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Mi general:
Me ha gustado mucho su carta publicada en la Tercera de ABC el sábado 17 de julio del corriente en el cual anuncia que la División Azul tendrá una sección en el Museo del Ejército que se va a instalar en el Alcázar de Toledo, así como el relato que nos ofrece acerca de la participación de su padre y de dos tíos suyos, los cuales [estos últimos] cayeron en el Frente del Este, demostrando el valor y el espíritu de sacrificio (¿inútil?) de nuestros sorches en aquellos combates de una guerra de exterminio que llegó a revestir caracteres apocalípticos de auténtica hecatombe.
Como estudioso del tema y amigo del pueblo ruso, sobre todo de su religión ortodoxa, que es el cristianismo en estado puro, después de rezar un responso por los que sucumbieron, por los dos bandos, sobre todo en las trincheras del cerco a Leningrado – slaba y pokoi, gloria a los héroes y descanso eterno- quisiera realizar algunas puntualizaciones al referente. Pues como bien dice usía: nuestros divisionarios fueron a luchar por la defensa de una civilización y allí no encontraron a comunistas con rabo, COMO SE LES DIJO O CREÍAN, sino gente normal y sencilla, que padecía los estertores de una guerra que había sido decretada por las fuerzas oscuras.
¿Quién denunció el pacto Molotov-Ribbentrop? ¿Cómo se le ocurrió al Führer la locura de invadir un territorio tan vasto como la URSS ignorando que Stalin iba a contar con el respaldo financiero de los banqueros suizos y norteamericanos, los cuales habían articulado ya de antemano su Wehrmacht y construido las famosas Autobahn, armando a Alemania hasta los dientes?
Stalin contó con otros aliados formidables: los popes. Ellos fueron determinantes porque apelaron al sentimiento patriótico de fuertes imbricaciones cristianas contra el invasor alemán, hereje y protestante. Mucho más que los comisarios, casi todos de origen judío que impedían retroceder a sus hombres a punta de pistola y a base de vodka en medio del fango de la “rasputitsa” o deshielo, los calores del “leto” o caluroso verano ruso infestado de mosquitos o los 40 bajo cero en Novgorod o el Lago Ilmen. Iban a por los rojos pero sólo encontraron “babuskas”, viudas y madres de combatientes, ancianos y algunas mozas a las que llamaban “pañienki”. No estaban aun en Rusia. Estaban en Polonia y al Voljov lo llamaban Volchó castellanizando la pronunciacjón alemana del fonema eslavo “ja”. Algunos no sabían ni donde estaban ni qué había venido a hacer allí..
Acabo de publicar un libro “Franco y Sefarad un amor secreto” en el cual cuento, rastreando entre los papeles de algunos escritores y periodistas – la Blau tuvo un glorioso plantel de literatos eximios, algunos conocidos como Dionisio Ridruejo y otros obviados y descatalogados como Rodrigo Royo y Tomás Salvador, éste último uno de los mayores novelistas del siglo XX, culpable tan sólo de su amor a España y de su falangismo- cómo aquellos guripas nuestros se jugaron la vida ayudando a los judíos perseguidos y confraternizando con la población ocupada. Muchas de las chicas con las cuales salían a bailar eran miembros de la resistencia.
En conjunto, y personalmente fue un derroche de agallas lo que hicieron aquellos cerca de 18.000 mozos españoles que combatieron en la estepa teniendo un cupo de bajas importantes, cerca de cinco mil y muchísimos heridos. Militarmente- los generales alemanes tenían sus prevenciones ante la operación Barba Roja decretada por Hitler en un blitzkrieg al principio despampanante pero luego Rusia sería el campo de Agramante donde sucumbirían las divisiones motorizadas de la invencible Wehrmacht-, la Azul fue un desastre, pero su sacrificio no fue inútil porque evitaron y -ello formó parte de la fría estrategia del general Franco- que los panzer germanos entrasen en la península ibérica.
Generacionalmente, nunca tuvimos un cupo mejor de sangre joven española. Como su padre y el mío y otros, los que volvieron y los que no regresaron, quedando sepultados en los bosques y los pole en tumbas anónimas de la estepa, a la sombra de cruces de abedul. Lo que relata usía sobre la acogida que tuvieron entre la población de las aldeas donde operaron las unidades en que estaba encuadrados los caídos de su familia me emociona pero no me sorprende.
El pueblo ruso es un pueblo sorprendente: cristoforo y mesiánico que ha ido por la historia con la cruz a cuestas. Es el pueblo del perdón cristiano y la resurrección, justamente lo que nos falta en nuestra católica España, donde afloran las mismas amenazas de cuando entonces y males idénticos (el separatismo, la fractura de la unidad nacional, la procacidad, la estupidez programada de nuestros medios de comunicación, el egoísmo de las derechas y el odio de las izquierdas a nuestra historia común que es la de España, contada muy sagaz y torticeramente por profesores anglosajones muy cizañerosnnnnnnnnn nnnnnnnnnnnnnnnnnn) que llevaron a su padre y al mío a empuñar las armas. Por otro lado, nuestra mentalidad, nuestra literatura y nuestra visión del mundo a vueltas con la utopía- en Rusia uno de los pueblos más instruidos se sigue leyendo al Quijote- nos acerca a estos grandes eslavos.
Sin embargo, nuestros medios de comunicación, nuestras teles y nuestras radios, en manos de los herederos de aquellos odiosos comisarios estalinistas que no hacían prisioneros y fusilaban a llos rehenes, porque el marxismo hoy en España se ha hecho de guante blanco y tiene cuentas bancarias en Wall street y en Suiza- son todos ellos rusófobos.
Todos nos hemos vuelto yanquis en este país obviando la voladura del Maine y el apoyo que prestan los americanos a la segregación de las Vascongadas, Cataluña y Galicia. Nuestros intereses no son confluentes, no están en colusión sino en colisión con los de la gran potencia.
Se denuesta a Rusia mientras los nuevos españoles cantan el God bless America y luego se suben en el cuatro ruedas, se compran segundas viviendas, hacemos mangas y capirotes de la crisis y estamos viviendo por cima de nuestras posibilidades. Y parece que suena todavía el grito irresponsable de Ramón Serrano Suñer, que decía lo que sabía pero no sabía lo que decía, de Rusia es culpable. Es posible que la URSS fuera en parte culpable pero había otros culpables que desencadenaron el arroyo de sangre de nuestra guerra civil. Una inquina y una antipatía que parece que profesaban sus padres tambien hispanófobos y rojos perdidos.
En esas seguimos. En la ignorancia de lo que pasa en el mundo. No saben algunos donde tiene la mano derecha y usted, como militar, bien conoce que un buen servicio de información estratégico, evita muertes y ahorra sacrificios inútiles. Aunque por desgracias las guerras suelen ser una gran ceremonia de la confusión en las que se desencadenan hecatombes.
Aquí la gente tiene la manía de cambiar de chaqueta con pasmosa alacridad.
En cuanto a la decisión de la ministra doña Carmen Chacón de dedicar un sector del museo del ejercito no es más que el parto de los montes. En el antiguo museo del ejercito de Madrid se guardaban muchos objetos, armamento, indumentaria de la División Azul. Que nos venga esta señora con alharacas. Parierunt montes raquiticus mus. Por lo demás, reitero la impresión de agrado que me ha causado su carta. Excuse, mi general, estas puntualizaciones de un humilde periodista. A sus ordenes.
19/07/2010