2011-04-27
2011-04-25
2011-04-19
se casa el principe y voy a Buckinhham Palace a por tabaco
PEDIR TABACO A LA REINA
Publicado en la voz de Alerta y la nueva España 20 de julio 1982
Ese gran escritor ovetense que es cándido al que es de recibo leer todas las mañanas en ABC como los lectores españoles nuestros tatarabuelo leyeron a clarín en el Solfeo o en la correspondencia en su día ha escrito un magnifico palique acerca del individuo que días atrás en Londres logró burlar la vigilancia de palacio y adentrarse en los aposentos de la reina. El dedicado columnista realiza un sutil encaje de bolillos imaginativo tratando de explicar el caso por chicuelinas y remoquetes bien lucidos con aditamentos de la mitología. Porque mitológico es el suceso. Una proeza así sólo puede ser llevada a cabo por un Palmerín o un Caballero del Lago. Esto parece un lance de libro de caballerías. Alguien que esté loco de remate – esto sólo puede hacerlo un inglés- es capaz de irle a pedir fuego a la reina cuando duerme en su cámara regia. Historias así sólo pueden suceder en Londres. Esta es una dellas.
El míster en cuestión se llama Fagan. Hasta procede el apellido. Fagan de fag que en slang significa cigarrillo o tagarnina. Los pilluelos londinenses a veces se acercaban al viandante:
- Got a fag, mate
Y es justamente lo que le pidió el sujeto a Isabel II. La reina come y duerme sola. El príncipe consorte utiliza otro dormitorio. Es posible que hasta la egregia persona necesitaba un poco de compañía en una calurosa noche del farragosto londinense cuando sube una niebla sofocante de las riberas del Támesis. A la señora que tiene que tomarse pastillas para conciliar el sueño por poco la entra un soponcio al ver al intruso. Ya estaba en los brazos de Morfeo cuando zas allí aparece el bueno de Fagan. No era el mayordomo ni el carpintero pero actuaba con una naturalidad sorprendente y de seguro que conocía la casa.
En estas noches de julio la ciudad es un horno auque yo tuve en mis digs la estufa encendida en pleno agosto un año que hubo muchas galernas. Sin embargo, en Inglaterra las viviendas no suelen gozar de aire acondicionado. Ni la calefacción central. Los británicos son renuentes a estos artilugios y prefieren el fresh air por eso el sitio donde yo he pasado más frío en mi vida fue durante aquellos inviernos en el Yorkshire, madre mía qué heladas y las casas tienen paredes endebles. No están preparadas para el invierno. No suele haber contraventanas ni persianas por lo que muchas residencias parecen escaparates. EL inglés es algo exhibicionista y hasta diríase que le gustan que le miren los pasantes cuando se encuentra en su hogar. Su casa es su castillo pero transparente. También les gusta alzar las ventanas que allí llaman francesa y cuyos batientes no son de tirar ni tienen pestillos ni fallebas, sencillamente se alzan sobre un montante y lo más probable que la reina de Inglaterra tuviera las de su alcoba abiertas para dejar pasar un poco de fresh air y por allí se coló el ladrón de la intimidad regia. No sé lo que habrá ocurrido ahora con la nueva arquitectura de los llamados edificios inteligentes totalmente aislados del exterior pero entonces esta política de ventanas abiertas en las caldas noches veraniegas era una invitación a los cacos. Otro elemento: las cortinas. Suelen ser de nylon blanco y se mueven onduladas por las ráfagas de viento por lo que en muchos dormitorios donde me acosté en las Islas yo creí ver fantasmas durante las sesiones de cine de la sábana blanca. De todas formas a los fantasmas ingleses les suele gustar el buen tiempo. Aparecen por primavera. Por ejemplo el monstruo del Lago Ness y las serpientes de verano. Hay castillos que incluso tienen guías especiales para mostrar las casas con fantasma a los turistas. No son como las brujas de mi pueblo. En Puente Perin las brujas celebraban sus aquelarres por Nochebuena y las ánimas se aparecían a los viandantes a partir de la noche de san Andrés.
Lo más probable es que Fagan, el hombre invisible, el pimpinela escarlata nuevo diablo cojuelo saltando a la pata coja por los tejados de Buckingham Palace y bajando por las chimeneas entrara en la augusta morada a favor de la noche. De todas suertes esta es una historia confusa llena de misterio digna de la labia de una ágata Christie. Con su plot, su alibi sus coartadas y todo. A los lectores ingleses que tienen mucha concha y bastante recamara en las historias de intriga y de judanit se les puede contar una historia al revés. Luego el lector por su cuenta ata cabos pero aquí las cosas al parecer carecen de títere con cabeza. El fog londinense es imprescindible en esta clase de lances. El fog de Fagan. No estamos ante un mundo lógico de claridades meridianas y mediterráneas sino de una visión tamizada por el proverbial haze policiaco en el que todo puede ser y no ser a la vez. Hasta es posible que Su alteza doña elisabeth le invitase al intruso a una taza de té. A los ingleses les gusta mirar al mundo a través de la niebla por eso son tan amantes de los fantasmas. Su lógica nop es nuestra lógica. Hasta hace poco medían la distancia en yardas y en pulgadas y el sistema métrico decimal no se implantó hasta el primero enero de 1973 que yo estaba allí para contarlo aquella mañana gris de año nuevo con bastante resaca.
De esta forma, nebulosos fueron los partes de guerra en la crisis de Malvinas. The British They are masters of desguise y expertos en el difícil arte de la propaganda. Por eso tienen al pueblo tan dominado. Nada tenías de peculiar que este Fagan del que poco sabemos quien es se haya enamorado platónicamente eso sí de su Reina. Sé preparó para su aventura varios meses, estudió el territorio, examinó mapas, consultó distancias, compulsó los turnos de guardia y los relevos. Su sueño era ver dormir a la augusta emperatriz de los ingleses y llegó hasta el tálamo. Las gacetillas evitan todo lo morboso. El Fagan no quería dormir con la reina sino ver como era en su medio natural porque las reinas también duermen y fuman y tienen que ir al baño y lo demás. ¿Un exhibicionista? Puede ser. But he was caught in the act por la guardia real y seguramente lo llevaron al cuartelillo por las orejas. ¿Un espía de los rusos? Tampoco se descarta. La morbidez y la discreción han tenido que entablar en Fleet Street un reñido encuentro para dar de lado detalles morbosos de tan paradójica situación. ¿Cómo se acuesta Isabel en enaguas, en picardías o en camisón sin sostén o con sostén y de que color eran las bragas? Dicen que color púrpura que es el color de la realeza y taparía sus vergüenzas con un taparrabos de armiño pues a lo mejor. También puede ser que Michael Fagan no sea más que un invento de la prensa para echar una cortina de humo, un tupido velo para distraer la atención del gran publico de la engorrosa cuestión de Malvinas que el personal no consulte la lista de bajas y que la Thatcher adarga en ristre y todos los portamisiles a bordo de la Home Fleet se ponga las bragas de hierro y les de a los argentinos de Galtieri una buena paliza. Una maniobra de distracción pues dicen que el gobierno de la Dama de Acero está a punto de caer. Y otra cuestión. La minuta y los haberes reales. Los ingleses se sienten muy monárquicos y consideran que para mantener la institución monárquica en condiciones hay que subirles el sueldo a los royals. De cualquier forma son maestros del disimulo estos ingleses. No sueltan prenda. Por lo pronto su graciosa majestad y persona tiene un Romeo que acude a la cita del jardin de buckingham con escala. ¿Será un amor de verano? ¿Un flirt? A la reina no se la conocen avatares y liviandades de ese calibre. Es una señorea muy seria a la que no le gustan los chistes verdes pero le pide que le cuente el príncipe de Edimburgo cómo anda de su estreñimiento. Pero esta es una extraña historia con final feliz. En otra parte el merodeador hubiera sido cosido a tiros por los escoltas pero estamos en GB y se le detuvo con mucha educación, le fueron leídos sus derechos y se le acusó de trespassing o allanamiento de morada. Un alabardero le dio un cigarrito marca capstan los que fuma la soberna y otro le invitó durante el interrogatorio a una taza de té. Menos no podía ser.
- ¿No tendrá un cigarrillo Majestad?
- No en este instante pero aguarde a ver si le quedan a la camarera.
Y de esa manera salió del dormitorio y avisó a seguridad. La reina saltó en camisón, se puso las zapatillas y fue a avisar. La señorita de compañía dormitaba ante una taza enorme de té.
- Espabile que tenemos visita, Maundy.
- ¿Audiencia a estas horas majestad? ¿? Nos han hundido algún submarino nuestro esos malditos argentinos?
El Bobby que guarda la puerta de la cámara regia tampoco se había enterado y se había quedado dormido sobre sus enormes zapatones de policía británico proverbiales por su tamaño. Dicen que la reina y la Dama de hierro no se pueden ver pero estas historias sirven para aliviar tensiones nacionales. En Inglaterra las grandes crisis suelen ser tormentas en una taza de té nada más. Y este aire deportivo que se da allí a la política a mí me da envidia. Para mi patria la quisiera. Cuentan que Mr Fagan salió de palacio fumándose un cigarrillo. En libertad con cargos. Las crónicas no refieren nada más.
25/06/07 1:47
Publicado en la voz de Alerta y la nueva España 20 de julio 1982
Ese gran escritor ovetense que es cándido al que es de recibo leer todas las mañanas en ABC como los lectores españoles nuestros tatarabuelo leyeron a clarín en el Solfeo o en la correspondencia en su día ha escrito un magnifico palique acerca del individuo que días atrás en Londres logró burlar la vigilancia de palacio y adentrarse en los aposentos de la reina. El dedicado columnista realiza un sutil encaje de bolillos imaginativo tratando de explicar el caso por chicuelinas y remoquetes bien lucidos con aditamentos de la mitología. Porque mitológico es el suceso. Una proeza así sólo puede ser llevada a cabo por un Palmerín o un Caballero del Lago. Esto parece un lance de libro de caballerías. Alguien que esté loco de remate – esto sólo puede hacerlo un inglés- es capaz de irle a pedir fuego a la reina cuando duerme en su cámara regia. Historias así sólo pueden suceder en Londres. Esta es una dellas.
El míster en cuestión se llama Fagan. Hasta procede el apellido. Fagan de fag que en slang significa cigarrillo o tagarnina. Los pilluelos londinenses a veces se acercaban al viandante:
- Got a fag, mate
Y es justamente lo que le pidió el sujeto a Isabel II. La reina come y duerme sola. El príncipe consorte utiliza otro dormitorio. Es posible que hasta la egregia persona necesitaba un poco de compañía en una calurosa noche del farragosto londinense cuando sube una niebla sofocante de las riberas del Támesis. A la señora que tiene que tomarse pastillas para conciliar el sueño por poco la entra un soponcio al ver al intruso. Ya estaba en los brazos de Morfeo cuando zas allí aparece el bueno de Fagan. No era el mayordomo ni el carpintero pero actuaba con una naturalidad sorprendente y de seguro que conocía la casa.
En estas noches de julio la ciudad es un horno auque yo tuve en mis digs la estufa encendida en pleno agosto un año que hubo muchas galernas. Sin embargo, en Inglaterra las viviendas no suelen gozar de aire acondicionado. Ni la calefacción central. Los británicos son renuentes a estos artilugios y prefieren el fresh air por eso el sitio donde yo he pasado más frío en mi vida fue durante aquellos inviernos en el Yorkshire, madre mía qué heladas y las casas tienen paredes endebles. No están preparadas para el invierno. No suele haber contraventanas ni persianas por lo que muchas residencias parecen escaparates. EL inglés es algo exhibicionista y hasta diríase que le gustan que le miren los pasantes cuando se encuentra en su hogar. Su casa es su castillo pero transparente. También les gusta alzar las ventanas que allí llaman francesa y cuyos batientes no son de tirar ni tienen pestillos ni fallebas, sencillamente se alzan sobre un montante y lo más probable que la reina de Inglaterra tuviera las de su alcoba abiertas para dejar pasar un poco de fresh air y por allí se coló el ladrón de la intimidad regia. No sé lo que habrá ocurrido ahora con la nueva arquitectura de los llamados edificios inteligentes totalmente aislados del exterior pero entonces esta política de ventanas abiertas en las caldas noches veraniegas era una invitación a los cacos. Otro elemento: las cortinas. Suelen ser de nylon blanco y se mueven onduladas por las ráfagas de viento por lo que en muchos dormitorios donde me acosté en las Islas yo creí ver fantasmas durante las sesiones de cine de la sábana blanca. De todas formas a los fantasmas ingleses les suele gustar el buen tiempo. Aparecen por primavera. Por ejemplo el monstruo del Lago Ness y las serpientes de verano. Hay castillos que incluso tienen guías especiales para mostrar las casas con fantasma a los turistas. No son como las brujas de mi pueblo. En Puente Perin las brujas celebraban sus aquelarres por Nochebuena y las ánimas se aparecían a los viandantes a partir de la noche de san Andrés.
Lo más probable es que Fagan, el hombre invisible, el pimpinela escarlata nuevo diablo cojuelo saltando a la pata coja por los tejados de Buckingham Palace y bajando por las chimeneas entrara en la augusta morada a favor de la noche. De todas suertes esta es una historia confusa llena de misterio digna de la labia de una ágata Christie. Con su plot, su alibi sus coartadas y todo. A los lectores ingleses que tienen mucha concha y bastante recamara en las historias de intriga y de judanit se les puede contar una historia al revés. Luego el lector por su cuenta ata cabos pero aquí las cosas al parecer carecen de títere con cabeza. El fog londinense es imprescindible en esta clase de lances. El fog de Fagan. No estamos ante un mundo lógico de claridades meridianas y mediterráneas sino de una visión tamizada por el proverbial haze policiaco en el que todo puede ser y no ser a la vez. Hasta es posible que Su alteza doña elisabeth le invitase al intruso a una taza de té. A los ingleses les gusta mirar al mundo a través de la niebla por eso son tan amantes de los fantasmas. Su lógica nop es nuestra lógica. Hasta hace poco medían la distancia en yardas y en pulgadas y el sistema métrico decimal no se implantó hasta el primero enero de 1973 que yo estaba allí para contarlo aquella mañana gris de año nuevo con bastante resaca.
De esta forma, nebulosos fueron los partes de guerra en la crisis de Malvinas. The British They are masters of desguise y expertos en el difícil arte de la propaganda. Por eso tienen al pueblo tan dominado. Nada tenías de peculiar que este Fagan del que poco sabemos quien es se haya enamorado platónicamente eso sí de su Reina. Sé preparó para su aventura varios meses, estudió el territorio, examinó mapas, consultó distancias, compulsó los turnos de guardia y los relevos. Su sueño era ver dormir a la augusta emperatriz de los ingleses y llegó hasta el tálamo. Las gacetillas evitan todo lo morboso. El Fagan no quería dormir con la reina sino ver como era en su medio natural porque las reinas también duermen y fuman y tienen que ir al baño y lo demás. ¿Un exhibicionista? Puede ser. But he was caught in the act por la guardia real y seguramente lo llevaron al cuartelillo por las orejas. ¿Un espía de los rusos? Tampoco se descarta. La morbidez y la discreción han tenido que entablar en Fleet Street un reñido encuentro para dar de lado detalles morbosos de tan paradójica situación. ¿Cómo se acuesta Isabel en enaguas, en picardías o en camisón sin sostén o con sostén y de que color eran las bragas? Dicen que color púrpura que es el color de la realeza y taparía sus vergüenzas con un taparrabos de armiño pues a lo mejor. También puede ser que Michael Fagan no sea más que un invento de la prensa para echar una cortina de humo, un tupido velo para distraer la atención del gran publico de la engorrosa cuestión de Malvinas que el personal no consulte la lista de bajas y que la Thatcher adarga en ristre y todos los portamisiles a bordo de la Home Fleet se ponga las bragas de hierro y les de a los argentinos de Galtieri una buena paliza. Una maniobra de distracción pues dicen que el gobierno de la Dama de Acero está a punto de caer. Y otra cuestión. La minuta y los haberes reales. Los ingleses se sienten muy monárquicos y consideran que para mantener la institución monárquica en condiciones hay que subirles el sueldo a los royals. De cualquier forma son maestros del disimulo estos ingleses. No sueltan prenda. Por lo pronto su graciosa majestad y persona tiene un Romeo que acude a la cita del jardin de buckingham con escala. ¿Será un amor de verano? ¿Un flirt? A la reina no se la conocen avatares y liviandades de ese calibre. Es una señorea muy seria a la que no le gustan los chistes verdes pero le pide que le cuente el príncipe de Edimburgo cómo anda de su estreñimiento. Pero esta es una extraña historia con final feliz. En otra parte el merodeador hubiera sido cosido a tiros por los escoltas pero estamos en GB y se le detuvo con mucha educación, le fueron leídos sus derechos y se le acusó de trespassing o allanamiento de morada. Un alabardero le dio un cigarrito marca capstan los que fuma la soberna y otro le invitó durante el interrogatorio a una taza de té. Menos no podía ser.
- ¿No tendrá un cigarrillo Majestad?
- No en este instante pero aguarde a ver si le quedan a la camarera.
Y de esa manera salió del dormitorio y avisó a seguridad. La reina saltó en camisón, se puso las zapatillas y fue a avisar. La señorita de compañía dormitaba ante una taza enorme de té.
- Espabile que tenemos visita, Maundy.
- ¿Audiencia a estas horas majestad? ¿? Nos han hundido algún submarino nuestro esos malditos argentinos?
El Bobby que guarda la puerta de la cámara regia tampoco se había enterado y se había quedado dormido sobre sus enormes zapatones de policía británico proverbiales por su tamaño. Dicen que la reina y la Dama de hierro no se pueden ver pero estas historias sirven para aliviar tensiones nacionales. En Inglaterra las grandes crisis suelen ser tormentas en una taza de té nada más. Y este aire deportivo que se da allí a la política a mí me da envidia. Para mi patria la quisiera. Cuentan que Mr Fagan salió de palacio fumándose un cigarrillo. En libertad con cargos. Las crónicas no refieren nada más.
25/06/07 1:47
THE DEVIL IN HOLY WEEK (cuento semasantero en inglés)
A nightmare in Holy Thursday
My friend Empires was a man of many lectures and adventures a great reader, in his young days, he came across of a big short story by the Asturian writer Leopold Alas Clarin called EL DIABLO EN SEMANA SANTA (The devil in the holy week). And as it happens, what is in books later is in real life, fulfilling the norm by Aristotle’s quod est prius in sensu postea etiam in intellectu, but the other way round. The plot was about a man of good will going every day to the library. He was a dreamer; he lived by the Law of Books, in the middle of a country of illiterates, and the great ideals thinking that there was hope for human kind. By education. The inception of good morals. Reforms. The quest of excellence. He read and read. He dreamt and dreamt. One day-it was Good Thursday when Christ invited his disciple to the Passover dinner and instituted the rule of love, a new commandment I give to you that you love each other as I have loved you- went to the hall of the municipal books, choosing that endeavour because it was quiet and warm. The precept of loving each other was hardly followed by the so called Christians. And he lived in a small Spanish town by the name of Epicidia, when the believers brought the images of the passion to the streets and organized the big processions typical Spanish, the poor guy was a believer but he never was in a procession. Humbug he said, humbug and superstitions. Poor guy, he became the odd out man and was always under suspicion, our poor writer and reader he worked long hours in the pursuit of happiness and endeavoured at the local library. Religion was for him a free feeling of intimate and personal convictions of respect for the other criteria. That was why perhaps that his faith was more consistent and deeper. He loved that silence and seclusion and quietness, only transgressed by the drone of a solitary Spanish fly and the distant sound of the glare of drums and trumpets at the sacramental processions of Holy Week. When barefooted Nazarenes in black or crimson cassocks baring candles or carrying crosses went to the streets. You could also perceive the murmurs of their steps mingled with the strophes of the Miserere. Some of them trailed big chains cuffed to their barefoot. The spectacle was quite medieval. It was the Day of Atonement. For their sins they mounted crosses and pillories staging the different passages of the Crucifixion in real. It was a public manifestation of Catholicism and a signal of their conversion in a country where the Cross achieved victory over the Half Moon and the Menorah by the rule of sword. For fear of the Inquisition, they had to show and make the big performance demonstrating adherence to Orthodoxy, and that the reason why from the windows of many homes hung the ham’s big logs and strings of black puddings and mondongos. Physically, faith had to be proved, or demonstrated the allegiance of the culinary codes of Roman Catholicism which permitted the flesh of the pig at meals. Jews and Moslems, meanwhile, never ate pork. It was banned by their prophets as inmundus or forbidden animal. Christ said, it is true, that what made man pure or impure was not what he ingested through his mouth but what he expelled from it. The inmundus or unclean had to do more with immaterial things like bad thoughts dwelling inside or ill wishes. With that rule he destroyed the puritanical commandments of the Synagogue and he said beware of the false prophets. Don’t trust them, the devil is marauding like a lion and there are wolves disguised under sheep skins. The resurrected Christ is always in perpetual war versus antichrists. Here it is the perpetual fight of our Lord who was a rebel against conventions of satanically established forces of the Pharisees And there is the devil coming even in the Holy Week. However, the Conversos, in their zeal, went further up and appear more roman that the Romans and more popish than their own pope although in private they might remain to the religion of their father. That is why in Spain religion had been secularly a question of appearances. In essence, that was the justification of the holy week big show: to try to rub off the old stigma in a nation which endeavoured to find coherence in credos and forget the differences of believes of ethnical precedence (Goths, Jews, and Arabs). Spain was always a melting pot effervescent. A big olla. The locals were eager, every spring, to stage the drama of our Saviour in flesh as it were a reality show. You could touch it in the defiles of those agonising crucifixes all bruised, maimed and blooded in the procedures or “pasos” leading to Macabre Mountain or Golgotha or into presidium expiring in the cross or hand tied at the flagellation, or those vivid “dolorosas”, pasted; tearful faces majolica full of gold and silver and embroidery. You could smell it in Seville when Macarena our lady of Dolores tumbles in her throne entering Triana among of flood of flowers and the streets full of people clapping in emotion or in the verge of hysteria calling names to the statue saying props that for the non accustomed ear might sound irreverent: “Mira qué guapa llega la hija de puta”. And you could hear the whining echoes of the saetas a Morris song deriving from the ancient jarchas sung in Andalusia by the time of the caliphs. All that was very sensual that you could not think that you are in a holy week but in a paean festivity. The crowds seemed to want to touch the old goddess and have intercourse with divinity. But to our man, the character depicted by the magical prose of Clarin religion was quite an other thing, more abstract and inner feeling you can’t share with anyone but yourself. Also, he did not like capuchones dressed like the kukluxklan. Those figures clad in black with piercing eyes under their hoods beneath the tradition of the penanced by the inquisition frightened him. They were like the masks of carnival. Holy week the histrionic representation of Passover, the hooded cowl of the capuchones was the ballast of five centuries under the spell of the tribunal of faith, the holy office. Like the jewelled thrones and the trailing “peplum” or the Dolorosas. Oh yes the laughing devil was jumping to and fro under the cathedral gurgles. The inquisition is always in the back of our mind. For him the pathos and suffered of our lord at the cross had more consistency and purpose than a mere mystery play. His passion was a reminder of his love for men, a perpetual exhortation to repentance and also a signal of his presence in the earth until the end of time. The invincibility of the cross stems from celestial reasons rather tan earthly explanation or convictions. But evil was around even in holy week. That was the idea of demoniac presence at Holy week by Clarin. This criterion wasn’t shared by most of his countrymen. And the poor archivist and scholar was surrounded by suspicion and forebodings. His life was marked by incomprehension. Politically, he was also incorrect. Why? He dared to think by his own. They treated him as a the sheep out of flock, mad heretical. Society had its own caveats and is full of conventionalisms. You cant trod the line. You cant deviate from what is assumed and accepted by the hypocritical moral attitude. My friend Empires looked at the personage described by Clarin and saw in it the spitting image of himself: the odd man out, the freethinker, the mystic, the guy with his own ideas and visions. He didn’t join the mob, he didn’t adhere to the conventional norm. that was why he was crucified. Like his Lord and Master Jesus Christ.
On the balmy spring evening as he was leaving his beloved library he came across with one of the many processions organised by the Guild Hall. This one was one of flagellants. Man barefoot and naked backs came down flogging themselves wuith flagella and batons staging the scenes what happened two rhousand years ago in the Lithostros of Jersualem, oh vos omnes qui transtis per viam videte si es dolor quasi dolor meus. Jeremiah said. He stepped aside and looked in awe to the representation of the Holy Burial (Santo entierro) but he did not kneel down or made the signal of the cross, as perceptive, and for that he became under the suspicion of the local policeman. One of them who looked exactly like some of the Pilate bailiffs who executed the Lamb of god in Via Dolorosa. The town was full of henchmen and burrows. The gallows by coincidence in Epicidia stayed behind the old library building. It was called El Rollo. They were burnt at the staked after long processes to be condemned by the Inquisition.
- Eh you, why are not you in the processions. Are not you a Christian?-the myrmidon in blue police uniform said.
He did not know quite to answer.
-Em… I had to do a little work with my thesis, and need consult some books for my readings
-Didn’t you know, you bastard, you heathen you scum of the earth, what day today is?
-Holy Thursday, sir, and tomorrow Good Friday should be-, he answered meekly.
-I did not see you at the Oficios (liturgical services)
-Perhaps I thought it was not necessary. At home I read the Passion of our Lord.
-Esa misa no te vale (that Mass is not valid) are you a protestant or somewhat?
-No, sir, I am catholicus, apostolicus, romanus.
-Well then. You had to explain that to the Judge. Come with me.
In Epicidia the holy Tribunal of the Faith was suppressed in the XIX century but that infamous court is in open session in the mind of many ignorant. The warden asked him for the brief where he kept his books and jotters. Give those papers. He resisted the order and the local policemen called others of his cronies and they beat the archivist, the writer, the searcher, the dreamer, the mystic, on the spot. They handcuffed him and took him apprehended. Regardless of the exempting privilege of habeas corpus, was conducted to the police station or cuartelillo. There they beat him again, they harassed, impeached, called him names, slapped his face, and punched his nose. He suffered with patience the effrontery and in a way he was proud to undergo the same suffered of his Lord in the presidium. He realized that the Devil is at loose even in Holy Week The world since then is full of kangaroo courts. Unfortunately Anas and Caiphas, the holy sacerdotal class, the pontiffs had many emulated too long during 2000 years of history. And when the cockcrow sang three times the welcome to the new morning, they released him but he was in a poor state after the “paliza”. He could hardly walk and was all bruised. His hands, his head all his limbs ached but he could at the end by the grace of God reach his humble lodgings. And when he went back home and entered in the hall of his house, his wife seeing him as an Ecce Homo” said:
-Eh, you have been drinking again .
That was her salute. Poor guy! Even his wife wasn’t interested but such sort of things were quite frequent in Epicidia those days. There was no love.
13/02/2005 que corresponde al dia de hoy idus aprilis 2009 13
My friend Empires was a man of many lectures and adventures a great reader, in his young days, he came across of a big short story by the Asturian writer Leopold Alas Clarin called EL DIABLO EN SEMANA SANTA (The devil in the holy week). And as it happens, what is in books later is in real life, fulfilling the norm by Aristotle’s quod est prius in sensu postea etiam in intellectu, but the other way round. The plot was about a man of good will going every day to the library. He was a dreamer; he lived by the Law of Books, in the middle of a country of illiterates, and the great ideals thinking that there was hope for human kind. By education. The inception of good morals. Reforms. The quest of excellence. He read and read. He dreamt and dreamt. One day-it was Good Thursday when Christ invited his disciple to the Passover dinner and instituted the rule of love, a new commandment I give to you that you love each other as I have loved you- went to the hall of the municipal books, choosing that endeavour because it was quiet and warm. The precept of loving each other was hardly followed by the so called Christians. And he lived in a small Spanish town by the name of Epicidia, when the believers brought the images of the passion to the streets and organized the big processions typical Spanish, the poor guy was a believer but he never was in a procession. Humbug he said, humbug and superstitions. Poor guy, he became the odd out man and was always under suspicion, our poor writer and reader he worked long hours in the pursuit of happiness and endeavoured at the local library. Religion was for him a free feeling of intimate and personal convictions of respect for the other criteria. That was why perhaps that his faith was more consistent and deeper. He loved that silence and seclusion and quietness, only transgressed by the drone of a solitary Spanish fly and the distant sound of the glare of drums and trumpets at the sacramental processions of Holy Week. When barefooted Nazarenes in black or crimson cassocks baring candles or carrying crosses went to the streets. You could also perceive the murmurs of their steps mingled with the strophes of the Miserere. Some of them trailed big chains cuffed to their barefoot. The spectacle was quite medieval. It was the Day of Atonement. For their sins they mounted crosses and pillories staging the different passages of the Crucifixion in real. It was a public manifestation of Catholicism and a signal of their conversion in a country where the Cross achieved victory over the Half Moon and the Menorah by the rule of sword. For fear of the Inquisition, they had to show and make the big performance demonstrating adherence to Orthodoxy, and that the reason why from the windows of many homes hung the ham’s big logs and strings of black puddings and mondongos. Physically, faith had to be proved, or demonstrated the allegiance of the culinary codes of Roman Catholicism which permitted the flesh of the pig at meals. Jews and Moslems, meanwhile, never ate pork. It was banned by their prophets as inmundus or forbidden animal. Christ said, it is true, that what made man pure or impure was not what he ingested through his mouth but what he expelled from it. The inmundus or unclean had to do more with immaterial things like bad thoughts dwelling inside or ill wishes. With that rule he destroyed the puritanical commandments of the Synagogue and he said beware of the false prophets. Don’t trust them, the devil is marauding like a lion and there are wolves disguised under sheep skins. The resurrected Christ is always in perpetual war versus antichrists. Here it is the perpetual fight of our Lord who was a rebel against conventions of satanically established forces of the Pharisees And there is the devil coming even in the Holy Week. However, the Conversos, in their zeal, went further up and appear more roman that the Romans and more popish than their own pope although in private they might remain to the religion of their father. That is why in Spain religion had been secularly a question of appearances. In essence, that was the justification of the holy week big show: to try to rub off the old stigma in a nation which endeavoured to find coherence in credos and forget the differences of believes of ethnical precedence (Goths, Jews, and Arabs). Spain was always a melting pot effervescent. A big olla. The locals were eager, every spring, to stage the drama of our Saviour in flesh as it were a reality show. You could touch it in the defiles of those agonising crucifixes all bruised, maimed and blooded in the procedures or “pasos” leading to Macabre Mountain or Golgotha or into presidium expiring in the cross or hand tied at the flagellation, or those vivid “dolorosas”, pasted; tearful faces majolica full of gold and silver and embroidery. You could smell it in Seville when Macarena our lady of Dolores tumbles in her throne entering Triana among of flood of flowers and the streets full of people clapping in emotion or in the verge of hysteria calling names to the statue saying props that for the non accustomed ear might sound irreverent: “Mira qué guapa llega la hija de puta”. And you could hear the whining echoes of the saetas a Morris song deriving from the ancient jarchas sung in Andalusia by the time of the caliphs. All that was very sensual that you could not think that you are in a holy week but in a paean festivity. The crowds seemed to want to touch the old goddess and have intercourse with divinity. But to our man, the character depicted by the magical prose of Clarin religion was quite an other thing, more abstract and inner feeling you can’t share with anyone but yourself. Also, he did not like capuchones dressed like the kukluxklan. Those figures clad in black with piercing eyes under their hoods beneath the tradition of the penanced by the inquisition frightened him. They were like the masks of carnival. Holy week the histrionic representation of Passover, the hooded cowl of the capuchones was the ballast of five centuries under the spell of the tribunal of faith, the holy office. Like the jewelled thrones and the trailing “peplum” or the Dolorosas. Oh yes the laughing devil was jumping to and fro under the cathedral gurgles. The inquisition is always in the back of our mind. For him the pathos and suffered of our lord at the cross had more consistency and purpose than a mere mystery play. His passion was a reminder of his love for men, a perpetual exhortation to repentance and also a signal of his presence in the earth until the end of time. The invincibility of the cross stems from celestial reasons rather tan earthly explanation or convictions. But evil was around even in holy week. That was the idea of demoniac presence at Holy week by Clarin. This criterion wasn’t shared by most of his countrymen. And the poor archivist and scholar was surrounded by suspicion and forebodings. His life was marked by incomprehension. Politically, he was also incorrect. Why? He dared to think by his own. They treated him as a the sheep out of flock, mad heretical. Society had its own caveats and is full of conventionalisms. You cant trod the line. You cant deviate from what is assumed and accepted by the hypocritical moral attitude. My friend Empires looked at the personage described by Clarin and saw in it the spitting image of himself: the odd man out, the freethinker, the mystic, the guy with his own ideas and visions. He didn’t join the mob, he didn’t adhere to the conventional norm. that was why he was crucified. Like his Lord and Master Jesus Christ.
On the balmy spring evening as he was leaving his beloved library he came across with one of the many processions organised by the Guild Hall. This one was one of flagellants. Man barefoot and naked backs came down flogging themselves wuith flagella and batons staging the scenes what happened two rhousand years ago in the Lithostros of Jersualem, oh vos omnes qui transtis per viam videte si es dolor quasi dolor meus. Jeremiah said. He stepped aside and looked in awe to the representation of the Holy Burial (Santo entierro) but he did not kneel down or made the signal of the cross, as perceptive, and for that he became under the suspicion of the local policeman. One of them who looked exactly like some of the Pilate bailiffs who executed the Lamb of god in Via Dolorosa. The town was full of henchmen and burrows. The gallows by coincidence in Epicidia stayed behind the old library building. It was called El Rollo. They were burnt at the staked after long processes to be condemned by the Inquisition.
- Eh you, why are not you in the processions. Are not you a Christian?-the myrmidon in blue police uniform said.
He did not know quite to answer.
-Em… I had to do a little work with my thesis, and need consult some books for my readings
-Didn’t you know, you bastard, you heathen you scum of the earth, what day today is?
-Holy Thursday, sir, and tomorrow Good Friday should be-, he answered meekly.
-I did not see you at the Oficios (liturgical services)
-Perhaps I thought it was not necessary. At home I read the Passion of our Lord.
-Esa misa no te vale (that Mass is not valid) are you a protestant or somewhat?
-No, sir, I am catholicus, apostolicus, romanus.
-Well then. You had to explain that to the Judge. Come with me.
In Epicidia the holy Tribunal of the Faith was suppressed in the XIX century but that infamous court is in open session in the mind of many ignorant. The warden asked him for the brief where he kept his books and jotters. Give those papers. He resisted the order and the local policemen called others of his cronies and they beat the archivist, the writer, the searcher, the dreamer, the mystic, on the spot. They handcuffed him and took him apprehended. Regardless of the exempting privilege of habeas corpus, was conducted to the police station or cuartelillo. There they beat him again, they harassed, impeached, called him names, slapped his face, and punched his nose. He suffered with patience the effrontery and in a way he was proud to undergo the same suffered of his Lord in the presidium. He realized that the Devil is at loose even in Holy Week The world since then is full of kangaroo courts. Unfortunately Anas and Caiphas, the holy sacerdotal class, the pontiffs had many emulated too long during 2000 years of history. And when the cockcrow sang three times the welcome to the new morning, they released him but he was in a poor state after the “paliza”. He could hardly walk and was all bruised. His hands, his head all his limbs ached but he could at the end by the grace of God reach his humble lodgings. And when he went back home and entered in the hall of his house, his wife seeing him as an Ecce Homo” said:
-Eh, you have been drinking again .
That was her salute. Poor guy! Even his wife wasn’t interested but such sort of things were quite frequent in Epicidia those days. There was no love.
13/02/2005 que corresponde al dia de hoy idus aprilis 2009 13
2011-04-11
TEOLOGÍAS EN UN BAR DE COPAS
Discusiones teológicas en un Bar de copas
Se amontonan las visiones del Bosco estos días mientras escribo la historia de Don ENRIQUE EL DIFAMADO, padeces un bloqueo y entras en ese infiernos de las pasamanos del hola que tal estas a ver que va a ser los señores, the rough pubs of always, bloody drinking bloody hell y allí te encuentras a Perico el teniente coronel de alabarderos con un sombrero blanco. Me rindo, tío, no sé nada, sólo sé que no sé nada que nadie sabe nada, aferrate a tu Biblia que es la guía de perplejos. Vivo en un era que tiene un par de perendengues, hay que atarse los machos.
Para los judíos el mundo es eterno, es decir que no habrá juicio final ni segunda venida ni nada de nada. Perico con la fusta con que domaba potros en la remonta y creo que era campeón de hípica zurraba de lo lindo a los teólogos, se cachondeaba de la escolástica y entre chupito y chupito y bloodymarys se mofaba de Aristóteles. Falacias. Palabras, ciencia falsa. Silogismos. Es decir que Perico no espera ya la llegada del Mesías a no ser que venga acompañado de un harén de mozas y de aguardiente. La culpa de esta discusión teológica a tumba abierta la tuvo el orujo.
En el paraíso de Alá están las fuentes de leche y miel. Perico sirvió en Ceuta con regimiento de caballería al que llamaban el Fijo que estaba de plantón en el Hacho, prisiones militares, de allí se trajo las jarchas y sus andares de moro, todos los caballistas parecen andar como escocidos arqueadas las piernas. Pero ese paraíso del que me hablas, coronel, es el infierno, aquí estamos con todos estos jóvenes guardias civiles francos de servicio y un poco chispas que sacan fotografías con sus móviles de los sujetos que les parecen sospechosos. Oh falacia de las palabras oh gestos hipócritas de los que esconden su perfil. Los judios inventaron la relatividad en física que llevó a la bomba atómica y a la bomba de neutrones y la relatividad del conocimiento. Con el libro de Job en la mano y su tremendo pesimismo me grazna este coronel de caballería que si no sé si existe real pues a lo mejor es un espectro:
- Acuérdate que no eres más que un gusano.
La gracia no existe y Cristo era un impostor pues se pringó de la bajeza humana, lo que contradice la esencia divina. Perico considera que a Dios no se le habla ni se le menciona y que el conocimiento divino sólo puede entenderse por inducción e intuición y me cita en pleno bar me sopla al oído citas de Salomón: todo es vanidad, y del santo Moisés: no me verá el hombre y vivirá que las cosas invisibles de Dios se ven por lo que ha sido hecho.
- Perico con tanta sabiduría me acojonas.
- Los cristianos sois unos cretinos- me susurra el rabí. Aparentemente era un coronel de caballería algo pariente de los Borbones, enseñó a montar a caballo a las infantas y a doña Ficticia la asturiana.
- Yo soy el ratón y tú eres el gato. Lo que tú digas.
Las fotos de los diarios traían la foto de Felipe y señora muy compungidos ante el museo del Holocausto en la cabeza una yamulka bajas las cabezas. Los tenéis bien sometidos. ¿Reinará Felipe? Luego fueron a besarle la mano a don Simón el enterrador de las Españas. Se escuchan rumores de páginas de un libro. Alguien repasa las hojas de un libro. No son los papeles de Pickwick. Es el Pentateuco. El coronel de caballería me ha puesto la cabeza tarumba, pero como aquí nada es lo que parece y hasta yo mismo no sé si existo no es un militar sino un rabino el que tengo delante. Gruñen los puercos en esta hora lenta de la noche, llaten los perros, voznan los grajos, relinchan los caballos, rugen los leones y cacarean las gallinas mientras crascitan las cigüeñas en lo alto de las torres machacando el ajo. No, no habrá Apocalipsis. El mundo no se acabará nunca. Balan las ovejas en el aprisco, roncan los pastores que duermen, el camionero se hace a un lado del apeadero de la autopista y echa un sueñecito. Una mujer en un bar pregunta me das fuego, cariño. Aristóteles, san Bernardo la Sorbona, San Buenaventura los padres del Concilio razonaban como cuadrúpedos a base de silogismos.
-¿Y qué hacemos con Alcalá, con Salamanca, con el Trivium y el Qudrivium con los himnos eucarísticos de Tomas de Aquino, con la catedral de Sevilla, con tanto libro, tanta historia tanto afán, allí hay un orden una estructura, un método si Cristo no existió, Perico?
-Todos a la gehena.
-Tenían un método, una infraestructura, un sistema de vida y de pensar que vosotros estáis destruyendo con vuestras alianzas de civilizaciones y vuestros libros digitales, vuestra prensa basura y vuestra literatura. Cinco millones de parados. No hay futuro. Vuestros banqueros imponen el trágala a los fieles cristianos. Eso sí el único dogma de fe que nos imponéis es que creamos en el Holocausto. Es un sofisma histórico.
-¿Sofisma histórico dices? Mira te voy a matar.
Y a punto estuvo aquel energúmeno, que odiaba al Estagirita, y que pensaba platónicamente que conocer es descubrir algo que llevamos aprendido de una vida anterior de dejarme en el sitio en aquel bar de copas. Un rabino postergadas las filacterias saca la charrasca y la emprende a tiros. No tan platónicamente…
- La diferencia- le dije- entre usted y yo es que yo creo en la justicia de Dios, en el Juicio Final, y en un Cristo en majestad que vendrá a juzgar al mundo y separar a los buenos y a los malos, a las ovejas de los cabritos. Vosotros no creéis en El y por eso os volvéis tan pesimistas, tan destructivos, a lo único que dais valor es al dinero, nunca dejareis, por más que dominéis el mundo de ser un pueblo errabundo condenado a vagar sin suelo fijo. No os quiero nadie.
Y al punto apuré mi copa y salí del chiringuito. No sé si había estado bebiendo en el infierno o en el seno de Abraham pero el beodo que tenía delante bien pudiera ser Satanás. A pesas de tus blasfemias yo te perdono, Perico
Se amontonan las visiones del Bosco estos días mientras escribo la historia de Don ENRIQUE EL DIFAMADO, padeces un bloqueo y entras en ese infiernos de las pasamanos del hola que tal estas a ver que va a ser los señores, the rough pubs of always, bloody drinking bloody hell y allí te encuentras a Perico el teniente coronel de alabarderos con un sombrero blanco. Me rindo, tío, no sé nada, sólo sé que no sé nada que nadie sabe nada, aferrate a tu Biblia que es la guía de perplejos. Vivo en un era que tiene un par de perendengues, hay que atarse los machos.
Para los judíos el mundo es eterno, es decir que no habrá juicio final ni segunda venida ni nada de nada. Perico con la fusta con que domaba potros en la remonta y creo que era campeón de hípica zurraba de lo lindo a los teólogos, se cachondeaba de la escolástica y entre chupito y chupito y bloodymarys se mofaba de Aristóteles. Falacias. Palabras, ciencia falsa. Silogismos. Es decir que Perico no espera ya la llegada del Mesías a no ser que venga acompañado de un harén de mozas y de aguardiente. La culpa de esta discusión teológica a tumba abierta la tuvo el orujo.
En el paraíso de Alá están las fuentes de leche y miel. Perico sirvió en Ceuta con regimiento de caballería al que llamaban el Fijo que estaba de plantón en el Hacho, prisiones militares, de allí se trajo las jarchas y sus andares de moro, todos los caballistas parecen andar como escocidos arqueadas las piernas. Pero ese paraíso del que me hablas, coronel, es el infierno, aquí estamos con todos estos jóvenes guardias civiles francos de servicio y un poco chispas que sacan fotografías con sus móviles de los sujetos que les parecen sospechosos. Oh falacia de las palabras oh gestos hipócritas de los que esconden su perfil. Los judios inventaron la relatividad en física que llevó a la bomba atómica y a la bomba de neutrones y la relatividad del conocimiento. Con el libro de Job en la mano y su tremendo pesimismo me grazna este coronel de caballería que si no sé si existe real pues a lo mejor es un espectro:
- Acuérdate que no eres más que un gusano.
La gracia no existe y Cristo era un impostor pues se pringó de la bajeza humana, lo que contradice la esencia divina. Perico considera que a Dios no se le habla ni se le menciona y que el conocimiento divino sólo puede entenderse por inducción e intuición y me cita en pleno bar me sopla al oído citas de Salomón: todo es vanidad, y del santo Moisés: no me verá el hombre y vivirá que las cosas invisibles de Dios se ven por lo que ha sido hecho.
- Perico con tanta sabiduría me acojonas.
- Los cristianos sois unos cretinos- me susurra el rabí. Aparentemente era un coronel de caballería algo pariente de los Borbones, enseñó a montar a caballo a las infantas y a doña Ficticia la asturiana.
- Yo soy el ratón y tú eres el gato. Lo que tú digas.
Las fotos de los diarios traían la foto de Felipe y señora muy compungidos ante el museo del Holocausto en la cabeza una yamulka bajas las cabezas. Los tenéis bien sometidos. ¿Reinará Felipe? Luego fueron a besarle la mano a don Simón el enterrador de las Españas. Se escuchan rumores de páginas de un libro. Alguien repasa las hojas de un libro. No son los papeles de Pickwick. Es el Pentateuco. El coronel de caballería me ha puesto la cabeza tarumba, pero como aquí nada es lo que parece y hasta yo mismo no sé si existo no es un militar sino un rabino el que tengo delante. Gruñen los puercos en esta hora lenta de la noche, llaten los perros, voznan los grajos, relinchan los caballos, rugen los leones y cacarean las gallinas mientras crascitan las cigüeñas en lo alto de las torres machacando el ajo. No, no habrá Apocalipsis. El mundo no se acabará nunca. Balan las ovejas en el aprisco, roncan los pastores que duermen, el camionero se hace a un lado del apeadero de la autopista y echa un sueñecito. Una mujer en un bar pregunta me das fuego, cariño. Aristóteles, san Bernardo la Sorbona, San Buenaventura los padres del Concilio razonaban como cuadrúpedos a base de silogismos.
-¿Y qué hacemos con Alcalá, con Salamanca, con el Trivium y el Qudrivium con los himnos eucarísticos de Tomas de Aquino, con la catedral de Sevilla, con tanto libro, tanta historia tanto afán, allí hay un orden una estructura, un método si Cristo no existió, Perico?
-Todos a la gehena.
-Tenían un método, una infraestructura, un sistema de vida y de pensar que vosotros estáis destruyendo con vuestras alianzas de civilizaciones y vuestros libros digitales, vuestra prensa basura y vuestra literatura. Cinco millones de parados. No hay futuro. Vuestros banqueros imponen el trágala a los fieles cristianos. Eso sí el único dogma de fe que nos imponéis es que creamos en el Holocausto. Es un sofisma histórico.
-¿Sofisma histórico dices? Mira te voy a matar.
Y a punto estuvo aquel energúmeno, que odiaba al Estagirita, y que pensaba platónicamente que conocer es descubrir algo que llevamos aprendido de una vida anterior de dejarme en el sitio en aquel bar de copas. Un rabino postergadas las filacterias saca la charrasca y la emprende a tiros. No tan platónicamente…
- La diferencia- le dije- entre usted y yo es que yo creo en la justicia de Dios, en el Juicio Final, y en un Cristo en majestad que vendrá a juzgar al mundo y separar a los buenos y a los malos, a las ovejas de los cabritos. Vosotros no creéis en El y por eso os volvéis tan pesimistas, tan destructivos, a lo único que dais valor es al dinero, nunca dejareis, por más que dominéis el mundo de ser un pueblo errabundo condenado a vagar sin suelo fijo. No os quiero nadie.
Y al punto apuré mi copa y salí del chiringuito. No sé si había estado bebiendo en el infierno o en el seno de Abraham pero el beodo que tenía delante bien pudiera ser Satanás. A pesas de tus blasfemias yo te perdono, Perico
2011-04-09
continua EL REY POTENTE
El monarca misterioso
AGRIDULCE REINAR
Aquella navidad de mi niñez tocamos la zambomba, hicimos música rascando la botella de anís con el almirez y cantamos villancicos ante el belén que había colocado mi hermano Nano adornando con musgo el portal traído de las peñas de la cantera donde se afanaba en su pobreza el Tío Enrique y su cuervo al que había enseñado a hablar y a decir palabrotas a los chicos. Con papel albar se hizo una especie de arrollo y a la orilla estaban las figuritas de las lavanderas. Un pastorcito iba camino del portal con un cordero al hombro. La cena pobre consistió en castañas y algo de asado. El villancico que cantamos aun resuena en mis orejas. “Sobre tu cunita niño he visto arder una farolica como la del tren… que alumbra con gas a la medianoche y a la madrugá” era un cantar ferroviario y era apropiado para aquel momento pues vivíamos al lado de la estación cerca de la Dehesa Boyal que donó al concejo Enrique IV y donde se celebraba por san Pedro la gran feria de ganado. El pitido del tren traspasaba el silencio de la madrugada. Habíamos aprendido cuando dormíamos y la señal acústica de los convoyes que iban lejos nos despertaban a distinguir a un mercancías que solían circular hasta el alba, del correo de Santander o del automotor de Medina o los trenes militares que llevaban soldaditos hasta África. Mi padre se puso algo melancólico recordado otras navidades del ayer, los pensamientos se alejaban en la evocación de las Nochebuenas en la majada o en el frente de Teruel. La nochebuena se viene la nochebuena se va y nosotros nos iremos para no volver más. Levantados los manteles, mi padre me preguntó si iba a misa de gallo y yo le dije que sí, tengo que ayudar. ¿Quién es el capellán? Don Valeriano. Pues abrigate, hijo. No olvides el tapabocas ni el pasamontañas. Había caído una gran nevada y era tan brillante la luna que la noche parecía iluminada. Hasta llegar a la fuente de la Dehesa tenía que pasar el puente de Valdevilla, atravesar la cuesta que eleva el Río clamores al ocultarse como un Guadiana, cruzar por entre medias de la Base Mixta y la cárcel cerca de los jardines de Villangela, desde donde se subía por la plaza de toros a los centenarios depósitos de agua del acueducto, la fabrica de Caretas donde se fabricó el biscuter y la de Klein donde se fabricaran caretas antigas de la primera guerra mundial. Todo era campo por aquellos días de mediado el siglo XX pero en el siglo XV tupido bosque donde solía cazar el Rey Nuestro señor y sería precisamente en una quinta de recreo donde se alzaría el palacio-monasterio bajo la advocación de San Antonio de Padua, san Antonio el Real. Hacía yo el recorrido cuatro veces dos por la mañana y dos por la tarde y me conocía cada recoveco, cada castaño de Indias y allí empezó mi fascinación por roma y por la historia de España desde aquel día que vi sacar unos huesos en una rumba romana que excavaron a la puerta misma de donde estaba la casa del capellán de las hermanitas de los pobres. En el epígrafe se decía que la difunta era una “puella” (muchacha) que falleció a los quince años. Tanto el capellán don Pablo como don Valeriano leyeron el epígrafe y rezaron una oración por el eterno descanso de aquella adolescente muerta en los tiempos de Trajano. Hacía frío y me abrigué con el tapabocas. En la dehesa boyal dormían los rebaños de la Mesta miles de cabeza de ganado. Los mastines me ladraban al pasar pero el rabadán de vigilancia me advirtió que caminase sin miedo, los perros no te harán nada, chaval, y menos hoy, repuse hoy que ha nacido Dios:
-¿Vas a misa de gallo?
-Sí, señor.
-Pues felices pascuas, zagal.
Cerca de la base mixta y frente al dispensario antituberculoso me asomé a la verja donde yacía desportillado un carro de combate de la primera guerra mundial, ruedas enormes, ¿Qué haría en Segovia aquella reliquia de la batalla del Somme? Rápidamente al rebufo de los muros leprosos de la huerta de las monjas, altos muros misteriosos de adobe me planté en el convento escondido entre un bosque casi de olmas. Como don Valeriano se había puerto malo le sustituyó como oficiante el capellán del hospicio don Ramón. Que era un cura alto con un gran corpachón que remataba en una cabeza de garbanzo y una voz profunda. Conocía todos los misterios de la historia de España aquel buen capellán. Entré en la sacristía y sor Fuencisla la demandadera ya tenía preparadas las vinajeras, sentí su voz detrás de las cortinas de la clausura del coro bajo:
-Buenas noches, sor Fuencisla.
-Buenas noches, hijo y alegría.
-Sí, señora, alegría y placer que esta noche nace el niño en el portal de Belén.
-Me gusta ¡qué bien te los sabes! Debes de ser un chico listo.
-No se crea, sor, el latín no se me da mal pero no me entran las matemáticas
Sor Fuencisla estaba más contenta que unas pascuas y me dijo que en el convento hubo fiesta y tambien entonaron villancicos al Niño Jesús como en todos los hogares españoles por tan señalada fecha. Al poco llegaba don Ramón que venía tosiendo- pues era un empedernido fumador y moriría el hombre al poco tiempo de la caja cambios- desde el zaguán un tanto azacaneado y moviendo para los lados la cabeza y con las botas cubiertas de nieve manteos y capisayos al desgaire accionando los brazos largos. Pendulaba en todas direcciones el buen capellán su cabeza insignificante y pequeñita, de garbanzo. Sí; tenía un melón ridículo sobre los hombres pero en aquella testa cabía toda la historia de España de la cual nos daba clases magistrales y se cabreaba muchísimo cuando aquellos libros de texto ponían cosas muy desagradables sobre el monarca de la granada y del reinado agridulce. Por eso en el seminario los latinos le pusimos de mote Don Cicerón que es lo que significa el apodo en la lengua del Lacio. Creo que por ese cabo me convencí de que el rey segoviano había sido difamado y que sería preciso rehabilitar su figura de tanto escarnio.
Se vistió el presbítero a toda prisa los ornamentos blancos y yo mismo con otro monaguillo que se llamaba Otero salimos con paso solemne de la sacristía, uno portaba el cirial y el otro un incensario. El coro empezó a entonar la antífona:
Asperges me, Domine, hisopo et mundabor. Lavabis me et super nivem dealbabor.
Miserere mei Deus secundum magnam misericordiam tuam. Vidi aquam egredientem de templo et omnes ad quos pervenit aqua ista salvi facti sunt et dicent: aleluya
Las notas gregorianas del asperges en tono andante ma non tropo resonaban hermosas cantadas por las voces blancas de las clarisas y habían sonado en aquel templo desde su fundación por el rey don Enrique nuestro Señor durante medio milenio. Era el catolicismo “at work” en su gloriosa tradición de “business as usual”. Pasan las generaciones, nacen y mueren los hombres, las primeras que lo cantaron yacían en humildes sepulturas, amortajadas con el cordón franciscano de tierra en la Huerta del Nogal en el patio central del convento. Luego don Ramón con su voz cascada y potente de fumador empedernido pronunció el exorcismo:
Exaudi nos domine sancte páter aeterne Deus et mittere digneris sanctum angelum tuum de coelis qui custodiat, foveat, protegat, visitet atque defendat omnes habitantes in hoc habitáculo
El preste sabía que su negocio tenía que ver con la eternidad y rogaba para que alejase el espiritu del mal a todos los moradores de aquella casa. Amen. Estaban todas las lámparas encendidas. El retablo de la crucifixión con sus maravillosas figuras de arte flamenco en relieve, tan vividas y tan copiadas al natural que hacían pensar en cómo era el rostro de los hombres en la edad media, no sólo los reyes sino los menestrales, los rabadanes y los tejedores que iban y venían a Flandes con la lana de las merinas de Segovia, refulgía como los chorros del oro. San Antonio de Padua, talla neogótica, con un misal en la mano, y su cerquillo de fraile menor iluminándole el rostro En las paredes de damasco colgaban algunos cuadros religiosos con reporteros en los cuales se representaba el escudo de armas de los Reyes Católicos, (que dotaron al convento, si bien fue su predecesor el que lo fundara habilitando para la ocasión una finca a la afueras que tenía para sus recreos cinegéticos) y escenas de la Natividad y allí estaban los bancos de roble macizo que lucían entremedias las armas de Castilla y el blasón del penúltimo de la Casa Trastamara: una granada. Buen símbolo porque decía don Enrique:
-He aquí mi agridulce reinar.
Estaban vacíos los bancos porque debido a la gran nevada había acudido poco personal a aquella misa del gallo. Únicamente cuatro viejas así como el carpintero Geroteo el mejor feligrés de aquella comunidad, una buena persona pero que tenía fama de empinar el codo un poquito y aquella nochebuena había pimplado de más porque olía a anís que le llevaban los demonios cuando fui a darle a besar el portapaz. Con esa generosidad de los beodos el bueno de Geroteo y sonriéndome cordial sacó de la pelliza una moneda y me dio un duro de plata:
-Toma, monago, tu aguinaldo.
Pocas veces a lo largo de mi carrera como monaguillo y seminarista he visto brillar tanta alegría y tanta munificencia como en los ojos de aquel borrachín. Tampoco tanto oro. El cristianismo suele ser generoso. Un duro cinco, pesetas de las de entonces constituían un dineral para los niños de mi edad. Guarde Dios tu alma cristiana, Geroteo y este gesto me persuade en mis convicciones de que nada es lo que parece en este mundo que hay que ir con pies de plomo a la hora de enunciar juicios de valor. Cuando fue a besar al Niño y yo sostenía a don Ramón el humeral, Geroteo con paso vacilante y la cara roja me guiñó un ojo. La misa terminó en la efervescencia y candor con que la liturgia católica guarda para esta santa noche. En la iglesia hacía un frío que pelaba porque no había calefacción ni estufas por aquel entonces. Sin embargo puede ser y así ahora lo pienso que la luz que fulgía de la estrella del portal de Belén calentase nuestros cuerpos y nuestras almas. Ya en la sacristía las buenas monjitas nos agasajaron con vino de misa soplillos y pastas. Sor Fuencisla que me tenía buen concepto me encareció que fuese bueno y que estudiase y que siguiera devoto de San Antonio. Así lo soy y lo he sido toda mi vida. El órgano remató glorioso una fuga de Bach interpretada por una de las hijas de Santa Clara de Asís que en el siglo había estudiado siete años de conservatorio, Sor Jesusa, y las notas golpeaban caricias sobre los empinos de las bóvedas de crucería y los arcos escarzanos y conopiales. Dirigiendo mensajes de amor divino hacia la luna llena que asomaba yerta y pasmada por entre los vitrales de la nave del crucero Una nochebuena más. A la salida y entre la euforia de los vapores del licorcillo de consagrar más de tres copas generosas me tomé con la aquiescencia del capellán y de la propia priora que un día es un día, bajó un arco que lleva al salón del trono, tuve una visión. Yo vi acercarse a un caballero, llevaba sobre los hombros un ropón de cordero que le cubría la pelliza, un turbante como los de los moros. Era rubio, trabado de hombros, una barba rojiza, los pies grandes, las manos como manoplas de segador y un aspecto campechano pero había una indecisión que recobraba su persona, timidez y amabilidad, transmitía llaneza y familiaridad. Bien pudiera pasar por un tratante de los que acudían al azoguejo los jueves de mercado y que después de comer cordero asado regado con clarete de Peñafiel se ponían un palillo entre los dientes y se sentían felices en su pobreza, pero había una distinción en su rostro y unos ojos claros y misteriosos de rey godo, cuya sangre corría por sus venas mezcladas con las de todas las dinastías de Europa: los Valois, los Plantagenet, los Lancaster y la de la casa de Anjou y de Viana y un cierto reposo pleno de dignidad, porque, “donde ponía- escriben los cronistas- la vista mucho le duraba el mirar. Este lento mirar le convertían en un ser distinto a los demás. A todas luces se trataba de un personaje majestuoso. No debía de ser muy friolero aunque bien pudiera ser que los cuerpos gloriosos no acusan el acoso de los incidentes climatológicos ni padecen enfermedades. Era don Enrique igual que yo me lo imaginara. Me recordaba a mi abuelo con su nariz y con sus fuertes corvas, la cuadratura algo petiza de los labrantines que por aquellos días se pasaban la vida inclinados sobre el surco, segando, bieldando, dando haces en ese ir y venir castellano que llaman acarrear. Todo es movimiento y variación.
Se fue a sentar junto a una mesa de pino junto a un altar y se reclinó sobre el respaldo del sillón frailuno. Había mandado traer un brasero y de vez en cuando revolvía la ceniza con una badila.
-Hace frío en Segovia y mucho más la noche de Navidad. Ven, chiquito.
Comprendí quien era el fantasma. Mis sueños o mis delirios me habían trasladado hacia el propio Rey el cuarto de los Enriques de Castilla.
- Aquí estoy, Majestad.
- Somos paisanos. A ti te bautizaron en San Millán y yo recibía las aguas santificantes en la de San Martín.
- ¿Y eso cómo lo sabe, Majestad?
- Las almas de los difuntos somos espíritus puros y podemos penetrar en todos los misterios de la condición humana. Conocemos el pasado el presente y el futuro. He venido a darme una vuelta por mi heredad. Este era mi palacio de verano. En vida a mí me gustaba mucho cazar. Cuando abatía un jabalí lo asábamos a la estaca en esa cocina enorme del monasterio que tú habrás visto y luego nos lo comíamos en amistad aunque por su ley la carne de cerdo estaba prohibida. Menudas cuchipandas.
- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Eran todos ellos moros de Aragón.
- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Era todos ellos moros de Aragón.
No me sorprendió aquella respuesta de aquel bien rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear. En aquella fatiga se reflejaba quizás la eternidad del mundo. Dentro del movimiento y variación todo es igual y también la sabiduría del conocimiento de los hombres. La condición humana sigue aferrada a los principios de la casuística. Me dijo que uno nacía ladrón, otro forzador de doncellas, aquel homicida y esotro para la gramática o la especulación. Unos se entregan al vino y a los placeres de la panza y otros sólo prueban el agua. Unos blancos y otros negros, unos grandes y otros chicos. Unos valetudinarios y enfermizos y otros que no toparon jamás con un galeno. Y entretanto realizaba estas reflexiones jugaba con la granada de su blasón como si fuese una pelota. Ama y haz lo que quieras, comentaba san Agustín pero eso es sólo retórica. Nunca se podrá acomodar a esa perspectiva de amar al prójimo como a ti mismo. Tales expresiones no resultaban sino hablar bonito. Tu pusilanimidad alteza nace de tu sabio conocimiento del ser humano. Prefiero cazar por esos montes. Las alimañas del campo son menos dañinas que algunos palaciegos de mi corte. Eligió buen símbolo como lema para su reinado agridulce. La granada es el fruto que más se parece al almibar y al acíbar. Más que un blasón era una profecía. Entraremos en Granada mas eso quedará para mis sucesores. ¿Y de qué nos servirá vencer a los moros si no somos dueños de nostros mismos?, dijo en un tono más reflexivo. La iglesia se había transformado en palacio. Sonó un rabel y unos puericantores cruzaron la habitación y saludaron al Rey:
-Buena pascua y buenos años, Alteza.
Don Enrique se les quedó largo rato mirando pero no pronunció palabra. Subía y bajaba la música del rabel alternando la clave de los arpegios. Uno de los juglares de palacio con motivo de la Navidad para hacer dedos componía un madrigal a su amada. Un rabino con un cantoral enorme con herrajes se llegó hizo una reverencia y le besó la mano. El librote que llevaba bajo el brazo era el Talmud con todas las enseñanzas. Se sentía el ladrar bronco de los lebreles de la jauría. Piafaban los mulos en las caballerizas. El pastelero de Madrigal en la cocina alimentada por leños de roble preparaba un guiso preferente. Otros rancheros doraban la carne de un buey que sería servido al día siguiente en el convite que daba su Majestad todos los años por estas fechas a los nobles de Segovia, al corregidor y al obispo. Le miré de nuevo y su aspecto era de total fatiga como si humillado y preterido hubiera alzado bandera blanca frente al cruel destino. Entonces despareció la visión. Todavía me dio tiempo a vagar por las dependencias de la mansión. Estaba habitada por frailes menores de la observancia y por claustrales. Los descalzos discutían con los calzados. Uno de forma muy violenta apostrofaba a un compañero que decía llamarse fray Pedro de Villacastín por habersele visto por malos pasos a altas horas de la madrugada por los lupanares de Segovia y este respondía que acompañaba al rey en estas giras por la ciudad a casa de las visitadoras y que más pecaba la lengua que el ojo. Contó la historia de doña Guiomar de la cual el rey estaba muy prendado con gran enojo de la reina doña Juana. Otro de los religiosos contaba cosas maravillosas del monarca no sólo sus proezas sexuales de quinque in eadem nocte sino su fuerza inaudita de domador de leones porque tenía una partida de estos animales que le había regalado el rey de Granada y que él solo entraba en la jaula para darles de comer y que estas fieras en lugar de atacarle le lamían la mano. Observantes y claustrales se llevaban a matar por lo que la conllevancia resultaba harto problemática en aquel monasterio. Pleitos entre claustrales y observantes, la cosa llega hasta Cisneros y parece mentira que perteneciendo ambos bandos a la misma orden del cordón sus actitudes tengan poco de seráficas y mucho menos de cristianas. Igual ocurre entre los agustinos regulares y los monacales, el Carmen descalzo y los que llevaban zapatos.
Al rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear le hastiaba la vehemencia con que cada feudo enarbolaba su estandarte porque -sepan cuantos- era un príncipe que detestaba la violencia y se desmayaba a la vista de la sangre. Me preguntó qué que era lo que quería ser de mayor y torció el gesto.
-Tú no vales para clérigo ni para político. Tienes alma de guerrero pero como eso no puede ser, abrazarás la vida áspero e ingrata de las letras; escritor, mi cronista.
Aun desconociendo a punto fijo cual era el significado de aquel augurio que enunciaba (ciertamente, a mí me gustaba emborronar y mandaba mis articulitos y mis cuentos al “Sígueme” y a la “Hoja parroquial y alguna vez mi nombre en letras de molde) la idea me atraía. Escribir por tu propia cuenta y riesgo, tener ideas personales, no vivir a lo borrego, no comulgar con ruedas de molino y pensar por boca de ganso, lo que diga la masa, peligroso oficio y arriscado afán. Me iba a uncir al yugo compartiendo el infortunio y la soledad del hombre de letras. Largas vigilias, trabajo perdido, mayúsculas decepciones, mensajes del naufrago dentro de una botella. Vivir hablando y pensando con los difuntos apartándose de los vivos. A sabiendas de querer robar el fuego sagrado a los dioses y de entrar en el laberinto de Creta burlando al cancerbero universal, ese que no habla, no sabe no contesta y cuando lo interrogas hace un movimiento de sí o no con la cabeza. Recorrer el dédalo de la literatura si no llevas contigo el ovillo de Ariadna es exponerte a las cornadas del Minotauro que es un mihura que no falla ninguna de sus embestidas. Los pensadores son humillados y ofendidos. Al vulgo no se le puede llevar la contraria que sólo cree en el poder y en la riqueza en los placeres del lecho y de la mesa.
-Pese a todo, niño segoviano, conocerás el Bien, la Verdad y la Belleza. Y ese es el Cristo- dijo su Majestad rompiendo un largo silencio de taciturnos pensativos- Aunque se desprecie la doctrina y las togas cedan a las armas. Serás rebelde y comunero.
-Entraremos en Granada, señor.
-Eso se hará. Pero yo no lo veré. Boabdil chiquito entregará las llaves de la alhambra a mi sucesora y hermana. Se habrá consumado un sueño, culminaremos el prpósito de venganza de la ignominia de la Cava Florinda. Ese es el sueño de España, la unidad nacional bajo el reinado de la cruz. Yo no sé si lo he conseguido pero pelée en Gibraltar y aquí estan las heridas en mi cuerpo para probarlo y mis caballeros, Enrique de Guzmán y el Conde de Niebla colocaron el pabellón de Castilla en lo alto del peñote.
-Actualmente sólo hay ingleses y moros.
-Hasta que Gibraltar no sea tierra española cundirá la desazón y volverán los bandos y las armas de los españoles unos contra otros-dijo el Monarca Misterioso. Y prosiguió:
-Soy amigo de moros porque quiero atraerlos hacia nuestra causa. Son buena gente pero acérrima. Muy cabezotas, hijo, muy cabezotas. Lo malo es que detrás del moro está el judío y ambas religiones confabuladas contra nosotros constituyen un enemigo casi invencible. Ello forma parte sin embargo de la maldición de don Rodrigo.
Casi me dieron ganas de abrazarle pero como sabía que era un ángel o un trasgo que bullía en mi cabeza no me atreví. Me quedé mirando para el artesonado de siete faldones que se alzaba sobre nuestras cabezas, una maravilla del arte morisco, con las estrellas de David labradas en pan de oro y toda esa esgrafía morisca de talante tan segoviano que huye de estampar en las paredes la figura humana y se entrega a los arabescos y ajarafes, en labor de ataujía, para no desairar al Profeta. Las tres culturas bajo la preeminencia de la cruz eran impronta enriqueña y se perdió mi mirada entre los baquetones y boceles de la capilla de Santa Úrsula. Más arriba coronaba el palacio la espadaña de ladrillo rojo con su tejadoz liso de pizarra, su tortea y su veleta. La campana estaba sonando a maitines y en el halda podría leerse la inscripción latina Henricus me fecit.
-Muchas misas me habrán dicho las queridas monjas
el aire se remansaba y cruzaba los ámbitos del monasterio una inusual quietud. Estábamos en el salón del trono el rey y yo arropados por la imagen del querido san Antonio que él donara y un cristo atado a la columna que debió de salir del buril del Divino Morales. Defenderemos la verdadera fe y Dios nos ayude. De lo que ocurra después mejor no preocuparse. Alguien llorará sobre nuestras cenizas. En la sala capitular la tumba que él construyó para su enterramiento. Lo inhumaron en Guadalupe al lado de su madre la portuguesa doña Juana. Recordé un cantar que me enseñó mi madre al Antonio divino y santo:
si busca milagros, mira: muerte y error desterrados
miseria y demonio huidos leprosos y enfermos sanos
el mar sosiega su ira, redímense encarcelados, miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos
el peligro se retira los pobres van remediados cuéntenlo los socorridos díganlo los paduanos
En aquel instante el espectro despareció y yo me perdí por los pasillos del gran laberinto de la existencia.
AGRIDULCE REINAR
Aquella navidad de mi niñez tocamos la zambomba, hicimos música rascando la botella de anís con el almirez y cantamos villancicos ante el belén que había colocado mi hermano Nano adornando con musgo el portal traído de las peñas de la cantera donde se afanaba en su pobreza el Tío Enrique y su cuervo al que había enseñado a hablar y a decir palabrotas a los chicos. Con papel albar se hizo una especie de arrollo y a la orilla estaban las figuritas de las lavanderas. Un pastorcito iba camino del portal con un cordero al hombro. La cena pobre consistió en castañas y algo de asado. El villancico que cantamos aun resuena en mis orejas. “Sobre tu cunita niño he visto arder una farolica como la del tren… que alumbra con gas a la medianoche y a la madrugá” era un cantar ferroviario y era apropiado para aquel momento pues vivíamos al lado de la estación cerca de la Dehesa Boyal que donó al concejo Enrique IV y donde se celebraba por san Pedro la gran feria de ganado. El pitido del tren traspasaba el silencio de la madrugada. Habíamos aprendido cuando dormíamos y la señal acústica de los convoyes que iban lejos nos despertaban a distinguir a un mercancías que solían circular hasta el alba, del correo de Santander o del automotor de Medina o los trenes militares que llevaban soldaditos hasta África. Mi padre se puso algo melancólico recordado otras navidades del ayer, los pensamientos se alejaban en la evocación de las Nochebuenas en la majada o en el frente de Teruel. La nochebuena se viene la nochebuena se va y nosotros nos iremos para no volver más. Levantados los manteles, mi padre me preguntó si iba a misa de gallo y yo le dije que sí, tengo que ayudar. ¿Quién es el capellán? Don Valeriano. Pues abrigate, hijo. No olvides el tapabocas ni el pasamontañas. Había caído una gran nevada y era tan brillante la luna que la noche parecía iluminada. Hasta llegar a la fuente de la Dehesa tenía que pasar el puente de Valdevilla, atravesar la cuesta que eleva el Río clamores al ocultarse como un Guadiana, cruzar por entre medias de la Base Mixta y la cárcel cerca de los jardines de Villangela, desde donde se subía por la plaza de toros a los centenarios depósitos de agua del acueducto, la fabrica de Caretas donde se fabricó el biscuter y la de Klein donde se fabricaran caretas antigas de la primera guerra mundial. Todo era campo por aquellos días de mediado el siglo XX pero en el siglo XV tupido bosque donde solía cazar el Rey Nuestro señor y sería precisamente en una quinta de recreo donde se alzaría el palacio-monasterio bajo la advocación de San Antonio de Padua, san Antonio el Real. Hacía yo el recorrido cuatro veces dos por la mañana y dos por la tarde y me conocía cada recoveco, cada castaño de Indias y allí empezó mi fascinación por roma y por la historia de España desde aquel día que vi sacar unos huesos en una rumba romana que excavaron a la puerta misma de donde estaba la casa del capellán de las hermanitas de los pobres. En el epígrafe se decía que la difunta era una “puella” (muchacha) que falleció a los quince años. Tanto el capellán don Pablo como don Valeriano leyeron el epígrafe y rezaron una oración por el eterno descanso de aquella adolescente muerta en los tiempos de Trajano. Hacía frío y me abrigué con el tapabocas. En la dehesa boyal dormían los rebaños de la Mesta miles de cabeza de ganado. Los mastines me ladraban al pasar pero el rabadán de vigilancia me advirtió que caminase sin miedo, los perros no te harán nada, chaval, y menos hoy, repuse hoy que ha nacido Dios:
-¿Vas a misa de gallo?
-Sí, señor.
-Pues felices pascuas, zagal.
Cerca de la base mixta y frente al dispensario antituberculoso me asomé a la verja donde yacía desportillado un carro de combate de la primera guerra mundial, ruedas enormes, ¿Qué haría en Segovia aquella reliquia de la batalla del Somme? Rápidamente al rebufo de los muros leprosos de la huerta de las monjas, altos muros misteriosos de adobe me planté en el convento escondido entre un bosque casi de olmas. Como don Valeriano se había puerto malo le sustituyó como oficiante el capellán del hospicio don Ramón. Que era un cura alto con un gran corpachón que remataba en una cabeza de garbanzo y una voz profunda. Conocía todos los misterios de la historia de España aquel buen capellán. Entré en la sacristía y sor Fuencisla la demandadera ya tenía preparadas las vinajeras, sentí su voz detrás de las cortinas de la clausura del coro bajo:
-Buenas noches, sor Fuencisla.
-Buenas noches, hijo y alegría.
-Sí, señora, alegría y placer que esta noche nace el niño en el portal de Belén.
-Me gusta ¡qué bien te los sabes! Debes de ser un chico listo.
-No se crea, sor, el latín no se me da mal pero no me entran las matemáticas
Sor Fuencisla estaba más contenta que unas pascuas y me dijo que en el convento hubo fiesta y tambien entonaron villancicos al Niño Jesús como en todos los hogares españoles por tan señalada fecha. Al poco llegaba don Ramón que venía tosiendo- pues era un empedernido fumador y moriría el hombre al poco tiempo de la caja cambios- desde el zaguán un tanto azacaneado y moviendo para los lados la cabeza y con las botas cubiertas de nieve manteos y capisayos al desgaire accionando los brazos largos. Pendulaba en todas direcciones el buen capellán su cabeza insignificante y pequeñita, de garbanzo. Sí; tenía un melón ridículo sobre los hombres pero en aquella testa cabía toda la historia de España de la cual nos daba clases magistrales y se cabreaba muchísimo cuando aquellos libros de texto ponían cosas muy desagradables sobre el monarca de la granada y del reinado agridulce. Por eso en el seminario los latinos le pusimos de mote Don Cicerón que es lo que significa el apodo en la lengua del Lacio. Creo que por ese cabo me convencí de que el rey segoviano había sido difamado y que sería preciso rehabilitar su figura de tanto escarnio.
Se vistió el presbítero a toda prisa los ornamentos blancos y yo mismo con otro monaguillo que se llamaba Otero salimos con paso solemne de la sacristía, uno portaba el cirial y el otro un incensario. El coro empezó a entonar la antífona:
Asperges me, Domine, hisopo et mundabor. Lavabis me et super nivem dealbabor.
Miserere mei Deus secundum magnam misericordiam tuam. Vidi aquam egredientem de templo et omnes ad quos pervenit aqua ista salvi facti sunt et dicent: aleluya
Las notas gregorianas del asperges en tono andante ma non tropo resonaban hermosas cantadas por las voces blancas de las clarisas y habían sonado en aquel templo desde su fundación por el rey don Enrique nuestro Señor durante medio milenio. Era el catolicismo “at work” en su gloriosa tradición de “business as usual”. Pasan las generaciones, nacen y mueren los hombres, las primeras que lo cantaron yacían en humildes sepulturas, amortajadas con el cordón franciscano de tierra en la Huerta del Nogal en el patio central del convento. Luego don Ramón con su voz cascada y potente de fumador empedernido pronunció el exorcismo:
Exaudi nos domine sancte páter aeterne Deus et mittere digneris sanctum angelum tuum de coelis qui custodiat, foveat, protegat, visitet atque defendat omnes habitantes in hoc habitáculo
El preste sabía que su negocio tenía que ver con la eternidad y rogaba para que alejase el espiritu del mal a todos los moradores de aquella casa. Amen. Estaban todas las lámparas encendidas. El retablo de la crucifixión con sus maravillosas figuras de arte flamenco en relieve, tan vividas y tan copiadas al natural que hacían pensar en cómo era el rostro de los hombres en la edad media, no sólo los reyes sino los menestrales, los rabadanes y los tejedores que iban y venían a Flandes con la lana de las merinas de Segovia, refulgía como los chorros del oro. San Antonio de Padua, talla neogótica, con un misal en la mano, y su cerquillo de fraile menor iluminándole el rostro En las paredes de damasco colgaban algunos cuadros religiosos con reporteros en los cuales se representaba el escudo de armas de los Reyes Católicos, (que dotaron al convento, si bien fue su predecesor el que lo fundara habilitando para la ocasión una finca a la afueras que tenía para sus recreos cinegéticos) y escenas de la Natividad y allí estaban los bancos de roble macizo que lucían entremedias las armas de Castilla y el blasón del penúltimo de la Casa Trastamara: una granada. Buen símbolo porque decía don Enrique:
-He aquí mi agridulce reinar.
Estaban vacíos los bancos porque debido a la gran nevada había acudido poco personal a aquella misa del gallo. Únicamente cuatro viejas así como el carpintero Geroteo el mejor feligrés de aquella comunidad, una buena persona pero que tenía fama de empinar el codo un poquito y aquella nochebuena había pimplado de más porque olía a anís que le llevaban los demonios cuando fui a darle a besar el portapaz. Con esa generosidad de los beodos el bueno de Geroteo y sonriéndome cordial sacó de la pelliza una moneda y me dio un duro de plata:
-Toma, monago, tu aguinaldo.
Pocas veces a lo largo de mi carrera como monaguillo y seminarista he visto brillar tanta alegría y tanta munificencia como en los ojos de aquel borrachín. Tampoco tanto oro. El cristianismo suele ser generoso. Un duro cinco, pesetas de las de entonces constituían un dineral para los niños de mi edad. Guarde Dios tu alma cristiana, Geroteo y este gesto me persuade en mis convicciones de que nada es lo que parece en este mundo que hay que ir con pies de plomo a la hora de enunciar juicios de valor. Cuando fue a besar al Niño y yo sostenía a don Ramón el humeral, Geroteo con paso vacilante y la cara roja me guiñó un ojo. La misa terminó en la efervescencia y candor con que la liturgia católica guarda para esta santa noche. En la iglesia hacía un frío que pelaba porque no había calefacción ni estufas por aquel entonces. Sin embargo puede ser y así ahora lo pienso que la luz que fulgía de la estrella del portal de Belén calentase nuestros cuerpos y nuestras almas. Ya en la sacristía las buenas monjitas nos agasajaron con vino de misa soplillos y pastas. Sor Fuencisla que me tenía buen concepto me encareció que fuese bueno y que estudiase y que siguiera devoto de San Antonio. Así lo soy y lo he sido toda mi vida. El órgano remató glorioso una fuga de Bach interpretada por una de las hijas de Santa Clara de Asís que en el siglo había estudiado siete años de conservatorio, Sor Jesusa, y las notas golpeaban caricias sobre los empinos de las bóvedas de crucería y los arcos escarzanos y conopiales. Dirigiendo mensajes de amor divino hacia la luna llena que asomaba yerta y pasmada por entre los vitrales de la nave del crucero Una nochebuena más. A la salida y entre la euforia de los vapores del licorcillo de consagrar más de tres copas generosas me tomé con la aquiescencia del capellán y de la propia priora que un día es un día, bajó un arco que lleva al salón del trono, tuve una visión. Yo vi acercarse a un caballero, llevaba sobre los hombros un ropón de cordero que le cubría la pelliza, un turbante como los de los moros. Era rubio, trabado de hombros, una barba rojiza, los pies grandes, las manos como manoplas de segador y un aspecto campechano pero había una indecisión que recobraba su persona, timidez y amabilidad, transmitía llaneza y familiaridad. Bien pudiera pasar por un tratante de los que acudían al azoguejo los jueves de mercado y que después de comer cordero asado regado con clarete de Peñafiel se ponían un palillo entre los dientes y se sentían felices en su pobreza, pero había una distinción en su rostro y unos ojos claros y misteriosos de rey godo, cuya sangre corría por sus venas mezcladas con las de todas las dinastías de Europa: los Valois, los Plantagenet, los Lancaster y la de la casa de Anjou y de Viana y un cierto reposo pleno de dignidad, porque, “donde ponía- escriben los cronistas- la vista mucho le duraba el mirar. Este lento mirar le convertían en un ser distinto a los demás. A todas luces se trataba de un personaje majestuoso. No debía de ser muy friolero aunque bien pudiera ser que los cuerpos gloriosos no acusan el acoso de los incidentes climatológicos ni padecen enfermedades. Era don Enrique igual que yo me lo imaginara. Me recordaba a mi abuelo con su nariz y con sus fuertes corvas, la cuadratura algo petiza de los labrantines que por aquellos días se pasaban la vida inclinados sobre el surco, segando, bieldando, dando haces en ese ir y venir castellano que llaman acarrear. Todo es movimiento y variación.
Se fue a sentar junto a una mesa de pino junto a un altar y se reclinó sobre el respaldo del sillón frailuno. Había mandado traer un brasero y de vez en cuando revolvía la ceniza con una badila.
-Hace frío en Segovia y mucho más la noche de Navidad. Ven, chiquito.
Comprendí quien era el fantasma. Mis sueños o mis delirios me habían trasladado hacia el propio Rey el cuarto de los Enriques de Castilla.
- Aquí estoy, Majestad.
- Somos paisanos. A ti te bautizaron en San Millán y yo recibía las aguas santificantes en la de San Martín.
- ¿Y eso cómo lo sabe, Majestad?
- Las almas de los difuntos somos espíritus puros y podemos penetrar en todos los misterios de la condición humana. Conocemos el pasado el presente y el futuro. He venido a darme una vuelta por mi heredad. Este era mi palacio de verano. En vida a mí me gustaba mucho cazar. Cuando abatía un jabalí lo asábamos a la estaca en esa cocina enorme del monasterio que tú habrás visto y luego nos lo comíamos en amistad aunque por su ley la carne de cerdo estaba prohibida. Menudas cuchipandas.
- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Eran todos ellos moros de Aragón.
- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Era todos ellos moros de Aragón.
No me sorprendió aquella respuesta de aquel bien rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear. En aquella fatiga se reflejaba quizás la eternidad del mundo. Dentro del movimiento y variación todo es igual y también la sabiduría del conocimiento de los hombres. La condición humana sigue aferrada a los principios de la casuística. Me dijo que uno nacía ladrón, otro forzador de doncellas, aquel homicida y esotro para la gramática o la especulación. Unos se entregan al vino y a los placeres de la panza y otros sólo prueban el agua. Unos blancos y otros negros, unos grandes y otros chicos. Unos valetudinarios y enfermizos y otros que no toparon jamás con un galeno. Y entretanto realizaba estas reflexiones jugaba con la granada de su blasón como si fuese una pelota. Ama y haz lo que quieras, comentaba san Agustín pero eso es sólo retórica. Nunca se podrá acomodar a esa perspectiva de amar al prójimo como a ti mismo. Tales expresiones no resultaban sino hablar bonito. Tu pusilanimidad alteza nace de tu sabio conocimiento del ser humano. Prefiero cazar por esos montes. Las alimañas del campo son menos dañinas que algunos palaciegos de mi corte. Eligió buen símbolo como lema para su reinado agridulce. La granada es el fruto que más se parece al almibar y al acíbar. Más que un blasón era una profecía. Entraremos en Granada mas eso quedará para mis sucesores. ¿Y de qué nos servirá vencer a los moros si no somos dueños de nostros mismos?, dijo en un tono más reflexivo. La iglesia se había transformado en palacio. Sonó un rabel y unos puericantores cruzaron la habitación y saludaron al Rey:
-Buena pascua y buenos años, Alteza.
Don Enrique se les quedó largo rato mirando pero no pronunció palabra. Subía y bajaba la música del rabel alternando la clave de los arpegios. Uno de los juglares de palacio con motivo de la Navidad para hacer dedos componía un madrigal a su amada. Un rabino con un cantoral enorme con herrajes se llegó hizo una reverencia y le besó la mano. El librote que llevaba bajo el brazo era el Talmud con todas las enseñanzas. Se sentía el ladrar bronco de los lebreles de la jauría. Piafaban los mulos en las caballerizas. El pastelero de Madrigal en la cocina alimentada por leños de roble preparaba un guiso preferente. Otros rancheros doraban la carne de un buey que sería servido al día siguiente en el convite que daba su Majestad todos los años por estas fechas a los nobles de Segovia, al corregidor y al obispo. Le miré de nuevo y su aspecto era de total fatiga como si humillado y preterido hubiera alzado bandera blanca frente al cruel destino. Entonces despareció la visión. Todavía me dio tiempo a vagar por las dependencias de la mansión. Estaba habitada por frailes menores de la observancia y por claustrales. Los descalzos discutían con los calzados. Uno de forma muy violenta apostrofaba a un compañero que decía llamarse fray Pedro de Villacastín por habersele visto por malos pasos a altas horas de la madrugada por los lupanares de Segovia y este respondía que acompañaba al rey en estas giras por la ciudad a casa de las visitadoras y que más pecaba la lengua que el ojo. Contó la historia de doña Guiomar de la cual el rey estaba muy prendado con gran enojo de la reina doña Juana. Otro de los religiosos contaba cosas maravillosas del monarca no sólo sus proezas sexuales de quinque in eadem nocte sino su fuerza inaudita de domador de leones porque tenía una partida de estos animales que le había regalado el rey de Granada y que él solo entraba en la jaula para darles de comer y que estas fieras en lugar de atacarle le lamían la mano. Observantes y claustrales se llevaban a matar por lo que la conllevancia resultaba harto problemática en aquel monasterio. Pleitos entre claustrales y observantes, la cosa llega hasta Cisneros y parece mentira que perteneciendo ambos bandos a la misma orden del cordón sus actitudes tengan poco de seráficas y mucho menos de cristianas. Igual ocurre entre los agustinos regulares y los monacales, el Carmen descalzo y los que llevaban zapatos.
Al rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear le hastiaba la vehemencia con que cada feudo enarbolaba su estandarte porque -sepan cuantos- era un príncipe que detestaba la violencia y se desmayaba a la vista de la sangre. Me preguntó qué que era lo que quería ser de mayor y torció el gesto.
-Tú no vales para clérigo ni para político. Tienes alma de guerrero pero como eso no puede ser, abrazarás la vida áspero e ingrata de las letras; escritor, mi cronista.
Aun desconociendo a punto fijo cual era el significado de aquel augurio que enunciaba (ciertamente, a mí me gustaba emborronar y mandaba mis articulitos y mis cuentos al “Sígueme” y a la “Hoja parroquial y alguna vez mi nombre en letras de molde) la idea me atraía. Escribir por tu propia cuenta y riesgo, tener ideas personales, no vivir a lo borrego, no comulgar con ruedas de molino y pensar por boca de ganso, lo que diga la masa, peligroso oficio y arriscado afán. Me iba a uncir al yugo compartiendo el infortunio y la soledad del hombre de letras. Largas vigilias, trabajo perdido, mayúsculas decepciones, mensajes del naufrago dentro de una botella. Vivir hablando y pensando con los difuntos apartándose de los vivos. A sabiendas de querer robar el fuego sagrado a los dioses y de entrar en el laberinto de Creta burlando al cancerbero universal, ese que no habla, no sabe no contesta y cuando lo interrogas hace un movimiento de sí o no con la cabeza. Recorrer el dédalo de la literatura si no llevas contigo el ovillo de Ariadna es exponerte a las cornadas del Minotauro que es un mihura que no falla ninguna de sus embestidas. Los pensadores son humillados y ofendidos. Al vulgo no se le puede llevar la contraria que sólo cree en el poder y en la riqueza en los placeres del lecho y de la mesa.
-Pese a todo, niño segoviano, conocerás el Bien, la Verdad y la Belleza. Y ese es el Cristo- dijo su Majestad rompiendo un largo silencio de taciturnos pensativos- Aunque se desprecie la doctrina y las togas cedan a las armas. Serás rebelde y comunero.
-Entraremos en Granada, señor.
-Eso se hará. Pero yo no lo veré. Boabdil chiquito entregará las llaves de la alhambra a mi sucesora y hermana. Se habrá consumado un sueño, culminaremos el prpósito de venganza de la ignominia de la Cava Florinda. Ese es el sueño de España, la unidad nacional bajo el reinado de la cruz. Yo no sé si lo he conseguido pero pelée en Gibraltar y aquí estan las heridas en mi cuerpo para probarlo y mis caballeros, Enrique de Guzmán y el Conde de Niebla colocaron el pabellón de Castilla en lo alto del peñote.
-Actualmente sólo hay ingleses y moros.
-Hasta que Gibraltar no sea tierra española cundirá la desazón y volverán los bandos y las armas de los españoles unos contra otros-dijo el Monarca Misterioso. Y prosiguió:
-Soy amigo de moros porque quiero atraerlos hacia nuestra causa. Son buena gente pero acérrima. Muy cabezotas, hijo, muy cabezotas. Lo malo es que detrás del moro está el judío y ambas religiones confabuladas contra nosotros constituyen un enemigo casi invencible. Ello forma parte sin embargo de la maldición de don Rodrigo.
Casi me dieron ganas de abrazarle pero como sabía que era un ángel o un trasgo que bullía en mi cabeza no me atreví. Me quedé mirando para el artesonado de siete faldones que se alzaba sobre nuestras cabezas, una maravilla del arte morisco, con las estrellas de David labradas en pan de oro y toda esa esgrafía morisca de talante tan segoviano que huye de estampar en las paredes la figura humana y se entrega a los arabescos y ajarafes, en labor de ataujía, para no desairar al Profeta. Las tres culturas bajo la preeminencia de la cruz eran impronta enriqueña y se perdió mi mirada entre los baquetones y boceles de la capilla de Santa Úrsula. Más arriba coronaba el palacio la espadaña de ladrillo rojo con su tejadoz liso de pizarra, su tortea y su veleta. La campana estaba sonando a maitines y en el halda podría leerse la inscripción latina Henricus me fecit.
-Muchas misas me habrán dicho las queridas monjas
el aire se remansaba y cruzaba los ámbitos del monasterio una inusual quietud. Estábamos en el salón del trono el rey y yo arropados por la imagen del querido san Antonio que él donara y un cristo atado a la columna que debió de salir del buril del Divino Morales. Defenderemos la verdadera fe y Dios nos ayude. De lo que ocurra después mejor no preocuparse. Alguien llorará sobre nuestras cenizas. En la sala capitular la tumba que él construyó para su enterramiento. Lo inhumaron en Guadalupe al lado de su madre la portuguesa doña Juana. Recordé un cantar que me enseñó mi madre al Antonio divino y santo:
si busca milagros, mira: muerte y error desterrados
miseria y demonio huidos leprosos y enfermos sanos
el mar sosiega su ira, redímense encarcelados, miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos
el peligro se retira los pobres van remediados cuéntenlo los socorridos díganlo los paduanos
En aquel instante el espectro despareció y yo me perdí por los pasillos del gran laberinto de la existencia.
GONGORA DEDICA A UN CABALLERO QUE ESTANDO CON SU DAMA NO PUDO CUMPLIR
A MARFISACon Marfisa en la estacada
Entrose tan desguarnido
Que su escudo aunque hendido
No pudo rajar la espada
No se vio en trance tan crudo
Ni vuestra vergüenza pudo
Cuatro lágrimas llorar
Siquiera por dejar
De orín tomado el escudo
Entrose tan desguarnido
Que su escudo aunque hendido
No pudo rajar la espada
No se vio en trance tan crudo
Ni vuestra vergüenza pudo
Cuatro lágrimas llorar
Siquiera por dejar
De orín tomado el escudo
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