2016-12-03
ORACIÓN AL ARCANGEL SAN MIGUEL
SANCTE MICHAEL ARCANGEL,
DEFENDE NOS IN PROELIO
CONTRA NEQUITIAM ET INSIDIAS DIABOLI
ESTO NOBIS PRAESIDIUM
SUPPLICES TE ROGAMUS
SATAM ALIOSQUE MALIGNOS SPIRITUS
QUI PER TE TERRAM PERVAGANTUR
TU, DUX, MILITIAE CEOLESTIS
TUA DIVINA VIRTUTE
IN INFOERNO DETRUDE
IMPERET ILUD DEUS
AMEN
novelistas de luarca
Novelistas Asturianos. la “Luarca” de García Miñor. España ya no huele a pueblo. Huele a pedo y es que el diablo, el gran mentiroso, el engañador compulsivo, es un pedorro mental. Hoy gran parte de lo que se publica son paridas, paja. Paja intelectual. Los cimientos del sistema hunden sus plintos en el embuste. Sin embargo, de vez en cuando uno encuentra la flor en medio de la charca, y se sorprende al toparse con libros o novelas de los que no habla ninguno y sin embargo son verdaderas obras de arte. Me estoy refiriendo a “Río Negro”de Antonio García Miñor. El río Negro es el río que abre sus aguas al mar en esta hermosa villa del occidente asturiano. Un río Negro para un pueblo blanco allá donde Asturias empieza a ser Galicia, las casas son más grandes, los tejados de pizarra y los hórreos más pequeños. García Miñor que es un maestro de la narrativa cuenta la historia luarquesa reflejada en las aguas glaucas de su río ancestral que baja desde las brañas, un río cantarín y melodioso en el que ya los romanos batearon pepitas de oro. El que protagoniza Nicanor es un apuesto mozo marinero – en parte me recuerda a José de Palacio Valdés- que va todos los días a la mar y al regreso se sienta en una silla de enea que le legara su padre, allí entorna sus ojos, fuma su pipa, sueña. Está enamorado de una moza del pueblo pero en estos amores se cruza la mujer de un importante personaje que trata de seducir a Nicanor. Cuernos. El marido que al fin llega a enterarse, el último, muere de pena. Luego se habla de la llegada de un club de alterne, alguna bronca, alguna pelea. La envidia que aparece pues ya se dijo que pueblo chico infierno grande. Las vacas marelas[1]que pacen melancólicas en los prados, una romería, el coche de línea que pasa fugaz y se aleja en medio de una nube de polvo, se apean viajeros, algún rústico que regresa del mercau, soldados de permiso, un indiano que retorna a la tierrina añorante del pan de borona, para morir. El autor describe al detalle el transcurso de la vida en la Villa Blanca que es regada por un río Negro y tiene una iglesia románica remozada en el XVIII muy rica y jarochamente alhajada un puerto coquetón y bien abrigado con chigres y figones donde pasé tardes inolvidables en mi juventud bebiendo sidra del tonel y cantando a lo zamarro. Allí comí las mejores sardinas de los siete mares y probé culines que eran néctar de los dioses. ¡Ay aquella ambrosía que besaron mis labios en mi juventud mojados en sidra y en el carmín de alguna moza! Tuve amigos ya fallecidos como el querido Emilio García Merás compañero del Alcázar y para el que guardo un grato recuerdo. Era un gran escritor. De Luarca salieron grandes escritores- toda una escuela- como Dolores Medio y Ángel González que creo ejercieron allí la enseñanza. Otro de los grandes es el olvidado preterido y calumniado Evaristo Casariego. Todo un carlista. Ex divisionario. A su regreso de la guerra de Alemania escribió Con su vida hicieron fuego. El franquismo le puso el veto y él se apartó a vivir a Luarca. Le acusaron de nazi pero él era sólo un carlista de esos en cuya casa todas las tardes se rezaba el rosario. Está enterrado en aquel cementerio bajo la sombra del ciprés del Cristo muy cerca de donde yace Severo Ochoa el histólogo. Severín para los amigos. Militaron en diferentes trincheras pero la muerte, gran niveladora, los fizo iguales. ¡Qué bella es Luarca, la villa blanca y marinera! Dentro de Asturias es un pueblo con personalidad propia. Se recomiendan los libros de Carasiego el tradicionalista al igual que los de Dolores Medio. Eran literatos verdaderos y no el sucedáneo o el Ersatz que nos aflige ahora mismo y que me perdone Pérez Reverte el novelista del Régimen, pero sigo en mis trece: el parking publicista y la lanzadera comercial tiene que ver poco con el arte de escribir y narrar. Un arte en el cual son eximios los astures. Debe de ser por la gran importancia que tuvo la literatura oral en el bable y la tradición de la esfoyaza o las reuniones junto al fuego a descabezar, noches de invierno, mazorcas de maíz, lo que por Castilla y por León llamamos filandones. “Río Negro” en edición de 1984 está prologado por Ignacio Gracia Noriega al cual yo reverencio como uno de los escritores mejores y más prolíficos de la Asturias, amén de uno de los mejores críticos que tenemos pues de Clarín sigue la huella este asturiano de Llanes, por más que sus escritos anden esparcidos por los periódicos como la Nueva España en el que escribe asiduo. Una pena que a las masas se les cierre el camino de acceso a estos libros maravillosos de autores provinciales escondidos, innominados, niguneados por la crítica. Pasan desapercibidos. España prefiere el oropel extranjero al oro nacional. Sin embargo leer novelas clásicas como ésta donde no se habla de política y se exhibe una lexicografía, tan difícil, del lenguaje marinero – la mar habla con propiedad y siempre tuve una forma de decir las cosas porque el lenguaje para los que navegan es parte del aparejo y de la obra muerta- es un galardón, una guinda que se nos ofrece a unos pocos privilegiados bibliómanos como yo, literariamente paladares exquisitos. Y a nosotros es difícil que nos den gato por liebre. Avante toda. Sopla viento de bolina y en ese caso la maniobra recomendable es aferrar obenques y largar velas. García Miñor en estas páginas nos tira una estacha y así, náufragos de las Españas, subimos a bordo del océano de la ilusión, salvamos el pellejo del alma. Mientras en España no huele a pueblo. Huele a pedo. El gran pedorro Satanás se tira cuescos a todas horas y nos manda pintarlos de verde. Se empeña en que comulguemos con ruedas de molino. Don Pateta está de coña: coñas marineras. ¡Ay que coño tienes, Claudia!
P O E M A R I O D E Á V I L A
avila
augusta
por
millán sacramenia artedo
VÍSPERAS DEL CARMEN
Llagas del vivir incandescente
elixir florido
Hojas de almendro en el regazo ingrávido del mundo.
Serás la reflexión de la dulce sonrisa.
Besaré gozoso hoy la orla de tu manto
que guarda las lagrimas y suspiros
De los que se fueron... Animas benditas.
Aquel cromo en la alcoba
Con vistas al campo santo del somo.
Y una oración murmurando entre los labios
pronunciada a toda prisa antes de acostar en la atardecida
tundidos los miembros cansados
y las manos doloridas de arrancar yeros
sintiendo la picazón del tamo de la era
en la cama de hierro donde murieron mis mayores
un rosario colgando sobre el boliche del cabecero
Y el escapulario detentebala,
arredro vayas Satanás, cata la cruz,
un talismán de todos nosotros.
¡ Oh María, mar amargo, lucero que titila en la noche!
Sensación que endulza la vida, faro y guía del pecador,
unos ojos que cambiaron el mundo
hoy recuerdo quebrantado,
Estrella que no se apaga ni se aleja.
Te busco en las iglesias
y encuentro la difuminada luz de tu callada sonrisa, rezos, lágrimas y
esperanza, entre mis iconos.
Bella serás madre del mundo dentro del trono de mil estrellas
flotantes
y los planetas fijos bajo tus plantas.
Y el manto cobertor que ampara a perseguidos, Madre Dulce del Amor
bajo las bóvedas de una nave
vacía
Contemplo tu rostro materno en esa estatua.
¿ Volveré a ser lo que fui?
En la catedral de Ávila
mañana de luz y calor intenso agitaban banderas triunfales
En recuerdo de Rizal unos turistas filipinos.
Son las compungidas fechas del recuerdo del Noventa y Ocho,
pero tenemos paz y luz
y en el altar estaba San Marcial
glorioso triunfante en sus proezas,
soldado de Cristo que persevera impávido el semblante,
El crismón dorado en su galea.
El santo mofletudo y complaciente nos bendice entre las sergas, la
causía tocando su rostro sonriente.
la mano episcopal enguantada en
quiroteca, el indice apuntando hacia lo alto
como en las confirmaciones.
Me parece que era un poco como yo: a San Marcial le gustó el vino.
Avila de Lisieux (Lisieux de Avila) tiene mucho de francesa con aires
del Rodano y hontanares del Loira de donde llegaron los frailes guerreros con
este obispo
a traer aquí la fe de Cristo,
purpurada esclavina y muceta, mocasines plateados
Que no se manchan al hollar los nubosos caminos del cielo. Marcial en
su trono y en su críptico cabalgando una leyenda subido en le escoba de la
ilusión del menologio, áurea leyenda.
Campestres escenas que ilustran
el día del tránsito que regaron el vino de Francia y los pecados míos
y vi tumbas de piedra de caballeros
del tiempo del gótico florecido,
Supe que un hombre había muerto el año mil trescientos.
Llevo el cristal de Castilla entre mis venas
Pero no pude tratar libros en el Mercado Chico.
Allí me encontré a mi amigo Epiceyo,
Que vende ajos.
Alcé los ojos y triunfante sobre las cresterías de la pérgola
contemplé tu rostro y tu cuerpo en la cruz,
Jesús mío, que me mirabas.
“ Millán, Millán” exclamaste desde lo alto de la piedra
Y yo dije: “ No sé, señor, cura tú las penas de mi lardoso cuerpo
dolorido”.
Y fue así como, por un día, fui curado del vino.
Avila, Avila, mágica ciudad de las transfiguraciones y de los
presentimientos.
La de los cantos y la de los santos
La luz de tu mirar en el verano llevo conmigo.
Bronce y reja, pila lustral, donde resplandece un monje, un abad y un
obispo.
A la salida admiré a los dos hoplitas de granito, grotescos atlantes
el cuerpo papelonado en escamas de serpiente, prestos a la carga, un lance
mítico.
Avila de los caballeros, petrera y misteriosa
Taladrados de serenidad entre la paz de los barruecos.
Abula, Abula augusta, y abuela
de los incandescentes perdones
En la resaca después de la fiesta de San Vitorino.
Cerros yermos, parameras.
Y me dije al volver en automóvil: “ esta tierra huele a la huella de
Jesucristo “.
Ávila, andariega y triunfal,
doncella clara en la noche, Jerusalén de mi sentir judío.
No cansaré de volver al encuentro de tus piedras
Donde estaba cincelado acaso mi carmelita destino.
Ah “ Panmakaristos “ de la que fui armado caballero
A la sombra de la hiedra.
Ven a mí, taladra mi ánima. Este es un sitio mágico.
Deambulábamos por la pérgola de la iglesia juradera.
En Avila augusta, Avila carmelita y de Teresa, un estertor de Españas
y espadañas,
Místico delirio, coral redondez solemne del adarve.
Ávila magna y madre,
Dulzura berroqueña.
Por aquí ha pasado Dios.
Hizo juntar el cielo con la piedra.
Rapto del ensueño,
Bendito delirio místico. 15 de julio de
1998.
ULSTER
Belfast es una ciudad sin árboles;
El viento de Aquilón los tumba.
Ian Paisley hereje con sotana y leche a las comidas
Me miró con cara de hugonote displicente en aquel restaurante barato.
La hierba crecía en los cerros pelados que coronaba una granja triste
donde pacía cerca del alpende un caballo alnado junto a los muros
leprosos de una taberna
sin tiempo en la campiña,
Que al verme se puso a relinchar huracanes de Armagedón. Yo no soy más
que un periodista.
Cámara en ristre y libreta de notas.
Entre en la taberna y pedí cerveza: “Pint of bitter, please”.
No hay ventas del viento en el gredal desolado.
La vida vale poco.
Los villorrios, hirsuta glebas del rencor, se tienden por el camino.
En recuerdos a las logias que desfilaban al paso de los pífanos.
Aquí el cuadrante se detuvo en la batalla del Boyne.
Ulster, monstruo, devuélveme tu reloj que se retrasa que marca la
medianoche de hace tres siglos.
Yo quiero en su esfera un cuadrante más limpio.
Yo quiero darlo cuerda.
Lo intenté pero no pude.
Vine aquí a perder mi amor
Por la honrilla profesional que nunca tuve.
Quería ser reportero de guerra
Y encontré mucho odio antiguo en esas maléficas verdes pupilas.
Marchaba el Anticristo al marcial paso de la oca, el pie valgo y al
desgaire,
Los brazos péndulos diciendo:
I am British
Blandiendo paraguas y bombín cual arma arrojadiza
Desfilaba crispando los puños
Actitud chulesca.
Un pope adventista impartía bendiciones al revés
Que luego se transformaban en balas de goma
Y en broncos disparos del M16.
Exclamaba: Madre, yo no quiero ser papista
La beca o “ sash” en bandolera
Ominosa cruz gamada
Monograma de victoria y de venganza.
Belfast, punto de encuentro de todas las pesadillas
El odio en sus nidos de sacos terreros.
Graznó un pájaro de fuego y murió un chaval.
Los pacos (snipers)
se apostaban en los tejados al socaire
de las balaustradas y los aleros.
Mother Theresa en una casa cuna de Falls road sin luz eléctrica.
Atardecía.
Para conjurar el miedo había yo bebido aquella tarde cinco pintas de
cerveza.
Era una vieja enteca yugoslava.
Casi me dio miedo hasta que la vi sonreír
En un rictus de tristeza y de evangelio.
Entonces sí.
Peregrina de Cristo,
Besé tu sari.
No era una monja triste sino una Virgen Ortodoxa,
Esa imagen que venero.
Aquel beso me dio suerte
Cuando bala silbó cerca del costado.
Había frente de mí muchos soldados fúsiles en ristre.
Me habían tomado por un terrorista.
Allá estabas tú, Madre de las reflexiones, ensimismada en la palabra
de Dios.
El mortal acero desviaste con una sonrisa.
Perpetuo Socorro, estuvo de mi parte.
Ulster, monster,
erial de desolación,
Calle real “ business as usual “, pero sin un cristal sano en los
escaparates.
Tierra a la que no quiero volver.
Escuché un hablar antiguo en tono monocorde de añejas disputas que no
comprendía.
Pero los ingleses ganarán.
Avisté la faz amarga y cruda del catolicismo.
Pero más allá de las barricadas, en estas aceras donde acecha la
muerte
estabas Tú, Jesús, el corazón dolorido
Perdonando a hombres que no paran de hablar de batallas, bulas,
hegemonías y de obispos.
La sotana blanca del Vicario no se manchará de sangre en Belfast
Que es ciudad prohibida.
Sólo el aire frío se enseñoreaba del malecón y los astilleros.
Escuché el grito ardiente de reivindicaciones,
Fragor lejano de la noche de los siglos, estruendo de batallas,
Empolvadas guerras de religión.
Hedentina vieja y carroña de los cayeron en defensa de una bandera.
Belfast es una mujer triste y fea con la cara recién lavada,
Chica para todo en el barracón de un regimiento de fusileros
escoceses.
Estuve cerca de los pasadizos de la muerte
Y la Parca me hacía señas y visajes
Mientras saltaba la metralla y el polvo de una detonación.
Salí por piernas y me marché del hotel sin pagar la cuenta.
Ulster, Ulster, monstruo sin respiro. Está piafando el alazán de
Armagedón,
ciudadela encanallada del odio absurdo y concéntrico,
“ waste land “ de desolación.
TIEMPO DE FEBRERO
Luce el sol altanero capullos en el jardín.
Un ujier se hizo presente camino de las preces.
Estaba orando en los reclinatorios de atrás
De la iglesia nueva de Santa Soledad.
Tiempo de calma hecho a la medida del aura cuaresmas.
El manojo de azahar ostentaba en sus manos
La estatua de Santa Terecina, enigmática sonrisa que a este pecador
protege.
El canto lejano se escondía detrás del salmo responsorio y un cura mano sobre mano
se sentaba en un confesionario de la iglesia desierta
Aguardando inútilmente penitentes. Se conoce que nadie quiere ponerse
de rodillas.
Me recordó vagamente a aquel Fermín de Pas.
Cristo ha huido de vosotros, hierofantes e impostores.
Febrero trae el hervor de días que crecen, de algo que vuelve y se barrunta.
Un solario de lectura he preparado yo en mi coche viejo,
el que está arrumbado en la calle y se resiste
A arrancar para el desguace.
¿Qué fuiste tú sino un recuerdo dulce, una rosa intercalada que guarda
el perfume fósil
Entre las páginas de un libro?
Y por la noche recupero aquel prontuario perdido
que trae el afán de antiguas crónicas y de pasados fervores,
Magma incandescente hoy fenecido.
Aquella máquina de escribir
sobre la mesa de un ventanal perdido,
Con vistas a un campo de fútbol.
Edenthorpe, Edenthorpe a la sombra de las chimeneas del alto paraíso,
Del que me expulsó un ángel terrible espada de fuego y cabellos
flamígero.
Nunca tocaré la mesa ni el florero que colocaron las manos de la mujer
que yo quería.
La máquina de escribir aun llevo conmigo.
16 de agosto de 1998
MUNDIAL FUTBOLERO
Junio es el hermoso mes de las veredas, de la luz que alcanza los
sueños largos,
sahumerios y fragancias de rosas y pensiles bañan el campo,
Está la juncia, está el eneldo, está el poleo.
La gualda retama del deseo
Es la reina de las fiestas.
Aromas engalanan el quitamiedos.
Huele bien desde Zamora
y no cesa la fragancia hasta la raya de Oviedo.
El odómetro canta y cuenta la canción de las millas.
La rueda besa los nombres de toponimias que suenan a proeza. Gracias
consecutivas de una gesta: Foncalada, el Fontán, Morcín, Mieres del Camino,
Campomanes y Pola de Lena;
Arboles y monasterios, canciones, sidra y pólvora para un corazón
dinamitero como el mío que se esparce con el canto de las sanas.
Villacastín la encaramada oteando los cordales de los cerros.
En los campos góticos entramos por Adanero, queda Olmedo a la derecha
y es quieto y misterioso con sus siete torres como una galeón
incandescente en la noche
mi Arévalo.
Benavente nos recibe con un caballero de piedra, lanza y adarga,
gualdrapas sobre el puente.
Antes de León, alguna iglesia mozárabe y en León San Marcos ínclitas
mazmorras
donde en blanca amarraron y en blanca dejaron cinco inviernos por un
traeme acá esas coplillas al gran Quevedo.
Pajares es un columpio apoteósico casi sobre el cielo.
Quiero echar a rodar.
En la cima que corona la apoteosis triunfal de una naturaleza mítica
siéntome contento, me estalla en los
adentros el deje bable, el primer hablar nuestro.
¡ Ah, olorosos retamares, esparto de España!
Su flor también juega al fútbol porque es divisa de los tetra
campeones.
Brasil... Brasil... que bailas la samba al son de los tambores
De la torcida con sus mulatas de pelvis perfectas.
El mundial es un carnaval, la consabida saturnal ia de millones y de
honrilla, vanidad.
El balón mueve pasiones y ríos de dinero,
acróstico de una nueva religión
Con mitos de Orfeo.
Yo digo que gane el mejor.
“Panes et circenses”.
Las torres argentinas: Caniglia, Verón, Burrito López.
No creo en holocaustos futboleras, ni hecatombes.
En solo Jesús bendito yo creo.
Pero los nuevos sátrapas de los emperadores
mandan adorar a estos nuevos ídolos de una nueva
religión sincretista
que oficia sus multitudinarias misas sobre el césped
entre transmisiones globales
y yo conduzco por autovías solitarias poquito a poco
hasta mi encartación de Artedo
2 de septiembre de 1998
PARA DON PEPE
Gran Pepe Navarro, chicharrón de golferías.
Un chinarro en mi zapato
Dále el trágala, ándele
y no se corte
Era la otra cara de la moneda, antifaz desangelado
De nocturnas pláticas inanes,
culo de la impotencia.
Se desazona la patria sin amor.
Oveja que bale, chivo regüelda, aquelarre del sexo y del “ voyeur”
Pedo en boca. Hay pedos en pompa que eructas cada noche por la jeta
Y pedos pintores y pedos espía barritando de la alfarjía de tus
desbordantes decorado.
El maricón Crispín tartaja y otro personaje.
Haz el buz, saca la lengua que morirá, Pepe, por do más pecado habías
trayendo a medio par al borde de la alferecía.
Blasfemo, ut nobis parceas. A cup of coffee and tea for two.
Te ríes memo y carraspeas
y pronto vayas al infierno con tus personajes
A dar por el culo a la Veneno y sus comparsas.
Emplazado quedas en quince días.
Aqueronte aguarda y cruzarás el Misisipí a nado.
Tío, estás ahogado.
A fe mía que los diablos ya te hacen corro.
2 de febrero de 1997
( Aclaración: escribí esta “ sottie” y al buen Pepito le quitaron su
programa de travesías y de travesuras nocturnas, como cumple, claro es. Aunque
tres mis millones lo indemnizaron
16 de octubre de 1998
OCTUBRE EN GUADALETE
Llena octubre el corazón de sombras.
Se bañan las rosas
en tu regazo.
Quehacer de otoño en las miradas que metamorfosea preparativos.
Peregrinos caminamos en un viaje.
No haya quejas.
Va a llegar Dios.
Cava Florinda llora el pecado de una noche.
Porfía Rodrigo en las horcas.
Cava de Toledo y Cova” dunga” entrelazas misterios y mitos.
Sólo en la palabra hombre desdichado hallarás salvación.
España muere y resucita.
El reinado de Witiza y don Julián fraguaron pactos
porfiados escondidos en las tabernas.
Españolito que vienes al mundo te parió tu madre conspirador.
La virgen profanada odia y ama al forzador.
A su vez afila Hércules su daga en la espelunca de la traición.
Es el sino de haber nacido perdedor.
Pero ya se perfilan las sombras.
Una esmeralda esconde la paloma entre sus papos.
Quien ama añora y suspira por cuanto perdió.
El pobre rey derrotado marcha al monte de San Miguel
en busca de perdón.
Su manto de armiño por un sayal pardo
y su cetro por un garrote de espino canjeó.
Marcha por el andén enarenado
una cogolla de fraile y un grisgrís morisco.
Las monjas agustinas cantan tercia en el coro bajo.
La virgen en el umbral le entrega una vara de azucenas.
Ya balan los recentales en el aprisco.
Es octubre en Guadalete.
EPIFANÍA
Silencio en la mañana de Epifanía
Baten los nueve ordenes angélicos sus augustas alas.
Tocan a misa de albores.
Elevan la hostia y el cáliz las caltas en el jardín.
No hay aguzanieves
¿ Dónde estará el avefría ?
Hoy nace Dios en Oriente y en Occidente ya lo adoramos.
Cantará el diácono la pascual calenda en Santa Sofía
y en la celestial Moscú.
Entra el Cristo total.
El sol acaricia las paredes del acantilado y baila el musgo ya su
danza de algas y helechos.
Oigo en el jardín el paso de los camellos enfilando la calella de mi
helicón.
Este oasis , Señor, que siempre que vengo me transforma.
Incienso macho sea incinerado, alcése el humo del olíbano y de la
mirra penitente.
Y la luz de cobre acendrado dora el manto del lar.
Virgen madre, ¿ me detectas ?
Hay un rosario blanco que pende del catre en mi habitación.
Madre de los vencidos, consuelo de los tristes, que velas mi sueño.
Está María presente en esta dulce alcoba a la que yo soñé venir de
niño.
El techo es de alfajía y está pintado de azul.
En el arco del camón se atesoran dichas viejas.
Ven en mi socorro, dulce María ven.
Mis muertos no se han ido ni se han muerto.
Están presentes y rezan en el silencio de estos muros
de sus cuerpos transparentes sube esta dulce paz que encampaba la
casa.
Útero y claustro mío del Rellayo, astur rincón de paz en las mágicas
Españas.
Convento de la vida donde cada año me hago viejo celebrando
resurrecciones epifanías y curo mi soledad de desterrado.
Bardanos, lampazos, la ardiente saxífraga, el casto arrayán,
guirnaldas de piedra poniendo encajes de espuma vegetal sobre las olas.
Aude et auge, soplo entre las alas.
Cristo, padre de los pobres, librame del mal
25 de enero de 1999
Dolía la ingle derecha y había regresado del Árbol de los
aparecimientos.
Era un sábado.
La tentación, reclinada en el garrafón de plástico, jigote en la
redoma, como el quiromántico.
No lo pruebes , no lo pruebes.
Lo caté hasta quedar harto.
Metí al enemigo en la barriga, y él hizo razón de vómito inexcusable,
mientras los monjes por Radio Atenas cantaban la misa en rito alto.
Fue una percepción hermosa,
pero yo quedé derrotado y exhausto.
Es mi última libación, que ya no quiero más en mí, mientras canto el
Agios.
Lo peor estaba por venir, al quedar determinado aquel encuentro con
las furias.
Ay razón inexcusable, pobre infeliz que tanto me maldices, y que se te
encasta el tiempo y nos has podido decir nada.
Mi padre en el filo de los recuerdos y el consejo que me dio aquella
vez, Antonio, eso es veneno para ti. Por él, si le quisiera, debería haberle
hecho caso, pero el dolor de ijada era tanto que no pude resistir.
Razón de tui y razón de mí, hipotenusa de lo imperfecto, que nada
llego,
nauseas y pujos que suben y bajan por la boca. Es absurdo lo que estoy
rozando,
y el perfil de los sentidos se embota,
pero marzo, a no dudarlo fue siempre un mes nefasto.
Me echaron del amor, me expulsaron del trabajo, y ahora sólo queda me
arrojen fuera de casa, como si fuese un vagabundo.
No puedo proseguir.
Amarga fue la lucha, pero más infame la derrota.
8 de marzo de 1999
5 de junio de 2000
AÑALEJO
Añalejo parroquial, lengua de dragón celestial,
rozagante ropaje de las alturas,
oculto brial que vuela los oteros del horizonte.
Llora la lluvia en los paramentos y humedece las acroteras;
está de obra el amor y rebrilla el charol de la calzada
bajo los faroles que alumbran otoño.
La nobleza está escrita en el dintel alto.
Suzanne tenía el alma de llama
y los siete cielos cabían en sus ojos.
A nada ni a nadie amé tanto.
Más por mi inadvertencia la perdí.
Luarca es un miradero verde en la tarde de abril
que se empina sobre el mar, ya los barquitos van a la altura
y uno grande cabecea en la amarra que hasta ti me llevará,
que bien supe me esperas en la otra orilla, al otro lado del Canal.
Piña de casas blancas y portaladas y blasones
vigilando la ensenada.
Veros y contraveros, cuarteles, roeles, leones tenantes,
el lambrequín y los lambeles de tu noble mirada.
Abajo expectante la mar todo de rodillas sobre la dársena
adorando a un sol que inspira brisas de ocaso.
Pide puerto allá a lo lejos una patera.
Hay un cementerio bonito sobre la ladera.
Severín y Evaristo duermen la paz eterna en la loma aguardando el
rebatir de las olas y el despertar de las trompetas.
Subamos la cuesta, amor, que hoy es la Pascua.
Una luz nueva y madrugadora alumbra al Cristo que resucitó.
La casa deshabitada con la higuera en la corraliza mirando al norte
otrora fue nido de amor.
El rebalaje de las olas canta canciones de guerra
y al amor del ocaso teñido de oros enfilamos la cinta blanca de la
carretera, mientras la mies enyerba. Hipólita.
Todo en redor herbece que viene el capitán de la brisa.
Trisque el amor por los montes de La Caridad y de Ballota.
No los despoje nunca Aquilón de su ornato.
Atrás quedó noble Luarca arrullada y blanca tórtola sobre el arrecife
cántabro
que duerme en el zureo de su escuadra y los jaqueles de su heráldica.
No conoció la brisura de los segundones
porque esta villa es vanguardia dura,
serviola de los mares proa siempre hacia el Norte,
y un paisaje que es adehala del peregrino que nunca esperó tanto.
El mar y la roca se entrañan
allá donde Asturias deja de abrazar a Galicia
y hacia Avilés se espadaña.
10 de diciembre de 1999
PARA TI
Si no es amor lo que en mi alma crece
es un deseo fugitivo,
añoranza de tu piel, el calor de tu regazo y la frescura de tus besos.
Suzanne, amor y albergue en el camino,
funesta incandescencia que abrasa todavía lo que fue y aun pervive.
Y que retorna por las ventanas del recuerdo.
Me asomo y te veo etérea y eterna, espasmo infinito, recorriendo
el trayecto volandero con que tu recuerdo inciensan las vedijas de mi
pipa, laxas lisonjas de aquel querer.
Do quiera estés conmigo te comunicas
¿Darás alguna vez respuesta a mi llamada?
¿Qué será de ti, doncella inglesa,
dulce amor por el que vivo?
Gemimos.
Lo hemos perdido todo a esta orilla de la culpa.
Excelsa estás al otro lado como una diosa, en la ribera del Olimpo,
tejiendo tu argadillo de memorias,
sabor agridulce de tus besos, ya dardos y rehiletes doloridos
que se clavan en los pensiles acidalios de aquel verano.
¿Dónde están aquellas rosas hoy trillazón del abono animico
que fermenta en la copela de los sueños?
Hubo contrahuellas de una escalera de pesadilla y hubo pasos que nunca
di.
Baodicea eterna, tú no podrás morir.
Mi sino derrota ya hacia el Leteo de feroces nieblas.
Bramando voy resistiendo al negro torbellino.
Te añoro el ojo dolorido de llorarte,
mis huellas cansadas de buscarte.
Te convoco, no hay respuesta.
No cabe paso atrás en este laberinto de amor y vida.
La luna brillará a tu lado y el agua de las playas de Gales
se arrodillará en dulces médanos de arena al pie de tu figura,
como en aquella foto de ti cuando pequeña
que yo llevaba en la cartera.
¿Quién rompió nuestras cartas?
¿Quién quiso acabar con nuestros nombres?
Sólo tu imagen alimenta mis recuerdos
y esas memorias me hacen vivo.
Lo he perdido todo al Este del Edén por el peso de la culpa.
Ya no desandaré el camino.
Por besarte y por tenerte daría el resto del tiempo que me queda,
paraíso de caricias.
En cambio yago sepultado en esta ubre inmensa de papeles.
Es la sombra tuya la que busco
prendida entre las hojas volanderas de mis libros.
Mas, callemos y prosternados cantemos el oficio.
Soy yo el monje que entona tus Horas
mientras noviembre se resuelve
en lágrimas de lluvia y alienta los regueros
de mis poderosas quejas.
Ciernáse sobre mí el techo del olvido.
Mi salmodia de Sexta es un treno de hielo dolorido.
Albricias, Suzanne.
Te canto y te recuerdo,
dulce y sonriente en tu trono de dicha como la madona de Arbás.
Madre cisterciense, virgen siempre de mi vida. Amen.
Me odio a mí mismo porque ella todavía me enamora.
Amor de juventud que la senectud profesa.
Me nutro de dolor
y del alto pensamiento.
El sol no regresa.
Muralla del querer,
contra ti no hay bastimento,
ni testuz ni ariete, ni casco ni cohorte, ni galea.
Ay amor, mi mejor rodela, que el dardo sutil de Cupidete todo lo
traspasa,
y difumina el aliento espeso de las parcas.
Yo lo declaro aquí y lo confieso
que soy el alter ego de los vates que se fueron.
De Garcilaso y de Petrarca.
Pasame amor con tu saeta y transverbera toda la carne que tu quieras.
Flotaré en el aura de Suzanne
que fue mi Laura.
Nadie lo sabrá pero yo escucho todavía el murmullo de aquel nido.
Soy pájaro que vuela, umbra incandescente que retorna al centro fijo.
Todos los horizontes alzan a mi paso sus querenciosas contrabarreras.
Hoy ceniza, ayer brasa, busco aquel nido.
El rescoldo todavía quema porque fue chispa del eslabón y el pedernal
de tanta grandeza.
Oh ardiente virtud engalanada,
alma gentil a la que dirijo toda mi correspondencia.
Linea a linea conjuro a la muerte
y escribo tanto porque tú navegas un mar áspero entre Escila y
Caribdis.
Si pronta está el ánima,
el cuerpo va cansado.
En medio del ponto sin fondo también presiento hendir el agua viva
rumbo al viento
y proa al puerto de tus ojos que es mi anhelo.
Nunca podrán trazar sepultureros ni quasimodos beodos la meta del
olvido.
Ellos reinan ya en la Tercer Esfera.
Ojos de mi amada Suzanne que en hojas de laurel se han convertido.
Carmín de su boca y su talle un cincel.
De rama olorosa calandria hizo su nido.
Laura laurel, diosa de cuerpo erguido.
Al cielo te alzas alegre y segura. Hermosa del sol inglés.
Suzanne, escucho tu risa desde el hades.
LIMONERO DE MI JARDÍN DE ARTEDO
Yo quisiera ser un limonero
de mi casa jardín en la Concha de Artedo,
echar brancas y raíces cerca del muro del viejo gallinero
sentir la caricia del sol de abril
y el rumor del blando céfiro
en las mañanas de amor.
Cantar , llorar, sufrir, gozar, sufrir, soplar y bullir.
Besaré al obscurecer el recuerdo de la mano que te plantó.
Yo quisiera ser limonero
de mi alegre jardín de Artedo
3 de abril de 1999
JEWISH HOLY FRIDAY
Devils are at loose again.
For if it was not enough
Sarajevo, a Kosovo we neeed with a lot of refugees along the line.
We can´t live without the filming of dubious holocausts.
Hitler is alive in Clinton resurrected.
Bloody nazis. Bloody jews.
The question is that history is only what the warmongers make out of
it.Wars have to be won, and cannot happen without Kissinger programming global,
step by step. Barbara Walters with her
raspy voice at the scene.Talkers or
scribes fodder the drama. Holy fridays of lately lead to bloody Easter Rising.
The high priests thrive on denial, and with their plots want us to learn th at
He never was. The Antichirst os real, Jesus a myth.
Oh, my Lord, my heart bleeds!
Every day at every hour is for me Gethsemani.
Here come the Bee Fiftytwos dropping bombs, sting of death, and
explosions.
CNN reporters lying low in Bagdad, wrapping up murders.
Is the at the new order the the vultures bring ?
A world without love, full of lies with no room for Christ in it.
Truly jewish.
Here comes Fulmination.
Devils are at loose. The wireless bark their onesided truculence, the
end is at hand, a flood of argument twisted. But this is un upside world
with its own beasts and its own vestals.
Emma Bonino acts and plays as the goddess Semiramis with specs ruling
the winds of wraths. She has an obscene mouth
while the jewish pope watch the line, a truly new Judas all holy, but
blaspjempous and sarcastic, the bad sheperd who gave its flock to the
synagogue.
Good Friday in the jewish tradition bombim Biel gorod the whoite city
by stealth.belgrado has becone Getsemani.
A real holocaust of sulp`hur and pfjhopspjptous.
Waters the the damned rain of the drake tale flyind in the wind of
sinisters cruise misiles and tomahwaks.
One good friday like today the high priests killed the song of god, a
real kews gestures in their tradition of hatred.
Bombs over Belgrade and so what the pope says?
Bloody old man th at polish bishop. In Rome pontopjicates the devil
and in Washington commnads a fornicator/Terminator. He is a coward,
bombing churches and maternity wards.
Oh Christ. Upu died for all of us
4 de abril de 1999, Easter Sunday
I AM FIFTY FOUR... AND SO?
Trae San Antonio del año los días más bellos.
Adornan las flores la lengua de tierra de mi herrén.
La luz de la tarde tamiza melancolía inglesa,
lejano sentir del ayer.
Espira de la catedral de York
al socaire de ti amé yo.
¿Qué habrá sido de la dulce rosa inglesa?
En tus tabernas me embriagué de hidromiel y de cerveza.
¡Ay amor, adónde se fue?
Cruzarán los bateleros por la ribera del Río Ouse.
Estará en su sitio la barbacana de Micklegate.
Y yo ya no estaré.
Ruedan hacia Hull los omnibus de Beverley.
Ya no estaré.
Wilberfoss es ya un nombre lejano.
Acarician los sueños míos la blanca muralla
y vuelan por los postigos donde el arcángel tiene su trono.
Suzanne, siempre en mí, bello vivir del amargo huir
por la perdida herida.
Reina que mandas y gobiernas, corona torreada de la diosa,
blandirás tu hisopo contra el abismo
que de noche y que largo se me ha hecho vivir lejos de ti.
Angeles de Eboracum apiadaos de mí.
Lleva este suspiro de amor a mi rosa blanca emperatriz.
Today I am fifty four and so?
I have reached the age of the Beatles song.
All my sweet yesterdays on my birthday I mourn.
Thanks, God.
13 de noviembre de 1999
Doctor Isherwood
Afternoon in Wilferfoss, it was a lazy sunny afternoon and it was hot.
The door was open for the breeze and there entered a little gentleman with a
briefcase. It was doctor Iserwood from Poxklinton. Suzanne an I were reclined
in the grass of
domingo, 6 de febrero de 2000
Si no es amor lo que en mi crece es distanciamiento de ti,
sima que ahonda el tiempo,
pero tu cara no se aleja.
Siento que tus ojos crecen,
son un deseo fugitivo,
yo siento añoranza de tu piel.
Suzanne, magnífico albergue de los sueños,
fausta mujer incandescente,
visión que se nos viene entre los lirios,
memoria que proyecta lo que se fue y aun pervive,
espasmo infinito,
rosada caricia de tu piel,
vedijas de humo que proyecta al techo el hipocausto de los sueños,
voluta que se alza de la cazuela de mi pipa.
Oh Suzanne, el fuego por ti encendido nunca se apagará,
que es divina almenara que apacigua mi espíritu.
y nadie podrá ya reprimir las brasas de tu alma.
Serás lisonja lasa de mi querer
¿Qué será de ti, hada londinense que por ti he vivido? ¿dónde estarán
tus huesos o la esparcida luz tajando la oscuridad de aquellos besos que hoy
sois fuego fatuo en el altar del amor? Tuya fue la candela que hoy me alumbra.
Mi vida vino de tus ojos.
Lo he perdido todo.
¡Ah este peso de la culpa!
Se han secado la fuente de las lágrimas y el dolor
de estanque seco da cauce a mis pupilas, que pronto serán alveolos, cuencas
vacías, trono de la muerte al cabo de esta búsqueda sin encuentros agradables,
al ser arrojado de tu faz altiva ligaron sobre mí terrible maldición.
No hay paso atrás en el laberinto.
Ya no desandaré el camino. Por buscarte y por
tenerte daría el tiempo que me queda.
Sepultado en mis papeles, mulso en la tensión de lo
que busco, porque sé que, al final de la huida, resucitará tu rostro;
es la sombra tuya la que busco.
Rezo el oficio.
Noviembre es lluvia.
Se cierra sobre mí el helado cielo del olvido.
13 de noviembre 1999
Me odio a mí mismo mismo y alguien me enamora.
Mirto del dolor que en el arriate reverdeces,
crecal infinito, olivo verdadero,
árbol de Sión que desforesta el sionismo.
Vuelo hacia las altas ramas del encumbrado pensamiento.
El sol no vuelve, muralla de amor, contra ti no hay bastimento,
ni testuz.
Yo me río, alma herida, de la falárica de la suerte que golpea pugnaz
el manantial del agua viva.
Seas tú mi adarve, mi casco, mi galea,
pues que ese dardo sublime todo lo traspasa,
difumina el aliento helado de las parcas.
Yo os lo digo y os conjuro, salid demonios de ese cuerpo, que soy el
alter ego redivivo de los vates.
Me traspasa la saeta herida el alma de Petrarca
y viene flotando en un aura eterna, perfume de Suzanne que en mi reina
para siempre, rostro y rastro de mi Laura.
Nadie lo sabrá, pero yo escucho todavía los murmullos de aquel nido.
Soy pájaro que vuela, sombra incandescente que retorna y el dintel del
horizonte que cruza las colinas.
Sombra soy que pasa,
hoy ceniza, ayer brasa pero un rescoldo de grandeza de aquel fuego me
quema todavía.
Ya con Laura el sol de aduna catoblepo egipcio, campeón de la cruz
ansada, deja ya de apalabrar infortunios, basilisco que occide con la vista,
huye o llamo a san Miguel que te ponga en fuga.
DON DE LA EBRIEDAD
Claudio, antes que tu nombre trajeran y llevaran las gacetas
por renglones de musas avarientas
en aparcería suculenta
fuiste para mí en la barra del Gijón aquellos ojos que observaban con
un brillo mortífero y cainita,
dos cuévanos, blandones de mortaja.
Tenías un aura trágica, no te lo dije, y un mirar cansino y a la
expectativa de arriero de Zamora.
Vivimos vidas paralelas desde los campos góticos y el vino de Toro a
los altares de Freia regados de cerveza.
Hull ribera del Humber, Beverley y sus colinas,
Nottingham poblada de bicicletas.
Andares y cantares en trayecto de ida y vuelta, nómadas por trochas
perdidas de la feliz Inglaterra, carcajadas de hilanderas y comadres en los
soportales de Windsor.
Nuestra poesía fue peripatética, patética nuestra vida,
de hambres en el cuarto con cómodas de caoba, una carta de amor en el
bolsillo
y promesas de bailongo regadas de hidromiel-a veces te ponía el cuerpo
nuevo una copa de jerez- en aquellos aquelarres del septentrión incierto
y largos viajes en el tren.
Tú al igual que yo añorabas el verde de aquellos pastos.
Nacer al amor y a la poesía en un jardín es predilección olímpica.
¿Qué tienes, profesor inconstante?
Ganas de beber, págame la última copa.
Because you, too, were a Yorkshireman.
Nuestro destino fue la zurra etílica, un estíptico vagar por las
tabernas coronadas de laurel con sed y dolor de flato, as beer they said was
good against constipation, y el lúpulo diurético todo lo cura incluso el
cagalar del mulo.
Al Baco de Velázquez en el trono de serpas y de pámpanos la vera
efigie del borracho con cachet me parecías.
A ver que va a ser.
Y demostraste tu casta de beodo no llevando moneda en el bolsillo,
dejandote convidar y querer.
!Ah, tunante, no me lo dijiste, portabas el maravedí debajo de la
lengua.
Te tienes los ojos triste y saltones de un mosaico romano,
retículos de una pínula enfocando hacia el centro, camino de la
enosis.
Unión con Dios, místico vino. Juan de la Cruz también le daba fuerte
al moscatel que sacramenta
la tristeza inherente al ser nacido, pues hizonos de mosto zeus divino y forma de cuba tiene la
placenta, sus flejes y dovelas tracería de pámpanos, alcurnia y dicha del
pobre.
Claudio, desde entonces me pareciste más genio,
y llevado del ebrio don me pongo a bailar en un pichel de tintorro.
Navegan sicut naves velut umbrae piezgos sobre el Tormes portando en
sus panzas oneraria felicidad del jarro que el dolor olvida.
Nadie nos podrá arrebatar el gusto del mosto
que es ambrosía y remata mis
jaquecas,
vayánse los sueños al diaño.
Me asalta de repente en tu capilla ardiente
esa imagen opulenta de jícara de cerveza que al amor de una tarde de
otoño en el Gijón nos consumimos, bottoms up, prosit, de hoy en un año, que
lo veamos.
En gesto que acredita de ser un hidalgo de gotera.
Tampoco en las tabernas preguntaron nuestros nombres.
Encima, compartimos la desdicha de ser vilmente zurrados por la
parienta.
Mujer es muerte, zorra y crija, descompuesto componente,
sangre y muchos complicados palillos, red de atarjeas, cloaca y
cañería, hartos estábamos de ciruelas claudias.
El mundo no resulta sino una gran taberna, Cayín.
Pero tu has pasado el freo ya va para un verano.
Aguardarme me has en la ribera de la Estigia, zamorano,
y que sea al cabo de muchas vendimias.
Recuerda que me debes una ronda y no te la perdono.
Brindemos, brindemos la escanciada malvasía,
por cuenco la calavera de don Pepito, el amo publicano,
y por cáliz el grial de Jesús en la Última Cena.
Alcemos nuestros vasos por la opulenta vid y la ardiente higuera,
la gaya ciencia y la crin de hiedra agitando las desoladas tumbas y el
lúgubre muñón del muro del convento en ruinas,
sólo ya cabelleras de ortiga que peina el viento.
Un haz de luz allá a lo lejos, un túmulo y la credencia de la hostia,
un estro que plañía, el incensario y el copón que robaste, chiquillada
travesura o gesto profético de la desolación que vendría, de la credencia de un
tabernáculo románico.
Estabas predestinado a estar perpetuamente de cuadrilla, asendereado
libanomántico y catador, ofrendas de la vid, palabra de vida, dando tumbos a
las Siete Calles.
Peores fueron otros sacrilegios.
El estro gruñe y el licor rezuma en la cresta de tus versos
embriagados de elegía,
ajustadas las estrofas a este erial que vivimos.
Te has ido y nos dejaste de albacea estas palabras
cuyos ecos retumban, cual doma de lomo del sonido, lastimeros contra
las fauces de la gárgola en lo alto del pináculo de la catedral vacía.
Don de la ebriedad es éste, pregonados licnobios que iluminan las
sensaciones depuradas , luz larga contra
los muros de la ciudad dormida toda almena
sobre el Duero, el Eresma, el Ivel, el Ouse, manso río de York.
Nuestras aguas van a a dar a todos estos nombres y a otros mares,
bañados por un sol de incertidumbre, extensas miradas, siembra de cruces, bajó
el poeta al sepulcro, pero en la lengua resucita agitandose en místicas
prelaciones antes del sacomano.
Ese fue, amado Cayo, nuestro marbete, código de barras.
Ahora estamos mano a mano tú y yo solos, después de un funeral, en
visita por las tascas.
Sirven abluciones en el barrio húmedo, que sólo alcohol es talismán
contra la desesperanza.
En tanto que llegan los fosores pico y pala en ristre. Ya sabemos que
Acaronte aguarda.
La voz del otoño no comprenderá nunca los brindis de los dioses.
Ya temulentos caminamos por la orilla de la metamorfosis, la canción
hecha crisálida.
Ya podemos subir al Olimpo pimplados de catarsis.
Te deseo tuvieses una muerte dulce aunque aquella tarde en el Gijón
estuviste a punto de pegarme.
Claro, yo no soy más que un facha.
martes, 11 de abril de 2000
ALCOR ARREBATADO
Tórrida mirada, halcón huido por las sendas
de mi pensamiento fugitivo.
En el piano de don Gerardo una estudiante del Beatriz Galindo ejecuta
arpegios.
Estalla una eclosión de notas a lo vivo.
Entre Bilbao y Chamberí yo te buscaba,
espiando en las noches de febrero la luz de tu balcón.
Venía a verte todas las tardes disfrazado de profesor.
En la calle Antonio Flores
yo tuve una vez un amor.
De aquello sólo me queda el recuerdo de un ascensor
y misas a la tarde en las clarisas
que ahogo en vino.
¿Amor, por qué te alejas para no volver, voltario insecto de la
sinrazón de alas de cínife?
Una efélide de tu carita, niña del norte
que ha desparecido para dar paso al livor de la muerte y del olvido.
Soledad infinita que nos circunda, márfaga de todos mis sueños.
Nunca pude ser el dueño de tu corazón.
Amor que se fue y no vino, despareció en el rostro difuso de aquella a
la que yo esperaba.
Soledad de la tarde y de libro abierto sin perspectiva.
Presencia hermosa de un querer que dejó huella.
Por él la vida toda yo te entregué.
Soy un saltador, un derviche en la redola.
Gire el cangilón de mi plegaria.
Paravskeia, virgen del viernes noche, ponte guapa.
El viento del deseo viene metido dentro de un piano de cola
que colmó mi deseo más allá del freo
metamorfosis del aire de fronda
rasgando el perfil misterioso de las hacinadas de ilusión.
Pata ti una niara de besos yo te reservo
que susurrará Eolo al oído, ya eres matrona.
¿Fumas todavía ? ¿Con quién te acuestas y a quién haces el amor?
Lapida y epinicio yo me fui a negro sumido en un absurdo de retama y
de organdí.
Treinta años pasados y yo soy igual.
El obispo me ordenó diácono, pero no he llegado a nada y menos soy,
acaso sólo un relámpago en la tarde de tormenta, acólito únicamente de las
nubes,
tibia y calavera en la huesa.
Sobrancero de aquel dulce verano del sesenta y ocho, erigido en
mayordomo de tus besos que se almacenan en el desván y el alguarín de los
recuerdos.
jueves, 28 de septiembre de 2000
A UN CENTINELA
Centinela que reposa en la garita a rayas
del polvorín nuclear,
menos matar.
Escucha mi canto limpio,
el llanto de los marinos hundidos
en el Mar de Murmansk
que tu transfiguras en ojiva que apunta a la muerte
y no al claro amor,
embeleso tardío, molduras y metopas
y entorchados, floreos incandescentes
que traza el sol cada mañana en su aliento fugitivo.
Oh tú sabio que nada sabes y tanto pontificas,
hidrópico de ciencia y empalago.
Estás barajando ascuas, tú lo sabes.
Te tajo las cuarenta cartas
y carga ya el golpe perentorio,
baja del pedestal.
San Ignacio voló en su hornacina, el ojo ardiente, fumarolas al pecho
que se vienen renqueando
con un ojo en el cielo y otro en el suelo
y anagrama de eternidad.
Compañía de Jesús, ven a reinar quimeras de imperios.
Roma en nombre de Cristo asumió la carrera del mal.
Un aro en llamas viaja por el horizonte
y en Sidney parva cosechas de medallas.
Me telefonea el maldito Santos Gozalo, escupitajo hitleriano, con su
cara de gozque del odio
y entona alabanzas al falso Fascio, su voz de sapo hiere mis oídos
falangistas, y la faz de batracio que derrama
baba integrista me asquea al otro lado del hilo.
Los árboles marchan ya al son de la hiedra.
Hay una urraca en el portal.
En vano persigo al coro de cisnes que nadan las aguas pandas del
estanque,
pluma blanca de una era que termina.
Viajo a Arévalo y voy en ca el alfayate Manzano.
Ya las becadas acuden a la cita inexorable de septiembre
y vuelan en ala delta sobre mi vertical,
en paso sonoro que lanza al viento mensajes de serenidad.
Solícitos escuadrones de Marte y de Neptuno, columna de abismos,
expugna los adarves interiores del agua;
el pulpo ataca sin fortuna al múrice que se agarra todo veneno y
grapas a la socarrenas de una lápida submarina.
El múrice no quiere ser amante de la arena,
desdeña impotente la curvas rotundas de carne de hembra
que palpita todo medano y duna junto a la orilla.
FIN
millán s. artedo.
miércoles, 18 de
octubre de 2000
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