Los ojos tengo de garza
el cuello de esparavel
las teticas agudicas
que el brial quieren romper
y no te digo nada
cómo es lo que no se ve
Los ojos tengo de garza
el cuello de esparavel
las teticas agudicas
que el brial quieren romper
y no te digo nada
cómo es lo que no se ve
UVAS MUJERES Y MULAS LAS VALENCIANAS
Vengo empapado de españolidad, de vino de Monovar, seducido
por el sol levantino. Uvas, mulas y hembras las de Valencia. Están echando
España al “carrer” los políticos y por eso digome yo desesperado hermano breve
que la vida es breve. Tiempo de luz y olas, olas de Altea la gentil, recorro
las tierras donde fue mercenario el Cid. Difícil tarea tiene al intentar acabar
lo que ha costado construir en doce siglos pero las cepas ubérrima de la patria
siguen regalándonos con el divino néctar que tanto consolaba como a mí al
triste Ovidio. Me gusta la lengua valenciana pues en ella están escritos los
versos de Ausías March y el mallorquín de Lulio. Una pena que el catalán con
sus diferencias dialectales no se enseñe en las escuelas y se haya hecho
trinchera política donde sonaran los clarines de guerra por un idioma de
construcción latina y una prosodia diáfana – es un vaso de agua decía Pemán del
catalán y el portugués todo lo contrario al entregarse a una prosodia turbia
que nos cuesta seguir a los castellanos aunque el lusitano escrito se entienda
de corrido- pero las barras de Aragón siempre pusieron un contrapeso a los
cárdenos lábaros castellanos. Cuando entras en un pueblo de la meseta te da la
sensación de vagar por una aldea que está de luto o se encuentra habitado por
fantasmas. En Castellón, en Alicante, el humor es más contenido pero todo lo
celebran con pólvora. De Valencia nos llegaban los buenos tomates, la
tonificante horchata, el arroz y las mulas cerriles de Portaceli altas de
brema, cañilavadas, cascaveleras, buenos ancares y largas de borrén. Parecían
caballos.
Eran mulas closas que traían los tratantes de Onteniente
aptas para la recua y para embastar sobre su lomo aquellos cañones Schneider
que utilizaba la artillería española de montaña. Muy sufrida y que toleraba ser
maneada en una era, capaces de resistir el hambre y la sed y alimentarse dos
días con un puñado de granzas o un par de matas de armuelle. Había que andarse
con cuidado pues tenían fama de mohínas y de falsas. Una mula valenciana puede
cocearte cuando menos te lo esperas. Durante la edad media eran el transporte de
los frailes y de los obispos. Estos las aparejaban con mantas de púrpura o con
gualdrapas negras para ir a los entierros. Trotaban de convento en convento
siendo estas garbosas mulas valencianas el blanco de deseos de los acemileros
de todo el país y testigos mudos de los deliquios y debilidades de sus dueños
que aun habiendo profesado en religión no dejaban quietas a las mujeres que les
salían al paso o eran en detrimento de cogulla y corona grandísimos borrachos.
Vino de un año con el que me apaño y si tiene dos mucho mejor y puerco fresco y
vino nuevo cristianillos al cementerio. Es que el jalufo y el mosto nuevo les
hacían daño a los cristianos viejos. Al vino por el color. Al pan por el olor y
a las mujeres por el amor. Sobre el pepino, vino y a las brevas una cantara
bebas. No sé si será verdad pero es que probé cerca de Orihuela una vino de 18
grados que me recordaba el que vertían las canillas de las cubas de mi abuelo.
Me llené de báquicos entusiasmos. In vino veritas. Beber con medida alegra y alarga
la vida pero yo bebo como un inglés. El que bebe mucho anda siempre pachucho.
Tampoco es mentira. El que se entrega a la bebida enemigo es de la vida, lo que
no deja de parecerme un contrasentido porque vitis es lo mismo que vida. De
regreso a casa, mi señora que me vino dando la vara por el camino que por aquí
que por acá- paramos en Almansa para admirar el hermoso castillo pero por
Chinchilla pasamos de largo, me asustaba el encartado penal roquero donde
penaron tantos pobrecitos- abro la Guía de Pecadores y estudio un sermón que
predicó en Lisboa ante el rey Felipe II el cual informa en una carta a su hija
Isabel Clara Eugenia que encontró al dominico feo y sin dentadura. Desdentado y
la boca hecha una cueva pero como escribía aquel hombre. Es un clavijero de la
lengua castellana y con ese libro en la mano entro en el valle de los adioses
muy consolado por Morfeo. Mañana será otro día. Miraré al mundo con ojos
levantinos. Ex oriente lux