AMILIBIA VOLANDO SOBRE
EL NIDO DEL CUCO
Paso una noche
entretenida leyendo, ávido, una de las mejores novelas publicadas en las últimas décadas “El amigo de Jack
Nicholson” donde todo es mentira empezando por la foto de la portada en que
dice estar entrevistando a Jack Nicholson y no es él sino el pobre Félix Ortega
RIP, mi predecesor en la corresponsalía en Nueva York. La foto es del querido
Juan Santiso, aquel buen gallego con el cual hicimos al alimón muchos reportajes
para SP. También falleció.
Es su foto, su nombre, su estilo, aquel pub ingles
donde nos congregábamos en la Costa Fleming The Red Lion me han hecho potar
muchas lágrimas de nostalgia. Teníamos la vida por delante. Éramos jóvenes reporteros, bebíamos como cosacos. Vivíamos
la noche de Madrid. Amores mercenarios. Todos queríamos saber inglés y ganar alguna
exclusiva. Amilibia para Pueblo y yo para SP.
Los de la calle Huertas te
mataban si hablabas mal de Emilio Romero bajo cuya tutela algunos de la
profesión tocaron el cielo con las manos.
En el año 75 todo se derrumbó. Chus Amilibia
con su gran prosa cuenta nuestra situación. Un periodista sin periódico no es
nada.
Al desmontar la prensa del Movimiento unos se suicidaron, otros cobraron
una escasa indemnización (una limosna) y otros se hicieron funcionarios.
En la Administración del
Estado les esperaba un calvario. Amilibia montó un bar en su pueblo (su personaje
Carlos Sancho pero es él ese bilbaíno que entrevistó a Jack Nicholson) se emborracharon
y se fueron de putas ¿aquí donde se folla? Preguntó el protagonista de China
Town, buena pregunta, entraron en un tablao flamenco y el americano intentó
tocarle el culo a una bailaora, el chulo se tiró a él con una navaja, pero todo
quedó en agua de borrajas. Ese es el planteamiento. El periodista sin periódico
opta por abrir un bar en la provincia de Segovia y se hace muy popular contándole
a las comadres, al lechero al electricista la vida y aventuras de aquellos
famosos que trató cuando el rey midas de la prensa del corazón se llamaba Chus Amilibia. Les pone los dientes largos con la habilidad fabuladora que le es propia.
En medio de
muchas verdades, sin embarga larga e interpola Sancho muchas mentiras.
Amilibia tiene una fantasía
prodigiosa. Es un gran fabulador. De paso cuenta su vida cuando era corresponsal
en Londres y encuentra a su mujer Sara catalana en la cama con su mejor amigo. Era
una ninfómana y no podía parar. Otra vez al regresar a su chamizo en Picadilly
está en el baño con un indio. Se divorcian y abandona el periodismo, monta ese bar que es un memorial nemotécnico dedicado a su héroe, el artista de Hollywood. Es todo un éxito
Carlos Sancho se
convierte en un tipo muy popular y Patricia que bebe los vientos por ser
artista queda. Conoce a una muchacha veinte años más joven que él. Patricia se siente fascinada por las aventuras del viejo corresponsal y sueña con un encuentro con Jack, a cambio de favores sexuales. Es una
fetichista. Oye a ver si me lo presentas.
Planean construir un museo mitómano con los
objetos que quedaron de Nicholson a su paso por España; los puros que fumaba, el
cenicero y hasta un orinal donde meaba. De paso le realiza al protagonista
unas felaciones exquisitas… Era muy buena mamándomela. El divo de Hollywood
viene a España a presentar una película.
Carlos Sancho se emborracha y trata de
entrar en la habitación donde posaba Jack pero éste había volado del nido del
cuco. Ocurre un escándalo y es detenido. El autor se las arregla
para armar después de una presentación tan brillante un nudo tan enredado con
un desenlace tan espectacular que sorprendía al más experto guionista. Sara por
fin alcanza la fama de primera actriz y rueda una película en México con Jack. Ella
le habla de su amigo en España, Carlos Sancho, y éste le llama cuando viene a Madrid pues el
personal estaba muy arisco, la queman el bar al saber que lo de la amistad era
una mentira.
La realidad y la ficción se superponen y Nicholson de paso para
Portugal, y ya un actor consagrado, le llama. Se entrevistan en el Hotel Palace.
Es todo un poderoso deus ex machina
el que Amilibia se saca de la manga en medio de tanto traqueteo sexual, tanta
felación y prosa brillante a lo largo de sus páginas para rematar su brillante
historia. Yo creo que fue el mejor potro que salió de las cuadras de Emilio
Romero. Y el único que no se calla ante el mamoneo en que devino esta profesión
a la muerte de Franco. Una panda de corruptos y de lameculos pero algunos
sobrevivieron Raúl del Pozo con su sonrisa de hiena y Perez Reverte con sus
aires de jesuitón.
Fue novicio en el tirocinio de Murcia de la Compañía de
Jesús. Se subieron al carro de los vencedores. Quedaron aparcados tipos tan
inteligente como este vasco con aires de perdedor pero que es sin duda el
mejor. Un ser impulsivo, inteligente y de gran corazón que tuvo que gemir años y años bajo el peso de la calumnia pero sobrevivió y creo que hoy escribe en La Razón una limosna como él dice.
jueves, 23 de octubre
de 2025
AMILIBIA:
EL AMIGO DE JACK NICHOLSON
O EL DRAMA DE LA TRANSICIÓN
Antonio
Parra
¡Joder
qué gran novela! ¡Virgen Santísima todo un novelón! J.M. Amilibia
ha escrito uno de esos libros definitivos que marcan hito. Son
trescientas páginas testimoniales que describen a toda una
generación. Lo esperanzados, lo ingenuos, lo maravillosos y lo
horribles que fuimos. Traza las lindes en los que se enmarca el drama
que vivimos, los sueños que nos encendieron de luz el camino, las
mujeres que amamos y desamamos, la profesión periodística que
abrazamos, las cabronadas, egoísmos y pequeñas insidias personales
y envidiejas, todo ese humo envenenado que hubo que tragar porque la
vida de un periodista en su absorción total nunca puede ser un
cuento de hadas y había que pegar el pisotón. Andábamos a la caza
del scoop
y esa exclusiva luego nos cazaría a nosotros. “El amigo de Jack
Nicholson” es la historia de un “pisotón”, aquellas
entrevistas con personalidades o famosos en los que se significaron
siempre los de Pueblo
que por una noticia mataban a su padre y que nos dejaban bocas a
todos los de la profesión. José Luis Navas se marcó otra con el
doctor Barnard aquel famoso cirujano de Ciudad del Cabo que operó el
primer transplante de corazón. Para llegar a el primero el bueno de
Navas tuvo que “ligarse” a su secretaria, y luego viajar poco
menos que de polizón en un avión que traía a Surafrica pescadores
y recorrerse en cuarenta y ocho horas doce mil kilómetros todo un
record para llegar el primero tres noches sin dormir el jet lag al
carajo a los talleres de la calle Huertas con los clichés de su
entrevista calentitos. O el Yale aquel divino cojo que se disfrazó
de enfermero y le robó al Marqués de Villaverde los carretes de la
primera operación de transplante de su propia bata blanca colgada de
un perchero en los quirófanos de La Paz. El yerno de Franco por poco
le afostia. La pela es la pela y la noticia la noticia y un scoop un
scoop. Para ser primero en dar la noticia no había que tener
escrúpulos ni miramientos familiares. En la guerra como en el amor
y en el periodismo todo vale.
-Si
me pegan un tiro en Vietnam- hizo saber hablando en alto y coram
populo en la Redacción Yale una vez antes de marcharse a la guerra-
que ese cabrón (se refería a Hermida) no escriba mi obituario.
Hablará de él.
¡Bien
conocía al pión¡ Amilibia lo saca a relucir en este libro que es
novela verité cpon trazas de pulp fiction, un canto lírico lleno de
amor y perdón al desvanecido ayer pero sin dejarse nada en el
tintero. No se trata de un ajuste de cuentas sino de contar las cosas
como son y como fueron. años muy duros desde luego aunque miradas
las cosas bajo el prisma de la nostalgia y por aquello de que todo
tiempo pasado fue mejor nos parecieron fabulosos. Lobos de la misma
camada, Amilia traza el pérfil a Ruli del Pozo también lo retrata
Chusmari -no te enfades Raúl- desenmascarando su inveterado
comunismo siempre con el poder y viva quien manda ditirambos a Ana
Botella, piropos a Zapatero, pitillos en compañía de Carrillo,
habanos con Felipe y el té con Solís, y lamerón con Fraga, al que
hacía la pelota cuando estábamos en Londres y eso de que fue
cabrero a lo Miguel Hernández es un farol. ¡Qué va! Una tía suya
se lo dijo en carta a Emilio Romero: “Le mandamos al niño unos
días a la majada con los zagales para que cambiara de aires”. La
flexibilidad de vertebras hic et nunc fue ejercicio muy redituable en
este país entre los escritores de circunstancias.
Cela
que era el más listo se hizo presidente de la Sociedad de Amigos de
Israel y lo dieron el Nobel pero Quevedo que para mí es la cumbre de
las letras castellanas y un valiente no he de callar por más que
silencio avises o amenaces miedo etc. cinco años a la sombra por
unos versos dicen en la servilleta de Felipe IV, cinco años en una
mazmorra de San Marcos, creo que es paradigma de ética e
independencia del pensamiento y ejemplo a seguir y mucho más en
medio de tanto veneno y tanta mierda como nos anega.
Amilibia
pertenece a esta casta de escritores comprometidos con la condición
humana, esa fauna, y con la belleza, que no escriben contra esto y
aquello pero que tratan de reflejar la vida como es sin dejarse nada
en el tintero y sin pelos en la lengua. Tiene el candor, la
fortaleza, la ternura y esa oralidad que caracteriza al pueblo vasco.
Vizcaino es el hierro que os encargo corto en palabras y en fechos
largo decía Tirso. Baroja era así. Un tipo taciturno pero amigable.
Se ponía a contar, sin embargo, historias y no paraba. Las novelas
las narraba al desgaire sin un plan predeterminado y un poco adonde
caiga la boina o la chapela. El ambiente que refleja El
amigo de Jack Nicholson
es como subirse abordo de una lancha y darse un paseo en barca por la
ría de Nervión o en este caso el río revuelto de Madrid c. 1977 en
adelante y bogar y bogar. Rema sin perder comba, piragüista. Ay
marinerito arria la vela que está la mar tranquila y serena. Pero
que va no hay mar panda delante de ti sino un galernazo de padre y
muy señor mío. Y noches para destetar hijos de puta que uno trata
de sobrellevar al apostadero de la barra del Gijón, un refugium
peccatorum de todos nosotros y si no hubiera sido por Fonso el
Cerillas el único que me hablaba yo me hubiera colgado ya de una
farola de Recoletos. Ese aliento terral y maligno, una vaharada de
viento solano ahíto de malos presagios, esas miradas embozadas
cargadas de odio y de revancha, esas ráfagas de amenaza y de
persecución en medio de la democracia y a gentes que no tuvimos arte
ni parte pero debió de ser muy gorda la que prepararon aquellos
cabrones del 36 pues nosotros los que quisimos ser decentes la hemos
sufrido a efecto retardado en nuestras carnes y que pagamos con una
suerte de muerte civil, si no con la vida pues no iba a ser cosa de
montar otra vez paredones pues aquí resulta que los que fusilan son
siempre los mismos pero nos metieron en el lazareto de apestados o en
el apartadero de los sospechosos, es lo que me recuerda esta novela
tan elocuente, tan entrañable y a veces tan cruda pues a lectores
poco avisados que no vivieron aquella época que fue preludio de la
que estamos viviendo les pueda parecer un panfleto, una mohatra, un
libelo que se ha sacado de la manga Chusmari no apta para paladares
delicados.
Que
no la lean entonces los cursis pues la cursilería y la ramplonería
que denuncia Almibilia constituye un poco la hola que nos invade y
cursis son la mayor parte de los libros que se publican, los relatos
que invaden las revistas de la entrepierna y el corazón en plan
hedonista de hay que ver lo bueno que lo tengo, se ve pero no se toca
pichas flojas y coños grandes enroscados a las arillas de la Gran
Sierpe infernal.
Al
que no le guste apechugar con la verdad, asumir su culpa y cargar con
todas las responsabilidades que se joda. Quod scripsi, scripsi, clamó
Pilatos. Esto va a hacer pupa en muchos mentideros y tratarán de
olvidar la obra o apartarla. Pues a aquellos que andan en la pomada
no le agrada que se les rechiste. o les recuerden ciertas cosas pero
el libro ya digo no es un memorial de agravios sino el mural de la
gran perdonanza. Mira, ese eras tú entonces. ¿Y aquel otro?
Amilibia hace limpieza de recuerdos y de cajones y se encuentra una
tarde la gran foto que le hizo Santiso a él y a Jack Nicholson
-punto de arranque del argumento- bebiendo juntos como aparecen en la
cubierta de la novela que ha sido por cierto muy bien editada por
Ensenada de Ézaro Ediciones cartoné papel letra del cuerpo 12.5,
amplio de márgenes en octavo mayor.
Para
degustarla hay que tener buen paladar. Las palabras escritas como
Dios manda no sólo son poder sino placer. Y poderoso y placentero
este libro es. A él como al que esto escribe y a otros cuantos más,
como Félix Ortega, uno de los más grandes periodistas y
corresponsales en Nueva York que acabó sus días en el gabinete de
prensa de Iberia, relegado, puteado, humillado y ofendido, oprimido
pues esta sociedad que nos ha nacido del destape y la corrupción
odia sobre todo la inteligencia y hay que hacerse pastueño y
acomodaticio para sobrevivir, y que se murió de tristeza o de asco
hace un par de años. Nadie le recuerda. Yo sí. Amilibia también
aunque de una forma tácita o implícita.
Con
su varita mágica ha hablado por todos nosotros y lo hace con la
autoridad del que puede acreditarse como el número uno en los de mi
generación. Queda también Jesús Torbado pero ¿dónde está
Torbado? Y eso es muy agradecer. No ha habido campos de concentración
cierto faltaría más en una democracia con un rey que no nos
merecemos etc blabla (Cela me decepcionó otro que tal maravilloso
escritor pero muy flexible de vértebras).
Ciertos
son los toros. Se nos ha vigilado desde arriba poniéndonos incluso
sabuesos de los servicios a los zancajos. Para después ir diciendo
por ahí que eramos unos desequilibrados mentales afligidos de manía
persecutoria, te mean en el colodro y hay que decir que llueve; te
pinchaban el teléfono y decir que esos ruidos raros del auricular
eran susurros de la línea cuando había un cabrón espiandote al
otro lado del hilo. Galileo Galilei ¿juras que la tierra es
cuadrada? Pues claro.
El
CESID de Manglano retomó las malas costumbres del SIM chequista y
los lebreles de Carrero eran hermanas de la Caridad al lado de lo que
después ha venido. Tenías que hacerte pasar por borracho como en
los tiempos de Stalin para hacerles creer que eras inofensivo. El
doctor Goebbels y Beria por desgracia han tenido muchos émulos en
estos tiempos míos. Pero ya sabíamos que esto era una democracia
vigilada y Gibraltar un problema distinto y distante que dijo el Gran
Ciprés que nos metió en la OTAN de rondón y luego la cosa no ha
servido más que para desguazar el ejército y apuntarnos a todas las
guerritas solidarias y demás. Una organización estratégica sobre
el papel que ha quedado expediente de cupo toda vez que, caído el
muro, se le privó de razón de ser aunque los rusos -y eso la
diplopía de nuestros políticos no lo ha sabido ver y entender-
sigan ahí.
No
ha habido paredones pero al pasar algunas noches tristes por
Fuencarral cabe los muros leprosos del colegio de los escolapios de
San Antón donde estaba la checa después de echar la pota ante la
misma verja del Banco de España como le ocurre al protagonista de
esta novela he escuchado los gemidos de los que iban a fusilar.
-Fulanito
de tal y tal - gritaba el carcelero un nombre rilando en un papel.
-Señor
mío Jesucristo - contestaba entre sollozos el que estaba en capilla
agarrotado de miedo y congoja en su instante final.
Estaba
claro que era un inocente pero aquí pagan siempre justos por
pecadores y fusilan siempre los mismos.
Sin
embargo, los había echados pa alante que son los de mi condición y
de Amilibia también. No nos rendimos ni entregaremos la cuchara ni
aunque nos pasen por las armas un amanecer. No estoy de acuerdo con
esa definición de winners and losers que tanto les gusta a los
norteamericanos porque aquí hasta el rabo todo es toro y al freír
será el reír. Todos somos ganadores y perdedores a la vez.
-Menganito
de tal y cual.
-Chupándomela.
¡Cobardes, asesinos! Vosotros me la peláis a cuatro manos.
Luego
se escuchaba un disparo. La alusión constante a esa mamada y al
masturbador de pilas del Gran Delegado que nos puso a nuestra
disposición es una de las técnicas narrativas sorprendentes de esta
novela donde el sexo es un lugar común pero también un símbolo
visto no desde el morbo sino desde un ángulo trágico cómico.
Encuentro muchas influencias y recursos de Trópico
de Cáncer
de Henry Miller. También pulso cinematográfico y secuencias breves
para que nunca decaiga el interés aunque a veces el hilván
narrativo se pierde y aturulla pero es la época que nos ha tocado
vivir y máxime que la historia está contada por un periodista y en
clave periodística. Sé que Amilibia escribe sus libros a barrisco y
de sopetón casi con la celeridad del rayo pues es un don que Dios le
dio sin templar gaitas. Heroes
de barro
que para mí sigue siendo otra de sus grandes novelas la escribió de
una sentada en quince días, un prodigio de inspiración que para dar
con él tendríamos que remontarnos a Lope. Pero sin retóricas. Lo
que escribe a Amilibia le sale del corazón. Es un escritor genuino.
Escritor-verdad.
No
hay que pedirle congruencia a la naturaleza. Está con Beckett, con
Pinter, Tom Wolfe, otro gran mitómano y la nueva leva de la
novelística anglosajona que se escribe al socaire o a redropelo de
Hollywood. También me ha recordado esta brillante novela, sobre todo
en el transcurso de las cien primeras páginas, el pulso creativo de
la película de Pilar Miró Gary
Cooper que estás en los cielos.
Pero yo creo que Amilibia vuela más alto. Alguien voló sobre el
nido del cuco y aquí basandose en una entrevista con una fotos del
gran Santiso, otro de los grandes de aquel diario de la calle Huertas
y cuyo archivo fotográfico puede ser uno de los mayores testimonios
de aquella época, establece el punto de partida del argumento: un
periodista relegado que abandona la profesión y monta un
chiringuito. En su bar coloca una ampliación mural y los guiris
japoneses acuden allí a que les explique su guía, Ikira, que habla
como uno de Lavapiés, las secuencias de aquel encuentro con el divo
y las incidencias de aquella noche para destetar hijos de puta y sus
giras por el Madrid la nuit Bocaccio y los garitos de la Costa
Fleming. No corran que ya no existe, nos advierte el autor. Todo
aquello que se fue para no volver.
El
retrato que hace de Jack Nicholson es fantástico y creíble. Un
auténtico stud o garañón californiano con sonrisa de Mefistófeles,
el gran donjuán que tenía que echar a las grupies de la cama en su
mansión de Beverley Hills y que pachasco en el Madrid golfo no se
come una rosa, al periodista le hace una pregunta ¿Aquí donde se
folla? Y ahí tenemos al protagonista el bueno de Carlos Sancho
corresponsal en Londres tentandose la ropa y palpándose los machos
como los primeras espadas antes de decidirse a pasear a su amigo la
estrella de la Warner Brothers y todo un león de la Metro por las
barras americanas de la carretera de Barcelona. ¿Aquí donde se
folla? Buena pregunta que resuena en todos los ámbitos - la técnica
novelística creo que se llama anagnórisis y es un recurso de los
novelistas de raza- y resonará mientras el mundo sea mundo y por
mucho que Gallardón y doña Ana Botella y otros munícipes de
estrecha bragueta pero de doble moral quieran ponerle puertas al
Campo, hasta el Valle de Josafat. Es el “voglio una donna” de
Fellini en la secuencia triunfal de una de sus películas. Un loco
subido a la copa de un árbol pegando voces diciendo que quería una
mujer amenazando con no bajar nunca si no se atendía a sus
reclamaciones. El enfermero jefe del nosocomio trae una escalera y
hace trepar por ella a una monja enana, coja y horrible, ahora verás
y el tío se calma oye. Pues Jack Nicholson igual que uno de los
pobres diablos que en Madrid, en Moscú o en Berlín y a los que los
ingleses llaman johnies que se van de putas.
Aquélla
noche de farras sella el principio de una gran amistad. El actor le
envía a Carlos Sancho todos los años por Navidad recordandole no
solamente aquella noche que se fueron de picos pardos a la Costa
Flemming sino la otra en que unos gitanos en un tablao flamenco de
Córdoba estuvieron a punto de pincharle con la poderosa pues Jack
con unas copas de mas había cometido la temeridad de tocarle el culo
a una bailaora, lo que entre la gitanería es un crimen de lesa
majestad que se paga con la muerte porque a las gitanas les está
vedado el amor libre y no pueden acostarse más que con su marido.
Contrasentidos
de nuestra existencia. Amilibia que tiene el RH como Dios manda y los
cojones en su sitio pues eso nunca les faltó a los vascos, excepto a
esa peste etarra que mata por la espalda cosa que nunca harían los
verdaderos vascos, tuvo que salir de naja de Bilbao, lo mismo que de
Córdoba con su amigo Nicholson huyendo por pies de la cabritera de
un gitano celoso. Los polimilis habían puesto precio a su cabeza a
él que es vasco de quinta generación y vasco hasta las cachas en su
manera de ser y de contar. En su compañía a uno le entran ganas de
entonar un zortzico o cantar alguna canción carlista de las viejas
como
El alcalde Aguigorriaga
el que sabía tocar el chistu tenía mucha ilustración y todo el
mundo le dice que se llama Pantaleón. La cosa tiene tres pares de
perendengues pero son contradicciones de nuestra época nada
racional.
Emilio
Romero lo acogió en su periódico donde llegó a ser con Raúl del
Pozo, José Luis Navas, Homero Valencia, Hermida, Cancio, Julio
Camarero, Pilar Narvión, El Butano más agarrao que un chotis y de
los que nunca te pagaba un café por eso es millonario claro y otros
una de las mejores plumas de aquel diario Pueblo
de feliz memoria. Yale era otra de las firma galanas. Tenía buen
bastón en el pleno sentido de la palabra. Para rematar las faenas
como queda demostrado en esta novela donde le echa una mano un amigo
por entonces no había Viagra pero se pegaban gatillazos un poco
menos que ahora eramos más jóvenes y remata la faena donoso
campeador.
El
jodío cojo otro que tal. Yale no alcanzó nunca la categoría de
caballero mutilado pues había peleado en la trinchera de los del
rabito y no en el bando vencedor me parece y el Emilio que también
llamábamos medio
pulmón
pues andaba de la caja cambios mal y algo escorado le dio un puesto
en la plantilla. En aquellos tiempos del Gran Romero no hacía falta
ejecutoria de hidalguía. No había rojos ni azules todos eramos un
todo ni vencedores ni vencidos ni winners ni losers. Bastabacon
escribir medianamente y tener buen olfato informativo..
Raza
de conquistadores la noticia en el corazón aquellos prohombres
pioneros de la información y acaso de la literatura porque han
introducido una nueva manera de contar historias, adelantados de un
mundo feliz [¡qué ironía! Huxley tenía dos copas de mas cuando
escribió A
Brave New World]
o poseídos
por
el morbo de la tinta impresa ese duende de las imprentas que ha
envenenado nuestro organismo más que el tabaco hasta morir abrazados
al tablero de nuestro ordenador ahora y antes a la “Olivetti” que
a veces emitía quejumbres de mujer en trance de parto o dulces
melodías del escritor que se sienta a hacer un ajuste de cuentas con
la vida. A veces sonaban como estruendo de ametralladora o andanadas
de un paco. La queríamos como una novia. Johny cogió su fúsil. Y
Santiso su cámara. Amilibia su ordenador. Suena el teléfono. No lo
cojáis que puede ser una noticia y entonces las noticias eran
verdaderas bombas. Algo inesperado, no como ahora donde todo se ve
venir y donde Matías Prats repite catástrofes tremebundas y
acontecimientos terribles que se escuchan como quien oye llover.
Hemos perdido un poco la inocencia. Los telediarios se parecen día
tras día como un garbanzo a otro garbanzo. No nos conmueven. Puede
que se trate de una táctica del Gran Cofrade del Ojo que todo lo ve
y la Oreja que todo lo escucha para dominación. Las masas se dominan
por el miedo y aquí la gente está crispada sí pero amedrantada. Y
no hay cojones.
El
retrato de aquella época tal como la vivimos le ha salido guay.
Mucho mejor que cuentame. Un friso perfecto pero lo que más me
admira es la valentía de Amilibia para contar el trance por los que
algunos de nosotros hubimos de pasar. Se te cerraban todas las
puertas. Palmaditas en las espaldas. Oye ¿dónde escribes? ¿adónde
estás? Un día de esto te llamo y comemos. Las editoriales te
devolvían los originales con la misma retahíla de siempre: nos ha
impresionado su novela pero sin discutir su gran valía sentimos
mucho no poder incluirla en nuestro catálogo. Una vez estuve a punto
de quemar las filacterias como ese judío de una de las novelas de
Phillip Roth sobre el judío que llega a Nueva York ciudad pagana y
le entran ganas de echar al fuego los libros santos y los paños de
oración. Una mano lo contuvo. Los profetas no se suicidan pero
mueren en el ecúleo o son crucificados también es verdad. O les
meten un tiro o les dan una paliza o le follan a la parienta o le
meten caña por todos los lados. ¿Que queréis más? ¿Darnos por
culo? Hay que seguir adelante con la cruz a cuestas aguantando la
marea o siete plantes de metralla en el cuerpo y avanzando como en la
Legión.
La
denuncia y el reto que se plantea en El Amigo de Jack Nicholson sigue
ahí: somos supervivientes de un mundo aterriza como puedas de las
Hermida Girls y de los Ansón Boys porque aquí no es sólo Polanco
el malo de la película oiga. Creo que ha habido otros peores, los
embozados de la Derechona terrible que como me decía a mí una vez
Luis Fernández Villamea prefiere entregar un hijo a dar una finca.
No es esa Derecha de Fuerza Nueva sino otra más subliminal, sutil,
la que nos puso contra las cuerdas. Del agua mansa me libre Dios.
Eran los de la palmadita en el hombro y el a ver cuando comemos oye
que por la espalda decían pobre chico, está acabado, es un
borracho. Para que te dieran un trabajo en un periódico dice
Amilibia tenías que ser una tía cachas capaz de hacerle un francés
al jefe y un griego al productor. O ser un barbilucio algo maricón.
La mamada una agnición elíptica con la que se caracteriza al pobre
Carlos Sancho, ex corresponsal en Londres, ex periodista, casi un ex
hombre como diría Gorki. Hay que ser joven, apuesto, sin un adarme
de grasa y a nosotros se nos insinuaba la panza y tener en lugar de
cabeza un cohombro, escribir mal contando lo evidente para que te
dieran la columna soñada o un cargo. Y yo añadiría el ser renegado
de tus convicciones, abjurar de tus principios más sagrados. Horcas
caudinas. Si eres un gilipollas te publicamos la novela. Si no a la
puta calle. Tiempos de la mamada y la mamandurria. El signo de la
Bestia. ¿Quién aplastará la cabeza de la Culebra? ¿Quién va a
luchar contra el poderoso Dragón? Y Lara como un gran Buda alegando
su condición de legionario y de vendedor de libros a domicilio amasó
fortuna en la Transición.
Amilibia
es rotundo y deletéreo contra todas estar lagartas que han copado el
mundo de la información. Las reinas de las mañanas. El morbo. Lo
banal, lo venusto y lo sicalíptico. “Antes teníamos la Clave
de
Balbín que era un coñazo pero por lo menos daba altura a esta
profesión”. A Brave New World. Gran Hermano nos vigila. No puedes
pensar por tu cuenta. No te es lícito. Sin embargo, aquel falangista
al que fusilaron un amanecer, grito que yo escuchara y no era
delírium tremens como me advirtió el Ruli con su “sonrisa de
hiena”-le clavaste en una frase Chus- en un velador del Gijón
pronunció una frase que se oyó como un clamor de combate.
-Chupándomela.
Es
lo que dice siempre un español cuando se enfurece. Este grito es
recurrente en la novela que trata de reflejar una época, la de la
Gran Mamada. Sólo nos queda montar un chiringuito en Villaponte,
como Carlitos Sancho o retirarse a un convento. El bar de Villaponte
es el “Beatus Ille” horaciano de qué descansada vida pero no
piensen ustedes eso. Pueblo chico infierno grande. Aquí todo se
sabe. Hasta los pedos que te tiras los escucha tu vecina. Nuestras
vidas están en escaparate. Vivimos en una sociedad transparente y de
cristal. En Villaponte que puede ser el Escorial, Villalba o
cualquiera de las ciudades dormitorio del cinturón de Madrid conoce
a Patricia una estrecha que resulta luego una cachonda mental. Le
daba morbo tocarle la entrepierna al corresponsal y hacerle una paja
por lo bajini. Luego llega a ser una gran actriz. Otro personaje
femenino Sara, la hija de casa rica y niña de familia catalana,
educada en colegio de monjas y de esas que elegían los buenos
partidos y tasaban los novios con regla de cálculo, da en ninfómana.
El protagonista encuentra a su mujer en la cama con su marido y para
colmo la madre a la que tanto venerara Carlitos resulta que era una
bollera y un día que va al cementerio a poner flores en la tumba de
su madre se encuentra allí a la que había sido su pareja durante
cuarenta años. En fin, el sexo es aquí un recurso alegórico, un
punto de referencia casi humorístico con los que el autor trata el
friso de su galería de caracteres.
Los
turistas japoneses empiezan a llegar cámara en ristre y el amo del
local Carlos Sancho a contar sus noches de farra con la Estrella de
Hollywood. Jack Nicholson que estás en los cielos. Esto es el no va
más. El juicio de valor, inapelable. Toda una novela llena de buenos
gags como les gusta a los scriptwriters de las poderosas
internacionales del cine y acción que se desarrolla con movilidad en
flahback. Encuentro, sin embargo, poco logrado y tratado sólo al
pasar la vida de Carlos en Londres pero su escapada a Hollywood donde
Jack Nicholson pone a disposición de su amigo una gran suite en su
palacio de Beverley Hills, un Rolls y una choferesa que le abanique
lo encuentro mucho más real. La segunda parte sobre todo ha sido
escrita con prisa o al menos es la impresión que me da. Pero ya digo
las cien primeras páginas son impresionantes. Oiga aquí donde se
folla. No hay policía. Latiguillos que suenan en toda la película
porque leo y parece que estoy sumido en la butaca de un cine viendo
una cinta maravillosa.
Con
respecto a la cita sobre la cautela en materia sexual creo que lo que
dijo don Camilo Alonso Vega fue: “Mi querido amigo, si no puede ser
casto sea cauto”. El contexto que se da es otro.
Por
el escenario desfilan como por el teatro de un gran guiñol los
grandes vaivodas del mundo de la información actual Polanco,
Hermida, Cebrián pero Amilibia se guarda muy mucho de citar a Ansón
que también es otro gran gurú del Establishment y un hombre muy
poderoso cerca de la Casa Real. Lo comprendo es lógico. Con los
garbanzos no se juega.
Otro
detalle que me enternece y digno de resaltar es que dedica la novela
a su mujer, Ketty Kaufmann, una gran profesional, bella mujer y la
santa que le aguanta. Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer
y si no hubiese sido por estas mujeres que han estado a nuestra vera
en medio de tiempos tan difíciles no se lo que hubiera sido de
nosotros. A mí sin mi María José y sin el Cerillas del Gijón me
hubiera colgado de una farola de Recoletos. Umbral también venera a
su mujer, España. Queridas, las otras son las ermitas. Vosotras, la
catedral. En este caso creo que falla la creencia de que las mujeres
no tienen bandera y orillan a los perdedores. Éstas no; todo unas
heroínas manteniendose a nuestra vera cuando vinieron mal dadas. No
creo que se pueda achacar a Amilibia de misoginia. Lo que denuncia él
es el gran puterío que se ha montado durante la Transición. El
puterío mental. No el físico `porque aquí cada uno estornuda como
Dios le ayuda. Este puterío es mímico del culto al dinero y la gran
crueldad, la violencia deshumanizada que nos circunda.
Considero
que el feminismo torcaz y procaz es una forma de terrorismo
psicológico que trata de capar al macho, desplazarlo del poder,
quemar las naves, hacer harakiri, rendir culto a la muerte, lo mismo
que el uranismo. ¿Qué creéis que a estos mamones les importa un
comino la violencia de género que denuncian cada dos por tres? They
thrive on it. Es el nido donde incuba la Serpiente.
Amilibia
puso el dedo en la llaga. Gracias, hermano. Y a ti Ketty al año que
viene en Jerusalén. Siempre fui amigo del pueblo elegido aunque
nunca me las di de sionista. Israel, la tierra prometida, prefiero
fundarlo en mi corazón. No en un espacio físico. Y Dios ayudará.
Me llena de esperanza que se publiquen libros como El Amigo de Jack
Nicholson aunque sea por editoriales minoritarias. Nunca puede ser
más negro el cuervo que las alas reza un adagio ruso. Y siempre que
llueve escampa decimos por aquí.