alas o manipulos, en las castrametaciones de Coca, Bibilis, Uxama y la propia Segovia.
El acueducto en consecuencia aparte de una impresionante obra de ingeniería posee un lado mágico, de urdimbre órfica, un status olímpico en el que no se han fijado demasiado los historiadores.
Mariner pensaba que el poder de Augusto se consolidó precisamente en Hispania mientras que el de su rival Marco Antonio se concentraba en el dominio de Palestina y Galacia (Turquía)
El carácter apotrocaico o pasmoso del acueducto como morada de los dioses—estoy pensando ahora en la Cruz de los Ángeles de Alfonso II el Casto que impetra igualmente el favor de Dios— no fue tenido en cuenta por los cronistas.
Trajano no tuvo participación activa, como Adriano, en el dominio de la Hispania citerior ni ulterior, seguiría la senda marcada por Domiciano y Tito los cuales se concentraban en la empresa de someter a los partos, egipcios, panonios y a los habitantes de Asiria y Palestina.
El hecho de que un denario fuera encontrado en unas excavaciones aledañas a la gran fabrica no es argumento suficiente para datar al acueducto de Segovia hacia los inicios del siglo II.
Yo pienso humildemente con el profesor Mariner Bigorra a quien los dioses tengan en su olimpo (los rojos le mataron al padre y a un hermano en la guerra civil) que el Acueducto es medio siglo más viejo.
Tuvo un carácter sagrado o apotrocaico quizás en agradecimiento a las deidades romanas por la victoria de Augusto al que la estatuaria clásica le lo representa como un bello Apolo triunfador el pelo rizado y rubio ostentando el mando, por su victoria sobre Marco Antonio y Cleopatra en la batalla de Accio. Augusto paz en Europa al que cantó Virgilio como el divino Sebastos. El Mesías. El Enviado.