2017-02-28

GRAN DESCUBRIMIENTO: UN CONVERSO SEGOVIANO AUTOR DEL LAZARILLO


OBERTURA AL LIBRO DEL LAZARILLO

 

Uno de los enigmas de la literatura española fue el anonimato en que permaneció este libro paradigmático del género picaresco durante cinco siglos. Antonio PARRA aquí encuentra su filiación de los padres putativos que hubo y el real que no pudo ser otro que el médico segoviano Andrés Laguna, que utilizaba también otro nombre de pluma: Cristóbal de Villalón. Era de padres conversos y no se atrevió a signar sus originales pero Antonio Parra mediante el cotejo de estilos encontró sorprendentes e irrefutables paralelismos entre el Crotalón, El Viaje a Turquía y El Lazarillo.

2017-02-27

son distomos estos chicos del politiqueo y la mugre jornalista


DISTOMOS DOS BOCAS. DOS CUENTAS. DOBLE VARA DE MEDIR. Y PARECÍAN BOBOS

 

Pasa el Señor, invisible presencia, dejando un reguero de amor que no llega a mi veril. Hemos perdido, estamos cansados golpeados, manipulados, escondidos en nuestros pisos sin ganas de salir mientras nuestros enemigos ríen a mandíbula batiente, nos insultan y escupen, nos conminan y amenazan, y nos recuerdan por lo de entonces, alzan la rodela victoriosa, hemos ganado. Ronaldo el portugués está que se sale. Messi es un gigante argentino de pequeña estatura con el balón pegado a la bota. Y a mí ¿qué coños me importa? Pero los de la tv no hablan de otra cosa y pasan el traile. Messi y Ronaldo lo tenemos hasta en la sopa.  

El pretor en Cortes sonríe mientras larga su espich que es un escarche a la ciudadanía su boca de liebre —un poco más y se le cae la dentadura postiza—, que hoy no le puso crema corega al aparato. A su lado se sienta la mini chica destapando el frasco de las esencias parlamentarias. Perdidos en la tromba de retórica añoramos el silencio y el perfume de la rosa. Son dítonos dos bocas, dos conciencias, dos comportamientos que la hipocresía está a la orden del día y ojos cinco pero por el que más miran es por el ojo del culo que carece de pupila.

El señor es mi baluarte caminaré sobre el áspid y el basilisco.  ¿Pero me librará de esta cáfila de compadres y comadres saduceas? Él me dará entendimiento para comprender sus mandamientos y no derrumbarme mientras subo peldaños y más peldaños del husillo de la escalera de caracol que lleva hasta la cima de la santidad y el amor que dicen que es la superación de la muerte. Too much. Demasiado. Necesito humo para huir de los recuerdos que me torturan. Enciendo una pipa, pecador de mí.

Mientras tanto el pretor que arenga a los padres conscriptos no cede un momento en su sonrisa bobalicona y en sus amenazas contundentes. Dijo no sé qué de los salvapatrias. Lo suyo es la economía. Que va para atrás como los cangrejos. Cada día más pobres. Sube la temperatura del odio y la mierda, llega a los caireles, tanto hablar de corrupción. La zorra guarda el gallinero. ¿No ves que se le han caído los dientes y lleva castañuelas? Pasa nada. Vendrán los lobos a comerse los pollos que no pudo devorar el raposo. Señor Rajoy, tiene el miércoles cita con el dentista

MARAÑÓN DE NO SER MEDICO ME HUBIERA GUSTADO EJERCER DE LIBRERO DE LANCE"


EL DOCTOR MARAÑÓN TRAPERO DEL TIEMPO

 

“Las cosas no son como son ni como las vivimos. Las cosas son como las recordamos”. El dictamen de Valle Inclán me asalta en este día de febrero lluvioso asturiano. No conocí en persona pero escuché la última conferencia por radio. Otoño de 1958 dos años antes de su muerte. Lo amortajaron con hábito franciscano, cuando se declaró un ateo de toda la vida.

Al gran liberal que no creía en Franco pero que, gracias a él, pudo regresar a su cátedra de Medicina en la Complutense y ser rehabilitado. Pasaba consulta todas las mañanas en el viejo caserón del Hospital Central Museo de Arte Moderno actual.

Si las crujías los patios y las salas de vivisección hablaran los muros de este edificio levantado por Carlos III para la caridad nos contarían historias de mucho dolor humano. El doctor Marañón era un clínico chapado a la antigua de la escuela de Andrés Laguna (su biógrafo don Teofilo Hernando era buen amigo suyo) creyente en la homeopatía.

No hay que recetar demasiado pues decía que no “hay enfermedades sino enfermos”. Marañón se confesaba como un “trapero del tiempo” — no perdía un minuto de su vida, se dormía con un libro en la mano y cuando viajaba  fin de semana a su cigarral toledano en el asiento de atrás de su Chevrolet que conducía un chofer galoneado se leía una obra de teatro o redactaba apuntes para su próximo ensayo— y yo recuerdo aquella voz algo ronca de antiguo fumador empedernido que se había convertido en furibundo antitabaquista con un leve deje de tartamudez hablando de su pasión por los libros.

Si no me hubiese dedicado a la medicina yo habría sido un buen librero. En los libros se encuentra lo mejor que la mente humana haya destilado”.

Ignoro si esta frase se la copió al Caudillo a quien tanto detestaba este viejo liberal poco amigo de los dictadores o fue el propio jefe del Estado quien la tomó dél. Franco también contaba que, de no haber sido militar, le hubiese gustado ser librero de lance. No sé si el Generalísimo hubiera sido capaz de quitarle el puesto a don Alfonso Riudavets el rey de la Cuesta Moyano

Así que nada de banalidades. Time is Money, que dicen os neoyorquinos. Seguramente, esta laboriosidad porque el gran galeno de la Beneficencia se multiplicaba sin haber ganado del cielo el con de la bilocación porque atendía a su vocación de escritor combinándola con la consulta clínica y ese pluriempleo es mucho tomate porque la literatura a mi juicio demanda una dedicación exclusiva.

Tal circunstancia de “surmenage” intelectivo determinó su temprana muerte. Moriría relativamente joven.

Leí “Ensayo biográfico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo”. Lo devoré en tres noches. Quedé maravillado de la sapiencia de don Gregorio que con ojo clínico realizó un retrato psicológico del penúltimo de los Trastámara que pasó a la historia con el remoquete de impotente. Pero nuestro facultativo descifra que su falta de virilidad era solo a medias. El gatillazo lo pegaba solamente con la reina. Funcionaba con las meretrices de Segovia “el rey nuestro Señor había una grande verga e pagaba su débito como cualquier hombre” como cualquier cardador o zurrador de lana del Azoguejo.

A más de eso, tuvo amores con una abadesa de Toledo y con una azafata de su corte, una portuguesa, a la cuala por celo su segunda esposa doña Juana despidió.

Marañón traza una semblanza un tanto peyorativa y sectaria de Enrique IV: los pies planos tendiendo a la soledad y a la melancolía, gustaba de la buena música y se hacía acompañar de una guardia morisca y había en su corte un orfeón de música que al rabel interpretaba canciones melancólicas. Tiempo adelante, descubrí que el retrato de Marañón del infortunado monarca al que siempre persiguió la sombra de la Beltraneja fruto por los visto de los amores de doña Juana con Beltrán de la Cueva se contamina de los prejuicio contra don Enrique a cargo el judío Palencia su biógrafo y de parte de la nobleza y del alto clero que conspiraba contra su persona a favor de su hermanastra Isabel. En suma el doctor Marañón, un liberal de tomo y lomo, aborda la historia con ojo clínico bajo aspectos freudianos “Amiel”, “Historia del Empecinado” “Tiempo Viejo y Tiempo Nuevo” que hoy parecen discutibles. Su prosa, no obstante, es exacta y elegantísima.

Defendió la Medicina privada y de pago. Los practicantes se quedaron sin trabajo. José Antonio Girón y sus falangistas fundaron la Seguridad Social siguiendo las directrices sociales de una Falange entusiasmada con el lema franquista de trabajo fijo, hogar, lumbre y asistencia médica gratuita para todos. Marañón era un enemigo declarado de los falangistas a los que hoy acusan de paternalismo social.

El año en curso 2017, vuelven a flamear aquellas viejas banderas liberales contra la seguridad social. Sufrirían los españoles desheredados aquellos que no pueden volar a Houston para curarse un cáncer pongamos por caso.

Recuerdo que mi abuelo el año 56 tuvo que vender sus fincas para costearse la iguala del cirujano que le operó de una próstata maligna.

Y en esas estamos a día de hoy. Vuelven los liberales. Dios nos libre de los liberales que dijo el otro. He aquí las luces y las sombras de un hombre de ciencia apasionado por la literatura.

sábado, 11 de febrero de 2017

2017-02-24

UNA HISTORIA DE AMOR EN LA HABANA CUBA


HERNANDO DE SOTO DESCUBRIÓ LA FLORIDA Y EL MISSISSIPI

 

En una visita a La Habana Vieja hace ya muchos años. Me encontré junto al Morro un edificio que llamaban el Bastión con sus garitas sobre las poternas mirando al mar por donde llegaban los barcos de España y los cosarios ingleses. En lo alto de la toirre había una veleta que llamaba  los habaneros giraldilla. Detrás de esta rosa de los vientos había una bella historia de amor. Resulta que la esposa del Adelantado Hernando de soto salía todas las tardes a mirar para la mar en la esperanza del regreso del barco donde su esposo Hernando de Soto regresara de Tierra Firme. Se había embarcado con un centenar de su gente y un escuadrón. En aquella expedición el valiente adalid extremeño descubriría el Mississipi, pero él nunca regresó. Fue muerto por una fecha envenenada de un cacique indio que lo traicionó. Don María sigue esperando asomada al Morro de la Habana en efigie de piedra.

La vida heroica y aventuras (sólo pasó 42 años en este mundo) del Adelantado Hernando de Soto vuelve apotegma el título de la novela de Pedro de Lorenzo Cuando los dioses nacían en Extremadura. Este extremeño nacido en el pueblo pacense de Jerez de los Caballeros de origen asturiano es lo que más se parece a in héroe homérico. Es el adalid de los viejos cantares de gesta. Le llamaron el Amadís de la Florida y Centauro de las Indias. Caballero prevenido en frontera hábil jinete prócer de las artes desultorias cabalgó desde Arcansas y Oregón hasta la Patagonia escaló dos veces la cordillera de los Andes. Con un escuadrón de poco más de dos centenares conquistó Nicaragua ─ la más bella y la más amable para los españoles ─ en nombre del emperador que era quinto suyo; ambos nacieron en 1500. Por su apostura viril pese a ser pequeño de cuerpo le valieron la admiración de los caciques quienes le obsequiaron con el “jus primae noctis” de las reglas hospitalarias de la antigüedad y de estas uniones hubieron descendencias, pero don Hernando casaría con doña Juana Hernández su mujer natural la primera española que llegó al Nuevo Mundo en viaje nupcial y como se quejase al esposo de su poca formalidad el extremeño de ascendencia astur sus ancestros provinieran de Soto de Luiña éste le hacía ver que no diese al asunto demasiada importancia pues las indígenas consideraban de poco decoro la guarda de la virginidad “si Dios no lo dio será por algo”. Ellas serán las ermitas pero “vos, señora de mis altos pensamientos sois la catedral”. Así nacería la inculturación y el mestizaje. La conquista es la prolongación de la reconquista. Se embarcan los castellanos a donde nacen las fuentes de la eterna juventud. Aquellos locos andantes habían leído demasiados libros de caballería. El Amadis de Gaula y Lanzarote del Lago eran sus referentes. Lo que vendría tiempo adelante Buffalo Bill y las novelas del Oeste fueron un sucedáneo que empachó nuestras mentes. A los salvajes se les liquidaba, mientras los denominados “conquistadores” (preferiría el nombre de evangelizadores o colonos) les hacían bautizarse por los misioneros y se casaban con sus mujeres. No encuentran el manantial de la eterna juventud y el oro y la plata estaban en su imaginación porque Atahualpa y Moctezuma andaban en taparrabos. Por tanto, ni lo uno ni lo otro. Arrostran los peligros de una naturaleza salvaje con los azares de las alimañas el frio y el calor intenso las flechas enherboladas de los aztecas. Algunas tribus saludan su llegada como si fueran extraterrestres y a la vista de sus caballos y de sus lombardas se llenan de temor porque aquellos hombres blancos irrumpen como heraldos de un tiempo nuevo que habían profetizado sus chamanes.  Poco tienen que ver que estos españoles míticos con los de la cultura del pelotazo.

La exploración de los territorios de lo que hoy constituyen los USA fue la más dificultosa por la adversidad climática y las hostilidades de los pieles rojas. Todos ellos se agrupaban en tribus divididas con distinta lengua y diferentes costumbres. Mutuamente se hacían la guerra.

En el subcontinente las mujeres y los misioneros que predicaban el amor y recriminaban los sacrificios humanos fueron el polo de atracción y el eje de fuerza que determinaría la colonización del Nuevo Mundo en poco más de tres cuartos de siglo. Las Casas hace una interpretación sectaria de aquella magna empresa, la mayor, después de la Creación, a tenor con los cronistas, en la que se embarcaron los españoles. Hombres frágiles pecadores algunos analfabetos e incluso asesinos avanzan detrás de la Cruz Alzada. La gesta hubiera sido imposible sin el concurso de la Providencia. 

Así y todo, el asunto presenta una cara oculta enigmática mesiánica algo milagroso y ahí queda del nombre de Hernando de Soto el primer europeo que avistó la tierra de las vacas corcovadas en el Cañón del Colorado y el descubridor de la Florida. A su muerte tomaría el relevo del extremeño/astur otro asturiano: Pedro Menéndez de Avilés. Poco tienen que ver estos gigantescos españoles con los diminutos españolitos  por su talla moral  de ahora. Somos gentes medrosa y llena de complejos a los que Radio Macuto Ondas de la Conspiración impartiendo noticias deletéreas a todas horas que son consignas a todas horas. Los cantares de gesta dieron paso a los cuentos de Blanca Nieves y los Siete Enanitos. 

 

2017-02-14


VICENTE ALEIXANDRE

 

Nada o muy poco quedó de aquel frenesí. Cerraron el libro, aunque el molino de papel sigue volteando, y pasaron página, no murieron como los buenos soldados se esfumaron aunque su presencia vive.  Una nueva era y parece que fue ayer. Otro mundo.

El poder se nutre de otra savia, quiere otros vates. Nunca arrancarán estos líricos a la moderna la flor de lis del romancero en cuyas fuentes bebieron Lorca y Miguel Hernández, los Machado.

Bajé y subí a bordo de mi guagua atestada de monjas y ex seminaristas, que colgaron la sotana y fueron a estudiar Letras. La cuesta de Belintonia entre conventos de ursulinas y colegios mayores. Fueron los campos elíseos de juventud cuyo recuerdo aflora con las galas de mayo y el poder pujante de abril ahora  que ya soy setentón. Estos pagos tiempo de apuntes preparación de parciales aloran ahora hasta mi perfumados de la tristeza y esperanza de mi adolescencia. La poesía eterna más allá de lo que escriben los poetas. Aleixandre se subió al carro de la Transición. Cuando ganó el premio Nobel octubre de 1977 (estaba yo en Nueva York) nadie había sabía nada de sus libros. Borges con su limitada condescendencia para los españoles todos sabemos que era hispanófobo le llamó autor ripioso. Pero cada vez más la literatura se entrevera con la política y era evidente que en Aleixandre se otorgaba el galardón a un tiempo nuevo de España en democracia aunque a don Vicente no lo conociera ni la madre que lo parió. La deificación del vate fue un hermanamiento de la poesía con la política. En su persona se estaba premiando al cambio. Lorca, Miguel Hernández, Neruda hasta cierto punto y el vasco Cernuda estaban siendo canonizados y de los otros miles de españoles que se amarran al salvavidas de los versos hicieron mutis por el foro. Ello no deja de ser una afrenta a las musas.

Nunca entendí a los modernistas. Sin embargo Vicente Aleixandre habitaba una casa al final del bulevar que define su obra Vicente Belintonia. Sobre las tapias del jardín todo un mirador e Poniente se erguía, llama mística, sobre la cuesta tapia alta con barandilla por donde bajaba yo muchas veces en la guagua del F camino de la Facultad.

Aquel árbol vigiló mis pasos. Muchas vueltas di por el mundo y acabé regresando a él. Quiso el destino que todo ser humano pertenezcan a un territorio y por le Boulevard de Reina Victoria viajó mi alma en transito. El erecto ciprés sutil semblanza del alma extática daba sombra a mis manes. Marcó la ruta de mi destino. Vuelve a casa, pan perdido. Después a lo largo de mis días yo cruzaba la calle paralela a Santiago Ruiseñol centro de mis últimos días laborales, y recibía el saludo de los poetas muertos: Alberti, Rosales, Gerardo Diego, Altolaguirre, Lorca Celaya. Sobre las tapias montaba guardia como un serviola de proa vigilando las trincheras de la gran batalla de Madrid. Fue el cenáculo de los poetas muertos una sucursal de la Residencia de estudiantes.

Belintonia fue el alma Mater de la generación del 27. Una generación literaria que nació del encuentro entre Vicente Aleixandre y Merlo que estudiaba para ingeniero y Dámaso Alonso y Fernández de las Redondas recién licenciado en Románicas. Ambos nacidos el mismo año de 1898. De este encuentro en el veraniego pueblo abulense en 1917 se acordó preparar el centenario de Góngora. De esta forma nació la generación del 27 vía libre a los modernistas. Las nuevas generaciones pedían paso. La poesía del sevillano Aleixandre poesía pura versos para los entendidos y las elites asume los poderes de un movimiento literario en el cual él figura. Un hombre elegante y afable valetudinario con una tuberculosis de riñón que le obligó a guardar reposo. Escribía en la cama y en el dormitorio recibía a sus amigos. Compré en la Espasa Calpe un ejemplar de “Ámbito” fui incapaz de terminarlo. Yo no entendía pero algo debería de llevar el agua cuando la bendicen. La crítica se hizo lenguas de este texto tan literario como inasequible. Su autor fue deificado por los que aseguran conocer los secretos de la poesía pura y a mí, pecador de mí, nada me decían estas líneas de trazado libre que eran una versión en literatura del arte pictórico de Picasso.

A Dámaso Alonso lo conocí en la Facultad de Filosofía y Letras, un catedrático cansado a punto de de jubilarse una caña de vino perronero en la mano. Un destino misterioso me amarró al duro banco de esa galera turquesa que es la literatura y aquel viejecito de la cara redonda metiéndose  trancazos de tintorro para conjurar su desaliento y su melancolía: carmina aurum non dabunt. Estos lingotazos hacían al catedrático que más sabía sobre literatura española un hombre simpático y locuaz que bajaba a beber con los estudiantes.

El maestro andaba muy preocupado por vender su biblioteca no sabía qué hacer con sus libros de toda la vida en los que había invertido todo su peculio — era un experto en el sublime Góngora—. Comprendí mi entelequia escrita en su pensamiento. Madrid era una ciudad poblada de un millón de cadáveres. Fue el verso del viejo profesor el mejor poema de los modernistas. Hoy sin Aleixandre, sin Lorca, sin Miguel Hernández, sin Pedro Salinas, las  cosas fueron a peor. No hay más que escuchar la verborrea de los políticos.

Ellos nos hablan desde otra galaxia. A mí por lo visto el ciprés de Belintonia sigue siendo un faro que me alumbra. Soy un poeta contra todos. La casa que estaba junto al viejo estadio Metropolitano hoy existe. Lugar afable locus amoenus por el cual seguiré hasta que Dios me llame dando vueltas. Girando y girando como un desterrado en torno a estos enclaves que guardan el secreto de mis dioses familiares. Hay ciertas zonas de Madrid como el Retiro quizás sea porque allí está el monumento al diablo que me atraen pero otras como Moncloa, Cuatro Caminos, Atocha, o la cuesta de Moyano que me atraen y esa casa que hace esquina al borde de las Facultades ejercen un influjo magnético. Quizás sea porque caminé por la existencia mirando para el imán de una estrella polar que no existe sino en mi cerebro.

Lunes, 13 de febrero de 2017

CIEN AÑOS DE POESÍA MODERNISTA


VICENTE ALEIXANDRE

 

Nada o muy poco quedó de aquel frenesí. Cerraron el libro, aunque el molino de papel sigue volteando, y pasaron página, no murieron como los buenos soldados se esfumaron aunque su presencia vive.  Una nueva era y parece que fue ayer. Otro mundo.

El poder se nutre de otra savia, quiere otros vates. Nunca arrancarán estos líricos a la moderna la flor de lis del romancero en cuyas fuentes bebieron Lorca y Miguel Hernández, los Machado.

Bajé y subí a bordo de mi guagua atestada de monjas y ex seminaristas, que colgaron la sotana y fueron a estudiar Letras. La cuesta de Belintonia entre conventos de ursulinas y colegios mayores. Fueron los campos elíseos de juventud cuyo recuerdo aflora con las galas de mayo y el poder pujante de abril ahora  que ya soy setentón. Estos pagos tiempo de apuntes preparación de parciales aloran ahora hasta mi perfumados de la tristeza y esperanza de mi adolescencia. La poesía eterna más allá de lo que escriben los poetas. Aleixandre se subió al carro de la Transición. Cuando ganó el premio Nobel octubre de 1977 (estaba yo en Nueva York) nadie había sabía nada de sus libros. Borges con su limitada condescendencia para los españoles todos sabemos que era hispanófobo le llamó autor ripioso. Pero cada vez más la literatura se entrevera con la política y era evidente que en Aleixandre se otorgaba el galardón a un tiempo nuevo de España en democracia aunque a don Vicente no lo conociera ni la madre que lo parió. La deificación del vate fue un hermanamiento de la poesía con la política. En su persona se estaba premiando al cambio. Lorca, Miguel Hernández, Neruda hasta cierto punto y el vasco Cernuda estaban siendo canonizados y de los otros miles de españoles que se amarran al salvavidas de los versos hicieron mutis por el foro. Ello no deja de ser una afrenta a las musas.

Nunca entendí a los modernistas. Sin embargo Vicente Aleixandre habitaba una casa al final del bulevar que define su obra Vicente Belintonia. Sobre las tapias del jardín todo un mirador e Poniente se erguía, llama mística, sobre la cuesta tapia alta con barandilla por donde bajaba yo muchas veces en la guagua del F camino de la Facultad.

Aquel árbol vigiló mis pasos. Muchas vueltas di por el mundo y acabé regresando a él. Quiso el destino que todo ser humano pertenezcan a un territorio y por le Boulevard de Reina Victoria viajó mi alma en transito. El erecto ciprés sutil semblanza del alma extática daba sombra a mis manes. Marcó la ruta de mi destino. Vuelve a casa, pan perdido. Después a lo largo de mis días yo cruzaba la calle paralela a Santiago Ruiseñol centro de mis últimos días laborales, y recibía el saludo de los poetas muertos: Alberti, Rosales, Gerardo Diego, Altolaguirre, Lorca Celaya. Sobre las tapias montaba guardia como un serviola de proa vigilando las trincheras de la gran batalla de Madrid. Fue el cenáculo de los poetas muertos una sucursal de la Residencia de estudiantes.

Belintonia fue el alma Mater de la generación del 27. Una generación literaria que nació del encuentro entre Vicente Aleixandre y Merlo que estudiaba para ingeniero y Dámaso Alonso y Fernández de las Redondas recién licenciado en Románicas. Ambos nacidos el mismo año de 1898. De este encuentro en el veraniego pueblo abulense en 1917 se acordó preparar el centenario de Góngora. De esta forma nació la generación del 27 vía libre a los modernistas. Las nuevas generaciones pedían paso. La poesía del sevillano Aleixandre poesía pura versos para los entendidos y las elites asume los poderes de un movimiento literario en el cual él figura. Un hombre elegante y afable valetudinario con una tuberculosis de riñón que le obligó a guardar reposo. Escribía en la cama y en el dormitorio recibía a sus amigos. Compré en la Espasa Calpe un ejemplar de “Ámbito” fui incapaz de terminarlo. Yo no entendía pero algo debería de llevar el agua cuando la bendicen. La crítica se hizo lenguas de este texto tan literario como inasequible. Su autor fue deificado por los que aseguran conocer los secretos de la poesía pura y a mí, pecador de mí, nada me decían estas líneas de trazado libre que eran una versión en literatura del arte pictórico de Picasso.

A Dámaso Alonso lo conocí en la Facultad de Filosofía y Letras, un catedrático cansado a punto de de jubilarse una caña de vino perronero en la mano. Un destino misterioso me amarró al duro banco de esa galera turquesa que es la literatura y aquel viejecito de la cara redonda metiéndose  trancazos de tintorro para conjurar su desaliento y su melancolía: carmina aurum non dabunt. Estos lingotazos hacían al catedrático que más sabía sobre literatura española un hombre simpático y locuaz que bajaba a beber con los estudiantes.

El maestro andaba muy preocupado por vender su biblioteca no sabía qué hacer con sus libros de toda la vida en los que había invertido todo su peculio — era un experto en el sublime Góngora—. Comprendí mi entelequia escrita en su pensamiento. Madrid era una ciudad poblada de un millón de cadáveres. Fue el verso del viejo profesor el mejor poema de los modernistas. Hoy sin Aleixandre, sin Lorca, sin Miguel Hernández, sin Pedro Salinas, las  cosas fueron a peor. No hay más que escuchar la verborrea de los políticos.

Ellos nos hablan desde otra galaxia. A mí por lo visto el ciprés de Belintonia sigue siendo un faro que me alumbra. Soy un poeta contra todos. La casa que estaba junto al viejo estadio Metropolitano hoy existe. Lugar afable locus amoenus por el cual seguiré hasta que Dios me llame dando vueltas. Girando y girando como un desterrado en torno a estos enclaves que guardan el secreto de mis dioses familiares. Hay ciertas zonas de Madrid como el Retiro quizás sea porque allí está el monumento al diablo que me atraen pero otras como Moncloa, Cuatro Caminos, Atocha, o la cuesta de Moyano que me atraen y esa casa que hace esquina al borde de las Facultades ejercen un influjo magnético. Quizás sea porque caminé por la existencia mirando para el imán de una estrella polar que no existe sino en mi cerebro.

Lunes, 13 de febrero de 2017

2017-02-09









JOAN MARAGALL UN CATALÁN UNIVERSAL QUE AMABA A ESPAÑA


 


Si el mon ja és tan formós, Senyor, si es mira


Amb la pau a dintre de lúll nostre


¿qé més nos podeu da en una altra vida? (si el mundo es tan hermoso, Señor, y se refleja con tu paz en nuestros ojos ¿Qué más nos darás en la otra vida?)


Son versos que reflejan el talante místico de uno de los grandes escritores catalanes de la Renaxence, de talante libertario, españolísimo, “terra lliure ( ya aseveraba Gracián de los catalanes que son el alma de Aragón, más tozudos todavía, igual que las barras que exornan su divisa, para libre Aragón). Él  llevaba el dolor de España a cuestas a través de una Cataluña a la que amaba en su idioma, en sus fueros y costumbres y en el seny de su sabiduría popular. En medio de la hispanofobia que nos desborda la catalanofobia es parte del problema.


Joan Maragall (Barcelona 1860-1911) era un españolista que quería una España regenerada en sus costumbres, en su iglesia anquilosada, que aquí los curas siempre miran para otra parte, en su parlamentarismo, huero y corrupto, no mareen sus señorías tanto la perdiz, culpable del matonismo y de la acción directa que desemboca en la Semana Trágica de 1909.


Desde tal planteamiento regeneracionista y tolstoiano que busca la estética y la armonía entre los hombres, choca con los poderes facticos constituidos en la iglesia el sector textil de la alta burguesía y los militares escribe un artículo en el “Diario de Barcelona” pidiendo la amnistía para el anarquista Ferrer. El cabecilla promotor de la Semana Trágica no fue indultado. Su artículo no fue publicado ni en Diario de Barcelona ni en la “Veu”.


Maragall un barcelonés sencillo pero que procedía de una familia poderosa fabricante de paños fue un hombre que decía la verdad, lo que le malquistó con las fuerzas vivas. Su utopía le condujo a un cierto robinsonismo. Es el precio que han de pagar los que, sintiéndose héroes, se arriesgan a pensar por su cuenta en este país.


En Castilla hubiera sido considerado un miembro de la generación del 98 — se carteó con Unamuno, polemizó con Pío Baroja, puso en berlina a Ortega y a Azorín— pero era demasiado avanzado en sus ideas para ellos y además catalán hasta las cachas sentía la terra ferma.


 Por ventura los literatos de Madrid le parecieran demasiados decadentes. Al igual que a ellos, a Joan Maragall le dolía la España ensimismada del desastre de Santiago de Cuba y de Cavite. Proponía soluciones. La iglesia le dio la espalda a este gran místico (según Corominas, el “Cant Espiritual” de acendrado espíritu evangélico, es uno de los mejores poemas que hayan sido escritos de la mano de un hombre, codeándose con el mismo Apocalipsis de san Juan). Una iglesia que a través del obispo Morgades acababa de expulsar del sacerdocio, internándole en un psiquiátrico, a Mosén Cinto Verdaguer, el autor de la Atlántida.


Se dijo que el mejor canto a España lo compuso en catalán este humilde sacerdote de Vich que había ejercido sus funciones en la marina de guerra y navegó bajo la protección del marqués de Comillas en el crucero “Furor” como capellán castrense.


El buque comandado por el capitán Villamil fue cañoneado por la escuadra del almirante Dewey a la salida de la bahía de Santiago de Cuba.


Si Verdaguer siente en lo más vivo de su patriotismo nada patriotero la tragedia de Cuba y la de Cavite mientras escribe la “Atlántida” una epopeya del Nuevo Mundo, Maragall en su Oda a España refleja este toque de atención a un gobierno de Madrid obtuso a un periodismo gritón y vociferante.


Exige nacer de nuevo, olvidarse de lo viejo para florecer en una suerte de palingenesia que una a vascos catalanes gallegos asturianos valencianos andaluces leoneses cántabros. castellanos y lusitanos. Desde Barcelona realiza la proclamación de la Gran Iberia como una amalgama de pueblos federados. Es un concepto que tuvo adeptos en eminente políticos catalanes: Cambó, Prat de la Riba, Mañé.


Madrid, siempre a lo suyo, y mirándose el ombligo, pone oídos de mercader a tales sugerencias. Frente a ellos resuena la voz del poeta henchida de cordura: “ Escucha, España, la voz de un hijo/ Que te habla en lengua catalana/ Hablo un idioma que me legó mi tierra áspera/…”


“El alma de Cataluña es adusta y clara, nos dice. En cada uno de nosotros por amor a la libertad y al individualismo reside un anarquista. Solemos reír de lo que no entendemos… el catalán siente su alma pero no siente el peso de su alma y por eso le interesa más su historia que su filosofía y ama a su lengua más que su propia historia.” Leer a este escritor barcelonés tan sencillo y tan sublime porque en toda su obra retumba la voz del pueblo resulta un bálsamo para el espíritu en este febrerillo loco 2017 cuando vuelve a la arena el miura del separatismo: el sacomano de las arcas a cargo de unos políticos desaprensivos, la tozudez de unos, el tancredismo de otros que se inhiben de saltar al ruedo y pasan la patata caliente a los jueces cuando el asunto cobra cada día peor cariz y el problema político podría radicalizarse hasta convertirse en un conflicto militar y estratégico,  parecido al de Ucrania, que podría involucrar a las grandes potencias.


Las primeras palabras que escuchó este cronista fueron en el idioma ampurdanés aquella señora ilerdense que vino refugiada a Segovia después de la batalla del Ebro. Fueron “mame” (madre) y “cadira” (silla).  Me especialicé en latín con el profesor Mariner un tarraconense catedrático de la Central y el diccionario Corominas me enseñó los secretos del castellano. Así que esta noche no puedo menos de tener un recuerdo emocionado para la señora Antonia Sabaté, para Quico, para Ramón, para la Agus y la Juani, que fue mi tata. Cataluña pues en el corazón y Maragall, Prat de la Riba, Pla, el mismo Pi i Margall son autores a los que habría que leer para conjurar el griterío de estas trifulcas que podrían desembocar en un nuevo 98 mucho más trágico que aquel en el que perdimos Cuba y Filipinas