LIEBANA
MÁS CERCA DEL CIELO
Antonio
Parra.
La
luz de Liébana en mis ojos. Es atisbar el paraíso por el ojo de buey de mi
celda. Mi monjío y mi mujerío juegan a la comba por aquellos tesos. Quisiera
tener un catalejo de largo alcanzar para diquelar aquellas montañas nevadas e
ingresarlas en mi retina para siempre. Sueño con ese dedal que el Naranjo de
Bulnes visto por detrás por las puertas carreteras del cantabro mar. Entrada
triunfal. Contemplo ese monte y musito el salmo de “et introibo ad altare Dei”
y quiero caminar hacia el Dios de mi juventud. Me entran nostalgias del
Paraíso. La vida del hombre, su paso por la tierra, es en realidad un transito
contemplativo entre las perplejidades las sorpresas los hallazgos las recias
tormentas y las grandes calmas. Pero uno piensa al mirar este olimpo de las
esencias patrias desde el hondón de este vale de lágrimas que allí no tienen
entrada ni la muerte ni el dolor ni los siete pecados capitales. Este macizo
que da sombra a uno de los sotos más hermosos de España donde alza su espadaña
una de las iglesias más antiguas del pais acaso fue antes un monasterio [Santa
María de Liébana.] Se hinche mi corazón de esperanza. Uno siempre tiene ganas
de volver a Potes, Tabor de las Españas el nido de águilas y guarida del lobo
del pundonor y del coraje donde se lamen las heridas de su patria quebrantada
los buenos españoles. Ya ocurrió en 711 y volvió a pasar en 1808 y puede que a
la sazón estemos a punto de otra de los demonios. No lo permitan ni el señor
Santiago ni Santa María. Es allí donde el alma de todos regresa a su altar
mayor, paraíso natural de las Asturias de Santillana hermanas de las de Oviedo
pero que no son lo mismo. Hontanares y cascadas y cascajares de los antiguos
glaciares que caen por el talud. Arriba la rengada del vaquerizo. Abajo la
iglesuca con su campanil que reza arrodillada a la vera de un arroyo. Un
autentico encaje de blondas que tejieron los dedos sutiles de la madre
naturaleza. El paisaje es como el encaje de la valona de un caballero español
de los Tercios. Esta es la comunión de los viejos hidalgos. Las casas
solariegas llenas de róeles y de estrellas en su blasón se esparcen por el
campo en lo que abarca la mirada. Por aquí Dios pasó con ganas y con mucho brío
de inspiración el día que separó los océanos de las montañas. Se agolpan sobre
nosotros los gollizos, brincan los ríos como corzos, salta el salmón ribera
arriba por el agua y los neveros se deslizan en pura lágrima. Soñemos, alma,
soñemos. Leo Peñas arriba y de la mano del maestro Pereda- nunca hubo
paisajista más grande en la literatura castellana ni se encuentran en nuestras
letras páginas tan sublimes - rebrinco de gozo. España es un goce estético.
Nunca lo entenderán algunos de mis cofrades. Una borrachera de vino y de luz.
Batallas de amor y campos de espuma que decía Góngora. El cielo y el mar se
hacen aquí transparentes en la demosofía de la vida bucólica que perdimos
sumidos en la civilización de ahora. Recordemos aquellos dichos y consejas del
Juan Español resignado al amor de la lumbre con el humo de los llares en las
pupilas. Aquellos chascarrillos que contaba la gente. Hablar redondo y
pensativo. Literatura oral que se oficiaba en filandones y esfoyazas. Y en este
túmulo de la España sagrada creo que encuentro mis rastros y mis orígenes. El
Bulnes nevado y es abril recubierto de los jirones de un alfomar que es helero
hasta el mes de julio y dura casi hasta las nevadas del primero de agosto. Frío
en rostro. Pero calor en el alma. Luz de Cristo