BICENTENARIO DOSTOYEVSKI “POBRES GENTES”
Vuelvo sobre mis pasos la lectura de Dostoyevski es premiosa,
requiere hermeneutas. A mayor abundamiento en “Pobres Gentes” se refleja el
alma con sus manías con sus angustias del lector. Él hace de guía espiritual.
En el fondo el autor de las “Noches
Blancas” es un “staretz” monacal.
En sus páginas yo veo por mi parte retazos de mis
adolescencias: el amor por los libros, los engolondrinamientos platónicos repentinos
la disociación o hiato entre lo subjetivo y lo objetivo. Dostoievski es una
escuela de visionarios del cristianismo por eso sea hoy acaso un autor descatalogado
y prohibido, se mofa de los judíos, combate la usura y refleja en este libro
sobre todo la pobreza y la escualidez de su juventud en Petersburgo: el hambre,
la desnudez, las patronas despiadadas de las casas a pupilo, las escasas
prestameras de un profesor particular se dan clases de latín y de francés.
Don Fedor pasea al lector por el malecón del Neva donde
siente ideas suicidas, lo lleva hasta los puestos de libros de Gostini Dvor que
es una especie de Cuesta de Moyano o de Portobello Road donde se adquieren toda
clase de libros de segunda manos.
Ana Fedorovna la heroína
regatea las obras de Pushkin. El librero de lance se las rebaja a dos rublos un
regalo.
El viejo Pokrovski un lector empedernido se enamora de Bárbara Alexeivna pero no pasa nada no
habrá contacto sexual sólo cartitas y miradas y suspiros de balcón a balcón. Dostoievski
es el más casto de los literatos rusos. Epilépticamente casto obsesivo y
convulsivo. Traza caracteres en los cuales nos vemos reflejados muchos de sus
lectores hasta el aburrimiento. A veces sorprende porque sus protagonistas
sacan los pies de las alforjas pegan un respingo y se transforman en maniáticos
sexuales o en odaliscas ninfomaníacas ávidas de ver mundo y conocer gentes que
es lo mismo que conocer hombres. Estas constantes visitas a Gostini Dvor pueden
avisarnos de que Pokrovski se vuelve majara. El afán de acaparar y de
coleccionar volúmenes deviene en síndrome de Diógenes. La cupiditas sapiendi refleja el afán de conocimiento es un vicio que
nos puede llevar al suicidio. Todo conocimiento implica dolor. Mejor no saber,
andar ajeno a las preocupaciones y no torturarse las cabeza con escrúpulos
místicos, la derivada de la bibliomanía se da de bruces contra el callejón sis
salida del alcohol.
Los grandes lectores y los apasionados autores se dan a la
bebida precisamente por eso porque no hay solución. El viejo Pokrovski aquel
solterón que se entrega a la bebida; daba clase particulares a las señoritas de
la alta sociedad peterburguesa ( y c h i
t e l i) muere sepultado en el almacén de su biblioteca. Bárbara Alexeievna le cuenta esta historia a su
vecino Makar Alexeivich que se enamora de ella y en las cartas la llama mi “palomita”.
“Pobres gentes” es novela epistolar un tanto embarullada y sujeta a
las contradicciones de su autor que no es un novelista convencional que busque
la perfección. Al contrario, parece adoptar el desaliño como fuerza convincente
de su narración